Dice el Salmo 119,130: "Tu palabra al revelarse ilumina y da inteligencia al ignorante", y sobre esto vamos a reflexionar hoy, intentando esclarecer de qué modo podemos hablar de un sufrimiento de Dios, no sólo en sentido metafórico, sino también en sentido lógico, con el método escolástico de la comunicatio idiomatum o "comunicación de predicados", que es precisamente lo que le permitió decir el año pasado al cardenal Raniero Cantalamessa, en la homilía del Viernes Santo, predicada en Roma ante el papa Francisco, que: "Dios participa en nuestro dolor para vencerlo".
----------Indudablemente, junto al lenguaje metafísico y abstracto, que nos habla de la impasibilidad divina, concepto que compromete el puro intelecto, y que implica una educación intelectual y se refiere al puro espíritu, siendo Dios purísimo Espíritu, la Sagrada Escritura usa también un lenguaje metafórico, que involucra a la imaginación, que es un lenguaje más cercano a lo concreto y accesible a nuestra forma común de conocer, que combina o une el uso del intelecto con el uso del sentido y el uso de la imaginación. Y, precisamente en tal sentido, podemos también hablar de Dios que "sufre".
----------Pues bien, ese lenguaje de la imaginación, el lenguaje metafórico, a veces es un lenguaje poético, como el que encontramos en los Salmos; pero no debemos pensar, como por ejemplo pensaba Martín Heidegger [1889-1976], que ese lenguaje metafórico reemplaza al lenguaje metafísico, que en cambio es el lenguaje apropiado, porque sólo la metafísica logra conceptualizar, aunque sea analógicamente y por participación, las perfecciones ontológicas absolutas y trascendentales, que son atribuibles a la esencia divina.
----------Por el contrario, es cierto que el lenguaje poético, simbólico, metafórico y figurativo tiene su propia eficacia para la imaginación, eficacia que no tiene el lenguaje metafísico. Sin embargo, si bien eso es cierto, es necesario recordar que el lenguaje metafórico utiliza la palabra más para crear objetos inventados por el propio poeta que para representar conceptos objetivos, cuales son los de la Teología natural (filosófica) y los de la Teología revelada (teología propiamente dicha). Es de la palabra que el lenguaje poético deriva la cosa, como, por lo demás, lo reconoce el propio Heidegger. En cambio, el lenguaje teológico o de fe utiliza la palabra, aunque sea poética, para expresar o significar o comprender la cosa, o sea, la realidad divina.
----------Por eso, la Sagrada Escritura, que obviamente no está escrita solo para que la lean los intelectuales o los filósofos o teólogos, sino para que la lean todos, incluso para que la lean los hombres y mujeres más simples, presenta a menudo a Dios como si tuviera pasiones similares a nuestras pasiones: la ira, la indignación, la compasión, la conmoción, los celos, la susceptibilidad, la esperanza, el temor, la decepción, la ternura, el dolor. El mismo concepto de la Redención, básicamente no hace más que utilizar imágenes o comparaciones extraídas de relaciones humanas que se producen en el ámbito económico o jurídico. Se trata de expresiones metafóricas, como la de una transacción comercial o del pago de una deuda o de un rescate o de una satisfacción otorgada a una persona lesionada o de la indemnización por daños causados a terceros.
----------Así también el concepto mismo del pecado como "ofensa a Dios" es una imagen metafórica, porque ofender a una persona quiere decir privarla de su bien, o de su derecho o de su honor. Pero Dios no puede ser privado de nada, para que Él pueda exigir reparación o restitución o expiación por la ofensa sufrida. Sin embargo, la Escritura presenta a Dios Padre como airado por el mal sufrido con la desobediencia de Adán, por el cual, aún cuando esté dispuesto a perdonar, de todos modos quiere reparación.
----------Y Aquel que, por voluntad del mismo Padre, asume el doloroso pero glorioso oficio de Reparador, Expiador, Redentor y Reconciliador es, como muy bien lo sabemos, su propio Hijo encarnado, Jesucristo, con su Pasión, Muerte y Resurrección. Y entonces, ¡cuidado con rechazar estas metáforas!, porque ellas interpretan, con el lenguaje mismo de la Sagrada Escritura y, por lo tanto, del dogma de la Redención, cuanto Nuestro Señor Jesucristo ha padecido y hecho por nuestra salvación, para aplacar la ira divina, obtenernos el perdón del Padre, y merecernos la suerte sublime de llegar a ser, en Él, hijos de Dios. Rechazar por lo tanto esta doctrina, quiere decir, aún con el pretexto de que se trata de metáforas, caer en la herejía.
----------Sin embargo, aquí debemos estar muy atentos a no tomar a la letra, o sea, literalmente, estos atributos metafóricos, porque no son atributos propios como lo son las propiedades metafísicas que, por otra parte, han sido canonizadas en dogmas (por ejemplo, véase sobre todo la teología del IV Concilio Lateranense, del 1215, del Concilio de Florencia, del 1441, y del Vaticano I, del 1870), sino que se trata de analogías, comparaciones, o parangones, tomados de nuestra común experiencia sensible, que es necesario en cambio trascender, para que podamos elevarnos al nivel del espíritu, que es el de lo divino, de lo contrario quedaremos atrapados en la más burda mitología e idolatría, adorando a Ceres, Astarte, Shiva o a la Pachamama. Para evitar este problema es necesario que nosotros conectemos las metáforas y las imágenes a los conceptos analógicos y ontológicos, metafísicos y dogmáticos y las iluminemos e interpretemos con estos.
----------Si, por el contrario, acaso por afán de sintonizar con la moda o de ser "modernos", pretendemos recurrir sólo a la razón pura o a la pura idea como Kant, o a la pura conciencia como Husserl, o a la dialéctica o al puro concepto como Hegel, con el pretexto de evitar los antropomorfismos y, tal como algunos lo llaman, el "realismo ingenuo", entonces desembocaremos en las peores abstracciones, en el pelagianismo o en el gnosticismo, que han sido precisamente condenados también por el papa Francisco, y en la idolatría más sutil y más peligrosa, que es la de la absolutización de las propias ideas. En cambio es muy bíblico referirse al puro Ser (ipsum Esse per Se subsistens), como enseña la Sagrada Escritura (Ex 3,14), en la interpretación de santo Tomás de Aquino, que es la interpretación recomendada por la Iglesia (Sum.Theol., I, q.13, a.11).
----------La Sagrada Escritura, sin embargo, como es bien sabido, más allá de las imágenes arriba mencionadas, presenta el acto por el cual Nuestro Señor Jesucristo nos salva, como sacrificio de Sí mismo, como sacerdote de la Nueva Alianza en su sangre, ofrecido al Padre en el Espíritu Santo, en remisión de los pecados. ¿Y quién ha cumplido este santo y saludable sacrificio por la salvación de nosotros, pobres pecadores? Nuestro Señor Jesucristo, mediante su Pasión. ¿Por voluntad de quién? Del Padre.
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