Algunas ideas expresadas desde hace ya mucho tiempo por el cardenal Gianfranco Ravasi podrían sugerir algunas pistas para que muchos católicos comiencen a hacer una imprescindible distinción: la que existe entre progresismo y modernismo en la Iglesia. De hecho, se trata de una distinción que ni siquiera parece que el propio papa Francisco tenga del todo claro o, al menos, no la logra expresar claramente, como se ve en algunos de sus discursos e incluso en su reciente motu proprio Traditionis Custodes, sobre el Rito Romano.
Necesidad de distinguir entre progresismo y modernismo
----------No será hoy que vaya a tratar sobre el motu proprio Traditionis Custodes y sobre la Carta adjunta a los Obispos, de lo cual intentaré hacer un análisis los próximos días. Tan sólo diré que en el documento disciplinar emanado la semana pasada, el papa Francisco, una vez más, es demasiado esquemático en su visión sobre la cuestión del Concilio Vaticano II y lo que venimos viviendo en estos más de cincuenta años de postconcilio. Pasa por alto el hecho de que la cuestión es más compleja de como él la presenta.
----------El papa Francisco, en algunos de sus discursos, y también en el texto de Traditionis Custodes, se detiene a distinguir entre: 1) por un lado, quiénes están contra el Concilio, es decir, los lefebvrianos desde hace cincuenta años, y actualmente los minutellanos y los viganonianos; y 2) quiénes están a favor del Concilio, es decir, quienes han aceptado el progreso eclesial deseado por el Vaticano II.
----------Sin duda, esto está muy bien, pero no basta, no es suficiente. El papa san Paulo VI y el papa Benedicto XVI habían señalado la existencia de una nefasta corriente, que el primero llamó "secularista" o "magisterio paralelo" y el segundo llamó "relativista" o el "Concilio de los medios de comunicación". Pues bien, esta corriente, como nos han advertido estos Papas, difunde una falsa interpretación de tipo modernista del Concilio, vale decir, no ya una interpretación legítimamente progresista del Concilio, sino otra ilegítima, la modernista, que es herética. Pues bien, el papa Francisco debería retomar este discurso.
----------El papa Francisco, por lo tanto, debería ser más claro en señalar que entre quienes están a favor del legítimo y necesario progreso promovido por el Concilio Vaticano II, están por una parte los buenos católicos que aceptan la interpretación auténtica del Concilio, expresada por el magisterio de los Papas del postconcilio y que, por ende, aceptan el auténtico progreso querido por el Concilio; y están por otra parte aquellos modernistas o ranherianos que propugnan interpretaciones ilegítimas del Concilio y un ilegítimo progresismo. Y estas no son ideas mías, sino que es precisamente lo que enseñaron los papas Paulo VI y Benedicto XVI.
----------El legítimo progreso auspiciado por el Concilio Vaticano II, progreso que todavía necesita ser plenamente implementado, debe distinguirse del ilegítimo progresismo modernista, relativista, historicista, que no admite la inmutabilidad de los dogmas católicos y la inmutabilidad de la verdad. Y ese esfuerzo por distinguir ambas corrientes, la legítima y la ilegítima en la Iglesia, es un empeño que debe ser aplicado a numerosos ámbitos doctrinales y pastorales. Aquí sólo me referiré a uno de esos ámbitos: el diálogo entre creyentes y no creyentes, diálogo para el cual el Vaticano II nos ha convocado de modo firme y entusiasta, siendo una tarea que no siempre ha sido bien comprendida en estos cincuenta años de postconcilio. Bien entendida por los católicos comprometidos en un recto progreso eclesial, mal comprendida y tergiversada por los modernistas.
El "humanismo" del cardenal Gianfranco Ravasi
----------El cardenal Gianfranco Ravasi [n.1942], presidente del Consejo Pontificio para la Cultura y de la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada, es también conocido por dirigir desde hace diez años el programa "Il cortile dei gentili", dedicado a los diálogos entre creyentes y no creyentes. En ese ámbito de su trabajo apostólico, el diálogo cultural y diálogo interreligioso, en mi opinión sus posturas personales no siempre han mostrado una total fidelidad a la verdad católica, particularmente porque a la preocupación por la escucha de la postura no creyente (escucha necesaria en todo diálogo) no le ha seguido siempre la necesaria apelación a la verdad, el imprescindible empeño de todo apóstol para llegar al segundo momento, aquel momento en el cual sea el no creyente quien deba escuchar la postura creyente y sus razones de credibilidad.
----------Me viene ahora a la memoria cómo, hace unos diez años, precisamente en los inicios de "Il cortile dei gentili", el cardenal Ravasi asumió una curiosa postura personal hacia el ateísmo y hacia los ateos, postura de la cual, al menos que yo sepa, no se ha corregido ni la ha explicado a un público católico que, en su momento, la recibió no sin sorpresa y gran escándalo. El purpurado declaró en aquella ocasión que a su parecer, el término "ateo" ha devenido "obsoleto", por lo cual debería ser sustituido por el término "humanista". Como he dicho, hasta donde conozco, el cardenal Ravasi no se ha desdicho de esta posición, ni tampoco ha aportado una interpretación que la hiciera comprender en sentido católico.
----------Ahora bien, debo decir con franqueza y respeto hacia el purpurado, que esta idea suya me parece completamente errónea y contraproducente, prescindiendo de cuál ha podido ser su buena intención, que supongo se orientaba a encontrar en los ateos aquellos elementos positivos que pueden permitir un contacto y una discusión constructiva. Mi parecer es que aquí tenemos una señal que nos advierte de la actual confusión que existe, incluso entre los altos prelados de la Iglesia, entre progresismo y modernismo.
----------La mencionada idea del cardenal Ravasi me parece, de hecho, en línea con una cierta tendencia a disimular el mal o el error bajo términos eufemísticos, sin que por otra parte el mal o el error sean cancelados, así como ha sucedido por ejemplo con los términos "eutanasia", que significa "buena muerte", o "interrupción del embarazo" para ocultar que en realidad, en ambos casos, se trata de un homicidio.
Hablando claro acerca del ateísmo y los ateos
----------Ciertamente, es necesario admitir que nuestro lenguaje, en la medida que nos sea posible, debe evitar la crudeza o ciertas expresiones polémicas que pueden irritar a nuestros interlocutores, o incluso provocar el insulto. Pero deber del lenguaje es también la precisión y la franqueza, que también constituyen un servicio y un recordatorio para quien, encontrándose en el error o haciendo el mal, debe ser vuelto consciente con exactitud de su situación, a fin de ayudarlo, si él lo permite, a liberarse de eso.
----------Ahora bien, el término ateísmo tiene una historia antigua, y fuertemente consolidada ya en la cultura pagana y, como es sabido, por cuanto respecta a la tradición bíblica, hace referencia a los famosos versículos de los Salmos: "el necio piensa: no hay Dios" (14 ,1) y: "el necio piensa: Dios no existe" (53,2).
----------El ateísmo, por consiguiente, desde el punto de vista objetivo, es un grave pecado de necedad e insensatez, prescindiendo de las intenciones íntimas del sujeto autor de este pecado. El Concilio Vaticano II dedica mucho espacio al examen y a la refutación del ateísmo, juzgándolo como "uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo". Por otra parte, el papa san Paulo VI, después del Concilio, dio a la Compañía de Jesús como tarea principal (ligada al cuarto voto jesuita) la de combatir el ateísmo.
----------La decisión de aquel Santo Pontífice era muy comprensible. Después de todo, en toda la historia del pensamiento humano, nunca como hoy hemos sufrido, sobre todo en Occidente, la difusión del ateísmo. Existe, en mérito y justamente a una riquísima literatura, una infinidad de estudios científicos, cursos académicos, numerosísimas enseñanzas, sobre todo de los últimos Papas incluido el actual. Existen asociaciones ateas internacionales que no tienen la intención en absoluto de renunciar a su profesión de ateísmo, están orgullosas de ello y pretenden convencer a todos del valor del ateísmo.
----------Sorprende mucho, por lo tanto, cómo repentinamente aparece un alto prelado, como el cardenal Ravasi, por más competente que sea en la materia, a declarar la oportunidad de sustituir el término "ateo" por "humanista". Nace de aquí un gravísimo equívoco, que va en contra exactamente de la impostura propia del ateísmo, el cual surge precisamente, como es bien sabido, de la soberbia y de la necedad del hombre que pretende sustituir a Dios por él mismo, como ya decía Marx: "el hombre es Dios para el hombre".
----------Como bien saben los historiadores de la filosofía, el ateísmo moderno no es más que el fruto extremo del antropocentrismo renacentista, de la exaltación exagerada de la dignidad humana, partiendo falazmente (con pretextos), como ya lo hiciera Pico della Mirandola a finales del siglo XV, del hecho de que la misma Biblia dice que el hombre es creado "a imagen y semejanza de Dios". Pero luego, gradualmente, de la semejanza se ha pasado a la identidad y a la igualación (panteísmo), y finalmente a la sustitución, con todas las trágicas consecuencias nihilistas y criminales del siglo pasado, conocidas por todos los que las hemos vivido, y que nunca querríamos que se repitieran. Pero si hoy reincidimos, y volvemos a poner las premisas, entonces no nos maravillemos si después surgen las mismas o peores consecuencias.
----------El problema es que estamos subestimando la gravedad del fenómeno del ateísmo. Existe también la tendencia en campo católico a considerar el ateísmo como una simple opinión dotada de cierta razonabilidad. O bien se cree, con Rahner, que en el fondo los ateos no existen, porque todos a-prioricamente y necesariamente, aunque inconscientemente e implícitamente, tienden a Dios y están en gracia, incluso aquellos que niegan a Dios de palabra, los así llamados "ateos" ("cristianos anónimos").
----------Nos cuesta ver dónde radica la "necedad" del ateísmo y por los tanto nos cuesta considerar al ateo como un necio, un tonto, o una persona que no sabe razonar en la materia, por temor, en principio fundado pero no en este caso, de estar lanzándole un insulto. Si el médico, a razón vista, le dice al paciente que tiene un cáncer, no se puede decir que lo insulta, sino que simplemente le dice las cosas como son.
----------El problema, por consiguiente, no es el de disminuir la gravedad del mal por un malentendido respeto hacia la persona o hacia su susceptibilidad, sino decir la cosa en modo o en la forma o en el tiempo debidos, precisamente para evitar en lo posible reacciones contraproducentes. Ciertamente en algunos casos será mejor callar y renunciar al diálogo, como reconoce el propio cardenal Ravasi, frente a ciertos ateos arrogantes, temerarios y atrevidos que recurren a la burla o al insulto.
----------Pero si nosotros, precisamente los católicos, llamamos "humanista" al ateo, entonces hemos ya cedido desde el principio las armas al enemigo, estamos ya derrotados concediéndole exactamente aquello que él quiere: ser él el verdadero sostenedor y defensor del hombre contra la beatería y la estupidez de nosotros los creyentes. Pero, entonces, ¿qué ganamos, que sacamos, de eso? ¿Queremos volvernos ateos también nosotros para sostener la dignidad y la libertad humanas? ¿Sería este el testimonio cristiano? ¿Sería esta la "nueva evangelización"? ¿Podría ser esto el diálogo con los no creyentes?
El ateísmo es inhumano
----------El punto central del problema del ateísmo radica precisamente aquí: ¿el ateísmo construye o no construye al hombre? ¿Es racional o es irracional? Si la razón demuestra, como lo demuestra, la existencia de Dios en modo irrefutable, ¿cómo puede luego ser igualmente racional, razonable o "científico" el ateísmo? Por eso, si nos fijamos bien, aquellos que no saben defenderse contra el ateísmo o que lo consideran una forma de "humanismo", son los mismos que no son capaces de demostrar racionalmente la existencia de Dios o la declaran imposible o inútil porque, según ellos, esa convicción nace de la "fe" y no de la razón.
----------Pero esta actitud es precisamente la que socava las bases racionales de la fe, los presupuestos o preámbulos de la fe, transformándola de "obsequio racional", para decirlo en palabras del apóstol san Pablo, en verdadera y propia beatería, superstición, fanatismo, fundamentalismo, fideísmo, y así sucesivamente, que nada tienen que ver con la verdadera fe católica.
----------Es cierto que existe un nexo estrecho entre el problema del hombre y el problema de Dios. Porque según si Dios exista o no exista, el destino del hombre cambia completamente: si Dios existe, el hombre ciertamente le debe obediencia, debe aceptar por amor sus sacrificios y renuncias, pero sabe que tiene en el cielo su Señor bueno y omnipotente que lo protege, lo salva, lo consuela y le dona una vida eterna después de la muerte. Pero si Dios no existe, el hombre ciertamente puede establecer el bien y el mal como le parezca y le plazca, claro que en tal caso, tiene que valerse por sí mismo en todas las circunstancias de la vida y permanece completamente indefenso en las tragedias de la existencia, con la perspectiva de la nada después de la muerte.
----------Sin embargo, la cuestión del ateísmo debe ser planteada en términos más radicales, más profundos, más metafísicos. El ateísmo es un enemigo tan fuerte de la inteligencia y de la moral, que solo puede superarse con una actitud radical y con una fuerte energía de la razón y de la voluntad. En particular, es necesario hoy, como también lo ha dicho el papa emérito Benedicto XVI, reconstruir los fundamentos mismos de la razón, del conocimiento y de la moral: es necesario recuperar la actitud realista del conocimiento contra las visiones relativistas, historicistas y subjetivistas, es necesario redescubrir el sentido de los valores "no negociables" a los que también se ha referido el papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti, recuperar el amor por lo verdadero y el odio por lo falso, el amor por el bien y el odio por el mal, y en fin volver a encontrar el auténtico sentido del ser, es decir, una buena metafísica que encuentra en santo Tomás de Aquino a su gran maestro, el Doctor Communis Ecclesiae, superando otras propuestas metafísicas contemporáneas, como por ejemplo la ontología de la "relación", la ontología del "amor", o la así llamada "ontología trinitaria", las cuales aunque pueden contener valores, no están en absoluto a la altura de poder contrastar eficazmente la tendencia ateísta, que depende de una metafísica que contamina el ser con el no-ser.
----------En efecto, el ateísmo plantea el problema radical, que es precisamente el del ser negando el ser divino, por lo cual responder con valores secundarios, aunque sean elevados, no es una respuesta decisiva y, por lo tanto, no conduce a una segura afirmación de la existencia de Dios.
----------Por el contrario, es necesario entonces ordenar totalmente todos estos valores secundarios, que son las propiedades trascendentales del ser, en torno a aquello que santo Tomás de Aquino llama el Ipsum Esse per Se subsistens, que es ese Nombre de Dios que el Aquinate recaba de la Revelación que Dios hace de Sí a Moisés (Ex 3,14). Sólo así el Ser divino, o bien la existencia de Dios, puede contrastar irrefutablemente su negación que proviene del ateísmo o de ciertas posiciones compromisorias, como la hegeliana que combina el ser con el no-ser y que de algún modo reaparece en las visiones de tantos falsos "humanistas" de hoy.
----------Por lo tanto, si me es permitido hacer una sugerencia al Eminentísimo cardenal Gianfranco Ravasi, diría que la solución al problema del ateísmo no radica en abolir la palabra "ateísmo" para sustituirla por el término "humanismo", sino que radica en tomar de frente la cuestión remitiéndonos a los poderosos estudios sobre el tema de los cuales ya estamos en disposición, como por ejemplo la obra magistral del padre Cornelio Fabro [1911-1995], Historia del ateísmo moderno.
----------Es justo y necesario que estemos de acuerdo con los ateos acerca de aquellas instancias humanistas que los creyentes tenemos en común con ellos, pero luego es tarea sacrosanta para nosotros los creyentes proponerles a ellos la verdadera solución con espíritu de caridad en la verdadera sabiduría cristiana que abreva en las fuentes perennes de la Palabra de Dios y de la Tradición eclesial.
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