martes, 19 de enero de 2021

Papa Francisco: "nuestra identidad de ser misericordiados"

En la reciente Fiesta del Bautismo del Señor, el domingo 10 de enero, el papa Francisco se ha referido una vez más a la misericordia de Dios: "Dios se manifiesta cuando aparece la misericordia, porque ese es su rostro (...). En cada gesto de servicio, en cada obra de misericordia que realizamos Dios se manifiesta", llegando finalmente a decir que "nuestra identidad es... ser misericordiados".

----------Con palabras sencillas, seguramente comprensibles a muchos que no han cursado ni filosofía ni teología escolásticas, incluso con un neologismo no aprobado todavía por el Diccionario de la Real Academia Española, "misericordiados", el Papa se ha referido al gran misterio de la gracia, gracia que es la causa de nuestra salvación, salvación que, como dice el Papa, es gratuita.
----------Por cierto, no han faltado teólogos que al exponer el tratado dogmático De Gratia, y al hacer referencia a la situación del pecador que ha perdido la gracia, creen poder decir (y con suficientes razones) que es tanta la misericordia de Dios, al querer darnos la gracia, que Él escucha también la llamada angustiada del pecador privado de la gracia y, aunque este pecador todavía se encuentra en conflicto con Dios, Él no obstante escucha su llamado angustiado y viene a su encuentro con la gracia. Y, en el momento en que el pecador arrepentido recibe la gracia, puede comenzar entonces a merecer una gracia posterior y así se inicia un proceso espiritual por el cual, si el pecador es perseverante, los méritos se alternan con las gracias en un crecimiento continuo de la gracia, hasta llegar incluso, si Dios lo concede, a la perseverancia final. Considero absolutamente legítima esta forma de expresarse; y trataré de explicarlo.
----------Ha dicho el papa Francisco, en la Biblioteca del Palazzo Apostolico, antes del rezo del Angelus, el Domingo 10 de enero de 2021: "Después de este gesto de compasión de Jesús, sucede algo extraordinario, los cielos se abren y se desvela finalmente la Trinidad. El Espíritu Santo desciende en forma de paloma (cf. Mc 1,10) y el Padre dice a Jesús: 'Tú eres mi Hijo muy querido' (v. 11). Dios se manifiesta cuando aparece la misericordia. No olvidar esto: Dios se manifiesta cuando aparece la misericordia, porque ese es su rostro. Jesús se hace siervo de los pecadores y es proclamado Hijo; baja sobre nosotros y el Espíritu desciende sobre Él. Amor llama amor. Vale también para nosotros: en cada gesto de servicio, en cada obra de misericordia que realizamos Dios se manifiesta, Dios pone su mirada en el mundo. Esto vale para nosotros.
----------Pero, antes de que hagamos cualquier cosa, nuestra vida está marcada por la misericordia que se ha fijado sobre nosotros. Hemos sido salvados gratuitamente. La salvación es gratis. Es el gesto gratuito de misericordia de Dios con nosotros. Sacramentalmente esto se hace el día de nuestro Bautismo; pero también aquellos que no están bautizados reciben la misericordia de Dios siempre, porque Dios está allí, espera, espera que se abran las puertas de los corazones. Se acerca, me permito decir, nos acaricia con su misericordia.
----------La Virgen, a la que ahora rezamos, nos ayude a custodiar nuestra identidad, es decir la identidad de ser 'misericordiados', que está en la base de la fe y de la vida".
----------Pues bien, el Siervo de Dios padre Tomas Tyn OP [1950-1990], eminente teólogo dominico, modelo de tradicionalista postconciliar, en sus "Lecciones sobre la Gracia", hablando del llamado que a Dios hace el pecador (el pecador carente de la gracia), un llamado a la pura misericordia de Dios, dice que "incluso en el pecador que hace el bien, existe este llamado a la divina misericordia. Por consiguiente, una buena obra, una buena palabra, un buen pensamiento, nunca se desperdician, incluso en estado de pecado, tienen siempre al menos este valor de impetración". No es fácil entender esto, pero, intentémoslo.
----------Lo que primero debemos entender es que el mérito verdadero y propio se realiza sólo bajo condición de gracia, y es que se trata de una obra buena, de una obra gratuita y de una obra sobrenaturalmente elevada, es decir, que procede de la gracia divina. Es lo que la teología escolástica llama precisamente la condignidad del mérito. Probablemente esto puede generar titubeos en los lectores, acaso crear alguna duda, alguna vacilación. Será conveniente, entonces, remediar esta posibilidad.
----------Hablemos, por lo tanto, de la condignidad del mérito. Pues bien, quien está en gracia de Dios, merece verdaderamente de condigno; así decimos en el tratado De Gratia, pero es necesario intentar comprenderlo. Efectivamente es un problema teológico, y es comprensible que cueste aceptarlo, porque de hecho permanece siempre una infinita distancia, por así decir, una infinita inferioridad, un abismo precisamente de inferioridad de nuestro actuar, incluso sobrenaturalmente elevado, respecto a la visión beatífica. Es infinitamente menor nuestro actuar. Sin embargo, hay que recordar siempre también el misterio de la gracia, y de cómo, con el Catecismo, hemos aprendido a definir la gracia. Por cierto, ardua empresa, si las hay, la de definir la gracia. Porque la gracia no se deja atrapar en una definición. Sin embargo, nos fundamos en la Sagrada Escritura y podemos decir con san Pedro que la gracia de Cristo nos hace consortes divinae naturae (2 Pe 1,4).
----------Vale decir, en la Gracia se verifica aquel misterio que toda buena y seria teología católica, que no haya renunciado ni a la fe ni a la razón, debe mantener, y es este justo equilibrio entre la naturaleza creada y la gracia. De ahí su finitud ontológica. La gracia es verdaderamente una entidad finita. Y en este sentido efectivamente no existe ni siquiera igualdad entre la gracia y Dios en Sí mismo, porque es Dios en su esencia, mientras que la gracia es Dios en su participación y la participación es finita. Pero lo que es participado, por medio de la gracia, es efectivamente Dios increado en Sí.
----------No es fácil explicar estas cosas a quienes no tienen una base, al menos elemental, de estudios filosóficos. Por algo se dice en escolástica que la filosofía es la imprescindible sierva de la teología, y por tal razón vemos hoy a tantos que ignoran la filosofía llevados ingenuamente de las narices por errores diversos y hasta por herejías, sin advertirlo. Pero no puede explicarse el tema que aquí tratamos sin recurrir a los conceptos heredados por la filosofía de siglos: la gracia santificante habitual es, precisamente, un accidens in anima, es una realidad ontológicamente finita, incluso accidental, y pertenece a la cualidad, es decir, a la primera especie de la cualidad; es un hábito entitativo sobrenatural. En el fondo, la definición filosóficamente más rigurosa de la gracia es precisamente esta: hábito de entidad sobrenatural.
----------Ahora bien, en cuanto hábito entitativo, la gracia es algo ontológicamente finito, pero en cuanto sobrenatural expresa en sí, en su finita participación, una naturaleza participada, que es infinita, una naturaleza que es increada, una naturaleza que es divina, porque, y esto habrá que recordarlo siempre, lo sobrenatural en todas sus dimensiones es Dios. Dios es lo sobrenatural, siempre (podríamos decir: lo sobrenatural absoluto o por excelencia). Pero la gracia, aunque hábito ontológicamente finito, también es Dios. Es Dios participado en el alma, pero es, de todos modos y sea como sea, Dios.
----------Por lo tanto, precisamente, es por esto que entre la naturaleza y la sobrenaturaleza existe una distinción profundísima, así como existe una distinción entre lo creado y lo increado, entre lo mundano y lo divino, entre lo inmanente y lo trascendente. Y he aquí por qué es tan peligrosa, y hasta peligrosísima, en las teologías neotéricas, esta tendencia a anular casi los confines o límites entre la naturaleza y la gracia. Se trata de un proton pseudos, tal como se expresaba Aristóteles (πρῶτον ψεῦδος), vale decir, un primer error, una primera falsedad, que cada tanto se verifica en la historia de la filosofía. Ya los pelagianos han intentado en suma hacernos creer que la gracia sea de algún modo debida a la naturaleza.
----------¡Pero no, absolutamente no! Realmente existe un abismo entre natural y sobrenatural. En la misma estructura ontológica de la gracia está el hecho de que ella está siempre por sobre toda naturaleza creada e incluso creable. Es decir, la gracia está por encima de los ángeles. Debemos captar la idea. Sin embargo, es creada en cuanto a su modo de ser. Es increada en su esencia. Entiéndase. Y digo: entiéndase, porque es difícil entender. En el fondo, nadie lo comprende, pero para intentar aferrar este misterio, se puede decir: se trata de una accidental participación de algo que, en su esencia, es Dios mismo, es la Santísima Trinidad.
----------En este sentido, todo hombre que actúa en gracia de Dios, dado que actiones sunt suppositorum, dice la filosofía, siendo el sujeto-persona cualificado, por así decir, por esta divina trinitaria participación, da una impronta sobrenatural también a su actuar. Así, Dios ve en nuestras obras la infinita virtualidad de su santa gracia. Es, al fin de cuentas, lo que ha querido decir el papa Francisco con aquellas palabras: "en cada gesto de servicio, en cada obra de misericordia que realizamos, Dios se manifiesta".
----------Por consiguiente, es necesario así pensar en la gracia como semen gloriae. En este sentido, o sea, que la gracia ciertamente no es la gloria, la gloria es más que la gracia. Pero la gracia tiene derecho a devenir gloria en el momento de la recompensa, es decir, en el momento de la muerte. De modo que, en pocas palabras, la gracia contiene precisamente virtualiter, como se dice en términos filosóficos exactos, la recompensa eterna. Por consiguiente existe una equivalencia no actual, sino virtual. He aquí por qué se habla de una justicia solo proporcional, no justicia igualitaria, no conmutativa.
----------Esto por cuanto concierne a la constitución del mérito condigno. En este sentido, se puede decir precisamente que Dios, cuando recompensa, en el momento en el cual obviamente se llega al tiempo de la remuneración, Dios no está obligado a darnos la vida eterna en todo momento, sino precisamente cuando llega el tiempo de la paga, por así decir, aquella paga que nos viene recordada por la parábola del Evangelio: los viñadores contratados a distintas horas de la jornada reciben el dinero pactado solamente al final de la jornada, es decir, al final de la vida. Es clara la referencia alegórica.
----------Recordemos aquella oración que dice algo así como: Señor, haz que nos podamos presentar a Ti llenos de buenas obras. O como dice una plegaria del actual ritual: "Dirígenos, oh Señor, en todas nuestras acciones, con tu benignísimo favor, y auxílianos con tu continua ayuda; para que en todas nuestras obras principiadas, continuadas y terminadas en ti, glorifiquemos tu Santo Nombre, y finalmente, por tu misericordia, obtengamos la vida eterna". Esta plenitud de buenas obras son precisamente los méritos, en los cuales el Señor, más allá de la verdadera mezquindad de nuestra pobreza humana, contempla, sin embargo, esa impronta de gracia, que todo agente en gracia habitual da también a su acción. Por eso el Papa dijo: "nuestra vida está marcada por la misericordia", "segnata" dijo en italiano, vale decir: improntada por la Gracia.
----------De modo que, del agente esta dignidad de participación divina pasa a la acción. Y es eso lo que Dios recompensa. En el fondo, el Señor, recompensando nuestras obras, nuestros méritos, recompensa entonces radicalmente sus propios dones. Todo es gracia en el mérito.
----------Otra maravillosa imagen evangélica que puede ayudarnos un poco en la comprensión del misterio de esta equivalencia virtual, repito equivalencia virtual, es aquel bellísimo dicho de Jesús, cuando precisamente dice que los que creen en Él serán como una fuente de agua, que sale, brota, chorrea, para la vida eterna. Este agua que brota y chorrea para la vida eterna es precisamente la gracia de Dios, que es casi, de hecho sin ese casi, una anticipación temporal de la eternidad. En la vida del tiempo se anticipa ya la vida de la patria celestial. Es esta precisamente la anticipación virtual de lo que los Santos gozan actualmente por toda la eternidad.

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