No es la primera vez en este blog que consideramos el significado dogmático y moral que podemos discernir los católicos en la actual pandemia Covid-19; y tampoco es la primera vez que me refiero a la tergiversación que de ese significado se hace a partir de los erróneos presupuestos del buenismo o misericordismo, actualmente tan difundidos en la Iglesia, incluso entre gran cantidad de Obispos y sacerdotes.
----------No es fácil encontrar, ni siquiera en la enorme galaxia que constituye toda la información existente en la internet, alguna exposición teórica más o menos fundamentada de las tesis buenistas aplicadas a la pandemia del Covid-19. Naturalmente, existen por todos lados expresiones de Obispos, sacerdotes y laicos, que son reveladoras (objetivamente consideradas, o sea materialmente consideradas) de errores misericordistas: homilías, entrevistas, artículos periodísticos, notas en blog, videos, contienen numerosas de esas expresiones ajenas a la recta comprensión de nuestra fe. Sin ir más lejos, en el inicio de los efectos de la pandemia en Argentina, en el pasado otoño, en este blog mencionábamos algunas declaraciones de obispos argentinos que iban en esta línea, y cité por ejemplo al cardenal de Buenos Aires, y a los obispos de La Plata, Mendoza, Mercedes, y San Isidro. Pero, en general, se trata apenas de casuales expresiones misericordistas, dichas al paso, coloquiales, sin llegar a constituir nunca expresiones con pretensión de ser exposiciones sistemáticas o al menos más o menos fundamentadas del buenismo hoy en boga.
----------De ahí que es una verdadera suerte haberme topado con un artículo donde un conocido sacerdote jesuita, de especializada formación bíblica, pretende exponer de modo fundamentado las tesis buenistas aplicadas a la pandemia del Covid-19.
----------El 2 de mayo del año todavía en curso, en el n. 4077 de La Civiltà Cattolica, apareció un artículo titulado: ¿El virus es un castigo de Dios?, firmado por el padre David Mark Neuhaus SJ [n.1962], de nacionalidad judía, conversión adulta al catolicismo, bautizado a los 26 años, cuando ya contaba con un doctorado en ciencias políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1992, recibiendo en el 2000 su ordenación sacerdotal. Adelantándome a lo que enseguida voy a demostrar, tengo que decir que a pesar de la depurada especialización bíblica que debemos presuponer en alguien formado en el Pontificio Instituto Bíblico de Jerusalén, e incluso superior de la comunidad jesuita en dicha institución, su interpretación de la actual pandemia pone de manifiesto una errónea lectura de la Sagrada Escritura.
Una equivocada interpretación de la Escritura
----------Como dije, el padre Neuhaus titula su artículo: ¿El virus es un castigo de Dios?. Se trata de una pregunta que muchos se plantean y hay quienes responden sí y quienes responden no. Mis lectores saben bien que yo respondo que sí, precisamente sobre la base de aquella misma Sagrada Escritura, sobre la cual Neuhaus pretende basarse para decir no. Veamos sus posiciones en orden y demos una respuesta.
----------Arriba he dado el enlace al artículo completo del padre Neuhaus, en idioma italiano. Citaré los párrafos que considero los más importantes y expresivos, vertiéndolos al español. Neuhaus comienza por decir: "Para aquellos que aman de veras la Biblia, puede resultar desconcertante que alguien esté plegando para su propio uso y consumo algunos pasajes bíblicos que podrían hacer alusión a una crisis como la del coronavirus. Se trata de versículos sistemáticamente extrapolados del contexto y aplicados a la fuerza a la realidad actual. Los profetas de calamidades los usan para proclamar que la pandemia que estamos experimentando es un castigo de Dios que está enojado contra un mundo pecador. Ellos citan versículos contra cualquier cosa que conmueve su sensibilidad y se enfurecen a golpes de Escritura sobre una humanidad ya herida y sangrante. A veces parece casi advertirse la satisfacción con la que citan pasajes que describen plagas y catástrofes lanzadas por un Dios susceptible sobre un mundo que tiene necesidad de ser castigado.
----------En el mismo escenario, junto a estos sedicentes profetas animados por la ira divina, se encuentran los moralistas del 'te lo dije', quienes a su vez han escudriñado las Escrituras en busca de textos que les permitan predicar con autoridad sus convicciones acerca de lo que es correcto para un mundo que finalmente deberá reconocer que la de ellos es de hecho la receta para un mañana mejor. Tanto los profetas de calamidades como los moralistas de 'te lo dije' parecen estar irrefutablemente convencidos de que la crisis Covid-19 encaja en un modelo bíblico de castigo o reproche divino".
----------Ahora bien, antes de seguir adelante, y para respetar los pasos del clásico método escolástico, la tesis central que por mi parte sostengo contra Neuhaus es la siguiente: la Biblia nos ayuda a comprender que la pandemia que estamos viviendo es un castigo de Dios airado contra un mundo pecador.
----------Como primer "cable a tierra" o fundamento real de mi exposición, comienzo por decir que es evidente que hoy en día se han difundido en el mundo y en la Iglesia graves pecados contra Dios y el prójimo, impiedad, blasfemia, incredulidad, necedad, hipocresía, herejía, cisma, tibieza, apostasía, duplicidad, soberbia, injusticias, discordias, odio, crueldad, persecuciones de inocentes, impunidad a malvivientes, difamaciones, violencia, corrupción, avaricia, lujuria, sodomía. Para no ver estas cosas se debe ser ciego o estar en mala fe o tener distorsionados criterios de juicio o bien estar implicados en los mismos pecados.
----------La tesis central del padre Neuhaus es desaprobar la aplicación que algunos hacen (y también hago yo) de los relatos bíblicos de castigos divinos a la actual pandemia del Covid-19. Según el autor, se trataría de "versículos sistemáticamente extrapolados del contexto y aplicados a la fuerza a la realidad actual". Pero lo que ante todo aquí debemos advertir es que el contexto histórico no tiene ninguna importancia. ¿Qué importa que se trate del pecado original de Adán y Eva, o que se trate de la humanidad pecadora al tiempo de Noé, o del pecado de Sodoma y Gomorra, o de Jericó, o de los egipcios, o de la derrota de los enemigos de Israel, o del pecado de David, o del castigo de Ananías y Safira, o del castigo de Babilonia, o de mil otros castigos, cuando el concepto es siempre uno y el mismo, o sea, que Dios castiga el pecado?
----------Ahora bien, no es necesario tener un especial conocimiento de la Sagrada Escritura, ni haberse especializado en exégesis y hermenéutica bíblica en el Pontificio Instituto Bíblico de Jerusalén, para darse cuenta de cómo la Biblia infinidad de veces atribuye, por medio de los profetas, a intervenciones punitivas de Dios por los pecados cometidos, los sufrimientos o desgracias: ya se trate de cataclismos, o bien de otros desastres naturales o producidos por el hombre, o guerras, o derrotas, o invasiones extranjeras, o tiranías, o hambrunas, o pestilencias, o sequías, o langostas, o inundaciones, o terremotos, o enfermedades diversas, que afectan al pueblo de Israel, a las personas individuales y a los otros pueblos.
Profetas de calamidades y torturadores crueles
----------Pasa luego el padre Neuhaus a hablar de quienes no alcanza a definir nada mejor que como "profetas de calamidades, que citan versículos contra cualquier cosa que conmueve su sensibilidad y se enfurecen a golpes de Escritura sobre una humanidad ya herida y sangrante". Pero queda latente la pregunta: ¿Quiénes son estas personas crueles y abyectas? Es cierto que hay pseudocatólicos que odian al papa Francisco, que deliran diciendo que la pandemia es un castigo divino por los pecados del Papa. Pero el caso es que Neuhaus hace imprudentemente de todas las hierbas un hato, y se la agarra indiscriminadamente contra todos los que hablan de castigos divinos, acaso incluso los Santos y los más doctos teólogos tomistas, fieles al Papa. Es muy grave, viniendo de un sacerdote jesuita, que debería ser un maestro en el discernimiento, la acusación de incurrir en una tal confusión entre charlatanes y auténticos eruditos.
----------Si quiere ser creíble, Neuhaus debería dar los nombres de aquellos a los que él llama "profetas de calamidades", como cualquier buen y honesto académico, sea exégeta, o filósofo, o teólogo, hace siempre, citando los nombres de los adversarios de tesis de razón o de fe o de doctrina católica, y examinando puntualmente dichas tesis y refutándolas una por una. Vale decir, lo que no hace Neuhaus es salir, exponerse al descubierto, dar un paso adelante y refutar, si es capaz y está en grado de hacerlo, a quienes denomina despectivamente con el nombre de "profeta de calamidades". Para decirlo con franqueza y usar las debidas palabras castellanas, al no ofrecer debidos argumentos, se trata de un difamador y un falsificador de la Escritura, ignorante de la Tradición, de la doctrina de la Iglesia y de la enseñanza de los Santos.
----------Pero no nos apresuremos, y vayamos por pasos. Son interesantes las acusaciones de Neuhaus a los vigilantes centinelas de Dios: "se enfurecen a golpes de Escritura sobre una humanidad ya herida y sangrante. A veces parece casi advertirse la satisfacción con la que citan pasajes que describen plagas y catástrofes lanzadas por un Dios susceptible sobre un mundo que tiene necesidad de ser castigado".
----------Se trata de una lúgubre visión de contornos dantescos, calumniosa y maliciosamente distorsionada, la de Neuhaus, que quisiera presentar a quienes, siguiendo el ejemplo de los Santos y de los profetas bíblicos, recuerdan que la pandemia es un paterno llamado divino a la penitencia y a la conversión, como si fueran crueles atormentadores, que sádicamente disfrutan añadiendo tormento al tormento, maldición divina al sufrimiento humano, sentimiento de culpa a la desgracia, invocando tremendo castigo para una pobre humanidad inocente y sufriente, que tiene solo necesidad de ser compadecida, asistida y cuidada con inmenso amor.
----------Ahora bien, nadie pone en duda el sagrado deber de la solidaridad humana. El hecho de que Dios nos llame a la penitencia y a la conversión con sus castigos, no quiere decir en absoluto que no debamos actuar y luchar continuamente para liberarnos a nosotros mismos y a los demás del sufrimiento. Está claro que si Dios nos envía el sufrimiento, no lo ama por sí mismo, y sigue siendo siempre verdadero que Él quiere que mediante el sufrimiento vivido en Cristo, nos liberemos escatológicamente del sufrimiento.
----------Hablar de un Dios "susceptible" (como hace Neuhaus) para referirse al Dios que castiga, es un signo de ánimo impío. Porque, a decir verdad, "susceptible" es aquel que se la toma a mal o se enoja o guarda rencor por nada y tiende a vengarse. ¡Quién puede figurarse que Dios puede ser concebido de esta manera, como susceptible! Aquí falta totalmente el verdadero concepto de castigo divino, sobre el cual he venido tratando en otras notas de este blog. El caso es que en Neuhaus ¡estamos en la concepción del castigo divino, que está bien, en cierto modo, en la idolatría de la Pachamama!
----------Neuhaus tiene una noción pueril de la bondad divina, como la que un niño mimado podría quizás concebir hacia su madre, que lo complace en todos sus caprichos y que, si ella se atreve a hacerle un reclamo, entonces la cataloga como madre "mala" e inmediatamente le ordena que sea "buena".
----------Es una tontería también ironizar sobre la expresión "te lo dije", que en la vida real (y cada uno de nosotros puede dar personal testimonio, recordando quizás a nuestros padres, o nuestros abuelos, o nuestros primeros maestros) expresa el caritativo comentario del maestro o del educador o del pastor o del profeta, que constata el daño y, por ende, también decimos el castigo, que se ha tirado encima el discípulo o el fiel, que ha creído poder actuar de propia cabeza y pecar impunemente. También Dios actúa similarmente con nosotros por medio del reproche de nuestra conciencia, que con remordimiento interior nos castiga por haber pecado.
El Concilio traicionado por los misericordistas del Dios que no castiga
----------Neuhaus utiliza deslealmente para sus acusaciones la famosa expresión del papa san Juan XXIII [1958-1963], el 11 de octubre de 1962, durante el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, "profetas de calamidades", pero que él relacionó a un contexto histórico muy diferente al que vivimos hoy nosotros, a saber, la existencia, en ese entonces, de sedicentes profetas, de teólogos atrasados y de moralistas catastróficos, que no podían ver en el mundo moderno otra cosa más que errores y pecados, heraldos convencidos de la inminencia del fin del mundo y de sus correspondientes apocalípticos castigos divinos precursores.
----------El papa san Juan XXIII, en cambio, como es sabido, al convocar el Concilio fue movido por sentimientos y convicciones muy diferentes, estos sí verdaderamente proféticos, a saber, que era necesario que la Iglesia, sin renunciar a la condena de los errores modernos, que se daba por presupuesta, asumiera, con sabio examen crítico, los valores de la modernidad, en vista a una nueva evangelización, tal de atraer a Nuestro Señor Jesucristo y a la Iglesia a todos los hombres de buena voluntad del mundo de hoy.
----------Pero, ¿qué ha sucedido en estos cincuenta años? Que la Iglesia ciertamente ha comenzado a poner en práctica la reforma conciliar, guiada por Papas santos, pero inesperadamente, ya en los primeros años del postconcilio, una turba de modernistas encabezada por Karl Rahner [1904-1984], feroces y poderosos, fruto de una elaborada conjura secreta ciertamente preparada desde hacía tiempo, apareció de repente en escena, tomando por sorpresa al episcopado y al mismo papa san Pablo VI [1963-1978], los cuales, mientras esperaban el "nuevo Pentecostés", llevados por un ingenuo optimismo y habiendo bajado la guardia, en la convicción que ya no había profetas de calamidades y errores que condenar, lo esperaban todo menos un retorno del modernismo peor aún que el de la época del papa san Pío X [1903-1914].
----------A diferencia del Papa y de aquellos obispos, los rahnerianos, con una propaganda formidable, fuerte apoyo económico (¿de quién?) y la connivencia de algunos Cardenales, en poco tiempo persuadieron a muchísimos de la validez de su interpretación modernista del Concilio y con su ruido y sus seductores discursos pusieron sordina a la más débil, aunque sapientísima, voz del Papa, ganaron de mano al episcopado y al mismo Pablo VI, santo hombre, el cual, sin embargo, no supo oponer resistencia, siempre esperando en el diálogo con ellos, y siempre regularmente burlado y humillado, tanto que diez años después del Concilio, el Santo Pontífice pronunció con inmensa amargura la célebre frase, que se ha vuelto histórica: "esperábamos una primavera y ha llegado una tempestad", que aún hoy perdura y de hecho se ha agravado.
----------Y si con el papa Juan aparecieron profetas de calamidades demasiado pesimistas, hoy los hay todavía y peores. Pero también hay algunos sabios, que lamentablemente Neuhaus, con sus anteojeras modernistas, no sabe reconocer y en cambio le haría mucho bien escucharlos para el bien de la Iglesia y para ayudar verdaderamente al papa Francisco, asediada como hoy está la Iglesia por fuerzas satánicas.
El castigo divino, un tema fundamental de la Sagrada Escritura
----------Neuhaus encuentra sobre todo dos pasajes de la Biblia que los sostenedores del castigo divino "pliegan para su propio uso y consumo", dice él. Comentando estos pasajes, Neuhaus se esfuerza por demostrar con hábiles acrobacias exegéticas, que aquí en realidad no se trata en absoluto de castigos divinos, sino de normales manifestaciones de la divina Providencia, quizás expresadas, como veremos, en el Apocalipsis, con imágenes simbólicas, impresionantes y enfáticas. Y con esto Neuhaus parece considerar que ha agotado el tema de los castigos divinos. Pero en realidad, como veremos, se quita de encima la tarea de un modo demasiado fácil y casi parece que quisiera burlarse de nosotros. Examinemos atentamente lo que dice.
----------1) El primer pasaje es el capítulo 24 del segundo libro de Samuel. Es la historia de la peste con la que Dios castigó al pueblo de Israel por una culpa cometida por el rey David, la de haber ordenado un censo con la pretensión de considerar suyo un pueblo que, por el contrario, era pueblo de Dios.
----------Dice Neuhaus, y permítanme transcribirlo extensamente al español: "El capítulo se abre con palabras amenazantes: 'La ira del Señor se encendió de nuevo contra Israel' (2 Sam 24,1) ¿Por qué? Porque David había ordenado el censo, no obstante la resistencia de su general supremo, Joab. El astuto Joab parecía darse cuenta del hecho de que esta acción era contraria al mandamiento de la Ley. Porque un censo debía estar indisolublemente ligado a la recaudación de fondos para el templo. Leemos, de hecho, en el Éxodo: 'Cuando se cuente a los israelitas uno por uno para el censo, en el momento del censo, cada uno de ellos pagará al Señor el rescate de su vida, para que no los golpee un flagelo con ocasión de su censo’ (Ex 30,12).
----------En realidad, el conteo del pueblo, que se había vuelto muy numeroso, debía estar ligado a un gesto de agradecimiento, de reconocimiento hacia Dios, que había cumplido las promesas hechas a los patriarcas: 'Pondré mi alianza entre tú y yo y te haré muy pero muy numeroso' (Gen 17,2). En cambio, David había ordenado el censo ignorando la Ley, y así había vuelto a demostrar que tendía a sustituirse a Dios, que pretendía ser él la fuente de la fuerza del pueblo, como ya lo había mostrado al aspirar a construir un templo que Dios no quería (cf. 2 Sam 7) y llegando incluso a matar al marido de Betsabé, para hacerla suya (cf. 2 Sam 12).
----------Si bien David, una vez cumplido el censo, se arrepintió, el relato bíblico nos informa que Dios exigió un precio terrible. Le permitió a David elegir entre tres años de carestía, tres meses de huida perseguido por sus enemigos o tres días de peste. El rey solo pidió no caer en manos de los enemigos. 'Así envió el Señor la peste a Israel, desde aquella mañana hasta el tiempo fijado; desde Dan hasta Beerseba setenta mil murieron entre el pueblo' (2 Sam 24,15). Solo cuando el ángel devastador extendió su mano sobre Jerusalén, el Señor le dijo al ángel: '¡Ya es suficiente! ¡Retira tu mano!' (2 Sam 24,16). El replanteamiento de Dios es provocado por el hecho de que David había asumido la responsabilidad de su pecado: 'He pecado, he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? ¡Que tu mano venga contra mí y contra la casa de mi padre!' (2 Sam 24,17).
----------He aquí el punto. Tenemos la convergencia entre pecado e ira, entre ofensa y consecuencias nefastas. De este pasaje, extrapolado del contexto, los profetas de calamidades -a los que nos hemos referido anteriormente- podrían realmente inferir que la actual crisis -y antes de ella, las inundaciones, los huracanes, las erupciones volcánicas, los tsunamis, el SIDA y cualquier otra calamidad natural y humana- sea signo del pecado y de la ira, propiamente como se describe en la Biblia. En cambio, es importante subrayar que quienquiera hiciera esta deducción estaría dando una lectura falsa del texto, ignorando su contexto -tanto histórico como narrativo- las intenciones del autor y el mensaje teológico subyacente.
----------La narración del censo, de hecho, es parte de una larga historia que comienza con el ingreso al País, en el libro de Josué, y avanza ininterrumpidamente hacia la destrucción de Jerusalén y del templo. Esta amplia saga, escrita hacia mediados del siglo VI a.C., es el fruto literario de un autor o de una escuela de autores a quienes los estudiosos llaman 'deuteronomista'. El problema candente de la época era el de meditar sobre la calamidad de la destrucción del templo, que Salomón había construido, y de la ciudad de Jerusalén, con el consiguiente exilio a Babilonia. En suma, la pregunta a la cual responde ese texto es: ¿cómo es posible que Dios le haya dado la tierra a Josué y que haya sido perdida con la invasión babilónica?
----------La entera tradición narrativa deuteronomista ha sido escrita en un contexto de devastación: todo se había perdido. El pueblo debía releer su propia historia para asumir su responsabilidad en ella y pedirle perdón a Dios. La página bíblica no pretende afirmar la pestilencia como punición divina, sino la necesidad de que el pueblo, al igual que David, asuma sus propias responsabilidades en los hechos que han llevado al exilio.
----------Ciertamente, según la comprensión de Dios en la Escritura, que está siempre en devenir, se ve que todavía existe aquí una mentalidad religiosa que tiende a referir todo a Dios como causa primera y a conectar cada adversidad con un precedente pecado cometido, por el individuo o por otros. Tras la posterior 'corrección' de los textos proféticos (por ejemplo Ezequiel), para el cual cada uno paga sólo las consecuencias de su propio pecado, será Jesús quien contradiga esta lógica religiosa de estricta dependencia entre culpa y castigo (como en el caso de los episodios de la torre de Siloé y del ciego de nacimiento)".
----------2) El segundo pasaje con el que argumenta Neuhaus es el capítulo 16 del Apocalipsis. Y dice esto: "Una serie devastadora de pestilencias, que recuerdan a las de Egipto, se lanza contra un pueblo pecador. Una voz celestial ordena a siete ángeles: 'Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios' (Ap 16,1). Y sobre el mundo se lanza 'una plaga feroz y maligna' (v.2); en el mar 'se formó sangre como la de un muerto' (v.3); 'los ríos y las fuentes de aguas (…) devinieron sangre' (v.4); 'los hombres ardían por el terrible calor' (v.9); 'tinieblas' (v.10); 'las aguas (del gran río Éufrates) se secaron' (v.12); 'enormes piedras de granizo, pesadas como talentos, cayeron del cielo sobre los hombres' (v.21).
----------Concluye Neuhaus diciendo: "En nuestro tiempo, el Apocalipsis nos recuerda que la Iglesia está llamada a no secundar una cultura dominante, impregnada de miedo, de acusaciones, de cierres y de aislamiento. Si el mundo ofrece una visión del futuro construida sobre el miedo, la Iglesia, en cambio, inspirándose en la Biblia y en el Apocalipsis que la concluye, ofrece una perspectiva diferente, animada y fundada en la certeza de la Buena Nueva de la victoria de Cristo".
----------Sí, de acuerdo. ¿Pero nosotros venceremos con Él? Así lo esperamos. Pero de hecho, hay condiciones precisas para ello: reconocer humildemente nuestros pecados, confesarlos, hacer penitencia por ellos; tomar ocasión de las desgracias de la vida, renovar continuamente los buenos propósitos, esforzarnos por avanzar hacia el Reino con las buenas obras, siempre abiertos al influjo de la gracia y a los impulsos del Espíritu. De lo contrario, no alcanzaremos la meta, sino que estaremos perdidos para siempre.
----------Y el caso es que con solamente estos dos ejemplos Neuhaus considera haber liquidado a los "profetas de calamidades" y con ello la cuestión de los castigos divinos. Pero yo me pregunto: ¿todo lo referente a los castigos divinos en la Biblia está aquí? ¿No se queda un poco corto?... Neuhaus parece ignorar que los pasajes bíblicos que hablan de castigos divinos son una infinidad. En realidad, el tema del castigo humano o divino es uno de los temas fundamentales de la Sagrada Escritura, tratado en todos sus aspectos y conexiones con los otros temas morales y teológicos fundamentales. No hay que "doblar" o "plegar" absolutamente nada. Basta reconocer la verdad sin anteojeras buenistas. Cualquiera que conozca la Escritura sabe muy bien que el tema del castigo se ofrece en casi cada página de la Biblia.
----------El tema bíblico del castigo divino está relacionado con el del bien y el del mal, de la justicia, del pecado, del libre albedrío, de la verdad, de la bondad, del amor, del odio, del sufrimiento, del arrepentimiento, de la penitencia, de la expiación, de la reparación, del sacrificio, del perdón, de la misericordia, de la ley, de la gracia, de la santidad, del cielo, del purgatorio y del infierno. Está representado por las conocidísimas imágenes de la ira, de la indignación, del flagelo, del furor.
Los pasajes sobre la torre de Siloé y el ciego de nacimiento
----------Dice Neuhaus a propósito de estos dos episodios evangélicos: "Según la comprensión de Dios en la Escritura, comprensión que está siempre en devenir y progreso, se ve que todavía existe aquí una mentalidad religiosa que tiende a referir todo a Dios como causa primera y a conectar cada adversidad con un precedente pecado cometido, por el individuo o por otros. Tras la posterior 'corrección' de los textos proféticos (por ejemplo Ezequiel), para el cual cada uno paga sólo las consecuencias de su propio pecado, será Jesús quien contradiga esta lógica religiosa de estricta dependencia entre culpa y castigo (como en el caso de los episodios de la torre de Siloé y del ciego de nacimiento)".
----------Ahora bien, digamos ante todo que el concebir a Dios como Causa Primera de todas las cosas y de todos los sucesos agradables y dolorosos de la vida, no es para nada, como parece aludir Neuhaus (cuando dice: "todavía existe aquí..."), el resto o resabio de una metafísica superada y obsoleta, sino que sigue siendo siempre, permanentemente, una visión fundamental de sabiduría teológica y moral, indispensable, según la Escritura, para una relación salvífica con Dios. Fiel a esta línea de sabiduría, Ezequiel aporta una clarificación decisiva acerca del deber que cada uno tiene de pagar por sus propias culpas.
----------También es un error decir que Nuestro Señor Jesucristo en esta ocasión quiere "contradecir esta lógica religiosa de estricta dependencia entre culpa y castigo (como en el caso de los episodios de la torre de Siloé y del ciego de nacimiento)". Jesús no contradice nada. Aquí no está en absoluto en juego la cuestión de si el castigo depende estrictamente del pecado. Como ya se desprende de la filosofía moral y es extensamente confirmado en la Biblia, no se debe absolutamente dudar de que el pecado por su esencia cause un castigo como efecto intrínseco al pecado mismo, tanto que un acto humano no castigado o no castigable no sería pecado. Hay que decirlo claramente: quien niega el castigo del pecado niega la existencia del pecado y llama bien a lo que es mal, porque es sólo el acto bueno el que no merece castigo.
----------Dice además Neuhaus: "Del derrumbe de la torre de Siloé Jesús habla en el capítulo 13 del evangelio de Lucas: 'Aquellos dieciocho sobre los cuales se derrumbó la torre de Siloé y los mató, ¿creéis que fueron más culpables que todos los habitantes de Jerusalén? Os digo que no, pero si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera' ".
----------Aquellos dieciocho fueron castigados, aunque no pecaran más que otros que escaparon al derrumbe. Detrás de las palabras de Jesús está también la constatación obvia para todos nosotros de que en esta vida las penas lamentablemente no son proporcionales a las culpas, sino que frecuentemente sucede que quienes cometen pecados leves reciben severos golpes del destino, mientras que un asesino o un violador recibe un castigo leve. Se sobrentiende que Dios pensará después en reequilibrar las suertes.
----------La conclusión de Jesús es todo lo contrario de cuanto quisiera hacernos creer Neuhaus, con su falsa tesis de un Jesús que "contradice la lógica religiosa de la estricta dependencia entre culpa y castigo". De hecho, Cristo advierte: "SI NO OS CONVERTÍS, TODOS PERECERÉIS DEL MISMO MODO" (Lc 13,5).
----------Entonces, como resulta claramente de la Sagrada Escritura, ciertamente Dios, cuando Él lo quiere disponer, adopta o usa también un castigo externo y posterior al pecado, un castigo que, por lo tanto, Él puede postergar, ya sea porque entra entre las consecuencias desordenadas del pecado original o para dar tiempo al pecador de arrepentirse o porque permite la lentitud o las negligencias de la justicia humana, defectos que Él se reserva el corregir en el momento justo u oportuno.
----------En ciertos casos, siempre de acuerdo con las enseñanzas bíblicas, Dios anula el castigo infernal para aquellos que se acusan ante Él, arrepentidos, de pecados mortales, merecedores de por sí del infierno, por ejemplo el buen ladrón; o porque pospone al pecador la purificación hasta después de la muerte, o sea en el purgatorio (1 Co 3,5); o porque el pecador, por ejemplo el rico epulón, habiendo dejado de hacer penitencia por sus propios pecados, se precipita en el infierno. Dios, en su bondad, también puede mitigar su ira (Jer 3,5; 10,24; Bar 1,13; Es 34,6; Num 14,18; 2 Mac 8,5; Sal 78,38; 86,15; 103, 8; 145,8; Na 1,3); puede suspender el castigo amenazado (Jonás a los habitantes de Nínive); puede anularlo del todo (con el hijo pródigo).
----------Dice Neuhaus: "La curación del ciego de nacimiento es narrada en el capítulo 9 del Evangelio de Juan, con los discípulos que preguntan a Jesús: 'Rabí, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que él naciera ciego?'. Y Jesús les responde: 'Ni él ha pecado ni sus padres, sino para que se manifestaran en él las obras de Dios', es decir, precisamente su curación como obra de aquel que es 'la luz del mundo' ".
----------En aquella historia Jesús quiere enseñarnos que las buenas personas pueden ser golpeadas por la desgracia, desgracia que por lo tanto no debe considerarse como un castigo por los pecados personales, porque no se castigan nunca las buenas obras, sino sólo los pecados. En cualquier caso, queda que las penas de la vida presente, incluso para los más buenos, son consecuencias del pecado original. Para la persona buena, más que castigos, son pruebas de su virtud, como ha sucedido con el justo Job.
----------Todavía Neuhaus, en la conclusión de su artículo, dice: "Cuando todo parece oscuro, el discípulo de Jesús está llamado a irradiar la certeza de que el tiempo de las tinieblas es limitado, que Dios está viniendo y que la Iglesia está llamada con la oración y el testimonio a preparar esta venida. Esto significa que nuestra lectura de la palabra de Dios en la Biblia debe traducirse en un mensaje de Buena Nueva que llame a la conversión a un mundo en crisis, no en un juicio moralista o en una profecía de desgracia".
----------Sí, estamos de acuerdo: ciertamente, se debe evitar el moralismo farisaico. Pero también es cierto que, en cualquier caso, deberás necesariamente dar un prudente juicio moral positivo o negativo sobre sus acciones, animarles donde hacen bien, corregir donde se equivocan, mostrarles el premio que les espera y al mismo tiempo advertirles de lo que les sucede a los que no se convierten.
----------Todavía llega a decir Neuhaus: "Hay un tema que atraviesa la Biblia cristiana desde el inicio al fin: Dios no ha permitido, no permite y no permitirá jamás que prevalezcan el pecado, la oscuridad y la muerte".
----------Francamente: eso no es exactamente así. En realidad, Dios para algunos "no permite y no permitirá jamás que prevalezcan el pecado, la oscuridad y la muerte". Para otros, sin embargo, sí que lo permite y lo permitirá. Porque nos deja libres. Quien le obedece vence el pecado, las tinieblas y la muerte. Quien lo desobedece, es vencido por el pecado, por las tinieblas y por la muerte.
----------¿Qué significa, entonces, todo esto? ¿Qué decir? ¿No puede Dios vencer el mal en todos? No podemos decir que no venza. Negaríamos su omnipotencia. Es necesario decir, entonces, que no quiere, porque, si quisiera, vencería sobre todo y en todas partes. Pero, ¿por qué entonces no lo hace? ¿Acaso es que Dios es vencido donde hay alguien que lo odia y se deja vencer por el mal? No, Dios no es vencido por nadie. En realidad vence a todos y en todas partes, pero de dos modos diversos. Vence cuando permite el pecado, porque hace triunfar la justicia, y vence cuando lo impide, porque hace triunfar la misericordia. Si quisiera, podría quitar o impedir todo pecado. Si no lo hace, significa que lo quiere así. ¿Quiere que el mal triunfe en alguien? Se trata de un mal de pena, que es efecto de la justicia. Y la justicia es un bien.
----------Dios quiere el sufrimiento como buen médico y buen educador. Queriendo este sufrimiento, Dios se nos muestra bueno, justo y misericordioso. Personalmente no peca y odia el pecado, no quiere que pequemos y sin embargo nos deja libres, nos da la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Podría impedir que pequemos, pero no lo hace, porque quiere obtener del pecado un bien más grande.
----------Nuestro Señor Jesucristo, inocente, se ha hecho cargo del castigo del pecado, que es la muerte, para expiar con su sacrificio nuestros pecados, para satisfacer en nuestro lugar la ofensa infligida al Padre con el pecado, y para obtener con su poder divino del Padre la liberación de todo mal, el perdón de los pecados y la recuperación de la gracia perdida, permitiéndonos obtener la gracia y el perdón haciendo nuestra la muerte de Cristo, ¿y nosotros tenemos el descaro de reclamar al Padre que nos libere del mal y de la muerte sin aceptar el castigo de nuestros pecados, hacer penitencia y expiarlos en unión con la cruz de Cristo?
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