miércoles, 24 de febrero de 2021

Meditaciones de Cuaresma en pandemia (6) Cómo debemos orar en tiempo de adversidad

La Sagrada Escritura nos dice en muchos lugares cómo debemos rezar. Las enseñanzas sobre la oración a Dios son innumerables; pero, entre ellas quiero contextualizar la presente reflexión teológica con esta petición de uno de los Salmos de David: "Señor, no me reprendas por tu enojo ni me castigues por tu indignación" (Sal 6,2). Pero, pasajes como éste, desde los libros del Pentateuco hasta el Nuevo Testamento, y la oración del Pater noster, son abundantísimos. Sin embargo, ¿qué fue lo que predicó sobre este tema el cardenal Raniero Cantalamessa hace casi un año, en la homilía del Viernes Santo del 2020?

----------Dijo el padre Cantalamessa en aquella ocasión: "La Palabra de Dios nos dice qué es lo primero que debemos hacer en momentos como estos: gritar a Dios. Es él mismo quien pone en labios de los hombres las palabras que hay que gritarle, a veces incluso palabras duras, de lamento y casi de acusación. '¡Levántate, Señor, ven en nuestra ayuda! ¡Sálvanos por tu misericordia! (…) ¡Despierta, no nos rechaces para siempre!' (Sal 44,24.27). 'Señor, ¿no te importa que perezcamos?' (Mc 4,38)".
----------Ahora bien, en los pasajes citados por Cantalamessa, la Sagrada Escritura condesciende a la debilidad y al pánico del hombre abrumado por la desgracia, tal como muchos hoy pueden sentirse en medio de esta pandemia, que lleva tantos meses causando sufrimiento y muerte, y cuya finalización aún no se advierte en el horizonte. Sin embargo, los textos citados por el ilustre Predicador pontificio no deben ser aislados de los contextos mucho más significativos e instructivos sobre el modo con el cual debemos orar. Vale decir, esos textos no deben ser descontextualizados y absolutizados negando otros pasajes bíblicos más generales y mucho más significativos acerca del modo como debemos dirigirnos a Dios en la oración. De hecho, si queremos ejemplos bíblicos de oración auténtica, madura y eficaz hacia Dios, agradable a Él, no debemos comenzar en cuarta, con las súplicas, o peor aún con reproches hechos a Dios (como quiere Cantalamessa), sino que debemos buscar en otra parte, por ejemplo en la oración de la reina Ester. Allí veremos que lo primero que debemos hacer cuando nos presentamos al Señor es reconocerlo Dios Justo al haber castigado nuestros pecados.
----------De hecho, no solo debemos pedirle a Dios salud, sustento diario, bienes materiales y bienestar personal, como si todos nosotros fuéramos buenos e inocentes, y no mereciéramos reproches y castigos por nuestros pecados, y no tuviéramos necesidad también de pagarlos con la penitencia. Por consiguiente, lo primero que debemos hacer al dirigirnos a Dios en oración, es pedirle perdón por nuestros pecados, reconocerle a Él como Dios Justo al castigarnos; es pedirle que nos haga conocer qué pecados hemos cometido y que pueden haber escapado a nuestra obnubilada conciencia; que nos haga saber cuáles son las culpas que tenemos, para poder enmendarnos. Porque solo entonces Dios nos escuchará y nos liberará del sufrimiento y de la muerte.
----------Es decir, debemos comenzar por golpearnos el pecho, con conciencia humilde y corazón contrito y confiado, como el publicano del relato evangélico (Lc 18,10s), como hacemos diariamente al inicio de la Misa con el Confiteor y el Kyrie eleison. Es absolutamente pueril lanzarnos y clamar hacia Dios en busca de misericordia sin antes cumplir con nuestros deberes de justicia hacia Él y hacia nuestro prójimo; es absolutamente necesario reconocer que somos justamente castigados, y que no podemos suplicarle nada sin antes arrepentirnos de nuestros pecados y formular serios propósitos de arrepentimiento. Si no nos encontramos en estas condiciones interiores, ¿con qué cara vamos a pedirle a Dios socorro, misericordia, ternura y favores?
----------Entonces, sobre la base de lo que acabo de recordar, ¿cómo debemos rezar? ¿Cómo debería ser nuestra oración? ¿Cómo debería ser nuestra oración en esta tan particular pandemia de sufrimiento y de incertidumbre? Repito, entonces, cuando oramos, no debemos "partir en cuarta" como suele decirse, como si pusiéramos en movimiento un automóvil a gran velocidad, con una serie de urgentes peticiones, acerca de las que no podemos saber con certeza si todas ellas son dignas de ser escuchadas y satisfechas por Dios, cómo si todos fuéramos inocentes sufrientes y necesitados, injustamente golpeados por la mala suerte, dignos sólo de compasión y no en realidad pecadores que deben pagar por sus pecados. Debemos por lo tanto orar como lo hace David en el Salmo 50, con la premisa: "Contra ti, contra ti solo he pecado, aquello que es malo a tus ojos, lo he hecho, por eso eres justo cuando hablas, recto en tus juicios" (Sal 50,6).

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