La Iglesia Católica, en su historia bimilenaria, ha sufrido cismas formales, efectivos, que pueden sintetizarse en: el cisma ortodoxo oriental, el cisma protestante, y el cisma lefebvriano (este último citado explícitamente por el papa Francisco en Traditionis custodes). Pero hoy la Iglesia sufre en su interior dos cismas materiales, implícitos, el de los modernistas y el de los tradicionalistas filolefebvrianos. Frente a estos últimos el Santo Padre ha dictado medidas disciplinarias mediante el reciente motu proprio. ¿Es suficiente el remedio adoptado?
"Padre, conságralos en la verdad... Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste" (Jn 17,17.21).
El remedio que el Papa propone para recomponer el cisma
----------La Iglesia, en su historia de dos milenios, ha sufrido cismas formales, efectivos, que pueden sintetizarse en estos: el cisma ortodoxo oriental, el cisma protestante, y el cisma lefebvriano (este último citado de modo explícito por el papa Francisco en Traditionis custodes). Pero hoy también la Iglesia sufre en su interior dos cismas materiales, implícitos, el de los modernistas y el de los tradicionalistas filolefebvrianos.
----------Para recomponer este cisma, el Papa ha considerado útil restringir las normas del Summorum Pontificum relativas a la celebración de la Misa vetus ordo, por lo cual advertimos que el cisma al cual el Santo Padre se refiere es el cisma interior, material, el de los filolefebvrianos. ¿Pero, qué espera lograr el Papa? ¿Encontrará obediencia? ¿El cisma será recompuesto o al menos los cismáticos se decidirán a dar algunos pasos hacia adelante? ¿Entenderán que deben aceptar de una vez por todas las doctrinas del Concilio? ¿Es suficiente una simple intervención en el campo litúrgico, o quizás se necesitaría una acción más profunda, encaminada a persuadir a estos hermanos descarriados acerca de que han tomado un camino equivocado y por qué es un camino equivocado, que no defiende la Tradición en absoluto, sino que la falsifica?
----------¿Por qué se obstinan en sostener que su concepto de tradición sea el verdadero contra el concepto que propone el Papa, cuando para el verdadero católico es el Papa y son los Concilios los custodios infalibles de la Tradición? Las aparentes traiciones a la Tradición, operadas por el Concilio, examinadas con ojo crítico y sereno, resultan ser precisamente solo eso: aparentes; y en todo caso han sido los modernistas, con su falsa interpretación del Concilio, quienes las han hecho aparecer como reales traiciones.
----------Por lo tanto, albergo mis serias dudas de que esta intervención del papa Francisco pueda resultar ser suficiente, por válida y necesaria que sea su medida, porque este cisma (cisma de dos caras, el formal efectivo de los lefebvrianos, y el material e implícito de los filolefebvrianos), originado por mons. Lefebvre hace ya sesenta años, ha echado raíces tan profundas, que no solo afectan la forma de celebrar la Misa, sino que implican el rechazo de las doctrinas conciliares, que ellos consideran doctrinas modernistas.
----------Los mismos jefes lefebvrianos son los que también dicen lo que acabo de expresar. Por ejemplo, días atrás, y refiriéndose al motu proprio del Santo Padre, el actual jefe de los lefebvrianos declaró: "El problema no es simplemente litúrgico o estético, ni puramente formal. El problema es a la vez doctrinal, moral, espiritual, eclesiológico y litúrgico. En definitiva, es un problema que afecta a todos los aspectos de la vida de la Iglesia sin excepción: es una cuestión de fe". Efectivamente, si este problema litúrgico tiene alguna importancia es porque es un problema de fe. Claro que los cismáticos entienden siempre al revés. El Santo Padre quiere recomponer el cisma: quiere que los cismáticos y herejes vuelvan a la verdadera fe.
----------Sorprende también que después de sesenta años, después de todas las aclaraciones y explicaciones que se les han brindado, estos fieles aún no han entendido que de las doctrinas del Concilio y de los Papas del postconcilio no hay nada que temer en cuanto al respeto debido a la Tradición, porque, como señala el Santo Padre en el motu proprio, la Tradición ha sido confirmada y desarrollada por los últimos Papas. En todo caso, se han abandonado ciertas tradiciones humanas que habían sobrevivido a su tiempo y convertido más bien en un obstáculo que en una ventaja para la evangelización del mundo moderno.
----------También es necesario darse cuenta de la necesidad de distinguir entre lo reformador y lo cismático. La libertad de crítica de las costumbres, de crítica teológica o de crítica de la conducta de los pastores o del Romano Pontífice, implementada con caridad y justicia, son en la Iglesia factores esenciales para el mejoramiento de las costumbres, para el progreso de la teología y de ayuda al ministerio de los pastores y del propio Santo Padre. Pero se convierten en cisma y herejía, cuando se utilizan criterios de juicio cismáticos o heréticos, cuando la crítica no es implementada con caridad y con justicia, como lamentablemente ocurre hoy tanto por parte de los lefebvrianos y filolefebvrianos, como por parte de los modernistas.
----------Es necesario que nos habituemos a convivir serenamente en la Iglesia, convivir, me gustaría decir, codo a codo y en la esperanza, junto no solo a los hermanos cismáticos, sino también a herejes, muchos de los cuales probablemente no se dan cuenta de que lo son, debido a su extrema ignorancia en materia religiosa, falta de discernimiento y ausencia de vigilancia de los obispos. Debemos soportarlos y también debemos saber aceptar de ellos el desprecio, la humillación, la marginación y la persecución.
----------Los verdaderos enemigos en realidad no están fuera de la Iglesia, sino que los tenemos en casa y, a menudo, en posiciones de poder. Pues bien, Nuestro Señor Jesucristo nos ha mandado amar a nuestros enemigos. Podemos, si es necesario, si tenemos el valor y si es conveniente, usar el lenguaje que Jesús usaba contra los fariseos. Debemos hacer todo lo posible para convertirlos, dando ante todo nosotros mismos el buen ejemplo y orando por ellos. He sabido hace unos años atrás, por una fuente segura, que el mismo papa Francisco le dijo a un confidente suyo: "tengo las manos atadas". Entonces, si el mismo Papa no sabe cómo liberarse, figurémonos lo que podemos hacer los comunes fieles.
----------No estamos ya en los tiempos no digo del papa san Pío V, ni tampoco en los tiempos del papa san Pío X, cuando existía todavía en la vida de la Iglesia la figura del haereticus vitandus y las excomuniones inundaban todo su seno como los temporales de verano. En aquel tiempo, los teólogos eran en gran parte tomistas y el episcopado y el colegio cardenalicio se unieron en torno al Romano Pontífice. Por eso los modernistas quedaron entonces aislados y fueron objeto de reprobación generalizada.
----------Pero los hechos han demostrado que los modernistas no desistieron. Continuaron conspirando en secreto con una tenacidad formidable, digna por supuesto de una mejor causa, esperando el momento favorable, que fue precisamente la atmósfera de ingenuo buenismo y de excesivo optimismo que desgraciadamente se creó en el inmediato postconcilio. Así que hoy, después de cincuenta años de avance de los modernistas, sin que los Papas pudieran llegar a detenerlos, los modernistas han invadido toda la Iglesia.
----------De modo que hemos llegado al día de hoy en que hay muchísimas personas, falsos católicos, que jurídicamente merecerían ser excomulgados, pero que no lo son y de hecho ocupan puestos importantes y de resonancia en la Iglesia. De cualquier modo, están excomulgados en su corazón, de modo que solo están materialmente entre nosotros, pues su corazón está con los enemigos de la Iglesia.
----------A principios del siglo pasado, el famoso modernista Ernesto Buonaiuti [1881-1946] expresó el deseo de que algún día los modernistas fueran capaces de llegar a persuadir a Roma misma de las bondades del modernismo. Desafortunadamente, la nefasta profecía de Buonaiuti se ha hecho realidad y hoy encontramos modernistas enseñando en las Facultades Pontificias, o nombrados obispos y cardenales. Ya en el siglo XVI, Giordano Bruno [1548-1600] había llegado a Italia con la intención de persuadir al Papa de la bondad de sus teorías, pero, como sabemos, terminó bastante mal, como se estilaba en aquellos tiempos.
¿Podrían ser éstas algunas razonables sugerencias al papa Francisco?
----------Creo que para resolver el problema desde su misma raíz, el Romano Pontífice, incluso antes que a la unidad del culto y a su guía pastoral universal de la Iglesia, debería apelar a la unidad de la fe. En efecto, la unidad de culto y la obediencia al Papa se fundamentan y se basan precisamente sobre la verdad de fe concerniente a la Santa Misa y a la autoridad del Romano Pontífice, verdad enseñada por el mismo Papa, y verdad universalmente aceptada por todos los buenos católicos en cuanto católicos.
----------A la luz de la fe, parece evidente que la Misa es una en su esencia, pero múltiple en la variedad de los ritos; es inmutable en su esencia, pero sujeta a cambios accidentales en el curso de los tiempos, como los hechos de la historia de la Iglesia demuestran. Es legítimo que en Milán exista el rito ambrosiano, en Roma el rito romano, en Egipto el rito copto, en Estambul el rito bizantino y así sucesivamente.
----------De modo similar, los fieles de la reforma gregoriana han seguido la misa gregoriana; los fieles de la época del papa san Pío V han acogido con obediencia la reforma de aquel Santo Pontífice; y de modo similar, los buenos fieles de hoy acogen la misa que ha sido reformada por el Concilio Vaticano II. Esto requiere del fiel, la comunión con la Iglesia y con el Papa. El buen católico disfruta de la libertad litúrgica que la Iglesia le concede y camina en la historia adecuándose al progreso litúrgico implementado por la Iglesia.
----------Como ya hemos dicho antes, el papa Francisco se ha dado cuenta de que el movimiento cismático originado por mons. Lefebvre, aún cuando no les afectaba a ellos el motu proprio Summorum Pontificum, por estar ellos fuera del ámbito católico, sin embargo lo aprovecharon, se sirvieron de él por fuera de la finalidad que se había propuesto el papa Benedicto XVI al publicarlo y que era la de una razonable valoración del rito antiguo, pero en el respeto del rito nuevo y en comunión con la Iglesia. En cambio, el documento de Benedicto vino a ser utilizado por los grupos que en el interior de la Iglesia se adhieren al vetus ordo, como distintivo o credencial de identificación para los enemigos del Concilio y de los Papas del postconcilio, y esto a causa de la propaganda lefebvriana. De ahí la intervención restrictiva del Sumo Pontífice.
----------No es ocioso volver a destacar que es la primera vez que el Papa habla de cismáticos fanáticos del vetus ordo, sostenedores de ser la "verdadera Iglesia" contra la falsa Iglesia o "Iglesia bergogliana" o "neoiglesia del papa Bergoglio", como la llaman. Como vemos, entonces, la ruptura de la comunión eclesial y la fractura con el Romano Pontífice son mucho más graves que una simple cuestión litúrgica a favor o en contra del novus ordo. Aquí no está en juego simplemente la disciplina litúrgica o la unidad del culto. Aquí está en juego la doctrina de la fe, la noción de Iglesia y de la autoridad del Papa.
----------Lo que sucede con los lefebvrianos y filolefebvrianos, es que en la burbuja auto-confirmativa en la que se obstinan en seguir viviendo, conscientes o inconscientemente sometidos a ese desequilibrio psicológico, no han entendido todavía, después de cinco décadas, que las doctrinas del Concilio, como ha dicho el papa Benedicto XVI, no rompen con la tradición, no están en discontinuidad con ella, sino que hacen progresar el conocimiento de fe en continuidad con la fe de siempre. No han entendido todavía que la Misa novus ordo no es un híbrido entre Misa católica y Cena luterana, sino que es la Misa de siempre con apertura ecuménica y una mayor y más convencida participación de los fieles, con un mayor anuncio de la Palabra de Dios, con un espacio mayor dado a la legítima creatividad, a la inventiva espontánea y al sagrado silencio.
----------Con Romano Amerio [1905-1997], un agudo intérprete de la protesta lefebvriana, no obstante su muy acendrado tomismo y su firme personal voluntad de seguir siendo católico, y precisamente en nombre del catolicismo tal como él lo entendía, nos encontramos de hecho ante una concepción de la Iglesia, que no se corresponde en absoluto con la auténtica concepción católica. Es el pensamiento de aquellos, que, con Amerio, autor del famoso libro Iota unum, creen que la eclesiología del Concilio haya cambiado la esencia de la Iglesia y la esencia de la Misa. Lo que debe entenderse como falsificación.
----------Y en eso Amerio se equivocó, pues entendió que el Concilio Vaticano II ha cambiado lo que no se debía cambiar. Ha abandonado aquello que se necesitaba conservar. Ha abandonado la verdad por el error. Con el pretexto de la actualización, del aggiornamento, de la renovación y del progreso, ha faltado a la fidelidad a la Alianza. Ha falsificado la doctrina tradicional. Ha considerado como viejo y superado lo que es siempre actual y válido. Ha querido modernizar lo que no se puede mejorar, porque siendo Palabra de Dios, no se puede concebir nada mejor. Ha renunciado a ser luz del mundo y ha querido hacerse iluminar por el mundo. Ha sustituido lo eterno con aquello que pasa. Ha propuesto un Cristo no heri, hodie cras et semper, sino solo para el hoy. Por el contrario, según Amerio, el Concilio ha dejado penetrar en la Iglesia y en la liturgia los errores de la modernidad y del protestantismo. Ha aceptado como verdad lo que en el pasado la Iglesia ha juzgado herejía. Y la Iglesia ha aceptado un Concilio infectado de una mentalidad modernista. Esto es lo que pensaba Amerio y piensan hoy los lefebvrianos y filolefebvrianos, movidos por diabólica instigación.
----------El choque de los lefebvrianos con el Papa se centra no en simples cuestiones legislativas, de disciplina litúrgica, sino en la noción de "católico", es decir, en lo que significa ser católico. Los lefebvrianos parecen querer corregir las doctrinas del Concilio y el Magisterio de los Papas del postconcilio en este punto, sin darse cuenta de que ser católico quiere decir aceptar lo que el Papa define ser católico.
----------Por eso la pretensión de corregir al Papa en este punto no es de católicos. Como Lutero, ellos creen que la doctrina de un Concilio puede estar equivocada. Creen que el Concilio ha sido solo pastoral y no también doctrinal, o que haya hecho pasar como pastorales las falsas doctrinas, por lo cual, dado que la pastoral puede ser discutida (y esto lo ha dicho el papa Benedicto a propósito del Concilio) creen que todo aquello que ha dicho el Concilio puede ser discutido, olvidando que también contiene Constituciones dogmáticas, las cuales, aunque no definen nuevos dogmas, enuncian nuevas doctrinas que algún día podrán ser dogmatizadas.
----------Claro que, como ya lo he dicho, el papa Francisco sobre la cuestión del Concilio Vaticano II es demasiado esquemático. El Santo Padre pasa por alto el hecho de que la cuestión es más compleja de como él la presenta. El se detiene a distinguir, por un lado, a quiénes están contra el Concilio, es decir, los lefebvrianos y hoy los filolefebvrianos, los minutellanos y los viganonianos, de quiénes, por otro lado están a favor del Concilio, es decir, quienes han aceptado el progreso eclesial deseado por el Concilio.
----------Sin duda, eso está muy bien, pero no basta. Los papas san Paulo VI y Benedicto XVI habían señalado la existencia de una nefasta corriente falsamente renovadora conciliar, nada fiel al Concilio, que el primero llamó "secularista" o "magisterio paralelo" y el segundo llamaba "relativista" o el "Concilio de los medios de comunicación". Pues bien, esta corriente, nos han advertido estos dos Papas, difunde una falsa interpretación de tipo modernista del Concilio. Pues bien, el papa Francisco debería retomar este discurso.
----------Precisamente a esa corriente falsaria del Concilio se ha debido el hecho de que el postconcilio no haya dado todos aquellos frutos que se esperaban y, de hecho, a menudo ha producido lo contrario ("Se esperaba una primavera -dijo san Paulo VI diez años después del Concilio- y ha llegado una tempestad"); de ahí la reacción lefebvriana, ciertamente extremista, en cuanto también ella ha creído que el Concilio estuviera infectado de modernismo, pero no privada de razones contra los modernistas. En cambio, el papa Francisco no hace esta distinción en el interior de los partidarios del Concilio, es decir, no distingue a los progresistas, como por ejemplo los maritainianos y los congarianos, fieles a la interpretación del Concilio hecha por los Papas, del sospechoso o traicionero apoyo dado al Concilio por los modernistas, como por ejemplo los rahnerianos, quienes lo interpretan en un sentido modernista en contraste con la interpretación del Magisterio.
----------De tal modo, en las apariencias (y destaco esto: en las apariencias) la adhesión al Concilio que manifiesta el papa Francisco no parece distinguirse suficientemente de la falsa adhesión de los modernistas. Y hablo sólo de apariencias, de ambigüedad discursiva y pastoral, pero no doctrinal, porque, de hecho, no hay nadie mejor que el Romano Pontífice, por su propio carisma magisterial, para interpretar auténticamente el Concilio Vaticano II, pues la fe del Papa no puede fallar, según promesa de Nuestro Señor Jesucristo.
----------Ahora bien, sin embargo, las mencionadas apariencias, lamentablemente, no hacen más que alimentar el fuego de la polémica lefebvriana, brindándole razones supletorias. Por eso, la deseable mencionada distinción entre progresistas y modernistas, además de hacer el bien a toda la Iglesia y promover una verdadera reforma conciliar, llevaría a satisfacer cuanto hay de justo en la protesta lefebvriana.
----------Por lo tanto, el papa Francisco haría bien en responder a cuanto hay de válido en la protesta lefebvriana. Es claro que se nota en su conducta hacia los lefebvrianos una fuerte repugnancia. Sin embargo, el papa Bergoglio debería superar esa humana repugnancia, y recordar que él también es su padre, aunque son hijos ingratos y cismáticos. Y al mismo tiempo debería señalar mejor y condenar los errores de los modernistas, hablar de sus errores como lo que son: herejías modernistas. Por supuesto, no debemos olvidar que tenemos la vigorosa condena que el papa Francisco ha hecho del gnosticismo, que, por lo demás y mirando bien las cosas, es el otro nombre del modernismo. Debería indicar estos errores como lo hizo Benedicto XVI, sobre todo como Cardenal, cuando estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
----------Por supuesto, desde el punto de vista doctrinal, los herejes modernistas son peores que los herejes lefebvrianos: al menos estos admiten la inmutabilidad de la verdad y, por lo tanto, aceptan todo el Magisterio de la Iglesia hasta el papa Pío XII. En cambio, los modernistas, que son historicistas y evolucionistas, no aceptan la inmutabilidad de la verdad, y relativizan todos los dogmas. Se salva sólo, pero no del todo, el Concilio Vaticano II, que es juzgado por Kasper y los kasperianos como "demasiado conservador".
----------En realidad, si existe alguien que no tiene el sentido del verdadero y propio progreso doctrinal, auténticamente católico, es precisamente el modernista, quien a cada cambiar de viento, a cada giro de veleta secular, tiene necesidad de poner todo en discusión, anulando así las conquistas definitivas hechas en dos mil años de progreso dogmático, y siempre recomenzando de nuevo desde cero, convencido cada vez de haber finalmente descubierto la verdad, que no es otra cosa más que la fantasía de su mente exaltada.
----------Nadie niega que en la Iglesia se puedan dar cosas creídas verdaderas por mucho tiempo, pero que luego, con una mejor verificación y explicitación del Magisterio, se revelan falsas. Pero la necedad del modernista es la de no saber distinguir el ser del devenir, la apariencia de la realidad, la opinión de la ciencia, la fe del fideísmo, el dogma del dogmatismo, lo herético de lo diferente, lo que puede cambiar de lo que no puede cambiar, lo que es ciertamente verdad de lo que podría no ser verdad, del vagar en alucinaciones gnósticas con la pretensión de hacerse maestro del Papa y de Nuestro Señor Jesucristo.
----------Es cierto que el Papa, sin embargo, en la Carta a los Obispos presentando Traditionis custodes, menciona los abusos litúrgicos de las Misas modernistas, pero solo de pasada, sin señalar en absoluto el horrendo trasfondo doctrinal, que está detrás de esos abusos. El daño que hace el sacerdote modernista más que manipular las reglas de la celebración eucarística, proviene de su modo herético de concebir los sacramentos y la liturgia. De hecho, podríamos preguntarnos qué Misa es la de esos sacerdotes que se basan en una idea errónea del sacerdocio, que no creen en la transubstanciación, que niegan el valor satisfactorio y expiativo de la Redención de Cristo, que confunden en Cristo al hombre con Dios, que no admiten la Misa como sacrificio, que quieren el sacerdocio de la mujer, que instrumentalizan las doctrinas del Concilio, que hacen alabanzas a Lutero y que rechazan las doctrinas de los Concilios anteriores al Vaticano II?
----------¿Una Misa de tales sacerdotes modernistas, que se autodenominan amigos del papa Francisco, es acaso menos culpable y menos inconveniente que una Misa vetus ordo celebrada en desprecio del Concilio Vaticano II? ¿Acaso no existe el riesgo de que los filolefebvrianos le digan al papa Francisco: primero pon en su lugar a tus secuaces modernistas y luego nosotros obedeceremos tu Motu proprio?
----------Por otra parte, el Santo Padre corrige allí donde él espera poder corregir. Mientras que a los otros, a los que lo rodean, lo miman, lo adulan, y lo presionan, vale decir, a los modernistas, encaramados en puestos de poder, los tiene que soportar. En cambio, frente a una pequeña minoría de fieles arraigados en el rito del vetus ordo, tal vez espera obtener aceptación, tanto por las buenas como por las malas.
----------Parafraseando las palabras del Señor, podemos decir: En la cátedra del Concilio se han sentado los modernistas y los rahnerianos: ¡no hagáis lo que hacen, pero no hagáis ni siquiera lo que os dicen!
----------Sin embargo, hay otro en la cátedra del Concilio que cuenta más que los modernistas: es el papa Francisco, porque es precisamente Nuestro Señor Jesucristo quien lo ha querido como su Vicario, como único pastor para este tiempo de la Iglesia, y es en torno al Romano Pontífice que la Iglesia debe manifestarse una sola Iglesia, y es en una sola Misa que se manifiesta esta unidad en la misma fe.
El modernismo entró de lleno con la rehabilitación de La acción de Blondel, lo mismo con Maritain... Aunque luego haya hecho su mea culpa en El paisano de la Garrone.
ResponderEliminarDe ahí los papas no quisieron o no supieron salir.
Entonces todas posibles correcciones no funcionan porque parten de una premisa errónea. Hay que corregir de raíz.
Queda claro que no estoy proponiendo condenar las personas, sino sus ideas.
Querido Católico conciliar,
Eliminar1) dices: "El modernismo entró de lleno con la rehabilitación de La acción de Blondel, lo mismo con Maritain... Aunque luego haya hecho su mea culpa en El paisano de la Garone".
En mi artículo he mencionado a Maritain. Es falso calificarlo como modernista. Mi experiencia en diálogos y discusiones sobre el tema, es que, hablando en general, los que leen a "Le paysan de la garonne" entendiéndolo como un mea culpa en Maritain, suelen ser los mismos tradicionalistas que acusan de modernismo al Concilio. Maritain fue de los primeros (lo prueba ese libro de 1966) en reconocer la deriva modernista de quienes seguían el magisterio paralelo de Rahner y otros teólogos.
2) dices: "De ahí los papas no quisieron o no supieron salir".
Acusar de modernismo a los Papas es herejía, lo mismo que acusar de modernismo al Concilio. ¿Acaso el sobrenombre que usas es irónico?.
3) No se entiende a qué premisa errónea te refieres.
Querido Padre:
EliminarMi nombre viene porque nací luego del concilio.
1. Si quiere quítele lo de "mea culpa". Parecería entonces que no le gustaron las consecuencias de sus premisas.
2. No los acuso de modernismo, sino que no quisieron o no supieron cómo sacar el mal de raíz. Por eso corrigen "excesos" pero no la causa.
3. La premisa errónea está en el "blondelismo" y el "maritainismo" (pongamos Humanismo integral).
Le aclaro que con otras palabras (ciertamente mejor fundamentado) dijo lo mismo Julio Meinvielle a quien no se puede criticar de lefevbrista: defendió la ortodoxia de Dignitatis Humanae y celebró sin inconvenientes con el Misal de Pablo VI.
Estimado Católico conciliar,
Eliminar1) en este artículo cité a los "maritainianos" (junto a los congarianos) como ejemplo de correcta interpretación progresista del Concilio, en línea con la del magisterio. Por eso debería hacerse una distinción entre la interpretación progresista, legítima, de la modernista, ilegítima.
2) Sigo sin ver las premisas: ¿a qué te refieres con ese término?. Me dices que a Maritain (en LPG) "parecería entonces que no le gustaron las consecuencias de sus premisas" (en HI). Pues bien, indícame, si te parece, donde adviertes en LPG que Maritain rechaza alguna de lo que tú llamas "premisas", las cuales sigues sin indicar.
3) Efectivamente, don Julio Meinvielle, lo mismo que don Leonardo Castellani, estuvieron a salvo de los desequilibrios ideológicos de mons. Lefebvre, probablemente en razón de una mejor formación tomista.
Maritian se enoja con la deriva progresista del Concilio Vaticano II, a la que considera lógicamente ilegítima, pero no ve que esa deriva progresista nace en La acción y en Humanismo integral.
EliminarEntonces, las premisas que no quieren ser corregidas son las de La acción y Humanismo intgral (entre otras cosas).
Lo mismo pasó con la nueva teología: los incendiarios de ayer son los bomberos de hoy. Claro que hay una diferencia enorme entre Rahner y de Lubac. Queda clarísimo. De todos modos sigue siendo vigente Getsemaní, de Siri.
Querido Católico conciliar,
Eliminarel tema que planteas no se corresponde con el tema de mi artículo. De todas maneras, te diré algo.
Pero antes que nada, quiero que recuerdes que, cuando afirmas algo, también debes fundamentarlo, no simplemente afirmarlo. Si dices que en "Humanismo Integral" se encuentran las premisas del modernismo difundido en el período postconciliar, debes citar al menos algún pasaje con el que pretendas probarlo.
De todos modos, y haciendo sólo una breve referencia al tema que has planteado, aclaro ante todo que cuando dices "deriva progresista", deberías decir "deriva modernista", al menos para aclarar, a tu favor, de que lo que tú llamas "progresismo" no es el legítimo y necesario progreso querido por el Concilio Vaticano II, y que no estás contra ese legítimo progresismo al que nos impulsa el Concilio de nuestro tiempo y además, también a tu favor, para aclarar que de ningún modo te inscribes entre los así llamados "anti-progre" que, en realidad, rechazan el progreso en la Iglesia y la renovación auténtica promovida por el Concilio.
Porque es cierto que no tenemos que hacer discusión sobre palabras, pero como las palabras que usamos a veces nos confunden, es necesario aclararlas indicando qué conceptos queremos expresar con ellas. Siempre es así. Por ejemplo, si yo digo que soy un "católico conciliar" debo aclarar si lo soy en el sentido de que soy un católico que acepta las enseñanzas infalibles del Concilio Vaticano II, o si lo soy solamente "porque nací luego del concilio"...
Respecto a Maritain lo conozco muy bien desde muy joven, y afortunadamente tuve formadores que nos aconsejaban sus libros antes que otros, y basaban su desaorrollo tomisma en el desarrollo que hizo Maritain de santo Tomás de Aquino. Conozco muy bien "Humanismo Integral" y te puedo asegurar que ese libro es un perfecto precursor de la doctrina social de la Iglesia, especialmente a partir de la constitución Gaudium et Spes.
Maritain tiene ciertamente sus defectos, pero es absolutamente claro que no en este libro, que ha sido el inspirador de la doctrina social que guió a la clase dirigente de varios países durante décadas, y pongo un ejemplo concreto: guió a los dirigentes democristianos italianos en la reconstrucción de su patria después del desastre generado por el fascismo y por la guerra.
Por otra parte, el pensamiento maritainiano ha sido recomendado como modelo de pensamiento cristiano por Santos Pontífices, como san Pablo VI y san Juan Pablo II.
Siendo así las cosas, Maritain no tiene nada que ver con el modernismo, sino que es uno de los más grandes tomistas del siglo pasado con un perfil que es precursor de ese tipo de tomismo, que es recomendado por la renovación conciliar.
En cuanto respecta a Blondel, Maritain hizo en su momento una excelente crítica, en la que ilustra su influencia idealista, que encaja en el marco modernista de su tiempo.
Querido Padre:
Eliminarcoincido plenamente con Ud en que se debe fundamentar lo que se afirma, cosa que yo no hice. Por eso, no siendo yo un experto en la materia, fui a buscar algún elemento que superara lo que estaba en mi memoria y que yo di por sentado.
El P. Julio Meinvielle argumenta -ciertamente de mejor modo y mucho más fundamentado que yo- lo que escribí en los comentarios anteriores. El tema es que por lo que Ud afirma, entiendo que leyó a Meinvielle y no comparte sus conclusiones. Está principalmente en la segunda edición de De Lamenais a Maritain, págs. 333-351.
Algunos ven en Campesino de la Garonne un "freno", mea culpa o como quiera llamarlo y otros que ven un culmen del pensamiento de Maritain.
Estimado Católico conciliar,
Eliminarpues bien, si te interesa ese tema y quieres indagarlo en profundidad, mi modesto consejo es que releas a Meinvielle y trates de discernir si él está en la correcta posición del Concilio Vaticano II ante la modernidad: que es la de aceptar sus valores, y rechazar sus errores. O bien si Meinvielle está en la falsa posición, la de tantos tradicionalistas y lefebvrianos que rechazan in toto la modernidad.
Lo que debe rechazarse es el modernismo, no la modernidad. O si lo prefieres: el modernismo de la modernidad, no los valores de la modernidad.
Sólo me queda repetirte: Maritain no tiene nada que ver con el modernismo.
Esta serie, en su conjunto, es una hermosa contribución sobre el Motu proprio.
ResponderEliminarGracias por su consenso.
Eliminar"No han entendido todavía que la Misa novus ordo no es un híbrido entre Misa católica y Cena luterana, sino que es la Misa de siempre con apertura ecuménica y una mayor y más convencida participación de los fieles, con un mayor anuncio de la Palabra de Dios, con un espacio mayor dado a la legítima creatividad, a la inventiva espontánea y al sagrado silencio".
ResponderEliminar---
Por lo que se puede ver en los sitios web y blogs tradicionalistas en Internet, a través de las primeras reacciones al motu proprio del Papa Francisco, los tradicionalistas (a mi parecer, todos filololefebvrianos) están extremadamente ofendidos por la acusación hecha por el Papa de que han instrumentalizado el Summorum Pontificum para manifestarse en contra del Concilio y del Magisterio pontificio posconciliar.
Creo que no tienen por qué ofenderse.
Bastaría hacer una rápida recorrida entre ellos para advertirlo: si respondieran lo que piensan de las doctrinas conciliares como: apertura ecuménica, sacerdocio común de los fieles, libertad religiosa, diálogo con la modernidad en sus aspectos válidos y valiosos, la dignidad de la mujer, el lugar y el papel de los laicos en la Iglesia... ¿qué cree usted que responderían?
¡Gracias, Padre Filemón, por aclarar todo esto!
Sin lugar a dudas Aureliano Martínez Robles tiene razón. Todas esas novedades conciliares: apertura ecuménica, sacerdocio común, libertad religiosa, diálogo con la modernidad, etc, jamás podrían ser aceptadas por un tradicionalista, porque sencillamente estaban CONDENADAS POR EL MAGISTERIO ANTERIOR.
EliminarA partir del Concilio Vaticano 2 se inventaron otra religión, que es la que a ustedes tanto les gusta.
El problema es que como buenos conciliaristas que son, creen que la Iglesia comenzó con el Vaticano 2, y desconocen el magisterio bimilenario de la Iglesia que en innumerables ocasiones condenó todas estas novedades que ahora se proponen como católicas.
Syllabus
Estimado Anónimo,
Eliminarpor tu respuesta a Aureliano, estás manifestando que, o bien eres lefebvriano, o bien eres de aquellos a quienes el Papa Francisco ha querido disciplinar con su motu proprio, es decir, filo-lefebvriano.
1) En el primer caso, si eres lefebvriano, no tengo nada que decirte, salvo que quieras preguntarme algo o dialogar sobre algún tema, ecuménicamente. Solo que me extraña que, viviendo tu fe cristiana fuera de la Iglesia católica, visites este blog e incluso pretendas participar en el foro. De todos modos, siempre serás bien recibido, por supuesto. Pero a mí no se me ocurriría dialogar en un foro para anglicanos, o luteranos, o bautistas...
2) En el segundo caso, dado que entonces serías católico, te invito a reflexionar acerca de tu herejía material, si me permites la expresión: "a salir del closet", es decir, a hacer consciente tu situación, hacerla formal: los filolefebvrianos son materialmente cismáticos y herejes. Porque lo que dices es materialmente herejía. Salir del armario, es decir, salir de la burbuja, advertir que no se puede ser católico pensando lo que piensas, porque no es admisible que un católico piense que un Papa o un Concilio puede enseñar el error doctrinal, en materia de fe y moral. Eso es caer asimismo en herejía. En la Iglesia sólo el Papa es quien dice lo que es católico y lo que no es católico.
Querido Aureliano,
Eliminaryo también creo que el Santo Padre podría hacer una contribución significativa para amortiguar o disminuir la tensión emitiendo un documento en el cual: 1) enfatice o ponga en relieve la continuidad de las doctrinas del Concilio Vaticano II con el magisterio precedente; 2) mostrar cómo la interpretación modernista del Concilio es una interpretación falsa, disonante con la interpretación auténtica de los Pontífices del postconcilio; 3) en base a ello, como ya hizo Benedicto XVI con los lefebvrianos, debería exhortar tanto a los lefebvrianos como a los filolefebvrianos, a que asuman serenamente las nuevas doctrinas del Concilio; 4) por último, citando también a Benedicto XVI, el papa Francisco debe admitir y expresar claramente que se pueden discutir ciertas posiciones pastorales del Concilio.
Padre, de su artículo no he comprendido si está de acuerdo o no con la posición de Romano Amerio. O no se comprende bien lo que dice Amerio, y si es correcto o no según su criterio.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
EliminarRomano Amerio fue un intelectual laico católico, doctísimo y fiel a la Iglesia. Solo que ha tenido considerables dificultades para comprender las novedades del Concilio Vaticano II que, como repetidamente he aclarado, tiene no sólo directivas pastorales, sino algunas pocas novedades doctrinales, que también deben ser aceptadas como infalibles, aunque no hayan sido definidas.
Desgraciadamente, Amerio consideraba que el Concilio había propuesto un concepto de Iglesia contrario a la Tradición, para ser exactos dijo que el Concilio había cambiado la esencia de la Iglesia. Es aquí donde falló, porque es impensable (es herejía) que un Concilio ecuménico, cuyas doctrinas son infalibles, pudiera cometer errores de este tipo.
Padre Filemón,
ResponderEliminarUsted plantea cuestiones que, según me parece, no pueden responderse, debido a su evidente sobredimensionamiento del fenómeno lefebvriano. ¿Quizás siente la necesidad de magnificarlo para que parezca dialécticamente comparable con el fenómeno modernista, que es ciertamente gigantesco?
Sin embargo, todas las cuestiones críticas del pontificado actual, no se remontan a los lefebvrianos, incluidas las reacciones actuales a la cancelación de la lengua latina, que pertenecía a una Iglesia que, como era de esperar, se llama "iglesia latina".
Por lo demás, realmente no veo ninguna lucha particular de Francisco contra los lefebvrianos, un grupo que, precisamente en cuanto "desobediente", está paradójicamente a salvo de las nuevas disposiciones. ¡Protegidos tal como los herejes alemanes! Los culpados son siempre los otros, los sustancialmente obedientes.
Lo que deja a uno perplejo es que, detrás de cortinas de humo y de bellas palabras y explicaciones como estas, se está llevando al depósito de archivos viejos a dos pontificados anteriores: el de Juan Pablo II (a cuya clara enseñanza moral se prefiere hoy la ambigua predicación herética del padre James Martin) y el de Benedicto XVI, que no quiso de ningún modo conservar pequeños grupos de fieles en "reservas" especiales, sino ofrecer a todos la riqueza litúrgica de la Iglesia, porque es una riqueza que pertenece a todos. Además, las decisiones de BXVI fueron anuladas después de unos años con su autor aún vivo, lo que constituye una evidente falta de sensibilidad.
Nunca he asistido a ninguna misa en latín, pero percibo que esa tradición debe ser importante y hermosa. Estudié latín en la escuela y sé que es mi lengua, la lengua de mi cultura y de mi historia: por tanto, una "madre" que merece ser defendida (como enseñó el mismo papa Francisco, mutatis mutandis) cuando fuera ofendida, olvidada, atacada.
No entiendo por qué los pueblos andinos pueden celebrar en quecha y con ritos polémicos y discutibles, mientras que los fieles italianos deben ver archivada la lengua de sus orígenes, como si fuera peligrosa para la fe. ¿Los musulmanes no usan el árabe clásico? ¿Y no usan los judíos su idioma antiguo? ¿Y los ortodoxos desprecian acaso al griego?
Padre Filemón, reflexione también sobre la situación de quienes no son ni modernistas ni lefebvrianos. Un cordial saludo.
Estimado Marino
Eliminarsi sigues mis publicaciones en este blog te darás cuenta de que es absolutamente posible, dentro de límites razonables y con el debido respeto, ser crítico con el Papa sin por eso ser al mismo tiempo un lefebvriano o un filolefebvriano, los cuales, por cierto, antes de criticar al Papa, harían mejor en regular su posición frente al Papa y la Iglesia, siendo como son cismáticos y herejes (formales los primeros, materiales los segundos). Con el Papa se puede ser crítico en el ámbito pastoral, pero no en el doctrinal.
Teniendo en cuenta esa distinción, se podría discutir acerca del tono y de las razones o motivos del Motu-proprio del Papa; pero tú, como católico, no podrás nunca impugnar o rechazar la facultad otorgada por Cristo al Papa para cambiar a su discreción ciertas disposiciones disciplinarias relativas a la participación en la Misa o las modalidades del rito de la Misa emanadas de los Papas anteriores.
En cuanto al uso del latín, no te olvides que también existe el novus ordo en latín. El Papa Francisco no está enojado con el latín, sino que, como él mismo dice en su Motu-proprio, está irritado por el hecho de que ciertos grupos han instrumentalizado el Motu-proprio de Benedicto XVI para rechazar el Concilio Vaticano II, para rechazar la Misa del Novus Ordo y para rechazar el magisterio de los Papas del postconcilio.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarHe leído atentamente sus artículos sobre el Motu proprio del papa Francisco. Son equilibrados y sabios, y en general, me inclino a estar de acuerdo con usted en todo o, al menos, no veo un punto en el que pueda estar en desacuerdo, salvo en un punto fundamental, básico, al cual usted no se ha referido, aunque entiendo que debe estar implícito.
Me parece que usted ha escrito poco sobre liturgia, aunque recuerdo uno de sus artículos, en el que se manifestaba muy de acuerdo con el motu proprio Summorum pontificum de Benedicto XVI, sin ignorar la tensión entre tradicionalistas y progresistas en torno a cuestiones litúrgicas y a la aceptación mutua del novus ordo y del vetus ordo, respectivamente, y recuerdo también que usted concluía su artículo animando a la Iglesia a legislar con más detalle sobre la relación canónica que debe existir entre las dos "formas" del rito romano.
Lamentablemente, sus buenos deseos no se han cumplido, y las tensiones entre las dos facciones se han incrementado, y hoy asistimos a la anulación casi total de lo que había prescripto el Papa Benedicto.
Pero llego ahora a mi pregunta:
Parto del hecho de que las reformas del Misal Romano son cuestiones contingentes, sujetas al poder de las llaves del Papa. Y entiendo que Pío V tenía tanto derecho a reformar el Misal como Clemente VIII, o Urbano VIII, León XIII, o lo tuvo Pío X, Pío XII y Juan XXIII para reformarlo y, por supuesto, también lo tuvo Pablo VI al entregar a la Iglesia un nuevo Misal en 1969.
Me pregunto, entonces, y creo que tengo derecho a preguntar, porque es una cuestión disciplinaria, no doctrinal: ¿no podía ser quizás que san Pablo VI, quien a veces se mostró tan vacilante, se hubiera equivocado después de 1969, empezando a dar indultos para celebrar la misa con el antiguo misal? Al fin de cuentas, como es algo pastoral, bien podría haberse equivocado. Después de todo, el Misal de 1969 no era un simple misal para un grupo particular de católicos, como los coptos, los bizantinos, etc., ¡sino un misal para la Iglesia universal! ¿Acaso pueden coexistir dos Misales de la Iglesia Universal?
¿Se equivocó también pastoralmente San Juan Pablo II con sus indultos y con la comisión Ecclesia Dei?
¿Benedicto XVI también se equivocó pastoralmente con su motu proprio del 2007? A juzgar por lo que ha sucedido en estos trece años, las tensiones entre tradicionalistas y progresistas que usted ha descripto se han vuelto gigantescas!
Lo cual parece justificar la decisión del Papa Francisco con su nuevo motu proprio (más allá de su actitud desequilibrada hacia ambas corrientes fracciosas).
Pero lo que me temo es que Benedicto XVI, en 2007, por iniciativa propia, se dejó llevar por su espíritu alemán (y aquí quizás se trate de una ambigüedad doctrinal) con esa teoría de las "dos formas del rito", que no me parece muy escolástica, y que nunca he podido comprender del todo. Si un rito es universal, ¡pues es universal!, ¿por qué debería tener dos formas "universales"?... Tengo la impresión de que a la luz de estos trece años, "a toro pasado", uno no debería ser tan benevolente al juzgar la decisión de Benedicto, por muy bien intencionada que pudiera haber sido; pero en la pastoral los errores son posibles para cualquiera.
Espero haber podido explicarme.
Gracias.
Querido Ross,
EliminarMe parece que se debe apreciar el esfuerzo que hizo Benedicto XVI por crear una relación entre los dos ritos, novus ordo y vetus ordo. Los términos "ordinario" y "extraordinario" representaron este esfuerzo. Otra díada podría haber sido "principal" y "secundario", con las debidas explicaciones.
Por otra parte, es comprensible la actitud del papa Francisco, quien habla de un solo rito, entendiendo el novus ordo.
Sin embargo, se plantea el hecho de que el papa Francisco no abroga en absoluto el vetus ordo, y esto se desprende de modo evidente del hecho de que reglamenta su celebración.
¿Cómo es que ha aumentado el conflicto? El motivo, a mi parecer, es que todos los Papas del postconcilio no se han empeñado lo suficiente para resolver los conflictos doctrinales entre lefebvrianos y modernistas, destacando los aspectos positivos de los unos y de los otros.
En efecto, cualquier sociedad, incluida la Iglesia, tiene necesidad de una síntesis entre conservación y progreso, para lo cual deberían haberse corregido los dos defectos respectivos del conservadurismo y el modernismo. Por lo tanto, estoy convencido de que este Papa o el próximo debe, por así decirlo, tomar el toro por los cuernos, es decir, debe organizar una confrontación entre las dos partes, poniéndose él como juez super partes, de manera similar a lo que hace el gobierno cuando en caso de conflictos entre empresarios y trabajadores convoca a las dos partes a fin de que se llegue a un acuerdo.
Cabe señalar también que, si bien todo el mundo por novus ordo entiende que se trata del rito de Paulo VI, existe un equívoco acerca del vetus ordo, porque quienes se oponen al Vaticano II en lugar de usar el Misal Romano autorizado por Juan XXIII en 1962, utilizan el Misal precedente, es decir, el de san Pío V, mientras que todos los Papas del postconcilio entienden referirse solamente al Misal Romano de 1962.
Ahora bien, lamentablemente este malentendido por parte de los lefebvrianos es buscado por motivos doctrinales y no solo litúrgicos.
Además, el Papa debería precisar que el uso del vetus ordo de por sí no constituye problema, siempre que no sea utilizado para expresar la propia oposición al Concilio.
Por último, cabe señalar que la celebración del vetus ordo, por parte de los Papas del postconcilio, ha sido siempre concedida para ayudar a algunos grupos de fieles tradicionalistas a permanecer en comunión con la Iglesia del postconcilio y no ciertamente para favorecer el cisma.
Querido padre Filemón,
ResponderEliminarcuando usted señala la posición simplista del papa Francisco al indicar a los que están en contra y a los que están a favor del Concilio Vaticano II, diciendo que al hacerlo así, de modo tan simple, el Papa Francisco no llega a distinguir entre progresismo y modernismo, en su artículo solo menciona a dos Papas que han entendido esa distinción: san Paulo VI y el papa Benedicto XVI.
Usted dice:
"El papa Francisco sobre la cuestión del Concilio Vaticano II es demasiado esquemático. El Santo Padre pasa por alto el hecho de que la cuestión es más compleja de como él la presenta. El se detiene a distinguir, por un lado, a quiénes están contra el Concilio, es decir, los lefebvrianos y hoy los filolefebvrianos, los minutellanos y los viganonianos, de quiénes, por otro lado están a favor del Concilio, es decir, quienes han aceptado el progreso eclesial deseado por el Concilio. Sin duda, eso está muy bien, pero no basta. Los papas san Paulo VI y Benedicto XVI habían señalado la existencia de una nefasta corriente falsamente renovadora conciliar, nada fiel al Concilio, que el primero llamó "secularista" o "magisterio paralelo" y el segundo llamaba "relativista" o el "Concilio de los medios de comunicación". Pues bien, esta corriente, nos han advertido estos dos Papas, difunde una falsa interpretación de tipo modernista del Concilio. Pues bien, el papa Francisco debería retomar este discurso".
Mi pregunta es: ¿por qué usted no ha mencionado también al papa Juan Pablo II? ¿No fue claro también en esto el santo Papa Wojtyla?
Gracias.
Sergio Villaflores, Valencia
Estimado Sergio,
EliminarAños atrás, estando en Bologna, en cierto modo pude confirmar (si se puede decir confirmar) una intuición que yo he tenido siempre, al meditar sobre el largo pontificado de san Juan Pablo II. Un venerable y doctísimo sacerdote, ue había trabajado como funcionario en la Secretaría de Estado, entre los colaboradores del papa san Juan Pablo II, me dió su parecer, coincidente con mi intuición. Los dos estuvimos de acuerdo en una opinión, que es la siguiente:
Quizás ha habido una especie de pacto entre el Santo Pontífice Wojtyla y el card. Ratzinger, por entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
De los hechos que se han sucedido parecería desprenderse, en efecto, que las cosas han ocurrido más o menos de este modo: el papa Juan pablo II ha evitado, efectivamente, entrar en la cuestión de la verdadera o falsa interpretación del Concilio Vaticano II. Él se ha limitado a hacer las alabanzas al Concilio, lo citaba muy a menudo y se ha esforzado por aplicarlo en la vida de la Iglesia. Indudablemente, su interpretación del Concilio era una negación implícita de la interpretación de los lefebvrianos, que lo veían como un Concilio modernista, y de los propios modernistas, que creían que el Concilio les daba la razón.
En cambio, por aquello que ha sucedido, se comprende bien que, obviamente con el consentimiento del Papa, el card. Ratzinger ha tenido carta blanca para afrontar los difíciles problemas doctrinales planteados por los lefebvrianos y por los modernistas. Y se entiende bien el motivo que ha llevado al Papa a centrarse en Ratzinger, considerando su gran preparación y competencia teológica.
Padre Filemón:
ResponderEliminarUsted ha escrito (en la nota anterior a ésta) que, de la Misa: "el Papa es el supremo liturgo y sacerdote, así como moderador y regulador de su ritualidad y de su recta y legítima celebración".
En el Catecismo de la Iglesia Católica promulgado por San Juan Pablo II, el parágrafo 1125 dice: "Ningún rito sacramental puede ser modificado o manipulado a voluntad del ministro o de la comunidad. Incluso la suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al misterio de la liturgia".
Por lo tanto, es lícito preguntarse: ¿si el Papa en calidad de supremo liturgo y regulador de la ritualidad de la Misa, en caso de que decida cambiar la liturgia, ciertamente no lo haría por su opinión personal, sino seguramente inspirado por el Espíritu Santo, porque en el Catecismo se ha querido subrayar, incluso con cierto énfasis, que ni siquiera el Papa puede cambiar la liturgia a voluntad?
En otras palabras, ¿qué decir si Dios nunca permitiera a un Papa aportar cambios en el Catecismo con un énfasis del todo superfluo?
Comentando ese párrafo del Catecismo, el entonces cardenal Joseph Ratzinger escribió en 2004: "Me parece muy importante que el Catecismo, al mencionar los límites del poder de la suprema autoridad de la Iglesia acerca de la reforma, recuerde cual es la esencia del primado, tal como ha sido enfatizado por los Concilios Vaticanos I y II: el Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es ley, sino ante todo el custodio de la auténtica Tradición y, por lo tanto, el primer garante de la obediencia. No puede hacer lo que quiere y, precisamente por eso, puede oponerse a quienes pretenden hacer lo que quieren. La ley a la cual debe atenerse no es el actuar ad libitum, sino la obediencia a la fe. Por lo cual, en lo que respecta a la liturgia, tiene la tarea de un jardinero y no de un técnico que construye nuevas máquinas y tira a la basura las viejas".
Si, por otro lado, como parece deducirse de la interpretación de Ratzinger, ese énfasis también era necesario también como advertencia, para que los futuros papas no dieran por descontado que sus propias convicciones, en materia litúrgica, correspondan necesariamente al querer divino, entonces es lícito que los obispos y teólogos evalúen este motu proprio a la luz de todo el Magisterio y la Tradición de la Iglesia, y no concluyan ya a priori, que es seguramente justo y correcto... por el simple hecho que proviene del Papa.
Estimado Rubén,
Eliminarpara aclarar esta cuestión, es necesario distinguir en un sacramento la sustancia del sacramento de su regular administración.
Los sacramentos que están involucrados en la Santa Misa son la Eucaristía y el Orden. Pero lo que ahora aquí nos interesa es la celebración de la Eucaristía, que es precisamente la Santa Misa.
Ahora bien, al respecto, el Papa ha recibido de Cristo dos poderes.
El Papa tiene el poder de reconocer la esencia de la Santa Misa en base a la fe. En otras palabras, el Papa conoce por fe aquella que es la sustancia del sacramento, y dado que este sacramento, es decir, la Eucaristía, ha sido instituido por Jesucristo, a este respecto el Papa no puede cambiar nada, sino que tiene el deber y tiene también el poder, en cuando asistido por el Espíritu Santo, para conservar esta fe.
La otra facultad, que el Papa ha recibido de Cristo es el llamado poder de las llaves, en base al cual el Papa tiene la facultad, a su discreción, de reglamentar o disciplinar la administración del sacramento y, en este caso específico, las diversas modalidades rituales con las cuales la Iglesia celebra la Misa según los tiempos y los lugares. Aquí tenemos la diferencia entre el novus ordo y el vetus ordo, así como entre los diversos ritos legítimamente reconocidos para la celebración de la Misa.