lunes, 12 de julio de 2021

Los sofismas del tradicionalismo

En este blog siempre he usado los términos tradicionalismo y progresismo en el buen sentido, como expresiones de conceptos sobre dos funciones que son legítimas y necesarias en la Iglesia: el conservar y el progresar. Sin embargo, cuando en este artículo uso el término "tradicionalismo" lo entiendo ahora en el mal sentido, en cuanto deformación o corrupción o degeneración de la misión de conservar. Y procuraré explicarme.

Preliminares aclaraciones terminológicas
   
----------Soy consciente de las limitaciones y defectos de la terminología que personalmente vengo usando al hablar del progresismo y del tradicionalismo en la Iglesia. En todos mis artículos anteriores siempre me he esforzado, benévolamente, por usar esos términos en su buen sentido, el que debería ser el correcto, como expresión de dos conceptos que hacen referencia a dos legítimas y necesarias funciones en la Iglesia, el progresar y el conservar. Sin embargo, como no todo el mundo entiende de este modo esos dos términos, he debido agregarles siempre algún adjetivo calificativo, y por eso suelo hablar de sano progresismo y sano tradicionalismo, para poder diferenciarlos de sus versiones extremas, corruptas o abusivas.
----------Para ser absolutamente franco, debo decir que más bien soy de la idea de que deberíamos ponernos de acuerdo y fijar determinados conceptos a los términos progresismo y tradicionalismo, vale decir, definirlos, definir el progresismo y el tradicionalismo, y hacerlo en sentido negativo, como verdaderas degeneraciones de esas dos funciones necesarias en la Iglesia que son el progresar y el conservar. Claro que si así lo hiciéramos (repito, como creo deberíamos hacer), es decir, si todos los que hablamos de progresismo y de tradicionalismo nos pusiéramos de acuerdo en que con esas dos palabras nos referirnos a dos errores o defectos en la vida de la Iglesia, tendríamos que aclarar que si bien tienen razón los así llamados anti-progre en ser anti-progresistas, ellos en cambio no tienen razón cuando son anti-progreso (cayendo así en el lefebvrismo o filolefebvrismo), y que si bien tienen razón los así llamados anti-tradi en ser anti-tradicionalistas, ellos no tienen razón cuando son anti-conservación (cayendo así en el modernismo o filomodernismo).
----------En alguna nota próxima me detendré en estas cuestiones terminológicas. Por ahora basta con aclarar que cuando en este artículo uso el término tradicionalismo lo estoy usando y entendiendo en el mal sentido, o sea, en cuanto deformación o corrupción o degeneración de la misión eclesial de conservar.
----------Las preliminares aclaraciones terminológicas son siempre necesarias, a fin de que todos nos entendamos y nos pongamos a dialogar sobre lo mismo, sin malentendidos y equívocos, y no como si fuéramos sordos. Por ejemplo, para citar dos temas bastante habituales en este blog: ¿de qué estamos hablando cuando nos referimos en este sitio web al "luteranismo", o cuando hablamos de "lefebvrismo"?
----------Pues bien, cuando hoy se usa el término "luteranismo" no necesariamente se hace referencia a la enseñanza de Lutero y ni siquiera a la doctrina luterana, sino simple y vagamente a ese conjunto de errores y actitudes que son básicas en los protestantes, a pesar de las diferencias de detalle entre la diversidad de sus confesiones, conjunto herético y cismático que nació de Lutero. Salvo que yo indique otra acepción más concreta y precisa, ése es el sentido general con el que habitualmente uso la expresión "luteranismo".
----------De modo similar, cuando hoy se usa el término "lefebvrismo" (y es el modo como uso ese término en este blog) no necesariamente se hace referencia a la enseñanza de Marcel Lefebvre y ni siquiera a la doctrina actual de la FSSPX, sino genéricamente a ese conjunto de errores (herejías) y actitudes (cismáticas) que son básicas y compartidas no sólo en la comunidad de la FSSPX, sino que son compartidas por (para usar la expresión del profesor Roberto de Mattei) todas aquellas "islas" del "archipiélago" del "mundo de la tradición", conjunto herético y cismático que nació germinalmente de los errores y actitudes de Lefebvre después del Concilio Vaticano II y que hoy son errores y vicios que se han difundido en otros sectores de la Iglesia (aunque, por supuesto, mucho menos difundidos que los errores y vicios del modernismo).
   
Los sofismas tradicionalistas, particularmente en torno al Concilio Vaticano II
   
----------Desde hace tiempo existe una franca discusión que llevan adelante los más doctos y sabios teólogos católicos, fidelísimos siempre del Magisterio, con exponentes del actual tradicionalismo, sobre importantísimos temas de la actualidad eclesial, en particular cómo interpretar y qué valor dar a algunas enseñanzas doctrinales del Concilio Vaticano II, las cuales presentan una novedad con respecto al precedente Magisterio de la Iglesia, novedad que a veces hace pensar en una "ruptura" o en una "contradicción", como para decir que el Concilio se haya equivocado o enseñe lo falso, en referencia a la verdad inmutable e irreformable de la doctrina precedente, la cual o es de fe definida (dogma) o, en cualquier caso, aunque no sea definida como de fe, es en todo caso materia de fe. La primera, como bien saben los que conocen la hermenéutica tradicional, es de fide credenda o de fe divino-teologal, la segunda es de fide tenenda o de fe eclesiástica.
----------Es bien sabido también que los tradicionalistas, recurriendo a muchos argumentos tomados de la Tradición, de la Escritura, del Magisterio precedente y de los teólogos, en particular de santo Tomás de Aquino, y en años recientes incluso citando obras como las de mons. Brunero Gherardini, teólogo romano fallecido hace algunos años, insisten en sostener la tesis herética de la "ruptura" o de la "contradicción".
----------Ahora bien, en muchos tradicionalistas tal afirmación rupturista es tan clara y extrema, que sostienen la existencia de herejías en los documentos del Vaticano II; pero en otros tradicionalistas, así me parece entender, advierto cierto pudor o tendencia a no querer decirlo tal cual. Pero, para hablar de modo general, los actuales tradicionalistas entienden que el Concilio contiene herejías y, por lo tanto, al afirmar esto, entienden que los Papas y que la misma Iglesia docente han abandonado el sendero de la verdad de fe precedentemente definida, nos están guiando por senderos engañosos, han "traicionado la Tradición" -dicen- engañándonos con vacías y no probadas declaraciones de continuidad, aduciendo el pretexto del progreso o desarrollo doctrinal complaciendo a los modernistas, y esto se puede entender porque "el propio Concilio ha sucumbido al modernismo". Por supuesto, como saben bien los lectores de este blog, por mi parte, con el papa Francisco, y con su predecesor, el papa Benedicto XVI, soy sostenedor de la continuidad y creo que ella se puede demostrar sin problemas, como ya efectivamente doctísimos teólogos la han demostrado acabadamente.
----------Al mismo tiempo, sin embargo, para gran sorpresa de los fieles católicos normales, los tradicionalistas se consideran y quieren ser católicos romanos, afirmando reconocer la autoridad del Papa como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, intérprete en última instancia infalible de la doctrina de Cristo, afirmando reconocer al Papa como Maestro a quien se debe obediencia en materia de fe; y afirmando reconocer la autoridad de los Concilios ecuménicos, así como la divinidad de la Iglesia "columna y fundamento de la verdad" y luz de los pueblos como afirma también el Concilio (lumen gentium).
----------Ahora bien, dado lo anterior, es inevitable preguntarse cómo los tradicionalistas ponen juntas estas dos convicciones: "el Concilio está equivocado pero nosotros creemos en la indefectibilidad de la Iglesia y queremos ser católicos", de hecho es,¿ en nombre de que somos católicos fieles a la Tradición y al Evangelio -dicen ellos- que nosotros decimos que el Concilio está equivocado en materia de dogma y de doctrina de la fe.
----------Los tradicionalistas sostienen que con la excusa de una malentendida "pastoralidad" el Concilio y los Papas subsiguientes en realidad han manipulado la doctrina, se han desviado de la verdad, han cambiado lo que no se debía cambiar, quieren propinarnos novedades doctrinales que niegan lo que la Iglesia siempre, en todas partes y universalmente, ha enseñado en materia fe.
----------Tal como sostienen los tradicionalistas, el Concilio Ecuménico Vaticano II, nos propone un falso concepto de Iglesia, que ya no es el verdadero precedentemente enseñado. Ya no es la "Iglesia de siempre" suelen decir ellos. El Concilio ha falsificado el concepto de Revelación. La Misa que nos propone es una Misa medio protestante, ya no es la "Misa de siempre", dicen. Nos propone una colegialidad conciliarista, un ecumenismo que sabe a indiferentismo, una "libertad religiosa" que sabe a relativismo. El Concilio está contaminado por los errores del Iluminismo, de la Revolución Francesa, del antropocentrismo, del naturalismo, del liberalismo, del panteísmo, del protestantismo, en suma, por todos los errores de la modernidad. Pero todas estas doctrinas son o bien falsas o bien heréticas. Por lo tanto el Magisterio conciliar nos enseña herejías. ¿Entonces, la Iglesia ya no es lumen gentium y ya no es columna y sostén de la verdad?
----------Pero -siguen diciendo los tradicionalistas- nosotros creemos, por supuesto, en la indefectibilidad de la Iglesia en cuanto sujeto docente, pero no en relación con el objeto enseñado, o sea, la doctrina. Sin embargo, los tradicionalistas deberían saber que esta distinción que hacen ellos, es la misma distinción que hacia el hereje Hans Küng [1928-2021], con la diferencia de que mientras para él, historicista como era, el Magisterio es falible porque no existe una verdad inmutable, para los tradicionalistas, que creen en una verdad inmutable, el Magisterio es falible porque puede alejarse de esta verdad.
----------Lo que es necesario observar es que no tiene sentido esta distinción entre sujeto y objeto cuando se trata de enseñar verdades de fe o conexas con la fe o que retoman o explican o desarrollan verdades precedentemente definidas o enseñadas por la Escritura o por la Tradición. Aquí el objeto, o sea la enseñanza doctrinal, es regla del sujeto: el sujeto es indefectible porque enseña infaliblemente la verdad. En el objeto la Iglesia no puede equivocarse, de lo contrario deberíamos decir que Cristo la ha engañado cuando le ha prometido asistirla hasta el fin de los siglos y conducirla a la plenitud de la verdad.
----------Los tradicionalistas insisten en el hecho de que el Concilio no ha querido definir nuevos dogmas para negar la infalibilidad de sus doctrinas, y para concluir, como concluyen muchos (y otros solo lo insinúan, porque no tienen el coraje de decirlo abiertamente), que las doctrinas del Concilio son falsas, equivocadas, heréticas. Esa falta de coraje de algunos ("coraje" que en realidad sería un escándalo digno de los protestantes, o de los modernistas), es lo que de alguna manera les salva. Pero eso no impide dejar de entrever su falsa convicción. ¿No se dan cuenta en efecto de que algo va mal en su razonamiento? ¿El Magisterio de la Iglesia en materia de fe es infalible o es falible? Los tradicionalistas tienen que elegir.
----------Es aquí que se puede comprobar si los tradicionalistas son verdaderamente católicos o bien cripto-protestantes o, no obstante su intención en contrario, cripto-modernistas. Pero al menos los modernistas son coherentes: ellos por principio tienen una gnoseología relativista y evolucionista. Pero, ¿cómo hacen los tradicionalistas, tomistas que se declaran a favor de la existencia de una verdad inmutable y cierta y que, en suma, ven a la Iglesia como maestra de la verdad, cómo hacen entonces para terminar con los protestantes y los modernistas al decir que la Iglesia en materia de doctrina de la fe, puede estar equivocada?
----------Lo que creemos los simples y normales fieles católicos, es que el Magisterio no es infalible solo cuando proclama o define un dogma, sino también cuando simplemente enseña una verdad de fe o próxima a la fe sin declarar querer definir. Basta que se trate de materia de fe, como es el caso de las nuevas doctrinas conciliares. Es ésta la enseñanza que resulta de la Instrucción Ad tuendam fidem (1998), que los tradicionalistas ciertamente deberían conocer. Por lo demás, cuando los tradicionalistas niegan la infalibilidad, ciertamente con eso no identifican sic et simpliciter lo falible con lo actualmente falso. Sin embargo, no excluyen el poder cometer errores, no niegan que en el futuro lo que hoy es enseñado devenga falso o se muestre falso.
----------Ahora bien, esto contrasta con la misión divina de enseñanza del Evangelio confiada por Nuestro Señor Jesucristo a la Iglesia. Por lo tanto, negar la infalibilidad del Magisterio es contra la fe y, por tanto, es herejía. En el momento en el cual los tradicionalistas acusan, quizás veladamente, al Concilio Vaticano II de haber caído en la herejía, no se dan cuenta de que haber caído ellos mismos en ella.
----------Debemos decir por otro lado que, si la Iglesia no puede más que ser infalible en doctrina (definida o no definida), puede equivocarse en la pastoral. Y sobre este punto es lícito criticar al Concilio. Por ejemplo, el Concilio tiene una actitud demasiado optimista frente al mundo moderno y es demasiado vago e indulgente en el condenar y refutar los errores. Su lenguaje carece de forma jurídica, es a veces impreciso y equívoco y se presta a interpretaciones modernistas. Pero el modernismo es una herejía y, por lo tanto, no tiene sentido acusar al Concilio de herejía. Es necesario interpretarlo en línea con la Tradición.
----------Estos errores prudenciales o imprudencias pastorales, entonces, en lugar de haber sido corregidos en estos cincuenta años del postconcilio, han sido ulteriormente agravados, hasta llegar a la situación actual, en la cual circulan libremente herejías de todo tipo, sin que nadie intervenga. Este es, en realidad, un grave problema pastoral, quizás el más grave, que la Iglesia debería abordar de una vez por todas.
----------Los tradicionalistas dicen que hoy la situación es desastrosa, el modernismo está imperante, se propaga la herejía, los católicos que son fieles a la ortodoxia de la fe son marginados, los pastores no intervienen o incluso se extravían y por lo tanto causan escándalo. Todo esto es cierto, pero ¿qué están haciendo los tradicionalistas para remediar esta situación? Ciertamente, la fe en la indefectibilidad de la Iglesia está bien, pero la Iglesia es infalible ante todo en el enseñar la verdad.
----------La confianza en María Santísima está muy bien, pero Nuestra Señor, Madre de la Verdad y del Fundador de la Iglesia, desea de los tradicionalistas que acojan dócilmente y confiadamente no sólo el Magisterio preconciliar sino también el postconciliar, esforzándose por ver la continuidad y viendo en el Magisterio postconciliar un mejor conocimiento de la Palabra de Dios. ¿En qué sentido es del todo sincera esa tan alardeada "devoción mariana" de los tradicionalistas?
----------Para remediar esta situación el camino es precisamente la recta interpretación y la aplicación del Concilio Vaticano II, como vienen diciendo los Pontífices desde hace más de cincuenta años. El problema es que a Roma le es muy difícil intervenir para corregir las desviaciones porque no tiene el apoyo del episcopado, como se demostró en tiempos de los santos papas Pablo VI y Juan Pablo II, como se demostró en tiempos del papa Benedicto XVI y como incluso ahora, en tiempos de un pontificado algo más controvertido, sin embargo se está demostrando con la oposición al papa Francisco del episcopado alemán, por citar solo un caso.
----------El modernismo está, efectivamente, muy difundido y encuentra su máximo exponente en Karl Rahner. Pero el modernismo puede ser derrotado no con el retornar al pasado, sino con una sana referencia a la Tradición y precisamente aplicando el Concilio Vaticano II, que nos enseña una sana modernidad. En efecto, somos cristianos del siglo XXI y no del siglo XIX o del XVI o de la Edad Media.
----------En todo caso, no debemos dejar de pedir, insistente y respetuosamente, como sus hijos fieles, al Santo Padre que nos explique, nos aclare o nos interprete en modo definitivo, inequívoco y preciso los puntos controvertidos del Concilio Vaticano II, donde los modernistas hacen buen juego, pero hagámoslo con confianza, no partiendo de la falsa convicción de que en realidad la continuidad no existe.
----------Es cierto que la continuidad del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar respecto al magisterio precedente debe ser demostrada (y se ha demostrado), pero es absolutamente indemostrable que la continuidad no existe. Si nos parece que no existe la continuidad, no es porque ella objetivamente no exista, sino porque somos nosotros, subjetivamente, los que no entendemos. De lo contrario, lo repito, deberíamos concluir que Cristo nos ha engañado. ¿Queremos llegar a esta conclusión? ¿Queremos nosotros corregir a la Iglesia que se ha alejado de la verdad? ¿Pero entonces, quién es infalible? ¿La Iglesia o lo somos nosotros?

2 comentarios:

  1. Creo que en esto está el problema: usted define al tradicionalismo como la deformación o corrupción o degeneración de la misión de conservar. Y eso no es el tradicionalismo. Eso es el conservadurismo (por ej. el Opus o los otros movimientos conservadores) que lo que pretende es mantener ciertas "condiciones" previas.
    El tradicionalismo es vivir lo que vivió la Iglesia durante 20 siglos en una continuidad. Cierto que hay una "evolución", guste la palabra o no. Pero se trata -al decir de Marín Sola- una evolución homogénea. Lo que no ocurrió con ese "arqueologismo" crónico que se manifestó especialmente después del Concilio Vaticano II, aunque empezó antes. Incluso ya con Pío XII.
    Para esto la visión de Bouyer no deja de ser iluminada. No es pretender volver a octubre de 1958, sino de tener una tradición "viva".
    A saber, con la liturgia se puede comprobar claramente que fue toda hecha "ex novo", aunque quiera remontarse a los primeros cristianos.
    Incluso la plegaria eucarística II de la tradición apostólica de Hipólito tiene muy poco. Las partes más significativas fueron suprimidas. Ni que hablar de la posición del sacerdote que no tiene arraigo "arqueológico" sino más bien todo lo contrario sea en oriente que en occidente.
    Y no se arregla todo con una "nota explicativa previa", eso salva solamente las papas. Pero no resuelve la cuestión.
    En fin, sobre este tema hay mucha tela para cortar.
    Es cierto que muchos "tradicionalistas" son más conservadores que otra cosa. Y piensan que hay que volver a 1958 porque en esa época las cosas "funcionaban". Y claro que muchas cosas en 1958 no "funcionaban". Pero eso no valida la clara ruptura en materia litúrgica y en algunos aspectos de la enseñanza de la doctrina. Basta ver los temas incluso en este blog tratadas: entre otros la pena de muerte, libertad religiosa, ecumenismo, etc. Y todos -en consonancia con el mundo- creen que todo nació en 1968.

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    1. Querido Paco,
      1) me dices: "usted define...". Debo pensar que no me has leído, o has entendido lo que querías entender. Pues no defino nada, e incluso invito a que definamos los términos. Simplemente hice una "preliminar aclaración terminológica" para que los lectores pudieran entender que en el presente artículo estoy usando el TÉRMINO tradicionalismo con un CONCEPTO negativo. Lo primero que debes saber es que es de fatuos discutir acerca de términos o palabras. Yo no discuto sobre palabras, sino sobre conceptos. Por lo tanto: esfuérzate por comprender el CONCEPTO de tradicionalismo que manejo en el artículo, y verás que lo que yo elenco como sofismas del tradicionalismo son precisamente los sofismas de los actuales tradicionalistas, integristas, conservaduros, pasadistas (o como los quieras llamar, con las palabras que más te gusten) cuyos extremos representantes son los lefebvrianos, formalmente heréticos y cismáticos.
      2) No confundas Tradición con tradiciones. Hablas de "tradición" pero pones el acento o lo reduces todo a la liturgia. Por el contrario, fíjate que todo mi elenco de sofismas del tradicionalismo se refiere a lo doctrinal, a la Fe o a lo conexo con la fe, a la doctrina de Cristo y a la doctrina de la Iglesia, todo mediado por el Magisterio de la Iglesia (único intérprete auténtico de la Escritura y la Tradición, las dos fuentes de la divina Revelación). La liturgia, en cambio, salvado por supuesto su aspecto doctrinal en lo que se refiere a lo Sacramental, todo lo demás, es decir, el Rito, corresponde no a la doctrina, sino a la disciplina, a lo contingente y mutable, es decir, al poder de las llaves. Vale decir: no hay problemas en que en la liturgia haya "ruptura" en el rito, porque la liturgia pertenece a la potestas clavium, a lo disciplinar.
      3) En cambio no existe ruptura en la doctrina. Pensar lo contrario es caer en las herejías lefebvrianas o filo-lefebvrianas. Y tú hablas de "clara ruptura" también "en algunos aspectos de la enseñanza de la doctrina". Es el sofisma central del tradicionalismo (o como te guste llamarlo) y el que ubica al tradicionalismo fuera de la Verdad de la Iglesia y fuera del Cuerpo de la Iglesia. Por supuesto: no hay "tradicionalistas" puros. Los casos deben examinarse particularmente.
      4) Dices: "los temas incluso en este blog tratados: entre otros la pena de muerte, libertad religiosa, ecumenismo, etc. Y todos -en consonancia con el mundo- creen que todo nació en 1968". Los que mencionas son algunos de los temas doctrinales sobre los que el Concilio Vaticano II y los Papas del postconcilio (algunos Santos) implican una profundización o progreso doctrinal, por supuesto, aunque "en continuidad" con el Magisterio precedente, como no puede ser de otro modo, y esclareciendo el Magisterio precedente. El Vaticano II ha procurado presentar la sana modernidad, no sus errores, para que podamos ser cristianos de nuestro tiempo, y no vivir en un museo. A medida que el tiempo pasa, y el tradicionalismo desconoce esa "evolución homogénea" como tú dices, se ahonda mucho más la distancia herética de algunos tradicionalistas respecto a la doctrina de la Iglesia a la que Cristo prometió la asistencia de su Espíritu, para avanzar en el "conocimiento de la Verdad completa".

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