sábado, 17 de julio de 2021

Pandemia y verdad (5) Cristo remedio al pecado y al sufrimiento

"El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz:
sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz" (Is 9,1).
   
Solamente la luz de la completa Verdad y Vida que Nuestro Señor Jesucristo nos ha donado, puede dar luz y vida a este mundo inmerso hoy en tinieblas y muerte. El actual misericordismo no hace más que ahondar las tinieblas de esta hora. Tendencia herética hoy lamentablemente muy difundida entre gran cantidad de Obispos y sacerdotes (frecuentemente de modo inadvertido), termina negando verdades fundamentales del dogma cristiano, más que nunca necesarias para asumir cristianamente la actual pandemia. 

Cristo remedio al pecado y al sufrimiento
   
----------Para retornar ahora a la realidad (luego de repasar en la nota anterior las falsas respuestas al sufrimiento que surgen de la magia, la superstición y el ateísmo), podemos decir, por lo tanto, que el hombre, según la narración bíblica, habiendo perdido, por el pecado original, la gracia, don divino sobrenatural, no era ya capaz de recuperarla, si Dios no se la hubiera devuelto a condición de arrepentirse del pecado. Y por esto la Sagrada Escritura enseña que solo Dios puede perdonar el pecado. De hecho, el perdón divino presupone un verdadero y propio acto creativo, un acto que obviamente solo Dios puede cumplir.
----------Cristo es Aquel que, con su sacrificio, paga el débito de Adán y da satisfacción al Padre por el pecado en lugar de nosotros. En este punto el Padre perdona el pecado, es decir, nos perdona a nosotros la deuda ya pagada por Cristo. Sin embargo, como bien explica san Pablo, estamos llamados a "completar en nuestra carne", con nuestros sufrimientos, "lo que falta a los sufrimientos de Cristo" (Col 1,24).
----------La sangre de Nuestro Señor Jesucristo es el precio de nuestro rescate. Nosotros, que ya pertenecíamos al Padre, una vez alejados de su dominio a causa del pecado, y convertidos en esclavos de Satanás, hemos sido liberados de su humillante dominio, hemos sido re-comprados, re-adquiridos (red-empti) por Cristo, Nuestro Señor, y restituidos a nuestro legítimo propietario, el Padre. Al mismo tiempo, Cristo ha pagado al Padre con su sangre, por el daño recibido por la pérdida de su dominio sobre el hombre a causa del pecado original. Por eso mismo san Pablo dice que "hemos sido comprados a alto precio" (cf. 1 Co 6,20), mientras que el Apocalipsis dice que Cristo "nos ha rescatado para Dios con su sangre" (Ap 5,9).
----------El remedio al pecado no es solo la cancelación de la culpa, sino también la eliminación de las consecuencias del pecado, es decir, del sufrimiento y, si es cierto que el pecado merece un justo castigo, nada impide la piedad hacia quien sufre, que es un aspecto esencial de la obra de la Redención, pueda y deba extenderse también a quienes son castigados por sus pecados o cumplen una pena por sus delitos, ya que la caridad cristiana, sin negar el rigor de la justicia, tiene la propensión a mitigar y aliviar, en la medida de lo posible, el dolor y el sufrimiento, evitando con todo cuidado cualquier forma de rigorismo o, peor aún, de crueldad. De ahí, las obras de misericordia corporales y espirituales, el alivio del sufrimiento, la lucha contra el sufrimiento, el consuelo y la confortación en el sufrimiento, la liberación del sufrimiento.
----------El consuelo de los afligidos, no solo por un sentimiento de mera compasión y piedad humanas, sino para obedecer al mandato de Nuestro Señor Jesucristo y para seguir su divino ejemplo, es una de las principales consignas de la ética cristiana, siempre practicada en miles de formas a lo largo de la historia cristiana, consolación eficacísima, fundada en el Evangelio y acompañada de un activo y eficaz empeño personal. La misma contemplación del misterio de la cruz, que siempre caracteriza a la santidad cristiana siguiendo a san Pablo, es fuente de inefable consuelo para el cristiano, siempre en la línea de la amabilidad del sufrimiento por amor de Cristo y para corresponder a su amor por nosotros.
----------Algunos testimonios y directivas bíblicas significativas son las siguientes: "El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos" (Sal 34,19); "si alguien está afligido, que ore" (Sgo 5,13); "no me ocultes tu rostro en el momento del peligro" (Sal 102,3); "acordaos de aquellos que sufren" (Heb 13,3); "la Sabiduría libró de las fatigas a sus servidores" (Sab 10,9); "oh Dios, al fin nos diste alivio" (Sal 66,12); "como una madre consuela a su hijo, así yo te consolaré a ti" (Is 66,13); "el Padre os dará otro Consolador" (Jn 14,16); "venid a mí todos los que estéis afligidos y agobiados, y yo os aliviaré" (Mt 11,28).
----------De aquí los continuos progresos en todas aquellas actividades humanas que están ordenadas al alivio de las miserias humanas, en el plano físico y en el espiritual. De aquí, por ejemplo, los progresos continuos de la medicina. De aquí la fundación, a lo largo de la historia cristiana, de innumerables institutos laicales y religiosos de asistencia y de socorro a los pobres, a los ancianos, a los inmigrantes, a los peregrinos, a los huérfanos, a los enfermos, a los encarcelados, a los que sufren y a los marginados de todo tipo, edad, clase y condición.
----------Importante es el lugar del sufrimiento en la obra educativa cristiana y, más en general, en el estilo pastoral de los santos Obispos y Papas: el sufrimiento juega un papel en el punto de convergencia y de equilibrio entre la dulzura y la severidad. No exigir demasiado y no conceder demasiado. Si se es demasiado exigente, el discípulo se desanima, se vuelve escrupuloso, temeroso, recurre a la simulación y a los subterfugios. Si se es demasiado condescendiente o indulgente, el carácter del discípulo no se robustece, se vuelve muelle, inestable y voluble, perezoso, egoísta, sujeto al placer, inepto a la renuncia y al sacrificio. Y existe un gran riesgo de que surjan hombres de este tipo: "los hombres serán más amantes de los placeres que de Dios" (2 Tim 3,4).
----------Por consiguiente, el buen educador debe saber educar al discípulo para saber afrontar el sufrimiento en la vida, debe saber educar, por lo tanto, para la paciencia, para la disponibilidad, para la perseverancia, para el sacrificio, para la penitencia, para el don de sí, para la victoria sobre sí mismo, para el amor por la Cruz. Bueno es este consejo para cuando el discípulo está en la prueba: "conviene usar con él benevolencia y animarlo, para que el pobre no quede agobiado por un dolor excesivo" (2 Cor 2,7).
   
La vana ilusión del misericordismo
   
----------El misericordismo es aquella falsificación de la misericordia por exceso, por la cual se rechaza como malvada toda forma de severidad, de coerción y de castigo, bajo pretexto de que todas esas actitudes son contrarias a la misericordia. Ahora bien, que estén en contra es evidente, porque mientras la severidad no perdona y hace sufrir, la misericordia perdona y alivia del sufrimiento. Pero nadie pretende que los contrarios existan simultáneamente. Está claro que si hay calor, no puede a la vez haber frío, si existe el día, no puede haber a la vez noche, si existe el dolor, no puede existir al mismo tiempo el placer.
----------Pero el defecto del misericordismo radica en el hecho de creer que el amor y la bondad exigen que no se deba nunca, por ningún motivo ni razón, hacer sufrir al prójimo. Ahora bien, castigar y el constreñir hacen sufrir al prójimo. Y por tanto, quien hace sufrir al prójimo por cualquier motivo, es un malvado y un cruel que peca contra la misericordia, dice el misericordista. Pero quien razona así es igual a aquel que no entiende que en invierno se necesita calefacción y que en verano se necesita aire acondicionado.
----------Quien razona así, neciamente, no comprende que puede ser signo de bondad y puede hacer bien al prójimo tanto la justicia del que castiga como la misericordia del que perdona. No comprende las palabras de la Sagrada Escritura: "el Señor es lento para la ira y de gran misericordia" (Sal 103,8).
----------No comprende que lo esencial para gobernar y educar al prójimo no es no hacerle sufrir nunca, sino convencerlo de la necesidad de buscar valores tan altos, de modo que valga la pena sufrir por ellos, y le hace comprender que si sufre, puede ser signo de que debe arrepentirse de algún pecado y corregirse, le hace comprender que si sufre como inocente, siempre puede unirse al sufrimiento del Inocente por excelencia, que es Cristo; le hace entender que si somos severos con él y le causamos displacer, es por su bien.
----------La sabiduría popular, desde siempre, conoce bien estos principios educativos, que están en la base del buen orden social, como por ejemplo se advierte en el refrán: "El médico piadoso gangrena la herida", o en los de la Escritura: "La necedad está adherida al corazón del joven: la vara de la corrección la alejará de él" (Pr 22,15); "el castigo y la disciplina son sabiduría en todo tiempo" (Sir 22,6). Son el último recurso, la extrema ratio, para impulsar a hacer el bien o a evitar el mal a quien no se persuade con la razón o con motivos de fe.
----------Si después continúa pecando arrogantemente, quiere decir que es incorregible, por lo cual no se le puede hacer ninguna misericordia, porque sería él el primero en rechazarla. Quien está convencido de haber hecho bien no siente ninguna necesidad de ser compasionado.
----------Yo pienso que Judas desesperó del perdón divino no por falta de confianza en la divina misericordia, sino porque, a pesar de ser consciente de haber "traicionado la sangre inocente", no se arrepintió en serio, sino, habiendo apostado todo por la vida presente y dándose cuenta de que Jesús, en cambio, apuntaba a una vida futura, aun sabiendo que el Maestro tenía razón, no se autocastigó con el suicidio, como algunos creen, sino simplemente, esperando de esta vida una felicidad que Jesús no le había dado, y desilusionado de él, cuya misión evidentemente había malentendido, quiso rechazar la vida presente, un poco como lo hizo el famoso poeta italiano Cesare Pavese [1908-1950], quien, decepcionado por el hecho de que en las elecciones políticas de 1948 el Partido Comunista no había conquistado, como él esperaba, la mayoría de los votos, se suicidó; con un motivo no menos banal que el suicidio de nuestro Leopoldo Lugones [1874-1938].
----------Por el contrario, el misericordismo es una falsa misericordia, tanto sea considerándola en referencia a Dios como considerándola en referencia a nosotros. En referencia a Dios es una forma de esperanza temeraria sin fundamento, en la vana convicción, desprovista de temor de Dios, que Dios no castiga nunca sino que perdona siempre, incluso a quien no está arrepentido. Pero, como nos advierte san Pablo, no conviene hacerse los vivos con Dios: "Nadie se burla de Dios" (Gal 6,7).
----------El misericordista se niega a pensar que las desgracias que le suceden pueden serle enviadas por Dios, para que él haga penitencia y se convierta de sus pecados, y está convencido de ello simplemente por el hecho de que considera que no tiene pecados que pagar, habiéndolo Dios ya perdonado en su misericordia y porque Dios es amor, "no puede enviar el mal", como han dicho en estos dos años de pandemia tantos Pastores. El misericordista no comprende que, en cambio, las desgracias que Dios nos envía son óptimas ocasiones para reconocer y no ocultar nuestros pecados, como nos advierte la Escritura: "El que encubre sus delitos no prosperará, pero el que los confiesa y abandona, obtendrá misericordia" (Pr 28,13).
----------El misericordista es como un padre que, para contentar a su pequeño hijo ávido de dulces, exagera comprándole los dulces sin pensar que le causarán diabetes. Ciertamente la misericordia es un beneficio, una dulzura que gusta a todos. A todos los hijos de Adán les complace ser excusados ​​y no castigados por los propios pecados, por lo cual nos viene un deseo insaciable de recibir misericordia, mientras continuamos pecando. Por esta razón, si ocurre una desgracia, de inmediato estamos dispuestos a decir, tal vez citando la Biblia, que no se trata en absoluto de un castigo divino, sino solo un desagradable accidente de camino.
----------Por eso, sin pensar en absoluto que esa desgracia le venga de Dios, el misericordista atribuye la causa del sufrimiento, o bien a la naturaleza, o bien a los hombres, pero no ciertamente a sus pecados o al pecado original, por lo cual, si en esta coyuntura vuelve su pensamiento a Dios no es en absoluto para pedirle perdón por sus pecados, sino simplemente para que Dios lo libere de ese mal. En tal modo él nada aprende de la lección que Dios le ha impartido y continúa tranquilamente en los mismos pecados de antes, convencido de que en cualquier caso ser salvará porque Dios es "misericordioso".
----------Así, el misericordismo, con su exagerado énfasis en la misericordia para todos, acaba dando lugar a la injusticia y al pecado haciendo que los impíos, los malhechores y los egoístas, convencidos de no ser castigados, se sientan libres para ser crueles, oprimir, explotar y acosar a los débiles y a los pobres como a ellos le plazca. Por lo tanto, el misericordismo obtiene exactamente lo contrario de aquello que pretende obtener. Los malhechores se ríen de ser compasionados, consideran a quien los compasiona como "idiotas útiles", como decía Lenin, y cómplices inconscientes de sus fechorías.
----------En cambio, es precisamente en nombre de la solidaridad con los oprimidos y en vista de la realización de la justicia social, como nos enseña la doctrina de Cristo y de la Iglesia, que es necesario en ciertos casos constreñir con la fuerza a los ricos egoístas y a los opresores a poner sus bienes a disposición de la comunidad con particular atención a los más necesitados y a los que sufren.
----------El apóstol Santiago nos enseña que con estos ricos, llenos de placeres, opresores y explotadores, no se debe tener ninguna misericordia, sino que deben ser severamente amenazados: "Vosotros, los ricos, llorad y gemid por las desgracias que os van a sobrevenir... Vuestro oro y vuestra plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra vosotros y devorará vuestros cuerpos como un fuego… os habéis engordado a vosotros mismos para el día de la matanza" (Sgo 5,1-3.5).
----------Santiago puede referirse a la justicia divina, pero también a una acción de severo castigo proveniente de la sociedad o del Estado. Sin embargo, es necesario saber regularla según los casos y las posibilidades. De hecho, hace de contrapeso la recomendación de san Pablo a Timoteo: "A los ricos de este mundo, recomienda que no sean orgullosos. Que no pongan su confianza en la inseguridad de las riquezas, sino en Dios, que nos provee de todas las cosas en abundancia a fin de que las disfrutemos. Que practiquen el bien, que sean ricos en buenas obras, que den con generosidad y sepan compartir sus riquezas. Así adquirirán para el futuro un tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida" (1 Tm 6,17-19).
----------No es imposible que el rico entre en el reino de los cielos, porque también él puede arrepentirse, y hacer y recibir misericordia. No es imposible que el rico se convierta del egoísmo y de la soberbia a la justicia y a la misericordia. Uno de los frutos más bellos de la predicación católica a lo largo de los siglos ha sido precisamente este de haber logrado tantas veces tocar la conciencia de los avaros y de los prepotentes para transformarla, bajo el influjo de la gracia, a veces con la amenaza, a veces con la persuasión, siempre con el ejemplo de una vida recta y honesta, desde la cerrazón en sí misma hasta la apertura a las necesidades de los demás, desde la crueldad a la compasión, desde el apego al mundo a la búsqueda de Dios.
----------Pero, dice el misericordista, si Dios en todo aquello que hace es misericordia y no castiga, ¿cómo puede la pandemia ser un signo de misericordia? En efecto, ¿qué misericordia es aquella que envía el sufrimiento? Y, por otra parte, ¿no es acaso propiedad del castigo hacer sufrir?, pregunta el misericordista. Respondemos que también cuando Dios nos envía la desgracia, podemos ver en ello un signo de su misericordia, porque, por su misericordia, podemos descontar nuestros pecados.
----------Consideremos por otra parte, que la Revelación cristiana no contiene solo principios teoréticos y prácticos, sino también datos de hecho, eventos históricos que son el efecto de la divina voluntad, o de la permisión divina. Y tratándose de divina Revelación, estos datos positivos no pueden ser objeto de discusión entre los teólogos, ni dejarse a la libre opinión de cada uno, sino que constituyen objeto de fe divina, fuera de cualquier discusión u opinión, datos absolutamente ciertos e inmutables, tal como es inmutable la Palabra de Dios. Uno de estos datos de hecho es la existencia de condenados en el infierno, dato resultante con total claridad de las palabras de Nuestro Señor Jesucristo y, si nos fuera necesario, varias veces enseñado por el Magisterio de la Iglesia. Bastarían las terribles palabras que Cristo dirigió a los condenados en el Juicio Final del fin del mundo: "¡Alejaos de mí, malditos; id al fuego eterno...!" (Mt 25,41).

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