lunes, 26 de julio de 2021

Traditionis custodes (1/9) Los lefebvrianos y la pertinacia en el error

Comenzando a analizar los variados y sugestivos aspectos (disciplinarios en general, aunque no faltan los doctrinales) contenidos tanto en la Carta Apostólica en forma de motu proprio Traditionis custodes del papa Francisco, del pasado 16 de julio, así como en la adjunta Carta a los Obispos, del mismo día, explicando los motivos del primero, comienzo por referirme a un tema que está en el centro de los dos documentos del Romano Pontífice, y que nos permite iniciar el análisis de ambos focalizando la cuestión más importante, evitando irnos por las ramas, lo cual se ha notado en muchas reacciones desequilibradas de los recientes días.

"El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre,
os enseñará todo y os recordará lo que os he dicho" (Jn 14,26).
   
----------Como se advierte desde el inicio de su Carta a los Obispos, el papa Francisco se ha dado cuenta de que el movimiento cismático originado de las ideas y de la acción de mons. Marcel Lefebvre [1905-1991], valiéndose de sus órganos de propaganda ideológica, ha instrumentalizado el motu proprio Summorum Pontificum por fuera de la finalidad que se había propuesto el papa Benedicto XVI al publicarlo, y que era la de una razonable valoración del rito antiguo, pero en el respeto del rito nuevo y en comunión con la Iglesia.
----------En efecto, los lefebvrianos, aún estando cismáticamente fuera de la Iglesia y sin ánimo en absoluto de respetar el magisterio doctrinal ni las directivas pastorales o de gobierno del Papa, han aprovechado el momento para hacer propaganda de su propia concepción cismática, la cual implica graves errores contra la autoridad del Papa como Maestro infalible de la Fe y supremo Pastor de la Iglesia. De este modo, las herejías de la fraternidad lefebvriana terminaron extendiéndose a sectores tradicionalistas del interior de la Iglesia, los cuales comenzaron a utilizar el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto de un modo claramente contestatario de cariz filolefebvriano, o sea, como distintivo o credencial de identificación para los enemigos del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio. De ahí la actual intervención restrictiva del papa Francisco.
----------Es la primera vez que el Santo Padre habla claramente de cisma para referirse a los lefebvrianos. Efectivamente, se trata de los cismáticos fanáticos del Misal Tridentino, sostenedores de ser ellos la "verdadera Iglesia" contra la falsa Iglesia o "Iglesia bergogliana" o "neoiglesia del papa Bergoglio" como la llaman. Pero el actual cisma lefebvriano en sí mismo no tenía por qué haber movido al Santo Padre a dictar este motu proprio, si no fuera el caso que estas mismas ideas son sostenidas por los grupos tradicionalistas (filolefebvrianos) que en el interior de la Iglesia instrumentalizan así el permiso concedido por el papa Benedicto XVI para rechazar la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II y al propio y entero Concilio, como dice el Papa.
----------Como vemos, entonces, lo que está en el centro y foco del motu proprio Traditionis custodes es la ruptura de la comunión eclesial y la fractura con el Romano Pontífice, que son cuestiones mucho más graves que una simple cuestión litúrgica a favor o en contra del novus ordo. Aquí no está en juego simplemente la unidad disciplinar en la liturgia, cuestión al fin y al cabo contingente, mutable, sujeta a la potestas clavium. Aquí está en juego la doctrina de la fe, la noción de Iglesia y de la autoridad del Papa. Por lo tanto, comprender los errores de los cismáticos lefebvrianos, errores que se han difundido a los grupos en el interior de la Iglesia que están arraigados en el vetus ordo, constituye el primer paso para comprender Traditionis custodes.
   
Obcecación y bajeza en los actuales discursos lefebvrianos
   
----------La obstinación en el error contra la fe que viene manifestando, con pertinacia, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X desde sus orígenes, allá por los años setenta del pasado siglo, es evidente que se ha agravado con el paso de las décadas, y ello parece claro por dos señales al menos.
----------Por una parte, porque los medios de comunicación oficiales de la FSSPX han abandonado aquel estilo de controversia digno y argumentado que supo honrarles en sus primeros tiempos, asumiendo ahora formas burdas y chabacanas, saturadas de befas tanto al Concilio Vaticano II, al Magisterio de los Papas del postconcilio y en particular al actual Romano Pontífice, recurriendo a expresiones más propias de la prensa secular amarillista, y comparables a los modos más groseros y belicistas del primer protestantismo luterano.
----------Por supuesto, en la actualidad el desmadre es tal, que ya no es nada difícil encontrar este mismo estilo, inadmisible en católicos, en los medios expresivos (blogs en internet) de quienes son miembros de grupos tradicionalistas internos a la Iglesia, que últimamente han llegado incluso a hacerse voceros de los mismos líderes lefebvrianos. Se comprende, entonces, la tristeza y el disgusto que han colmado la paciencia del Santo Padre, más allá de lo que pueda pensarse y juzgarse de la corrección o incorrección pastoral de su motu proprio como medio de solución del problema central: el cisma material de los filolefebvrianos.
----------Es decir, esa misma bajeza en las actuales formas expresivas del lefebvrismo, que pone más en evidencia su carácter cismático, se ha trasladado a aquellos grupos internos de la Iglesia arraigados en el vetus ordo, y hacia los cuales los Papas del postconcilio tuvieron tantos magnánimos gestos de tolerancia, desde el papa san Paulo VI hasta el actual Romano Pontífice. Basta, como dije, una rápida recorrida por los sitios llamados tradicionalistas, para observar claramente cómo, salvo poquísimas y honrosas excepciones, todos ellos han asumido también una clara actitud de rechazo hacia el Concilio Vaticano II y los Papas del postconcilio, poniendo así en evidencia que el cisma formal de la FSSPX hoy es también acompañado por un cisma material o implícito en estos sectores internos a la Iglesia, que incluso ya no tienen pudor de hacerse portavoces públicamente de la propaganda lefebvriana o viganoiana cismática anticonciliar.
----------Pero focalizando ahora nuestra mirada en la FSSPX, hay quienes opinan que esta nueva actitud de clara y extrema confrontación se deba probablemente a cuestiones internas de la hermandad, herida ya por varias divisiones internas, y acaso por la necesidad de los actuales líderes de Menzingen de afirmar su lealtad al fundador mediante una política cismática de neta separación de Roma, en contraposición a la línea más (aparentemente) dialoguista que existía, en ellos, en los tiempos del papa Benedicto XVI.
----------Por cierto, hoy el diálogo con el papa Francisco no existe. Tras las repetidas muestras de magnanimidad que el actual Romano Pontífice ha tenido hacia la secta en los primeros años de su pontificado, como también las había tenido el actual papa emérito, está hoy bien claro que el Santo Padre se ha dado cuenta que el objetivo fundamental que anima a la FSSPX, la cual se considera la "verdadera Iglesia" y el "remanente fiel", es la total abrogación del Concilio Vaticano II, y de todo lo que tenga que ver con el magisterio pontificio postconciliar. El propio hecho de que los lefebvrianos utilicen actualmente el Misal de san Pío V en versiones anteriores a la revisión hecha en 1962 por el papa san Juan XXIII (único Misal permitido por Summorum pontificum) pone claramente de manifiesto que sus diferencias no son solo litúrgicas, sino doctrinales.
----------Por otra parte, como ya he indicado, la gravedad de la pertinacia lefebvriana se ha ahondado porque no sólo ha sucedido por la fuerza de los hechos, es decir no sólo pasivamente de parte de la FSSPX, sino también activa y explícitamente, han querido como suele decirse llevar agua para su molino, asumiendo, apropiándose, promoviendo, motorizando e impulsando cuanta contestataria actitud tradicionalista hacia el actual Papa, hacia el Concilio Vaticano II y hacia el Magisterio pontificio postconciliar circula en las "variadas islas de la tradición", que es la expresión que suele usar el filolefebvriano prof. De Mattei para referirse al tradicionalismo interior a la Iglesia. Por cierto, un tradicionalismo "católico" por el cual, los lefebvrianos no ocultan su desprecio.
----------Los medios oficiales lefebvrianos han servido de altavoces para multiplicar las voces filo-lefebvrianas o cripto-lefebvrianas de cuanto tradicionalista ande dando vueltas por la blogosfera, haciendo siempre la salvedad de que todos los tradicionalistas se quedan a mitad de camino, porque, por supuesto, la única actitud que es verdaderamente fiel a la tradición es la de la FSSPX, a tal punto que no reparan en llamarse a si mismos "la Tradición": "la Tradición ha llegado a...", "se ha fundado una nueva capilla de la Tradición en...", "presencia de la Tradición en...", mientras que para el resto hablan de "los llamados tradicionalistas".
----------Repito, es lamentable que hayan abandonado ese estilo de discurso que los honraba en otras épocas, elaborado en forma de controversia digna y argumentada, modelo de discusión teológica, a menudo olvidado en los debates de nuestro tiempo, que tienden a banalizarse en el plano de los argumentos ad hominem, o son víctimas de la sofística, por no mencionar cuando se cae en el nivel del insulto, del engaño o del sarcasmo, formas que ahora también han asumido los voceros y hasta los líderes de la FSSPX.
   
La herejía lefebvriana central: rechazo del Magisterio
   
"Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero no las podéis comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él os introducirá en toda la verdad" (Jn 16,12-13).
   
----------Es cierto que se nota en la conducta del papa Francisco hacia los lefebvrianos y filolefebvrianos una fuerte personal repugnancia, así como una personal inclinación y coqueteo con ideas y actitudes modernistas. Por supuesto, el Santo Padre debería superar esta repugnancia hacia los tradicionalistas, y recordar que él también es padre de ellos, aunque se trate de hijos ingratos y cismáticos. Todo eso es cierto, pero ello no quita que sea también absolutamente cierto lo que el Romano Pontífice expresa en su Carta a los Obispos adjunta a Traditionis custodes: "el uso instrumental del Missale Romanum de 1962, uso caracterizado cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la 'verdadera Iglesia'...".
----------Las citas que podrían traerse para demostrar esta herejía lefebvriana central son abundantísimas. Menciono solo algunas frases recogidas de sus medios oficiales: la FSSPX "quiere abrir un debate teológico sobre el Vaticano II para denunciar las fracturas doctrinales que ha causado... Las autoridades romanas no podrán eludir este debate indefinidamente". "Es necesario luchar contra las reformas conciliares y posconciliares..., para brindar a los fieles la posibilidad de una auténtica vida cristiana, fundada en los principios defendidos por la Tradición y la Escritura. La continuidad así garantizada es el tesoro más precioso que los servidores de la Iglesia pueden guardar para ella. Esta es la principal respuesta a la actual discontinuidad". Los defensores del Concilio "consideran al Concilio Vaticano II de la misma manera que los Concilios ecuménicos que lo precedieron. Pero esta suposición es errónea... este Concilio no puede reclamar la infalibilidad". "Nuestra Misa... expresa y transmite una concepción de la vida cristiana y, por consiguiente, una concepción de la Iglesia, absolutamente incompatible con la eclesiología salida del Concilio Vaticano II".
----------En repetidas ocasiones en este blog he explicado mis objeciones al modo en que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X se posiciona frente a las doctrinas del Concilio Vaticano II, que los lefebvrianos juzgan no infalibles y por lo tanto equivocadas o cuanto menos facultativas, opcionales. Explicaré, una vez más, mis argumentos para replicar a las posiciones lefebvrianas.
----------Al emprender esta tarea, reconozco que es probable que mis habituales lectores sientan extrañeza de que dedique tanto espacio a este problema. Al fin de cuentas, por un lado, las comunidades lefebvrianas constituyen una ínfima minoría en el amplísimo mundo cristiano que existe fuera de la Iglesia Católica, y por otro lado, los sectores tradicionalistas filolefebvrianos internos a la Iglesia también son una pequeñísima minoría en el seno de la Iglesia. Incluso la mayoría de los católicos pueden haberse sentido extrañados por el revuelo mediático causado por el motu proprio del pasado 16 de julio: la inmensa mayoría de ellos conocen sólo de mentas acerca de este cisma al cual se refiere el papa Francisco en su documento. Sea como sea, al menos para que conste en este blog, desarrollo en esta nota y en la siguiente una exposición más sistemática.
----------Ante todo, siempre se ha comparado, y no sin razón, el modo lefebvriano de usar la Tradición con respecto a las doctrinas conciliares, al modo protestante de usar la Escritura para rechazar el Magisterio de la Iglesia. Los lefebvrianos dicen que la comparación no se sostiene, argumentando que, a diferencia de los protestantes, ellos aceptan el Magisterio, mientras que los protestantes lo rechazan en bloque.
----------Ciertamente, debo reconocer que la citada comparación entre lefebvrianos y protestantes, sin carecer de aspectos reales, es algo exagerada, tanto más porque es bien sabido con cuanto celo los lefebvrianos rechazan los errores de los protestantes que lamentablemente hoy están reviviendo en el modernismo que se ha difundido en el postconcilio. Sin embargo, debo insistir en este punto: los lefebvrianos aceptan el Magisterio sólo hasta el Concilio Vaticano II, al cual excluyen, porque consideran que el Magisterio del Concilio y el de los Papas del postconcilio no es infalible y ha enseñado falsedades que niegan la Tradición.
----------Y hacen esto no aceptando dócilmente y confiadamente ese desarrollo de la Tradición que es enseñado por el Concilio Vaticano II en continuidad con la precedente fase de la Tradición, como su explicitación y explicación, sino permitiéndose considerar la Tradición directamente, por su cuenta, sin usar la mediación de la Tradición que les da el Magisterio del Vaticano II y de los Papas del postconcilio.
----------Ahora bien, surge instantáneamente una pregunta. ¿No es este el mismo método que usan los protestantes para rechazar el Magisterio, con la única diferencia de que mientras los protestantes pretenden estar basados ​​en la Biblia directamente, por el contrario los lefebvrianos pretenden estar basados directamente en la Tradición? Sin embargo, puedo francamente estar de acuerdo en que los lefebvrianos están mucho más cercanos a Roma que los protestantes, porque al menos los primeros acogen la Tradición y todo el Magisterio infalible hasta el Vaticano II, mientras que los segundos rechazan todo esto. Por otra parte, en la misma línea de razonamiento, puedo decir, y con total certeza, que así como Martín Lutero puede ser considerado más cercano al catolicismo que los actuales luteranos y protestantes en general, también Marcel Lefebvre puede ser considerado más cercano al catolicismo que los actuales lefebvrianos.
----------Está claro que lo que les falta a los lefebvrianos es la aceptación del desarrollo o progreso de la Tradición que ha operado el Concilio Vaticano II y los Papas del postconcilio, es decir, aquellas "doctrinas del Concilio" que, en el anterior pontificado, el papa Benedicto XVI, con recordados y repetidos gestos de generosidad, les invitaba a los lefebvrianos a abrazar para estar en plena comunión con la Iglesia católica.
----------En cuanto al deber que tenemos como católicos de permanecer en el Magisterio actual de la Iglesia conservando ("custodiar el depósito") y venerando el del pasado, que en todo caso sigue siendo verdadero e inmutable, está claro que se trata de un deber acerca del cual nosotros, los católicos, y ellos, los lefebvrianos, hasta ahora no parece que nos hayamos entendido. El hecho es que los lefebvrianos hacen una cuestión de tiempo, como si nosotros los católicos estuviéramos usando como criterio de verdad el simple tiempo presente en el cual hoy el Magisterio nos habla con su viviente voz (Tradición oral).
----------Pero, y trataré de explicarme en términos sencillos, los católicos no estamos haciendo cuestión de tiempo, sino cuestión de verdad, en el sentido de que el modo con el cual hoy, gracias a las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de los Pontífices del postconcilio, conocemos la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, es mejor y más verdadero que el modo como conocíamos la Palabra de Dios o divina Revelación en el preconcilio. Conocemos mejor y más a fondo la misma inmutable verdad de fe consignada de una vez y para siempre por Cristo a su Iglesia. Existe un crecimiento en la verdad, hacia la plenitud de la verdad, un conocimiento cada vez mejor de la misma, idéntica e inmutable verdad.
----------En otros términos: enseñanza actual no quiere decir simplemente una enseñanza pronunciada ahora, en el tiempo presente, sino que quiere decir mejor explicitación o mejor conocimiento de una enseñanza pasada, la cual contenía implicite virtualiter lo que ahora ha sido explicitado.
----------La categoría de la actualidad que he usado no se refiere tanto al tiempo, al hoy, sino a un acto cognoscitivo o a un hecho epistemológico: se trata de un conocimiento mejor que aquel conocimiento pasado, teniendo ambos por objeto la misma verdad de fe eodem sensu eademque sententia. Este es precisamente el sentido con el cual el papa Francisco ha afirmado en su reciente Carta a los Obispos de todo el mundo: "Si es cierto que el camino de la Iglesia debe entenderse en el dinamismo de la Tradición, 'que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo' (Dei Verbum n.8), el Concilio Vaticano II constituye la etapa más reciente de este dinamismo, en la que el episcopado católico se puso a la escucha para discernir el camino que el Espíritu indicaba a la Iglesia. Dudar del Concilio es dudar de las propias intenciones de los Padres, que ejercieron solemnemente su potestad colegial cum Petro et sub Petro en el Concilio Ecuménico y, en definitiva, dudar del propio Espíritu Santo que guía a la Iglesia".
----------Quien en este sentido permanece firme y rígido en el pasado y se niega a progresar (lo que podría llamarse sano progresismo), resiste al Espíritu Santo, que conduce a la plenitud de la verdad, y ya que por hipótesis se trata de un progreso en materia de fe, viene la consecuencia de que quien no quiera reconocer este nuevo conocimiento, cae en la herejía, si la herejía es (como efectivamente es) rechazo de una verdad de fe. Aquellos que, por ejemplo, no han aceptado el dogma calcedonense pero permanecieron firmes con Nicea, han rechazado la profesión de fe de Calcedonia y, por lo tanto, por eso mismo han caído en la herejía. Plena ortodoxia, por lo tanto, no es la aceptación de una verdad de fe, sino la aceptación de esta verdad en el grado de explicitación que ha sido actuado, implementado, por la Iglesia de nuestro tiempo.
----------No debemos confundir la solidez en la fe, la conservación del depósito o la fidelidad al dato revelado -deberes sacrosantos- con la rigidez de quien no quiere avanzar, con la negativa a caminar y a abrirse a cuanto la Iglesia nos hace conocer de nuevo respecto a cuanto conocíamos antes, porque esto nuevo no es ruptura con lo antiguo, sino que está en continuidad con él, no es negación o desmentido, sino mejor comprensión de cuanto ya sabíamos, inmutable en sí mismo porque es Palabra de Dios.
----------Claro que los lefebvrianos podrían argumentar: "esta tesis de la continuidad es una simple afirmación. ¿Pero cómo la demuestras? Nosotros tenemos la clara impresión de lo contrario". Pues bien, desde que el papa Benedicto XVI ofreciera aquella luminosa clave hermenéutica para interpretar los documentos del Concilio Vaticano II y todo el Magisterio postconciliar, no han faltado doctísimos teólogos que han esclarecido la cuestión, demostrando con argumentos firmes y convincentes esta continuidad en relación con algunos puntos importantes que se han venido debatiendo desde hace cincuenta años. Como católicos debemos creer a los Papas del postconcilio que nos recuerdan esta continuidad. Como teólogos la debemos demostrar a los escépticos o a aquellos a quienes les parece lo contrario. Pues bien, eso ya se ha hecho. Por lo demás, la continuidad magisterial es demostrable (y se ha demostrado), mientras que la ruptura magisterial no lo es.

18 comentarios:

  1. Buenos días, padre Filemón,
    quiero hacerle una pregunta sobre un tema que me ha intrigado, pues me la hizo un lefebvriano (¡siempre hay oportunidades para hacer "ecumenismo"!) Y no supe qué responder de modo claro y firme.
    En la Traditionis custodes, el Papa utilizó por primera vez la palabra "cisma" para referirse a los lefebvrianos (aunque me parece que también la utilizó para referirse a los pro-lefebvrianos). Y estoy de acuerdo en que esta es sin duda la situación de la hermandad fundada por Lefebvre.
    Pero el caso es que me han dicho que el Papa Francisco se contradice a sí mismo, porque es él quien durante años ha concedido a los lefebvrianos la jurisdicción general para confesar, celebrar misa y celebrar matrimonios.
    ¿No parece esto contradictorio?
    ¡Gracias por todo lo que hace por aquellos de nosotros que necesitamos ayuda en nuestra fe en estos tiempos difíciles y de crisis!

    Nadia Márquez

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    1. Querida Nadia,
      en primer lugar, que los lefebvrianos sean cismáticos, es bien sabido por todos, desde el momento en que mons. Lefebvre ordenó a cuatro obispos sin el permiso de Roma, en 1988.
      Pero si queremos ser exactos, sería necesario decir que también son herejes, porque mons. Lefebvre cayó al menos en dos herejías fundamentales: rechazaba las doctrinas del Concilio Vaticano II y juzgaba el novus ordo de ser semiluterano. Ahora bien, las doctrinas del Concilio son infalibles, por lo cual acusar a un Concilio de herejía quiere decir, a su vez, caer en la herejía. Por consiguiente, mons. Lefebvre no sólo se convirtió en cismático a partir de 1988, sino que también cayó en herejía, sin desdecirse que yo sepa de sus errores contra la fe hasta el final de sus días.
      De todos modos, y retornando a nuestro tema y a la pregunta que planteas, y considerando que aparentemente el papa Francisco no tiene en cuenta las herejías de mons. Lefebvre, hay que decir que si los lefebvrianos fueran (por hipótesis argumentativa) solamente cismáticos, no por ello no podrían administrar válidamente los sacramentos. De hecho, el sacerdote cismático no pierde su poder sacerdotal. Pensemos, por ejemplo, en los Ortodoxos: ellos no están en comunión con Roma y, sin embargo, poseen el sacerdocio.
      En cuanto respecta en particular al sacramento de la Confesión, para su validez este sacramento también requiere la jurisdicción, es decir, la facultad de confesar concedida por el Obispo del lugar.
      Ahora bien, sucedió que el papa Francisco, con ocasión del año de la Misericordia, les concedió a los lefebvrianos la jurisdicción para confesar válidamente.
      Por consiguiente, se puede ver que no existe contradicción en lo actuado por el Santo Padre, sino que se puede hablar de un acto de gran benevolencia paternal del Papa hacia sus hijos descarriados. Esto no quita que sigan siendo cismáticos y por eso el Papa ha emanado el Motu proprio con el declarado intento de "recomponer el cisma".
      Recemos para que el deseo del Papa pueda ser correspondido.

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  2. Estimado padre Filemón,
    quizás me extralimito al plantearle mi pregunta, o me salgo del tema concreto y específico referido al motu proprio del papa Francisco. Usted verá en su prudencia si viene al caso o es oportuno o interesante responderme o no.
    No son pocos los que arguyen como factor diferencial entre novus ordo y vetus ordo el factor: belleza. Asignan las características de belleza a las rúbricas del Misal anterior (al menos el de san Juan XXIII, para no hablar de otros cismáticos que usan misales anteriores). Mientras que afirman que quienes han establecido el rito del nuevo Misal, el de san Paulo VI, no han tenido como horizonte de búsqueda el factor belleza, como factor de puede coadyuvar a elevar el espíritu humano hacia Dios.
    ¿En qué medida puede hablarse de valores objetivos para cualificar a un rito como "bello" y a otro como "no bello"?
    Gracias, desde ya, por permitirme preguntarle.

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    1. Querido Ernesto,
      la pregunta que planteas es interesante, no lo dudes, y tratarla en profundidad nos llevaría a honduras filosóficas sobre lo bello y sus condiciones objetivas, consideradas en la filosofía del arte y la estética. Ojalá pudiéramos tratar de esto más in extenso. Por lo pronto, si te interesa el tema, para iniciarte te sugiero (por si aún no los conoces) un par de libros de Jacques y Raissa Maritain, obras siempre actuales: Arte y Escolástica, Fronteras de la Poesía, etc.
      Pero respecto en concreto a lo que me preguntas, en primer lugar, considero que cualquier Misa, por antigua o nueva que sea, para quien tiene fe es de una sublime belleza y de una belleza objetiva y universal, así como universal es el Sacrificio incruento de Cristo, que se celebra en el altar.
      Dicho eso, sin embargo, en segundo lugar, sabemos que también existe una belleza de carácter subjetivo, y aquí entonces pasamos de la única Misa (en su carácter substancial e inmutable, es decir al rito según lo ha establecido Cristo en la Ultima Cena), a las dos modalidades rituales hoy permitidas: la del novus ordo y la del vetus ordo del Misal Romano.
      Aquí no sé si se puede hacer una graduación, porque no tenemos el mismo criterio litúrgico, sino dos diversos criterios recíprocamente complementarios: el vetus ordo nos hace advertir más la sacralidad del rito y la función del sacerdote, como ministro de Cristo (valores que no están ausentes en el novus ordo); mientras que el novus ordo, en cambio, nos hace sentir más la belleza de la comunión fraterna en torno a la mesa eucarística y la apertura también a los hermanos separados (valores que no están ausentes en el vetus ordo).
      Luego está todo el aspecto de la belleza de las vestimentas, de los objetos sagrados, de las imágenes, de la preparación del altar, los cantos, la música, el incienso, el silencio, que son todos esos aspectos culturales que enriquecen la belleza de la celebración, que son sobre todo propiedades de la celebración solemne, tanto del novus como del vetus ordo, pero que también pueden no existir, sobre todo en los casos de emergencia.

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  3. Una clave de lectura de todo este fenómeno al cual Francisco no alude es lo que dice Benedicto XVI en la carta a los Obispos presentando el Summorum Pontificum: "Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial". El resto es instrumentalización de ese principio.

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    1. Estimado Paco,
      podemos estar seguros de que el papa Francisco suscribiría en todos los aspectos y para todas sus implicancias, las siguientes palabras del papa Benedicto XVI: "Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial".
      El punto de la cuestión, que está en el corazón del papa Francisco al redactar su motu proprio y su carta a los obispos, no es éste.
      Lo que ha provocado su tristeza e indignación es el hecho, como él mismo dice, de que grupos de cismáticos hayan utilizado el Motu Proprio de Benedicto como signo de reconocimiento de aquellos que juzgan al novus ordo como filo-protestante y juzgan modernistas las doctrinas del Concilio.

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    2. Me parece que no solamente se indignó por quienes instrumentalizan el viejo misal pues no habla solamente de corregir eso sino que además prohibe la nueva creación de grupos y limita a los ya existentes.
      En eso parece que no suscribe lo que dijo al respecto Benedicto. Es más, jamás alude en su escrito a ese tema.

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    3. Estimado Paco,
      cuando el Papa limita la formación de grupos favorables al vetus ordo, no se refiere a aquellos católicos que estiman también el novus ordo y están dispuestos a aceptar el Concilio Vaticano II, sino que se refiere a los cismáticos (los materialmente cismáticos, dentro de la Iglesia), esperando que las medidas restrictivas puedan servir para recomponer el cisma.
      En cuanto respecta a la corrección del viejo misal, no se corresponde en absoluto con el texto del Motu Proprio. El Papa no quiere ninguna corrección, sino simplemente hace referencia a los dos Misales de 1962 y 1970.

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  4. La tradición católica causa verdadero temor a quienes hoy mandan en la Iglesia, porque aquellos que redescubren la tradición por fin comprenden que con el Concilio Vaticano II se ha producido una verdadera revolución que lo ha cambiado todo, una nueva misa, y una nueva religión.

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    1. Querido Fabián,
      quisiera poder explicarte cual es el verdadero concepto de "tradición católica", o en qué sentido es correcta o incorrecta tu expresión de "nueva misa", y en qué sentido no se aprecian como católicas tus expresiones respecto a "los que mandan", o respecto al Concilio Vaticano II o lo que dices sobre "una nueva religión"...
      Sin embargo, cuando responder no sirve ni para rasguñar, ni siquiera mínimamente, a personas arraigadas en convicciones erróneas o ideológicas, al estar basadas en lo irreal, es necesario recluirse en religioso silencio y rezar por ellos. Así me han enseñado mis santos maestros y formadores.

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  5. Estimado padre Filemón,
    En general siempre he estado de acuerdo con su modo de ver la vida de la Iglesia, y sobre todo con su diagnóstico sobre la crisis actual; y siempre he vivido con mucha inquietud esas tonterías de llamar herético al Concilio y al Papa modernista.
    Sin embargo, creo que personalmente la antigua forma litúrgica me ha dado muchos momentos de profunda vivencia espiritual, y por eso no considero que el día 16 de julio de 2021 sea un día para celebrar nada...
    Por supuesto, como católico acepto la voluntad del Papa, consciente de que a partir de ahora nadie autorizará la Misa Vetus Ordo. Pedro sigue siendo Pedro, no puede haber ambigüedad en esto, y nosotros debemos mantener nuestra devoción y obediencia a la Cátedra de Pedro y a su condición de único Pastor; pero lo vivo todo con bastante amargura porque la belleza del antiguo rito es y sigue siendo verdaderamente extraordinaria a mi modo de ver.
    Le agradezco, padre Filemón, su servicio, y supongo que sus reflexiones sobre el motu proprio van a continuar. Las espero con ansia.

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    1. Estimado Joaquín,
      tu comentario está lleno de sabiduría cristiana y de equilibrio.
      Creo comprender tus sentimientos, y entiendo que tu arraigo en la Misa del vetus ordo no ha llevado consigo de tu parte el desprecio por la Misa del novus ordo ni menos por el Concilio Vaticano II ni por los Papas del postconcilio. A primera vista, como siempre ocurre, parece injusto que paguen justos por pecadores.
      Pero confiemos en que el Papa ha hecho lo mejor que ha podido, y recemos para que sus deseos se cumplan, y para que la realidad cambie en las diócesis, con el tiempo, para que los Obispos y Roma puedan conceder nuevos permisos de celebrar la Misa del vetus ordo a los católicos que realmente lo merezcan.
      Reconozcamos que el daño que ha producido tantos sacerdotes y laicos que sufren de gran ignorancia religiosa, teológica y liturgica ha sido muy grande. A lo que hay que añadir que desde hace años, tradicionalistas filolefebvrianos han atacado el Concilio Vaticano II y su reforma litúrgica, acusando a ambos de deriva modernista y de haber caído en el protestantismo. La experiencia indica que cualquier apelación a la razón nunca ha tenido ningún efecto en estas personas, excepto para hacerlas aún más agresivas.
      Creo que puedes entender que no se puede utilizar el Misal de 1962, de forma agresiva e ideológica, contra la Iglesia misma y contra el papado.
      No hay duda de la belleza del rito del vetus ordo, como no hay duda de la belleza del novus ordo, pero la liturgia no es solo emociones subjetivas o belleza estética, ni es un espiritualismo emocional, sino un vehículo de salvación y evangelización, en lo cual entra la fe, y la unidadde la fe. Y es este el motivo por el cual el Papa ha intervenido.

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  6. Lo que dijo Francisco está claro. No hay que hacer mucho análisis para entenderlo. El tema es lo que no dijo. En ningún momento habló de alabar a Dios o hacerlo mejor, solamente habla de prohibir y suprimir. Creo que en ese aspecto se enfrenta con lo dicho por Benedicto.

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    1. Estimado Anónimo,
      si el Santo Padre se ha detenido tanto sobre la Misa, intenta reflexionar un momento. ¿Qué es la Misa sino la suprema alabanza a Dios? Por consiguiente, está claro que el impulso, el estímulo, de alabar a Dios está aquí sobreentendido, aún cuando se recurre a la palabra Dios.
      Por consiguiente, si tienes que aferrarte a tal argumento para oponerte al documento del Papa, está claro que te estás quedando corto de argumentos, por lo cual no demuestras una crítica sincera, sino solo malicia.

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    2. Le pido que no juzgue intenciones por más fraile que sea, que eso no le toca a usted.
      El Papa no se detiene en la Misa como suprema alabanza a Dios, sino sobre una forma (hasta el 16 de julio pasado se llamó extraordinaria) de celebrarla. Y usted mismo me da la razón al decir que está sobreentendido. O sea, no lo dijo ni mu al respecto. Será que lo sobreentendió.

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    3. Querido Anónimo,
      nadie, ni un laico, ni un sacerdote, ni un religioso, ni un fraile, ni un Obispo, ni un Cardenal, y ni siquiera el Papa puede juzgar lo que existe en la conciencia de cada uno y en su relación con Dios y con su Ley.
      Pero podemos juzgar las intenciones del Papa al menos como Maestro de la Fe, porque en ese ámbito tenemos la seguridad (que nos ha dado Nuestro Señor) de que el Papa no se engaña ni nos engaña.
      Respecto al tema en concreto que te preocupa, efectivamente, me parece que el Papa no habría hecho nada mal al asumir y retomar la distinción entre rito ordinario y rito extraordinario (hecha por Benedicto), porque esta distinción establece una relación entre los dos ritos. Y esto es muy sabio, porque promueve el entendimiento mutuo entre los adherentes de los dos ritos diferentes, sin perjuicio de la obligación de todos, absolutamente de todos, de acoger el novus ordo como único rito universal. Todo católico sabe que el único rito universal es el rito del Misal de san Paulo VI, mientras que los demás ritos que están permitidos, y siguen aún permitidos bajo ciertas condiciones, lo son para ciertos grupos particulares, a discreción del Papa o de los Obispos.

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  7. Al decir que no juzgue intenciones me refería a la mía visto que me imputa malicia.
    Lo que usted dice se refiere solamente al rito romano. Esta última aclaración es porque -como sabemos- hay variedad de ritos en la Iglesia, sea latinos que orientales. Y si bien los ritos latinos vigentes (excepto el mozárabe) son muy similares al romano, no así los diversos ritos orientales. Dejando, por supuesto, en claro que la Misa es la misma.
    Esos grupos particulaes son naciones y pueblos enteros: Irak, Rumania, Armenia, Ucrania, Egipto, Siria, Líbano, por citar algunos casos. Y -por la inmigración propia del último siglo- hay diócesis o parroquias de estos ritos por todo el mundo.
    Recuerde que el modelo de los párrocos -el Santo Cura de Ars- jamás celebró el rito romano.

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    1. Estimado Anónimo,
      1) al hablar de malicia intenté decir que tu crítica era forzada y no objetiva. Por lo tanto, te invito a que te preguntes si el tono de tu crítica al Papa es respetuoso con la dignidad del Papa.
      2) Ciertamente me refería solamente al Misal Romano, tanto vetus ordo como novus ordo, porque estábamos hablando del Motu Proprio del papa Francisco, que afronta solamente este tema. Por consiguiente, los otros ritos están más allá del tema tratado por el Motu Proprio.
      Los grupos de los que habla el Santo Padre son los que hacen referencia al Misal Romano, vetus ordo.

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