sábado, 4 de junio de 2022

El Espíritu Santo y el demonio (1/7)

¿Cuál es la relación entre el Espíritu Santo y el demonio? Planteamos ésta y otras preguntas conexas, e intentamos responderlas en una serie de notas. [En la imagen, pintura al temple sobre tabla realizada por Duccio di Buoninsegna en 1311, conservada en el Museo dell'Opera del Duomo, Siena].

Preguntas de fondo
   
----------A modo de continuación de la serie de notas de la pasada semana tituladas El Espíritu Santo y sus obras, inicio hoy otra serie de notas centradas fundamentalmente en la pregunta: ¿Cuál es la relación entre el Espíritu Santo y el demonio? Ignoro cuántas notas me llevará este ensayo, que trataré de ir publicando en días consecutivos, con textos más bien breves y simples en lo posible.
----------Podríamos citar varias frases bíblicas para inspirar este ensayo. Famosas son las sentencias paulinas como: "El mismo Hijo será sometido también a Aquel que ha sometido todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos" (1 Cor 15,28), o "Dios nos ha hecho conocer el designio de recapitular en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra" (Ef 1,10), o también "Dios lo ha exaltado, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Fil 2,10).
----------¿Cuál es la relación entre la buena voluntad de una persona y la mala voluntad de la otra? ¿Qué relación hay entre la Persona del Espíritu Santo, que es Espíritu de verdad, de amor, de vida y de santidad, con el espíritu de la mentira, del odio, de la maldad y del homicidio? ¿Cuál es la acción del Espíritu frente a Satanás? ¿Y cuál es la acción de Satanás frente al Espíritu? ¿Existe un diálogo?
----------¿Cuál ha sido la parte del Espíritu Santo y la del demonio en la obra de la Redención? ¿Cuál es la parte del Espíritu y la de Satanás en la vida de la Iglesia? ¿Cómo debemos pensar la victoria y el dominio del Espíritu Santo sobre Satanás? ¿Cómo y por qué Dios se sirve del demonio para nuestra salvación y santificación?
----------¿Y nosotros, criaturas humanas, cómo debemos comportarnos ante esta relación, que implica el hecho de que el Espíritu Santo nos atrae hacia Sí con su bondad, mientras el demonio nos seduce y nos tienta?
----------Todas estas son preguntas enormes, y me parece que rara vez nos las planteamos; sin embargo estoy convencido de que responder a ellas sería en cambio muy útil para nuestra vida espiritual. Pero evidentemente no podemos responder aquí a todas ellas y de modo acabado en el espacio de un artículo. Limitémonos al menos a enunciar algunos principios e indicaciones de máxima, de los cuales extraer las respuestas.
   
El Espíritu Santo y el demonio pertenecen al mundo del espíritu
   
----------En primer lugar, tomemos en consideración cuál es la naturaleza del espíritu, dado que evidentemente el Espíritu Santo y el demonio pertenecen al horizonte del espíritu, es decir, al mundo de lo espiritual, que es la suprema actuación o realización del ser, por encima del mundo material.
----------En efecto, el Espíritu Santo y el demonio tienen en común el hecho de pertenecer al mundo del espíritu, es decir, al mundo de la persona. La persona, según la famosa definición de Boecio, asumida por santo Tomás de Aquino, es la sustancia individual de naturaleza racional. Este mundo del espíritu, a diferencia del mundo material, que implica la incompenetrabilidad o incomunicabilidad recíprocas de los cuerpos y por tanto una insuperable separación y multiplicidad, mediante el intelecto y la voluntad, permite a dos personas ser una sola cosa intencionalmente, aunque permaneciendo ontológicamente distintas.
----------En el mundo del espíritu las personas se pueden comunicar entre sí. Pero con ello todavía no está dicho que estén en comunión. Para comunicarse, basta que la una entienda lo que le ha dicho la otra. Para estar en comunión, es necesario el acuerdo de las voluntades en el bien. El demonio entiende muy bien lo que manda el Señor, pero no tiene en absoluto la intención de obedecerLe.
----------Ahora bien, sin embargo dos personas, aunque una sea buena y la otra mala, pueden mediante el conocimiento y la palabra entenderse entre sí. Pero eso todavía no significa que se amen. Para ello es necesario que entrambas estén de acuerdo en la búsqueda del bien. En tal caso, una persona puede identificarse intencionalmente con la otra no solo en el pensamiento, sino también en el querer. Pueden pensar la misma cosa y querer la misma cosa, aspirar a un único fin, desear y hacer el mismo bien.
----------Si una persona piensa en la otra persona, en línea de principio la una se identifica intencionalmente con la otra, se comunican. Pero esto todavía no quiere decir que entrambas quieran el bien, aún no es comunión. Una y otra persona pueden perseguir un fin intelectualmente conocido por ambas, pero si persiguen la una un fin bueno y la otra en cambio un fin malo, el acuerdo de las voluntades es imposible.
----------El espíritu, por su naturaleza, tiene una exigencia de unidad, una necesidad de acuerdo; tiene una posibilidad de comunicación y también de comunión con otro espíritu, posibilidad de conveniencia, que la materia no conoce sino entre los accidentes de dos sustancias. Pero si una persona quiere el bien y la otra quiere el mal, el diálogo, si lo hubo, se interrumpe y deviene imposible la comunión. Puede permanecer a lo sumo la comunicación verbal, pero solo como expresión del desacuerdo recíproco.
----------Por otra parte, mientras dos cuerpos concretos no tienen nada en común excepto el hecho de ser y de pertenecer a una misma especie en cuanto cuerpos, dos espíritus, mediante el intelecto y la voluntad, manteniendo cada uno su propia e irrepetible identidad (haecceitas, diría el beato Juan Duns Scoto), pueden tener todo en común, sin por ello perder su propia diversa identidad. La Sagrada Escritura expresa este hecho con las palabras "un solo cuerpo" (Ef 4,4) o "una sola carne" (Gén 2,24). "Quien se adhiere al Señor, es un solo espíritu con Él" (o kollòmenos to Kyrìu en pneuma estin, 1 Cor 6,16).
----------Esto, naturalmente, no tiene nada que ver con el panteísmo, que identifica al ser humano con el ser divino. En el espíritu se puede tener una unidad en la distinción y en la multiplicidad, a diferencia del mundo material, para el cual dos cuerpos pueden estar unidos, pero no pueden ser uno.
----------El espíritu es el mundo de la unidad, de la simplicidad, de la universalidad y de la totalidad. En esto Hegel ha visto correcto y concuerda con las mentes filosóficas más elevadas de la humanidad, como Platón, Aristóteles, san Agustín, santo Tomás y los sabios indios Shamkara y Ramanuja. El error de Hegel ha sido el de no captar el espíritu en su santidad, tal como es ilustrado en el capítulo 7 del libro de la Sabiduría. ¿Qué le falta a la concepción hegeliana del Espíritu? La afirmación del sí y la negación del no. Por el contrario, en la concepción hegeliana el sí y el no son afirmados conjuntamente.
----------Pero ello no es el Espíritu Santo: eso es el espíritu diabólico. No es el espíritu de la unidad, sino de la división (dia-bolos), no es el espíritu de la simplicidad, sino de la duplicidad, no es el espíritu de amor, sino de la enemistad, no es el espíritu de la paz sino de la guerra, no es el espíritu del orden sino del caos, no es el espíritu de la justicia, sino de la violencia, no es el espíritu de la luz sino de las tinieblas, no es el espíritu de la verdad sino de la mentira, no es el espíritu de la vida sino de la muerte. He aquí por qué san Juan Pablo II hubo de definir el pensamiento de Hegel como la "filosofía de la prepotencia".
   
Oposición entre el Espíritu Santo y el demonio
   
----------Pues bien, hay que decir, sin embargo, que el Espíritu Santo y el diablo, aunque entre sí enemigos, son uno intencionalmente, o sea en el conocimiento recíproco, aunque distintos ontológicamente y aunque la voluntad del Espíritu quiera el bien, mientras que la voluntad del demonio quiere el mal. Ellos se comunican espiritualmente, se conocen recíprocamente, pueden hablarse, aunque no estén en comunión.
----------En efecto, mientras para la comunicación espiritual basta el conocimiento y la palabra, para la comunión es necesaria la unión de las voluntades para un mismo fin, es necesaria la fruición del mismo bien, el amor recíproco, cosa que entre el Espíritu Santo y el demonio no existe, no porque el primero no ame al segundo en el sentido antes dicho, sino porque el segundo no corresponde al amor del primero, sino que de hecho reacciona con el odio. El Espíritu Santo quiere el bien del demonio, aunque sea castigado por él. El demonio odia al Espíritu Santo, rechaza aquello que Él quiere y ama aquello que Él no quiere.
----------El Espíritu Santo es el Espíritu del sí; el demonio es el espíritu del no. Es el espíritu de la contradicción, de la desobediencia y de la rebelión. El Espíritu Santo es el Espíritu del amor, de la bondad, de la unión, de la amistad, de la concordia, de la ternura, de la paz. El demonio es el espíritu de la frialdad, de la dureza, del odio, de la maldad, de la enemistad, de la discordia, de la división, del conflicto.
----------El Espíritu Santo ama al demonio como a su creatura, pero no ama su voluntad. Mueve su voluntad desde el punto de vista ontológico, porque, como Creador, le causa el ser y el actuar, pero desde el punto de vista moral, quiere lo que el demonio no quiere y no quiere lo que el demonio quiere. El Espíritu Santo quiere lo es bueno, el demonio quiere lo que es malo.
   
El Espíritu Santo domina sobre el demonio
   
----------Orígenes [185-253] intuyó que la recapitulación de la cual habla san Pablo (anakefaláiosis, Ef 1,10), a la que el erudito de Alejandría llamó "apocatástasis" (apokatastasis), es la reunificación obrada por el Espíritu Santo de lo que al inicio de la creación estaba unido y que había sido roto y dividido desde el pecado, pero al concebir esta reunificación Orígenes cometió dos errores: primero, la concibió platónicamente como simple retorno a la unidad inicial y no como superación y, segundo, y en consecuencia, no tuvo en cuenta el hecho de que en la unidad final o en la reconciliación escatológica del hombre con Dios, está eternamente presente el mal -de ahí la existencia del infierno-, que en cambio no está presente al inicio.
----------Sin embargo, en el infierno ya no se cometen ulteriores pecados, porque los condenados ya no merecen con sus acciones, sino que sólo queda la culpa de aquellos ya cometidos por los condenados, hombres y ángeles. Sin embargo, las fuerzas del infierno combaten a la Iglesia a lo largo de la historia. El mal, de todos modos, en el infierno, es decir, la maldad de los condenados, hombres o demonios, permanece dominada por Dios, para siempre a Él subyugada en el castigo eterno.
----------Por lo tanto, escatológicamente, Cristo es Rey del universo con el poder de su Espíritu, en el sentido de que es inmediatamente Cabeza de la Iglesia triunfante ("en el cielo y en la tierra", Ef 2,11), es decir, soberano del paraíso del cielo y de la tierra nueva de la resurrección. Al mismo tiempo, Cristo domina sobre Satanás, príncipe del infierno ("debajo de la tierra", Flp 2,11).

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