sábado, 16 de enero de 2021

El desprecio del tradicionalismo "católico" por la Misa actual (2)

Antes de ofrecer la segunda parte de la reflexión iniciada ayer, indicaré una aclaración terminológica. Recurro aquí a la palabra tradicionalismo porque es necesario hablar como habla la comunidad social en la que se vive; aunque personalmente preferiría usar otros términos, que en mi opinión son más precisos, como ya he dicho en notas anteriores de este blog. Pero, aplicando el término tradicionalismo al modo de vivir la fe cristiana y católica, como es el uso el que fija el sentido de los términos (como dice santo Tomás de Aquino) debo distinguir el significado clásico del término (vigente hasta mediados del siglo pasado), del actual.

----------En el sentido usual vigente hasta los primeros años posteriores al Concilio Vaticano II, el término tradicionalismo hacía referencia a una postura o tendencia o actitud o sensibilidad hacia las verdades de Fe y la vida en la Iglesia católica, que da prioridad al conservar lo legado por las precedentes generaciones de cristianos, aunque en ese legado deba distinguirse por un lado el inmutable depósito de la fe (la Tradición) y por otro lado un cúmulo de creencias y costumbres, que son modos contingentes y mutables de vivir la fe y la gracia (las tradiciones). Entendido en este viejo y clásico sentido usual, el tradicionalismo es una legítima actitud, tan legítima como el progresismo, que es la actitud o postura o tendencia o sensibilidad hacia las verdades de Fe y la vida en la Iglesia católica, que da prioridad al progresar, con la ayuda del Espíritu Santo, prometido por Nuestro Señor Jesucristo, hacia la Verdad completa (Jn 16,13). Naturalmente, lejos de oponerse o contrastar, las dos tendencias son necesarias y complementarias, construyen la Iglesia.
----------De hecho, ambas corrientes eclesiales, tradicionalismo y progresismo, lograron convivir y actuar durante el desarrollo del Concilio Vaticano II (con las virtudes y errores, ideales y límites, claros y oscuros, que son propios de las cosas humanas): fueron los conservadores y los renovadores entre los Padres conciliares, más o menos identificables en dos grupos minoritarios, que actuaban en el gran contexto de una gran mayoría de Padres conciliares sin tendencia definida, o sea que no formaban parte de un sector ni del otro. Naturalmente, lo lógico era que, al haberse convocado un Concilio Ecuménico, y a partir de las directrices planteadas por el papa san Juan XXIII, la voz directiva la llevaran los renovadores, pero adecuadamente compensados por la voz de los conservadores. Sin embargo, la historia del Concilio prueba la existencia de grupos de acción subterránea y manipulación de los Padres, actuando ocultamente durante el desarrollo del Concilio, que luego de su clausura, desembozaron su acción, dejaron a un lado su careta y se manifestaron públicamente.
----------Pues bien, desde los inmediatos años posteriores al Concilio, los términos tradicionalismo y progresismo fueron usurpados por dos sectores, ya no complementarios sino antagónicos, que les dieron un falso sentido, abusivo, alejado del original, legítimo, que habían tenido durante el desarrollo del Concilio. Por un lado, los modernistas usurparon el nombre de progresistas, y pretendieron ofrecer la interpretación auténtica de los documentos conciliares. Contra su falsa interpretación, la interpretación modernista, el "magisterio paralelo" del cual habló el papa san Pablo VI, combatieron como pudieron (y con poco éxito) los Papas del postconcilio, hasta el presente. Por otro lado, y a continuación, las corrientes fijistas que a duras penas se habían mantenido en la ortodoxia durante el desarrollo del Concilio, también se manifestaron a su término desembozadamente, y reaccionaron contra las corrientes modernistas postconciliares, pero lo hicieron desequilibradamente: erróneamente convencidas de que la interpretación modernista del Concilio era la auténtica, llegaron a la herejía de acusar de modernismo a los propios documentos conciliares, y usurparon el nombre de tradicionalistas, cuyo original sentido desde allí en adelante fue transformado.
----------Desde entonces, los modernistas, falsos progresistas, y los lefebvrianos y filo-lefebvrianos, falsos tradicionalistas, han puesto obstáculos al desarrollo natural y legítimo de aquellas dos corrientes necesarias en la Iglesia, la conservación y el progreso, generando una enconada lucha, partidista, facciosa, alimentada por las ansias de poder y la efectiva conquista de importantes puestos de gobierno en los primeros, y por mediocres resentimientos o por obstinada nostalgia esteticista y fijista en los segundos; una lucha que sigue causando enorme daño al Cuerpo Místico y que los Papas no logran aún conjurar.
----------Hecha la precedente aclaración terminológica, los lectores podrán comprender el sentido del título de estas notas. Al referirme al desprecio del tradicionalismo "católico" por la Misa actual, me estoy refiriendo no, por supuesto que no, al sano tradicionalismo, legítimo y necesario en la Iglesia, tan necesario y legítimo como el sano progresismo (no modernista), sino al tradicionalismo falsificado, fijista, sea el pseudo-tradicionalismo lefebvriano (alejado de la estructura eclesial, cismático), sea el pseudo-tradicionalismo filo-lefebvriano (de aquellos que ingenuamente prestan oído a su propaganda y no advierten el peligro).
----------Pues bien, hablando en general, en las publicaciones de la galaxia tradicionalista, incluidas las de los lefebvrianos, no se pone en duda explícitamente la validez de la Misa del novus ordo, pero son habituales y constantes hacia ella las manifestaciones de desprecio (vale decir, la desestimación, la falta de aprecio, el desaire, el desdén). Ahora bien, como ocurre prácticamente siempre, el despreciar, y por lo tanto la invitación implícita al desprecio, puede ser algo más dañino y nocivo que declarar inválida la Misa actual. Invito al lector a evaluar los tonos eclesialmente y pastoralmente inaceptables con los cuales se expresaba el obispo Marcel Lefebvre en muchas ocasiones sobre la Misa actual, por ejemplo, en aquella conferencia de 1987 (publicada en Fideliter n° 55, de enero/febrero de 1987). Todo ese texto contiene críticas y ataques inaceptables, especialmente si los hace un obispo contra la comunión y la unidad de la Iglesia que, a través de un Concilio ecuménico, ha establecido no solo y no tanto una reforma litúrgica, sino que ha establecido nuevas doctrinas basadas sobre la Tradición y sobre el depósito inmutable de la Fe.
----------En mi nota de ayer, he dicho que en el Concilio Vaticano II y luego de él, en concretas directivas del postconcilio, la Iglesia aconseja y ordena habitualmente el novus ordo, porque pastoralmente se adapta mejor a la situación actual. Pues bien, podríamos preguntarnos si eso sigue siendo verdad después de estas últimas cinco décadas, con tanta confusión en la aplicación de las directrices conciliares, con tantos abusos litúrgicos como se han dado y se siguen dando. Ante estos hechos, algunos fieles católicos se han preguntado (particularmente motivados por aquellas manifestaciones de desprecio hacia la Misa actual desde los ámbitos del abusivo tradicionalismo) si no sería el retorno a alguna de las formas antiguas del rito de Misa, lo que traería remedio y medicina contra tantas dolencias.
----------Frente a tales afirmaciones, creo que conviene considerar que incluso el romanticismo y la falta de memoria histórica tienen un límite razonable para ser seriamente admitidos. ¿O acaso alguno de mis lectores puede llegar a pensar realmente que antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, las sagradas celebraciones eran todas ellas realizadas por santos sacerdotes, en un clima de sacralidad, de misticismo, de absoluta devoción y reverencia hacia lo sagrado? Sin ir más lejos ni necesidad de ir al pasado, cualquiera que esté habituado a asistir a una Misa lefebvriana en Argentina, comprobará que no hace falta haber vivido en los años 30, 40 ó 50, para tener la experiencia de una Misa rezada en apenas quince o veinte minutos (con suerte), incluyendo el sermón, en la que el celebrante repite las oraciones en un latín casi ininteligible, imposible de seguir, pisándose las palabras e incluso equivocándose repetidamente.
----------¿Acaso tiene alguna idea el lector de las duras y fervientes admoniciones, reclamaciones y llamados que repetidamente hicieron el beato papa Pío IX, o el papa León XIII, o el mismo san Pío X, e incluso el papa Pío XI sobre la desidia litúrgica de los sacerdotes, y la falta de decoro y de reverencia de los fieles asistentes a Misa? Y tengan por favor en cuenta los lectores, que en esa lista no he mencionado adrede al venerable papa Pío XII, para no provocar el descontento de quienes lo acusan de ser culpable de haber reformado los ritos sagrados de la Semana Santa en los años cincuenta (por otra parte, en todo su derecho estaba!).
----------¿Tendrán idea los lectores de que en el archivo histórico de la mayoría de las antiguas diócesis de todo el mundo (al menos de aquellas diócesis que existían desde décadas o siglos antes del Concilio Vaticano II) hay cientos y a veces miles de cartas de los respectivos obispos a su clero, decretos episcopales y también sanciones canónicas impuestas a los sacerdotes, precisamente vinculadas a las celebraciones sagradas y a la administración de los sacramentos? ¿Acaso pensarán los lectores que los abusos litúrgicos son exclusivos del novus ordo y solamente de las últimas cinco décadas?
----------¿Sabe el lector lo numerosos que son los documentos que se conservan en los archivos eclesiásticos más antiguos, en los que los ordinarios diocesanos reprochaban a sus presbíteros, en tono frecuentemente amenazador, porque no pocos de ellos celebraban una Misa de feria en 7/8 minutos, saltándose con tres o cuatro parloteos susurrados, las partes que el celebrante debía recitar en voz baja pero que muchos no recitaban en absoluto? En aquellos tiempos supuestamente idílicos, evocados hoy por ciertos calenturientos blogueros tradicionalistas valencianos o argentinos, tiempos todo espiritualidad, todo misticismo, todo reverencia y respeto por lo sagrado a los que ellos aluden, en todos esos tiempos hubo abusos litúrgicos que harían palidecer incluso a las más bulliciosas Misas de ciertas fronterizas y abusivas comunidades neocatecumenales, incluso las más escandalosas. No tenga ninguna duda el lector: también en aquellos tiempos idílicos hubo formas de descuido y abuso litúrgico peores que las que podemos encontrar hoy en ciertas iglesias. En definitiva: no se puede cambiar la historia para engañarse a sí mismo con la idea de que en el pasado todo era bueno y santo.
----------Ahora bien, afirmar que antes no eran todas rosas desde el punto de vista litúrgico, no quiere decir que lo que hoy se observa en muchas celebraciones de la Santa Misa del novus ordo, con su babel de abusos, sea una suerte. Nada de eso, porque no es eso lo que pienso y no es eso lo que he dicho, siendo uno de esos sacerdotes (y son muchos, muchísimos) que nunca daría ni siquiera un suspiro, ni haría siquiera una reverencia que no estuviera escrita en el Misal Romano. Sólo digo que es muy fácil generar ideología en las mentes ingenuas y desinformadas, relatando una historia falsa, que es tomada por verdadera. Sin ir más lejos, si en la ciudad o en la región en la que vives, amable lector, queda alguna parroquia habitada por sacerdotes mayores de ochenta años, sacerdotes que hayan conocido la situación anterior, pues bien, ve y pregúntales si sienten nostalgia por aquellos "maravillosos tiempos". Y mejor aún, pregúntales a ellos, a esos octogenarios o nonagenarios, si tienes la suerte de encontrarlos, pregúntales incluso otra cosa: si sienten nostalgia de los confesores que conocieron y experimentaron cuando ellos tenían 15 ó 16 años. A ver lo que te dicen.
----------Por cierto, es una verdad marmórea, con pruebas actuales también, que cuando no se tienen ni las ganas ni la fuerza para afrontar la realidad eclesial presente con todas sus riquezas y sus enormes problemas, no faltan quienes huyen hacia "el pasado que no debe pasar" como suelen decir, algo que en mi opinión es erróneo y peligroso. De hecho, antes de que el Concilio de Trento interviniera sobre ciertas cuestiones de disciplina eclesiástica, algunas de las cuales también directa o indirectamente vinculadas a la sagrada liturgia, existían situaciones indescriptibles, atroces, en lo que a la disciplina de los Sacramentos se refiere.
----------A propósito, conviene recordar también que a fines del siglo XIX muchas de las iglesias europeas (y también algunas en las grandes ciudades argentinas) estaban dotadas de órganos equipados con tambores, baterías y variados sonidos instrumentales de los llamados "profanos", pues durante las celebraciones sagradas los organistas interpretaban música operística profana, por lo cual sucedía que los fieles iban a recibir la Sagrada Comunión mientras el "santísimo órgano" (que ciertamente no tiene nada que ver con las "sacrílegas guitarras" de hoy), tocaba las arias de La Traviata, de Giuseppe Verdi, o de La Viuda Alegre, de Franz Lehár. Repito, en la actualidad, más allá de los abusos, que indudablemente existen, comparando con lo que sucedía en otros tiempos pasados ​​más o menos recientes, lo pasamos, como suele decirse, de lujo; y no es meramente porque lo diga quien esto firma, sino porque la historia de la Iglesia lo documenta.
----------Repito lo que afirmé líneas arriba, acerca de que con el Concilio Vaticano II, la Iglesia aconseja y ordena ordinariamente el novus ordo, porque pastoralmente se adapta mejor a la situación actual. Pues bien, podría ser que no faltaran algunos lectores que interpreten esta afirmación mía, en el sentido de que lo que busca el Concilio es eficacia pastoral, incluso en la Liturgia. ¿En qué sentido esto puede ser o no ser así?
----------Vale recordar aquellas preciosas páginas de Jacques Mariatin, en El Campesino del Garona, en la que abundantemente se refiere a la eficacia, aunque con su valor relativo y diverso sentido; por ejemplo: "El caso es que todo lo que no quiere sino eficacia, y una eficacia sin límites, es lo que hay de menos realmente eficaz [...] mientras que lo que parece menos eficaz (si es de un orden superior al de las actividades ligadas a la materia) es lo que posee más real eficacia. [...] En nuestros días, hay en muchos cristianos e incluso (quizás sin que ellos se den claramente cuenta) en sacerdotes y religiosos cuyo número es alarmante (son esos clérigos sobre todo los que me irritan), una tendencia marcada a dar a la eficacia la primacía sobre la verdad. […] ¡Vaya eficacia! El resultado finalmente sería la defección de una gran multitud. El día en que la eficacia prevalezca sobre la verdad no llegará nunca para la Iglesia, porque ese día las puertas del infierno habrán prevalecido contra ella" (J. Maritain, El campesino del Garona, ed. DDB, Bilbao 1967, pp. 135-137).
----------¿Cómo entender estas palabras de Maritain? ¿Es que el Concilio ha buscado sólo eficacia al promulgar el novus ordo? He dicho, en efecto, que con el Concilio Vaticano II, la Iglesia aconseja y ordena ordinariamente el novus ordo, porque pastoralmente se adapta mejor a la situación actual. Pero el caso es que no quiero decir con ello absolutamente "sólo la eficacia, la eficacia sin límites", a la que se refería Maritain. Y de ninguna manera el Concilio ha querido esto en su reforma de la liturgia. Estimados lectores, por favor, no me hagan decir a mí ni a la Iglesia aquello que no decimos en absoluto, y nos cuidamos muy bien de decir, ya que, como señala Maritain, cuyos libros han sido mis maestros en filosofía, una cosa de tal género sería deshonesta y oportunista, al estilo de la moral de Nietzsche o de Maquiavelo.
----------Por otro lado, querer la eficacia, cuando se quiere el bien o se persigue un fin honesto con medios honestos, no está en absoluto prohibido ni es impropio de ninguna manera, sino que es un deber y fuente de mérito. La eficacia, de hecho, en general, es la fuerza con la cual una causa produce el efecto. Pues bien, si la causa es buena, ¡tanto más laudable será la eficacia del efecto! Lo malo es, como bien señala Maritain, cuando se busca la eficacia por sí misma, sin importarnos si nuestra acción sigue o no la ley moral. Pero esta es la ley de los criminales o, en el mejor de los casos, la ley de los mundanos.
----------¿Acaso les ha parecido a los lectores que la reforma del Concilio ha sido dictada por esta preocupación? Entonces, explicaré ahora qué cosa exactamente he querido decir líneas arriba, o sea, qué cosa exactamente el Concilio Vaticano II ha querido hacer con la reforma de la Santa Misa.
----------El Concilio Vaticano II simplemente ha querido aportar algunos cambios accidentales o contingentes en el ceremonial, conservando obviamente lo esencial del Rito, a fin de hacer conocer mejor la belleza de aquel Mysterium fidei, que es la Santa Misa, con la introducción de algunas rúbricas, precisiones o modalidades o formas expresivas, lingüísticas, simbólicas, gestuales, que faciliten a los hombres de nuestro tiempo la comprensión, el sabor místico, contemplativo y adorador del Misterio que se celebra en el altar. Eso es todo.
----------Por lo tanto, en referencia a la eventual crítica acerca de la supuesta (falsa) búsqueda de la eficacia pastoral por parte del Concilio, en desmedro de la verdad, en última instancia, es claro que ciertamente está en juego una mayor eficacia. Pero, digamos las cosas sincera y rectamente: ¿qué eficacia es más bendita que aquella que nos acerca a Cristo sacramentado en la divina Liturgia?
----------Haciendo ahora referencia a otra cuestión candente, diversos ambientes de mayor o menor extremismo crítico en la galaxia del abusivo tradicionalismo insisten en los argumentos ofrecidos en aquel "Breve examen crítico del Novus Ordo Missae", de 1969, que tuvo como autores únicamente a dos cardenales, Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci. Ahora bien, lo primero que hay que tener en claro es que aquellos dos virtuosos cardenales, expusieron en esa Carta su propio y personal punto de vista, que, de hecho, fue un enfoque excesivamente preocupado por los peligros que podrían ser inherentes al novus ordo. Y esto no agradó en absoluto al papa san Pablo VI. No es difícil para los lectores imaginar los motivos del disgusto del Santo Pontífice: la latente confusión entre rito y ceremonial y, por ende, respectivamente, entre poder magisterial y poder pastoral del Papa, infalible el primero, falible el segundo. Repito lo antes dicho: el Papa no puede cambiar el rito de los Sacramentos (por caso, la esencia de la Misa), que es de derecho divino, pero siempre puede cambiar el ceremonial, con mayor o menor eficacia, con mayor o menor éxito, pues es de derecho eclesiástico.
----------Por todo lo que vengo diciendo, entonces ¿tienen los lectores suficientemente en claro que existe una esencia inmutable de la Santa Misa, que es de derecho divino, pero que en ella han existido y existen ceremonias y oraciones contingentes, que son de derecho eclesiástico y que pueden cambiar? ¿O acaso los amables lectores han pensado alguna vez, acaso distraídamente, que existe la llamada por los lefebvrianos "misa de siempre"? Si por "Misa de siempre" entendemos la Santa Misa en su esencia tal cual la he definido anteriormente, la respuesta es afirmativa: existe y existirá hasta el fin de los tiempos. Pero si por "misa de siempre" se entiende lo que entienden los fijistas que se han quedado cristalizados en 1962, la respuesta es negativa: no existe y nunca ha existido, ni siquiera en la mente y en la intención de san Pío V.
----------Lo diré con respetuosa ironía. Mi impresión es que, a juzgar por lo que manifiestan ciertos exponentes de las corrientes del abusivo tradicionalismo, si les hiciéramos la siguiente pregunta: ¿considera Ud. que el primer Vicario de Cristo en la Tierra, el apóstol san Pedro, ha celebrado alguna vez una Misa válida?, en estricta lógica con lo que sus declaraciones manifiestan, estos pseudo-católicos deberían responder que no, de hecho me atrevería a decir absolutamente que no. Y explico por qué:
----------1) Contrariamente al culto apóstol Pablo, dudo que el apóstol Pedro supiera realmente latín, por lo cual podemos asegurar que no estuvo ni siquiera capacitado para leer el Canon Romano de la "misa de siempre" de san Pío V, que fue creada por Dios incluso antes del inicio de los tiempos, es decir, antes de la creación de Adán y Eva. 2) No puedo ni siquiera imaginarme al apóstol Pedro cantando un prefacio latino en gregoriano, y mucho menos puedo verlo inclinándose al pie del altar para recitar "Introibo ad altare Dei...". 3) Las consagraciones episcopales hechas por el apóstol san Pedro fueron rigurosamente y absolutamente inválidas, porque ignorando todos los praenotanda y el sagrado rito del Santo Pontífice Pío V, se limitaba a la sola imposición de las manos, por lo tanto, durante quince siglos, hemos tenido obispos cuya invalidez de ordenación era más o menos equivalente a la de los actuales anglicanos. 4) Aunque haya sido el primer Sumo Pontífice, Pedro no celebró los pontificales asistido por cuatro diáconos en resplandeciente dalmática y por tres presbíteros en solemne pluvial según el pontifical romano de la "misa de siempre". 5) Etc, etc... ¡Sin embargo, gracias a Dios, después de siglos de anormales abusos litúrgicos y de Eucaristías absolutamente inválidas, el Santo Pontífice Pío V dotó a la Iglesia universal un misal que finalmente hizo válida la Eucaristía! En buena lógica, esos pseudo-tradicionalistas deberían creer que las cosas sucedieron así. Increíble, pero deberían tomarlo por cierto.
----------Ahora bien, ironías aparte, indudablemente la Iglesia, en sus órganos docentes y gobernantes, así como ha cambiado el ceremonial del vetus ordo, algún día, llegado el caso y llegada la necesidad, podría cambiar si lo cree oportuno y conveniente, el ceremonial actual. E incluso hoy hay quienes, como mencionó años atrás el actual papa emérito Benedicto XVI, hablan de "reforma de la reforma", cosa que podría implicar la recuperación de elementos del vetus ordo abandonados en el novus ordo.
----------Por consiguiente, ningún católico de buen sentido común (salvo que el modernismo haya envenenado su consciencia), puede poner en duda jamás la belleza, la sublimidad y la legitimidad de la celebración, en circunstancias particulares, del vetus ordo. Sin embargo, y al mismo tiempo, el buen católico debe siempre aceptar con sereno y confiado espíritu de obediencia el novus ordo, declarado por la Iglesia como Rito ordinario y por lo tanto el actualmente oficial: la Misa actual.
----------Los motivos por los cuales la Iglesia en el Concilio Vaticano II ha decidido una reforma del ceremonial, son bien conocidos y están expuestos en la Sacrosanctum Concilium del n. 47 al n. 54. En sustancia, el Concilio ha estado movido por las siguientes aspiraciones: 1) Hacer más comprensible el Rito para los hombres de nuestro tiempo; 2) Permitir a los fieles una participación más activa (hombres y mujeres) en la celebración; 3) Dar al modo de celebrar un sesgo ecuménico; 4) Evidenciar que la ofrenda del Sacrificio no es solo del celebrante, sino de todo el pueblo sacerdotal de Dios; 5) Evidenciar aún más el hecho de que la Misa es un anticipo de la resurrección y, por lo tanto, del banquete y de la alegría mesiánicos.
----------Lo importante en esta coyuntura es recordar que cuando la Iglesia hace una reforma del ceremonial, cosa que ha sucedido varias veces en los siglos pasados, ceremonial que es cosa accidental y contingente, la Iglesia se cuida bien de no tocar o alterar el Rito en su esencia o sustancia sobrenatural, porque no tiene poder para ello, siendo el Rito instituido de una vez por todas por Cristo.
----------La Iglesia en la Misa, ya sea vetus ordo o novus ordo, no hace nada distinto que lo que ha hecho siempre, hace hoy y hará hasta el final de los siglos, que es aquello mismo que ha hecho Cristo: Hoc facite in mei memoriam. Por lo tanto, la acusación hecha por los lefebvrianos de que el Concilio habría cambiado la esencia de la Misa es falsa y ciertamente herética; así como es también un acto de impiedad herética el que realizan ciertos celebrantes modernistas, que se atreven a cambiar como les place incluso hasta el Canon de la Misa, siendo conscientes o no de que en esto siguen a Rahner, el inspirador de las profanas y bizarras Misas modernistas, que nada tienen que ver con la auténtica, digna, diligente, piadosa, fiel y devota celebración en el novus ordo querido por el Concilio Vaticano II.

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