sábado, 18 de octubre de 2025

Dilexi te: la voz de Pedro ante el tribunal Caponnetto

Recibir un documento pontificio es, para el católico, un acto de discipulado: escuchar al Papa como hijo, no como fiscal. Antonio Caponnetto, en cambio, abre su comentario sobre Dilexi te, la primera exhortación apostólica del papa León XIV, dictando sentencia antes de leer: nada distinto, asegura, de la “mezcolanza doctrinal” que atribuye a Francisco. El prejuicio es absoluto: la voz de Pedro se convierte en eco de una condena previa. En este artículo muestro, paso a paso, cómo ese tribunal paralelo no ilumina el texto, sino que se juzga a sí mismo. [En la imagen: fragmento de “La sopa de los pobres”, óleo sobre tela, 1884, obra de Reinaldo Giudici, conservado en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina].

“La caridad se goza con la verdad” (1 Cor 13,6)
   
¿Discípulos o jueces?
   
----------El Santo Padre firmó el pasado 4 de octubre su primera Exhortación Apostólica, Dilexi te. Ésta es también la primera ocasión (y no será la última) en que me refiero a ella en estas páginas. Ningún comentario, por brillante que parezca, puede sustituir la lectura serena, reflexiva y acogedora del propio texto pontificio, seguida —si es posible— de una relectura más detenida y en actitud de estudio. Doy por supuesto, entonces, que el lector ha cumplido ya con esa tarea fundamental.
----------En esta publicación, y en otras que seguirán, no pretendo ofrecer un tratado paralelo sobre la enseñanza de Dilexi te, sino confrontar el documento con lecturas ideologizadas que lo desfiguran. El punto de partida es sencillo: recibir un texto magisterial implica, para un católico, acogerlo con espíritu filial, como discípulo que escucha al padre común. No se trata de colocarse en un tribunal de primera instancia, sino de abrirse a la enseñanza de quien ha recibido de Cristo la misión de confirmar en la fe.
----------Antonio Caponnetto, sin embargo, se presenta como juez severo de Dilexi te, en una publicación del pasado 10 de octubre titulada “Dilexi te. Algunas reflexiones sueltas”. Ya en las primeras líneas de su comentario afirma: “no esperemos (ni hallaremos) nada substancialmente diferente a la terrible mezcolanza doctrinal, cuando no confusión lisa y llana, a las que nos tuvo acostumbrado el porteño durante su pesadillesca gestión”. La sentencia es doble: condena retrospectivamente a Francisco y, al mismo tiempo, niega al papa León la posibilidad de ser leído en sí mismo. La exhortación queda reducida a eco de una condena previa.
----------La citada frase del opinólogo argentino es reveladora: antes de abrir el documento, Caponnetto ya ha dictado sentencia. Donde el Magisterio ofrece discernimiento, él levanta un tribunal paralelo. Donde la Iglesia habla en continuidad, él anticipa ruptura y confusión. El resultado es un comentario que no se coloca en la actitud filial del discípulo, sino en la del fiscal que acusa.
   
El prejuicio absoluto
   
----------Caponnetto abre su requisitoria con una afirmación que marca todo el tono posterior: “no esperemos (ni hallaremos) nada substancialmente diferente a la terrible mezcolanza doctrinal, cuando no confusión lisa y llana, a las que nos tuvo acostumbrado el porteño durante su pesadillesca gestión”.
----------La sentencia del opinólogo porteño es doble: condena retrospectivamente al papa Francisco y, al mismo tiempo, prejuzga al papa León. Antes de leer una sola línea de Dilexi te, ya ha decretado que no contiene nada nuevo, que es mera prolongación de lo que él llama “mezcolanza doctrinal”. El documento pontificio queda reducido a eco de una condena previa.
----------Desde la perspectiva católica, este modo de proceder es inaceptable. El Magisterio no se recibe como sospecha heredada, sino como palabra viva del Pastor y Maestro que confirma en la fe. La actitud filial exige escuchar primero, discernir después, y sólo entonces formular observaciones legítimas. Aquí, en cambio, se invierte el orden: primero la condena, luego la lectura. Donde la Iglesia ofrece continuidad, Caponnetto anticipa ruptura. Donde el Papa enseña, el crítico se erige en fiscal.
   
Coincidencias envenenadas
   
----------En una brevísima captatio benevolentiae, Caponnetto escribe: “No se podría decir que la Dilexi te, cuyo núcleo central es la pobreza y los pobres, traza sobre ambos tópicos una visión naturalista y sociologizante. Son varias las perspectivas del texto que parecen querer superar este reduccionismo, apuntalando una sobrenaturalización de la mirada. Es más, expresamente se dice, aunque no siempre se logra, que al ocuparnos de este punto ‘no estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación’ (§5); y que la pobreza no debe ser para el creyente ‘una estrategia proselitista’ (§67). Se agrega incluso que, ‘en verdad, la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual’ (§114).”
----------A primera vista, parecería un reconocimiento: el Papa no se limita a un análisis sociológico, sino que sitúa la pobreza en el horizonte de la Revelación, advierte contra el proselitismo y subraya la primacía de la atención espiritual. Sin embargo, la conclusión de Caponnetto es otra: “aunque no siempre se logra”. Es decir, incluso cuando el texto afirma lo contrario de lo que él critica, se lo acusa de no conseguirlo.
----------La contradicción es evidente. Si Dilexi te afirma expresamente que la pobreza no se entiende como beneficencia sino como Revelación (§5), ¿cómo puede sostenerse que la exhortación cae en naturalismo? Si enseña que la peor discriminación es la falta de atención espiritual (§114), ¿cómo reducirla a sociología? El problema no está en el documento, sino en la lectura que niega de antemano la posibilidad de coherencia.
----------Desde la perspectiva católica, la pobreza no se interpreta como categoría meramente económica, sino como lugar teológico donde Cristo mismo se hace presente. Precisamente eso enseña Dilexi te: la pobreza no es estrategia ni ideología, sino misterio de fe. La “coincidencia” que Caponnetto concede se convierte, en su pluma, en acusación. Pero lo que en realidad queda en evidencia es la lógica del tribunal paralelo: cuando el Papa no lo dice, se lo acusa de callar; cuando lo dice, se lo acusa de no lograrlo.
   
Continuidad reducida a “herencia pesadillesca”
   
----------Caponnetto insiste en presentar la exhortación Dilexi te como simple prolongación de lo que él llama la “mezcolanza doctrinal” de Francisco. En sus palabras: “No esperemos nada distinto… a las que nos tuvo acostumbrado el porteño durante su pesadillesca gestión”.
----------La acusación del publicista porteño, autopercibido fiscal, es clara: lo que enseña León no sería sino la continuación de un supuesto error previo. De este modo, la exhortación queda despojada de su propio peso magisterial y reducida a “herencia pesadillesca”.
----------Pero la fe católica entiende la continuidad de otro modo. El Magisterio no se transmite como copia mecánica ni como repetición de errores, sino como herencia viva del Evangelio. Cada Papa, en comunión con sus predecesores, confirma en la fe al Pueblo de Dios. La continuidad no es ideológica, sino teológica: es la misma voz de Cristo que resuena en la Iglesia a través de distintos acentos y contextos.
----------La exhortación apostólica Dilexi te se sitúa precisamente en esa línea. El texto de León XIV recoge la tradición de la doctrina social, la ilumina con la divina Revelación y la aplica a los desafíos actuales. Reducirla a “más de lo mismo” es negar la dinámica propia del Magisterio, que no repite consignas, sino que actualiza la enseñanza de siempre en circunstancias nuevas.
----------La estrategia de Caponnetto es evidente: si todo lo que diga el papa León es “lo mismo que Francisco”, entonces no hace falta leerlo; basta con condenar de antemano. Pero esa lógica no es la de la Iglesia. Para el discípulo, cada documento pontificio merece ser recibido en sí mismo, con apertura filial, porque en él se prolonga la misión de Pedro de confirmar a sus hermanos en la fe.
   
El desvío ideológico
   
----------En su escrito, Caponnetto introduce un elemento que nada tiene que ver con la enseñanza de Dilexi te: “…la doctrina social de la Iglesia, en su versión actual, se halla contaminada por la influencia de las finanzas hebreas y de intereses ajenos al Evangelio” (formulación suya en el artículo).
----------Aquí el problema es doble. Primero, porque se introduce un prejuicio étnico‑cultural que no aparece en el texto pontificio. Segundo, porque se desplaza la atención: donde el Papa habla de idolatría del dinero, de estructuras de pecado y de la necesidad de una conversión personal y comunitaria, Caponnetto interpone una lectura conspirativa que atribuye la raíz del mal a un grupo humano concreto.
----------Ahora bien, debemos tener presente que, desde la perspectiva católica, esta insinuación es inadmisible. El Magisterio reciente ha sido claro y constante en rechazar cualquier forma de antisemitismo o de atribución colectiva de culpas. Nostra aetate [1965] lo afirma con toda claridad: la Iglesia “deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo, cualquiera que sea el tiempo y la persona que los haya suscitado”. Y, para quienes conocemos los escritos de Antonio Caponnetto desde hace decenios, esta vertiente ideológica de su pensamiento no resulta en absoluto sorprendente.
----------Dilexi te, por su parte, no habla de “finanzas hebreas” ni de conspiraciones, sino de la idolatría del dinero como tentación universal, que afecta a todos los pueblos y culturas. El Papa recuerda que la pobreza no se entiende en clave sociológica ni en clave conspirativa, sino en clave evangélica: Cristo mismo se identifica con los pobres, y en ellos se juega la fidelidad de la Iglesia al Evangelio.
----------La estrategia de Caponnetto es clara: desplazar el eje desde la conversión personal y comunitaria hacia un enemigo externo, definido en términos étnicos. Pero esa desviación contradice frontalmente el Magisterio y oscurece la enseñanza de Dilexi te. Donde el Papa llama a la conversión, el crítico propone la sospecha. Donde la Iglesia habla de pecado estructural y de idolatría del dinero, él introduce un prejuicio ideológico.
   
El método del tribunal
   
----------En varios pasajes de su escrito, Caponnetto se coloca explícitamente en la posición de juez del Papa. Afirma, por ejemplo: “La exhortación debe ser examinada con lupa, porque en ella se juega la ortodoxia de la fe, y no podemos dejar pasar sus errores sin dictar sentencia”. La imagen es transparente: no se trata de un discípulo que escucha, sino de un magistrado que examina y condena. El Papa aparece como acusado en un tribunal paralelo, y el crítico como fiscal y juez al mismo tiempo.
----------Desde la perspectiva católica, este método es inaceptable. El discernimiento de los fieles no consiste en erigir un tribunal sobre Pedro, sino en recibir su enseñanza con espíritu filial. El Concilio Vaticano II lo expresó con claridad: el Romano Pontífice, en cuanto sucesor de Pedro, tiene la misión de confirmar a sus hermanos en la fe (Lumen gentium, n.18; cf. Lc 22,32). La actitud del fiel no es la de un juez que dicta sentencia, sino la de un hijo que escucha, discierne y acoge.
----------La exhortación apostólica Dilexi te no pide, naturalmente, sumisión ciega, sino filial apertura de corazón y de inteligencia creyente. El Papa mismo invita a la lectura reflexiva, al estudio detenido, a la confrontación con la vida concreta de la Iglesia. Pero esa confrontación se hace desde dentro de la comunión, no desde fuera, como si se tratara de una corte de casación ideológica.
----------El método de Caponnetto, en cambio, invierte el orden: primero la condena, luego la lectura. Así, el Magisterio se convierte en acusado, y el opinólogo en juez. Pero en realidad, lo que queda en evidencia es lo contrario: el tribunal paralelo se juzga a sí mismo. Donde la Iglesia ofrece discernimiento, él levanta sospecha; donde el Papa confirma en la fe, él dicta sentencia.
   
El tribunal que se juzga a sí mismo
   
----------Al recorrer los párrafos del texto de Caponnetto, lo que aparece no es un diálogo con Dilexi te, sino un tribunal paralelo que dicta sentencia antes de escuchar —lo que trae reminiscencias de no tan lejanos métodos represivos bien conocidos en la Argentina de los años setenta, reminiscencias que, supongo, el Autor también compartirá—. La estrategia es siempre la misma: cuando el Papa no dice algo, se lo acusa de callar; cuando lo dice, se lo acusa de no lograrlo; cuando enseña en continuidad, se lo reduce a “herencia pesadillesca”; cuando denuncia la idolatría del dinero, se lo deforma en clave conspirativa; y cuando confirma en la fe, se lo somete a examen como si fuera un acusado.
----------No sorprende, entonces, que en otros pasajes el Autor se manifieste abiertamente contra el Concilio Vaticano II, auto-situándose al margen de la comunión católica. El tribunal paralelo erigido por el supremo fiscal ideológico Antonio Caponnetto no se limita a un documento ni a un pontífice: extiende su condena a la Iglesia misma en su magisterio conciliar. Pero el Concilio, como acto solemne del Magisterio universal, ha sido reiteradamente confirmado por los Papas posteriores y constituye parte viva de la Tradición. Rechazarlo no es un gesto crítico legítimo, sino una ruptura con la comunión eclesial.
----------El papa Francisco fue muy claro al respecto: “El Concilio Vaticano II es la brújula de la Iglesia de nuestro tiempo. O estás con la Iglesia y, por tanto, sigues el Concilio, o si no sigues el Concilio o lo interpretas a tu manera, como tú quieres, no estás con la Iglesia. Debemos ser exigentes y severos en esto. El Concilio no se negocia” (Discurso a la diócesis de Roma, 14 de septiembre de 2021).
----------El Magisterio no se recibe en clave de fiscalía, sino de discipulado. Dilexi te pide ser leída con espíritu filial, como palabra del Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro que confirma a sus hermanos. Allí donde el crítico levanta sospecha, el Papa ofrece discernimiento; allí donde se anticipa ruptura, la Iglesia habla en continuidad; allí donde se proyecta ideología, el texto pontificio recuerda la Revelación.
----------La disyuntiva inicial se mantiene hasta el final: discípulos o jueces. El discípulo escucha, acoge, discierne y se deja enseñar. El juez dicta sentencia antes de leer. Y lo paradójico es que este tribunal paralelo —erigido como si fuera corte de casación ideológica sobre el Papa y también sobre el Concilio Vaticano II— no juzga en realidad al Magisterio, sino que termina juzgándose a sí mismo, vale decir, revela más de su propio prejuicio que de la exhortación que pretendía comentar.
----------Ciertamente, lo que aquí he comentado no se trata de un episodio aislado. En nuestro país, Antonio Caponnetto es un personaje conocido desde hace decenios en las márgenes del caudal eclesial, más empeñado en levantar obstáculos que en aportar, desde una auténtica condición laical católica, al progreso de la Iglesia en su itinerar al Reino. Su línea ideológica, endurecida con el paso de los años, ha terminado por convertirse en un lastre para la inteligencia católica en la Argentina, desviando a incautos y debilitando la fe de no pocos. Lo que aquí aparece en forma de tribunal paralelo contra Dilexi te y contra el Papa no es sino la reiteración de un estilo que, lejos de edificar, erosiona la comunión eclesial.
   
Fr Filemón de la Trinidad
La Plata, 17 de octubre de 2025

4 comentarios:

  1. Su artículo es una falta de respeto. Usted se atreve a juzgar al profesor Caponnetto como si fuera un enemigo de la Iglesia, cuando en realidad ha defendido la fe católica con más coherencia que muchos obispos. Reducir sus críticas a un "tribunal paralelo" es una caricatura injusta. ¿Acaso no tenemos derecho los laicos a examinar los documentos pontificios? Lo suyo no es defensa del Magisterio, sino propaganda papólatra.

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    1. Pero qué curioso... siempre la misma cantinela... que al Papa se lo puede o no se lo puede criticar... que si la defensa de la fe la encarna un opinólogo... y mientras tanto se olvida lo esencial... que el Magisterio no es un ring de boxeo... ni un tribunal de inquisidores improvisados... sino la voz de Pedro que confirma en la fe... ¿no será que el prejuicio pesa más que la lectura serena?... porque aquí nadie niega el derecho a pensar... lo que se cuestiona es el método... primero condenar... después leer... y eso, querido Anónimo, no es católico... es ideología disfrazada de celo...

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    2. Estimado Anónimo,
      respondo por puntos a su intervención.
      Primero, en mi artículo no he juzgado a la persona del profesor Caponnetto, sino su texto, al cual he citado literalmente. Mi crítica se dirige a su método de lectura de la exhortación del Santo Padre, no a la conciencia de Antonio Caponnetto, lo cual le pertenece sólo a él y a Dios.
      En segundo lugar, usted me atribuye haberlo tratado como “enemigo de la Iglesia”. No he dicho tal cosa. Lo que he mostrado es que su modo de situarse frente al Magisterio —como fiscal y juez— lo coloca en tensión con la actitud filial que corresponde al discípulo. Eso es un juicio sobre un proceder, no sobre la pertenencia eclesial de nadie.
      Por cuanto respecta a sucoherencia, no la niego: Caponnetto ha sido coherente consigo mismo desde hace decenios. Pero la coherencia subjetiva no garantiza la verdad objetiva. También los herejes de la historia fueron coherentes con sus premisas, y sin embargo se apartaron de la comunión.
      Por cuanto respecta a mi expresión “tribunal paralelo” no es caricatura, sino descripción. Cuando alguien dicta sentencia antes de leer, cuando convierte al Papa en acusado y a sí mismo en juez, está erigiendo un tribunal que no corresponde al discipulado cristiano.
      Por cuanto respecta a lo que deben hacer los seglares, por supuesto que los laicos cultos no sólo tienen derecho, sino deber de examinar los documentos pontificios. El Concilio Vaticano II lo recuerda al hablar de la vocación laical a la santidad y al apostolado. Pero ese examen se hace como discípulos que escuchan, no como jueces que condenan. La diferencia es decisiva: el discípulo discierne dentro de la comunión, el juez se coloca fuera de ella.
      Finalmente, por cuanto a la acusación que usted me hace de “papolatría”: conviene precisar. La papolatría consiste en extender la infalibilidad y la impecabilidad papal más allá de lo debido. Yo no sostengo eso. El Papa, como todo hombre, puede pecar en muchas virtudes; pero no puede pecar contra la virtud de la fe en el acto de confirmar a sus hermanos. Por eso, cuando enseña a la Iglesia universal sobre la fe y la vida cristiana, goza de la asistencia del Espíritu Santo que lo preserva del error. Esto no es propaganda, sino doctrina católica definida en el Concilio Vaticano I y reiterada en el Vaticano II.
      En síntesis: no se trata de blindar al Papa con un culto personal, sino de recibir su enseñanza con la actitud que corresponde a la fe católica. El verdadero respeto al Magisterio no es callar las dificultades, sino abordarlas desde la comunión, no desde un tribunal paralelo.

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    3. Estimada Rosa,
      gracias por su observación. Coincido en que el punto decisivo no es si se puede o no criticar al Papa —eso nadie lo niega—, sino en qué y en el modo en que se hace. El Magisterio se recibe primero con actitud filial y luego se discierne, nunca al revés. Nadie sostiene que los documentos del Papa deban acogerse ciegamente. Pero conviene recordar dos cosas: primero, en materia de fe y moral el Papa goza de infalibilidad y no es legítimo contradecirlo; segundo, en el ámbito pastoral puede haber disenso, pero siempre manifestado con espíritu filial y dentro de la comunión.

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