domingo, 7 de febrero de 2021

Algo más acerca de la infalibilidad del Vaticano II

Días atrás he tratado con alguna extensión el debate siempre actual sobre la interpretación del Concilio Vaticano II, y hoy quiero volver sobre el tema con algunas breves precisiones. Como bien se sabe, aunque las cuestiones sobre el modo de interpretar los documentos del Vaticano II siguen siendo todavía hoy materia de polémica entre los teólogos, sin embargo estuvieron muy candentes una década atrás, en la época en que el papa Benedicto XVI, actual pontífice emérito, formuló magisterialmente aquella áurea regla hermenéutica que debe seguir todo teólogo que honre su nombre de católico: la de la continuidad en la reforma.

----------Pues bien, intentando profundizar en la comprensión de las exposiciones que animaban el debate teológico de hace diez años, he leído las doctas e interesantes consideraciones que hacía en 2011 monseñor Brunero Gherardini [1925-2017], bien conocido exponente de la denominada Escuela Romana, acerca del modo con el cual el Concilio Vaticano II relaciona entre sí la Tradición, la Escritura y el Magisterio.
----------En aquellas, sus intervenciones de hace un decenio atrás, mons. Gherardini recordaba en modo exacto, todo así me lo indica, la doctrina tradicional, según la cual el Magisterio viviente de la Iglesia, ya sea el magisterio ordinario o el magisterio extraordinario, ya sea el magisterio definidor o el magisterio definitivo, interpreta infaliblemente, siempre con la asistencia del Espíritu Santo, aquella Tradición y aquella Sagrada Escritura que provienen de la enseñanza oral de Nuestro Señor Jesucristo, Palabra de Dios hecha Persona; Tradición y Escritura que juntas, integrándose mutuamente, constituyen el sagrado depósito de la divina Revelación, el mensaje del Evangelio, que fue clausurado con la muerte del último Apóstol.
----------Ese mensaje es esa Palabra de Dios salvífica que Cristo ha mandado a los Apóstoles predicar en todo el mundo hasta el fin de los siglos inalterada y sin cambios. Y la Iglesia desde hace dos milenios, asistida por el Espíritu Santo, en sus Supremos Pontífices y en los Concilios Ecuménicos, ha venido cumpliendo con absoluta fidelidad y sin cambiar nada esta tarea divina que tiene por finalidad la salvación del hombre.
----------De este modo, el Magisterio de la Iglesia nos media y nos interpreta tanto la Sagrada Escritura como la Sagrada Tradición, en las cuales se expresa la Palabra del Evangelio: la Escritura, Palabra puesta por escrito, la Tradición, Palabra anunciada oralmente, aunque es obvio que muchas enseñanzas de la Tradición hayan sido también puestas por escrito a lo largo de los siglos.
----------Hasta allí todo me parece correcto. En cambio, no me siento de acuerdo con el ilustre teólogo cuando él criticaba el modo con el cual el Concilio expone la relación entre estos tres sujetos del anuncio del Evangelio, distintos entre sí y maravillosamente conectados al mismo tiempo entre sí. En efecto, Gherardini hablaba, a propósito del Concilio, de "mescolanza de los roles que unificaron Tradición, Escritura y Magisterio" como si hubieran sido algo así como naipes que el Concilio ha barajado y confundido en inextricable mezcla.
----------Luego decía que "la Dei Verbum (DV 8-10) hace un conjunto de estos mismos sujetos, distinguiendo sólo sus funciones. Esto significa que la Tradición está toda en la Escritura, que Escritura y Tradición son una única fuente de Revelación". "La unificación, por tanto, de los tres sujetos -Revelación/Tradición/Magisterio- al no respetar la distinción e implicándola solamente para las correlativas funciones, parece difícilmente sostenible: no salvaguarda suficientemente las peculiaridades de los tres distintos sujetos".
----------En contraposición al docto teólogo, me parece que el Vaticano II no confunde entre sí en absoluto esos tres temas (sería imposible, tratándose de datos de fe), sino que simplemente el Concilio está preocupado (y por eso se refiere a la cuestión con una expresión enfática: "una sola cosa") por subrayar la estrecha unión y reciprocidad entre estos tres sujetos, todos convergentes en hacernos conocer de modo cierto e infalible las Palabras del Señor y todos los tres brotando de los mismísimos divinos labios del Señor.
----------Pero me parece aún más grave la hipótesis que hacía Gherardini acerca de la relación entre Magisterio de la Iglesia y depósito de la Revelación, con particular referencia al Concilio, aun si el teólogo romano se detenía sólo en el nivel de hipótesis: "Si aquella que debería ser la Palabra de Dios in actu secundo no adecua radicalmente, totalmente, homogéneamente, al menos cuanto a la sustancia, la Palabra de Dios in actu primo, no podrá en absoluto pretender regular la Fe y las costumbres de la existencia cristiana; no estaría, de hecho, garantizada por la Palabra de Dios in actu primo, no pudiendo que no podría ser una contradicción suya in actu secundo. En tal caso, no sería Palabra de Dios, ni gozaría del carisma prometido y de la correspondiente infalibilidad. Vale decir que incluso el Magisterio eclesiástico puede, en hipótesis, equivocarse".
----------El Concilio Vaticano II, ciertamente, no ha definido nuevos dogmas. Pero esto no quiere decir que su doctrina dogmática, tratando de verdades de fe o próximas a la fe, no sea infalible o, como se expresa la Instrucción Ad Tuendam fidem de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1998, "definitiva". De hecho, negar la infalibilidad de las doctrinas conciliares, como hacía Gherardini (y con él hacen hoy otros teólogos), crea una fuerte sospecha de que estas doctrinas pueden ser falsas o al menos falibles. De hecho, lo contrario de lo infalible, para cualquier mente que use la lógica, es lo falible. Pero, ¿cómo pueden ser falibles doctrinas de fe o próximas a la fe solemnemente enseñadas por un Concilio ecuménico asistido por el Espíritu Santo?
----------Ciertamente, podemos tener en algún documento la impresión de una discontinuidad con la Tradición, pero tras un atento examen nos damos cuenta de que tal cosa no subsiste (uso adrede este verbo para dar peso no sólo metafísico, sino también jurídico a mi afirmación), ni para el católico es posible que subsista, de lo contrario él debería concluir que Cristo ha engañado a su Iglesia cuando le ha dicho que sus palabras no pasarían y le ha prometido que el Espíritu Santo la habría de conducir a la plenitud de la verdad.
----------Si el Magisterio de la Iglesia nos ha enseñado, a través del papa Benedicto XVI en cumplimiento de su supremo oficio docente, que entre el Concilio Vaticano II y el Magisterio precedente y el Magisterio postconciliar existe "continuidad" (aunque en la reforma), como católicos debemos creer en ella y como teólogos la podemos verificar y demostrar, sin avanzar una sombra de duda, de lo contrario, ¿no vendría a vacilar también nuestra fe? Lo que podemos hacer eventualmente es pedirle a la Sede Apostólica que, si lo cree oportuno, nos muestre mejor, en proposiciones canónicas y esclarecedoras, esta continuidad.

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