El hecho de que el padre Antonio Spadaro SJ, director de La Civiltà Cattolica, indique que los usuales encuentros del papa Francisco en sus viajes apostólicos con grupos de Jesuitas, son "encuentros privados", no ayuda a los fieles católicos a un correcto discernimiento del valor autoritativo de las intervenciones pontificias. Recordamos aquí el caso de uno de estos encuentros claramente docentes del Romano Pontífice.
El diverso valor autoritativo de las intervenciones del Papa
----------Entre los temas del actual pontificado que han causado alguna polémica, figura la cuestión del diverso valor autoritativo o magisterial de la palabra del Papa, vale decir, la cuestión acerca de la importancia, el sentido y el valor vinculante que se debe dar a las intervenciones, a las enseñanzas, a las afirmaciones y declaraciones de Francisco I, cuestión sobre la cual, desde el inicio mismo de su pontificado, se han dado y se siguen dando notables disensos tanto en ámbito católico como no-católico.
----------Uno de los motivos de tal polémica es que las intervenciones del actual Romano Pontífice han sido y siguen siendo frecuentísimas, lo cual indica un destacado celo pastoral, una generosidad en tiempo y esfuerzo, aún en situaciones de muy debilitada salud, como es el actual delicado estado físico del papa Francisco, una entrega al servicio y una disposición al trabajo que han sido pocas veces vistas en otros Papas. Las intervenciones del Papa han sido durante estos nueve años muy diversificadas en la forma y en el contenido, dirigidas al público y a los individuos y grupos particulares más diversos, católicos y no-católicos, haciendo uso de los más diversos medios de comunicación, frutos de las modernas tecnologías, intervenciones inusuales e insólitas en comparación con los usos y costumbres de los Papas precedentes.
----------Frente a las innumerables intervenciones del papa Francisco, la actitud de los fieles cristianos católicos no es siempre la correcta. Existen, en primer lugar, muchos entusiastas de Francisco, que toman todo lo que dice el Papa con fanatismo, sin ningún tipo de discernimiento, considerando todas sus expresiones del mismo valor, esto es, de valor infalible. Se trata de aquellos que suelen ser llamados papólatras.
----------En segundo lugar, existen otros que manifiestan una falsa y fingida adhesión, también sin examen o escrutinio crítico, pero solo para hacer luego lo que a ellos les gusta, instrumentalizando todo lo que el Papa dice, sobre todo si satisface sus deseos y sus ambiciones. Se trata de una actitud generalizada entre aquellos fieles que se inscriben, en diverso grado y medida, en las llamadas corrientes modernistas.
----------En tercer lugar, existen otros, apegados al estilo de los Papas precedentes, que a Francisco lo siguen o, se podría decir, le siguen la pista, todos los días, paso a paso, con ojo vigilante y apuntándole con la mirilla de la escopeta, en muchos casos sospechando que se trata de un Papa ilegítimo o quizás inválido, para atraparlo en error contra la fe a la primera de cambio con alguna palabra insólita, creyendo ver allí con aguda interpretación oscuros complots masónicos o secretas herejías luteranas, que en cualquier caso son ideas que se ven afectadas por ese Concilio cripto-herético, como dicen ellos, que ha sido el Vaticano II. Se trata en este caso de todos aquellos fieles que se inscriben en las llamadas corrientes pasadistas.
----------Las tres mencionadas categorías de fieles católicos tienen, sin embargo, algo en común: ignoran que el Papa no enseña la verdad de fe, es decir no es infalible, sólo cuando proclama o define solemnemente un nuevo dogma, ya sea por sí mismo o por medio de un Concilio (la última vez de ello, ha ocurrido hace más de setenta años), sino que es infalible, aún cuando sea en grados inferiores y menos autorizados, todas las veces que él nos instruye como maestro de la fe; lo cual nos está diciendo implícitamente, a la inversa, que el Papa no es infalible cuando no nos instruye en cuanto él es maestro de la fe.
----------Más allá de esas tres categorías de fieles, están los auténticos católicos, los que mantienen, con la ayuda de la gracia de Dios, una actitud de fe en la fe de este hombre, Jorge Mario Bergoglio, que ha sido constituído, por obra del Espíritu Santo, Vicario de Cristo, Maestro de la Fe y Supremo Pastor de la Iglesia; católicos que, al mismo tiempo, no desconocen que en el cumplimiento de esa su altísima misión y oficio, el Papa conserva su falible condición humana, como todo hijo del Adán pecador, pecador también él.
----------La condición esencial para el valor autoritativo de los niveles inferiores del magisterio del Papa, es que el Romano Pontífice enseñe la Palabra de Dios, la doctrina y el misterio de Cristo y de la Iglesia, el dato revelado (Escritura y Tradición), los sacramentos, las virtudes cristianas, el camino del Evangelio y de la salvación, las verdades o los dogmas de la fe, los artículos del Credo, no importando que se exprese cómo se quiera expresar. Y no importando tampoco las circunstancias, las modalidades y los medios de estas comunicaciones, desde una encíclica, a una carta pastoral, a un motu proprio, a una audiencia general, a una homilía de la Misa, a un discurso, a una entrevista periodística o a una llamada telefónica. Lo importante es que se trate de esas materias, directa o indirectamente, explícita o implícitamente.
----------Dicho lo cual, a mi modo de ver, es de lamentar que contribuya a la actual confusión reinante acerca del magisterio pontificio, el que, por ejemplo, el padre Antonio Spadaro considere que aquellos usuales coloquios que el Papa mantiene con sus cofrades Jesuitas en sus viajes pastorales, sean "encuentros en forma privada" como suele expresarse el director de La Civiltà Cattolica. Es cierto que a veces ese tipo de charlas improvisadas del Papa, respondiendo a preguntas, en diálogo casual, tiene por contenido sólo expresiones opinables del Pontífice, como simple opinante privado, pero otras veces no es así, pues resulta evidente, por el contexto, o por su acento, o por el sentido y repetición con los que el Papa denota querer subrayar lo que dice, que está queriendo hablar obviamente como Maestro de la Fe. De ahí que tampoco entiendo por qué motivo esas llamadas "conversaciones privadas" del Papa con los Jesuitas no se publiquen, como me parece deberían, en los oficiales órganos comunicativos de la Santa Sede.
De la sexofobia a la sexomanía
----------Al respecto de aquellas conversaciones del papa Francisco con los Jesuitas, usualmente respondiendo a preguntas, quisiera hoy llamar la atención sobre una de ellas, ocurrida en septiembre de 2019, con un grupo de Jesuitas en Maputo, Mozambique, cuando el Papa tocó un tema importante, que no siempre ha sido bien comprendido, por lo cual he pensado que sería de utilidad el aclarar y comentar las palabras del Romano Pontífice para evitar que ellas sean instrumentalizadas para fines incongruentes.
----------El Papa comienza por desarrollar un prolongado discurso acerca del ecumenismo, de la evangelización y del proselitismo, temas realmente importantes en lo que se ve a las claras que Francisco se empeña en sentar doctrina. No hay duda del valor autoritativo. Pero no es a ello a lo que quiero referirme.
----------Luego el Papa expresó una renovada condena del clericalismo al afirmar que "el clericalismo tiene como consecuencia directa la rigidez. ¿No habéis visto nunca a jóvenes sacerdotes del todo rígidos en sotana negra y capelo con la forma del planeta Saturno en la cabeza? Detrás de todo el rígido clericalismo hay serios problemas. Una de las dimensiones del clericalismo es la fijación moral exclusiva en el sexto mandamiento".
----------Luego precisó: "Una vez un jesuita, un gran jesuita, me dijo que esté atento al dar la absolución, porque los pecados más graves son los que tienen más carácter 'angélico': orgullo, arrogancia, dominio… Y los menos graves son los que tienen menos carácter angélico, como la gula y la lujuria. Uno se concentra en el sexo y, después, no se le da peso a la injusticia social, a la calumnia, a los chismes, a las mentiras. Hoy la Iglesia tiene necesidad de una profunda conversión en este aspecto". Si bien tampoco es este tema al que quiero referirme en este artículo, me permito hacer sobre él un breve comentario.
----------El Papa asume el término "clericalismo" del lenguaje anticatólico del siglo XIX, el cual combinaba un comprensible rechazo al poder temporal del Papa con el desprecio por el sacerdocio y por la moral católica. Francisco ha purificado este término liberándolo de la connotación anticatólica y conservando su aspecto válido, que quiere ser la condena de un injusto dominio político y doctrinal del clero sobre los laicos y de una explotación económica de los laicos con la pretensión de gozar de injustos privilegios o favores.
----------El clericalismo, como ha explicado en repetidas oportunidades el papa Francisco, está en el origen de los abusos sexuales del clero, en cuanto se trata de sacerdotes que abusan de su autoridad de sacerdotes para engañar y constreñir a ignaros y frágiles menores a satisfacer sus perversas ansias. En tal sentido existe y debe existir, a los ojos del Pontífice, un justo, necesario y obligado anticlericalismo.
----------Pero quizás el Papa hubiera hecho bien y haría bien en precisar que la causa inmediata y propia de estos comportamientos abominables no es el clericalismo, vicio genérico que puede tener y tiene también muchas otras salidas además de la lujuria, sino que es la propia lujuria. Por eso, para remediar ese mal, así como también las demás formas de corrupción sexual que hoy se difunden no sólo entre el clero, sino también entre los laicos, sería bueno hacer un análisis certero de la esencia y de las causas y de los efectos propios de la lujuria, para elaborar una mejor y más eficaz cura específica, que, como sabemos, es la castidad; pero entonces esto quiere decir que es necesario retomar y profundizar también el discurso sobre la castidad.
----------Dice el Papa: "el clericalismo tiene como consecuencia directa la rigidez", retomando y aplicando, a propósito de la castidad y la lujuria, su bien conocida polémica contra la "rigidez" moral y pastoral, que puede ser también rigidez doctrinal, vale decir, el rigorismo y el exceso de severidad aún en boga o que han vuelto a ponerse de moda en ciertos ambientes pasadistas, defecto que el Papa atribuye, aparentemente, a residuos no actualizados de mentalidad preconciliar tendencialmente farisaica y cerrada, la cual supone una antropología dualista, de molde platónico-origenista, para la cual la perspectiva final de la perfección humana y de la salvación no es la futura resurrección gloriosa del cuerpo y del sexo, es decir, la armonía del alma con el cuerpo y del espíritu con el sexo, sino, por el contrario, la liberación del alma del cuerpo y del sexo.
----------Para decirlo con franqueza, no me parece oportuno ese atisbo de reproche a los sacerdotes para indicar su comportamiento rígido, aludiendo al hábito talar. En efecto, sabemos cómo, al fin de cuentas, también en base al derecho canónico, la sotana es un signo del sacerdocio. Que los sacerdotes en hábito talar sean rígidos es algo del todo accidental. Yo tengo el grato recuerdo de espléndidos confesores que, en mi juventud, cuando todos iban en sotana en aquella época, me fueron de preciosa ayuda en mis problemas de castidad. Sin embargo, hay que decir que probablemente el Santo Padre pretende regañar a ciertos sacerdotes que hacen de su vestimenta talar una especie de bandera contra la pastoral postconciliar sobre la castidad.
----------Además, para mantenerme, si se me permite, en el ámbito de las respetuosas observaciones, creo que el Papa, junto a la correcta polémica contra el rigorismo preconciliar, debería llevar a cabo una campaña igualmente dura (y quizás más dura), empeñosa y exigente contra el laxismo y el hedonismo. El defecto de hoy no es el de exagerar la gravedad de los pecados sexuales; éste era el defecto del clima -recuerdo bien- de mi juventud, vale decir de hace cincuenta años atrás. El defecto de hoy es el de minimizar los pecados del sexo o, como dicen algunos, de "legitimar" lo que antes estaba prohibido.
----------Mientras tanto, la reforma conciliar ha corregido en gran medida el defecto del rigorismo. Pero el problema hoy es que, como suele ocurrir en los movimientos pendulares de la historia, se ha caído en el exceso opuesto. Bajo pretexto de que el sexo es cosa buena y no mala, el sexo parece haberse convertido en lo que garantiza aquí y ahora el máximo de felicidad. Cada uno parece hoy libre, como suele decirse, de elegir la propia "orientación sexual", como mejor le agrade, sin tener que someterse a la dictadura de los adustos sermoneros con "saturno" en la cabeza o de esos inexorables justicieros nostálgicos del pasado.
Pecados espirituales y pecados carnales
----------Y es a este tema al que deseaba llegar: el papa Francisco repropone con claridad una distinción ética que era tradicional en la teología moral cristiana entre pecados "carnales" y pecados "espirituales". La encontramos en santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae, I-II, q.72, a.2), que la toma de san Gregorio Magno, quien a su vez se inspira en la distinción paulina entre "espíritu" y "carne" (2 Cor 7,1).
----------Pecados carnales son aquellos en los cuales la pasión hace de protagonista en el acto pecaminoso, en cuanto el fin del pecado es la satisfacción desordenada de la pasión, sobre todo la ira y el placer sexual. Este pecado, por tanto, afecta a la vida sensitiva y corporal. Por eso san Pablo habla de "carne". No es que el pecado carnal no sea causado por la voluntad como cualquier pecado; sino que aquí la voluntad es empujada y guiada por la pasión y al mismo tiempo excita y estimula la pasión (lo que constituye precisamente la culpa) hacia un fin puramente material: ya sea la posesión (avaricia) o la fruición (lujuria) o el consumo (gula) o la realización de un fin material o sensible (ira) en contraste con el orden de la razón.
----------Los pecados carnales son estimulados, excitados u ocasionados por tentaciones provenientes desde el exterior del espíritu, es decir, del mundo corpóreo, o del contexto social y de las relaciones interpersonales, mediante la experiencia sensible y la dinámica de los sentidos internos, ya sea el propio cuerpo (gula), ya sea el sexo del otro (lujuria) o ya sean los bienes económicos (avaricia).
----------Los pecados carnales conciernen a la dimensión animal de la persona, por lo cual aquí el espíritu, es decir la voluntad, se desvía y se degrada por debajo de la propia naturaleza. Pierde el gusto por las cosas espirituales y abandona sus objetivos trascendentes para dejarse atraer por los placeres carnales, por la concupiscencia. El hombre, en su conducta, deviene similar a una bestia.
----------Por eso santo Tomás de Aquino observa que los pecados sexuales y carnales en general son pecados particularmente vergonzosos. Quien no se avergüenza de ello da muestra de tener una mente cegada por el materialismo, despreciativa de la propia dignidad como persona. Sin embargo, tiene razón el Papa al decir que son pecados menos graves o menos culpables que los espirituales, no porque la materia no pueda ser grave, sino por el hecho de que la violencia de la pasión que asalta o seduce a una voluntad débil, puede arrastrar al sujeto a hacer el mal sin consentimiento plenamente deliberado, por lo cual son pecados más de fragilidad que de malicia y por tanto merecen indulgencia.
----------Resistir a las pasiones, al placer, a la ira, al miedo, a la desesperación, a las necesidades materiales, sobre todo cuando son fuertes y surgen de improviso, es ordinariamente muy difícil, sobre todo en el joven poco preparado o escasamente disciplinado. Peor aún si el joven es víctima de ideas equivocadas. Con los jóvenes, por tanto, es necesario ser claros pero comprensivos y acompañarlos con amor, paciencia y perseverancia.
----------Para obtener un digno y decente control de la propia sensualidad, sin que por lo demás aquí abajo la victoria nunca sea total, es necesario ordinariamente un largo y metódico ejercicio ascético y penitencial, sostenido por la gracia, sólidas y fundadas convicciones y una edad madura.
----------Pecados espirituales, en cambio, son los que conciernen al horizonte y a los movimientos del espíritu, del pensamiento, de la razón, de la conciencia, del lenguaje, de la voluntad, en los cuales una voluntad maliciosa o malvada, actuando en el ámbito de la vida espiritual del saber y del querer, persigue un fin espiritual perverso ya sea en la relación con Dios (soberbia), o con los otros (envidia) o consigo mismo (pereza).
----------Son pecados inteligentes y calculados, bien estudiados y pérfidos, astutos y diabólicos, frecuentes en los intelectuales, en los políticos, en los filósofos, en los artistas, en los teólogos y en los pastores: insidias o trampas sutiles, bien escondidas y seductoras. Son pecados más peligrosos que los carnales porque dañan y ofenden los máximos valores del espíritu, los más altos, como son las virtudes teologales, la libertad espiritual, la humildad, la justicia, la caridad, la mansedumbre y la misericordia, y son más culpables porque son más voluntarios y deliberados. Son pecados que falsifican la religión, la sabiduría, la santidad y la mística.
----------Son los pecados hacia los cuales nuestro Señor Jesucristo es más severo y amenaza con las penas del infierno: los pecados de los escribas, de los fariseos y de los sumos sacerdotes: la soberbia, el egoísmo, el orgullo, la mentira, la incredulidad, la impiedad, la prepotencia, el odio, la dureza de corazón, la crueldad, la venganza, la envidia, la obstinación, la hipocresía, la blasfemia, la herejía, la apostasía, la traición. Son precisamente aquellos pecados que han causado la muerte de Cristo.
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