martes, 8 de diciembre de 2020

Apuntes de Escatología (3/12) Muerte e inmortalidad del alma. Parte 2

Completamos con esta segunda parte los dos temas iniciados en la nota anterior: el de la muerte, y el de la inmortalidad del alma. Se trata de un primer paso que estamos dando en estos apuntes sobre el Tratado de la Escatología, o De Novissimis, que hemos iniciado.

----------La persuasión de alguna supervivencia del alma tras la muerte del cuerpo es común a las religiones superiores en cuanto la misma religión implica la relación del hombre con la divinidad, cosa que sería imposible si el hombre de algún modo no pudiera participar del privilegio propio de lo divino que es el de la inmortalidad. Es cierto que la concepción materialista está también ella presente por todas partes, con la consecuencia de considerar la muerte como destrucción total, pero esta extendida presencia de las ideas materialistas, tanto en el mundo antiguo como en el moderno, que tiene la pretensión de ser considerada "científica", no es, por más extendida que esté, testimonio de su verdad, sino que puede ser -y este es precisamente el caso- la huella de ese obscurecimiento de la razón humana, que es consecuencia del pecado original.
----------Por lo demás, la etiqueta de "científico", hoy alardeada por una falsa ciencia, desmadrada de su cauce natural, no es suficiente para que el materialismo, aunque sea enseñado a nivel académico, evite un humanismo que reduce al hombre al nivel del animal, mientras que viceversa la visión religiosa y espiritualista del hombre, ridiculizada por los materialistas, es aquella que, asimilando al hombre a lo divino, exalta la dignidad humana y es el verdadero y efectivo factor de progreso, de cultura y de civilización.
----------Sin embargo, y para ver que la lectura de Biblia no es tan fácil como parece, una sorprendente huella de escepticismo o incredulidad acerca de la supervivencia del alma la encontramos, al parecer, en la misma Sagrada Escritura, también en el libro de Qohèlet, donde el autor pronuncia las siguientes palabras: "Sobre la conducta de los humanos reflexioné así: Dios los prueba y les demuestra que son como bestias. Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad. Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo. ¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?" (Qo 3,18-21).
----------En una primera mirada, parecería aquí que estamos frente al más craso materialismo, pero sería grave error tomar estas palabras por Palabra de Dios, de modo similar a lo que he dicho en la nota anterior, siempre a propósito del Qohèlet. De hecho, este es el único pasaje de la Sagrada Escritura en el cual encontramos afirmaciones tan desconcertantes, cuando debería quedar muy claro que todo el sentido de la Biblia radica en enseñarnos cómo salvar nuestra alma y hacerla digna de la vida eterna.
----------Estas palabras de Qohèlet pueden ser entendidas diversamente: 1) bien como referencia a la simple vida física, la cual evidentemente termina de la misma manera en el hombre y en los animales; 2) o bien que el Autor se refiere a las consecuencias del pecado original ("polvo sois y al polvo retornaréis"), por lo cual el hombre pecando abandona su propia dignidad rebajándose al nivel de las bestias; 3) o bien se trata del desahogo de un alma probada por la duda, la cual, sin embargo, al final, como ya he dicho, recupera la luz.
----------Hay que hacer otra observación por cuanto respecta a una correcta exégesis de la Escritura. Algunos exegetas, de hecho, justamente preocupados por la concepción unitaria del hombre, propia de la Biblia, interpretan sin embargo esta concepción en un sentido nefastamente monístico, negando que la Biblia admita una distinción real entre alma y cuerpo y acusando de tal distinción, que ellos ven como separación (a la manera cartesiana), a un no mejor precisado "dualismo griego", que habría influido en el Autor sagrado o que en todo caso es considerado por ellos criterio inadecuado para interpretar la concepción bíblica del hombre.
----------Estos exegetas se refieren al hecho de que efectivamente la Escritura llama a veces "alma" (por ejemplo, el Antiguo Testamento) y a veces "cuerpo" (por ejemplo, San Pablo) al individuo entero, alma y cuerpo. A partir de ahí estos exegetas comienzan a negar que la Biblia admita una separabilidad del alma del cuerpo; pero aquí se extravían, porque esto es falso, dado que en cambio la Biblia -y este es precisamente uno de los méritos de su enseñanza antropológica- reconoce con la mejor filosofía que la muerte implica exactamente la separación del alma del cuerpo con la consiguiente supervivencia del alma, que deviene, según el lenguaje teológico tradicional, "alma separada", o sea subsistente por sí misma sin el cuerpo, el cual yace como cadáver en el sepulcro y por lo demás destinado a resurgir en la Parusía.
----------Estos exegetas, que muestran tanto ignorancia de la filosofía griega como de las figuras retóricas, no se dan cuenta de que los términos "alma" y "cuerpo" usados ​​en el sentido antes mencionado no son más que sinécdoques (es decir, indicaciones del todo mediante la parte) y no intentan en absoluto expresar un concepto del hombre; mientras que por otro lado ignoran que si en el pensamiento griego existe el inaceptable dualismo platónico, por otro lado también existe en el pensamiento griego la sana dualidad aristotélica de alma y cuerpo, que reconoce la superioridad del espíritu sobre el cuerpo y salva la unidad sustancial del individuo, por lo cual esta doctrina aristotélica es perfectamente compatible con la antropología bíblica.
----------Y por lo demás, la Sagrada Escritura misma (véase, por ejemplo, San Pablo, en muchos de sus textos) conoce un contraste "espíritu-carne", que no debe entenderse en sentido ontológico sino moral, como consecuencia del pecado original y que justifica y funda el ascetismo cristiano que implica la renuncia a lo material para la salvaguarda de lo espiritual, en vista de una recomposición de la relación espíritu-carne según el plan originario de la creación. Si no existiera la distinción alma-cuerpo, colapsaría todo el sentido del ascetismo cristiano y deberíamos vivir como las bestias. Y de hecho se ven hoy las consecuencias aterradoramente hedonistas de esta falsa concepción de la relación alma-cuerpo, que en lugar de distinguir confunde, cayendo en un monismo que nada tiene que ver con la auténtica enseñanza de la Escritura.
----------Otra rendija de escapatoria de los exégetas materialistas para negar que al menos en el Antiguo Testamento existe una doctrina de la inmortalidad del alma, es aquella de señalar que los muertos que viven en los inframundos son representados bajo semblanza corpórea, sin que estos improvisados exegetas se den cuenta -aunque nos preguntamos si son de buena fe- que es normal, en las representaciones tradicionales del más allá, representar el alma separada figurativamente, dado que ella, siendo una sustancia meramente espiritual e invisible, no puede ser evidentemente representada a los ojos humanos de otro modo. De hecho, es normal representar visualmente lo invisible; pero esto no quiere decir que lo invisible no exista.
----------Por otra parte, la concepción cristiana de la muerte -y esto ciertamente Aristóteles no podía haberlo previsto- se inserta, por enseñanza de Cristo explicitada por San Pablo, en el cuadro más amplio de la misma muerte expiativa y redentora de Cristo. Por lo tanto, morir, para el cristiano, no es simplemente un hecho físico ineluctable e inevitable, sino que es un acontecimiento que el cristiano vive, por libre elección, en unión con los mismos sentimientos e intenciones salvíficas del Señor crucificado. Indudablemente esta interpretación y utilización de la muerte viene propuesta por Dios de forma explícita o implícita a todo hombre, pero todo hombre, en base a su libre albedrío, tiene la posibilidad de aceptar o no esta propuesta salvífica.
----------Por lo demás, hay que destacar claramente que la perspectiva cristiana de la inmortalidad no es el simple hecho de la incorruptibilidad ontológica del alma, sino que es la participación por parte del alma de la misma eternidad divina, a la cual precisamente Nuestro Señor Jesucristo llama "vida eterna", la cual es sustancialmente un hecho que pertenece a la buena voluntad del hombre que (en el ámbito de la moral) ha aceptado la vida sobrenatural de la gracia y la ha llevado a cumplimiento en el cielo. Por eso la simple inmortalidad ontológica todavía no dice bienaventuranza, porque también pertenece a los condenados.
----------En esta visual, el lenguaje cristiano habla, siempre en referencia a la voluntad (ámbito de la moral) y no a la esencia del alma (repito, en sentido moral, no ontológico), de "muerte" del alma, que es consecuencia del pecado mortal, que es ese acto moralmente malo por el cual el hombre se priva de la vida sobrenatural, similarmente a la rama que se desprende del tronco de la vid. También en este contexto semántico, la "resurrección", como enseña San Pablo, es ante todo un hecho interior, es decir, la liberación de la culpa hereditaria del pecado original y la adquisición de la vida sobrenatural gracias al bautismo.
----------Entonces, ya finalizando y concluyendo, la visión cristiana de la muerte implica indudablemente, como en Platón, una preparación a la muerte en vista a una bienaventuranza después de la muerte, no sin embargo como en Platón en el sentido de que tal beatitud consista en liberarse del cuerpo, sino en cuanto el cristiano vive en todo momento en la disponibilidad para rendir cuenta de sus propias obras a Cristo dedicándose siempre a las buenas obras, para poder ser asumido, en el momento de la muerte, en la gloria del cielo, en vista de la resurrección final al momento del retorno (parusía) de Nuestro Señor Jesucristo.
----------Hemos dado así, con estas dos notas, la de ayer y la de hoy, un primer paso en la consideración de las realidades escatológicas, reflexionando sobre la muerte y sobre la inmortalidad del alma. En próximas notas abordaremos otras temáticas, como la relación entre inmortalidad y resurrección, la Parusía de Cristo, la bienaventuranza después de la muerte, la purificación después de la muerte, y varios temas más.

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