martes, 27 de julio de 2021

Traditionis custodes (2/9) La herejía de negar el Magisterio Conciliar

Continuando nuestra agenda de trabajo, y habiendo constatado que lo que según el Santo Padre está en foco en su motu proprio Traditionis custodes, de acuerdo a lo que él mismo dice a los Obispos de todo el mundo, es la constatación de que entre los fieles católicos arraigados al misal de 1962 se ha difundido la misma actitud cismática y hereje de los no católicos lefebvrianos respecto al magisterio del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio, comenzamos ayer a indagar cuáles son los errores de estos hermanos separados acerca del Concilio. Pues bien, hoy nos explayaremos un poco más y culminaremos con algunas sugerencias que abrirán paso a las próximas notas sobre esta serie acerca de Traditionis custodes.

----------Continúo con la exposición iniciada ayer acerca de los errores lefebvrianos al rechazar heréticamente el magisterio del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio, errores que se han difundido también en algunos sectores de los grupos internos de la Iglesia arraigados al misal de 1962 (usus antiquior), grupos que, según las palabras del Santo Padre, han instrumentalizado el uso de ese Misal para rechazar el magisterio del Concilio Vaticano II. No es verdad, por lo tanto lo que ha dicho días atrás el cardenal Raymond L. Burke, de que "el Papa Francisco emitió el Motu Proprio para hacer frente a lo que percibe como un grave mal que amenaza la unidad de la Iglesia, a saber, el Usus Antiquior". Según lo expresado por el Romano Pontífice, el mal no es el usus antiquior (que sigue estando permitido por el Papa, aunque bajo ciertas condiciones), sino el rechazo al Concilio Vaticano II y al magisterio de los Papas del postconcilio.
   
Necesidad de esclarecimiento dogmático del magisterio conciliar
   
----------Ahora bien, ante la necesidad que tiene todo católico de acatar el magisterio del Concilio y de los Papas de nuestro tiempo, reconozco que en tanta cantidad de documentos emanados por el Concilio Vaticano II y con un lenguaje no siempre preciso y unívoco, desprovisto de cánones como siempre se han usado en los precedentes Concilios, no es fácil orientarse para discernir donde el Concilio trata de aquellas materias de fe o próximas a la fe acerca de las cuales el Concilio no puede errar ni enseñarnos lo falso. Personalmente considero que hay pocas proposiciones que presenten un carácter de novedad y para ser creídas por fe.
----------Benedicto XVI había invitado a los lefebvrianos a acoger las "doctrinas del Concilio". Por lo tanto no las directrices pastorales, las cuales pueden contener eventuales errores. Debo suponer que en aquellos diálogos que los representantes de la FSSPX sostuvieron con los representantes vaticanos en tiempos del papa Benedicto, los lefebvrianos han podido preguntar "¿cuáles son esas doctrinas que deben ser aceptadas?". En recta conciencia debo suponerlo. Sin embargo, mucho me temo que lo que ha ocurrido con posterioridad a aquellas conversaciones esté demostrando que la FSSPX no ha tenido nunca el verdadero propósito de aceptar el Concilio Vaticano II, en su faz doctrinal, como Magisterio infalible, y tan solo se ha acercado a esos diálogos con el pretexto de lograr un status canónico que le permita regularizar jurídicamente su situación en la Iglesia sin tener la obligación de aceptar el Magisterio del Concilio y de los Papas del postconcilio. Un absurdo absoluto, como si en la Iglesia pudieran existir dos dogmas contrapuestos.
----------Considerando, por otra parte, que en el Concilio existen enseñanzas doctrinales y directivas pastorales, es claro para todos que no todos los textos del Concilio son infalibles o de fe, y que no se nos ha impedido considerar que determinadas disposiciones o indicaciones pastorales son incorrectas. Y a esto se debe atribuir una de las causas de la crisis actual, no a las enseñanzas doctrinales del Concilio, que son rectas y salutíferas, y han hecho avanzar el conocimiento del dato revelado de la Escritura y de la Tradición.
----------En cuanto a la cuestión de la infalibilidad del Magisterio de la Iglesia y, por lo tanto, del Concilio, los lefebvrianos citan solo aquella forma de infalibilidad que corresponde al dogma solemnemente definido. Ahora bien, es verdad que en el Concilio no existen proposiciones de este género; sin embargo, existen algunas que tocan materia de fe o próxima a la fe, las cuales también son infalibles, aunque no sean dogmas definidos.
----------Por esto, la tesis lefebvriana según la cual "no todas las proposiciones (incluso las de contenido dogmático) contenidas en las actas de un Concilio Ecuménico gozan de infalibilidad, sino sólo aquellas para las cuales resulta clara e indudable la voluntad de definir y obligar a la Iglesia universal en materia de fe y costumbres", no corresponde a la verdad. En realidad, como se enseña en la Instrucción del papa san Juan Pablo II Ad Tuendam Fidem, pueden existir doctrinas en materia de fe o próxima a la fe que gozan de la cualificación de infalibilidad, aunque no se trate de dogmas definidos.
----------En efecto, el citado documento añade, en el canon 750 del Código de Derecho Canónico, al primer párrafo que trata de las doctrinas solemnemente definidas, un segundo párrafo que trata también de verdad de fe, pero sin intención de definir, y sin embargo, tratándose de materia de fe, todavía se sigue hablando de doctrina "infalible". Pues bien, es este género de doctrinas el que está presente en el Concilio Vaticano II y no simplemente como repetición de una doctrina ya enseñada, sino como nuevas enseñanzas en el sentido de explicitaciones de doctrinas ya definidas. Por ejemplo, la famosa tesis de que "la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica", como ha explicado posteriormente un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es una enseñanza nueva, pero que no debe considerarse falsa o en contraste con la enseñanza tradicional, según la cual la Iglesia de Cristo es la Iglesia católica.
----------Al respecto, debe comprenderse que el Concilio Vaticano II se sitúa desde el punto de vista de la existencia concreta de la Iglesia y considera como elementos de Iglesia a los que se encuentran también fuera de sus confines habitables, cosa que no desmiente sino que confirma el primado del catolicismo sobre todas las demás religiones; mientras que la definición precedente considera la esencia supra-temporal de la Iglesia en su divina perfección, prescindiendo de otras formaciones religiosas que en formas inferiores participan de algún modo por semejanza de aquella divina perfección.
----------Y es posible demostrar la verdad de esta enseñanza del Concilio. Por lo demás, tratándose aquí de verdad de fe tradicional, es impensable que un Concilio ecuménico, pronunciándose sobre esta materia, aunque en una nueva forma, pueda enseñarnos lo falso, desviarnos, sacarnos del camino, o de todos modos enseñar algo no coherente con cuanto la Iglesia ha enseñado en precedencia, porque eso querría decir que la Iglesia está traicionando su misión y por lo tanto cuando Cristo le prometió asistirla hasta el fin del mundo, la ha engañado, cosa evidentemente absurda y blasfema para un católico de solo imaginarla.
----------Dice en efecto, la Instrucción Ad Tuendam Fidem a propósito de los dos párrafos del can. 750 del Código de Derecho Canónico: "El magisterio de la Iglesia enseña una doctrina para ser creída divinamente revelada (1° párrafo) o para ser considerada en manera definitiva (2° párrafo), con un acto definitorio o bien no definitorio… En el caso de un acto no definitorio, viene enseñada infaliblemente una doctrina del magisterio ordinario y universal" (las enseñanzas del Concilio). "…Esta doctrina puede ser confirmada o reafirmada por el Romano Pontífice, incluso sin recurrir a una definición solemne... En consecuencia, cuando sobre una doctrina no existe juicio en la forma solemne de una definición, pero esta doctrina, perteneciente al patrimonio del depositum fidei, es enseñada por el magisterio ordinario y universal" (como sucede hoy para las enseñanzas del Concilio)... "ella entonces debe entenderse como propuesta infaliblemente", n. 9.
----------No es verdad lo que dicen los lefebvrianos, de que el Concilio Vaticano II no impone doctrinas y no condena errores; sino que lo hace con un lenguaje simplemente declarativo o expositivo, en la forma descrita por el segundo párrafo y no en la forma descrita por el primero, por lo cual, en base al dictado del segundo párrafo, esas enseñanzas del Concilio continúan poseyendo la nota de infalibilidad.
----------Los lefebvrianos colocan correctamente los requisitos para la infalibilidad de las definiciones solemnes, pero descuidan o ignoran que todos esos requisitos, como resulta por la Ad Tuendam Fidem, no son necesarios para la infalibilidad de las doctrinas dogmáticas de segundo grado o no definidas, que en cualquier caso el documento llama "definitivas", pero, para la infalibilidad de este nivel inferior, es suficiente que se trate del Magisterio de la Iglesia, pontificio o conciliar, que enseña o desarrolla temas contenidos en el depósito revelado, se trate de Escritura o se trate de Tradición, se trate o no se trate de dogmas ya definidos.
----------Los lefebvrianos, en cambio, hacen un salto indebido: del hecho de que el Concilio no define nuevos dogmas (y esto es cierto), ellos concluyen que las nuevas doctrinas dogmáticas del Concilio no son infalibles y, por lo tanto, son falsas por el solo hecho de que no gozan de aquel tipo de infalibilidad que es propio de las doctrinas definidas o dogmas declarados como tales.
----------En cambio, para que haya doctrina infalible, siempre como resulta de la Ad Tuendam Fidem, no es necesario que un Magisterio conciliar tenga o manifieste explícitamente la intención de definir, sino que es suficiente que defina de hecho incluso sin declararlo formalmente: lo que cuenta es que trate materia de fe, es decir, que enseñe verdades de fe, las cuales esclarezcan o expliciten dogmas ya definidos o textos de la Escritura o datos de la Tradición. Y eso es exactamente lo que ha hecho el Concilio.
----------Por esto los lefebvrianos dan un salto absolutamente ilegítimo cuando, restringiendo el concepto de infalibilidad a las solas definiciones explícitamente solemnes, que ocurren muy rarísimamente en la historia del Magisterio de la Iglesia, afirman que "las enseñanzas del Papa y de los obispos en materia de fe no son siempre infalibles" y que "en línea en principio, aunque sea excepcionalmente y en tiempos de crisis gravísima, no es imposible que caigan en error incluso en materia de fe".
----------Por otra parte, los lefebvrianos dicen que "ninguna enseñanza del Concilio Vaticano II puede ser definida 'infalible' ('in sensu diviso'): ni a título de una definición solemne y extraordinaria (faltando la intención expresa), ni a título del Magisterio Universal Ordinario (porque en el caso de un Concilio la Iglesia docente no está 'dispersa' en todo el mundo, característica específica del Magisterio Universal Ordinario, y sobre todo las novedades profesadas en el Concilio carecen de la universalidad vertical, es decir, temporal, necesaria para un verdadero Magisterio ordinario que no es más que un eco de la Tradición), y ni siquiera en los puntos en los cuales retoma las enseñanzas de los otros Concilios o de la Tradición (en este caso las enseñanzas son 'absoluta y definitivamente verdaderas', pero no 'infalibles' si no 'in sensu composito')", y por lo tanto que es posible que "haya errores de este tipo en los textos del Concilio y en el 'Magisterio' posterior ya que no ha sido ejercido el privilegio de la infalibilidad no estando presentes todas las condiciones requeridas".
----------Debe notarse que (siempre de cuanto se desprende de la instrucción Ad Tuendam Fidem) el Magisterio de segundo grado no es sic et simpliciter solo aquel de los obispos esparcidos por el mundo, sino que también puede ser el de los obispos en cuanto, después de un Concilio, aunque dispersos en todo el mundo, enseñan aquello que el Concilio en forma extraordinaria, pero no necesariamente con voluntad de definir, ha enseñado en materia de fe, sumando nuevas visiones a cuanto ya se sabía.
----------Digo entonces que los lefebvrianos no se dan cuenta que con su interpretación de la infalibilidad se excluye o niega, se cierra el acceso, se impide de modo definitivo, la adquisición de un inmenso patrimonio de doctrina segura y de fe, que no se encuentra sólo en el Vaticano II, sino en toda la historia de la Tradición y de nuevo, quizás sin que se den cuenta, vuelven los lefebvrianos a acercarse a los protestantes, con la sola diferencia de que mientras los protestantes declaran falibles cualquier proposición del Magisterio, los lefebvrianos consideran infalibles sólo los dogmas definidos y no también -como en cambio la Iglesia les pide considerar- las proposiciones simplemente declarativas privadas de la explícita voluntad definitoria.
----------Para saber qué es de fe y qué no es de fe, no es necesaria la forma o el modo más o menos solemne o las declaraciones explícitas de parte de la Iglesia, sino que basta verificar que sea la Iglesia la que habla y que nos habla de lo que Cristo nos enseña o lo que ella ha deducido dogmáticamente de las enseñanzas de Cristo valiéndose de la Escritura y de la Tradición. Las definiciones solemnes y extraordinarias están hechas para los duros de orejas o para contrarrestar la oposición de los herejes o para aclarar precedentes enseñanzas.
----------No cambia el contenido ni la certeza de fe con respecto a las simples declaraciones, sino simplemente el modo de enseñarlo. Que Nuestra Señora fuera Inmaculada, la Iglesia lo sabía ya desde antes, solo que con la definición dogmática ha querido proclamarlo con el máximo de la solemnidad y de la publicidad.
----------Pero para los auténticos discípulos de Nuestro Señor Jesucristo, confiados siempre en la sabiduría y en la autoridad de la nuestra Santa Madre Iglesia, no es necesario que ella, cuando expone la doctrina católica, alce su voz, toque la trompeta o refuerce su discurso con especial énfasis, sino que es suficiente que ella hable. Intelligenti pauca. Lo importante es tener orejas. Quien exige demasiadas condiciones para la infalibilidad muestra una desconfianza que no se aviene a la santa simplicidad del verdadero creyente, una vez que él ha comprendido que se trata de materia de fe o de Palabra de Dios.
----------Y para dirimir la aparente contradicción entre el antes y el después, no debe confiarse presuntuosamente en el propio juicio, como hacen los lefebvrianos, sino, en todo caso, pedir humildemente y confiadamente a nuestra Santa Madre Iglesia que les explique, si lo necesitan, más allá de la aparente contradicción, la continuidad, y a los teólogos que la demuestren, por lo cual estos no deben oscurecer lo que ya es oscuro o, peor aún, ser a su vez desconfiados. Los teólogos no deben crear ni agravar las dudas, sino resolverlas, de lo contrario ponen en peligro la fe del pueblo de Dios y conducen a la desobediencia al Magisterio. En estos últimos años, providencialmente, ya ha habido doctísimos teólogos que han podido demostrar la continuidad magisterial en la Iglesia, mientras que la ruptura es imposible de demostrar.
----------Por lo tanto, lo nuevo del Concilio no les debe perturbar ni escandalizar a los lefebvrianos. Deben estar convencidos y confiados de que nuestra Madre, la Iglesia, no los ha traicionado, sino que, como hacen las madres con sus pequeños niños que a veces se empantanan y no quieren caminar o por desconfianza en la madre o por miedo a lo nuevo, los lefebvrianos deben comprender de una vez por todas que la Iglesia, mediante el Concilio Vaticano II, les está pidiendo a ellos también que procedan hacia adelante y, como dice el Señor, que miren que "la mies ya está dorada para la cosecha" (Jn 4,35).
----------Nuestra Madre no nos ha engañado con el Concilio. Quien engaña y crea confusión y divisiones no es la Santa Madre, "columna y fundamento de la verdad", semper idem, como decía el gran e incomprendido cardenal Alfredo Ottaviani, sino que son ciertos hijos degenerados, traidores, saqueadores, ambiciosos, falsificadores y falsos intérpretes del Concilio, inspirados por el demonio, cuyo nombre es: modernistas. Llamémoslos por su nombre. ¿Cómo es posible que todavía los lefebvrianos no se hayan dado cuenta?
----------Llamarlos "progresistas" es un favor que les hacemos a los modernistas, es un escudo que a ellos les viene cómodo y detrás del cual indebidamente se han protegido durante cuarenta años, aprovechándose de un apelativo que en sí mismo es lícito y honesto. Después de todo, progresar es un deber para todos. En cambio, es hora de que se quiten la máscara y que los pongamos de manifiesto por aquello que son. Oremos por su conversión y, como dice el Apóstol, "el que crea estar en pie, tenga cuidado de no caer" (I Co 10,12).
   
Antes de seguir adelante...
   
----------Subrayo un puñado de puntos que considero pueden ayudar a contextualizar mejor el análisis que llevamos haciendo sobre el motu proprio Traditionis custodes:
----------1. Hemos puesto en luz la motivación que ha llevado al Santo Padre a firmar el motu proprio Traditionis custodes: la instrumentalización que ciertos grupos de católicos arraigados en el vetus ordo han hecho del misal de 1962, para oponerse al magisterio y a las directivas del Concilio Vaticano II, al magisterio de los Papas del postconcilio, y a oponerse también al novus ordo del misal de de 1969 del papa san Paulo VI.
----------2. Es también el propio Romano Pontífice el que menciona a la comunidad cismática fundada por mons. Lefebvre como fuente de estos errores y motor principal, a través de su propaganda ideológica, de la difusión de sus ideas heréticas y de sus actitudes cismáticas entre los grupos autodenominados "tradicionalistas" en el seno de la Iglesia, los cuales, por ende, pueden con toda razón denominarse grupos filolefebvrianos.
----------3. Si bien el papa Francisco, en los dos documentos que estamos analizando habla, respecto a los lefebvrianos, de "recomponer el cisma", no habla de herejías, lo cual, por lo demás, es una actitud habitual en su modo de predicación y de argumentación, tendiente siempre a lo pastoral y no a lo doctrinal. Esto no quiere decir que lo doctrinal no esté implícito en el centro de la cuestión que ha planteado este motu proprio, surgido a causa del rechazo del magisterio del Concilio y de los Papas del postconcilio.
----------4. Por tal motivo, he resumido en la presente nota los principales errores lefebvrianos respecto al Concilio Vaticano II y al magisterio de los Papas del postconcilio.
----------5. Subrayar las herejías lefebvrianas, no impide reconocer que los lefebvrianos tienen razón en acusar al modernismo difundido en estas últimas décadas como causa de la actual crisis en la Iglesia.
----------6. Sin embargo, en la crítica lefebvriana al modernismo postconciliar existen dos errores de fondo:
----------1°) acusar al Concilio Vaticano II y a los Papas del postconcilio de enseñar herejías modernistas, error que implica en ellos a su vez caer en la herejía, porque ni los Concilios Ecuménicos ni los Romanos Pontífices pueden caer en herejía. El actual lamentable estado de la Iglesia católica ha sido principalmente causado por la interpretación modernista del Concilio, especialmente la interpretación rahneriana, que ha rechazado la interpretación autentica del Concilio llevada a cabo por los Papas del postconcilio, incluyendo al papa Francisco, interpretación auténtica que los lefebvrianos también rechazan.
----------2°) partir del error de no distinguir modernidad de modernismo, criticando lo moderno en bloque, sin reconocer los valores que pueden rescatarse de la modernidad, lo cual ha sido uno de los motivos del Concilio Vaticano II. Precisamente, el instrumento eficaz para combatir el actual modernismo en la Iglesia es la aplicación plena de las enseñanzas doctrinales del Concilio Vaticano II, no según la interpretación neomodernista o rahneriana, sino según la auténtica interpretación de los Papas del postconcilio.

4 comentarios:

  1. Muy interesante su minucioso análisis. Es cierto que sin fundamento no se puede razonar.
    De todos modos, me pregunto si no se está tirando el bebé con el agua sucia. O sea, por algunos que contestarían el Concilio Vaticano II privan de esa forma de celebración a muchos otros. Teniendo en cuenta que se trata globalmente hablando de muy poca gente.
    Por otra parte tenemos episcopados entenros que proponen y practican la comunión a los divorciados rejuntados y nada. Ni que hablar de los que proponen el sacerdocio femenino, el matrimonio de personas del mismo sexo o los notorios abusos litúrgicos. El Santo Padre habla de excesos de uno u otro lado, pero para el "otro lado" no se ven prohibiciones. Y convengamos en que cualquier persona que asiste a Misa en una parroquia experimenta abusos litúrgicos mayores o menos. Son raros los lugares de culto en los que éstos no se verifiquen. Exceptuemos al Opus Dei, IVE, Miles Christi o algún otro similar. En el resto tenemos de todo.
    Por eso extraña que el Papa se preocupe tanto por prohibir de un tipo de abuso que afecta a poquísimos y solamente exhorte a abusos que afectan a la mayoría.

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    1. Estimado Paco,
      el fundamento de mis razonamientos, está constituído por, por un lado, los dos documentos emanados por el Santo Padre el pasado 16 de abril, y por otro lado, por la dogmática católica guiada por todo el Magisterio de la Iglesia y desarrollada por la sana filosofía guiada por quien la misma Iglesia ha designado su Doctor Communis, santo Tomás de Aquino.
      Ahora bien, trata de reflexionar un poco sobre esto: la preocupación del Papa es que estemos todos unidos en torno al novus ordo, porque la Santa Misa es el máximo principio de unidad espiritual del pueblo de Dios.
      Los devotos del vetus ordo pueden continuar en su actividad litúrgica; sin embargo, deben darse cuenta de que su elección no puede pretender la universalidad, a la cual tiene derecho el novus ordo.
      Por cuanto respecta a los abusos en la celebración del novus ordo, sabemos lo triste que es esa realidad. Sin embargo, estemos atentos a no exagerar su alcance, considerando que el novus ordo se celebra en todo el mundo, por lo cual es comprensible que la humana debilidad de alguna manera estropee la belleza de este rito.
      El problema del modernismo (herejía sobre la cual encontrarás abundante material en este blog), más que ser el de los abusos litúrgicos, está dado por una concepción secularista de la Misa en el contexto de una vida cristiana infectada por los errores modernos. Por eso yo considero que nuestros pastores, más que reprimir los abusos en la liturgia, deberían principal y urgentemente corregir las ideas erróneas de aquellos teólogos que vacían la Misa de su significado de fe, por ejemplo, si esos teólogos enseñan en sus propios seminarios. Eso es lo urgente.

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  2. Tengo 70 años y nunca asistí, después de la reforma litúrgica de 1969, a una misa bajo la hoy llamada forma extraordinaria pero me deja una desagradable impresión la severidad de tono del documento, casi diría que evidenciando encono o, al menos, un fuerte enojo. Y el propósito, también evidente de erradicar el rito en el menor tiempo posible. Los fieles que acuden a esas misas van a quedar desconectados de sus clérigos referentes, sin los lugares adonde se habían acostumbrado a concurrir, con las comunidades descabezadas, sin sede y sin celebrantes. Como si fueran portadores de una “peste espiritual” fuertemente contagiosa. Y con el dato de ni siquiera esperar el final de la pandemia y cuando todavía la gente está llorando a sus deudos. Cuesta encontrar, francamente un mínimo de misericordia en todo este lamentable episodio. Volviendo a mis 70 años, he visto en todo este largo período, todo tipo de rarezas litúrgicas bajo el paraguas de la reforma de 1969. Músicas, actitudes, colores de estolas, homilías, todo lo imaginable y más. Hasta hubo un obispo, hoy beatificado, que dejó una misa por la mitad en mayo de 1973, para terminarla después de que finalizara el gobierno militar de Lanusse y comenzara el de Cámpora! Vienen a mi memoria, la Pacha Mama, reverenciada en San Pedro, la deriva de la Iglesia alemana, los escatológicos diálogos con Luigi Scalfari en el diario La Repubblica, desmentidos a veces, pero no con gran énfasis y que se siguen repitiendo pese a las confusiones de los diálogos anteriores, y un largo etcétera. Pero parece que la gran preocupación son las comunidades tradicionales. Y las que están dentro de la obediencia católica. O sea, que no siguieron a los cismáticos. ¿Ud. puede realmente creer (como se deduce de sus múltiples artículos en los últimos tiempos) que el problema principal de la Iglesia católica es hoy la forma litúrgica confirmada por Summorum Pontificum en 2007?

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  3. Estimado Gustavo, efectivamente, el Papa muestra una cierta indignación contra aquellos cismáticos, que se han aprovechado de modo desleal de la libertad concedida por el papa Benedicto XVI para hacer de la Misa vetus ordo el estandarte de la protesta contra el novus ordo, contra el Concilio Vaticano II y contra los Papas del postconcilio y, en particular, contra el Papa actual. Que existen abusos en la celebración del novus ordo, eso lo sabemos todos, y el Papa lo sabe primero y antes que nadie, y esto es tan verdad que lo menciona también en el motu proprio (aunque no trata en particular del punto). Pero, personalmente creo que se podría decir que el Papa debería ser más estricto contra estos abusos de los sacerdotes. Pero ser más estrictos del modo como yo lo vengo expresando: es decir, combatiendo y corrigiendo (o sancionando) ante todo a los teólogos y profesores de seminario que enseñan errores sobre el culto a Dios, los sacramentos y la liturgia. En la corrección de estos abusos es muy grande la responsabilidad de cada Obispo en su diócesis. Además, no es para nada cierto que el Papa quiera abolir la Misa vetus ordo. Eso es una sospecha impía, porque la Misa vetus ordo es una Misa. ¿Acaso podemos imaginarnos, por más fantasiosos que fuéramos, que un Papa quiera abolir la Misa? Pero, ¿cuál es el propósito que quiere lograr el papa Francisco? Lo dice él mismo en el Motu Proprio: la recomposición del cisma, que nació en torno al Misal Tridentino, desobedeciendo la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II y desobedeciendo a todos los Papas del postconcilio. Además, el papa Francisco recuerda a todos los que siguen el Misal Romano que hoy es necesario reunirse en torno al novus ordo, que es el único rito que hoy está admitido como universal en la Iglesia, para crear la unidad, sin cometer abusos, aumentar su belleza y la solemnidad e incrementar las actividades de las parroquias.

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