lunes, 15 de febrero de 2021

Interpretando el Concilio Vaticano II: aclaraciones y precisiones

He dedicado días atrás un par de artículos acerca de las posturas teológicas de monseñor Brunero Gherardini [1925-2017] acerca de la cuestión de la interpretación de los documentos del Concilio Vaticano II. Con posterioridad a ellos, he recibido un par de emails (uno de un lector de Moreno, en la provincia de Buenos Aires, y otro de Rosario, en Santa Fe) con cuestionamientos, críticas e interrogantes, todo lo cual requiere algunas aclaraciones y correcciones que aquí intentaré cumplir de modo resumido y esquemático.

----------En primer lugar, lamento que una vez más mis lectores prefieran el correo privado y no el foro de este blog para hacer sus comentarios, pues de este segundo modo tendrían la ocasión de hacer conocer sus opiniones y preguntas a los demás lectores. No obstante, agradecí los emails y vuelvo a agradecerlos ahora, pues me dan la oportunidad de aclarar mis posturas, opiniones y puntos de vista, lo que espero facilite aún más la comprensión de lo que aquí publico y favorezca el diálogo y los comentarios posteriores.
----------Me resulta curioso que uno de los lectores me atribuye en su correo electrónico el apelativo de "católico conservador". No sé cómo ha llegado a tal denominación, que no me desagrada en absoluto. Supongo que algún otro lector podría llegar a otro calificativo diverso. Entiendo el calificativo "conservador" como conservación de las buenas tradiciones, en un sentido positivo, pues el lector también se considera tal. Sin embargo, no me reconozco, si no sólo parcialmente, en el retrato que mi interlocutor hace de mí como "católico conservador". Este modo de entender mi pensamiento me asombra, ya que sobre todo desde el año pasado he podido expresar mis ideas al respecto en diversas publicaciones, en este blog y en anteriores. De cualquier modo, si no siempre he sido claro, aprovecho ahora para aclarar. Enumeraré algunos puntos.
----------Primer punto. Es cierto que no me considero seguidor de la Escuela histórica de Bolonia, de Giuseppe Alberigo [1926-2007], básicamente porque tengo sumo cuidado de no hacer del Concilio Vaticano II una especie de "super-dogma" en el sentido rechazado en cierta ocasión por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, es decir, como compendio total de la doctrina cristiana que invalida, considera superadas o rompe con todas las doctrinas precedentes. Ahora bien, ¿dónde estaría aquí mi supuesto conservadurismo?
----------Segundo punto. Es cierto que sostengo la perfecta continuidad de las doctrinas conciliares con la Tradición y en tal sentido soy conservador. Pero, en cuanto católico, ¿cómo podría sostener algo contrario a ello? Para un católico no es de ningún modo posible ni concebible que las doctrinas de un Concilio ecuménico lleven fuera de la verdad enseñada por la Tradición; eso significaría que la Iglesia no cumple con la tarea que le ha encomendado Nuestro Señor Jesucristo de conservar intacto el depósito revelado hasta el fin de los siglos, lo cual es absolutamente impensable para quienquiera lleve dignamente el nombre de "católico".
----------Tercer punto. Si bien en lo respecta a las doctrinas (también comprendidas las doctrinas nuevas del Concilio) es impensable una ruptura con la Tradición, no existe sin embargo ningún problema en pensar una ruptura (se juzgará luego si oportuna o si inoportuna sobre ciertos puntos) de la tradición pastoral o disciplinaria, porque en este campo la Iglesia no es infalible y la historia bien que lo demuestra. En campo pastoral o disciplinario un Concilio puede cometer errores, por lo cual el Concilio que lo suceda deberá corregir sus errores. Aquí a veces es necesario "romper"; otras veces el romper es incorrecto.
----------Cuarto punto. Cada Concilio es intérprete de la Tradición así como en general lo es el Magisterio de la Iglesia. Esto no significa que sea ilícito interpretar un Concilio a la luz de la Tradición, salvo que de esta verificación se pretenda encontrar en las doctrinas de un Concilio desviaciones de la Tradición, cosa que, como he dicho en el punto precedente, es imposible. Por lo demás, la pretensión de ponerse en contacto con la Tradición sin la mediación del Magisterio, con la pretensión de sorprender en fallo al Magisterio en cuanto no fiel a la Tradición, es un método erróneo desde el punto de vista católico, porque el Magisterio es intérprete infalible de la Tradición y ningún particular puede permitirse juzgar si un magisterio conciliar es o no conforme a la Tradición, porque el católico da por descontado que las doctrinas de un Concilio son conforme a la Tradición, aun cuando puedan presentar aspectos de novedad. Pero novedad no quiere decir necesariamente ruptura o traición, sino que puede significar también desarrollo o explicitación.
----------Quinto punto. Es cierto que la comparación que en alguna de mis notas he hecho con el salón del automóvil puede parecer ingenua o tosca, pero da una idea de cuanto sucede en el progreso doctrinal realizado en la Iglesia a través de los Concilios. ¿Acaso la tradición no compara a la Iglesia con una "barca"? Pues bien, ¿por qué no comparar el progreso de la Iglesia en la historia, con las mejoras que la técnica humana inventa para hacer más cómoda y segura la navegación o el traslado en tierra? Indudablemente la comparación puede ser algo imperfecta en cuanto que, mientras que nadie hoy usaría un automóvil de principios del siglo XX, está claro en cambio que los primeros Concilios de la Iglesia conservan intacta su validez y utilidad y, de hecho, hoy más que nunca, dada las devastaciones provocadas por el modernismo, que revive en la actualidad antiguos errores de los primeros siglos cristianos. Sin embargo, se mantiene siempre cierto que el conocimiento que, por ejemplo, nos da de Cristo el Concilio de Calcedonia, aunque sigue siendo verdadero, es atrasado en comparación con el que nos da el Concilio Vaticano II con la Dei Verbum o la Lumen Gentium.
----------Sexto punto. No debemos pedir al Papa y mucho menos a una "comisión científica" que nos "demuestre" la existencia de la perfecta continuidad de las doctrinas del Concilio Vaticano II con las doctrinas del magisterio precedente, casi como si tal continuidad pudiera ser dubitable y eventualmente se demostrara que no existe. En todo caso, lo que podríamos hacer es pedir al Papa que ilustre o esclarezca los motivos de tal "continuidad en la reforma" (como se expresara hace algunos años atrás el papa Benedicto XVI, hoy papa emérito) pero, exista o no tal aclaración, siempre debemos creer al Papa sobre su palabra de que la continuidad existe, pues de lo contrario, si no le creemos al Romano Pontífice en afirmación semejante, que toca de tal esencial modo a nuestra fe, ¿a dónde va a terminar nuestra reverencia hacia la autoridad del Papa? ¿De qué manera podríamos seguir llamándonos "católicos" en tal caso? Y no se debe decir que aquí se trate de materia en la que el Papa puede equivocarse, ya que, por hipótesis, se trata de la doctrina de la sagrada Tradición, en el enseñar y en el desarrollar la cual ningún Concilio y ningún Papa pueden equivocarse.
----------Este es exactamente mi pensamiento. Espero haber sido suficientemente claro. Y repito una vez más: me agrada que los lectores confronten lo que afirmo en mis publicaciones y, llegado el caso, las discutan o las rebatan con argumentos, y expliquen por qué no acuerdan con ellas. Pero siempre sobre la base de lo que escribo, no sobre la base de aquello que se me quisiera hacer decir.

2 comentarios:

  1. Padre Filemón, usted dice "lo que podríamos hacer es pedir al Papa que ilustre o esclarezca los motivos de tal continuidad en la reforma".
    Si el papa Benedicto no lo ha hecho, o no tuvo tiempo de hacer ese esclarecimiento, será más que difícil que el papa Francisco lo haga; pero es bueno que insistan en ello los que pueden aportar algo al respecto.
    Yo sé que usted ya ha emprendido esta tarea, pero lo animo a insistir en ciertos temas, que parecen más polémicos que otros: por ejemplo, la libertad religiosa, el "subsistit in" de la Iglesia, la autonomía de lo secular, las fuentes de la revelación, etc.
    Insista, insista, insista! No importa que se repitan los temas, lo importante es que se profundice, siempre habrá detalles que se habían pasado por alto, verdades a esclarecer aún más. ¡No pierda ocasión de hacerlo!

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  2. Querido Ernesto,
    tienes razón, en tales temas se debe insistir e insistir.
    Hoy mismo, ya lo verás, comienzo por uno de los temas que tú mencionas.

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