martes, 13 de julio de 2021

Pandemia y verdad (1/2) El Pueblo de Dios hambriento de verdad

Durante el año y medio que llevamos sufriendo esta pandemia, lamentablemente tanto teólogos como pastores, y tanto obispos como sacerdotes, han mostrado sobre esta dramática situación un inexplicable silencio acerca de verdades que son fundamentales para nuestra Fe. En temas que se refieren directamente a la salvación humana, los teólogos y los pastores han manifestado graves lagunas doctrinales y una descorazonadora falta de preparación, y no solo eso, sino también visiones erróneas, rayanas en la herejía, una verdadera calamidad, la cual, como ulterior desgracia espiritual, ha venido a dar falsos consuelos, a desviar y turbar las conciencias y a sumarse a la ya grave calamidad de la pandemia, como si ella no fuera ya suficiente para abatir y desorientar los ánimos más voluntariosos y poner a dura prueba los espíritus más fuertes.

La predicación de los Obispos argentinos durante esta pandemia
   
----------En todos estos meses con el SARS COV II a cuestas, año y medio ya en Argentina, un tiempo de "mayor prueba" (como dijo el Papa en el Ángelus del 28 de marzo de este año) a causa de todo tipo de sufrimientos, ha surgido más que nunca la pregunta sobre el por qué y sobre el origen del sufrimiento, y sobre cómo vencerlo, así como por supuesto cómo vencer el virus insidioso y mortal que está en su origen. Este tiempo de prueba era sin duda la ocasión para que teólogos y pastores recurrieran al riquísimo patrimonio de la sabiduría cristiana, para ofrecer respuestas, remedios y propuestas, que sólo ella sabe dar.
----------Indudablemente, este tiempo habría debido ser una buena ocasión para exponer la doctrina cristiana sobre el origen del mal y del sufrimiento, sobre el pecado original y sobre sus consecuencias, sobre la causa, naturaleza y el castigo del pecado, sobre la victoria sobre el pecado mediante la cruz de Cristo. Y en cambio nada o casi nada. Se ha dejado al pueblo de Dios hambriento de verdad y necesitado de la confortación y del consuelo que provienen de la Palabra de Dios, se lo ha dejado sin el alimento salutífero.
----------Un Obispo argentino, hoy en un alto puesto en la Conferencia Episcopal del país, envió hace poco a los sacerdotes de su diócesis, una Carta acerca de la actual pandemia. Uno podría legítimamente suponer que un Pastor diocesano puede hablar claramente y sin tapujos a su presbiterio acerca de la integralidad del mensaje del Evangelio. ¿Si no lo puede hacer con sus propios presbíteros, con quién podría? Sin embargo, el alto prelado transmitió a su colegio presbiteral solo un análisis experiencial, psicológico y sociológico, meramente humano, del modo como él personalmente lleva viviendo este año y medio de pandemia. Sin negar la probable utilidad de la misiva, uno se pregunta si su contenido no sería más adecuado para una amistosa charla de café o de sobremesa, que para una Carta pastoral en una encrucijada tan grave y de tan dramáticas consecuencias como las que estamos viviendo y en la cual no se advierte aún la salida.
----------Ese Obispo reconoce al menos (algo es algo) la realidad del sufrimiento en esta pandemia, sufrimiento sobre el cual él declara que su consecuencia debería ser, para él y para sus sacerdotes colaboradores, el "compromiso en una pastoral del consuelo": "este panorama doloroso nos lleva a concentrarnos en una auténtica pastoral del consuelo"; y explica lo que él entiende por "pastoral del consuelo": "el acompañamiento de los familiares de los enfermos; de la contención del sufrimiento en medio de un contexto social dominado por los efectos de la pandemia que se traducen en depresión, fobias, mucho enojo y mucha tristeza... un cansancio enorme como trasfondo y con el aumento de la violencia social".
----------La vaguedad de la palabra "acompañamiento" es precisada un poco más en el pasaje siguiente de la Carta, cuando este Obispo dice que "el lugar de la Iglesia hoy es estar al lado de los que sufren prestándoles su capacidad de escucha, la cercanía de su presencia y de su oración, respondiendo a la profunda necesidad de iluminar desde la fe este momento de la vida". Pero, a la vista del modo como este Obispo (de mucha presencia mediática) y los demás pastores han tratado de "iluminar desde la fe este momento de la vida" de sus respectivos rebaños en estos quince meses de epidemia que se llevan vividos en Argentina, parece que debemos abrigar prudentes dudas sobre qué entienden ellos por "iluminar" y por "fe".
----------Poco después, en otro de sus mensajes online, el mismo Obispo destacó que "el Espíritu Santo nos da el don de la fe, que es mirar la vida y la historia con los ojos de Dios". Y habiendo hecho referencia nuevamente al dramático contexto de la actual pandemia, hablándole ahora no ya a sus sacerdotes sino a todo el pueblo de Dios, incluso más allá de las fronteras de su propia diócesis, pidió "que el Señor nos haga crecer en esta fe para apoyarnos unos a otros y para encontrar el verdadero sentido de la realidad que estamos viviendo", e insistió sobre lo importante que es renovar la fe en este tiempo difícil y preguntarse "qué está diciendo el Señor a cada uno a través de todas las cosas que van pasando en esta pandemia".
----------Parece, sin embargo, que este alto prelado argentino olvida que el Pueblo de Dios, su propio rebaño diocesano, se pregunta desde su fe, y desde el inicio de la pandemia, qué es lo que quiere decir Dios a través de lo que está sucediendo, pero espera que Dios le responda no simplemente a través de su fe subjetiva, sino a través de lo que le dice su Obispo, el cual ha sido constituido como su Pastor y Profeta, porque es él quien debe hacerle saber a su Pueblo qué es lo que Dios dice en esta pandemia. Y a la vista de sus mensajes, homilías y discursos (he revisado mucho), este Obispo no está dando esa respuesta.
----------Otro Obispo argentino ha sentido la necesidad de ofrecer incluso a toda la sociedad civil de su diócesis, no solo a sus fieles, una serie de reflexiones, y lo viene haciendo desde el inicio mismo de la pandemia. Hay que destacar la loable intención y esfuerzo del prelado por querer indagar sobre un tema tan arduo como es el origen de este sufrimiento, sus causas, su naturaleza, y los modos de enfrentarlo. Sin embargo, lo hace desde un plano meramente psicológico y sociológico, como podría hacerlo un político o un asistente social, y hasta llega al deplorable punto de afirmar que él, el Obispo, no tiene respuestas...
----------Dice: "A toda la comunidad... con profundo respeto y valoración de su reacción ante las dificultades de esta pandemia, les quiero decir que no somos superhéroes ni gente distinta. Todos sufrimos de un modo parecido el miedo, el cansancio, la incertidumbre. No tenemos respuestas para muchas de las cosas que nos pasan y las queremos buscar juntos..." ¿Acaso los cristianos no debemos ser distintos a los que no tienen fe? ¿Cristianos y no-cristianos, creyentes y no-creyentes viven de modo "parecido" el sufrimiento? ¿Y cuál es, entonces, el aporte de la fe ante el sufrimiento que implica esta pandemia? ¿Cómo puede ser posible que un Obispo diga que los cristianos no tenemos respuestas?
----------Las citas y testimonios podrían multiplicarse hasta el cansancio; pero no deseo agotar la paciencia del amable lector. Tan solo mencionaré, para terminar este breve elenco, algunos pasajes de la homilía de otro Obispo argentino en el Te Deum del pasado 9 de julio: "Es real que transitamos un momento histórico en el que todas las Naciones estamos frente a una situación inédita, hecha de esta horrible y dolorosísima pandemia y que tiene como raíz, una causa común que ocasiona todas las situaciones dramáticas que estamos viviendo... es el grito de la tierra y el grito de los pobres...". ¿Acaso esas son la causa de la pandemia? "Estoy convencido... que la salud la alcanzaremos en la fraternidad y en la amistad social..." ¿A qué "salud" se refiere? "Les pido que en esta oración que compartimos, tengamos el corazón puesto en los enfermos y fallecidos por el Covid 19 y pidamos juntos con fuerza y esperanza que termine pronto esta pandemia...". ¿Estamos seguros que Dios escuchará ese tipo de oración? ¿Y si Dios no quiere que termine esta pandemia? ¿No será que todo lo que pedimos lo debemos condicionar al beneplácito divino?
   
La paradoja cristiana del sufrimiento
   
----------Como dije al inicio, durante la actual pandemia ha surgido más que nunca la pregunta sobre el por qué y sobre el origen del sufrimientoy sobre cómo vencerlo. Era esta la ocasión para que teólogos y pastores recurrieran al riquísimo patrimonio de la sabiduría cristiana, para ofrecer respuestas, remedios y propuestas, que sólo ella sabe dar. Habría sido una buena ocasión para exponer la doctrina cristiana sobre el origen del mal y del sufrimiento, sobre el pecado original y sobre sus consecuencias, sobre la causa, naturaleza y el castigo del pecado, sobre la victoria sobre el pecado mediante la cruz de Cristo. Y en cambio nada o casi nada. Se ha dejado al pueblo de Dios hambriento de verdad y necesitado de la confortación y del consuelo que provienen de la Palabra de Dios, se lo ha dejado sin el alimento salutífero.
----------Por lo tanto, hay que decir que, lamentablemente, tanto teólogos como pastores han mostrado sobre estos importantísimos temas que se refieren a la salvación graves lagunas doctrinales y una descorazonadora impreparación, y no solo eso, sino también visiones erróneas, rayando en la herejía, una verdadera calamidad, la cual, como ulterior desgracia espiritual, ha venido a dar falsos consuelos, a desviar y turbar las conciencias y a sumarse a la ya grave calamidad de la pandemia, como si ella no fuera ya suficiente para abatir y desorientar los ánimos y poner a dura prueba los espíritus más fuertes (repito: "siamo più provati" han sido las palabras del Papa). En lugar de brindarnos la medicina y la confortación austeras pero saludables que nos vienen del Evangelio, se ha distribuido una droga espiritual para adormecer las conciencias y para dejarnos en nuestros pecados y dando razón a Marx, cuando habla de la religión como opio de los pueblos.
----------La concepción cristiana del sufrimiento tiene algo de paradójico y aparentemente contradictorio, porque parece que el cristiano rechaza y al mismo tiempo ama el sufrimiento, de este modo aparece el mismo Dios cristiano como un Dios que por una parte quita el sufrimiento, pero por otra lo envía. Tanto más se necesitaría afrontar esta paradoja, precisamente para disolverla, solucionarla, como intentaré hacer en esta serie de notas. La visión de un Dios que quita el sufrimiento junto al rechazo del sufrimiento responde sin dificultad a las necesidades instintivas de la naturaleza humana y a la concepción natural de Dios. El hombre ama naturalmente el placer y rechaza naturalmente el dolor y es lógico que esperemos de Dios, que es infinitamente bueno, la distribución o la concesión de todo aquello que nos produzca placer y felicidad.
----------Por el contrario, al principio no llegamos a comprender cómo se pueda amar o buscar el sufrimiento y cómo un Dios bueno pueda querer o permitir cosas que nos hacen sufrir o nos desagraden. Un Dios así nos repugna y por eso amar o buscar el sufrimiento nos parece algo morboso. ¡Nos suceden ya tantos sufrimientos no buscados! ¡Ir a buscarlos, entonces, nos parece incluso el colmo de la locura!
----------Ahora bien, para comprender el misterio cristiano del sufrimiento, es necesario partir de la idea aparentemente paradójica de un Dios bueno que puede enviar la desgracia para nuestro bien, partiendo, por ejemplo, de la analogía con el médico que da un tratamiento doloroso, o de la analogía del maestro que corrige al discípulo, o de la analogía del superior que castiga al súbdito. Así se justifican las palabras de Job: "Si de Dios aceptamos el bien, ¿por qué no deberíamos aceptar el mal?" (Job 2,10).
----------Como si dijera: sabemos que Dios es bueno; si decide hacernos sufrir, debe existir un motivo plausible, debe ser para un fin bueno, para un buen propósito, aunque no estemos conscientes de haber pecado, por lo cual, aun cuando por el momento no sepamos el por qué de este sufrimiento, es necesario tener paciencia, y confianza y esperar. Pasará y sabremos el por qué.
----------Por consiguiente, tanto más reprobables y reprensibles han sido en este año y medio de pandemia los predicadores, los teólogos, los pastores, que se han sucedido unos a otros, los cuales, como católicos, conocen o deberían conocer el por qué Dios envía la desgracia. "El Señor corrige a aquel que Él ama" (Heb 12,6); "el que teme al Señor, aceptará la corrección" (Sir 32,14); "castigando su pecado, tú corriges al hombre" (Sal 39,12). Por no hablar del misterio del sufrimiento redentor de Cristo. Sin embargo, ¡incluso en esto! se han mantenido en silencio nuestros pastores, obispos y sacerdotes.
----------De lo dicho líneas arriba, se desprende que existe un modo cristiano de considerar como bueno un cierto sufrir, que sin embargo es necesario explicar con cuidado para evitar engorrosos y desafortunados equívocos y no caer en las patologías del masoquismo, del autolesionismo, del dolorismo, del victimismo, de la frigidez sexual o de la anorexia. Ese modo cristiano es el recurso fundamental de la ascética cristiana y de la vida cristiana para caminar hacia la perfección y hacia la santidad, ese "Cristo crucificado", del cual habla san Pablo en 1 Cor 1,23, que es "escándalo para los judíos, necedad para los paganos".
----------La paradoja cristiana acerca de la concepción del sufrimiento parece alcanzar el clímax y el escándalo con las famosísimas bienaventuranzas evangélicas de Nuestro Señor Jesucristo, en el cap.5 del Evangelio de Mateo, donde Cristo proclama bienaventurados precisamente a toda una serie de sufrientes por diversos motivos, donde fácilmente podríamos rastrear también a los golpeados por la desgracia, en la referencia a los "afligidos" (Mt 5,5) y en la referencia lucana a "los que lloran" (Lc 6,21).
----------¿Pero lloran por qué? ¿Lloran porque han sido golpeados por la calamidad? Ciertamente. ¿Pero no podrían ellos llorar también porque se arrepintieron de sus pecados? ¿Y cómo habrían llegado a arrepentirse? Reflexionando sobre el por qué de la mano pesada del Señor. Ahora bien, en tantos hermosos discursos hechos para confortarnos y consolarnos durante la pandemia, ¿no era tal vez el caso de mencionar estas palabras de consolación evangélica? Y en cambio, nada de nada...
----------Ciertamente, dicho lo anterior, se debe decir inmediatamente que no se trata de amar el sufrimiento por sí mismo o como tal, porque esto sería patológico y culpa moral, sino de amarlo en cuanto medio de perfeccionamiento moral o más aún, para un cristiano, porque el sufrimiento se hace propio por amor nuestro y para gloria de Dios por Nuestro Señor Jesucristo, como medio de expiación y de redención de los pecados, para obtener la vida eterna y la misma liberación del sufrimiento.
----------Este es, en efecto, el significado de las palabras de san Pedro: "El llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo" (1 Pe 2,24), "a esto han sido llamados, porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejó un ejemplo a fin de que sigan sus huellas" (1 Pe 2,21), de aquellas de san Pablo: "Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios" (Ef 5,2) y de aquellas de san Juan: "Jesucristo es la víctima de expiación por nuestros pecados" (1 Jn 2,2). Pero el Padre ha querido por su misericordia para con nosotros, que también nosotros por nuestra voluntad, en Cristo, pudiéramos contribuir a pagar nuestras deudas y, por lo tanto, a merecer, gracias a los méritos de Cristo, nuestra salvación.
----------Precisamente en esta luz, san Pablo nos exhorta: "Ofreced vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; este es vuestro culto razonable" (prestemos atención al término griego: loghikòn, Biblia Vulgata: rationabile) (Rom 12,1). El culto cristiano es razonable no en el sentido de que sea un simple culto de religión natural, sino en cuanto, aunque fundado sobre la fe en Cristo, no es contrario a la razón, aunque parezca absurdo que el sufrimiento nos libere del sufrimiento.
----------Sin embargo, la paradoja cristiana de la salvación se podría precisamente expresar en este axioma: es necesario el sufrimiento para liberarnos del sufrimiento. Pero la paradoja se disuelve y se revela un plan de divina sabiduría, si pensamos que este sufrimiento es el sufrimiento de un hombre-Dios, el Cual, sufriendo como hombre, que se ofrece como víctima de expiación por los pecados del mundo, siendo también Dios, Que es impasible y no puede sufrir, con su omnipotencia puede quitar el sufrimiento.
----------Para no caer en el absurdo y en la herejía, es necesario entonces dejar claro que la liberación del sufrimiento no viene de un Dios "sufriente", como hoy lamentablemente muchos creen, sino del sufrimiento humano de Cristo, que es salvífico (cf. carta apostólica Salvifici doloris de san Juan Pablo II del 11 de febrero de 1984) porque Cristo hombre es el instrumento humano hipostáticamente unido a la divinidad del Hijo.
----------Esto no nos impide hablar con sobriedad y prudencia, en sentido metafórico, del Padre que "sufre" por los pecados del hombre y por la muerte del Hijo, pero cuidándonos bien de insinuar que el sacrificio del Hijo no haya sido querido por el Padre. La muerte como tal de Jesús ha sido ciertamente querida por sus asesinos, los cuales con ello han cometido un pecado gravísimo e inconmensurable. Pero la muerte de Cristo como sacrificio redentor ha sido querida por el Padre y aceptada por Cristo mismo por amor nuestro y querida por el Padre para la gloria de Cristo y la salvación de la humanidad.
   
Cómo afronta el cristiano el problema del sufrimiento
   
----------A partir de los presupuestos expuestos sintéticamente en el punto anterior, el principal esfuerzo, que la predicación cristiana debe hacer para persuadir al mundo de la bondad de la visión cristiana acerca de la temática del sufrimiento, se concentrará entonces evidentemente, no tanto en lo que la razón puede dictar a propósito, como el soportar el sufrimiento, la lucha contra el sufrimiento, o el sufrimiento como precio a pagar en el campo de la ascética o como condición para ganar las batallas de la vida, sino ante todo sobre lo que la fe enseña acerca de la valoración del sufrimiento en el sentido antes indicado.
----------La correcta pastoral del sufrimiento debe, por lo tanto, tener un inicio muy preciso y apuntar a un objetivo último aún más preciso: enseñar a la gente, sobre todo a los sufrientes, pero también a los que son causa del sufrimiento del prójimo, como los pecadores, el significado y el valor cristiano del sufrimiento. Se debe comenzar por mostrar claramente cómo para nosotros los cristianos, como para todo hombre razonable y normal, el sufrimiento es un mal del cual nos debemos liberar y contra el cual es necesario luchar con las armas de la paciencia, de la esperanza y de la medicina, socorriendo, en la medida de lo posible a los sufrientes, los desdichados, los pobres, los oprimidos, los afligidos, los marginados, los infelices y los enfermos, apreciando al mismo tiempo el sufrimiento voluntario, propio del esfuerzo ascético, del sacrificio y de la renuncia para servir al prójimo o por amor de una vida espiritual superior.
----------Es necesario estar atentos para no detenernos a mitad de camino sin ir más allá, ¡como debemos ir!, por temor a ser malentendidos o de suscitar una reacción de desdén por el hecho de que el no-creyente no es capaz de comprender cómo la llegada de un sufrimiento pueda ser para el cristiano un motivo de gozo y gratitud a Dios misericordioso. En tal situación existe el riesgo de detenerse, a modo de recurso, en un solidarismo meramente humano, por más loable y más necesario que sea, donde nosotros los católicos estamos ciertamente llamados a predicar con el ejemplo, pero es necesario también que los católicos encontremos el modo, siempre con cautela y discreción, de hacer entender a los que sufren que es necesario interpretar la desgracia, sí, como un mal del que liberarse, pero al mismo tiempo también como ocasión que Dios ofrece para hacer penitencia por los pecados y obtener su perdón renovando el propósito de enmendarnos. Con la desgracia, nos enseña la Biblia, "Dios quiere probar a los hijos del hombre" (Qo 3,18).
----------Limitarse, como tantos pastores han impulsado a hacer a sus fieles, y han hecho ellos mismos, a rezar por el alivio o la curación de los que sufren, por el eterno descanso de los difuntos, por el personal médico y los enfermeros, para que pronto sean encontrados la vacuna y el remedio adecuados, y en definitiva, a pedir a Dios la liberación de la enfermedad, es ciertamente un deber y un signo de fe, pero la mejor plegaria hubiera sido y es la de pedir la fuerza para aceptar este sufrimiento de las manos de Dios en descuento por los pecados y por su perdón, para así transformar el sufrimiento en sacrificio agradable a Dios, en unión con Cristo, que se ha ofrecido al Padre por nosotros "en sacrificio agradable a Dios" (Ef 5, 2).
----------La mejor plegaria es indudablemente aquella acerca de la cual podamos estar seguros de que Dios nos responderá prontamente. Ahora bien, el pedir a Dios ser liberados de un mal físico no nos da esa certeza de ser escuchados, que en cambio sí que nos da el pedir ser liberados de un mal que impide u obstaculiza el camino de la salvación de nuestra alma, como el pedir poder expiar dignamente nuestras culpas, el ser perdonados de nuestros pecados, el sacar provecho de esta pandemia para hacer digna penitencia y convertirnos, el pedir poder ofrecernos por la salvación de los pecadores. En cambio, Dios, por el bien de nuestra alma, puede haber decidido no satisfacer nuestros pedidos de que el sufrimiento cese, porque este sufrimiento puede servirnos para purificarnos de nuestros pecados. Estos son los discursos que habrían debido hacer nuestros pastores: ¿y por qué nunca se han escuchado hasta ahora -que yo sepa- estas verdades?
----------Evidentemente, estamos asistiendo a un declive en la fe o al temor demasiado humano de ser tomados por doloristas o victimistas, cuando en cambio se trata aquí de consuelos que provienen de la enseñanza y del ejemplo de Cristo y de todos los santos. Era una buena ocasión para revisar el sentido cristiano del sufrimiento, eliminar equívocos, malentendidos y calumnias, y dar a las almas ese consuelo, esa paciencia, esa curación, esa esperanza, esa paz, incluso esa alegría, que solo el misterio de la cruz puede dar.
----------Es necesario decir también que la ética cristiana tiene particular estima y aprecio por la virtud de la paciencia, y en ello se puede recordar el ideal de los estoicos "sustine et abstine", pero el modelo es Nuestro Señor Jesucristo, que, por amor nuestro, ha soportado inocente el peso de nuestros pecados para obtenernos el perdón del Padre. Algunos pasajes significativos: "soporta todos los sufrimientos" (2 Tm 4,5); "Bienaventurado el que espera con paciencia" (Dn 12,12); "el fruto del Espíritu es paciencia" (Gal 5, 22); "tomad como modelo la paciencia de los profetas" (Sgo 5,10); "la prueba de vuestra fe produce la paciencia" (Sgo 1,3); "es mejor sufrir haciendo el bien que haciendo el mal" (1 Pe 3,17).
----------Es necesario, en cambio, señalar que, lamentablemente, sobre estos temas de vital importancia en muchos discursos y artículos aparecidos en la prensa y en los medios online de prelados, teólogos e intelectuales católicos, no solo se han detenido solo en un plano demasiado exclusivamente humano, sin elevar la mirada a las realidades de la fe, sino que incluso en muchos casos han tergiversado el mismo concepto cristiano del sufrimiento, junto con otros conceptos con él relacionados, como el del castigo divino, el de la penitencia, el origen del mal, el concepto de la misericordia y de la justicia divinas, de la bondad. y de la maldad humana, del remedio del pecado, del sacrificio redentor, de la relación de la naturaleza con Dios.
   
Errores que debemos reconocer y evitar
   
----------Hagamos un breve elenco de errores, sin pretender que este elenco sea completo:
   
----------1. Dios es bueno, nos ama y por eso no puede enviar el sufrimiento.
----------2. Dios tiene misericordia de todos, salva a todos y no castiga a nadie.
----------3. Por consiguiente, la pandemia no puede ser un castigo divino.
----------4. La pandemia es un castigo que nos viene de la naturaleza, porque la hemos maltratado.
----------5. De modo que ofender a Dios no tiene consecuencias, porque Dios perdona. En cambio, debemos estar atentos en no ofender la naturaleza, porque esta no perdona.
----------6. Por lo tanto, no es necesario temer a Dios, sino en cambio necesidad de temer a la naturaleza.
----------7. Por lo tanto, la naturaleza no actúa porque Dios la mueva, sino que es una divinidad autónoma. Si queremos evitar desgracias, lo importante es no ofender a la naturaleza.
----------8. Los sufrimientos de esta vida no nos son enviados por Dios, sino que son solo causados o bien por los hombres o por la naturaleza.
----------9. No es cierto que todos los que sufren, sufren en castigo por los pecados cometidos, porque hay quienes sufren siendo inocentes.
----------10. Nosotros no sufrimos por las consecuencias del pecado original, un pecado realmente cometido por la pareja primitiva y cuya culpa es transmitida a toda la humanidad de generación en generación, porque esto es simplemente un mito para explicar el mal del mundo.
----------11. El sufrimiento es un mal absoluto, nunca puede ser bueno o útil, mucho menos salvífico. Y por lo tanto, siempre debe ser evitado, por cualquier medio y a cualquier costo.
----------12. El sufrimiento, por lo tanto, no puede ser expiatorio, reparador, satisfactorio, redentor del pecado, porque Dios perdona a todos gratuitamente, sin méritos, independientemente de obras y sacrificios.
----------13. Cristo, por lo tanto, no ha muerto por voluntad del Padre para expiar nuestros pecados en nuestro lugar, porque sería cruel un padre que quiere la muerte de su hijo. Cristo no ha merecido para nosotros la remisión de los pecados con su sacrificio de hombre-Dios, sino que es simplemente el profeta escatológico mártir de la justicia y la libertad.
   
----------Sería demasiado largo aquí refutar todos estos puntos, uno por uno. Por lo tanto, he preferido en esta serie de notas tratar fundamentalmente del significado cristiano del sufrimiento y de la actitud cristiana ante el sufrimiento. De lo que he dicho aquí y lo que diré en las notas que seguirán a esta, el perspicaz lector podrá sacar las razones para refutar los errores señalados y así poner a seguro la salvación de su alma.

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