domingo, 10 de enero de 2021

Domingo de Guzmán, a 800 años de su muerte

El Medioevo latino, organizado en un marco feudal, ya sea en lo social, como en lo económico, y en lo religioso, había iniciado en el siglo XII un proceso de cambios en muchos aspectos, el cual alteró profundamente las estructuras tradicionales. Comparando aquellos tiempos con estas décadas que nos ha tocado vivir, surgen similitudes, diferencias, y enseñanzas, que la historia, cual maestra de vida, nos urge asimilar.

----------En el siglo XII se comenzó a ver claro que las instituciones clásicas ya no respondían a las necesidades de la nueva comunidad humana: el centro de gravedad social se había desplazado del castillo a la ciudad, el trabajador dejó poco a poco de estar ligado a la tierra y a su señor, el comerciante y el artesano adquirieron un status que antes no poseían, originando una nueva clase, la conciencia ciudadana tomó en cuenta seriamente sus derechos y libertades. En el aspecto intelectual, mientras la escuela monacal, que había sido gloria de la alta Edad Media, seguía su vida laboriosa y tranquila en las viejas abadías, surgían en la ciudad las escuelas urbanas que pronto se transformarían en universidades.
----------Santo Domingo de Guzmán, consciente de este proceso de cambios y grandes desafíos, fundó su Orden de Frailes Predicadores, que representaban, en el plano religioso, el ideal de los tiempos nuevos. Cuando una sociedad, como la medioeval, en la que se entremezclan estrechamente lo espiritual y lo temporal exige un cambio de estructuras, la renovación necesariamente afecta a las instituciones religiosas. Por ello, en forma espontánea y desordenada, brotaron durante todo el siglo XII movimientos de reforma religiosa. Había en aquella época mucho por corregir: decadencia de las organizaciones, relajación en la vida moral, intromisión de lo profano en lo sagrado, ambiciones personales y grupales, rivalidades, abusos, luchas e injusticias. Aquel historiador que quiera sostener la tesis de que la actual crisis de fe y moral posterior al Concilio Vaticano II es la más profunda que se haya vivido en la historia de la Iglesia, debería dar sólidas y suficientes pruebas de que la del siglo XII ha sido una crisis comparativamente menor, porque ello no es evidente.
----------La experiencia que surge de lo vivido en aquellos tiempos, y en otros tiempos parecidos, incluidas las tempestades de las últimas décadas del postconcilio, que han girado en torno a las luchas entre modernismo y conservadurismo, indican que los movimientos de reforma mejor inspirados pueden, en el juego de las realidades concretas y por presión de las circunstancias, convertirse en factores de desorden y rebeldía, provocando males mayores de los que tratan de remediar. Es que en épocas de cambio la visión es frecuentemente confusa, los valores se entremezclan casi siempre con antivalores, y las tendencias más justas pasan a ser peligrosas por la exaltación, las pasiones y los pecados de quienes las encarnan.
----------En aquel convulsionado siglo XII, la jerarquía eclesiástica, fustigando los abusos de su propio clero y apoyando las tendencias reformistas, no podía aprobar ideas erróneas. De hecho, se confundía frecuentemente lo eclesial con lo temporal, y la renovación religiosa con la reivindicación social. Al igual que en la actualidad, abundaban las profecías apocalípticas, junto a la intemperancia en los cabecillas de la reforma y la obcecación en los elementos tradicionalistas de aquella época. Una de las características más destacadas de la crisis del siglo XII fue el abierto cuestionamiento a la autoridad eclesial y civil. Así las cosas, el papa Inocencio III [1198-1216] empeñó toda la acción de su pontificado en orientar rectamente las tendencias de reforma.
----------La Historia de la Iglesia y la Sociología Teológica, dos disciplinas intelectuales muy vinculadas, han indicado ya suficientemente que el contenido positivo de toda reforma debe consistir en una revalorización de la inspiración primitiva de la vida de las instituciones para adaptarla a las exigencias de los tiempos nuevos. De hecho, así se han presentado, en la historia del cristianismo, todos los movimientos reformadores. Se trata no sólo de corregir abusos y de desterrar vicios, sino de vivir más plenamente el Evangelio, actualizando su mensaje de amor, de fraternidad, de comunicación de bienes, de acción apostólica.
----------Durante el siglo XII, surgieron por todas partes grupos de cristianos, encabezados casi siempre por un predicador popular, que recorrían ciudades y aldeas dando testimonio de su fe, de su pobreza, de su fraternidad. Aplaudidos por muchos, rechazados por otros, conseguían adherentes y enemigos. En general, estos grupos se fueron disolviendo más o menos pronto; salvo solo unos pocos que subsistieron irregularmente, pero casi siempre transformados lamentablemente en activistas revolucionarios o heréticos.
----------Sin embargo, la semilla estaba echada. Todo lo que había de noble, de generoso y de auténticamente evangélico fue recogido por dos santos varones y convertido en levadura para fermentar la masa de la cristiandad. Tal fue la obra de san Francisco de Asís [1182-1226] y de santo Domingo de Guzmán [1170-1221], creadores de las Órdenes Mendicantes. Los Dominicos primero y más tarde los Franciscanos, comprendieron que su tarea estaba destinada al fracaso si no se fundamentaba sólidamente en una visión teológica de la vida. De otro modo el entusiasmo que suscitaban no pasaría de una actitud generosa, pero carente de consistencia. De ahí la decisión de santo Domingo de enviar a sus frailes a la Universidad de París.
----------Pues bien, como expresé en una nota de meses atrás, me agrada pensar que buena parte de mis lectores son jóvenes, que quizás aún no han definido el derrotero a seguir en sus vidas; y que tratándose de jóvenes católicos, dispuestos también en mayor o menor medida a entregarse incluso, de diversos modos, a la imitación de Cristo y a su seguimiento, quizás alguno de ellos puede estar pensando, acaso, en la posibilidad de una vocación sacerdotal o religiosa. Y dadas las características de este blog, no es difícil pensar que una de esas vocaciones puede ser la intelectual, la de la búsqueda de la Verdad y la de su enseñanza.
----------La vocación intelectual en una vida de entrega sacerdotal y/o religiosa a Nuestro Señor, quizás hoy haga falta aclararlo, no es nada fácil, nada sencillo, y frecuentemente imposible, en la vida de un sacerdote diocesano, cuyo sentido es servir a su Obispo y a sus directivas, en una determinada diócesis. De ahí que lo más natural, es que una vocación sacerdotal de perfil intelectual, deba orientarse, salvo excepciones, hacia la vida religiosa.
----------Entre las distintas formas de vida religiosa de perfil intelectual, entre las de mayor tradición y que más frutos han dado a la Iglesia, resalta la de la Orden de Frailes Predicadores, cuyos miembros comparten todos el deseo, la aspiración y el compromiso, de dedicar toda la vida a manifestar esa verdad que es profesada por la fe católica, refutando los errores contrarios. Ése es precisamente el fin específico de la Orden Dominicana: el servicio a la verdad, que lleva a servir a las almas en el camino de la verdad.
----------Puede decirse sin lugar a dudas que el dominico es una especie de oculista del espíritu. Es alguien que debe cuidar y estar atento a su propia vista para luego poder curar la de los demás, con la diferencia de que, mientras la vista física, alcanzado un vértice, decae; en cambio, la vista del espíritu puede aumentar y afinarse siempre más y más, además de tener objetos infinitamente más importantes, como Dios mismo.
----------Santo Domingo de Guzmán, el Fundador de la Orden que lleva su nombre, es invocado todas las noches por cada uno de sus hijos en un hermoso himno del siglo XIII con los títulos de Lumen Ecclesiae y Doctor Veritatis. El amor por la verdad suscita el deseo de comunicarla al prójimo y de preservarla o corregirla del error, así como el buen médico se prodiga por la salud de sus pacientes y pone todo cuidado por curarlos de la enfermedad. De ahí el título oficial de los frailes dominicos: Frailes Predicadores.
----------Por eso el mismo himno se dirige al Santo con estas palabras: Aquam sapientiae propinasti gratis. El dominico es un buen médico clínico, un buen diagnosticador, que indica la presencia de males que no aparecen al lego o profano, o no aparecen a la superficie; o que, a la inversa, indica signos de esperanza y de redención en doctrinas o situaciones que simplemente parecerían un cúmulo irrecuperable de errores y de pecados.
----------La misión y, podríamos decir, la caridad dominicana consiste, por consiguiente, en difundir la luz y disipar las tinieblas, en brindar a los hombres el recto saber, y el saber que mira los objetos más útiles e importantes, como la necesidad de la verdad, el sentido de la vida, los principios de la moral, la adquisición de la virtud y de la sabiduría, el conocimiento de Dios, la liberación de la ignorancia, del error y del mal. De este modo, puede decirse que el dominico es un "iluminista" en el sentido más alto y noble del concepto; porque él ilumina ciertamente con la razón, pero para difundir la luz de la fe.
----------Días atrás, el pasado 6 de enero, la Orden de Frailes Predicadores ha comenzado el Año Jubilar por los 800 años de la muerte de su Santo Fundador, que tuvo lugar el 6 de agosto de 1221; las celebraciones se prolongarán hasta la solemnidad de la Epifanía de 2022. El actual Maestro de la Orden de Predicadores, Fr Gerard Francisco Timoner, ha fijado como tema de las celebraciones jubilarias dominicanas el lema: "En la mesa con Santo Domingo". Fr Timoner ha prometido explicar ese lema en una próxima carta. Tal explicación luce necesaria, a fin de que aparezca claramente la correspondencia del lema jubilar, como así lo esperamos, con la línea originaria y tradicional de la vocación dominicana: el servicio a la verdad.

5 comentarios:

  1. Interesante la comparación de la actual crisis con la crisis del siglo XII que condujo al fin de la Edad Media y el surgimiento del Renacimiento.
    Tal tesis va contra lo que hoy suele decirse: que la actual crisis en la Iglesia es que peor de todas, la más profunda que ha padecido la Iglesia; algo fácil de decir, pero no parece que sea tan fácil de demostrar.

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  2. La verdad es que sea la crisis actual sea mayor, igual o menor que otras es absolutamente irrelevante. Tenemos que vivir y superar ésta. Las otras las vivieron otros.

    Tal vez los padres Fabián Berrera y Javier Olivera sean los Santo Domingo y San Francisco del siglo XXI. La historia luego lo dirá.

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  3. Estimado anónimo 3:04: ¿A qué viene lo tuyo? ¿Quiénes son esos fulanos? ¿Berrera? ¿El obispo Olivera?

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  4. No es el Obispo, sino el de que no te la cuenten. Javier, no Santiago.

    En este momento son los únicos que públicamente alzaron alguna voz de parte del clero con nombre y apellido. Barrera desde un apostolado menos mediático más mano a mano, Olivera desde las redes. Ambos están dando batalla a la crisis actual.

    Anónimo de las 3:04

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  5. Anónimo de las 7:28:
    Cheeeee..., por favor... ¡No me la cuentes!

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