miércoles, 7 de julio de 2021

El papa Francisco y sus directivas sobre la pena de muerte (2/5)

Al analizar este tema, lo primero de lo que tenemos que estar seguros nosotros, los católicos, es que si el papa Francisco ha decidido modificar y aprobar una nueva redacción del número 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica dedicado a la pena de muerte, es necesario partir ante todo de un obvio dato de hecho: él ha decidido ejercer sus propias, sacrosantas y legítimas potestades.

Potestad del Romano Pontífice en sus directrices pastorales prudenciales
   
----------Si estos días he vuelto a proponer para la reflexión el asunto de la modificación que el Santo Padre ha decidido realizar en el Catecismo de la Iglesia Católica acerca del tema de la pena de muerte, es porque se trata de una de las cuestiones que los sectores católicos o sedicentes católicos que hoy se muestran reaccionarios al actual pontificado, enarbolan como estandartes de su batalla. Cuestiones tales como las directivas de pastoral referidas a divorciados vueltos a casar, o las directivas pastorales frente a las personas homosexuales, o la predicación ecuménica e interreligiosa de la fraternidad humana, o el diálogo con el Islamismo o con el Judaísmo o con el Protestantismo, o las eventuales iniciativas comunes con masones, o precisamente las directivas prudenciales del papa Francisco acerca de la pena de muerte, son las iniciativas de este pontificado (pero no sólo de éste) que los sectores actualmente reaccionarios se creen con derecho a rechazar.
----------Como las cuestiones citadas conforman la cantinela de siempre de los reaccionarios contra el papa Francisco, de ahí que sea conveniente insistir en proclamar la correcta posición católica.
----------Los buenos católicos saben perfectamente que si el papa Francisco ha decidido modificar y aprobar una nueva redacción del Catecismo de la Iglesia Católica en lo que se refiere a la pena de muerte, es ante todo porque él ha decidido ejercer sus propias potestades, las cuales tiene por mandato de Nuestro Señor Jesucristo. Y estas potestades suyas, que son sacrosantas y legítimas, no son tales solo cuando las ejerce con la complacencia de ciertos laicos muy católicos muy apostólicos y muy romanos, "comprometidos y militantes", sino que son tales siempre, pues de lo contrario terminaríamos cayendo primero en la psicología luterana, con el paradójico propósito de tutelar una no mejor precisada traditio catholica, y luego seríamos llevados a la psicología fronteriza de esas cultas, amables y respetables personalidades que dirigen ciertos blogs y sitios web sedicentes católicos, agencias católicas y romanas de noticias, y de todos sus seguidores.
----------Frente a los extremismos ideológicos que suelen manifestar los reaccionarios de la actualidad, viene bien recordar, entonces, que el Romano Pontífice, cuando asume una postura de gobierno o establece una directiva pastoral determinada, si bien en tal caso no actúa como indefectible Maestro de la Fe para toda la Iglesia, revestido del carisma de la infalibilidad incluso en su magisterio ordinario, actúa sin embargo con su potestad de Pastor universal para toda la Iglesia, y lo hace fundado en el derecho y deber de ejercer su oficio de guía del rebaño de todos los fieles hacia la Patria del cielo.
----------Naturalmente, cuando cumple su misión de Pastor, no es infalible, aunque esté asistido por una especial gracia de estado, pues puede rechazar voluntariamente esa gracia, puede equivocarse, y hasta puede pecar. Sin embargo, el fiel católico no puede rechazar sin más ni más, ni menos oponerse, ni menos hacer campaña o propaganda contra las prudenciales medidas del Papa. Pues le debe respeto y obsequio de obediencia también en este ámbito; aunque, naturalmente, aún así, como se trata de un ámbito en el que el Romano Pontífice puede quizás equivocarse, el fiel católico siempre mantiene su derecho a disentir teóricamente, especulativamente, y hasta puede manifestar su disenso teorético hacia la medida prudencial del Papa, pero siempre haciéndolo con el debido respeto y manteniendo la actitud de hijo fiel hacia el padre de todos.
   
Lo que acerca de la pena de muerte ha cambiado en el Catecismo
   
----------El texto anterior del Catecismo de la Iglesia Católica, decía en el número 2267 lo siguiente: "La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto, las vidas humanas. Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana. Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquel que lo ha cometido, sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo 'suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos' (San Juan Pablo II, Evangelium vitae, n.56)".
----------Pues bien, el Romano Pontífice, en pleno ejercicio de su suma y legítima potestad, ha decidido eliminar de este número del Catecismo el concepto: "si esta fuera el único camino posible", y en consecuencia también la parte final en la que se especificaba: "los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos".
----------Todo ello previa explicación encomendada a la Congregación para la Doctrina de la Fe que ejerció su propio oficio de modo excelente. Ahora el texto queda así: "2267. Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común. Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente. Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo".
   
Consenso o disenso teórico sobre las medidas prudenciales del Romano Pontífice
   
----------Cuando se produjo este cambio en el Catecismo, no fueron pocos los que me consultaron acerca de qué pensaba sobre el tema, y si todo esto era realmente necesario. En resumidas cuentas, lo que siempre respondí es que lo que pienso sobre el tema es absolutamente irrelevante, ya que ni yo ni mis superiores (se trate de superiores por grado sacramental o por oficio eclesiástico) somos los supremos maestros de la doctrina y de la fe, en absoluto. Y ningún fiel, ni siquiera todos esos laicos comprometidos (como ya dije: muy católicos muy apostólicos y muy romanos) que publican cotidianamente en tantos sitios y blogs de internet, acompañados por ciertos sacerdotes que dan la impresión de no haber superado en su formación clerical el catecismo de perseverancia para laicos, puede expresar su enfado ideológico frente a un acto prudencial tan legítimo, si cabe, pretendiendo poner ellos por su cuenta los puntos sobre las íes.
----------En efecto, ciertas decisiones recaen en el ámbito de los actos del Romano Pontífice reinante que no son pasibles de discusión, les guste o no a aquellos laicos y sacerdotes católicos que durante demasiado tiempo han estado jugando peligrosamente con la teología, la eclesiología, la historia de la Iglesia y el derecho canónico. En definitiva, gente que, tras haber visto una noche la película Los Diez Mandamientos, el clásico de 1956, con los míticos Charlton Heston y Yul Brinner, se despertaron a la mañana siguiente creyendo que eran excelentes biblistas, o por haber visto La Misión, con Robert De Niro y Jeremy Irons, se despertaron luego creyendo ser competentes historiadores de la Iglesia. ¿Y deberíamos tomarlos en serio? Frente a esta clase de gente, la ironía es de suma utilidad, ella se convierte en un acto de perfecta caridad.
----------Diferente sería el caso, si alguien me pregunta qué pienso sobre este tema a título puramente personal y, por así decir, a nivel puramente académico, porque en tal caso puedo responder que ​​el número 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica había sido redactado con gran sabiduría y equilibrio en tiempos del papa san Juan Pablo II, y que hubiera podido quedar como tal, sin cambio alguno. Sin embargo, el cambio producido en el Catecismo también cae dentro de la plena y ordinaria legitimidad, tanto es así que en los ámbitos de gobierno de la Curia Romana hay un dicho muy difundido que dice: "¡Un Pontefice bolla ed un altro sbolla".
----------En mi irrelevante opinión, los casos en los cuales la pena de muerte es oportuna y necesaria son de hecho muy raros, si no completamente inexistentes en la actualidad. Sin embargo, no es seguro ni está dicho que los casos muy raros no se repitan mañana; de hecho, en un mundo que hoy ha degenerado en formas de inquietante decadencia humana y moral, así como de formas de violencia mucho peores que en épocas pasadas, también puede ser que ciertos casos se repitan, quizás incluso peor que antes e incluso antes de lo que uno podría imaginar, solo basta pensar en el terrorismo de matriz política o de matriz pseudo-religiosa.
----------Mencionemos un caso: Adolf Hitler [1889-1945] aparentemente se suicidó por su propia voluntad en un búnker de Berlín. De no haber sido así, los analistas históricos siempre han afirmado que la guerra habría durado al menos otros dos años, hasta el agotamiento y auto-destrucción total de Alemania.
----------Citemos otro caso: Saloth Sar [1925-1998], más conocido como Pol Pot, dictador comunista camboyano y principal líder de los Jemeres Rojos, quien desde la génesis de estos en la década de 1960 hasta su muerte, fue el responsable de un número impresionante de muertes y torturas indescriptibles perpetradas durante años, tras los cuales finalmente cayó en la típica paranoia de los dictadores. A partir de 1997 comenzó a ver enemigos por todas partes, hasta matar a su más fiel colaborador, Son Sen, que solo había intentado llegar a un acuerdo con el gobierno. Poco después, el propio líder militar de los Jemeres Rojos ordenó la captura de Pol Pot y su reclusión de por vida bajo arresto domiciliario. Después de varias vicisitudes, en abril de 1998 se anunció que los Jemeres Rojos habían decidido entregar a Pol Pot a una Corte Internacional de Justicia. Sin embargo, la misma noche después de que se hizo el anuncio, el dictador moría de un infarto.
----------Podría pensarse que dejar con vida a ciertas figuras simbólicas, transformadas por ciertos sectores sustanciales de la población en verdaderos ídolos, bien sabemos que siempre ha significado favorecer la continuación de las guerras con todo lo que ello puede implicar como precio, en atrocidades y vidas humanas. Por lo tanto, no solo parece necesario suprimirlos por el supremo bien de poblaciones enteras, sino que también parece bueno que su condena a muerte sea pública, o que esté documentada mediante fotografías o filmada, con el fin de quitar cualquier ilusión a los indomables ilusos sometidos al plagio de ciertos líderes.
----------La conclusión sociológica, naturalmente no cierta sino tan solo probable, es que ciertas ilusiones solo se pueden quitar mostrando a la población sometida a la tiranía la supresión y el inexorable fin de su ídolo, ante el cual el mecanismo de la mímesis y el plagio decaerá, quizás, dejando espacio para otras consecuencias, basta recordar a propósito la ola de suicidios en Alemania tras la caída de Hitler. ¿O acaso hemos olvidado que mientras Alemania había perdido la guerra y estaba en total derrota, comenzaron a alistarse y enviar a la muerte a adolescentes de quince y dieciséis años, mientras que una gran parte de la población estaba segura de que pronto se completaría la fabricación y se usaría la "gran arma secreta"?
----------Quizás lo que ha ocurrido es que el actual Romano Pontífice, ha tomado su decisión prudencial de modificar el Catecismo, en lo relativo a la pena de muerte, asistido por una gracia del todo especial del Espíritu Santo, habiendo recibido una particular iluminación que le ha garantizado que ciertos casos nunca volverán a surgir en la historia futura. Si los lectores quieren pensar de esta manera, están en toda su libertad de hacerlo. En cualquier caso, si las previsiones son erróneas, y se vuelven a presentar esos casos, en ese momento encomendaremos a los nuevos Adolf Hitler o Pol Pot a los servicios sociales, sanadores y correctivos, reeducadores, de alguna buena clínica o prisión en Ciudad del Vaticano, para que allí se complete su plena recuperación, pues como dice el sabio "Padre de la Iglesia" Jean Jacques Rousseau [1712-1778]: "el hombre malo no existe. Y si existe, no es culpa suya, sino de la sociedad, o culpa de la historia..."
   
¿Tenemos que estar en contra de la pena de muerte o a favor de ella?
   
----------Cuando me preguntan si estoy en contra de la pena de muerte, siempre he respondido que sí, lo estoy, pero no de manera categórica y absoluta, o por decirlo de manera impropia: de manera "dogmática". En efecto, como acabo de explicar, pueden surgir casos rarísimos, hasta podría decirse únicos, en los cuales fuera un deber para la salvación de otros suprimir a un ser humano. Por otra parte, considero que cuanto más grave sea el delito o crimen cometido, más honesto, valiente y sabio debe ser el abogado defensor que ejerce  a favor del imputado el derecho inalienable de su defensa.
----------Jamás condenaría a la pena capital al peor de los asesinos seriales que cometieron los homicidios más atroces, porque una vez condenado y encarcelado de por vida, ya no constituiría ningún peligro, es más, no está dicho que con el curso de los años, durante el descuento de su pena o castigo, no se arrepienta, como no pocas veces ha sucedido, incluso en el contexto de las causas de los santos.
----------Al respecto, basta recordar al asesino de santa María Goretti [1890-1902], Alessandro Serenelli [1882-1970], quien con la corona del rosario en mano, arrodillado en una capilla lateral, asistió en 1950 a la ceremonia de beatificación de aquella querida heroína de la caridad. Hoy, los restos de Alessandro Serenelli descansan en la misma iglesia donde fue sepultada la mamma Assunta Carlini [1866-1954], la madre de Maria Goretti. Si Alessandro Serenelli hubiera sido juzgado y condenado a muerte por su atroz homicidio precedido de un intento de violación, tal vez nunca hubiera tenido la oportunidad, después de la reducción de su condena, de pedir perdón de rodillas a la madre de la heroica niña, o haber podido vivir una vida auténticamente santa en el interior de un convento de frailes Capuchinos, dejando un breve testamento espiritual que constituye, en su esencial brevedad, una verdadera síntesis de la teología de la redención.
----------Y aquí vale la pena citar sus palabras exactas: "Soy un viejo de casi 80 años, pronto voy a terminar mis días. Echando una mirada al pasado, reconozco que en mi primera juventud recorrí un sendero falso, la vía del mal que me condujo a la ruina. Veía todo a través de la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos que siguen la mayoría de los jóvenes sin siquiera pensarlo. Y yo hice lo mismo. No me preocupaba. Personas creyentes y practicantes tenía cerca de mí, pero no les prestaba atención, cegado por una fuerza brutal que me empujaba hacia un sendero malo. A los 20 años cometí el delito pasional, del que hoy me horrorizo de sólo recordarlo. María Goretti, ahora santa, fue el ángel bueno que la Providencia había puesto ante mis pasos para guiarme y salvarme. Todavía tengo grabadas en mi corazón sus palabras de compasión y de perdón. Rezó por mí e intercedió por su asesino. Siguieron treinta años de prisión. Si no hubiera sido menor de edad, hubiera estado condenado a cadena perpetua. Acepté la merecida condena. Expié mi culpa. La pequeña María fue verdaderamente mi luz, mi protectora; con su ayuda, me porté bien en mis 27 años de cárcel e intenté vivir honradamente cuando la sociedad me aceptó de nuevo entre sus miembros. Los Hermanos de San Francisco, los Capuchinos de Marché, me acogieron con caridad seráfica en su monasterio no como un siervo sino como un hermano y con ellos convivo desde hace 24 años. Ahora espero sereno el momento de ser admitido en la visión de Dios, de abrazar a mis seres queridos de nuevo, y de estar junto a mi ángel protectora y su querida madre, Assunta. Los que lean esta carta, ojalá que quieran seguir la feliz enseñanza de huir del mal y seguir el bien siempre. Pienso que la religión con sus preceptos no es una cosa que se pueda menospreciar, sino que es el verdadero consuelo, el único camino seguro en toda circunstancia, hasta las más dolorosas de la vida" (Testamento de Alessandro Serenelli, 5 de mayo de 1961).
   
Algunas conclusiones provisorias, antes de seguir adelante...
    
----------Por lo tanto, llegados a este punto, reitero que el "me gusta" o "no me gusta" la reformulación de este pasaje del Catecismo de la Iglesia Católica, es un asunto completamente irrelevante, porque el custodio de la doctrina y de la fe no soy yo, y mucho menos lo son los críticos laicos muy católicos muy apostólicos y muy romanos, comprometidos y militantes, sino que sólo lo es el Romano Pontífice.
----------De lo contrario, se corre el riesgo de acabar de una manera ignominiosa y peligrosa como el presbítero palermitano Alessandro Minutella, quien se jactaba a cada paso de haber obtenido dos doctorados en sagrada teología (como si esto fuera una garantía dogmática de sabiduría y santidad), y aún así, no habiendo con esto ni siquiera entendido los fundamentos de la eclesiología, escandalizando, confundiendo y desorientando al Pueblo de Dios, al afirmar que la Santa Misa celebrada "en comunión con el papa Francisco" es inválida y que no hay en ella transubstanciación, en cuanto que, según él, "el herético cardenal Jorge Mario Bergoglio no es el legítimo Pontífice, sino que es un antipapa elegido por la masonería".
----------Para seguir después de eso con trágicas amenidades de variada índole, en las cuales ningún católico debería caer jamás, porque hoy, los nuevos heresiarcas han devenido mucho más sutiles y refinados que ayer y se presentan como luchadores iluminados por el Espíritu Santo y por la Santísima Virgen María para la defensa de la verdadera Iglesia, de la verdadera fe y de la verdadera tradición. Desafortunadamente, sin embargo, con el resultado habitual: llevar a las almas a la rebelión contra Pedro y, por lo tanto, a la perdición, que es el camino que han seguido todos los herejes y cismáticos de la historia de la Iglesia.
----------Podemos decir con todo la delicadeza, el respeto y la devoción que al Romano Pontífice le debemos sus devotos hijos, que el hombre Jorge Mario Bergoglio no es perfecto, y que como doctor particular y privado ha mostrado signos de imprudencia y de ambigüedad, de carencias pastorales y de gobierno. Que él también, como uno más entre los descendientes del Adán pecador, es defectuoso, precisamente como lo era también Simón, llamado Pedro, que tal vez tenía muchos más defectos y limitaciones que éste, su Sucesor.
----------Pero que cuando Pedro y sus Sucesores, incluido el actual Romano Pontífice, Francisco, hablan en materia de doctrina y fe, como supremos Maestros de la Fe, en ese momento, hay que guardar silencio y obedecer con fe divina o eclesiástica según los casos; y en los casos en que Pedro decide prudencialmente como Guía y Pastor de su rebaño que es la Iglesia entera, entonces es necesario prestar religioso obsequio y respeto. Caso contrario, para defender el propio subjetivo cristianismo (de sacerdotes o laicos muy católicos muy apostólicos y muy romanos) se corre el riesgo de caer en las peores formas de luteranismo, modernismo, lefebvrismo, o como se llamen las nuevas herejías y cismas que pueden surgir en el futuro. Por el contrario, nosotros, simples católicos sin más, sin agregados, preferimos seguir aquellas bien conocidas palabras de san Ambrosio: "ubi Petrus ibi Ecclesia" (donde está Pedro allí está la Iglesia).

5 comentarios:

  1. Estimado Padre Filemón, estoy totalmente de acuerdo con su análisis. Sin embargo, y sin perjuicio de la obediencia debida al Pontífice, me surgen algunas dudas:
    1) Ante todo, una pregunta de naturaleza jurídica: muchos son los que han señalado que el Catecismo de la Iglesia Católica no es el Denzinger. ¿Tendremos que esperar entonces más aclaraciones por parte del Magisterio sobre este tema de la "inadmisibilidad" de la pena de muerte?
    2) ¿Estamos hablando aquí de una materia al cual se aplica el criterio del tercer grado de autoridad magisterial (según Ad tuendam fidem), para el cual se requiere el "obsequio de la voluntad"?
    3) ¿Es demasiado decir que, por lo tanto, la pena de muerte es un "intrinsece malum"? Si alguna vez se pudieran presentar ocasiones similares a los casos históricos que usted ha citado, ¿qué debería hacer un católico (tal vez un juez)? ¿No existe el riesgo de caer en un pecado de omisión?
    Gracias.

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    1. Estimado Mauro P.H.,
      me temo que Ud. se haya adelantado un poco con sus preguntas, antes de leer todas las notas de esta serie. De todos modos, le daré algunas pistas, breves, que seguramente Ud. podrá completar con lo que ya se ha publicado y con lo que se vaya publicando estos días:
      1) Si por "magisterio" entendemos su sentido preciso de oficio docente del Papa en cuanto Maestro de la Fe, la cuestión de la pena de muerte no entra aquí, pues se trata de una medida prudencial en cumplimiento de su oficio de Pastor de la Iglesia.
      2) Su segunda pregunta ya está implícitamente contestada con mi primer respuesta. Pero añadiré, para su utilidad, el recordarle que: el "magisterio de tercer grado" es el que la carta Ad tuendam llama "magisterio auténtico", y puede abarcar tanto materia de fe como de moral, derecho o pastoral. Aquí la Iglesia nos enseña siempre la verdad de la Palabra de Dios, pero no especifica si, ni dónde, ni cuándo, se trata o no se trata de verdad de fe o de un dato virtualmente revelado o conexo con la fe. Debemos descubrirlo nosotros mismos con una atenta exégesis de los textos, separando lo que es indiscutible de lo que puede ser discutido, criticado o refutado, lo que evidentemente no toca a la doctrina, sino a la praxis o la pastoral (como es precisamente la cuestión de la pena de muerte).
      3) Como quedará también explicado en mi tercer nota de esta serie (aunque ya implícitamente se ha dicho), la pena de muerte no es un intrinsece malum, como el aborto o el homicidio. Es un malum ut in pluribus, es decir, que admite excepciones.

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  2. El filósofo italiano Guido Calogero (liberal, laico, muerto en 1986), en defensa de la sacralidad de la pena de muerte, pedía que no fuera ejecutada por el despreciable verdugo, sino por el jefe del Estado, único puente (pontífice) entre la majestad del Estado y la expiación-redención del reo. Estas ideas parecen estar en perfecta sintonía con la sacramentalidad de la Iglesia, si tan solo existiera, en cualquier nivel de la sociedad, tanto secular como religiosa, un mínimo sentido de seriedad. Por lo tanto, una decisión pontificia sobre esta cuestión, puede ser legítima en materia de derecho, pero hic et nunc es muy dudoso que sea seria, que sea sabia, y que sea relevante.

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  3. Estimado Padre, a mi parecer, para entender como debe ser entendida la nueva formulación del artículo 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, le propongo un ejemplo, quizás surrealista, pero posible en determinadas condiciones sociopolíticas.
    Admitamos que la ley de un Estado para el delito de masacre o genocidio admite sólo la pena de muerte y ninguna forma de detención, ni siquiera la cadena perpetua. Un juez católico de ese Estado, llamado a juzgar a un genocida confeso, filmado mientras ordenaba o cometía tal brutalidad y capaz de entender y querer, ¿debería absolverlo para no pecar mortalmente?
    Por la manera como se había entendido la formulación anterior del Catecismo, que toleraba la pena de muerte como extrema ratio (pero no admitía en absoluto la pena de muerte como medida ordinaria), habría respondido que no a la pregunta antes formulada: el juez podría condenarlo a muerte y no cometer pecado mortal, siendo la absolución de tal genocida y la posibilidad de su reincidencia incluso peor que su muerte.
    ¿Pero con la redacción actual? ¿Qué me dice usted?
    Le agradezco por sus interesantes artículos y espero que me responda. No es la primera vez que he buscado una cierta continuidad con el pasado en los actos magisteriales del papa Francisco (pienso en la nota 351 de Amoris Laetitia) y me gustaría volver a hacerlo esta vez.
    Un cordial saludo.

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    1. Estimado Marino,
      con lo que ya llevo dicho en las dos notas publicadas sobre el tema, he tratado de explicar que la modificación decidida por el papa Francisco en el Catecismo, no se refiere (directamente) a una cuestión doctrinal, sino que indica una decisión prudencial del Papa, que, en el ámbito de lo práctico y concreto, es de hecho una invitación del Romano Pontífice a los Estados seculares, para que eliminen de su legislación positiva la pena de muerte. Esta invitación del Papa, como no se refiere a nada de ley natural ni divina, no es vinculante para los Estados, ni para ningún juez católico o no católico o no creyente. Es una invitación del Papa en un ámbito en el que él no tiene autoridad jurisdiccional, sino que es un ámbito en el que el Estado secular goza de autonomía.
      Dicho eso, agrego un bocadillo algo irónico, esperando que Ud. me lo entienda en el mejor de los sentidos:
      Su pregunta acerca del "juez católico", debería hacérsela a todos los políticos "católicos" del mundo, españoles, italianos, argentinos, a todos... finísimos especialistas en dar vuelta las cartas sobre la mesa, aprobando en su momento la Ley del aborto en sus países, sin ningún reparo personal en sus conciencias, escondiéndose detrás del dedo del… "ha sido un acto institucional debido".
      En la misma situación, para ponerle un conocido ejemplo histórico, el católico Rey de Bélgica, Balduino, con una estratagema constitucional, abdicó del trono por un par de días, a fin de que la Ley del aborto no pasara con su propio nombre.

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