domingo, 4 de julio de 2021

El problema de la homosexualidad: doctrina y pastoral

En la actualidad, el problema de la homosexualidad es una cuestión sobre la que nunca puede considerarse excesivo insistir, tratándola a tiempo y a destiempo, de una u otra manera, sin temor a cansar, pues hay que agotar todos los medios a disposición para que la voluntad de Dios llegue a ser comprendida en un mundo que ha dado la espalda a su Creador. La salvación de una sola alma merece todos nuestros esfuerzos.

----------En la sociedad en la que vivimos, se puede decir que no pasa un solo día que por cualquier motivo los medios de comunicación no encuentren la ocasión propicia para volver a proponer, siempre de modo acalorado, la cuestión moral de la homosexualidad; y una y otra vez se puede asistir a un renovado enfrentamiento entre exponentes de la Iglesia y representantes del enfoque secularista.
----------En este choque o enfrentamiento intelectual (no necesariamente ideológico), han reaparecido las dos posiciones bien conocidas hacia esta grave cuestión: por un lado están los católicos, pero no solo ellos, sino más bien los que poseen una autorizada competencia (aún cuando no se trate de católicos) en la guía y orientación de la conducta humana, es decir, educadores, padres, docentes, juristas, políticos, psicólogos, quienes sostienen que la homosexualidad en sí misma es un desorden o defecto de la conducta sexual y, por tanto, en sí misma ilícita. Como digo, en esta posición coinciden católicos y no católicos, precisamente porque en buena medida la doctrina católica acerca de la homosexualidad simplemente deriva de la ley natural, cognoscible por las solas luces de la razón natural. Hay que decir, además, que tanto católicos como no católicos que enseñan y defienden esta doctrina, sin embargo también se preocupan por precisar que en la orientación concreta de las personas homosexuales es necesario practicar una cierta tolerancia.
----------Por otro lado, los laicistas, en cambio, especialmente si son de impostación o enfoque ateo o materialista, consideran, como bien sabemos, que la homosexualidad es legítima y digna expresión de la persona, y afirman que la persona tendría facultad y derecho de determinar la propia conducta sexual en base a una elección subjetiva, independientemente de la aceptación de principios deontológicos que deberían preceder y regular la mencionada elección, fundados ​​en una naturaleza humana y una ley natural objetivas y universales, creadas por Dios, a las cuales ellos no reconocen ningún poder vinculante en conciencia, siendo precisamente la conciencia subjetiva, desde el punto de vista de ellos, el principio primero, originario y absoluto de la verdad y de la bondad morales, y por lo tanto del derecho y del deber, independientemente de cualquier norma absoluta o trascendente al individuo, de carácter antropológico, religioso o teológico.
   
Los ejemplos a veces son mejores que las palabras, aunque no siempre se entienden
   
----------Como he dicho, nosotros, los católicos, que sostenemos, enseñamos y defendemos la doctrina católica sobre la homosexualidad, reconocemos que en la atención y cuidado pastoral de las personas homosexuales es necesario practicar una cierta tolerancia. Pero no siempre es fácil explicar las actitudes y modos concretos que debe asumir ese firme y a la vez tolerante cuidado pastoral hacia las personas que sufren el desorden homosexual; y frecuentemente ocurre que cuando tenemos la ventaja de poder mostrar ejemplos reales de ese cuidado pastoral, ellos son entonces más expresivos que miles de palabras.
----------Uno de esos ejemplos de cuidado pastoral hacia las personas homosexuales (sobre lo cual soy indirecto testigo) es el caso de Lucio Dalla [1943-2012], famoso cantautor italiano. El año que viene se cumplirá una década de su muerte, y de sus funerales, que tanto dieron que hablar a los medios de comunicación, pues fue en ese momento que se hizo pública su condición de homosexual.
----------Claro que en ese momento también surgió claramente de las declaraciones autorizadas de quienes lo habían conocido, lo que por otra parte ya se sabía: que era católico, y que en cuanto tal no hacía alarde de su tendencia homosexual a la manera como lo hacen, casi como jactándose de ella, los laicistas ateos o agnósticos, predicadores del así llamado "orgullo homosexual". Precisamente por eso, Lucio Dalla se había negado a asociarse con ellos, y era muy reservado al hablar de su condición sexual.
----------Estas cosas las he podido profundizar hablando directamente con algunos de quienes más lo conocieron. Su confesor fue el padre Bernardo Luigi Boschi, dominico, ilustre biblista del Antiguo Testamento, docente de la Facultad de Teología de Bologna y de la Facultad Dominicana de Roma (el "Angelicum").
----------Aquí quisiera sólo recordar lo que el eminente profesor de Sagrada Escritura declaró hace ya casi diez años a los medios de comunicación, después de su centradísima homilía en el rito fúnebre para Dalla, aplaudido por una inmensa multitud emocionada: unas 50.000 personas en la plaza de su amadísima ciudad natal, Bologna, frente a la Iglesia de San Petronio, abarrotada con 6.000 personas. A lo largo de todo aquel rito fúnebre el padre Boschi dio una prueba particularmente feliz de su sabiduría evangélica y de su consumado conocimiento de la Escritura, así como de su corazón paterno y fraterno como sacerdote.
----------El padre Bernardo, en referencia a Dalla y también para explicar su línea pastoral hacia el cantante fallecido, recordó oportunamente la conducta misericordiosa, perdonadora y tolerante de Nuestro Señor Jesucristo a favor de los pecadores arrepentidos, palabras que luego volvieron a ser citadas, aunque comprensiblemente de un modo más genérico, pero prudente y oportuno, también en las declaraciones de monseñor Giovanni Silvagni, vicario del arzobispo cardenal Carlo Caffarra.
----------Por ello, la denuncia y la protesta de los laicistas ateos y agnósticos, por el hecho de que durante la ceremonia fúnebre en San Petronio no se hiciera mención explícita de la condición sexual de Dalla, sino que, en referencia a su compañero, se usaran términos discretos y adecuados a la circunstancia, no significa ninguna hipocresía o falta de sinceridad, sino que ha sido auténtico respeto por las convicciones mismas del difunto, así como testimonio de la permanente desaprobación por parte de la Iglesia, en línea de principio, del pecado de homosexualidad, pecado que en el pecador arrepentido puede y debe ser perdonado, pero que nunca jamás podrá ser transformado en comportamiento en sí mismo lícito ni en un verdadero y propio derecho de la persona, tanto en la legislación canónica como en la civil.
----------Por supuesto, el laicismo homosexualista no comprendió absolutamente nada de aquello, y vociferó sus críticas en los medios de comunicación: "Los funerales de Lucio Dalla son uno de los ejemplos más fuertes de lo que significa ser homosexual en Italia: Vas a la iglesia, te conceden los funerales y te entierran con el rito católico, basta que no digas que eres gay. Es el símbolo de lo que somos: Existe el permisivismo, siempre y cuando se mire hacia otra parte". Nada de eso, la Iglesia no miraba a otra parte: los pastores que acompañaron a Dalla en su condición sexual fueron firmes en los principios y tolerantes en el cuidado a su persona.
   
Los principios y la pastoral de la Iglesia en la delicada cuestión de la homosexualidad
   
----------De modo que el recuerdo de aquel conmovedor funeral de hace casi diez años atrás en Bologna, que uno a lo que en estos días se vive en Italia con los peligros del DDL Zan, me da la ocasión de recordar y confirmar los principios y la pastoral de la Iglesia en este campo delicado y difícil de la homosexualidad y en general de los pecados en el campo sexual. Ante todo, tengamos presente que en ellos la materia también puede ser grave, en cuanto tocan el debido respeto a la dignidad de la vida humana naciente, nacida o que pueda nacer. Y por lo tanto, en tal sentido, si existe la plena advertencia y el deliberado consentimiento, estos actos se configuran como pecados mortales, cancelables solo por medio del sacramento de la penitencia.
----------Sin embargo, es necesario también recordar que los pecados sexuales, como en general todos los pecados pasionales (los así llamados "pecados carnales"), a causa de precedentes tendencias innatas o adquiridas, sobre todo si son fuertes o incluso patológicas, como ya observaba santo Tomás de Aquino, no son tanto pecados de malicia, en los cuales solo a causa de la mala voluntad emerge claramente la gravedad de la culpa, sino que son pecados de fragilidad, aun cuando obviamente, en el estado de vigilia o en el sujeto que es psíquicamente normal, la culpa no desaparece del todo.
----------Sin embargo, en este tipo de pecados, la voluntad de la persona no es del todo libre y, por lo tanto, responsable, precisamente porque no actúa en modo autónomo, sino bajo la presión de un impulso o de una pasión o de una inclinación que a veces resulta casi irresistible.
----------Más graves, sin embargo, como también observa el mismo santo Tomás de Aquino, son los "pecados espirituales", es decir, aquellos cometidos con la mente lúcida, plena conciencia, premeditada deliberación y frío cálculo, como por ejemplo la impiedad o la rebelión a Dios en la soberbia, la hipocresía o bien la falsa santidad, la blasfemia y el sacrilegio como ofensas a Dios, la falsificación de la Palabra de Dios, la herejía, que implica la desobediencia al Magisterio de la Iglesia, la apostasía que implica la pérdida de la fe, el pecado contra la caridad que puede implicar o el cisma o el odio cultivado, prolongado y obstinado o la voluntad de venganza, la injusticia que se expresa en la opresión calculada y sistemática del prójimo, la sed de poder que implica una astucia y una violencia ordenada para dominar sobre los otros.
----------Y sin embargo, incluso aquí, si el sujeto está arrepentido, interviene la misericordia de Dios. Pero aquí el arrepentimiento es más raro a causa de la naturaleza misma de estos pecados espirituales, que pueden ser asimilados a la malicia del demonio, por la fría determinación de la voluntad, su arrogancia y temeraria oposición a la verdad, su lúcida crueldad y la obstinación inconmovible con la cual vienen cometidos.
----------En efecto, para arrepentirse es necesario ser humildes. Pero esos pecados espirituales se fundan, en cambio, sobre la soberbia. A la inversa, quien peca en la carne, no se siente plenamente responsable de lo que ha hecho porque ha prevalecido en él la pasión, por lo cual el pecador está más en condiciones de ejercitar la humildad y de arrepentirse. Por eso también desde un punto de vista histórico podemos notar que, mientras es muy raro que las personas soberbias se arrepientan (piénsese en un hereje, un cismático), no es difícil constatar conversiones y arrepentimientos en quien se ha dejado seducir por pasiones o debilidades. Por eso Cristo, dirigiéndose a los fariseos, a los sumos sacerdotes y a los doctores de la ley, endurecidos en su presunción, sale con aquella famosa frase: "Los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de los cielos".

9 comentarios:

  1. Fr Filemón,
    ha expresado usted, de modo sintético pero luminoso y muy preciso, buena parte de mi larga experiencia pastoral con estos casos de personas que sufren su tendencia hacia la homosexualidad.
    Una empresa que para todo sacerdote es ardua pero convocante, que renueva cada vez que se presenta el desafío, la asistencia del Espíritu del Señor para enfrentar la ciclópea misión de ser a la vez firmes e inequívocos respecto al pecado (la homosexualidad) pero tolerantes y misericordiosos respecto al pecador (el homosexual que sufre su tendencia).
    Su meditación ha sido para mí una dulce invitación a renovar mi compromiso sacerdotal en uno de los ámbitos más difíciles del ministerio.

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    1. Estimado Padre Abel, le agradezco su consenso, y me alegro que mi modesta reflexión le haya sido de alguna utilidad.

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  2. Estimado Padre,
    en relación a lo que el papa Francisco expresa en Amoris Laetitia nota 351 acerca de que "el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor", estoy de acuerdo con lo que usted expresa en otro de sus artículos, acerca de que la dicotomía del Santo Padre, aunque bien intencionada seguramente, no es oportuna, no es exacta y, a mi modesto entender, contraproducente, pues si se evita lo primero, se suele caer en una misericordia misericordista, atentiendo, como bien se debe, al acompañamiento del pecador, pero sin poner en claro la gravedad del pecado. Como usted bien dice, en el aquel artículo, lo exacto es que el pecador, siempre objeto de nuestra misericordia, a ejemplo del Señor, tenga en claro las condiciones: sincero arrepentimiento, confesión de las culpas, propósito de enmienda, penitencia.
    En mi larga experiencia de confesor, suelo concluir con una pequeña admonición al final del rito del sacramento, después de la absolución. Una vez que el penitente experimenta que recibe lo que ha venido a buscar, el perdón del Señor, si ha estado en condiciones de recibirlo, aprovecho un par de minutos después para advertirle de la gravedad de los pecados cometidos y que han sido perdonados.
    Recomiendo esta práctica a todos los confesores, haciéndolo siempre con delicadeza, pero con absoluta sinceridad. Suelo agregar a ello el aviso de estar siempre a disposición del penitente, para las ocasiones en que necesite guía espiritual, conociendo nuestras debilidades y la tendencia de nuestros hábitos. No son pocos los que con esta invitación han conseguido mantener durante años una dirección espiritual más o menos regular, que es adecuado complemento al Sacramento de la Penitencia, y a la asistencia de la gracia. Particularmente en lo referente a los pecados de la carne.

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    1. Las dificultades expresivas del Santo Padre son obvias, y son frecuentes sus opiniones demasiado simplistas, que tienen un sabor misericordista. Por lo cual, es necesario que todos los fieles católicos (clero y laicado) interpretemos siempre in bonam partem sus modos expresivos. Esa benevolencia no es precisamente la que tienen hoy las fuerzas reaccionarias; mientras que las otras fuerzas, las modernistas, se solazan interpretando las expresiones del Papa en favor de sus tendencias.
      Respecto a la práctica que Ud. menciona, con la admonición al final del Rito de la Penitencia, me parece una buena sugerencia.

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  3. Cuánta obsesión en los curas y en algunos "parroquianos" por los pecados de la carne. Eso refleja lo que dice el viejo adagio "dime qué predicas y te diré qué adolesces". A las pruebas me remito con los "problemas" sexuales de los sacerdotes. Y no me refiero a la propaganda de los "abusos", sino a la falta de madurez por parte de los consagrados en llevar adelante de modo maduro la castidad prometida. Esto desde el punto de vista de los pecados. Sobre los delitos es otro cantar.
    Un laico de a pie

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    1. Tienes razón, anónimo,
      es lo mismo que nos ha dicho nuestro Santo Padre Francisco, tantas veces. Por ejemplo cuando dijo: “Los pecados de la carne son los pecados más leves, porque la carne es débil. Los pecados más peligrosos son los del espíritu. Hablo de angelismo: el orgullo y la vanidad son pecados de angelismo. Los sacerdotes tienen la tentación – no todos, pero muchos – de focalizarse sobre los pecados de la sexualidad, la que llamo la moral bajo la cintura. Pero los pecados más graves son otros”.
      Estoy convencido de que lo que tú dices está precisamente en el trasfondo de toda la predicación de nuestro querido Papa Francisco cuando critica a los sacerdotes que se la pasan predicando de los "pecados de la cintura para abajo".

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  4. Fr Filemón,
    un breve pero rico pensamiento el suyo en esta nota. Iluminador en su brevedad, y que deja con hambre de mayores desarrollos. Ojalá!
    Particularmente oportuno ha sido su recuerdo de la doctrina tomista de la diferencia entre pecados carnales (en los que usualmente el libre arbitrio cuenta con atenuantes) y pecados espirituales (propiamente conscientes y libres, diabólicos). Uno diría que los que más abundan hoy en el mundo son los primeros. Pero si miramos al seno de la Iglesia, o más bien en su entorno (para ser justos) los que más abundan son los pecados del espíritu, es decir, los pecados de soberbia obstinación, de fina inteligencia demoníaca volcada contra Dios, del espíritu humano pertinazmente decidido a desobedecer a Dios, es lo que se observa en las dos corrientes extremas que hoy alientan la herejía y el cisma dentro y fuera de la Iglesia: de los modernistas (hoy campando a sus anchas) y de los tradicionalistas (hoy reaccionarios).

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    1. Estimado Alcuino,
      los pecados carnales son los más evidentes, y me refiero evidentes para el propio pecador carnal. De ahí que en ellos es más fácil la conversión, por un acto de humilde obediencia a la voluntad de Dios. Mientras que los pecados espirituales son menos evidentes, particularmente para el propio pecador espiritual. En ellos prima la soberbia, por lo cual es mucho más difícil en esos casos la conversión.
      Recuerda que el pecado de Satanás ha sido obviamente un pecado espiritual, siendo él puro espíritu, y por esto los pecados espirituales pueden ser llamados "diabólicos". Sobre esto ya he escrito algunos artículos, en este mismo blog.
      Estos pecados espirituales, en primer lugar, contaminan el intelecto y la voluntad, el pensamiento y la acción, que son las potencias propias del espíritu.
      El primer pecado espiritual, el punto de partida de la perdición, concierne por lo tanto al pensamiento: aquello que san Pablo llama "doctrina diabólica". Ella consiste en la instigación a la mentira y en la apología de la mentira acerca de los valores más importantes, que son los que conciernen a la salvación, por lo tanto la falsificación de la Palabra de Dios, de la verdad de fe, de la doctrina de la Iglesia.
      En los actuales herejes y cismáticos (muchos de ellos sedicentes "católicos") son advertibles estas desviaciones del espíritu.

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  5. Berengario de Tours5 de julio de 2021, 7:41

    Alcuino,
    creo que si bien la doctrina acerca de la homosexualidad en cuanto desorden de la persona y de su conducta moral, está bien clara en la Iglesia desde hace siglos, en cambio su pastoral, es decir, el modo como los pastores deben conducirse hacia las personas homosexuales, debiera ser mejor explicitada y desarrollada. Pienso que por el propio Papa.
    Del mismo modo que Amoris Laetitia desarrolló bastante bien (aunque no del todo claramente) el modo de conducirse los pastores para con los matrimonios en situación irregular (concubinos, convivientes fuera del matrimonio, divorciados vueltos a casar, etc.) sin negar en absoluto la doctrina católica sobre el matrimonio, y aún confirmándola; del mismo modo debería el Papa publicar un documento similar, referido a la pastoral hacia las personas homosexuales.
    Sin embargo, me temo que no lo hará. No este Papa, al menos, pues en tal caso debería formular también claramente la doctrina católica acerca de la homosexualidad. Y eso disgustaría a los que hoy detentan el poder en el mundo.
    No es que el Papa Francisco no haya sentado doctrina sobre este tema (de hecho, porque lo hizo, han explotado las cosas en Alemania), pero imaginemos lo que sería si lo hiciera con una encíclica o un documento similar, y no solo con un responsum de la CDF!

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