martes, 29 de diciembre de 2020

La apostasía de la fe: concepto y desarrollo teológico (4/4)

En esta cuarta y última parte de nuestra reflexión sobre la apostasía de la fe, examinaremos primero sus causas y sus consecuencias; luego nos detendremos brevemente en el concepto católico de fe y sus diversos grados, para deducir entonces los varios grados del pecado de apostasía; y concluiremos con algunas sugerencias a modo de remedios contra la apostasía.

----------Supongo que todos estamos familiarizados (al menos en sus nociones generales) con la distinción entre la herejía y la apostasía. A título de breve recordatorio, copio aquí el conocido texto del Código de Derecho Canónico, en el que también se hace mención del cisma: "Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía, el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos" (c.751).
----------Es fácil caer de la herejía a la apostasía. Este fenómeno se nota sobre todo en las variadas confesiones protestantes, donde el sujeto, al no estar sostenido por la ayuda de la sujeción al Magisterio de la Iglesia, se halla abandonado a sí mismo, por lo cual sucede que una herejía tira a otra, haciendo que al final el sujeto pierda completamente la fe. Karl Marx [1818-1883] y Friedrich Nitezsche [1844-1900] son dos casos emblemáticos. Ambos tuvieron de jóvenes una educación protestante; pero dejándose influenciar por el clima ateo de la cultura de su tiempo, cayeron igualmente ambos en el ateísmo.
----------En nuestros tiempos, un fenómeno frecuente en los jóvenes, es la pérdida de la fe. Los jóvenes pueden llegar incluso hasta al ateísmo. Abandonado el ambiente que les había formado en la fe, comienzan a frecuentar ambientes ateos o no creyentes. Esta apostasía juvenil puede ser signo o efecto de una crisis de la familia, de la escuela, o de las estructuras educativas eclesiales, acompañadas por una presión política anti-cristiana, como pueden ser los regímenes comunistas, masónicos o islámicos.
----------La fe que estos jóvenes abandonan pudo haber sido una fe débil, superficial, sentimental, supersticiosa o infantil, efecto de una educación insuficiente. Quizás ha sucedido que no han encontrado buenos maestros. Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿por qué en el momento de la prueba, han desertado? ¿Acaso es que Dios no les hubiera ayudado? ¿Por qué se han dejado engañar?
----------Un motivo de esta apostasía puede ser por lo tanto el influjo de malas enseñanzas o malas compañías o malas lecturas o malos espectáculos y diversiones. Pero también puede ser una necesidad excesiva de decidir por sí. Otro motivo puede estar dado por el hecho de que el joven cree que el volverse adulto, con la relativa autonomía decisional que ello implica, supone la emancipación no sólo de la tutela paterna y la superación de la educación escolástica o catequística recibida, sino también la emancipación de todo tipo de autoridad, no sólo humana, sino también de la de la Iglesia y, finalmente, de la de Dios mismo.
----------Bajo el influjo del racionalismo cartesiano, el joven puede rechazar el acto mismo de creer, como le ha contado el propio Eugenio Scalfari al papa Francisco, bajo pretexto de la "razón", o de la "conciencia", rechazando por consiguiente cualquier autoridad, y volviéndose arrogante, anárquico y presuntuoso, suspicaz hacia los demás, y confiado sólo en sí mismo, y satisfecho sólo en sí mismo (el "cogito").
----------Hablando en general, las causas de la apostasía pueden ser diversas: comenzando por la influencia de los herejes o de los ateos; o también la confusión entre sentido e intelecto, por lo cual todo viene reducido a la materia y al devenir, y si se tiene bloqueada la mente en la realidad material, la cual parece ser toda, la única y la verdadera realidad, por lo cual nada existe que sea invisible y espiritual; o se lo confunde a Dios con un tirano; o la susceptibilidad por el rigor y el carácter absoluto de la ley moral; o el escándalo por el mal en el mundo; o la voluntad de dominar a los otros (Nietzsche); o la soberbia de quien quiere estar en el lugar de Dios o cree al menos poder hacer de Dios; o el rechazo de la verdad objetiva y el apego a las propias ideas; o la interrupción del razonamiento al nivel de los efectos o de las causas segundas (Comte), sin pasar a la consideración de la causa primera y del fin último (Sab 13,1-9); o en fin, la rendición a los placeres de este mundo: "comamos y bebamos, porque mañana moriremos" (1 Cor 15,32).
----------También la apostasía puede ser provocada por una falsa idea de progreso, falsa idea por la cual el esfuerzo por mantenerse en la fidelidad en la fe puede parecer conservadorismo e inmovilismo, rechazo a avanzar, y esclerosis mental. Este grave y pernicioso equívoco lamentablemente ha confundido y hecho desviar a muchos en estos cincuenta años de renovación conciliar y esto explica en gran medida las numerosas defecciones, que se han producido entre religiosos y sacerdotes.
----------Algunos han confundido la tradición, la seguridad y la fidelidad, con el apego a lo viejo; y el caso es que entonces, como si fueran mulas, se han afirmado y estancado en el pasado y no quieren proseguir, no quieren recibir e implementar lo nuevo, el progreso, en gran medida porque no comprenden que lo nuevo está en continuidad y no en ruptura con lo antiguo. Ven el Concilio como una desgracia y una traición y quisieran que todo volviera a ser como antes. Son los pasadistas, o sea, los tradicionalistas abusivos, los lefebvrianos y filo-lefebvrianos. Pero son hoy una mínima minoría en la Iglesia y, aún siendo un problema, porque es cierto que hacen mucho ruido, no son "el" problema, pues la mayoría se ha dejado seducir por una falsa renovación, que en realidad es herejía y apostasía: el modernismo revivido en el postconcilio.
----------Precisamente ése es en realidad "el" problema en la Iglesia actual: ciertos sedicentes promotores del Concilio (autodenominados "progresistas", pero que no lo son en el auténtico sentido legítimo de ese nombre), historicistas y evolucionistas, veletas, renegados, astutos impostores, los modernistas, han convencido a aquellos pobres ingenuos, los mencionados pasadistas, haciéndoles creer que el Concilio ha cambiado todo y ha confundido todo aquello que antes era considerado sagrado y perenne. Así han nacido dos tipos de apostasía: una apostasía conservadora (los lefebvrianos) y otra apostasía revolucionaria (los modernistas). El problema ahora es doble: como mover las mulas obstinadas en el pasadismo, y como quitarse de encima esta sofocante impostura, esta perfumada basura del modernismo. No se asombre el lector que me haya expresado así: si le sorprende que haya calificado de "apostasías" al modernismo y al lefebvrismo, pronto lo comprenderá, cuando el lector comprenda que la apostasía tiene tres grados.
----------Respecto al modernismo hay que decir que, en efecto, al no haber sido suficientemente frenado por el episcopado, en la actualidad ha entrado triunfante en el mismo episcopado y en el colegio cardenalicio. Aquí hasta ahora no se han dado abiertas apostasías entre los obispos y los cardenales. La culpa de algunos más bien ha sido la de tolerar, cubrir, o dejar hacer a los herejes y apóstatas, con inmenso daño para las almas, porque herejía genera herejía y apostasía genera apostasía.
----------La fe se puede perder: 1) o porque, convencidos de haber encontrado con la razón la verdad, se llega a creer que la fe nos propone solo bellas ilusiones o absurdidades. Aquí tenemos el gnosticismo, el racionalismo, el idealismo, causados por el egocentrismo, por la excesiva estima de sí mismo, por la soberbia y por la presunción, por lo cual el hombre pretende saber más de cuanto puede saber; 2) o bien, al contrario, se puede perder la fe por insuficiente amor a la verdad o por desprecio de la verdad o por desesperar de encontrarla, como el sensismo, la sensualidad, la excesiva sed de la libertad, el ceder a los atractivos de las pasiones, del mundo y de la carne o a los engaños del demonio. Todo esto lo explica Nuestro Señor Jesucristo en la parábola del sembrador. Aquí tenemos los vicios contrarios del escepticismo, del agnosticismo, de la acedia, del indiferentismo, de la duplicidad, de la inestabilidad y de la volubilidad.
----------En realidad, sólo se puede perder lo que antes se posee. En ciertas aparentes pérdidas de la fe, si en precedencia el sujeto no poseía una fe auténtica, aquello que en él sucede no puede ser la pérdida de lo que no tenía o le parecía tener, sino que lo que en realidad le sucede es que se revela o manifiesta la inautenticidad de su fe, o sea el hecho que la fe que tenía era solo aparente e infundada, un mero tradicionalismo habitual y postizo (un súcubo del verdadero hábito), sin convicciones y llevado adelante por conveniencia.
   
Recordemos brevemente la definición de la fe
   
----------La apostasía verdadera y propia es la pérdida o abandono de la fe divina o fe en Dios en el sentido verdadero y pleno de la palabra, o sea de la fe católica, que es aquella virtud intelectual sobrenatural, por la cual, por divina inspiración y con la ayuda de la gracia creemos que son verdaderas las cosas por Él reveladas en Cristo y que la Iglesia nos propone a creer en la Escritura y en la Tradición, no por su intrínseca verdad demostrada a la luz de la razón natural, sino por la autoridad de Dios mismo revelante.
----------Supuesto lo dicho, la fe religiosa tiene por consiguiente tres grados: 1) se comienza con la fe en Dios conocido por la simple razón; 2) se asciende, con la gracia de Dios, a creer en la Iglesia, que enseña en el nombre de Cristo, la divina revelación o Palabra de Dios, que nos ha sido transmitida por Cristo en la Escritura y en la Tradición; 3) en el vértice se cree, por gracia del Espíritu Santo, en todo aquello que Dios Padre nos revela en Cristo y por medio de Cristo, y que la Iglesia nos propone para creer.
----------La apostasía es el venir a menos, el fallar o el retroceder de la fe según estos tres grados, partiendo de la regla subjetivamente más elevada, próxima o inmediata de la fe, que es el Magisterio de la Iglesia: 1) Falla la fe en el Magisterio, o sea la fe eclesiástica, permanece la fe en Cristo, que constituye la regla intermedia o mediadora. 2) Falla la fe en Cristo, permanece la fe en Dios, como en los filósofos, por ejemplo en Platón, Aristóteles, Plotino o Kant, o en la masonería, en el Islam, o en el Judaísmo. 3) Falla la fe en Dios, que es la regla lejana, fundamental y basilar de la fe religiosa, aquella objetivamente más elevada e importante, tenemos la forma más grave de la apostasía, que es el ateísmo o el panteísmo o la idolatría. Queda entonces aquí aclarado en qué sentido he podido llamar (implícita y materialmente al menos) "apóstata" a un modernista rahneriano o a un pasadista lefebvriano, por citar dos ejemplos.
----------Quienquiera que practique la fe católica de manera diferente o en contra de la definición dogmática de fe que hemos dado líneas arriba, tomada del Concilio Vaticano I, y que hemos explicado, no practica verdaderamente la fe o no tiene una verdadera fe, sino una opinión subjetiva o una idea personal o una emoción o un sentimiento o una fantasía, aunque fuera un teólogo, un obispo o un Cardenal. Por ejemplo, quien concibiera la fe a la manera de Karl Rahner [1904-1984], como "experiencia de Dios trascendental atemática pre-conceptual" o quien, como el cardenal Carlo Maria Martini [1927-2012], sostiene que todo acto de fe es constantemente puesto en duda por un impulso interior hacia el ateísmo, no practica la virtud sobrenatural de la fe y es implícitamente un apóstata o un incrédulo o un gnóstico o un ateo o un agnóstico.
----------La forma más grave de la apostasía es ciertamente la pérdida de la fe en Dios. Pero, para el católico, ya el rechazo de la obediencia a la Iglesia y al Papa, es un inicio de apostasía. Para un católico, hacerse protestante o musulmán es un apostatar, ciertamente no tan grave como el caso de quien ya no cree en Dios.
   
Algunos remedios a la apostasía
   
----------¿Se puede curar la apostasía? ¿Se puede retornar a la fe? Ciertamente que sí, y los ejemplos no faltan. Lo atestigua ante todo la parábola del hijo pródigo. Es necesario recuperar la verdad perdida y comprender que lo que nos había hecho rechazar la fe no era verdad, sino mentira.
----------Así como la juventud puede ser triste ocasión para perder la fe, como hemos dicho líneas arriba, así también la ancianidad, curtida y vuelta sabia por las pruebas, puede ser gozosa y consoladora ocasión para retornar a Dios, para rencontrar conmovidos y arrepentidos la inocencia de la infancia, el recuerdo de la educación materna, o catequética inicial. Por eso sorprende y causa amargura ver, por citar un ejemplo, a un Bertrand Russell [1872-1970], famoso filósofo inglés, quien aún a sus 90 años, obstinado, implacable y despiadado escéptico, sigue manifestándose enemigo de Dios. ¿Para qué han podido servir una vida tan larga y tan abundantes dones de inteligencia que Dios le había dado?
----------Dios permanece siempre presente en la conciencia del apóstata; por más que el apóstata aleje o distraiga su pensamiento de Él, Dios no deja de exhortarlo a retornar. El apóstata sabe que en el fondo él está en lo falso. Sin embargo, el orgullo le impide plegarse a la verdad. Como san Pablo antes de la conversión, siente que Dios le dice: "Te lastimas al dar coces contra el aguijón" (Hech 26,14).
----------Sin embargo, el apóstata prefiere estar atormentado por la conciencia, antes que ceder a la verdad, todo lo contrario a lo que hizo el emperador Flavio Valerio Aurelio Constantino [272-337], quien, cuando decidió convertirse, se dice que exclamó: "¡Has vencido, Galileo!". También san Agustín de Hipona [354-430], como relata en el libro de las Confesiones, cuando se convirtió, tuvo una experiencia similar. Se trata de una batalla entre el orgullo y la humildad, y aquí toda alma hace su elección. En fin, que la batalla puede a veces durar toda la vida, pero hay que saber que Dios nos regala una vida larga a fin de que, si en juventud hemos errado y nos hemos alejado del recto sendero de la fe, hagamos el retorno a la casa del Padre.
----------Para ir concluyendo estas notas como hemos comenzado: ¿Qué podemos entonces decir contra todos esos que mencionábamos al principio, afiebrados, desesperados, agobiados quizás por la angustia que les produce ver el actual estado de la Iglesia, tan ansiosos de profecías y de hacerlas ellos mismos, que no trepidan en asegurarnos que ya estamos viviendo la Gran Apostasía profetizada por Nuestro Señor Jesucristo, por san Pablo y por san Juan, y hasta llegan a afirmar que Roma ya es la sede del "Pseudoprofeta" anunciado en el Apocalipsis? ¿Qué responder a todo ello? Además de todo lo que expresado en esta ya larga reflexión, ahora, para concluir sólo me animo modestamente a decir dos cosas.
----------Primero, que el Apocalipsis de Juan y los pasajes apocalípticos de los Sinópticos y de las cartas de san Pablo no tienen por qué generar herejías, como las que todos esos hoy propalan, cuando se trata de interpretar las profecías, porque, "la Gran Apostasía predicha por Cristo y San Pablo puede entenderse, sin exageración, de una manera ortodoxa". ¿Y quién lo dice? La Iglesia, por supuesto, el Magisterio de la Iglesia (ya he citado los textos del Catecismo, además está el dogma de la indefectibilidad de la fe de Pedro y sus sucesores), pero, por si alguno necesita otros testimonios, acaso subjetivamente más autorizados para los sentimientos de ciertos ánimos argentinos, la frase que acabo de citar pertenece al padre Leonardo Castellani, quien agrega a la frase indicada que la profecía sobre la Gran Apostasía "no dice que la Iglesia perderá la fe, como tampoco la Sinagoga había perdido la fe del todo cuando la Primera Venida".
----------Y lo segundo, lo ya dicho, que no es tan fácil el descenso al último grado (el tercero) de la apostasía, como lo he explicado. De modo que ¿en qué sentido hablar hoy de apostasía generalizada? ¿En qué grado? Si se trata de los dos primeros grados mencionados, pase, y sería más comprensible, pero en tal caso -como dije- se debería también aplicar el apelativo de "apóstatas" a los modernistas y a los lefebvrianos; pero mucho me temo que los actuales extremistas de la Gran Apostasía in actu, quieren decir otra cosa. Ya he respondido lo bastante sobre esto, pero vuelvo al padre Castellani (ahora en un pasaje de otro libro, como para confirmar mis argumentos: "Yo no hablo de los apóstatas... Esos no son incrédulos. Esos creen y odian: 'Credunt et contremiscunt', como los diablos. No hablemos de cosas terribles; esos han tocado el fondo, el pecado contra el Espíritu Santo, que no se perdona ni en esta vida ni en la otra. Yo hablo del incrédulo patudo, del incrédulo vulgar y silvestre, pagado de sí mismo, pimpante y rozagante, producto de este siglo chapucero".

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