martes, 12 de enero de 2021

El fiel católico y la prohibición del placer

Es conocida la recurrente acusación contra la moral católica, sobre todo la moral sexual, ya desde los albores del Cristianismo, impulsada por los epicúreos, pasando luego a través del neopaganismo renacentista, hasta llegar a Lutero, a los libertinos de los siglos XVII y XVIII, a los románticos, hasta arribar a Freud y Nietzsche, por no hablar del agresivo hedonismo contemporáneo, acusándola de ser una moral sexofóbica que reprime el placer y con ello, como suele pensarse y decirse, reprimiendo también la vida y el amor, clausurando al hombre con sombría severidad el camino hacia la felicidad y el ejercicio de libertad.

----------Poniendo en juego tantos valores por todos comprensibles y apreciados, el hedonismo de siempre tiene fácil difusión sobre todo entre los jóvenes y los enamorados, haciendo muy difícil para la Iglesia, especialmente en la actualidad, atraer a los jóvenes al ideal cristiano. Esto también está señalado, según parece evidente, por la gran dificultad que encuentra la Iglesia para suscitar vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, debido también a la frecuente falta de comprensión y colaboración por parte de las familias, de los ambientes políticos e incluso de la educación en la generalidad de sus niveles, apoyados a su vez por una poderosa y seductora propaganda en todos los medios de comunicación a favor del hedonismo sexual.
----------Y por si eso no fuera suficiente, incluso en el mismo campo católico no faltan moralistas que se muestran muy complacientes frente al hedonismo, por no decir que lo teorizan explícitamente, como es fácil recordar que sucedió en los años '80 en Holanda donde no faltaron quienes sostuvieron que el principio de la moral es el placer, haciendo recordar el famoso retrato del epicureísmo hecho por Dante: "s’ei piace, ei lice".
----------La hostilidad hacia la moral cristiana y en particular hacia la ética sexual enseñada por la Iglesia, encuentra ulterior alimento entre los hedonistas y los epicúreos (piénsese por ejemplo en Nietzsche, siempre de actualidad especialmente entre los jóvenes) en el hecho de que el cristianismo parece exaltar e incentivar el sufrimiento, con su conocida doctrina del "amor por la cruz". Aquí también existe un enorme equívoco, que lamentablemente viene a ser acentuado por la errónea concepción denominada dolorista de la Redención, hoy desgraciadamente también generalizada entre los católicos, después de haber nacido en clima protestante, según la cual en Nuestro Señor Jesucristo sufre no solo el hombre sino también Dios mismo, de tal modo que el sufrimiento deviene un atributo divino. Con ideas de este género, se debería sufrir también en el cielo.
----------Al respecto debemos recordar que esta idea dolorista, que lamentablemente seduce a muchos con una falsa idea de la "compasión" que Dios Padre tiene por su Hijo y por nosotros, idea nacida ya en los primeros siglos del cristianismo, ya fue inmediatamente condenada por la Iglesia como herejía y se la conoce con el nombre de "teopasismo" o "patripasianismo" (sufrimiento de Dios Padre).
----------Es necesario recordar aquí un punto que los moralistas católicos han repetido mil veces, a saber, que el Cristianismo no ama el sufrimiento por sí mismo, sino en cuanto precio a pagar por la conquista de más altos ideales (la renuncia, el esfuerzo y el sacrificio) y sobre todo como participación voluntaria, por amor, en la Cruz redentora del Señor, precisamente con vistas a la liberación del pecado y del propio sufrimiento.
----------No se puede negar que también sobre este terreno el Concilio Vaticano II y la renovada concepción de la sexualidad humana que no surgió a nivel del Magisterio de la Iglesia sino hasta el papa san Juan Pablo II, han dado una contribución importante para eliminar equívocos, malentendidos y prejuicios contra la ética sexual católica, corrigiendo una visión precedente de tipo dualista y rigorista, que había tenido éxito durante largos siglos, ligada sobre todo al monaquismo origenista, cuyos extremismos, por lo demás, habían sido condenados por el propio Magisterio, y clarificando a la luz de una mejor interpretación de la Sagrada Escritura y de una mejor antropología libre del platonismo y de las influencias cátaras o indias, la verdadera dignidad del placer en general y del placer sexual en particular, en conjunción con la distinción deseada por Dios mismo entre hombre y mujer en relación al sacramento de matrimonio y a la reciprocidad entre los dos sexos no sólo para la edificación de la familia, sino también de la sociedad y de la Iglesia, así como en clave edénica e incluso en perspectiva escatológica (cfr. la catequesis de san Juan Pablo II sobre la "teología del cuerpo").
----------Obviamente, no se trata en absoluto, como quisieran hacernos creer ciertos moralistas de corte modernista o ciertos psicólogos condescendientes, de una asunción acrítica del epicureísmo o del freudismo, sino sobre todo de una posición que podría rastrearse hacia atrás (si queremos mantenernos en términos de antropología filosófica) no tanto hacia el dualismo platónico, cuanto a la visión unitaria sustancialista "hilemórfica" (composición de alma y cuerpo) de origen aristotélico, en la versión cristianizada de santo Tomás de Aquino y su escuela, hasta Jacques Maritain y los tomistas contemporáneos.
----------No cabe ninguna duda que permanece y debe permanecer la idea tradicional, bien fundada, según la cual el placer físico y también espiritual no siempre son necesariamente buenos y honestos desde el punto de vista moral y por lo tanto de la verdadera felicidad humana, sino que también pueden ser desordenados, deshonestos y por tanto moralmente ilícitos y prohibidos, cuando no emanan de actos humanos conformes a la ley moral y al verdadero fin del hombre, tanto del fin natural como del fin sobrenatural.
----------Tampoco cabe duda, por el contrario, que siempre sigue siendo válida también la idea tradicional, sin duda bien fundada, del valor de la renuncia y del sacrificio, cuando se trata de salvar un bien o un valor superior, sobre todo aquellos que pertenecen a una sana vida espiritual y religiosa.
----------Esto supone, naturalmente, una antropología que otorgue el primado al espíritu sobre la materia y por tanto sobre el sexo, por lo cual, dada la circunstancia de un conflicto entre estos dos planos, no debería haber ninguna duda de la necesidad de sacrificar el valor inferior para lograr el superior. Sin embargo, a esto se opone una cierta antropología, lamentablemente también infiltrada en los ambientes católicos, la cual, apoyándose en una falsa interpretación del concepto bíblico "unitario" del hombre, niega como "dualista" la distinción entre alma y cuerpo, reduciendo al fin de cuentas aquella a este, por lo que el discurso de la renuncia y el sacrificio pierde todo su sentido y se cae inevitablemente en el hedonismo y en el desenfreno sexual, de los cuales hoy conocemos mil formas, más o menos graves o escandalosas.
----------Sin embargo, aquello que hoy en día, en medio de este caos, se comprende mejor (y esto es providencial precisamente para salir de la crisis) es que el placer físico, al menos desde el punto de vista psicológico, de por sí no es un mal, sino que ha sido creado por Dios como quietud del apetito en el bien poseído. El placer, en cambio, como hemos dicho, deviene un mal moral sólo cuando no resulta de un acto moralmente honesto.
----------Esto significa entonces que lo honesto no se identifica sic et simpliciter con lo deleitable, sino que es un bien en sí mismo fundado en la búsqueda de los verdaderos fines del hombre y sobre la obediencia a las leyes cuya práctica permite el logro de aquellos fines, incluso si, dada la situación de fragilidad del hombre (lo que san Pablo llama conflicto entre la "carne" y el "espíritu"), en caso de absoluto conflicto, es necesario, como se ha dicho, saber renunciar al valor inferior para no se perder el valor superior.
----------Pero la perspectiva educativa y moral surgida de la renovación conciliar está dirigida sobre todo a la consecución de la síntesis de espíritu y sexo, correspondiente al designio original y escatológico de la divina Creación y aplicación de la nueva visión Escatológica, encarnacionista y conciliadora que hace de inspiración de fondo de las doctrinas y de las indicaciones pastorales del Concilio Vaticano II.
----------Ha habido quienes (recalcitrantes obstinados fijistas de una pseudo tradición) han pensado que en esto hay ingenuidad y excesivo optimismo, casi como si se estuviera olvidando las desgraciadas consecuencias del pecado original y la permanente necesidad de la práctica ascética y de una vida austera. Pero en realidad no es así, en absoluto. Para un católico sería temerario, aunque sea invocando la "Tradición", juzgar de esa manera las altas enseñanzas de un Concilio general y de la moral que de esas enseñanzas emana.
----------Finalmente, que quede bien claro que está lejanísimo para un católico olvidar el valor sagrado y permanente de la Tradición. Pero precisamente por eso se debe decir con absoluta claridad que también el Vaticano II, y más que nunca el Vaticano II, es testimonio infalible y confiable de la Tradición, pero una Tradición viva y viviente, que no ha considerado gravamen el estadio precedente, sino que lo ha desarrollado aclarando y explicitando, en plena continuidad con los valores inmutables y perennes de la fe católica.

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