miércoles, 27 de enero de 2021

Infalibilidad del Concilio Vaticano II: preguntas y respuestas (2)

Las objeciones, problemas y preguntas planteadas por los amigos lectores fueron presentadas ayer con mucho desorden; en todo caso, una imagen de la confusión y el desorden que probablemente presenten estos problemas en la conciencia de aquel que quiere ser un católico fiel al Magisterio de la Iglesia, pero que no alcanza a dar respuesta a sus interrogantes y desenredar la madeja. Como se comprenderá, no tengo aquí el espacio necesario para responder en detalle a todas las numerosas e interesantes instancias planteadas, pero intentaré hacerlo al menos del modo más esquemático y claro posible, en una o dos notas. 

----------Reflexionando sobre el denso cuestionario, me ha parecido poder identificar cinco temas básicos, que advierto tienen particular urgencia de ser resueltos, y que están estrechamente conectados entre sí. Me abocaré a esos cinco temas, renunciando a entrar en sutilezas teológicas que considero que no interesan al lector común, pero buscaré iluminar seriamente la gran cuestión del Concilio, que desde hace tiempo y hoy más que nunca, está en el centro del debate eclesial, teológico, histórico y cultural.
----------Primer tema: ¿contiene el Concilio nuevas doctrinas que piden nuestro asentimiento de fe? El Magisterio postconciliar ha dado clara y firme respuesta a esta primera pregunta. Una de esas respuestas está contenida en el importante discurso del papa san Pablo VI durante la audiencia general del miércoles 12 de enero de 1966, donde el Romano Pontífice habla de "'novedades' doctrinales, o normativas del Concilio", habla también de un "cuerpo de doctrinas y de leyes, que deben dar a la Iglesia esa renovación para la cual el Concilio ha sido promovido", y en otro pasaje del discurso dice que "la doctrina católica... no es puesta en duda por el Concilio ni sustancialmente modificada; porque efectivamente el Concilio la confirma, la ilustra, la defiende y la desarrolla con una autorizadísima apología, llena de sabiduría, de vigor y de confianza" y afirma que "el Concilio abre muchos horizontes nuevos a los estudios bíblicos, teológicos y humanísticos, invita a buscar y a profundizar las ciencias religiosas". Como se advierte, la respuesta del Papa es suficientemente clara y contundente. La respuesta a la pregunta planteada es claramente afirmativa.
----------Por lo tanto, es suficientemente evidente (y no considero necesario citar otras declaraciones del Magisterio papal postconciliar) que los documentos del Concilio Vaticano II contienen doctrinas nuevas y, tratándose de Magisterio doctrinal de la Iglesia, que es el de un Concilio ecuménico, se trata evidentemente de doctrinas de fe, que, como tales, piden nuestro asentimiento de fe, aunque los teólogos aquí no hablen de fe divina o teologal sino de fe eclesiástica o católica. De todos modos, siempre se trata de fe sobrenatural y no de una simple fe humana. Solo que en el primer caso es fe directamente en Cristo, mientras que en el segundo es fe en Cristo mediada por la Iglesia, pero siempre fundada sobre la fe en Cristo. Por eso los protestantes, que no creen en la Iglesia, aceptan solo el primer nivel y no el segundo.
----------Segundo tema: ¿estas doctrinas son infalibles? La respuesta, una vez más, viene del mencionado discurso del Papa: "Hay quienes se preguntan cuál es la autoridad, la cualificación teológica, que el Concilio ha querido atribuir a sus enseñanzas, sabiendo que ha evitado dar definiciones dogmáticas solemnes, empeñando la infalibilidad del magisterio eclesiástico. Y la respuesta es conocida por quienes recuerdan la declaración conciliar del 6 de marzo de 1964, repetida el 16 de noviembre de 1964: dado el carácter pastoral del Concilio, ha evitado pronunciar en modo extraordinario dogmas dotados de la nota de infalibilidad; pero, sin embargo, ha dotado a sus enseñanzas de la autoridad del supremo magisterio ordinario, el cual magisterio ordinario y así tan claramente auténtico debe ser acogido dócilmente y sinceramente por todos los fieles, según la mente del Concilio acerca de la naturaleza y los fines de los individuales documentos".
----------Aquí debemos prestar mucha atención a lo que entiende decir el Santo Pontífice. En efecto, las palabras del papa san Pablo VI han sido equivocadamente interpretadas como si significaran que, no habiendo el Concilio Vaticano II definido nuevos dogmas y siendo evidentemente el dogma doctrina infalible, las nuevas doctrinas del Concilio por tanto no serían infalibles, como si el Papa pensara que podrían ser facultativas, opcionales, cambiables, discutibles, cuestionables o incluso revisables o equivocadas.
----------Pero no es esto lo que entiende decir Pablo VI; y se lo puede recabar con certeza haciendo referencia a la Instrucción Ad tuendam Fidem de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 29 de junio de 1998, firmada por su prefecto, el entonces cardenal Ratzinger, donde son distinguidos dos niveles de autoridad de las doctrinas: el nivel máximo, propio de la verdad de fe "definida", aquella que comúnmente se llama "dogma", doctrina ciertamente "infalible", como dice san Pablo VI. El Concilio no contiene nuevas doctrinas de este nivel. Pero luego existe un nivel inferior, el nivel de las así denominadas doctrinas "definitivas" o "irreformables". Cabe señalar que el documento dice que nada impide que una doctrina hoy "definitiva" (segundo nivel) un día de mañana pueda devenir "definida" (primer nivel).
----------Sea en uno como en otro caso, en ambos casos de hecho, se trata siempre de materia de fe, es decir, del dato revelado tal como surge directa o indirectamente, inmediata o mediatamente de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición. Y está claro que también estas son doctrinas "infalibles", o sea que no pueden ser cambiadas, o ser erróneas o reformables. Ahora bien, las doctrinas del Concilio pertenecen a este segundo nivel. Y, por lo tanto, debe quedar claro que el papa san Pablo VI, excluyendo que el Concilio haya definido nuevos dogmas, no entiende en absoluto decir que las doctrinas del Concilio no sean infalibles. Y lo deja entender suficientemente bien cuando dice que esas doctrinas están "dotadas de la autoridad del supremo Magisterio": ¿y cuál puede ser la autoridad de este sino una autoridad infalible?
----------Las razones de esta diferencia entre el primer y segundo nivel no son de contenido: se trata siempre de materia de fe, de datos de la divina Revelación; a lo sumo, el segundo nivel contempla verdades solo conexas con el dato revelado. Las razones, en cambio, son de orden exquisita y delicadamente pastoral y precisamente de dos tipos: la Iglesia se pronuncia según el primer nivel en circunstancias extraordinarias y sobre todo raras o cuando quiere esclarecer o defender una verdad contra errores o dudas contrarias, o bien cuando pretende definir o proclamar solemnemente y con fuerza una verdad que aparece al máximo de su certeza.
----------En efecto, la certeza de fe está sujeta, en la historia de la Iglesia, a un continuo proceso de maduración y de fortalecimiento (de "evolución homogénea" decía Marín Sola), es algo así como una luz que crece, como un astro que aparece cada vez más visible, por lo cual aquello que al principio puede ser una simple opinión o hipótesis teológica viene elevada al grado de certeza ordinaria de fe (segundo nivel) y esta certeza de fe a su vez puede devenir dogma solemnemente definido (primer nivel).
----------El hecho, por ejemplo, de que el beato papa Pío IX haya proclamado recién en 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción no quiere decir que antes esta verdad no fuera ya objeto de fe en la Iglesia, sino que sólo en esa fecha ella ha aparecido en el grado máximo de la certeza. El Papa por lo demás ha querido eliminar cualquier duda que todavía persistiera, como por ejemplo entre los tomistas, mientras que los escotistas, como se sabe, siempre habían sido los grandes paladines de la Inmaculada.
----------También Nuestro Señor Jesucristo mismo, en el desarrollo de su enseñanza, no siempre ha enseñado su doctrina con el mismo grado de fuerza y ​​de solemnidad. Sólo en raras ocasiones Él ha usado la fórmula solemne "en verdad, en verdad os digo" (amen amen dico vobis); pero esto no quiere decir que cuando no acompañaba a sus enseñanzas con esta fórmula lo que Él decía no sea infalible y no sea Palabra de Dios. Así de modo similar para el Concilio Vaticano II: el hecho de que en él haya nuevas doctrinas enseñadas sin solemnidad sino en forma llana, con tono ordinario, mesurado y simplemente expositivo o declarativo, no quiere decir que, tratándose de materia de fe, no sean infalibles y no deban ser acogidas con fe.
----------Para comprender que se trata de verdad de fe, no debemos mirar tanto a cómo el Concilio se expresa, sino a lo qué dice. Se pueden decir trivialidades y banalidades en tono grandilocuente (no se hagan ilusiones, ¡no mencionaré como muestra a ningún blog!), se pueden decir cosas importantes en tono modesto. El Concilio (y esto es ciertamente una novedad en la historia de los Concilios) ha querido renunciar a tonos jurídicos, drásticos, triunfalistas o enfáticos y expresarse en modo simple, modesto y coloquial, casi, me gustaría decir, confidencial, como hace un amigo con el amigo, como por otra parte es la más antigua tradición catequética de la Iglesia, como por ejemplo la de los Apóstoles, de los Evangelistas y de los Santos Padres.
----------Pues bien, de los cinco temas prometidos, he enunciado y explicado brevemente sólo los dos primeros. Lo considero suficiente por hoy, para no atosigar a los lectores. Mañana ofreceré los tres restantes.

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