Es necesario distinguir entre el homosexual y la homosexualidad. Es necesario distinguir entre el respeto debido a la persona del homosexual y la enseñanza de la doctrina acerca de la homosexualidad. Es necesario distinguir entre la licitud de una correcta ley contra la homofobia y el respeto (en sus debidos límites) a la libertad de enseñanza, a la libertad de opinión y a la libertad religiosa.
Las leyes contra la homofobia no deben impedir a la Iglesia enseñar su doctrina sobre el sexo
----------Es necesario distinguir entre el homosexual y la homosexualidad. Es posible y necesario conciliar el respeto por la persona del homosexual y promover su dignidad desaprobando su conducta homosexual y, de hecho, trabajando para asegurar que cese de esta conducta.
----------Acerca de este punto existe una oposición entre quienes hacen esta distinción y quienes no la hacen. Para los ideólogos del gender, desaprobar la conducta homosexual y trabajar para que los homosexuales desistan de tal conducta es contradictorio y ofensivo para el homosexual y debe ser perseguido penalmente. Para ellos, el respeto al homosexual implica también el apoyo de las ideas del gender, por lo cual oponerse a ellas según el DDL Zan se configura como acto digno que merece sanción penal. Se debe decir que estamos ante una especie de Inquisición laica, que sanciona como herejía la condena de la sodomía.
----------En cambio, para los católicos, pero no sólo para los católicos, sino también para los partidarios laicos de la mencionada distinción, ella tiene como objetivo y efecto el de trabajar por el bien del homosexual. Este es el punto que está detrás de la intervención de la Secretaría de Estado ante el Estado italiano.
----------Con su posición, en efecto, los genderistas promotores de la ley contra la homofobia en Italia, según la advertencia que a ellos les ha hecho la Secretaría de Estado, han violado ese artículo del Concordato de la Santa Sede con el Estado italiano, que permite a la Iglesia enseñar su propia doctrina, que prevé, entre otras cosas, la desaprobación de la práctica homosexual, planteada bajo el nombre tradicional de "sodomía".
----------Ahora bien, cabe señalar que el proyecto de ley Zan implica evidentemente una cierta concepción del sexo, contraria a aquella no solo de la Iglesia sino contraria de la misma ética natural sustentada por la Iglesia, que el DDL Zan considera la única verdadera, por lo cual condena como penalmente perseguible la doctrina de la Iglesia, a la cual, a la inversa, el Concordato concede libertad de enseñanza.
----------La ética católica y la misma ética natural prescriben el deber de tratar con respeto, justicia y caridad a la persona del homosexual, respetar sus derechos, apreciar sus buenas cualidades, ir al encuentro de sus necesidades, evitando actitudes de odio y de desprecio. Está claro que desde el punto de vista de la ética natural y aún más de la ética católica es correcto y justo castigar a quienes ofenden al homosexual de este modo. En este punto, el proyecto de ley Zan es justo y aceptable, compartible por un católico.
----------Aquello que implícitamente la Nota de la Secretaría de Estado del Vaticano pide a los elaboradores del DDL Zan es que renuncien a hacer penalmente perseguible la doctrina de la Iglesia sobre el sexo, cuya libre enseñanza está permitida por el Concordato.
----------La Nota deja entender que el mencionado proyecto de ley Zan es libre para basarse en una concepción del sexo contraria a la de la Iglesia, y para permitir y promover como legítima la conducta práctica consecuente, pero hace presente que, en base al Concordato, el DDL no puede prohibir a la Iglesia enseñar su propia doctrina sobre el sexo y sobre la homosexualidad y, en consecuencia, no puede prohibir guiar a los católicos en la práctica de la ética sexual de la Iglesia, y no puede prohibir la pastoral de la Iglesia hacia las personas homosexuales, pastoral que la Iglesia durante décadas ha estado poniendo en práctica con buenos frutos para las mismas personas homosexuales. La reciente Carta del Papa al padre James Martin ciertamente se inscribe en esta línea pastoral ya probada por una larga experiencia. Es necesario combinar una acción de cercanía y de comprensión con una acción educativa, que libere del pecado y forme en la virtud.
----------El querer imponer por parte de la eventual ley Zan a la Iglesia y a los católicos, como también a los laicos no católicos que comparten la ética natural enseñada por la Iglesia, una concepción y una práctica genderista del sexo (es decir, en términos de género), doctrina errónea y carente de fundamento científico y racional, con amenaza de sanción penal, sería un gravísimo abuso de autoridad, un resurgimiento del oscurantismo inquisitorial digno de las peores tiranías, contrario a la libertad de pensamiento y a la libertad religiosa reconocida por la misma Constitución de la República Italiana.
----------Sin embargo, la ética natural y, con mucha más razón, la ética católica, enseñan que el verdadero respeto por la persona del homosexual, el verdadero cuidado de su bien y de su verdadera felicidad conlleva en principio, donde haya esperanza de ser escuchado, el deber de persuadir con toda amabilidad, prudencia y caridad, al homosexual, que su necesidad de satisfacción homosexual y el derecho de que él pretenda practicar la homosexualidad no tienen un real fundamento en la verdadera naturaleza del sexo, así como ello constituye una doble modalidad -masculina y femenina- de la naturaleza humana creada por Dios a su imagen y semejanza. No existen otros sexos aparte de estos dos.
----------Por lo tanto, me ha parecido útil exponer a continuación, en apretada síntesis, la doctrina católica del sexo, para recordar lo que nosotros los católicos debemos mantener firme por el bien de la sociedad y de las personas homosexuales y por la responsabilidad que tenemos como católicos ante ellos, sin temer el juicio de los hombres, sino ante todo el juicio de Dios.
Concepción católica del sexo y normas de la ética sexual católica
----------1. El sexo humano, según la Revelación cristiana, es una realidad humana pero a la vez sagrada, que, basada en una humildísima realidad corporal, distinta en masculina y femenina, impregna, influye y marca todos los niveles vitales de la persona humana, desde lo biológico a lo neurológico a lo vegetativo a lo sensitivo a lo afectivo a lo racional a lo conductual a lo espiritual a lo sobrenatural hasta los vértices más altos de la mística y de la eterna beatitud. Realidad sagrada porque está consagrada por un sacramento, el matrimonio.
----------2. Según la Revelación cristiana, Dios, considerando que no era bueno que el hombre estuviera solo, ha querido crear además de Adán a otra persona humana, Eva, o sea la mujer, similar a él, pero diferente, a la par de él, para que diera sentido a su existencia, fuera con ella una sola carne, en la recíproca complementariedad y en la ayuda mutua en el cumplimiento de los propios deberes y en la consecución de la felicidad.
----------3. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, varón y mujer, ordenándoles reproducir la especie humana mediante su unión indisoluble de aquel con esta, es decir, el matrimonio, por todo el curso de la historia, hasta el fin de los tiempos, cuando, con la resurrección final, el hombre y la mujer salvados, después del intermedio del alma separada del cuerpo después de la muerte, se reunirán en el paraíso celestial y volverán a amarse, pero esta vez sin la reproducción de la especie.
----------4. El pecado original ha provocado el surgir de la concupiscencia de la carne, por la cual la atracción sexual y el deseo de placer sexual tienden a tener el primado respecto a los intereses espirituales, que en cambio son los más importantes, aquellos vinculados al destino eterno del hombre.
----------5. Cuando el hombre busca el placer sexual en modo absoluto y para sí mismo, a cualquier costo y por cualquier medio o de cualquier manera, lo derive o no lo derive de la unión sexual natural, es decir heterosexual o incluso sin unión sexual, se tiene el vicio de la lujuria.
----------6. En estas condiciones defectuosas, el espíritu, que mantiene sus aspiraciones propias hacia Dios y a la virtud, se encuentra prisionero de la carne, en contraste con la carne, esclavo de la concupiscencia, y la carne está en contraste con el espíritu. Este es el resultado de la lujuria, la cual fácilmente se acompaña del vicio de la glotonería, porque en ambos el sujeto se deja vencer por la atracción del placer sensible.
----------7. En la lujuria y a causa de ella, el intelecto pierde su agudeza, el pensamiento ya no puede vagar hacia lo absoluto y abstraer lo universal de lo particular, ya no tiene la fuerza para elevarse desde lo concreto material por sobre lo sensible, al nivel del espíritu, se ofusca la luz de la razón, la conciencia se obnubila y pierde la percepción del pecado, el lenguaje deviene trivial y obsceno, las miradas se vuelven ávidas y sensuales, la memoria se llena de recuerdos libidinosos, la fantasía delira en imágenes obscenas, la voluntad se debilita y pierde el deseo de Dios, se vuelve perezosa y floja, el espíritu se embota y pierde el gusto por las cosas celestiales y espirituales, el corazón se marchita, se vuelve árido y se endurece, el hombre tiende a ser vencido y arrastrado por la pasión sexual, le cuesta dominarla para hacer que sea el espíritu el que guíe la carne.
----------8. Es necesaria la gracia divina para ayudar al hombre a liberarse de este conflicto y de esta esclavitud, para hacer que el espíritu sea señor de sí mismo y señor del sexo, para sanar el contraste y restablecer aquella armonía entre la carne y el espíritu que existía en el Edén (cf. Sum.Theol., II-II, q.15).
----------9. La estima que el lujurioso tiene por el sexo no tiene nada que ver con la estima que tiene por el sexo el hombre espiritual. En el primer caso, la persona del lujurioso considera el placer sexual como supremo e incondicionado, porque él está cegado por la pasión o sordo a las llamadas del espíritu; en el segundo caso, en cambio, el hombre espiritual tiene estima por el placer sexual, en cuanto expresión de la comunión espiritual y obtenido en una relación natural no frustrada artificiosamente en su eventual resultado generativo. Ahora bien, si el placer sexual es una expresión de la comunión espiritual, entonces el espíritu lo domina fácilmente y en realidad es favorecido por él. Si, por el contrario, el espíritu le da cuerda al sexo, este ocupa toda la atención y sofoca al espíritu. Todo esto es el resultado de la lujuria.
----------10. Otra consecuencia del pecado original es la tendencia del hombre a dominar y esclavizar a la mujer y la tendencia de ésta a seducir al hombre y a someterlo a ella con su encanto, entregándose a él mientras él la complace a ella. Surge la necesidad del pudor del uno hacia la otra. En lugar de la frecuentación recíproca, mejor puede ser la separación como medida cautelar. Pero está claro que la perspectiva, vuelta practicable por la gracia divina y por una prudente disciplina, es la de la reconciliación.
----------11. El cuerpo con su sexo no es un objeto que esté ante el espíritu como si fuera una porción de materia manipulable por el espíritu como la materia de una obra de arte. El sexo es parte integrante y propiedad esencial de la persona humana, y tiene por sí mismo un fin procreativo y unitivo, del cual el hombre debe tomar nota, y que voluntariamente y responsablemente debe alcanzar o realizar, para que el sexo, en su aspecto afectivo y emotivo, se convierta en sujeto del actuar moral y precisamente de la virtud de la templanza sexual, por la cual precisamente el hombre, dominando rectamente este instinto, le permita realizar su fin procreativo y unitivo.
----------12. En el comportamiento sexual casto y temperado, el hombre actúa sobre sí mismo, regulando racionalmente el instinto, no sin embargo en el sentido de darle a su sexo una orientación diferente de la que su sexo ya posee naturalmente por voluntad de Dios Creador; sino que le da voluntariamente a su inclinación y a su afectividad sexual esa orientación práctica que, en un área de posibles elecciones concretas, corresponde a su finalidad, ya sea procreativa o unitiva.
----------13. El espíritu como tal no tiene sexo. Piénsese en Dios y en el ángel. En cambio, el espíritu humano no es como creía Descartes, un puro espíritu, una res cogitans, una pura "autoconciencia", que gestiona un cuerpo, una res extensa, sino que es la forma sustancial de un cuerpo de por sí sexuado, es un alma espiritual, la cual, informando al cuerpo, viene a constituir una única sustancia, una única persona. Por lo tanto, la persona no está obligada tanto a actuar sobre el sexo y menos a determinar el sexo, sino a actuar utilizando el sexo en cuanto persona sexuada, presuponiendo el sexo como ya existente y creado por Dios, con sus fines y sus propias leyes, que la persona está obligada a respetar.
----------14. Por eso, el alma masculina es diferente del alma femenina, aunque el alma humana en su sustancia sea idéntica en el hombre y en la mujer. Pero la sustancial identidad específica humana, principio de igualdad y paridad de dignidad igual entre hombre y mujer, no impide la diferencia sexual específica entre hombre y mujer. Varón y mujer son las diferencias del género "hombre".
----------15. De ahí la diversidad de los caracteres psicoespirituales propios del varón y de la mujer. Por lo tanto, los roles convencionales masculinos y femeninos son del todo lícitos, pero a condición de que sean libres determinaciones de los caracteres que los roles naturales del ser varón y del ser mujer dejan indeterminados.
----------16. Cristo alaba y recomienda a aquellos que "se hacen eunucos con miras al reino de los cielos" (Mt 19,12), es decir, a los que renuncian al ejercicio del sexo, para poder gozar de una superior libertad espiritual: son los Religiosos, que practican el voto de castidad o de virginidad. Lo que es como decir que si la unión sexual escandaliza, es mejor renunciar a ella. Es mejor entrar en el reino célibes que ir casados al infierno (cf. Mt 18,8). "Hay un tiempo para abrazarse y hay un tiempo para separarse" (Qo 3,5).
----------17. Sin embargo, está claro que solo algunos perciben esta alternativa, esta opción, y son solo aquellos que sienten una necesidad de espiritualidad particularmente fuerte, para la cual perciben como fuerte obstáculo el matrimonio. Es evidente que, en cambio, otros buenos católicos, que son la mayoría, menos deseosos de espiritualidad, encuentran en el matrimonio un óptimo medio de santificación, adecuado a sus menos altas exigencias de espiritualidad.
----------18. Esta abstinencia se justifica en base a la condición de la vida presente, que implica una inclinación del sexo al pecado, cosa que estará ausente en la futura resurrección gloriosa. Por eso, en la futura resurrección existe una comunión entre hombre y mujer de solo amor sin procreación.
----------19. El sexo no estimula al pecado por su naturaleza, sino como consecuencia del pecado original, que no ha sido un pecado de lujuria, sino de soberbia. El problema, entonces, no es el de liberar al espíritu del sexo, sino el de hacer o asegurar, con la ayuda de la gracia y del mismo ejercicio ascético, que el sexo sea liberado de su inclinación maligna y carnal, y recupere su originaria sumisión al espíritu.
----------20. La comunión espiritual conyugal se expresa en la unión sexual. No importa que sea fecunda, porque tal unión está ya suficientemente motivada por el hecho de expresar el amor. Pero para que este amor sea sincero, es necesario que la unión física sea infecunda naturalmente y no por el uso de anticonceptivos o por el recurso a métodos o medios artificiales, que bloquean o destruyen o interrumpen el proceso generativo. En efecto, no es lícito impedir que la unión sexual produzca su fruto natural.
----------21. En el matrimonio cada hombre debe tener su mujer y cada mujer debe tener su hombre. En cambio, en la futura resurrección cada hombre podrá estar en comunión con más mujeres y cada mujer podrá estar en comunión con más hombres, no existiendo ya la procreación ("En la resurrección ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que todos serán como ángeles en el cielo", Mt 22,30).
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