lunes, 4 de enero de 2021

El fiel católico y la fe en el Infierno

Muchos no creen en el infierno, otros sostienen que no puede ser ​​eterno, y no faltan quienes afirman que, en el supuesto que exista, en cualquier caso está vacío. La misma incredulidad es la que otros manifiestan acerca de los ángeles caídos y del pecado original. Para muchos estos son sólo inventos de la Iglesia Católica y, sea como sea, muchos viven como si Dios no existiera, y el infierno y el cielo fueran solo ilusiones. El lector no debe sorprenderse que también quienes se consideran "católicos" sostengan estas ideas...

----------Efectivamente, para el mundo secularizado e incluso para algunos creyentes católicos, el infierno no existe, y se trataría solamente de una invención, una fantasía, difundida en épocas pasadas, donde ha abundado la superstición, la ignorancia y el obscurantismo.
----------El mundo secularizado ha perdido la fe en el Más Allá después de la muerte, se trate del Cielo o se trate del Infierno, realidades de las que, por otra parte, hay que decir que apenas se oye hablar en las predicaciones y homilías actuales del clero, con lo cual no hay por qué extrañarse que Cielo e Infierno hayan en buena medida desaparecido de los pensamientos cotidianos y de la consciencia de los católicos.
----------Es de lamentar que una cierta medida de secularismo indudablemente también se haya infiltrado entre algunos creyentes católicos, los cuales, aún cuando admitan un Más Allá después de la muerte, lo que en realidad admiten es solo el Cielo (también llamado Paraíso). Se trata de la así llamada mentalidad buenista o misericordista, por lo cual no es de extrañar que, según estas tendencias, el Infierno sea considerado una invención. Pero, lo cierto es que el Infierno no es en absoluto una ficción creada por hombres malvados o por las ansias de poder de la Iglesia -como algunos de sus enemigos dicen- para tener sojuzgadas las conciencias de los creyentes, sino que el Infierno es una verdad de fe enseñada por Nuestro Señor Jesucristo, por el Nuevo Testamento, por la Sagrada Tradición y por algunos Concilios Ecuménicos. Por consiguiente, se trata de un dato de la divina Revelación, que la Iglesia tiene la tarea de custodiar y de enseñar.
----------Ahora bien, podríamos preguntarnos sobre qué base de argumentos nosotros, los buenos católicos, fieles al Magisterio de la Iglesia, creemos y sostenemos que existe el Infierno. Pues bien, la verdad de fe acerca del Infierno, es también una doctrina teológica, porque esa verdad de fe, basada en las enseñanzas de Jesucristo, se ha ido esclareciendo en el curso de los siglos, a través de dos oficios en la Iglesia: el oficio de investigación de los teólogos católicos, y el oficio propio del Magisterio de la Iglesia, vale decir, el magisterio pontificio y conciliar, Maestro de la Fe, que es el que guía también el oficio de los teólogos.
----------Ahora bien, los argumentos de la teología católica sobre el Infierno no son de tipo empírico, sino que son las Palabras de Nuestro Señor Jesucristo, las cuales pueden ser aceptadas solo sobre la base de la fe en Jesucristo y la fe en la Iglesia, la cual para nosotros es la mediadora de las Palabras de Cristo. Desde este punto de vista, los argumentos teológicos son muchos. Me limitaré aquí a mencionar solo uno de ellos, que me parece particularmente eficaz, porque lo encontramos en el Concilio Vaticano II (en la constitución dogmática Lumen gentium n.48) y en el Catecismo de la Iglesia Católica (n.1034). Se trata del pasaje del Evangelio de san Mateo 25,31-46 donde Nuestro Señor Jesucristo no se limita a anunciar la simple posibilidad de la condenación, sino que simplemente prevé el hecho de la existencia de los condenados:
----------"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Estos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?". Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo". Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
----------Otra pregunta que podemos hacer es la siguiente: ¿Cuándo y dónde ha nacido el Infierno? Para responder a este interrogante, debemos tener presente qué es exactamente el Infierno. Por cuanto respecta a los hombres, el Infierno consiste en el rechazo irrevocable de la misericordia que nos es ofrecida por Dios Padre por medio de Jesucristo, Hijo de Dios. Entonces: ¿cuándo ha nacido el Infierno? En este sentido, podemos decir que la condenación infernal ha comenzado a existir con la venida de Cristo. En cambio, si consideramos el pecado de los ángeles al inicio de la creación, el Infierno existe para ellos desde aquel preciso momento (Mt 25,41; 2 Pe 2,4). Y respecto a: ¿dónde ha nacido el infierno? Por cuanto respecta a los ángeles pecadores, como se encontraban primero en el Cielo, se puede decir que el Infierno ha nacido en el Cielo, de donde fueron precipitados (Ap 12,8). Por cuanto respecta a los hombres, el Infierno ha nacido en este mundo en el momento en que Nuestro Señor Jesucristo ha sido rechazado.
----------¿Existe el Infierno en el Más Allá o también está presente en la esta tierra?, es otra pregunta razonable. Según una cierta tesis del cristianismo secularista-buenista, si se puede hablar de "Infierno", éste existe solo en esta tierra, en el sentido de que el castigo para los malvados está solo aquí abajo y luego existe el Cielo para todos. También hay otra tesis, completamente pagana, según la cual el Infierno sería aquella condición de sufrimiento que afecta también a los inocentes oprimidos por los prepotentes. Mientras que en este segundo caso la palabra "Infierno" viene usada en un sentido impropio, en el primer caso hay una parte de verdad, en cuanto que el estado de pecado mortal es ya en cierto sentido el Infierno. Pero esta tesis pasa por alto el hecho de que la plenitud irrevocable de la condición infernal para el hombre se da sólo después de la muerte. Sin embargo, todo hombre, antes de la muerte, puede arrepentirse, puede recuperar el estado de gracia de Cristo, por lo cual, si persevera en este estado hasta la muerte, puede evitar el Infierno.
----------Al respecto, ¿qué dicen las Sagradas Escrituras? Por cierto, la voz más autorizada es la de Nuestro Señor Jesucristo. De ella encontramos un eco en los otros libros del Nuevo Testamento, y en particular en el Apocalipsis de san Juan, en el cual tenemos una grandiosa visión del triunfo final de Cristo sobre todas las potencias del mal, las cuales serán puestas en condiciones de no dañar más a los elegidos.
----------Ahora bien, respecto al Infierno, todos sabemos de la existencia de una famosa obra literaria de gran envergadura: La Divina Comedia, de Dante Alighieri, con imágenes poéticas del Infierno que han influido por siglos en la cultura católica. Podemos preguntarnos: ¿es creíble la admirable descripción del Infierno en La Divina Comedia? Ciertamente en su sustancia es creíble, porque, como se sabe, Dante no solo era católico, sino que había adquirido una notable cultura teológica de tipo tomista frecuentando el convento dominico de Santa María Novella en Florencia. Al mismo tiempo Dante, como gran poeta que era, se permitió las así llamadas licencias poéticas, por lo cual creó ambientes, hechos y personajes que evidentemente van más allá de cuanto nos viene enseñado por la Revelación cristiana, aunque al mismo tiempo, en su conjunto, no le son contrarios. Una cosa curiosa que podemos notar al respecto y que no es un hecho de la fe cristiana, es la condición de los así llamados "ignavi" (perezosos, indolentes), los cuales vivieron "sin fama y sin alabanza" y por lo tanto vienen colocados por Dante no en el Infierno, sino en un lugar aparte.
----------No hace falta decir que en esta nota sólo estoy hilvanando ideas y pensamientos desordenados referidos al Infierno que, ciertamente, no tienen la pretensión de presentar nada completo ni completamente fundado y argumentado, como es cierto que habría que hacerlo en una exposición teológica académica, si estuviera exponiendo aquí el tratado de la Escatología. La presente nota la redacto sólo a modo coloquial, esforzándome por imaginar cuáles podrían ser las preguntas que suelen hacerse acerca del Infierno los simples fieles sin mayor instrucción doctrinal, y también las que pueden hacerse los no creyentes. 
----------Por ejemplo, admitir la existencia del Infierno presupone, para el común de la gente, temer al demonio; y este temor también puede ser interpretado correctamente por un católico, como enseguida veremos. En tal sentido, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿de qué modo el ángel caído y el Infierno se ubican en el designio divino? Por cierto, el cristiano debe tener un cierto temor al demonio, así como nosotros podemos tener por ejemplo un razonable temor de que nos sobrevenga una enfermedad o un razonable temor de caer en algún pecado. De ahí el deber del cristiano de guardarse de los peligros morales que pueden derivarse de las tentaciones diabólicas, evitando actitudes de excesiva seguridad.
----------Dicho esto, sin embargo, el cristiano fundamentalmente no tiene temor al demonio, porque el cristiano que vive en Cristo goza de la misma fuerza de Cristo, quien ha vencido a Satanás. De hecho, desde este punto de vista, se puede decir que es el demonio quien tiene temor del cristiano. Como dice Santa Catalina de Siena, nosotros somos vencidos por el demonio sólo si lo queremos, cometiendo o amando el pecado.
----------El demonio y el infierno, en primer lugar, se ubican en el designio divino en cuanto constituyen un elemento disuasorio que nos ayuda a evitar el pecado. En segundo lugar, en lo que respecta al demonio, también él debe ser visto como un instrumento de la divina Providencia por dos finalidades: para fortalecernos en la virtud y para llamarnos paternalmente cuando cometemos el mal. El demonio de por sí querría únicamente nuestro mal, solo que la divina Providencia lo utiliza según sus sapientísimos designios para nuestro bien.
----------Hay más preguntas que podrían plantearse. ¿Por qué Dios permite que el ángel se rebele? La respuesta es: porque tiene un gran respeto por el libre albedrío de la creatura. Ahora bien, precisamente, el ángel rebelde es una creatura dotada de libre albedrío. Entonces, en este punto, se puede decir que Dios, para respetar este libre albedrío, acepta ser rechazado por esa creatura que en realidad sólo podría encontrar su felicidad plena en Dios. Este argumento también vale analógicamente para la historia humana.
----------Por otra parte, se puede decir que Dios ha permitido la desobediencia del ángel, porque desde la eternidad había proyectado la Encarnación del Verbo, gracias a la cual la humanidad, salvada por Cristo, habría en Cristo vencido a Satanás y alcanzado una condición de vida -aquella de los hijos de Dios- superior a aquella que nos habría sido dada si el ángel no hubiera pecado.
----------Podríamos también preguntarnos acerca de la relación que existe entre el mal y el infierno. Al respecto, podemos decir que el Infierno es una victoria sobre el mal moral, es decir, sobre el pecado, aunque permanezca el mal de pena, es decir, el sufrimiento de los condenados. Aquí, sin embargo, se trata de una justa pena, por lo cual, desde este punto de vista se puede decir que está bien que exista este mal, por lo cual vemos que, desde el punto de vista escatológico, todo se resuelve en el bien. Por otra parte se debe precisar con toda claridad que sería blasfemo inculpar a Dios de este mal, del cual en cambio es responsable sólo la creatura angélica o humana, mientras que por otra parte la existencia del mal de pena manifiesta simplemente la justicia divina, la cual por lo demás, siempre está mitigada por la misericordia.
----------Por último, ¿qué se debe hacer para escapar del Infierno y obtener el Cielo? Prácticamente se trata de poner en práctica todos los preceptos de la vida cristiana, comenzando por el odio al pecado, con la conciencia de sus consecuencias, para pasar al deber de obedecer con todas nuestras fuerzas los mandamientos del Señor, de vivir en gracia, en la práctica continua de la conversión y de la vida cristiana, en una confianza ilimitada en la misericordia divina, frecuentando los sacramentos en comunión con la Iglesia, en la devoción a los Santos y de la Santísima Virgen María, cultivando un fuerte deseo del Cielo y de la santidad y combatiendo con valentía día a día contra las insidias del tentador, bajo la protección de San Miguel Arcángel. En casos de excepcional agresividad por parte del demonio, existe la práctica del exorcismo.
----------Estas recomendaciones valen naturalmente para los católicos, pero como todos los hombres están llamados a la salvación y, por lo tanto, están llamados a evitar el Infierno y obtener el Cielo, su deber es seguir su recta conciencia, en la medida en que conozcan las exigencias del bien y cultivando, con la ayuda de la gracia, una fe al menos implícita en Dios como remunerador de los buenos y juez de los malvados.

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