sábado, 3 de julio de 2021

María es hija del Padre por ser esposa del Padre

En este sábado, dedicado a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, reflexionemos algo más sobre los títulos marianos. La nota de hoy viene a ser complemento de otra anterior, publicada hace una quincena, y que suscitara ciertas preguntas por parte de algunos lectores. En su momento respondí brevemente, tratando de dar solución a los cuestionamientos; pero ahora me extiendo en mis argumentos y en algunos detalles, y además extraigo algunas consecuencias en orden a la vida religiosa.

María hija y esposa del Padre. ¿Qué relación existe entre estos dos atributos de María?
   
----------Recientemente (véase lo publicado los días 12 y 13 de junio) he demostrado cómo la Santísima Virgen María no debe ser considerada la esposa del Espíritu Santo, como algunos sostienen, y ni siquiera esposa de Cristo, como afirman otros con una metáfora todavía peor, sino que debe ser considerada esposa del Padre por el simple y obvio motivo de que ella y el Padre son los progenitores del mismo Hijo Jesucristo.
----------El Espíritu Santo es, de las tres divinas personas de la Santísima Trinidad, la Persona divina por obra de la cual María concibe. Uno es el Generador divino y otro es el Germen divino (el Espíritu), por el cual el Generador genera el Verbo encarnado. El Espíritu es, por lo tanto, no el Generador, sino Aquel que vuelve fecundo el seno de María, es la Fuerza vital fecundante por medio de la cual el Padre genera el Verbo encarnado y María lo concibe en su vientre. El Padre es el Autor de la unión hipostática, por la cual la Persona del Verbo ha asumido en el seno de María la naturaleza humana de Cristo.
----------La Revelación, por lo tanto, haciéndonos considerar el misterio de la Maternidad de María, nos obliga a ampliar y a sublimar el concepto del esponsalicio o matrimonio, como unión honesta y fecunda de dos personas que engendran el mismo hijo. Esponsalicio, entonces, no quiere decir solo unión generativa entre dos personas humanas, sino que puede significar también la unión generativa de una criatura humana con Dios, y éste es precisamente el esponsalicio entre María y el Padre. María como Madre de Dios es la única persona en toda la humanidad, que ha tenido este privilegio único de ser la esposa de Dios.
----------En cambio, sería mejor reservar el término "matrimonio" sólo para el esponsalicio de la Santísima Virgen María con san José, para significar el infinito desnivel cualitativo que existe entre la divina unión de María con el Padre y la humana unión con José. Aparte del hecho de que mientras la unión de María con el Padre es generativa sin sexo, la unión con José implica la distinción sexual entre los esposos, pero que no es generativa. Entonces tenemos que decir que la unión con José ha sido un esponsalicio y un matrimonio; y en cambio la unión con el Padre ha sido un esponsalicio, pero no un matrimonio.
----------Está claro que la imagen de una hija que sea esposa del padre es obscena y repugnante. Pero está igualmente claro que el hecho de que María sea a la vez esposa e hija del Padre no tiene nada que ver con la imagen inmunda antes mencionada, en cuanto que en la unión generativa de María con el Padre el sexo no entra para nada, porque evidentemente Dios, siendo puro espíritu, no tiene sexo, y la misma virginidad de María significa precisamente que en su engendrar, el sexo no entra para nada.
----------En efecto, la virginidad de María tiene sólo este significado teológico, como intuyó bien Lutero, y no debe ser confundida con la virginidad ascética propia del voto de virginidad, que supone el estado de naturaleza caída subsecuente al pecado original. Así Lutero, mientras rechazaba el voto de virginidad porque según él la concupiscencia es irresistible, admiraba la virginidad de María inmaculada, pero precisamente porque sabía bien, y también demasiado, que criatura humana inmaculada existe una sola.
----------Por otra parte, aunque Nuestro Señor Jesucristo usó el término "padre" para indicar la Persona divina que lo había engendrado, él se adaptó a la ruda y tosca mentalidad patriarcal hebrea de su época, la cual por una parte no podía concebir una Persona divina generativa que no fuera varón o mujer y, por otra parte, nunca habría aceptado una divinidad de sexo femenino. Por consiguiente, Jesús no tuvo más remedio que usar el término "padre", dándonos un ejemplo de sabia inculturación.
----------Pero, como nos explica la teología trinitaria, "Padre" en Dios no quiere decir varón como si se tratara de Júpiter, sino que quiere decir "Principio" (archè, en hebreo: berescìt), como se desprende de Jn 1,1: "en el Principio era el Verbo", es decir, el Verbo estaba en el Padre. Y como lo que sale del principio, retorna al principio, el Verbo salido del Padre, retorna al Padre. Vale aclarar que el Principio del cual habla Juan en el Prólogo corresponde al Principio (hebreo: berescìt), en el cual Dios creó el cielo y la tierra (Gén 1,1), si bien el Concilio Lateranense IV (Denz.800) entiende este "principio" en el sentido del inicio del tiempo. Pero está en la raíz el Dios-Principio, es decir, el Padre, para decir que el Padre crea el mundo fundándolo sobre el "Principio", o sea sobre Dios Padre creador. Esto obviamente no quita, como dice el Concilio, que haya sido Dios quien dio inicio al tiempo como creador del tiempo.
----------Sólo que a Nuestro Señor Jesucristo, con toda razón, para hacerse entender, no le ha parecido adecuado usar el término abstracto y metafísico "Principio", porque aquellos hombres y mujeres simples a los cuales hablaba no habrían entendido nada de nada. Lo hace en cambio san Juan en el Prólogo de su Evangelio, que él escribió para aquellos que son capaces de elevarse a nociones de tipo metafísico.
   
Cómo María se convirtió en hija de Dios
   
----------Nuestra Señora ha sido concebida exenta de la culpa original, para así estar totalmente llena desde ese momento de la gracia divina. Pero la gracia que ha recibido cuando ella ha sido concebida no era todavía la gracia de la filiación divina, porque el Verbo encarnado aún no había nacido y, por lo tanto, aún no había completado la obra redentora que habría merecido al hombre el estado de hijo de Dios.
----------Y obviamente María, aunque llena de gracia desde el momento en el cual fue concebida, no estaba todavía en posesión de la superior gracia de la filiación, que habría adquirido en el momento en el cual su Hijo desde la diestra del Padre habría de enviar al Espíritu Santo, que es precisamente Aquel que nos convierte en hijos de Dios. Ciertamente, la elevación al estado de hijo de Dios supone, como sabemos, el haber recibido el sacramento del Bautismo en el nombre de la Santísima Trinidad. Pero esta ley vale para todos los hombres que son concebidos con la mancha del pecado original. María, concebida sin esta mancha, ha estado, por lo tanto, exenta de ser bautizada. No se puede purificar lo que es ya puro.
----------Llegamos, entonces, a nuestra conclusión teológica: la Santísima Virgen María es hija del Padre por ser esposa del Padre. O dicho de otro modo: María se ha convertido en hija del Padre precisamente en virtud de haber sido esposa del Padre, porque, uniéndose al Padre, ella ha podido engendrar, cubierta por la sombra del Espíritu, ese Verbo encarnado que la habría de convertir en hija del Padre, y en su hermana, junto con todos los creyentes en la participación de la Filiación de Cristo en relación con el Padre.
----------Por eso María es la única persona en toda la humanidad, que ha tenido el privilegio de ser a la vez esposa e hija del Padre. Y si queremos poner a María en relación con Dios, podemos afirmar que ella es al mismo tiempo esposa de Dios, fecundada por Dios, hija de Dios, madre de Dios. En cambio, todos los demás cristianos se limitan a ser hijos de Dios y en Cristo hermanos de Dios.
   
La Religiosa como imagen de María
   
----------El título tradicional dado a la Religiosa de "esposa de Cristo", dada la autoridad de esta tradición, puede ciertamente ser mantenido todavía, pero, en mi opinión, si no parece conveniente por ahora abolir su uso, estaría bien contenerlo por el hecho de que, como he sostenido en otras repetidas ocasiones, parece chocar o contrastar con la concepción moderna y más evangélica de la dignidad femenina, esclarecida sobre todo por las enseñanzas del papa san Juan Pablo II. En efecto, en ese título subyace una concepción de la mujer sometida al hombre, concepción que no corresponde al designio divino originario de la creación, sino a la relación de la mujer con el hombre consecuente al pecado original (Gén 3,16).
----------Tratemos de explicar lo anterior. Es obvio que la Religiosa, como todo cristiano, está sometida a Cristo. Pero entonces, si representamos a Cristo como esposo de la Religiosa, nos referimos a una imagen actualmente superada de la superioridad del hombre sobre la mujer. Por otra parte, dado que esposo y esposa deben estar a la par, ser iguales, el calificar a la Religiosa como esposa de Cristo parece elevar indebidamente a la Religiosa a la par de Cristo o, viceversa, rebajar a Cristo al nivel de la creatura, como si fuera un cualquier pretendiente a la mano de la amada, que ha recibido de ella las preferencias entre otros pretendientes. La elección hecha por la Religiosa, más que aparecer como la respuesta a una divina llamada, corre el riesgo de parecerse a una de esas telenovelas para jovencitas en busca de pretendiente para marido.
----------Por otra parte, la imagen nupcial siempre invita o recuerda la idea del amor exclusivo que debe existir entre esposo y esposa. Pero si cada Religiosa puede presumir de ser la esposa de Cristo, y por otra parte no puede ser la esposa exclusiva, la Religiosa se arriesga a crearse en su mente una artificiosa imaginación y acaba por evocar una imagen de Cristo poligámico absolutamente inconveniente, asimilándolo a un antiguo soberano oriental o a un sultán islámico poseedor de un harén.
----------Por lo demás, la combinación de la feminidad de la Religiosa y de la masculinidad de Cristo, aún cuando sea bien entendida como puro símbolo, viene, en definitiva, en mi opinión, más a perturbar la fantasía con inoportunas e inapropiadas referencias sexuales, que a iluminar el imaginario representativo y emotivo relativo a aquella que que debe ser una unión puramente espiritual y sobrenatural de la Religiosa con Cristo.
----------Esta última preocupación o inquietud que he señalado, en cambio, no es obviamente para nada suscitada o justificada por la imagen mariana de la esposa del Padre, donde es absolutamente evidente que "Padre" no pone en juego el sexo masculino,  aunque, como sabemos, la objeción del Corán a la existencia de un Hijo de Dios sea que Dios no puede ser Padre, es decir, no puede engendrar un hijo, porque para engendrar debería tener una esposa. Evidentemente el Corán confunde el misterio de la Encarnación con las mitologías paganas de las mujeres que engendran hijos divinos al unirse al dios o de Juno que se une a Júpiter para generar a Minerva, y no capta el significado espiritual del generar divino.
   
María nos conduce a la Santísima Trinidad por diversas vías
   
----------Estando así las cosas, nosotros tenemos diversas vías y disponemos de diferentes modalidades de pedirle a María que interceda a nuestro favor ante Dios en el horizonte del Misterio trinitario: ya sea invocándola para que podamos llegar a la unión con Dios (esposa del Padre) o a fin de que podamos ser verdaderos hijos de Dios (hija del Padre), o hermanos entre nosotros en Cristo (hermana de Cristo), o movidos por el Espíritu Santo (fecundada del Espíritu Santo), o generadores de Cristo en las almas (Madre de Dios).

6 comentarios:

  1. Estimado padre: Dado que Ud. suele referirse con alguna frecuencia a la necesidad de la inculturación, ¿no cree que, intuitivamente, la idea de María hija y esposa del Padre, con el inevitable fantasma incestuoso que evoca, sea menos conveniente que el título, como Ud. mismo dice admitido y también utilizado por Santos y Papas, de "Sponsa Spiritus sancti"?
    ¡Gracias por sus notas cotidianas!

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    1. Muy querido Ernesto,
      entiendo perfectamente tu problema, pero me he esforzado por aclararlo. Por otra parte, las expresiones "hija de Dios y Esposa del Padre" son expresiones rigurosas, como he demostrado en mi artículo.
      El problema radica, de modo particular, en qué cosa quiere decir "esposa". Pero, por otra parte, como he dicho, no veo qué otro término se podría usar, porque es obvio que dos genitores, dos padres, que tienen el mismo hijo, son esposos.
      Por otra parte, para evitar fantasías equívocas, es suficiente con reflexionar que en el esponsalicio de María el sexo no entra para nada, no entra en absoluto, sino que se trata de una unión puramente espiritual, como no podía ser otra cuando Dios es uno de los genitores, pues Dios es purísimo espíritu.
      Por cuanto respecta, luego, al título de hija, también aquí está claro que el sexo no entra para nada.
      Por consiguiente, tomadas todas estas precauciones, me parece que no se debería tener ninguna preocupación con los títulos de María como "hija del Padre y esposa del Padre", sobre todo porque se trata de aserciones no metafóricas o simbólicas, sino propias y conformes al dogma de la filiación divina y de la maternidad divina.
      Por el contrario, la expresión "María Esposa del Espíritu Santo", aunque se trate de un título mariano tradicional, se puede decir tranquilamente que es una expresión falsa, vale decir: teológicamente errónea, porque en base a las palabras mismas del ángel, María no es Esposa del Espíritu Santo, sino cubierta por la sombra del Espíritu Santo.
      Y no debemos olvidar que se mantiene el hecho de que, intra-trinitariamente, el Padre del Hijo no es el Espíritu Santo, sino que es el Padre Celestial. Vale decir, está involucrado aquí el dogma trinitario.

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  2. Ignacio Del Hoyo, Burgos4 de julio de 2021, 5:46

    Estimado Padre Filemón,
    He leído y vuelto a leer este su artículo sobre la Santísima Virgen, y el anterior, de hace una quincena. Aunque soy un simple laico, de formación católica básica y normal, creo haber comprendido sus razones, sus argumentos, y supongo que a nivel de teología deben ser convincentes.
    Pero aún así, me resulta difícil comprender -y disculpe si aquí se pone de manifiesto quizás mi ignorancia sobre el tema- cómo la teología puede declarar la inconveniencia o hasta la falsedad de títulos marianos tan antiguos y venerables desde siglos, incluso usados por Santos y Papas.
    Agradeceré cualquier ulterior aclaración.

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    1. Estimado Ignacio,
      comprendo su inquietud, pero le aseguro que no tiene de qué preocuparse respecto al contenido y el alcance de mis reflexiones mariológicas. Es muy probable que pronto escriba otro artículo sobre el mismo tema; pero me permito adelantarle dos puntos: 1) no debe Ud. valorar del mismo modo todos los títulos marianos que en la Iglesia se han ido predicando, algunos son propios y dogmáticos, y conforman Tradición, y otros sólo metafóricos y simbólicos, sólo tradicionales; 2) la reflexión teológica, a partir del Magisterio (como intérprete auténtico de la divina Revelación) y tendiente al Magisterio (siendo la teología uno de los medios que llevan hacia el Magisterio), tiene por finalidad progresar en el conocimiento de la divina Revelación y en todos sus misterios, también en el misterio de Maria; de ahí la posibilidad de nuevos títulos marianos que perfeccionen otros (dogmáticos) o corrijan otros (no dogmáticos).

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  3. Querido padre Filemón,
    usted sabe bien cuanto respeto y valoro sus reflexiones; pero estas últimas acerca de María Hija y Esposa del Padre, no me dejan del todo serena. No sé explicarme bien, sino que solamente le manifiesto mi inquietud. Volveré a leer sus notas, tratando de entender. Pero todo lo que Usted pudiera decir para ayudarme a una mejor comprensión se lo agradeceré.

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    1. Herminia querida,
      podría repetirte lo mismo que acabo de escribirle al Sr. Ignacio. Aguarda, por favor, mi próxima nota sobre Mariología, y luego de leerla, si tienes aún dudas o alguna pregunta que hacerme, con gusto atenderé tus inquietudes.

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