sábado, 9 de enero de 2021

Deberes y prerrogativas del Papa en la estructura eclesial

Después de haber escuchado la profesión de fe de Simón "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo" (Mt 16,16), Nuestro Señor Jesucristo ha querido edificar su Iglesia sobre la roca, y esta roca es Pedro. Esto quiere decir que Cristo concibe "su" Iglesia, o sea la Iglesia por Él proyectada, deseada, instituida, la nueva Asamblea o Convocación (קהל, qahàl) de Israel, como un edificio bien fundado, robusto, resistente a todo ataque enemigo e inquebrantable: "Las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). 

----------Nadie, en el curso de la historia hasta el fin del mundo, podrá jamás cambiar, falsificar o destruir la esencia y por tanto la existencia de la Iglesia. Esto no quiere decir que periódicamente la Iglesia, por su aspecto humano, no tenga necesidad de ser reformada; pero ello no en el sentido de que, desviándose de su esencia o de su forma, se haya vuelto deforme, y tenga necesidad de recuperar su forma esencial. Esta forma es en efecto inmutable e incorruptible y es mantenida en su su ser en identidad por la asistencia del Espíritu Santo. La forma de la Iglesia puede clarificarse, consolidarse, robustecerse o mejorarse a lo largo de los siglos (esta es obra especial de los Concilios Ecuménicos) pero no puede cambiar sustancialmente.
----------Ciertamente, la Iglesia conoce un devenir en su historia, que sin embargo no afecta su esencia o constitución fundamental (el así llamado "derecho divino"), que Cristo ha querido darle. Ella conoce altibajos, períodos de decadencia o de recuperación, períodos de estancamiento o de progreso, de crecimiento o de disminución, de expansión o de encerramiento. Ella sabe conservar lo esencial y lo perenne sin caer en el conservadurismo y sabe renovarse y progresar sin caer en el evolucionismo o en el modernismo. Según el modernismo, nefasta y difundida herejía de nuestros días, la Iglesia no tiene una esencia fija conceptualmente definible de una vez por todas (el dogma), sino que es un evento existencial y concreto en continuo devenir como manifestación en la historia y en la modernidad de la voluntad salvífica de Cristo. Según el modernismo, la Iglesia está en continua y radical evolución sin que nada permanezca fijo, porque el "evento Cristo", como dicen ellos, o sea el "escándalo de la cruz", derrumba todas nuestras certezas.
----------Varias veces el Nuevo Testamento llama a Jesús "piedra angular" (Mt 21,42; Hech 4,11; Ef 2,20; 1 Pe 2,6-7). Es entonces evidente que Pedro es la "piedra" no en sentido originario, primario, radical y fundamental, sino derivada de la primera piedra divina, que es Cristo, y por lo tanto en representación de Él, partícipe de sus mismos poderes, el así llamado "poder de las llaves". Por eso, el hecho de que Cristo sea la Cabeza celestial de la Iglesia animada por el Espíritu Santo no ha impedido que el Señor quiera una cabeza visible, su vicario en la tierra, para guiar infaliblemente (aunque sea un pecador) a la Iglesia terrena al reino de Dios. Así, Cristo ha edificado la Iglesia en su esencia y en sus funciones esenciales; y, sin embargo, también Pedro, por mandato mismo de Cristo, tiene una tarea secundaria de edificación (lo que se llama "derecho eclesiástico"), el cual, erigiéndose sobre la Iglesia fundada por Cristo, la edifica en el sentido de que la guía en nombre de Cristo con la asistencia del Espíritu Santo, hacia un conocimiento cada vez más profundo de la Palabra de Dios, hacia la conquista para Cristo de cada vez más numerosas almas, fomentando la unidad en la caridad, educando en la fe y en las virtudes, indicando siempre la meta última del camino, instituyendo y formando los sagrados ministros, convalidando los carismas, incitando a los buenos, reclamando a sí a los rebeldes, corrigiendo los errores y malas costumbres y exhortando a todos a entrar en el reino de Dios.
----------Con su poder divino, si Cristo hubiera querido, podría haber conducido a la Iglesia terrena y visible directamente desde el cielo, sirviéndose de la única mediación del Espíritu Santo que actúa en los corazones y en las almas. En tal modo Cristo guía y organiza las huestes angélicas y las mismas almas de la Iglesia celestial. Esto es precisamente lo que creen los luteranos y los ortodoxos cismáticos orientales y muchos otros herejes. Pero esto, según la narración evangélica y la milenaria tradición de la Iglesia, no corresponde a la verdad. En realidad, la institución del Papado por parte de Cristo se ha revelado muy sabia, aún cuando su ejercicio de hecho, dada la debilidad y la malicia de los hombres, presenta en ocasiones algunas dificultades, que no obstante pueden ser resueltas. Es precisamente lo que intentaré hacer en esta nota.
   
El modo de la sucesión pontificia
   
----------Una primera cuestión, una primera dificultad, puede ser la de la reglamentación de la sucesión de un Papa a otro. Nuestro Señor Jesucristo no ha dado disposiciones precisas al respecto. En el Nuevo Testamento se hacen recomendaciones acerca de la prudencia en la elección de los pastores y se enumeran los requisitos y las virtudes necesarios. Sin embargo, una cosa que da seguridad es la garantía dada por Cristo que la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, no carecerá de su pastor hasta el fin del mundo. Y de hecho es sorprendente notar la perfecta sucesión de los Pontífices desde San Pedro hasta el Papa actual, Francisco.
----------La elección de los Papas ha tenido lugar desde los inicios (y esto es bastante lógico) sobre la base del voto del colegio apostólico y luego, más tarde hasta nuestros días, del colegio cardenalicio. Sin embargo, en este punto, dada la fragilidad y la malicia de los hombres, pueden surgir angustiosos interrogantes: ¿se han respetado siempre las reglas? ¿Y si un Papa viene elegido tras una infracción de las reglas de la elección, es válido? ¿Y nosotros, los comunes fieles, cómo podemos estar ciertos de que un determinado Papa ha estado válidamente elegido? ¿Quién nos lo asegura? ¿Quién puede iluminarnos al respecto? ¿No han surgido los antipapas como resultado de las disputas por parte de los cardenales acerca de la validez de la elección del Papa? ¿De quién se espera dirimir cuestiones de este género? ¿Cómo hacer para discernir al verdadero Papa?
----------En realidad, creo que no tenemos por qué plantearnos tantos problemas. El fiel común no tiene normalmente la competencia ni los instrumentos adecuados para verificar cosas tan difíciles. El Papa es siempre elegido por el colegio cardenalicio desde hace muchos siglos. Cuando un Papa viene oficialmente proclamado, es de suponer que su elección ha sido válida. Si hubiera habido alguna irregularidad tal que lo invalidara, la única voz autorizada y creíble sería aquella no digo de uno o dos cardenales, que tal vez hablen solapadamente, sino que se necesitaría un pronunciamiento público de al menos un grupo de cardenales, los cuales deberían proporcionar las pruebas, cosas que no sucedieron en ocasión del cisma de Occidente. Y por eso los cardenales rebeldes no eligieron un verdadero Papa, sino solo un antipapa.
----------No basta atenerse a los rumores que circulan, porque pueden ser interesados, dictados por el deseo de novedad, la envidia o por otros inconfesables motivos. Incluso suponiendo que puedan filtrarse fuertes indicios privados, o incluso en ciertos ambientes más o menos extendidos, si el colegio cardenalicio en su conjunto no muestra signos de impugnación, es bueno mantenerse con las posiciones oficiales. Fue este probablemente el caso de Alejandro VI, quien obtuvo la elección en modo simoníaco, pero, como no hubo una oposición o impugnación clara de los cardenales, la historia ha registrado a este Papa como válido.
   
El status jurídico del llamado pontificado emérito
   
----------Una cuestión que se ha planteado recientemente con el acto de renuncia al ministerio petrino de Benedicto XVI y la elección del actual Pontífice es la del significado jurídico del así llamado pontificado emérito, considerando sobre todo que un evento de tal factura no se ha verificado jamás en la historia de la Iglesia. Se trata de dos Papas legítimos coexistentes, uno de los cuales está en el cargo mientras el otro está jubilado; una cosa similar a cuanto ya sucede en las diócesis, donde se produce la convivencia del obispo emérito con el titular oficial. La cuestión puede ser la siguiente: ¿Cuál es la autoridad del Papa emérito?
----------Ciertamente, el Papa emérito, es decir, Benedicto XVI, ha cesado en las funciones pontificias de cabeza de la Iglesia, que han sido asumidas por el papa Francisco. De modo que el caso del papa Benedicto pone de relieve el hecho de que se puede dar un verdadero Papa que, sin embargo, por un justificado motivo, no ejerce ya el ministerio petrino. Por lo tanto, la autoridad de Joseph Ratzinger parece limitarse a aquella autoridad que ya poseía antes de ser elegido Papa, vale decir una autoridad episcopal cardenalicia, así como a aquella de eminente teólogo, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hombre por lo tanto de gran valor y prestigio internacional, ex perito del Concilio, que puede dar una válida ayuda a la acción del Papa presente, obviamente en sumisión a él, como la de cualquier fiel.
   
Autoridad magisterial y autoridad pastoral del Papa
   
----------Otra cuestión son los grados de autoridad del ministerio petrino, en particular, los grados de su autoridad doctrinal. Sin embargo, antes de afrontar ese tema, veamos antes otro: Jesús se ha limitado aquí a dos directivas fundamentales: "Confirma fratres tuos" y "Pasce oves meas". Existe entonces una primera distinción en los grados de autoridad, que afecta a los dos planos o niveles de la acción: el magisterio y el gobierno; por lo tanto: 1) un poder de enseñanza de la fe y 2) un poder de gobierno o pastoral. Jesús ha prometido a Pedro la asistencia del Espíritu Santo, que vuelve infalible, es decir, absolutamente verdadera, la enseñanza doctrinal o dogmática. Pero no le ha prometido la impecabilidad en la conducta moral y en la conducción de la Iglesia desde un punto de vista pastoral y disciplinario. Un Papa puede ser un hombre mediocre, un mal pastor, un hombre vicioso, pero nunca puede ser un hereje o un falsario en la fe. Todos pueden errar en la fe excepto Pedro. El Papa corrige a quien erra en la fe, pero él no es corregido por nadie.
   
Grados de autoridad doctrinal del Sumo Pontífice
   
----------Es necesario distinguir, sin separar, la doctrina de los Pontífices de la doctrina de la Iglesia. La primera nace de la iniciativa del Papa (por ejemplo, el motu proprio) y con eso mismo se convierte en doctrina de la Iglesia. La segunda, en cambio, nace de los Concilios y es aprobada por el Papa. De hecho, no se ha dado nunca el caso de un Papa que, abusando de su carisma de maestro universal de la fe, haya sostenido la herejía o que, por el contrario, haya enseñado como dogma algo que luego se haya revelado herético o no conforme al Evangelio, como ha creído necia y tontamente Lutero. Un caso de tal género por lo demás sería impensable, porque negaría la asistencia del Espíritu Santo prometida por Cristo.
----------El Papa es infalible tanto cuando condena una herejía, como cuando aprueba o dogmatiza una doctrina. Roma locuta, causa finita. El Papa, asistido por el Espíritu Santo, en estas sus decisiones nunca retrocede en su fe, nunca falla en la fe. Si así no fuera, se debería decir que el Papa puede confundir lo que es de la fe con lo que le es contrario, lo cual es impío con sólo pensarlo. Y hay que tener bien en cuenta que no se trata sólo de condenar una herejía en sí misma, sino también de condenarla en el sentido entendido por el hereje. Famoso a este respecto fue el caso de los jansenistas, los cuales pretendieron aceptar la condena papal de la herejía en sí misma, pero negaron que fuera condenada en el sentido entendido por Cornelio Jansenio [1585-1638]. A lo que el Papa respondió diciendo que en cambio lo había condenado precisamente en el sentido entendido por Jansenio. De aquí se puede entender lo necio y tontos que son los luteranos y los modernistas al sostener, incluso después de cinco siglos, en base a inútiles y sutiles cavilaciones sofísticas, que el Concilio de Trento se equivocó al condenar a Lutero. Y en cambio en realidad son ellos quienes deberían decidirse de una vez por todas a aceptar la verdad, sin burlarse y embaucar a los ecumenistas ingenuos.
----------Ha habido no obstante algunos poquísimos casos de Romanos Pontífices que han sucumbido momentáneamente a amenazas; pero es evidente que tal acto suyo, extorsionado, ha sido ajeno a su responsabilidad personal, tanto es así que, después de recuperada su libertad, ellos mismos han anulado el acto inválido. El caso más difícil es quizás el de Juan XXII en el siglo XIV quien, en algunas de sus homilías, sostuvo que las almas de los difuntos poseen la visión beatífica sólo en el fin del mundo. Es cierto que no existía ningún dogma en este sentido; pero la materia de fe habría debido ser clara por la Tradición y la Escritura. Después Benedicto XII pensó en 1336 en definir dogmáticamente la visión beatífica como acto del alma inmediatamente después de la muerte. Con Juan XXII tenemos el caso de un apego indiscreto a la propia opinión, aún cuando el Papa se retractó en punto de muerte. Aquí, en cualquier caso, el carisma de Pedro sale indemne, porque el Papa se detuvo en el videtur y no quiso dar ninguna definición.
----------Esto no quiere decir que el Papa no pueda tener opiniones personales sobre cuestiones teológicas discutidas o sobre doctrinas teológicas inciertas y que, por lo tanto, no pueda errar en este campo. Cuando, en cambio, como Maestro de la fe, trata en las más variadas circunstancias, niveles, formas o modalidades, de temas que atañen directa o indirectamente a la fe, es decir, las enseñanzas de Cristo, la divina Revelación o el Símbolo de la fe o dogmas ya definidos, el Papa no puede errar, o sea es infalible, porque si errara significaría que Cristo no mantiene sus promesas, que sería cosa blasfema solo con pensarlo.
   
Los diversos grados de infalibilidad del Papa
   
----------El Concilio Vaticano I establece algunas condiciones según las cuales una enseñanza doctrinal del Sumo Pontífice es infalible, pero esto no quiere decir que es infalible solo en esas condiciones: condiciones de infalibilidad, es decir, no quiere decir que sean las únicas condiciones de infalibilidad. Así, yo puedo decir que un graduado en medicina puede curar la gripe. Pero esto no significa que no pueda hacerlo incluso quien no es médico. Las condiciones establecidas por el Vaticano I son de carácter extraordinario, son aquellas más rigurosas y solemnes, que dan la máxima certeza, certeza de fe divina o teologal, que la enseñanza es de fe. Se refieren a la definición de un nuevo dogma, o sea precisamente de una interpretación que el Papa hace de la Palabra de Dios. En tal ocasión el Papa declara o define que la doctrina que él propone es de fe o está contenida en la divina Revelación. Tenemos aquí el así llamado dogma definido.
----------Es necesario prestar atención para no confundir la modalidad definitoria característica de la proclamación de un nuevo dogma con el simple definir cosas de fe o próximas a la fe. El Papa puede dar definiciones en el campo de la fe, por ejemplo puede dar una definición o decir o explicar o explicitar qué es la Iglesia, qué es la santidad, qué es el dogma, qué es la verdad, qué es la herejía, qué son el cielo y el infierno, qué es la creación, qué es la gracia, qué es la transubstanciación, qué es la fe, qué es la caridad, qué es la ley natural, qué son los sacramentos, quién es el sacerdote, quién es el religioso, qué es la resurrección y así sucesivamente, sin que por eso se sitúe en el plano del dogma, o sea de la definición dogmática. Pero tratándose de temas en los cuales él es Maestro de la fe, asistido por el Espíritu Santo, también en estos casos es infalible, y debe ser escuchado, si no con fe divina como en las definiciones solemnes, ciertamente con total confianza y con religioso obsequio de la voluntad y de la inteligencia.
----------Asimismo, si el Papa enuncia una nueva doctrina que toca directa o indirectamente la verdad de fe, porque la explica o la comenta, aunque en esta circunstancia no se den las condiciones dictadas por el Vaticano I, no por ello la enseñanza del Papa deja de ser infalible. Por tanto, para saber si el contenido de una doctrina, de un discurso, de un documento, de una intervención o de cualquier pronunciamiento pontificio es de fe, es necesario ante todo ver si el Papa habla como doctor privado, en cuyo caso no tenemos actos de magisterio, sino solo opiniones privadas y cuestionables, o bien si habla como Papa. En este segundo caso no es necesario exigir todas las condiciones marcadas por el Vaticano I, sino que es necesario y suficiente que el Papa explicite, desarrolle, explique, comente o aplique un dato que ya se sabe que es de fe, o porque es Palabra de Cristo o porque es un dato de la Tradición o de los Concilios o porque es un artículo del Credo, o porque es dogma ya definido o porque de todos modos es una enseñanza del Magisterio eclesial precedente.
   
Los tres grados de infalibilidad según lo indicado por el propio Magisterio
   
----------Según la nota explicativa de la Congregación para la Doctrina de la Fe a la Carta Apostólica Ad tuendam fidem del papa san Juan Pablo II, de 1998, la infalibilidad pontificia en el enseñar las verdades de fe se plantea sobre tres grados de autoridad: uno máximo, uno medio, uno mínimo. Estos tres grados se justifican en relación con tres niveles de firmeza o certeza o credibilidad con los cuales un maestro puede proponer la misma verdad de fe. El Papa puede hablar o en nombre de Cristo, suprema autoridad, o bien puede hablar como mandado por Cristo a anunciar el Evangelio, o bien como intérprete del Evangelio.
----------La doctrina enunciada en el primer nivel es el dogma definido, es decir, la proposición de fe que es definida por el Papa ex cathedra como de fe o como contenida en la Revelación, como por ejemplo, ha ocurrido con la definición del dogma de la Inmaculada Concepción o de la Asunción de María Santísima al cielo. Tal doctrina es objeto de fe divina o teologal. Negar esta clase de doctrina constituye herejía.
----------La doctrina del segundo nivel es derivada o deducida del dogma o es necesariamente conexa al dogma, por lo cual, si viene negada, viene negado el dogma. Por ejemplo, sostener el sacerdocio de la mujer no es directamente herejía, sino que es próximo a la herejía, porque contrasta con el sacramento del Orden, que es dogma de fe. O bien cuanto el papa Francisco ha enseñado sobre la misericordia. Estas doctrinas son objeto de fe eclesiástica o de fe católica. Negarlas es error próximo a la herejía.
----------Mientras que en el primer grado el Papa enseña simpliciter la doctrina de Cristo no en las formales palabras de Cristo, sino bajo forma de dogma, en cambio, en el segundo grado enseña, como Vicario de Cristo, su interpretación del dogma y las verdades que deben ser respetadas para salvar el dogma, verdades racionales, como por ejemplo la ley natural o la existencia del libre albedrío o de la conciencia, y verdades de hecho o fácticas, como por ejemplo la legitimidad de un determinado Pontífice: si él en efecto no fuera legítimo, colapsaría todo cuanto él ha enseñado en términos de fe.
----------En el tercer nivel, entonces, el Papa deduce consecuencias, ofrece explicaciones e interpretaciones de su propia enseñanza en el segundo nivel. Es comprensible, entonces, que estemos aquí en el nivel más bajo de su autoridad; sin embargo, como hace entender el comentario de la Congregación para la Doctrina de la Fe al documento pontificio, prestemos atención y tengamos cuidado de que también aquí se trata siempre de materia de fe, aunque ya no se trate de prestar un asentimiento de fe teologal. Se trata, en cambio, de un "obsequio religioso de la voluntad". Hipotetizar, por lo tanto, que al menos en este nivel la enseñanza del Papa sea falible, es impensable. Negar estas doctrinas es desobediencia a la doctrina de la Iglesia.
----------Como ejemplos de este último nivel podemos pensar en las consecuencias que el papa Francisco extrae de su enseñanza sobre la misericordia, en relación al deber de cada fiel de abrirse mayormente a las necesidades de los demás, sobre todo de los pequeños, de los pobres y de los que sufren, al deber de perdonar a quien se arrepiente, de tolerar a los débiles y a los incapaces.
   
Los deberes del Sumo Pontífice
   
----------El Papa es el supremo predicador del Evangelio, supremo e infalible custodio y transmisor de la Palabra de Dios, o (para decirlo con mayor precisión técnica) de la divina Revelación contenida en la Escritura y en la Tradición. Él tiene la tarea de promover un conocimiento cada vez mejor de la Palabra de Dios estimulando los dones proféticos, los estudios bíblicos y teológicos y la predicación del Evangelio en toda forma, modalidad y grado. Debe afrontar y resolver las grandes cuestiones doctrinales y disciplinarias, sobre todo aquellas que puedan turbar a la Iglesia, sirviéndose de sus colaboradores, de expertos y de la Curia Romana, empezando por la Congregación para la Doctrina de la Fe y, en los casos más serios, de la obra de los sínodos episcopales y sobre todo de los concilios ecuménicos.
----------El Papa debe prestar particular atención al trabajo de los teólogos, que parecen a veces dotados de dones proféticos, trabajo en sí preciosísimo, pero que hoy frecuentemente produce preocupaciones a los buenos fieles y a la Iglesia misma por la independencia de algunos respecto del Magisterio de la Iglesia y, por lo tanto en último análisis, de la Palabra de Dios y de la fe misma. El teólogo puede, con su investigación, proponer nuevas interpretaciones del dato de fe, que pueden ser aprobadas por el Magisterio e incluso al nivel del dogma; pero ciertos teólogos, por su indisciplina, tienen necesidad de ser corregidos. Gran influjo tienen hoy también los periodistas tanto para el bien como para el mal: el Papa tiene la tarea de seguir y de ser informado sobre sus ideas, que pueden influir a un público vastísimo tanto para bien como para mal.
----------El Papa debe promover el diálogo religioso y sapiencial con todos los hombres de buena voluntad, sea cual sea la cultura o la religión a la cual pertenezcan, incluidos los no creyentes. Es notorio el acento que el Papa actual ha puesto en esta tarea. Debe iluminar a los ciegos, acercar a los más lejanos, mejorar a los más cercanos, reconciliar entre sí a los adversarios, corregir a los que se equivocan, amonestar a los pecadores, aconsejar a los que dudan, alentar a los pusilánimes, intimidar a los arrogantes, reprender a los soberbios, consolar a los afligidos, rogar a Dios por los vivos y por los muertos.
----------Un problema de candente actualidad: el lenguaje del Papa debe ser digno, acorde con su dignidad, ni demasiado elevado o refinado, ni secular y vulgar, para que la gente, incluso los más alejados de la fe, se den cuenta de que están ante un hombre de Dios, un signo de la bondad y de la misericordia divina entre los hombres. Debe "expresar cosas espirituales en términos espirituales" (1 Cor 2,13).
   
Los diversos modos de expresión del Papa
   
----------Los grados de autoridad del magisterio pontificio aparecen de algún modo en el género de los documentos pontificios. Partiendo desde lo alto, tenemos las solemnes definiciones dogmáticas, que son eventos rarísimos. Descendiendo se pasa a las Cartas Encíclicas y aún bajando encontramos denominaciones diversas como "Epístola Encíclica", "Constitución Apostólica", "Carta Apostólica", hasta llegar a los discursos, las audiencias generales, los discursos de circunstancia y las homilías de las Santas Misas.
----------El Papa actual viene manifestando mucha inventiva en el adoptar nuevos medios de predicación que antes eran impensables para un Pontífice, como la entrevista, el teléfono, twitter y otros. Prestemos atención a que la novedad y la modestia del medio no nos haga olvidar la importancia del magisterio pontificio.
   
El Papa y su autoridad pastoral o de gobierno
   
----------Por cuanto respecta al gobierno de la Iglesia ("pasce oves meas"), vale decir, el poder de santificación, poder pastoral, jurisdiccional y administrativo, el Romano Pontífice posee ciertamente un carisma a este propósito, pero no es infalible, ni es impecable, aunque se debe presuponer, en principio, que normalmente actúa con caridad, prudencia y justicia. Fortuna grandísima es cuando tenemos Papas santos.
----------Los lefebvrianos, que se declaran a sí mismos tan religiosos, no son en esto excusables ni justificables en su injusta polémica contra los Papas del Concilio y del postconcilio. Pero en este campo, incluso un Papa con óptimas intenciones y óptimos principios puede estar mal informado, mal aconsejado, estafado. Como se ha puesto de manifiesto a lo largo de la historia de la Iglesia, él mismo puede tener defectos morales, como apego al poder, arrogancia, ambición, parcialidad, impetuosidad, deslealtad, favoritismo, terquedad, desconfianza, indecisión, molicie, tergiversación, timidez, astucia, respeto humano, etc.
----------El Papa es el promotor y el custodio supremo e inapelable de la unidad y de la concordia en la Iglesia, en el pluralismo de las legítimas tendencias. Él debe difundir la Iglesia en el mundo, debe sostenerla ante los poderes terrenales y defenderla de los ataques de los enemigos. Pero no está dicho que todas sus iniciativas sean necesariamente las mejores; de hecho, a veces puede cometer verdaderos y propios errores o puede descuidar su deber o no estar a la altura de las circunstancias o carecer de imparcialidad.
----------El Papa, como supremo juez y magistrado de la Iglesia visible, está obligado a hacer respetar el orden y la ley por parte de todos los fieles. Por lo tanto, tiene la facultad de excomulgar a los cismáticos, los desobedientes, los rebeldes, los herejes. Hoy el uso de la excomunión es muy raro. Pero no es que no sean muchos los que, según la ley, merecerían ser excomulgados ya sea por sus ofensas al Papa o a la Iglesia o por sus infracciones a la disciplina eclesiástica o por su falsificación de la doctrina de la fe. Pero los Papas, sobre todo a partir del postconcilio, prefieren comúnmente afrontar la grave cuestión de los merecedores de excomunión, que hoy son muchísimos, incluso en los altos puestos de la Iglesia, con medios más de carácter pastoral que canónico, con gestos suaves pero significativos, que no tienen una configuración jurídica, pero que de todos modos nos hacen comprender la desaprobación del Papa, como la corrección fraterna, desplazamientos, degradaciones, aislamiento, reducción de los cargos, suspensión de la docencia, alejamientos, el bien conocido promoveatur ut amoveatur, interrupción o enfriamiento de las relaciones. Vale decir, nada canónico; pero quien tiene orejas para entender, entiende; se trate de los fieles o del interesado.
----------Es interesante notar como los papas del postconcilio no han mencionado jamás ni a Rahner ni a los rahnerianos, aunque esta corriente modernista está muy extendida incluso en los altos puestos; pero el Pontífice no pierde la ocasión de refutar con gracia y agudeza los errores del rahnerismo.
----------El Papa también puede imponer una excomunión injusta y por tanto inválida y nula. Este es el caso de la excomunión infligida por Alejandro VI a Savonarola. Durante mucho tiempo ha habido dudas sobre si Savonarola tenía razón al hablar de excomunión "subrepticia". El padre Giacinto Scaltriti, que durante cincuenta años se ha dedicado al estudio de este intrincado caso, ha llegado a la conclusión, sobre la base de pruebas seguras, que Savonarola tenía razón. Por este motivo, la Orden Dominicana desde hace algún tiempo se ha hecho promotora de la causa de beatificación del mártir dominico.
   
El Papa y su vida personal en la virtud y en el pecado
   
----------El Sumo Pontífice, como todo buen cristiano, debe hacerse santo y, en efecto, como Papa, tratar de convertirse en ejemplo para todos los fieles. Este deber aparece aún más claro, si pensamos en el oficio que tiene el Papa, como sacerdote y obispo, de santificar a los fieles, oficio sacerdotal. Y este oficio aparece aún más, si pensamos que él, siempre en cuanto Papa, es el sumo liturgo y supremo moderador en la Iglesia de la administración y de la disciplina de los sacramentos.
----------Sin embargo, si bien Cristo ha asegurado al Papa, como maestro de la fe ("confirma fratres tuos") la inerrancia o la infalibilidad, no le ha asegurado, aunque no le falte la gracia, la impecabilidad, que no pertenece a nadie, ni siquiera al más santo de los hijos de Adán. El Papa, por lo tanto, puede pecar tanto en su conducta moral personal, como en su modo de gobernar la Iglesia ("pasce oves meas"). Como supremo pastor del rebaño de Cristo, como juez y magistrado en las causas de la Iglesia, y en las relaciones de ésta con los poderes mundanos, puede cometer imprudencias, injusticias, abusos, infracciones a la ley.
----------El Papa es la cabeza del Colegio Cardenalicio y del Colegio Episcopal. Desde el punto de vista sacramental, es el Obispo de Roma y, por lo tanto un Obispo como todos los demás. Sin embargo, solo el Obispo de Roma es el Romano Pontífice. Su primado universal sobre los Obispos no es un primado sacramental, sino de magisterio, de santificación y de jurisdicción y consiste en el confirmarlos en la fe y apacentarlos como parte elegida del rebaño de Cristo. De hecho, los Obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, son los estrechos colaboradores del Papa en el anuncio del Evangelio y en la guía de la Iglesia. El colegio episcopal unido al Papa, en su ministerio doctrinal, es infalible.
   
El Papa y el poder temporal
   
----------Cristo ha conferido a Pedro un poder espiritual, obviamente sin prohibirle ejercer una administración terrena, como lo testimonia el hecho de que Judas "guardaba el cofre". Así, desde los primeros siglos, la Sede Romana ha comenzado a administrar una serie de territorios paulatinamente en aumento ya sea porque fueron donados a los Papas por los poderosos de la tierra o por particulares o porque espontáneamente se ofrecieron a estar bajo la dirección temporal del Papa. Así nacieron los Estados de la Iglesia o Estados Pontificios, que asumieron su máxima extensión y poder en el siglo XVI. Entonces sucedió que el papado se ha encontrado gradualmente y cada vez más comprometido en un gobierno temporal tan absorbente que terminaba por impedir al gobierno espiritual una más amplia libertad y, en ciertos aspectos, si ofrecía a la Santa Sede una independencia de los otros Estados europeos, constituía un contra-testimonio a causa del hecho inevitable de proponerse y de actuar como fuerza terrena contra otras fuerzas terrenas, entre otras cosas con medios bélicos o guerreros, que bien poco recordaban el Reino de Cristo que no es de este mundo.
----------La reforma tridentina ciertamente dio al papado un nuevo impulso espiritual, pero no puso en cuestión la tarea de tener el deber de gestionar inmensos territorios por aquel tiempo, por consiguiente siempre con el renovado riesgo del temporalismo y la excesiva implicación en los asuntos terrenos y políticos.
----------Todavía hoy el Papa es un jefe de Estado, la Ciudad del Vaticano, entidad estatal minúscula, cuya guía por otra parte el Pontífice confía a una especial gobernación dirigida por laicos, lo que evidentemente deja al Papa toda la libertad para dedicarse en plenitud a su ministerio espiritual de pastor universal de la Iglesia.
----------Lo que recordamos con nostalgia del Medioevo de un Inocencio III o un Gregorio IX es aquella unidad religiosa, que lamentablemente ha sido rota con la reforma luterana. Solo durante aquel breve período el papado logró ser el señor espiritual de Europa utilizando su poder temporal para el bien de Europa. En tal modo, la Santa Sede pudo conquistar de toda Europa una estima que desde entonces no ha llegado a reconquistar.
----------El Concilio Vaticano II ha programado también una renovación en el ejercicio del ministerio pontificio, presentándole una más estrecha comunión con el episcopado (colegialidad) y una impronta más misionera y evangelizadora, abierta a todos los hombres de buena voluntad, creyentes y no creyentes, sobre todo aquellos que buscan la verdad y la justicia y tienen necesidad de la divina misericordia. Es precisamente el programa del papa Francisco, al que, con sus conocidos altibajos y vaivenes, deseamos pleno éxito y al cual prometemos plena obediencia, confiándolo a María Reina de los Apóstoles y Madre de la Iglesia.

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