miércoles, 30 de diciembre de 2020

Por qué es necesario hablar de "herejía lefebvriana"

Tras lo que expresé en mi nota de ayer, utilizando la terminología de "apostasía modernista" y "apostasía lefebvriana", he recibido un par de comentarios discordantes con mis juicios. Los comentarios son, por supuesto, impublicables por el tono de sus expresiones, pero lo que intentan expresar es atendible; de modo que procuraré responderles con la presente nota.

----------En mi nota de ayer, al igual que en las inmediatas anteriores, el tema es la apostasía de la fe, aún cuando se hizo breve alusión a la diferencia entre apostasía y herejía. Basta con leer la nota de ayer para que quien me lea pueda comprender que al hablar de "apostasía modernista" y "apostasía lefebvriana", me estoy refiriendo a alguno de los grados de apostasía que especifico en la nota. Aclaro que santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologiae II-II, q.12, a.1, habla de tres tipos de apostasía, aunque termina aclarando que sólo el tercer tipo, que él llama "apostasía de perfidia" es la verdadera y absoluta apostasía.
----------Pero en mi nota de ayer no me he referido a esas distinciones del Aquinate, sino a los tres grados de apostasía que se derivan de los tres grados de fe religiosa, tal cual debe ser comprendida la fe por el católico. Como considero sumamente importante tenerlo claro, repito a continuación lo dicho:
   
En qué sentido podemos hablar de "apostasía lefebvriana"
   
----------Según el mencionado texto de santo Tomás de Aquino, y según lo expresado en muchas ocasiones por el Magisterio de la Iglesia, y también las expresiones jurídicas del canon 751 del Código de Derecho Canónico, hay que decir que la apostasía verdadera y propia es la pérdida o abandono de la fe divina o fe en Dios en el sentido verdadero y pleno de la palabra, o sea de la fe católica, que (según hemos recibido, como bien debe saberse, del Concilio Vaticano I) es aquella virtud intelectual sobrenatural, por la cual, por divina inspiración y con la ayuda de la gracia creemos que son verdaderas las cosas por Él reveladas en Cristo y que la Iglesia nos propone a creer en la Escritura y en la Tradición, no por su intrínseca verdad demostrada a la luz de la razón natural, sino por la autoridad de Dios mismo revelante.
----------Supuesta esa definición, la fe religiosa tiene por consiguiente tres grados: 1) la fe religiosa comienza con la fe en Dios conocido por la simple razón; 2) se asciende, con la ayuda de la gracia de Dios, a creer en la Iglesia, que enseña en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, la divina revelación o Palabra de Dios, que nos ha sido transmitida por el mismo Cristo en la Escritura y en la Tradición; 3) y en el vértice se cree, siempre por gracia del Espíritu Santo, en todo aquello que Dios Padre nos revela en Cristo y por medio de Cristo, y que la Iglesia nos propone para creer a través de su Magisterio, desde Pedro al último Papa, sin olvidar el Magisterio de los Concilios Ecuménicos reunidos con el Papa y bajo el Papa.
----------Pues bien, expuesto lo cual, se deduce que la apostasía es el pecado que implica rechazar, venir a menos, fallar, o retroceder de la fe según estos tres grados, partiendo de la regla subjetivamente más elevada, más próxima o inmediata de la fe, que es precisamente el Magisterio de la Iglesia, siendo la regla más próxima el Magisterio del Papa actual y de sus inmediatos predecesores, particularmente los Papas del postconcilio, que vienen procurando implementar la reforma promovida por el Concilio Vaticano II. De manera que, por consiguiente, los tres grados de apostasía son: 1°) Falla la fe en el Magisterio, o sea la fe eclesiástica, pero permanece la fe en Cristo, que constituye la regla intermedia o mediadora. 2°) Falla la fe en Cristo, permanece la fe en Dios, como en los filósofos, por ejemplo en Platón, Aristóteles, Plotino o Kant, o en la masonería, en el Islam, o en el Judaísmo. 3°) Falla la fe en Dios, que es la regla lejana, fundamental y basilar de la fe religiosa, aquella objetivamente más elevada e importante, tenemos la forma más grave de la apostasía, que es el ateísmo o el panteísmo o la idolatría. Es fácil inferir así en qué sentido se llama "apóstata" por caso a un modernista rahneriano o a un pasadista lefebvriano: en ellos falla la fe del 1° grado.
----------Por consiguiente, quienquiera que practique la fe católica de manera diferente o en contra de la definición dogmática de fe que hemos dado líneas arriba, tomada del Concilio Vaticano I, y que hemos explicado, no practica verdaderamente la fe o no tiene una verdadera fe, sino una opinión subjetiva o una idea personal o una emoción o un sentimiento o una fantasía, aunque fuera un teólogo, un obispo o un Cardenal. Esto se ve claramente en la que podemos llamar "apostasía modernista". Por ejemplo, quien concibiera la fe a la manera de Karl Rahner [1904-1984], como "experiencia de Dios trascendental atemática pre-conceptual" o quien, como el cardenal Carlo Maria Martini [1927-2012], sostuviera que todo acto de fe es constantemente puesto en duda por un impulso interior hacia el ateísmo, no practica la virtud sobrenatural de la fe y es implícitamente un apóstata o un incrédulo o un gnóstico o un ateo o un agnóstico.
----------Por supuesto, la forma más grave de la apostasía es ciertamente la pérdida de la fe en Dios (3° grado). Pero, para el católico, ya el rechazo de la obediencia a la Iglesia y al Papa (1° grado, o sea, los casos de los modernistas y de los lefebvrianos), es un inicio de apostasía. Para un católico, hacerse protestante o musulmán es un apostatar, ciertamente no tan grave como el caso de quien ya no cree en Dios. Por ende, de modo similar, se puede hablar de "apostasía lefebvriana", en ese mismo sentido, al fallar en los lefebvrianos la fe en el Magisterio de la Iglesia, o sea la fe eclesiástica, aunque permanece o puede permanecer la fe en Cristo, que constituye la regla intermedia o mediadora.
----------Sin embargo, una vez que he vuelto a explicar en qué sentido se habla legítimamente de "apostasía lefebvriana", escribiré ahora un apartado acerca de lo que considero más urgente, y que responde al título general de esta publicación, precisamente porque en los mensajes recibidos se hace referencia al tema.
   
En qué sentido podemos y debemos hablar de "herejía lefebvriana"
   
----------El concepto de herejía se puede expresar utilizando variadas expresiones verbales equivalentes. No debemos aferrarnos a las palabras, sino prestar atención al concepto que expresan; de lo contrario, somos hipócritas, fariseos obtusos, o sea fanáticos encerrados en sí mismos.
----------Por ejemplo, si afirmamos que "José, el viejo verdulero del barrio, ya no vive", está claro que lo que se intenta decir es que "José, el viejo verdulero del barrio, está muerto". La 1° frase usa otras palabras para expresar el mismo concepto de la 2°. Así, es fácil deducir que si el papa san Pablo VI, como lo escribió en su momento en carta personal y reiteró luego, le dice al obispo Marcel François Marie Joseph Lefebvre [1905-1991] que sus ideas están "contra la fe" y lo invita a someterse en la obediencia a la Iglesia y al Sucesor de Pedro, es evidente que intenta acusarlo de herejía, aunque no use la palabra "herejía". Vale decir, el buen sentido común nos dice que tras las palabras "sus ideas están contra la fe" se expresa una acusación de herejía. ¿Qué es, de hecho, la herejía, sino una proposición contra la fe derivada de la negativa a obedecer las doctrinas de la Iglesia y a su Suprema Autoridad Apostólica? Sin embargo, como suele verse hoy con frecuencia, existen sedicentes "católicos" que, incluso delante de similares evidencias, intentan cavilar sutilmente con fútiles sofismas, pero de hecho hay poco para sutilizar, porque se trata de inútiles sofismas precisamente.
----------Son muchos los que hoy afirman que no estaba en error contra la fe el obispo herético y cismático Marcel Lefebvre, sino que la que estaba en el error era toda la asamblea episcopal del Concilio Ecuménico Vaticano II, y en consecuencia todos los Papas del postconcilio, en cuyos pontificados no han tenido otra intención principal más que la de aplicar las doctrinas y directivas del Concilio Vaticano II; de tal modo Lefebvre y los lefebvrianos piensan que han estado en el error el papa san Juan XXIII, el papa san Pablo VI, el papa san Juan Pablo II (sin olvidar a Juan Pablo I), y también el papa hoy emérito Benedicto XVI, y el actual pontífice Francisco, en cuanto ellos los llaman "responsables" de la continuidad de los "errores" derivados, según ellos, nada menos que de un Concilio Ecuménico, que según ellos fue "sólo pastoral" y por tanto "no dogmático", errores por causa de los cuales la Iglesia se habría dejado deslizar en la "apostasía de la fe" (expresión que no es invento mío, sino tomado de múltiples discursos de Lefebvre y de los lefebvrianos).
----------Claro que también debe decirse que, al afirmar todo lo antes expuesto, indudablemente son ellos, los lefebvrianos, los herejes y los difusores de peligrosas herejías, sin ninguna posibilidad de cavilaciones sofísticas justificativas en el plano teológico, o metafísico y epistemológico, si de verdad queremos ser serios. En realidad, el Concilio Vaticano II, aunque no ha sancionado nuevos dogmas, según los principios y los tres diversos grados de la infalibilidad (enseñados por el Magisterio de la Iglesia) ha sancionado nuevas doctrinas vinculantes, que a ningún fiel católico que se precie de tal le es posible rechazar.
----------Sin embargo, aún en el caso de que Fulano de Tal sea un hereje patente y manifiesto, la Santa Sede, por sus propios y respetables motivos, es libre de pronunciar o no un juicio de herejía. Por lo tanto, es necesario distinguir en los problemas de herejía cuál es la tarea del teólogo y cuál es la tarea de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se trata, en efecto, de dos orientaciones o funciones pastorales diferentes que de algún modo son independientes entre sí. La Sede Apostólica nunca ha sostenido ciertas teorías y siempre ha dejado a los teólogos la libertad para expresar sus opiniones.
----------Ahora bien, respecto a la tarea del teólogo, con posterioridad a la expresión de algún teólogo, la Sede Apostólica puede reprochar o reconvenir a un determinado teólogo que se ha equivocado al juzgar a otro como hereje; pero de ninguna manera, en absoluto, prohíbe a un teólogo detectar en los escritos o expresiones de otro teólogo las semillas o gérmenes de un pensamiento herético. En cuanto al teólogo que viene a ser acusado de herejía por un colega suyo, debe evitar indignarse (cosa que, en cambio, lamentablemente sucede con frecuencia). Lo que digo es que debe evitar indignarse como si lo hubieran difamado. Todo lo contrario, muy lejos de ello, el imputado debe examinar los cargos que se le imputan y actuar en consecuencia. ¿Cuál debe ser su comportamiento? Si los cargos son correctos, tendrá que corregirse; si, por el contrario, las imputaciones están equivocadas, el teólogo acusador tendrá que disculparse o reparar el mal hecho.
----------Consideremos ahora la tarea de la Congregación de la Fe. Podríamos preguntarnos si, por parte de la Santa Sede, el acto de evidenciar, destacar, poner de manifiesto, el hecho de que Lefebvre ha sido un hereje en sus expresiones y en sus escritos, podría ser o no útil para obtener el retorno de los lefebvrianos a la Iglesia. Vale decir, se trata de una decisión pastoral, o disciplinar, o de gobierno de la Iglesia, que privadamente cada fiel puede juzgar correcta, aprobar, o disentir de ella, criticarla. ¿Qué ha ocurrido de hecho? El hecho es que la Sede Apostólica ha procedido hasta ahora con demasiada delicadeza y los lefebvrianos se han aprovechado de ello para arrastrar la controversia ad infinitum. Con magnanimidad, el papa Benedicto XVI tomó la actitud de invitar a estos cismáticos y herejes a reconsiderar su posición, a través de un diálogo teológico llevado a cabo hace unos diez años; pero, aún así, los lefebvrianos no abandonaron su obstinada actitud. Hoy, el papa Francisco ha tomado otra actitud pastoral: a juzgar por la inutilidad de los resultados, el Papa ha juzgado que el diálogo no es pertinente dada tal obstinación, como se lo ha hecho saber a los lefebvrianos.
----------La cuestión de fondo que considero más importante es la que paso ahora a exponer brevemente. ¿Es prudente que la Santa Sede siga evitando el término "herejía" para identificar a los herejes, tanto sea los modernistas como los pasadistas? ¿Ha sido la Sede Apostólica hasta ahora demasiado parca al utilizar el término "herejía", acaso para no evocar los oscuros fantasmas del pasado? Sin embargo, está a la vista que esta excesiva indulgencia, por no decir negligencia docente, ha acabado por permitir el surgimiento, o el resurgimiento o la libre circulación, de muchas y variadas herejías, empezando por las de los modernistas, por ejemplo Karl Rahner, Hans Küng, Edward Schillebeeckx, y otros, errores contra la fe que perduran hasta hoy y todavía siguen difundiéndose, herejías presentadas por ciertos sujetos particularmente agresivos como "naturales" frutos del Concilio Vaticano II y su auténtica interpretación e implementación, y esto desde el colegio cardenalicio hasta el sacristán de una parroquia rural; un Concilio que estos herejes patentes, abiertos y manifiestos que son los lefebvrianos y los variados filolefebvrianos, incluidos los actuales viganianos, señalan como "el mal" y por lo tanto como la "natural" fuente y origen de todos los males que hoy sufre la Iglesia.
----------Creo que es para todos evidente que así no se puede ir hacia adelante, porque la herejía pone obstáculo a la salvación. Para detener la herejía, es necesario, por lo tanto, volver a usar el término "herejía" cuando sea el caso, de un modo bien ponderado, examinado y evaluado, vale decir, separando en una determinada expresión teológica los elementos útiles, valiosos, conformes al depósito de la fe, de las escorias y basuras que tergiversan y falsean el dogma; así como un médico consciente de su función hace el diagnóstico de un carcinoma o de leucemia, con la diferencia de que estos males casi siempre no son curables, mientras que las herejías, a diferencia de lo que se pensaba en el pasado, se pueden curar.
----------La Iglesia, según ha dicho el papa Francisco en repetidas ocasiones, es "hospital de campaña". De acuerdo. ¿Pero, le podríamos preguntar respetuosamente al Santo Padre, dónde están los médicos? Porque la verdad es que las herejías no van a desaparecer por sí solas por el hecho de que no se hable de ellas o no se las trate. En efecto, como demuestran los hechos, las herejías aumentan y si la palabra "herejía" no es usada por el órgano que autorizadamente debe usarla, para bien de toda la Iglesia, ocurre finalmente que la palabra acaba siendo utilizada de forma inapropiada por temerarios exasperados como atestiguan por ejemplo los extremistas que hoy incluso acusan al Sumo Pontífice de herejía, y no solo al Papa actual, sino a sus antecesores, que se sucedieron en la Cátedra de Pedro desde 1958 en adelante. Con todo el respeto debido a Su Santidad: ¿en tales condiciones de confusión en la fe, es posible seriamente seguir hablando de "Iglesia hospital de campaña" si se tolera la presencia de la herejía, enfermedad de la fe, travestida de sanidad, como ocurre hoy?
----------¿Acaso cuando un médico comete errores en el tratamiento de una enfermedad o en la aplicación de una droga o medicamento, no debe ser juzgado y, si es el caso, privado de su licencia médica, debiendo dejar de ser médico, porque ya no cumple su rol? El púdico uso de circunlocuciones para aludir a la herejía puede ser útil en ciertas situaciones inocuas, pero usar esos circunloquios de modo sistemático no tiene por efecto, como ha demostrado la experiencia, otro efecto más que el de otorgar licencia para que cualquiera abrace la herejía bajo los pretextos más engañosos que todos conocemos.
----------Si aplicamos en todos los ámbitos este principio devastador, dado que todos somos falibles, ya nadie debería hacer nada más por temor a equivocarse. He aquí por qué quizás ha llegado el momento de abordar de manera decidida la cuestión doctrinal desde la perspectiva que intento explicar.
----------Está claro que los lefebvrianos no son la principal corriente herética; mucho más difundida lo está la herejía modernista y, al menos, por todos es sabido que los que adhieren a la herejía lefebvriana se hallan canónicamente fuera de la Iglesia; vale decir, mientras la herejía modernista, muchísimo más difundida, es una corriente herética subversiva y embozada en el interior de la Iglesia, constituyendo de hecho un cisma implícito, la herejía lefebvriana es una corriente exterior a la Iglesia, y un cisma explícito.
----------Sin embargo, a pesar de ser ínfima minoría, los lefebvrianos se consideran católicos, y cuentan con simpatizantes de mayor o menor adhesión. Por eso es necesario hacer comprender de una vez por todas a los lefebvrianos (digo, no a los obstinados y contumaces, sino al menos a los lefebvrianos de buena fe, que aman la verdad y quieren sinceramente ser católicos y respetar la Tradición), que son víctimas de la herejía, esperando que escuchen. De lo contrario, es necesario advertir claramente a los fieles del peligro, porque está a la vista que estos falsos católicos continúan haciendo proselitismo del odio contra Roma, contra el Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, contra el Magisterio y contra las doctrinas del Concilio Vaticano II.
----------Es fácil advertir que el papa Francisco, permanentemente en su magisterio y en su actuación pastoral, intenta ser portavoz y mediador de esa divina Misericordia, abrazados por la cual vivimos todos los hombres. Ahora bien, no necesito recurrir a la mención de aquella compañera de la divina Misericordia que es la divina Justicia, para terminar esta nota recordando que el reproche, la corrección del error, la identificación de la herejía y la lucha contra la herejía, antes de ser actos de justicia, son verdaderos actos de misericordia, de los cuales la Iglesia docente y guía del pueblo fiel no puede ni debe sustraerse nunca.

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