viernes, 30 de julio de 2021

El Santo Padre y el milagro de la multiplicación de los panes

El Santo Padre ha comentado días atrás el relato evangélico del milagro de la multiplicación de los panes, como hizo en otras ocasiones y, al igual que otras veces, ha insistido en un aspecto de la enseñanza evangélica no referido a la ontología del milagro, sino a una consecuencia moral, acaso lateral respecto a su sentido primario, y referida a lo social y a la caridad hacia nuestro prójimo: la necesidad del compartir. Al igual que en otras ocasiones, ha habido desviadas interpretaciones, no católicas, de las palabras del Papa.

El significado y el significante en la palabra del Papa
   
----------En la proclamación y explicitación que el Romano Pontífice, como Maestro de la fe, hace de la Palabra de Dios, debe distinguirse la verdad misma que explica, y el modo a través del cual la explica. Esta distinción es necesaria, particularmente en un caso como el del Papa actual, de gran locuacidad y de tanta presencia en los medios, muy dado a los discursos y alocuciones en cuanta ocasión se le presenta, ofreciendo generosamente entrevistas, y hablando con frecuencia de modo improvisado, lejos de ese recato y autocontrol que los Papas precedentes siempre habían mostrado, en los tiempos en que limitaban sus apariciones en público y sus declaraciones, pues cuando expresaban su palabra siempre lo hacían a través de sus documentos, o mediante textos prolija y cuidadosamente examinados por sus colaboradores, quienes le prestaban siempre el gran servicio de hacer que las limitaciones y carencias de la palabra humana, al menos en la medida de lo razonablemente posible, no empañaran, obscurecieran o crearan ambigüedad en la transmisión de la verdad de la Palabra de Dios y de su sentido preciso en cuanto divina Revelación.
----------Dicho de otra manera: en lo que dice el Romano Pontífice debemos distinguir la Palabra de Dios de su envoltura humana, la divina verdad de la Revelación del medio o instrumento humano que la expresa, lo que quiere decir de lo que dice, el significado del significante. El primero de los términos de las díadas citadas corresponde a lo doctrinal, el segundo a lo pastoral. En el ámbito de lo doctrinal, el Papa no puede equivocarse cuando proclama y explica la Palabra de Dios, es decir, cuando trata materia de fe y costumbres; mientras que en el ámbito de lo pastoral puede eventualmente equivocarse.
----------Esto quiere decir, por poner un ejemplo, que cuando el Romano Pontífice nos explica un pasaje del Evangelio, siempre intenta transmitir la verdad de la divina Revelación y no sólo lo intenta sino que efectivamente lo hace, pues está asistido por la indefectible gracia magisterial, para confirmar nuestra fe, como lo ha prometido Nuestro Señor Jesucristo: "confirma fratres tuos", en su oficio de Maestro de la fe. Pero también quiere decir que el modo, el medio, el instrumento, los términos que elige, o sus énfasis, o su estilo expresivo, o sus modismos, pueden a veces no ser lo totalmente adecuados que deberían ser para expresar exactamente la verdad que se quiere transmitir, pueden ser términos ambivalentes, que necesitan ser bien comprendidos. Por supuesto, el Papa no carece de la asistencia de una específica gracia pastoral para cumplir su cometido, que es como decir una especial gracia de estado para llevar a cabo ese segundo oficio suyo: "pasce oves meas", pero aquí el Papa no es indefectible, puede eventualmente no secundar dócilmente a esa gracia, y no actuar con prudencia al elegir las palabras correctas y crear equívocos o malentendidos.
----------Esta dualidad de valor entre lo significado y el significante en la palabra del Romano Pontífice, entre lo doctrinal y lo pastoral, entre lo que dice y el cómo lo dice, entre la verdad divina que transmite y el medio humano que usa para transmitirla, implica para el fiel católico la responsabilidad de acoger la palabra del Papa, cuando actúa como Maestro de la fe, recibiéndola como humildes hijos que saben que existe esa dualidad de valor, y que por eso se esfuerzan en distinguirla, confiando, por fe teologal, que el Vicario de Cristo jamás se engaña en su fe, y jamás nos engaña al enseñarnos la fe, pero que por sus limitaciones humanas y pecados humanos, puede a veces no enseñarla de un modo adecuado, por lo demás nunca totalmente perfecto.
   
El papa Francisco y su explicación del milagro de la multiplicación de los panes
   
----------Lo dicho bajo el subtítulo anterior nos puede ofrecer una pauta o clave para discernir, entre la abundante oferta que hoy nos brinda la internet sobre lo que acontece en la vida de la Iglesia, lo que es católico de lo que no es católico, sobre todo cuando la información que nos ofrecen los sitios web, los portales y los blogs sedicentes "católicos", hacen referencia a la palabra y la actuación del Romano Pontífice, cuyos discursos y gestos son a menudo instrumentalizados, manipulados, tanto por los así llamados progresistas como por los así llamados tradicionalistas, a fin de llevar agua para su molino.
----------Por ejemplo, si el Santo Padre en determinada ocasión, por ejemplo una alocución durante el Ángelus de un domingo, o una homilía durante la solemnidad del Corpus Christi, explica el milagro de la multiplicación de los panes y, llevado por su habitual interés pastoral relaciona el pasaje evangélico con la obligación moral de que en nuestra vida de cristianos imitemos a Nuestro Señor Jesucristo en el preocuparnos por las necesidades de nuestros prójimos, tal como Cristo se compadeció por aquella multitud hambrienta, y entonces el Papa nos habla de la necesidad del dar y compartir lo poco o mucho de que dispongamos, entonces es probable que algún sitio de tendencia modernista ensalzará y adulará al Papa por haber ido más allá del "mítico relato del milagro evangélico"; pero también es probable que otro sitio, de tendencia lefebvriana, aproveche la ocasión para acusar al Papa de "es un hereje", al estar negando el dato histórico y de fe del milagro de Cristo. Ni uno ni otro actúan como católicos, ni uno ni otro entienden el mensaje del Papa, ni uno ni otro acogen la Palabra de Dios, pues ambos instrumentalizan el significante y dejan de lado el significado.
----------Por el contrario, podemos estar seguros de encontrarnos con sitios web de autores que procuran actuar como auténticos católicos (y aseguro que existen y son muchos) cuando se esfuerzan por encontrar el verdadero mensaje de fe del Vicario de Cristo a través de las humanas palabras del Romano Pontífice, vale decir, de cualquier Papa, se llame este Francisco, o Benedicto XVI, o Juan Pablo II, o Paulo VI, o Pío XII, o Pío X, o Pío V, porque no ha existido Romano Pontífice en la historia de la Iglesia ni existirá, de quien no debamos distinguir en sus palabras y acciones, la divina verdad que transmite y el modo humano con el que la transmite, siempre limitado y sujeto al contexto histórico o a sus personales virtudes y defectos.
----------El papa Francisco parece sentir un particular afecto por las narraciones evangélicas del milagro de la multiplicación de los panes. Me da la impresión que el Pontífice de las encíclicas Fratelli tutti y Laudato si', de la Iglesia "hospital de campaña" y "en salida", se siente particularmente identificado con ese Jesús del Evangelio, que se advierte conmovido por la multitud hambrienta y necesitada del pan natural y divino, tal como lo están hoy las multitudes, naciones enteras, alejadas de Dios y, peor aún, contra Dios.
----------De modo que no resulta nada difícil reconocer el modo incrédulo e impío en que los autores y columnistas de un sitio web sedicente "católico", que en ocasión de la reflexión que el Santo Padre hiciera antes del Ángelus del domingo 25 de julio, expresara que el Papa dice que el milagro de la multiplicación de los panes (según Jn 6,1-15) "no fue multiplicar los panes sino compartirlos", o dijera que el Papa  "parece directamente negar que se diera un milagro", o insinuara que el Papa tiene la "tendencia a rechazar el carácter sobrenatural de nuestra fe, para adaptarse al mundo". Está claro que no es un sitio confiablemente católico.
----------Sabemos cómo los modismos pastorales del papa Francisco tienen frecuentemente sus limitaciones humanas, a veces señaladamente humanas, a veces demasiado humanas, pero eso no debe llevarnos a suponer que el Romano Pontífice no tenga clarísimo el dato de fe o quiera engañarnos en materia de fe y moral (de ser así, Cristo hubiera engañado a la Iglesia con sus promesas). Sabemos que su predicación a veces puede permitir equívocos, o es demasiado provocativa, o a veces parcializada, y podríamos seguir la lista; pero eso no quita que él sigue siendo Maestro indefectible de la Fe y, por lo tanto, debemos interpretar su predicación siempre en el buen sentido, pues lo contrario sería falta de fe.
----------Por cierto, en aquella recordada homilía del Corpus Domini del 23 de junio de 2019, comentando el evangelio de Lucas 9,11-17, incluso fue al parecer algo más provocativo con sus expresiones: "Sorprende que en la narración de la multiplicación de los panes nunca se habla de multiplicar. Por el contrario, los verbos utilizados son 'partir, dar, distribuir'. En resumen, no se destaca la multiplicación, sino el compartir. Es importante: Jesús no hace magia, no transforma los cinco panes en cinco mil y luego dice: 'Ahora, distribuidlos'. No. Jesús reza, bendice esos cinco panes y comienza a partirlos, confiando en el Padre. Y esos cinco panes no se acaban. Esto no es magia, es confianza en Dios y en su providencia... El Señor hace cosas grandes con nuestra pequeñez, como hizo con los cinco panes. No realiza milagros con acciones espectaculares, no tiene la varita mágica, sino que actúa con gestos humildes".
----------A continuación, repito algunos conceptos indicados en aquella ocasión.
   
¿Qué intenta decir el Santo Padre?
   
----------Es evidente que el Papa no niega el famosísimo milagro. No niega que Jesús obtuvo de cinco panes cinco mil, es decir, al menos uno para cada uno de los cinco mil hombres (Mc 6,44). Por lo tanto ha creado (si así podemos decir) 4995 panes. Si los panes "no se agotan nunca", quiere decir que aumentan en número. Jesús los hizo aumentar en número. Por consiguiente, Jesús los ha multiplicado.
----------De hecho, todos sabemos que esa operación aritmética por la cual escribimos 5x1000 = 5000 se llama multiplicación. Ahora bien, Jesús no ha multiplicado en el concepto ni en la imaginación, como se hace en aritmética, operación que sabe hacer también un niño de escuela primaria, sino que ha multiplicado en la realidad, operación que solo Dios creador puede hacer, creando 4995 panes de la nada, ya que se agregaron a los cinco que estaban al principio. Y obviamente no ha sido una multiplicación natural, como así ocurre en la reproducción de la especie. Si los conejos aumentan en número, en eso no existe nada de milagroso; sino que se trata del efecto natural de la actividad procreadora de los conejos.
----------Prestemos por lo tanto atención, y tengamos cuidado, si alguno de los lectores pudiera quedar perplejo por las palabras del Romano Pontífice, de que él no niega el hecho palmario de la multiplicación, que cayó ante los ojos asombrados y estupefactos de toda aquella multitud que seguía a Jesucristo, y que permitió a cada uno de los cinco mil (que debían ser más) comer al menos un pan entero, para quedar satisfecho.
----------El papa Francisco, tanto en el Corpus Christi del 2019, como el pasado domingo, está solo preocupado por darnos la correcta interpretación, a fin de que nosotros veamos en este milagro no un acto de magia exhibicionista, como hace el mago (aunque en realidad mejor deberíamos decir el ilusionista) que quiere, a través de la ilusión en la mirada del público, arrebatar el aplauso de los ingenuos extrayendo 20 palomas del sombrero, sino para que reconozcamos la potencia de la divina providencia, que no abandona en la necesidad, sino que va al encuentro de todos, si es necesario, incluso milagrosamente.
----------Es cierto que, como recuerda el Santo Padre, el relato evangélico no habla de "multiplicación", sino que utiliza el verbo "partir" los panes, gesto simbólico que prefigura la fracción del pan, que será propio de la mesa eucarística, la Santa Misa. Pero es evidente que este "partir" no debe ser tomado en sentido material, sino que representa el acto milagroso del multiplicar. El Papa no niega el milagro.
----------Si nosotros partimos una hogaza de pan no es que esta se multiplique en dos hogazas, sino que se divide en dos mitades. El "partir" de Jesús es un partir que multiplica, es un partir creador, cosa que solo Dios puede hacer. Y ni siquiera puede hacerlo un mago y mucho menos un ilusionista, porque el ilusionista en realidad no crea nada, sino que sólo nos ilusiona, produciendo ante nuestra vista un efecto fantasioso, valiéndose de su técnica habilidosa, mientras que el mago o hechicero tampoco crea nada, sino que solo transforma sorprendentemente la materia, valiéndose de un poder ilusorio y prodigioso obtenido del demonio.
----------Por lo demás, es necesario decir que este estrepitoso milagro, narrado por los cuatro evangelistas, que Jesús realizó dos veces (Mt 14,13-21; 15,32-38 y Mc 7,32-44; 8,1-9), es extremadamente rico en significados simbólicos y proféticos: Jesús nuevo Moisés que guía al pueblo en el desierto, Jesús pan de vida eterna, Jesús benefactor de la humanidad, el milagro figura y preanuncio de la institución y de las funciones de la Eucaristía, la sobreabundancia de los dones Dios. Es uno de los milagros más misteriosos y más difíciles de explicar, de imaginar y también de contextualizar, entre todos aquellos prodigios milagrosos que ha cumplido Jesús. Podría decirse que no es un solo milagro, sino un grupo de milagros.
----------Al final de la segunda multiplicación, según Mateo, "de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas" (Mt 15,37); mientras que en el primero, según Marcos, "recogieron doce canastos llenos de trozos de pan y las sobras de los pescados" (Mc 6,43). Según la narración de san Lucas, que no distingue una primera de una segunda multiplicación, "se recogieron doce canastos de trozos que les habían sobrado" (Lc 9,17).
----------Tampoco Juan distingue dos multiplicaciones, pero sólo dice esto: "con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido, llenaron doce canastos" (Jn 6,13). Estas incongruencias no deben crear dudas nuestra fe. Ellas son fácilmente explicables por la imperfección entonces existente de los medios de investigación, de cálculo, de comunicación y de información.
----------Por lo demás, que se trate de un hecho realmente sucedido, se deduce no solo de la credibilidad del testimonio de los Evangelistas, informados por aquellos mismos que habían presenciado el milagro, sino también por las mismas palabras del reproche de Jesús a la multitud después del milagro: "En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que da el Hijo del Hombre, porque a éste es a quien el Padre ha marcado con su sello" (Jn 6,26).
----------Sin embargo, las preguntas que se agolpan en nuestra mente a la lectura de las narraciones evangélicas, no obstante todos los esfuerzos exegéticos, siguen sin respuesta plausible, y no solo aquellas preguntas que surgen al reconocer el simple hecho de la multiplicación en sí misma, sino también muchas otras, que surgen del buen sentido común y de la común experiencia. No alcanzamos a imaginar qué cosa exactamente pudo haber sucedido y cómo pudo haber sucedido. ¡Desearíamos haber estado allí!
----------Por ejemplo, planteamos algunas preguntas: ¿cómo, concretamente, pudo haber tenido lugar la distribución? ¿Sin ningún incidente entre la multitud? ¿Ningún problema entre los comensales? ¿Todos tranquilos? Sabemos qué cosa suele suceder en casos similares. ¿Y por cuánto tiempo se prolongó? Era ya el atardecer (Mc 6,35). ¿Se llegó hasta la noche? ¿Cómo se habrá podido iluminar el ambiente?...
----------¿Cómo ha sido posible que quienes formaban una multitud de cinco mil hombres, según Lucas (Lc 9,14); para Marcos cinco mil la primera vez (Mc 6,44), cuatro mil la segunda vez (Mc 8,9), "sin contar las mujeres y los niños", según Mateo (Mt 14,21; 15,38) hayan estado todos tranquilos como si estuvieran sentados en una normal posada esperando ser atendidos hasta que llegara la comida?
----------¿Cómo es posible que toda esta gente estuviera siguiendo a Jesús incluso desde hacía tres días (Mt 15,32; Mc 8,2) en el desierto (Lc 9,12)? ¿Para ir a donde? ¿Estaban ayunando? ¿Cómo han podido descansar durante esos tres días? ¿Entonces, no habrían tenido necesidad de beber en el calor del desierto? ¿Ninguno ha tenido la curiosidad de ir a ver cómo hacía Jesús para multiplicar los panes creándolos de la nada?
----------Lo que hay que tener presente respecto a este misterioso milagro, es que aún cuando incluso no alcancemos a imaginar qué cosa exactamente pudo haber sucedido y cómo y en qué modo pudo haber sucedido, es seguro y cierto que ha sucedido, y esto debe bastarnos para nuestra fe y para aceptar cuanto ha sucedido como signo de la omnipotencia y de la bondad divinas.
----------Podemos también pensar que, así como Nuestro Señor Jesucristo ha tenido el poder de multiplicar los panes y los peces, así también ha procurado milagrosamente, o en modos por nosotros desconocidos, a satisfacer esas necesidades, a resolver esos problemas y aquellas dificultades, que por experiencia de la fragilidad humana, siempre aparecen en ocasión de tales agrupamientos de fieles.
----------Hoy (o al menos en los días anteriores a la pandemia) no sabríamos imaginar el Aula Paulo VI desprovista de puntos de avituallamientos, de servicios médicos o higiénicos, etc. Pues bien, a Cristo no le ha costado nada asistir a toda aquella multitud que lo seguía, no haciéndole faltar nada de todo lo que necesitaba. No nos detengamos con pedantería en estas cuestiones completamente marginales. Prestemos atención a lo esencial, que nos es indicado por el Papa, a saber, que los Evangelistas han querido darnos un signo grandioso y conmovedor de la providencia divina y del amor salvífico de Cristo por la humanidad.

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