miércoles, 6 de enero de 2021

Algo más acerca de la fe del Papa

De lo que expuse en mi publicación de ayer surgen cantidad de consecuencias prácticas para la vida de la Iglesia, para el obrar del propio Sumo Pontífice y, particularmente, para el obrar de los fieles católicos. En esta nota reúno algunos pensamientos en respuesta a preguntas de lectores formuladas aquí en el blog y por correo electrónico, y a otros interrogantes que suelen rondar en el pensamiento de los fieles.

----------Para comenzar por una primera pregunta, entre tantas, y teniendo en cuenta que la regla próxima de fe para el fiel católico es el Magisterio de la Iglesia, mediador indispensable de las fuentes de la divina Revelación, Escritura y Tradición, podríamos inquirir: ¿Cómo se regula el Papa en su fe?
----------La respuesta es, en principio simple, aunque su aplicación y cumplimiento no parece algo tan sencillo. Debe decirse que el Papa solo tiene a Nuestro Señor Jesucristo por encima de él. Por eso apela directamente a Él, teniendo en cuenta al Magisterio Pontificio y Conciliar que le ha precedido. En caso de duda, le pide luz al Espíritu Santo, teniendo en cuenta siempre las necesidades de las almas y de la Iglesia.
----------Otra pregunta que se ha formulado es la siguiente: ¿Qué es lo que empuja al Papa o puede empujarlo a proponer nuevas enseñanzas o nuevos dogmas?, pregunta que, a decir verdad, son dos preguntas en una, ya que "nuevas enseñanzas" y "nuevos dogmas" son dos cosas que pueden ser generalmente bien distintas. Enseñanzas pontificas implica un concepto más extenso que dogmas.
----------Por cuanto respecta a nuevas enseñanzas en general, puede el Papa verse impulsado a ofrecerlas por sus descubrimientos personales o por sus lecturas teológicas o por amigos teólogos. Pongo un ejemplo: las nuevas enseñanzas acerca de la virtud de la castidad y de la moral matrimonial transmitidas por el papa san Juan Pablo II, las cuales indudablemente son un progreso doctrinal respecto a lo que antes enseñaba la moral basada en santo Tomás de Aquino (de perfil básicamente aristotélico), que a su vez había sido claramente superadora de la de corte platónico-agustiniano con sus indudables carencias (algo que ya hemos examinado en este blog, cuando tratamos del deficiente concepto de la castidad en Evagrio Pontico). La proclamación de un nuevo dogma, en cambio, es una cosa mucho más exigente, que involucra a la Iglesia entera. Puede justificarse bien para confirmar una nueva doctrina, porque parece comúnmente ser de fe, quizás desde hace mucho tiempo, o bien para alejar e impedir ciertos graves errores difundidos acerca de materia tratada por el dogma, calculando que este evento solemne pueda ser de gran beneficio para la Iglesia.
----------En varias ocasiones ya he explicado que el Papa es infalible también en su magisterio ordinario (no sólo en sus definiciones dogmáticas, rarísimas en la historia de la Iglesia), pero hay que recordar que es infalible en su magisterio ordinario sólo cuando se expresa como Maestro de la fe; lo cual plantea al fiel católico el problema de discernir cuándo se expresa de ese modo. La pregunta podría ser formulada así: ¿Cómo y con cuáles criterios podemos discernir cuando el Papa habla como Maestro de la fe y cuando, en cambio, como simple teólogo, doctor privado, o como lo puede hacer cualquier opinador sobre un tema cualquiera?
----------Para discernir cuándo el Sumo Pontífice se expresa como Maestro de la Fe, ante todo es necesario observar con atención y adecuada competencia la materia tratada y el modo de tratarla. Al utilizar la palabra "competencia", va por delante que este discernimiento no es tan sencillo para el fiel común, que no tiene la adecuada competencia filosófica o teológica. 1) Materia: Naturalmente, está claro que el Papa habla como Maestro de la fe, cuando trata verdades de fe ya conocidas y sobre todo si da a entender, por cómo se expresa, que se trata de verdades de fe. 2) Modo: Pero hay que tener en cuenta que no es suficiente con que se trate de cuestiones de fe, sino que es necesario que el Papa lo haga enseñando la Palabra de Dios, o sea, como Maestro de la Palabra de Jesucristo. Porque podría estar hablando de cuestiones de fe no en modo de enseñanza vicaria, sino como simple teólogo privado. Se trata precisamente del otro caso, bien distinto al caso de actuar como Maestro de la fe, y es cuando se refiere a opiniones teológicas ya conocidas o bien a opiniones suyas, personales. Sobre todo en este caso el Papa no deja de hacernos saber con apropiadas expresiones, como por ejemplo: "me parece", "según los teólogos", "según pienso", "se dice", "soy de la opinión que..." y expresiones similares, que indican que sólo nos da su parecer, y no nos enseña como Maestro de la fe.
----------De la cuestión anterior surge otra derivada, particularmente actual tratándose del caso del papa Francisco, tan locuaz y expresándose de muchas cosas sin relación aparente con la fe. La pregunta podría formularse en estos términos o similares: ¿Qué consideración debe tenerse hacia sus opiniones, juicios o directivas, que no toquen directamente a la fe, como por ejemplo la reforma de la Curia Romana, el juicio sobre la situación actual de la Iglesia, la prohibición de la Comunión a los divorciados vueltos a casar, su polémica contra el legalismo y el rigorismo, la insistencia constante en la misericordia, que parece dejar en la sombra otras virtudes, aún más importantes, la ausencia de advertencias acerca de la existencia del infierno, la denuncia de las injusticias en el mundo, su opinión sobre ciertos teólogos, el problema de los inmigrantes, de la ecología, del Islam, de la economía internacional, del ecumenismo, del diálogo con los no creyentes, de la política?
----------En el caso de que la relación con la verdad de fe o de moral sea necesaria o lógica o evidente, es necesario aceptar estas doctrinas, opiniones o normas casi como si fueran de fe (fidei proximae), claro que siempre en el supuesto caso que se expresa en el modo de enseñanza de la Palabra de Dios  no a título de mera opinión teológica personal. Si en cambio, como en la mayoría de los ejemplos mencionados, falta este nexo y simplemente estas intervenciones no son contrarias a la fe, entonces también podemos disentir o disociarnos, pero siempre con prudencia, modestia y respeto, prontos y dispuestos a corregirnos.
----------Una cuestión más fácil de resolver es la que se refiere a la necesidad de distinguir sus enseñanzas o directivas pastorales de sus enseñanzas doctrinales. Ello depende de los contenidos. Si indica los deberes del pastor o bien da nombre a normas prácticas o juicios sobre la conducta de individuos o grupos, es pastoral; si en cambio enseña el dogma o la verdad de fe o los principios de la moral o los misterios de la fe, es doctrinal. Pero incluso contenidos doctrinales o dogmáticos pueden ser expresados en estilo pastoral, es decir, no en una forma científica o escolástica, sino adaptados a la comprensión común de la gente.
----------Otra cuestión similar es la expresada en la siguiente pregunta: ¿Cómo distinguir sus enseñanzas morales (munus docendi) de las directivas jurídicas (potestas clavium)? Aquí es necesario verificar respectivamente si los contenidos se vinculan directamente o al menos necesariamente, universalmente o deductivamente o con la ley natural o con la ley divina, y estas son las enseñanzas morales; o bien si, incluso basándose en esas leyes, son una aplicación contingente, particular y mutable, susceptible de diversas modalidades (leyes eclesiásticas), y estas son las enseñanzas jurídicas. Por ejemplo, las enseñanzas sobre la dignidad del matrimonio y de la familia son normas morales; en cambio, las normas relativas por ejemplo a los divorciados vueltos a casar o a quien pertenece a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X o, de modo similar, a la masonería o a la mafia, son medidas jurídicas.
----------Una cuestión que a algunos les parece superflua, pero que en realidad no lo es, es la que se refiere a si el Papa tiene necesidad de colaboradores o de asesores consejeros en el ejercicio de su oficio de Maestro de la fe. Esta cuestión también está, por ejemplo, en el fondo de la cuestión jurídica de la reforma de la Curia Romana proyectada actualmente por el papa Francisco.
----------Al respecto la respuesta no puede generar dudas: sí que tiene necesidad de colaboradores, ciertamente, dados sus límites humanos y la gravedad e inmensidad de la tarea que tiene por delante para iluminar y gobernar a la Iglesia entera. Por supuesto, el Papa enseña la fe y gobierna junto con los Cardenales y los Obispos. Pero al fin de cuentas, le toca a él velar por la fe de los propios Cardenales y Obispos, ayudado por los colaboradores de la Curia Romana y por todos aquellos de los cuales quiera servirse, aunque estén privados de cargos oficiales. Entre estos colaboradores institucionales desde hace siglos encontramos en primera línea (en teoría) a los Dominicos y a los Jesuitas, caballeros de la fe, co-hermanados a las órdenes del Santo Padre; los primeros, dedicados a mostrar la verdad de la fe; los segundos, a mostrar la fuerza de la fe.
----------El Papa es ciertamente servus servorum Dei, pero también, y precisamente por eso mismo, es episcopus episcoporum. Ciertamente el Papa es un obispo entre los obispos y con los obispos, pero no se deja llevar de la mano por los obispos, no debe dejarse manipular. La ambición, como en los tiempos de los fariseos del Evangelio, bajo el velo del celo por la Iglesia, es la ruina de quien quiere ascender a las órdenes sagradas. Aunque es cierto que el Papa ha sido elegido por el colegio cardenalicio, se trata evidentemente sólo de una simple designación al oficio petrino, aunque este acto de los cardenales se deba suponer, por norma general, basado criteriosamente en la estima por la virtud de fe presente en el elegido.
----------Pero por cuanto respecta al ejercicio de la fe, es el Papa quien nombra y convoca junto a él como obispos a aquellos candidatos, en los cuales verifica en primer lugar la autenticidad y la excelencia de la fe (el título de "excelencia" dado a los obispos, como el de "eminencia" dado a los cardenales, se refieren ante todo a la excelencia y eminencia de su fe, además del hecho de que, en la plenitud de su sacerdocio apostólico, el obispo es un sacerdote por excelencia), teniendo facultad de alejar, si es el caso, de la comunión con él y por lo tanto con la Iglesia, a quien fallara en la fe. Por lo cual, corresponde al Papa confirmar en la fe al colegio episcopal y a los individuales obispos, y en este sentido él puede repetirles las palabras de Cristo: "Vosotros no me habéis elegido a mí, sino que yo os he elegido a vosotros" (Jn 15,16).
----------Para ir terminando, no quiero dejar pasar la ocasión sin referirme a una importante cuestión disciplinar a la que ya me he referido en otras ocasiones: ¿Qué pensar de la ausencia de intervención del Papa contra las doctrinas heréticas? Al respecto, lo cierto es que el papa Francisco usa muy raramente el término "herejía", pero no ha dejado de denunciar errores, que pueden ser definidos como "herejías". Podemos mencionar, por ejemplo, las condenas que ha hecho del ateísmo, del gnosticismo, del idealismo, del panteísmo, del materialismo, del odio religioso, del fundamentalismo, de la corrupción moral y política, de la prepotencia hacia el prójimo y la naturaleza, etc. Pero ello no es suficiente.
----------Pues ya conocen los lectores mi parecer acerca de que existe hoy en la Iglesia, debido a la profundidad de la crisis de fe y moral surgida sobre todo en estas décadas de post-concilio, la necesidad de que el Papa condene finalmente el rahnerismo, fautor responsable prioritario de esta crisis, al haber engañado a tantos y seguir engañando, acerca de la inauténtica interpretación del Concilio Vaticano II. Para decirlo de un modo claro: la providencial implementación de lo dispuesto por el Concilio, ansiada meta en la que han estado empeñados los últimos Papas y también el papa Francisco, no podrá llevarse a cabo sin una explícita clarificación y condena de la falsa interpretación del Concilio que en estas décadas se ha difundido como auténtica, y que en realidad es la interpretación modernista, que debe ser claramente condenada.
----------Fácil es responder a una cuestión de permanente actualidad y a la que muchas veces se ha hecho referencia en este blog: ¿Puede el Papa equivocarse en algunos de sus discursos o documentos oficiales? Lo que debe decirse es que el Papa puede utilizar involuntariamente expresiones equívocas o impulsivas o frases efectistas, que pueden ser malinterpretadas y maliciosamente instrumentalizadas por los enemigos de la Iglesia o por falsos amigos; puede pronunciar algunas bromas desafortunadas o infelices, puede elogiar a figuras políticas o eclesiásticas que no lo merecen, puede minimizar el problema del Islam, puede ser demasiado severo hacia los tradicionalistas, demasiado indulgente hacia los protestantes y modernistas, todo lo cual sin embargo no afecta su responsabilidad de Maestro de la fe. También puede excederse al hablar, o ser provocativo, con aumentado riesgo de cometer alguna gaffe o que le salga alguna frase impulsiva, como él mismo lo ha reconocido.
----------Por último, una cuestión de respuesta mucho más evidente: ¿Puede el Papa equivocarse en la elección de sus colaboradores en el campo de la custodia y defensa de la fe? Ciertamente, ya que si bien es infalible cuando enseña como Maestro de la fe, puede muy bien equivocarse en la elección de quienes deben colaborar con él en el cumplimiento de ese, su oficio magisterial. La elección de sus colaboradores es cuestión del ámbito gubernamental. Pero debemos ser cautos al juzgar y estar bien informados. Los fanfarrones son aquellos que tocan la trompeta, lanzando advertencias al Papa y avisando a los canales de TV cuando se suenan la nariz (no daré aquí nombres, lo cual es siempre odioso). Son por supuesto los más buscados por la prensa mundana y modernista, mientras que los verdaderos colaboradores trabajan fielmente en la modestia y en el silencio, como los cardenales Pietro Parolin, secretario de Estado, o Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como antes Gerhard Müller, sin buscar lucirse. Estos son las verdaderas ayudas del Santo Padre y los servidores de la Iglesia, junto con varios otros trabajadores silenciosos.
----------Antes de despedirme, quisiera terminar con algo obvio pero que es necesario que recordemos. Entre las cuestiones y preguntas aquí indicadas, algunas son fáciles de resolver, pero otras no lo son y, como se ha dicho, exigen alguna competencia filosófica y teológica. Lamentablemente hoy abundan en la red páginas webs y blogs en los que cualquier laico poco formado o, peor aún, ideologizado por alguna secta o partido, trata los graves problemas de la Iglesia actual sin ninguna competencia para hacerlo, con consecuencias siempre dañinas para la unidad del cuerpo eclesial. Es de lamentar, que hoy no sean sólo los laicos, sino que también haya miembros del clero y religiosos que, sin ninguna preocupación por ser ante todo fieles al Magisterio pontificio y conciliar y, peor aún, mostrando grave carencia del mínimo respeto a la Cátedra Petrina, difunden ideologías heréticas, errores, y hasta sugerencias cismáticas, con enorme daño a las almas.

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