sábado, 20 de febrero de 2021

Meditaciones de Cuaresma en pandemia (2) Necesitamos entender mejor lo que ha hecho Cristo por nosotros en obediencia al Padre

Quisiera iniciar esta segunda meditación teológica para esta Cuaresma signada por la pandemia que sufrimos, con otra afirmación clave en la Sagrada Escritura, precisamente aquello escrito por San Pedro, el primer Vicario de Cristo: "Cristo padeció por vosotros, y os dejó un ejemplo a fin de que sigáis sus huellas" (1 Pe 2,21).

----------Habíamos comenzado ayer a reflexionar sobre la homilía del Viernes Santo del 2020, predicada en Roma por el padre Raniero Cantalamessa (hoy Cardenal) en presencia del papa Francisco, y advertíamos que junto a la correcta exposición de verdades de nuestra Fe, el ilustre Predicador pontificio caía en sorprendentes errores que no le pueden ser admitidos ni siquiera a ningún fiel católico común.
----------Lamentablemente, el Predicador malinterpreta, y de manera grave, la conducta del Padre hacia el Hijo con las siguientes palabras: "Sí, Dios 'sufre', como cada padre y cada madre". Este no es en absoluto el caso. La Iglesia, ya en los primeros siglos condenó a los así llamados "teopasquitas" y "patripasianos", los cuales sostenían precisamente que Dios, por y en la pasión de Cristo, ha sufrido. No se puede, sic et simpliciter, equiparar los sentimientos del Padre celestial con los de cualquier padre humano. Es lógico que un padre humano se aflija y lamente por la muerte de su hijo, aunque estaría orgulloso de él si muriera como un héroe combatiendo por la patria. En cualquier caso, no habría sido el padre quien mandara al hijo al frente.
----------Ahora bien, ¿por qué motivo la Iglesia rechaza la idea de que Dios pueda sufrir? Precisamente porque está preocupada por salvar la diferencia entre las propiedades de la naturaleza humana y las propiedades de la naturaleza divina. Y una de estas diferencias es que mientras la naturaleza humana es pasible, la naturaleza divina es impasible, como dice San Anastasio de Antioquía [† 609]: "Observando la verdad de la Encarnación, deducimos los motivos para proclamar rectamente y justamente la una y la otra cosa, es decir, la pasión y la impasibilidad. El motivo por el cual el Verbo de Dios, impasible en sí mismo, ha sufrido la pasión, era que el hombre no podía ser salvado de otro modo" (cf. Discursos, Disc. 4, 1-2, PG 89, 1348), en la suposición de que el Padre había querido, como efectivamente lo ha querido, un sacrificio expiatorio.
----------Avancemos en nuestra reflexión teológica. ¿Por qué no podemos parangonar el sentimiento de un padre humano por la muerte de su hijo con el sentimiento del Padre celestial por la muerte de su Hijo, Jesucristo? Porque en el caso del hombre, el sufrimiento es posible por el hecho de que implica una pasividad, una pasión, una debilidad, una fragilidad, una corruptibilidad, una imperfección, que son todas cosas, fenómenos, cambios, que implican un sujeto creado, o sea compuesto de partes, por lo cual ese sujeto puede ser privado de algo que le pertenece, puede en definitiva estar sometido al mal, que es precisamente el sufrimiento.
----------Pero Dios es simplicísimo y perfectísimo, por lo cual Dios no puede ser privado de nada, no puede ser dividido o desintegrado, a Dios no le puede faltar nada. Su voluntad se cumple siempre: su voluntad no puede ser frustrada, obstaculizada o impedida por nada; no puede experimentar desilusiones o decepciones a sus expectativas o sentir displacer por algo que no le agrada. Aún más. El sufrimiento implica infelicidad. Ahora bien, por el contrario, Dios es beatísimo, supremamente felíz. Quien sufre, está turbado. Por otro lado, Dios en cambio está en una paz perfectísima y eterna. Pues bien, está claro que todas las cosas que he dicho en las frases anteriores, o bien provocan sufrimiento o constituyen sufrimiento.
----------Sin embargo, podemos hablar de un sufrimiento de Dios, no sólo en sentido metafórico, sino también haciendo uso de ese método semántico que se llama comunicatio idiomatum, expresión escolástica, que podríamos traducir como "comunicación de predicados" (ya hemos tratado con algún detalle de este tema en este blog). En base a este método es lícito, a propósito de Nuestro Señor Jesucristo, usar en sentido ortodoxo expresiones que, si se refieren a la naturaleza divina, serían heréticas, tales como por ejemplo: "en Cristo Dios sufre, deviene y muere". Se habla de intercambio de predicados, porque, suponiendo la única persona divina de Cristo y dado que en un mismo sujeto con los predicados de dos naturalezas es lícito intercambiar los predicados, es posible atribuir a la naturaleza divina cuanto pertenece a la naturaleza humana. En este sentido metafórico podemos decir con Cantalamessa: "Dios participa en nuestro dolor para vencerlo".

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