Una reflexión para intentar definir el clericalismo, en base a las enseñanzas del Romano Pontífice, junto a una descripción de las características del clericalismo anterior al Concilio Vaticano II, y las del actual clericalismo postconciliar. [En la imagen: fragmento de "San Pablo predicando en Atenas", pintura de Rafael Sanzio, del 1515, en el Museo de Victoria y Alberto, en Londres].
El clericalismo depende de una concepción errónea del sacerdocio
----------El Santo Padre, en recientes alocuciones, ha repetido la condena de aquello que considera el mayor mal de la Iglesia de hoy: el clericalismo. El último Jueves Santo, durante la Misa de la Cena del Señor, antes del lavatorio de los pies, dijo que "los sacerdotes debemos ser los primeros en servir a los demás, no en explotarlos. El clericalismo a veces nos lleva por este camino. Pero debemos servir". Un mes antes, en la Misa con los Jesuitas, conmemorando el IV centenario de la canonización de San Ignacio de Loyola, les dijo: "no nos dejemos arrastrar por el clericalismo que nos vuelve rígidos".
----------Francisco, como es su costumbre, no se detiene en el definir con precisión lo que entiende con el uso de ciertos términos. Sin embargo, ha habido varias ocasiones en las que se ha expresado con suficiente claridad sobre este vicio del clericalismo. Una de esas oportunidades fue precisamente la alocución televisiva de febrero pasado, que recordábamos en la nota de ayer.
----------Y también en febrero pasado, en su alocución en el Aula Paulo VI, al importante Simposio por una Teología Fundamental del Sacerdocio, hablando en un momento acerca de la pertenencia del pastor a su grey y su deber de cercanía hacia sus ovejas, expresó: "Esta pertenencia proporcionará el antídoto contra una deformación de la vocación que nace precisamente de olvidarse que la vida sacerdotal se debe a los otros, al Señor y a las personas por él encomendadas. Este olvido está en las raíces del clericalismo y sus consecuencias. El clericalismo es una perversión, y también uno de sus signos, la rigidez, es otra perversión. El clericalismo es una perversión porque se constituye con lejanías".
----------Intentemos, entonces, la definición, al menos con varias aproximaciones. El clericalismo es el abuso que el clero hace de su poder espiritual para dominar las almas en lugar de servirlas, para obtener prestigio y éxito en lugar de seguir a Cristo crucificado, para anunciar las propias ideas en lugar del Evangelio, para engordar su bolsillo en lugar de su propia alma, para satisfacer el propio egoísmo en lugar de servir a los pobres, y para satisfacer las más bajas pasiones, en lugar de llevar una vida ascética y morigerada.
----------El clericalismo es una forma de tiranía o de prepotencia del clero en detrimento de los fieles. Las ovejas del rebaño no son atendidas por el pastor, sino explotadas para sus intereses. Existen dos formas de clericalismo según cómo el pastor enfoca la relación pastoral-doctrina y misericordia-justicia. El clericalismo preconciliar era un clericalismo doctrinario y justiciero, el clericalismo postconciliar es pastoralista y misericordista.
----------No se sorprenda el lector al ver que hablo de un clericalismo anterior al Concilio Vaticano II. Que el Santo Padre diga que el clericalismo es el mal de la Iglesia de nuestro tiempo, de estos tiempos del postconcilio, eso no quiere decir que el clericalismo no haya existido en los tiempos del preconcilio. Basta con recordar lo que expresaba el papa Benedicto XVI el 10 de junio de 2010, en la Plaza de San Pedro, dialogando con sacerdotes: "Sabemos que el clericalismo es una tentación de los sacerdotes de todos los siglos, también hoy" y pasó a hablar largamente de la Santísima Eucaristía "que es precisamente lo contrario del clericalismo, del encerrarse en sí mismos: vivir la Eucaristía en su sentido originario, en su verdadera profundidad, es una escuela de vida, es la protección más segura contra toda tentación de clericalismo".
----------El clericalismo preconciliar, doctrinario y justiciero, faltaba en la misericordia e imponía la verdad con dureza. El clericalismo postconciliar, pastoralista y misericordista, descuida el deber de enseñar y de refutar, y desciende a pactos con el error en nombre de la pastoral y de la misericordia.
----------El clericalismo preconciliar reconocía, por supuesto, que el pastor, además de la misericordia, debe ejercitar la justicia, pero en la práctica terminaba por ejercitar solamente la justicia. En cambio, el clericalismo postconciliar sostiene que el pastor debe ser únicamente y siempre misericordioso, pero en la práctica acaba infringiendo la justicia. El clericalismo preconciliar ejercía la violencia en nombre de la verdad. El clericalismo actual practica la violencia en nombre de la misericordia.
----------El papa Francisco, en sus repetidas y variadas descripciones del clericalismo, nos da una mirada de conjunto suficientemente caracterizada, pero no entra en estos detalles que acabo de mencionar y en las diversificaciones de este triste y escandaloso fenómeno, que perturba a los buenos, complace a los enemigos de Cristo, aleja a los fieles de los Iglesia, impide conquistas misioneras y la conversión de los pecadores, suscita la irrisión de los no-creyentes honestos, genera divisiones, antagonismos y facciones en la Iglesia, difunde la injusticia, bloquea la misericordia, conduce a las almas a la perdición.
----------El clericalismo es una conducta moral claramente perversa, pero más en su raíz, más en lo profundo y en su origen, depende de una falsa concepción del sacerdocio. Un sacerdote puede conocer los propios deberes y haber sido ordenado válidamente, en base a una recta concepción del sacerdocio por parte del Obispo ordenante, a su vez válidamente ordenado, por lo tanto verdadero Obispo. Con todo y aún así, sucede que el sacerdote no pone en práctica esos deberes, aunque los conoce.
----------Pero todos nosotros podemos comprender fácilmente cuánto más daño hace un sacerdote nacido de una falsa vocación o, peor aún, ordenado sobre la base de una falsa concepción del sacerdocio, eventualmente influenciada por ideas luteranas o modernistas. Este sacerdote puede no darse cuenta de que concibe su propio sacerdocio en modo equivocado, por lo cual -aunque esto sea muy improbable- permanece inocente delante de Dios. Pero esto no quita que el daño se produzca lo mismo.
----------Por cuanto respecta a los pasadistas, hay que reconocer que tienen un concepto dogmático exacto del sacerdocio, que ellos toman del Concilio de Trento y eventualmente del mismo santo Tomás de Aquino, pero su defecto está dado por el hecho de que ellos, no aceptando las doctrinas del Concilio Vaticano II, doctrinas consideradas por ellos modernistas, rechazando por lo tanto la Misa novus ordo y el Magisterio de los Papas del postconcilio, aunque hayan sido válidamente ordenados en base a una recta concepción dogmática del sacerdocio, aunque puedan estar animados por mucho celo y ofrecer remedios a ciertos males de la Iglesia de hoy, su pastoral, basada únicamente en las enseñanzas de la Iglesia preconciliar, no puede corresponder a las necesidades y perspectivas pastorales y espirituales de los tiempos de hoy, sumamente diferentes de los tiempos de un san Pío X o de un Pío XII, además del hecho de que, necesitando el sacerdote para el ejercicio del ministerio de la confesión la jurisdicción por parte del Obispo y no estando en plena comunión con el Papa, no se ve cómo el ejercicio de ese ministerio pueda ser válido.
----------Pero la forma de clericalismo más extendida, más insidiosa, más peligrosa, más poderosa y más dañina es la de los rahnerianos. En efecto, mientras los pasadistas están fuera de los ámbitos del poder eclesial, los rahnerianos, gracias a una metódica e irrefrenable ascensión al poder que se ha prolongado desde el inmediato postconcilio, haciéndose pasar falsamente por promotores de la reforma conciliar, con sus fascinantes mentiras, dotados de poderosos medios económicos y de un eficaz aparato publicitario, activísimos en sus empresas, aprovechándose de la falta de vigilancia del episcopado, han conseguido ya estar presentes en los círculos más influyentes del poder eclesial: en la curia romana, en el colegio cardenalicio, entre los obispos, en las facultades pontificias, en las órdenes religiosas, en los movimientos eclesiales y hasta en las parroquias.
----------Y aquí repito lo afirmado muchas veces: el clericalismo rahneriano se basa en una errónea concepción del sacerdocio, que aquí resumiré tan solo brevemente, haciendo referencia a lo que ya he expresado extensamente en otros artículos específicos sobre el tema.
----------Hay que decir, en primer lugar, que Karl Rahner [1904-1984] considera indudablemente al sacerdote como un hombre de Dios, un guía espiritual y un mistagogo, un hombre de Iglesia, presidente de la comunidad y de la asamblea litúrgica, maestro de humanidad y ministro de Cristo. Sin embargo, Rahner no ve al sacerdote como el hombre de lo sacro en cuanto distinto de lo profano, porque para Rahner, en virtud de su inmanentismo, lo profano es ya sagrado. Pero entonces podemos ver cuán fácil es revertir esta relación: lo sacro se identifica con lo profano, y, por consiguiente, se produce así la profanación de lo sagrado. Y aquí estamos inmediatamente en el corazón del secularismo y de la mundanidad clerical.
----------En segundo lugar, Rahner niega la específica esencia del sacerdocio, que consiste sustancialmente en la ofrenda del sacrificio cultual. Esta negación de la esencia específica del sacerdocio depende del hecho de que Rahner niega la satisfacción vicaria dada al Padre que Cristo Sacerdote ha obrado por justicia con su santísima pasión como sacrificio de expiación para la remisión de los pecados.
----------El hecho de que Rahner sea favorable al sacerdocio de la mujer es también una señal evidente de que tiene un concepto erróneo del sacramento del Orden, el cual requiere que la materia del sacramento sea el sexo masculino. Sustituir el sexo masculino por el femenino quiere decir anular el sacramento.
La concepción rahneriana del sacramento del Orden hace inválido el mismo sacramento
----------Por consiguiente, aquel Obispo o aquel presbítero que hubiera sido ordenado como tal por un Obispo rahneriano o un Obispo rahneriano que ordenara un presbítero, estaría en las respectivas condiciones o de ordenar o de ser ordenados inválidamente. La ordenación es inválida tanto en el caso de que sea rahneriano el ordenante, como en el caso de que sea rahneriano el ordenado. Y ello resulta así porque no sería respetada la verdad y por tanto la autenticidad del sacramento del Orden.
----------Se trata de casos similares a los de los matrimonios inválidos. Se podría hacer una comparación con las ordenaciones anglicanas. En cambio, las ordenaciones ortodoxas o lefebvrianas son válidas, porque suponen la recta concepción del sacramento, aunque sean hechas sin la comunión con el Papa.
----------Surge de todo esto que el mal del clericalismo se remedia con la formación de buenos sacerdotes, según las indicaciones del Magisterio, que en la línea del decreto Presbyterorum Ordinis del Concilio Vaticano II, al cual han seguido otros documentos, como por ejemplo la exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis del papa san Juan Pablo II de 1992 o el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros de la Congregación para el Clero de 1994 o la Carta del papa Benedicto XVI para la proclamación de un año sacerdotal con motivo del 150° aniversario del dies natalis del Santo Cura de Ars de 2009.
----------Tenemos buenos sacerdotes si tenemos buenos Obispos. Desgraciadamente, el decreto Christus Dominus del Concilio Vaticano II,acerca del oficio pastoral de los Obispos es bastante flojo, en el sentido de que no da suficiente fuerza al ministerio episcopal y no lo caracteriza en su integralidad. Se limita a hablar de "diálogo", de "caridad", de "comprensión", de "mansedumbre", de "humildad", de "prudencia", de "amistad" (n.13). Sólo un atisbo al deber de custodiar, defender y propagar la doctrina (ibíd.).
----------Hubieran estado muy bien las palabras de san Pablo a Timoteo (2 Tim 4,2-5), el cual imparte al Obispo instrucciones esenciales y siempre válidas. Helas aquí: "Proclama la Palabra de Dios, insiste en toda ocasión oportuna y no oportuna, refuta, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Porque llegará el día en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio".
----------Conviene, al respecto de este pasaje bíblico, decir una palabra sobre el término usado por san Pablo: "refuta" (èlenxon, argue, arguye). Un reflejo del clima buenista ultrapastoralista postconciliar se tiene incluso en la traducción de esta fundamental palabra elènchein, arguere, que viene traducida por las Biblias de algunas Conferencias episcopales como "amonestar", que no se refiere a la doctrina, sino a la pastoral. En cambio, la obra de la refutación es esencial al buen Obispo. Ella consiste en el demostrar argumentativamente que el errante está equivocado. La refutación es el arte y el mérito de los grandes filósofos griegos. Y vemos cómo un san Pablo a menudo la practica. Todos los grandes y santos Obispos del pasado han hecho uso de ella. Hoy en cambio, ¿dónde está el Obispo que sabe denunciar, refutar y corregir los errores y las herejías? Y no es que hoy no haya materia de juicio. ¿Por qué dejar este oficio a los obispos lefebvrianos?
El Concilio Vaticano II no supo prever la explosión neo-modernista
----------El Concilio no supo prever la explosión del nuevo modernismo que habría de seguir a la emisión del infeliz decreto sobre el ministerio episcopal. En cambio la mayoría de los Padres, atraídos por las sirenas criptomodernistas, se dejaron llevar por una esperanza de que el mensaje conciliar habría de encontrar el consenso del mundo y que para la difusión de la verdad ya no era necesario refutar o condenar, sino bastaba encontrarse en las verdades comúnmente compartidas.
----------La mayoría de los Padres conciliares no fue capaz de escuchar a una minoría de Padres sabios, los cuales en cambio advertían que era necesario en el Obispo, junto con la tarea del compartir y la del diálogo, mantener la esencial tarea de la refutación, que desenmascara la insidia escondida y advierte del peligro latente. Pero la atmósfera que se había creado de dialoguismo y buenismo, sutilmente difundida entre los Padres por los rahnerianos, había generado un falso y contagioso optimismo.
----------Ocurrió así que esos Padres, que merecían ser escuchados, fueron en cambio desdeñosamente tildados por la corriente progresista como "conservadores" de miras estrechas, ácidos polemistas, que no comprendían la nueva era de fraternidad universal que se estaba inaugurando, y que se resistían a la renovación conciliar. Y en cambio tenían razón. En efecto, ese "día" desafortunado que san Pablo había previsto, habría de ser de allí a poco el estallido de la protesta de 1968 y la salida a la luz de los rahnerianos, los cuales, si bien habían dado una buena contribución al Concilio, sin embargo se dieron cuenta de que, estando la atmósfera a su favor, podían ya impunemente salir al descubierto, y lo hicieron sin temor, seguros del éxito, tomados de la mano del episcopado y de los mismos Pontífices del postconcilio. Y así de hecho ha sucedido.
----------No se sorprenda el lector de estas mis críticas al Concilio, enteramente lícitas, fundadas y autorizadas en su momento por el mismo papa Benedicto XVI, él mismo en su tiempo había pertenecido a la corriente progresista de los Padres conciliares e incluso colaborador de Rahner durante las labores del Concilio. Sin embargo, desde el inmediato postconcilio Ratzinger, al darse cuenta de la empresa modernista de Rahner, inmediatamente se separó de él y a continuación lo criticó severamente acusándolo de panteísmo en Les principes de la théologie catholique (Téqui, Paris 1981, pp.179-190). Luego de esta valiente toma de posición de Ratzinger fue hecho por san Juan Pablo II Prefecto de la Congregación de la Fe.
----------Pues bien, el propio papa Benedicto XVI, en un encuentro que tuvo con los lefebvrianos, les dijo que si ellos querían estar en plena comunión con la Iglesia (vale decir, si querían abandonar de una vez por todas su situación cismática) tenían que aceptar las nuevas doctrinas del Concilio, mientras que, siguió diciéndoles Benedicto, sobre la parte pastoral del Concilio se podía perfectamente discutir. Ahora bien, ¿qué parte más pastoral que aquella que el Concilio dedicaba al ministerio de los Obispos?
----------¿Por qué los lefebvrianos, tan justamente atentos al valor del sacramento y de los grados del sacramento del Orden, así como al deber de la Jerarquía de vigilar por la doctrina y de combatir los errores, no han aprovechado para entrar por esta puerta que el mismo Papa "progresista" estaba abriendo para ellos? ¿No se han dado cuenta de lo mucho que este Papa magnánimo iba al encuentro de sus justas demandas? ¿Por qué, en cambio, han persistido en sus insensatas acusaciones doctrinales contra el Concilio, con la consecuencia de permanecer en el cisma y en la rebelión contra el Romano Pontífice?
----------Por eso es una cosa verdaderamente extraña que los pasadistas sigan polemizando anacrónicamente contra documentos dogmáticos o doctrinales del Concilio Vaticano II, como la constitución Lumen Gentium, la constitución Dei Verbum, la declaración Nostra Aetate, la declaración Dignitatis humanae o el decreto Unitatis redintegratio, y no piensen en criticar el decreto Christus Dominus, que en cambio sería precisamente el documento pastoral más discutible del Concilio a causa de su buenismo y utopismo, un documento que es más bien apto para producir Obispos oportunistas, salvando naturalmente los casos de buenos, excelentes y santos Obispos, defectos que están bajo los ojos de todos y que sólo complacen a quienes hacen del cristianismo (y es lo mínimo que se puede decir) un modo de llegar a fin de mes.
----------Llegados a este punto podemos, aprovechando el permiso otorgado por Benedicto XVI, conceder algo a monseñor Williamson y a monseñor Viganò cuando dicen que el Concilio debería ser rehecho desde cero. Ellos exageran, por supuesto, porque les gustaría que fueran rehechos los documentos doctrinales, lo cual es imposible, porque cuando la Iglesia enseña una nueva doctrina, nunca retrocede, pero, por cuanto respecta a la enseñanza del Concilio sobre los deberes del Obispo, tienen razón.
----------Para poder, con la ayuda de la gracia, elevar la situación de la viña del Señor, hoy atravesada y atacada por fieras de toda especie, es entonces necesario que los pastores recuperen el ejemplo de aquellos buenos y santos Obispos del preconcilio, aquellos que, en comunión con el Vicario de Cristo, han sabido verdaderamente mantener en alto la dignidad episcopal, no para ostentación de clericalismo, sino para servir, hasta dar la vida, al pueblo santo de Dios, guiándolo a los pastos de la vida eterna.
Querido padre Filemón:
ResponderEliminar¿No será quizás demasiado dura una frase suya hacia el final del artículo?: "...y la salida a la luz de los rahnerianos, los cuales, si bien habían dado una buena contribución al Concilio, sin embargo se dieron cuenta de que, estando la atmósfera a su favor, podían ya impunemente salir al descubierto, y lo hicieron sin temor, seguros del éxito, tomados de la mano del episcopado y de los mismos Pontífices del postconcilio. Y así de hecho ha sucedido".
¿No es tal vez atribuir demasiada responsabilidad a los Papas del postconcilio en la difusión del rahnerismo y del modernismo?
Estimado Ernesto,
Eliminarentiendo tus palabras, sin embargo no puedo más que reiterar lo que he dicho, lo cual está ampliamente documentado por estudios muy serios.
Ahora bien, no obstante, el hablar de la "responsabilidad" de los Santos Pontífices, como Juan XXIII y Paulo VI, no me parece que sea el caso.
El hecho es que, al término del Concilio, los Padres del Concilio compartían las grandes esperanzas del papa Juan en un nuevo Pentecostés, el cual, por el contrario, no ha existido en absoluto.
Te daré un ejemplo. Los obispos estaban convencidos de que llegarían muchísimas vocaciones sacerdotales, por lo que gastaron sumas fabulosas para construir seminarios grandiosos, pero, lamentablemente, y de manera inesperada, a la vuelta de pocos años, hubo decenas de miles de deserciones seminarísticas y sacerdotales.
¿De quién fue la culpa? No ciertamente de los Papas, sino que, siguiendo estudios recientes, ha sido posible comprobar que ya durante las labores del Concilio hubo un habilísimo complot secreto por parte de teólogos filo-protestantes del norte de Europa, encabezados por Rahner, los cuales, después de haber puesto en el candelabro a su benjamín, que efectivamente había hecho muchos buenos aportes al Concilio, han tenido la posibilidad de que los seguidores de Rahner salieran a la luz (y saliera también al descubierto el propio Rahner sin su disfraz) con grandes medios publicitarios engañando a vastas porciones del público haciéndoles creer que los rahnerianos fueran los auténticos intérpretes del Concilio, cuando en cambio eran sus falsificadores.
Por lo tanto, la responsabilidad del desastre postconciliar, que ha llegado como una especie de un tsunami o de un aluvión o de una inundación, no debe ser atribuida en modo alguno a los Papas (repito, en cuanto a "responsabilidad), porque los Papas no esperaban nada de esto ni menos habían obrado para esto, sino que la responsabilidad debe ser atribuida a esos complotados o conspiradores, que han actuado en la sombra y una vez que salieron al descubierto han adquirido tal prestigio que los Papas han quedado a contrapié, desorientados, por lo cual en ese momento era imposible detenerlos y al parecer, lo mejor era sacar el mayor bien posible de una mala situación, apreciando también los lados buenos de su teología.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
EliminarLos pasadistas pretenden restaurar el clericalismo pre-conciliar en pleno siglo XXI
ResponderEliminarAnónimo: si quieres demostrar que no hablas porque el aire es gratis, demuestra lo que dices.
EliminarAbsorto
ResponderEliminar¿Absorto de qué?
EliminarLa iglesia del CVI fue la exaltación del Papa, la del CVII fue la de los obispos que padecen una episcopitis aguda.
ResponderEliminar¿Y porqué no aportas algún argumento para lo que escupes?
EliminarQuerido Ernesto,
Eliminarpermíteme hacerte dos observaciones.
La primera, cuida el lenguaje: ciertas palabras, totalmente legítimas y correctas para el uso, pueden asumir en algunos contextos culturales, un matiz despectivo, que inevitablemente causa daño a nuestro interlocutor.
En segundo lugar, es correcto lo que le quieres transmitir al anterior comentarista: debería aportar agumentos sobre lo que él ha opinado.
Precisamente, yo no he querido responderle a "Absorto" porque su comentario no lo merecía, pues se trata de una mera opinión sin dar razones ni motivos, como tantas veces suelen darse en diálogos de sordos, que hablan sin escucharse el uno al otro, lo cual suele aparecer en ciertos foros donde los foróforos parecen sólo querer desfogar sus rabias contenidas, sin dialogar verdaderamente, sin escucharse, ni aprender del otro, ni transmitir nada, sino gritarse entre sí, sin que nadie entienda a nadie.
En lugar de eliminar el comentario de "Absorto" (que es lo que teoricamente debería haber hecho), preferí dejarlo publicado por fines prácticos, ya que se trata de un testimonio de la existencia de ese tipo de católicos ciegos y sordos, "rígidos" como dice el Papa, ideologizados, que no hacen nada por crecer en la verdad y por ende en la unidad, y laceran cada vez más a la Iglesia.