sábado, 23 de enero de 2021

¿Giro antropológico en la pastoral del papa Francisco? En todo caso, la antropología católica está hoy atrapada entre dos fuegos

Recientemente ha habido quienes han contrapuesto el pontificado del Papa actual, con el de su predecesor, Benedicto XVI, dando a entender que mientras para la agenda de Benedicto la prioridad era Dios revelado en Cristo, para Francisco es el hombre. Por supuesto, así como la enuncio, la formulación peca de simplismo, muy propio para titulares de blogs amarillistas. Pero la cuestión merece que le prestemos alguna atención.

----------Recientemente, un afamado periodista de cuestiones vaticanas, como Sandro Magister, ha escrito en su blog: "Lo que impacta, en el magisterio y en los actos más importantes de esta última fase del pontificado de Francisco es el poner en las sombras esa 'prioridad' que para su predecesor Benedicto XVI 'estaba por encima de todas las otras', y hoy más que nunca, en un tiempo 'en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento'. La prioridad era, como había escrito Benedicto XVI en su carta a los obispos del 10 de marzo de 2009, 'hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios'. (...) Pero del Dios que nació en Belén existe sólo una tenue huella en la última encíclica de Francisco, Fratelli tutti". Y Magister desarrolla luego la mencionada idea de la contraposición entre los dos pontificados, dando a entender su preferencia por la opción ratzingeriana.
----------Sea lo que sea acerca de la verdad o de la falsedad de tal supuesta contraposición pastoral entre ambos pontificados, sea o no sea cierto que la prioridad en la agenda pastoral del papa Ratzinger haya sido cristológica, y la prioridad en la agenda pastoral del papa Bergoglio sea hoy antropológica (cosa que no es mi propósito discutir en la presente nota), en todo caso debe estar bien claro para los lectores que la supuesta contraposición entre ambos pontificados, a la cual se refiere Sandro Magister, es una hipotética contraposición pastoral, incluso tratándose del ámbito del oficio de enseñanza de un Sumo Pontífice. Porque, sin quedar afectado en ello su oficio magisterial, que en materia de fe y moral se mantiene en un Romano Pontífice siempre infalible, todo Papa puede, incluso en su enseñanza hacer una opción pastoral, o sea optar por enseñar con mayor empeño o acento o insistencia o firmeza, tales o cuales dogmas o partes del depósito de la fe, y hacer esto con mayor o menor prudencia, con mayor o menor acierto, con mayor o menor adecuación a las necesidades de su tiempo; y puede también equivocarse (en su opción o elección pastoral, no, por supuesto, en lo que enseña, que siempre es verdadero e infalible, tratándose de materia de fe o conexa a la fe) porque como bien sabemos, en su oficio pastoral (en esas opciones pastorales) el Papa no es infalible, ni impecable.
----------Mi modesta opinión es que en el abundantísimo magisterio del papa Francisco, si bien no son escasas las ocasiones en que se dirige en su oficio de enseñanza específicamente a sus hijos, los fieles católicos (basta tener en cuenta especialmente sus homilías, sus catequesis de los miércoles, y sus reflexiones antes del Ángelus dominical, en las que, como no puede ser de otro modo, el centro de su discurso es siempre Nuestro Señor Jesucristo y el Dios que se nos ha revelado en Cristo, y la Ley de Cristo), sin embargo, el Sumo Pontífice actual manifiesta tener (en evidente cumplimiento de las directrices pastorales señaladas por el Concilio Vaticano II) una particular cercanía con las aspiraciones y las necesidades de todos los hombres y naciones, incluso de los hombres y pueblos más alejados de la Fe en Cristo y de la Iglesia católica.
----------Precisamente allí se advierte lo que bien podría llamarse en el papa Francisco su enseñanza "antropológica", que es obvia en su encíclica Fratelli tutti, o en su empeño por encontrar puntos en común con la fe islámica o con la fe judía, o incluso con concepciones tan alejadas de la fe en Cristo como el teísmo masónico, recurriendo legítimamente a lo que todo hombre puede descubrir con las solas luces de su razón: el Dios Uno, que es el mismo y único Dios, que se nos ha revelado Trino en Jesucristo y su Espíritu. Por cierto, es precisamente la creencia en el Dios Uno, la divina Mónada, lo que ha dado sentido a las jornadas de oración interreligiosa de Asís y eventos similares, que también se inscriben, en este sentido, en un necesario enfoque pastoral "antropológico", ¡que no tiene por qué negar el enfoque "cristológico" para los que ya tienen la gracia de la fe! ¿O acaso porque los católicos tengamos como centro de nuestra vida a Cristo y la Nueva Ley, vamos a negar la existencia de una antropología "católica", construida teológicamente en armonía con la antropología natural, con la que deben estar en armonía también por ejemplo las antropologías judía, islámica o masónica, en tanto y en cuanto posean aspectos de verdad, aspectos que deben fundar todo diálogo interreligioso?
----------Pues bien, a esa "antropología católica" es a lo que me quiero referir, con algún detalle, en la presente nota. Con ello, es mi intención poder quizás ayudar a quienes hoy se sientan algo confundidos y desorientados por esta opción pastoral (¿"antropológica"?) del papa Francisco.
----------Ahora bien, si ascendemos a niveles filosóficos un poco más elevados respecto al nivel más bien de tipo popular en el que se ubica el discurso antropológico del papa Francisco, es necesario ante todo decir que la concepción católica de la antropología está hoy, por así decirlo, atrapada entre dos fuegos. Si quisiéramos expresarnos con categorías políticas, aunque aquí, tratándose de filosofía, no es del todo apropiado, podríamos hablar de una antropología de "derecha" pagano-panteísta, de tendencia liberal, representada sobre todo por Martín Heidegger [1889-1976], Emanuele Severino [1929-2020] y la fenomenología husserliana, y de una antropología de "izquierda", de tendencia materialista-libertaria, representada ayer por Sigmund Freud [1856-1939] y por Herbert Marcuse [1898-1979], y hoy por Gianni Vattimo [n.1936] y por Vito Mancuso [n.1962]. Ambas tienen su origen en la "derecha" y la "izquierda" hegelianas respectivamente.
----------La primera tendencia exagera y falsifica el aspecto espiritual; la segunda agiganta fuera de toda medida el aspecto material. La concepción católica, en cambio, concilia estos dos aspectos, dando el primado a lo espiritual y concibiendo al hombre, siguiendo la enseñanza bíblica interpretada por la Iglesia, como única sustancia o sujeto -la persona creada "a imagen y semejanza de Dios"- compuesta de alma espiritual y cuerpo. El alma espiritual, según la definición del Concilio de Vienne de 1312, es la "forma sustancial" del cuerpo, mientras que la distinción entre alma y cuerpo fue enseñada por el Concilio Lateranense IV. Cuerpo y alma son dos co-principios de aquella única y misma sustancia que es el individuo o persona humana.
----------Por el contrario, ¿qué ha sucedido más tarde en la historia de la antropología? Ha sucedido que por un lado en Inglaterra, con John Locke [1632-1704], en el siglo XVII, se perdió de vista el concepto ontológico de sustancia, por lo cual sucesivamente, en el siglo XVIII, con David Hume [1711-1776], se ha terminado por concebir la persona como un simple acto de conciencia con el cual yo conecto un conjunto de sensaciones y de experiencias sensibles en el espacio y en el tiempo, pero sin que tales hechos se apoyen o emanen de un verdadero y propio sujeto espiritual siempre idéntico a sí mismo en el tiempo ("el alma").
----------Por otro lado, y siempre permaneciendo en el siglo XVII, René Descartes [1596-1650], como es bien sabido, concibió al hombre como una autoconciencia (el famoso cogito), como res cogitans unida no se sabe cómo a otra sustancia, el "cuerpo" como res extensa. Por consiguiente, mientras el antes mencionado Locke anulaba la sustancia, Descartes concebía al hombre como compuesto incluso por dos sustancias, de modo que, mientras en el caso de Locke se perdía de vista la primacía del espíritu y se preparaba el materialismo del siglo XVIII, así como el de Karl Marx [1818-1883] y de otros filósofos, en el caso de Descartes dicha primacía saltaba de tal modo al primer plano en una ilusoria evidencia, tanto como para sustituir la certeza del sentido y transformar la autoconciencia humana en una autoconciencia angélica o casi divina, en la cual el ser se reduce al ser pensado y por lo tanto la voluntad al ser querido.
----------Era el nacimiento de aquella concepción idealista del hombre que habría de alcanzar su cúspide con Georg W.F. Hegel [1770-1831] hasta llegar a Friedrich Nietzsche [1844-1900], Giovanni Gentile [1875-1944], Edmund Husserl [1859-1938] y el ya mencionado Heidegger. Se trata de la concepción de la persona como autoconciencia y libertad, doctrina que los herederos actuales de Descartes quisieran hacer pasar como la insuperable conquista de la modernidad, en la cual, al parecer, ya no habría lugar para la concepción católica, que la Iglesia ha tomado de Boecio [480-524], Individua substantia rationalis naturae.
----------Sin embargo, el empirismo humiano y el idealismo cartesiano, más allá de su oposición en la superficie expresiva, están conectados entre sí más de cuanto pueda parecer a primera vista. Esto es lo que ha quedado manifiesto sobre todo en la antropología contemporánea, la cual, como reacción al dualismo cartesiano, ha terminado por caer en un crudo monismo, que ya no distingue el alma del cuerpo, y esto tanto en los herederos materialistas de Hume como en los sobrinos idealistas de Descartes.
----------La única diferencia es que mientras, por un lado, para los post-humianos la materia se autosupera por evolución, elevándose a la dignidad del espíritu, de modo que el espíritu proviene de la materia, por otro lado, para los post-cartesianos la corporeidad es una simple emanación, manifestación o expresión del espíritu, un "fenómeno" (Erscheinung, dirá Kant, del espíritu o de la mente), con esa consecuencia o, si queremos, premisa, que los idealistas denominan "identidad del ser" (materia) "con el pensamiento" (espíritu). De tal modo los idealistas, sin dejar de ser tales, encuentran la manera de unirse a los materialistas.
----------Para la antropología materialista, la materia, por su energía intrínseca, se eleva de abajo hacia arriba, contradiciendo de ese modo el principio fundamental de la ciencia, que es el principio de causalidad eficiente, principio por el cual lo que es superior (el espíritu) no puede provenir de lo inferior (la materia, el cuerpo), sino que la verdad está precisamente en lo contrario, ya que la causa no sería explicativa e informativa si no contuviera mayor ser y mayor inteligibilidad que el efecto.
----------Pero también la antropología idealista contraviene el principio de causalidad, aunque de otras formas. De hecho, el principio de causalidad también dice que la causa, al causar, no desciende al nivel del efecto, ni el efecto se eleva al nivel de la causa. Ahora bien, la antropología idealista implica como consecuencia o bien la de materializar el espíritu o bien la de absorber la materia en el espíritu: en el primer caso tenemos la primera contravención al principio, en el segundo, tenemos la segunda.
----------Las últimas consecuencias de estas dos antropologías en el campo de la acción moral son nefastas. Naturalmente se las puede evitar o se las puede parar antes de que se permitan ver cumplidos sus lógicos efectos, en cuyo caso puede existir una cierta compatibilidad con la ética católica, pero se trata de una situación inestable, se podría decir una vida "al día", un poco como el Dasein atemático de Heidegger, en el cual el sujeto, si quiere sobrevivir (también psíquicamente), se ve obligado a silenciar su conciencia, a hacer continuos y extenuantes malabarismos, compromisos, y caer en mezquindades, duplicidades, e incoherencias. Naturalmente, si uno es hombre de conciencia, será para él un continuo tormento. Solo los que carecen de principios sólidos salen adelante, podríamos decir los inconscientes o los veletas, y lamentablemente hoy, quizás incluso sin culpa, son muchos, convencidos de que son hombres de diálogo, de mente abierta, pacifistas, democráticos, progresistas, predestinados a la salvación.
----------En efecto, la concepción humiana conduce al relativismo moral, negando la objetividad, la universalidad y la inmutabilidad de la ley moral natural, degrada la conducta humana al nivel de la animalidad, convirtiéndola en esclava del sentido y de las pasiones, genera egoísmo, debilidad de carácter, ineptitud para el sacrificio, infidelidad a los compromisos asumidos, injusticia, utilitarismo, explotación del prójimo, codicia insaciable de riquezas y de placeres, hasta el punto de caer en el crimen y en el delito.
----------Esta moral materialista a veces ama disfrazarse con la imagen y el discurso de la liberación del hombre de la pobreza y de la lucha por la justicia social, y se presenta como fautora de paz (enarbolando la muy conocida bandera de "haz el amor, no hagas la guerra"), pero en realidad, a causa de su impiedad y de su ateísmo, que le son intrínsecos, genera al fin de cuentas sólo sistemas políticos tiránicos, liberticidas y degradantes, como se ha visto en los regímenes comunistas del siglo pasado.
----------La concepción cartesiana, por su parte, llevada a sus extremas consecuencias en el idealismo panteísta, que dio sus más amargos frutos con el fascismo y el nazismo, genera una concepción elitista y podría decirse super-homista de la persona, falso heroísmo, arrogancia y prepotencia, un espíritu sofístico confundido con genialidad, una soberbia gnóstica, una libertad sin ley, tradicionalismo rígido, ácido y esotérico, crueldad, sed de poder, de éxito y de dominio, desprecio por los pobres, una feroz competitividad que tiende a eliminar a los adversarios que bloquean el camino y que quizás Dios nos manda para corregirnos.
----------De modo que hoy por hoy, el mundo católico está sujeto al seductor llamado del canto de estas sirenas que aman presentarse de maneras atractivas o refinadas, siempre políticamente correctas, tal vez bajo un disfraz cristiano o a veces como aggiornamentos conciliares y ecuménicos, e indudablemente no privadas, como ocurre incluso en los errores más graves, de instancias positivas y de elementos válidos, para recuperar los cuales, sin embargo, es necesario mucho discernimiento, una buena formación católica, firmes convicciones, ejercicio de las virtudes humanas y cristianas, práctica de la oración y de la vida sacramental, fidelidad a la Iglesia, aceptación de la cruz, apertura de corazón, pero también gran vigilancia: "sencillos como las palomas, prudentes como las serpientes" (Mt 10,16). Todo lo cual, sin duda, por cierto nunca ha abundado.
----------Nosotros, los católicos, hemos recibido de Nuestro Señor Jesucristo el sublime mandato de ser "luz del mundo y sal de la tierra". Para cumplir este precioso servicio con la debida modestia pero también con el necesario coraje, en orden a la salvación del prójimo, sin fundamentalismos pero también sin oportunismos, con toda la caridad posible, es necesario vivir nuestro tiempo, lo que implica amar nuestro tiempo, la modernidad, como lo que es, es decir nuestro tiempo, el que nos ha dado Dios, como un don; pero también, a la luz del Evangelio y de las enseñanzas de la Iglesia, para hacer en la modernidad obra de discernimiento, que nos permita asumir cuanto en ella es conforme a Cristo y rechazar cuanto en cambio no se concilia con Cristo.

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