Al inicio de esta serie, tratamos de definir y delimitar con precisión el pensamiento católico; y en la segunda nota, indicamos las dos falsificaciones del recto pensamiento católico: la falsificación modernista y la falsificación lefebvriana. Sigamos con la reflexión, y tengan a bien disculparme los lectores si con frecuencia abandono el ligero tono que debe asumir el simple artículo de un blog, y se nota demasiado la impostación académica que, en este tema, sería más adecuada en una clase de Introducción a la Teología o del tratado De Revelatione.
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
jueves, 3 de diciembre de 2020
El pensamiento católico y su supervivencia en los duros y combativos años del postconcilio
----------En la nota anterior nos habíamos detenido en la figura de monseñor Marcel Lefèbvre [1905-1991], y su hermandad sacerdotal de San Pío X. Señalábamos su error de fondo, el de admitir heréticamente lo mismo que afirmaban los nuevos modernistas postconciliares, o sea, que el Vaticano II había roto con la Tradición (hablando con franqueza, Lefèbvre nunca comprendió rectamente la Tradición) y había aceptado las herejías de los modernistas, acusando ingenua, desprevenida e incompetentemente al Concilio de los terribles errores ya condenados por los Papas del siglo XIX, como el liberalismo, el racionalismo y el indiferentismo.
----------Creo haber caracterizado ya suficientemente esas dos corrientes que tergiversan el recto pensamiento católico tal cual lo definimos y delimitamos en la primera nota: el modernismo y el lefebvrismo. En realidad, para usar términos más precisos debería emplear las palabras: modernismo y pasadismo, porque esta segunda denominación engloba mejor a todos aquellos que por el motivo que sea, consideran a los documentos del Concilio Vaticano II como una ruptura con el Magisterio anterior, una traición a la Tradición, en discontinuidad con la doctrina precedente de la Iglesia. Por supuesto, lo mismo piensan los modernistas, pero a ellos no les interesa ni la Tradición ni los dogmas, no creen en ellos, sino al contrario, alaban al Concilio por haber producido esa ruptura con el pasado, pero, traicionando al Concilio al que malinterpretan, ya lo consideran obsoleto, y se ven a sí mismos como los herederos del Concilio y la vanguardia de la "nueva Iglesia".
----------En contraposición a los modernistas, la amplia y variada galaxia de los pasadistas, tradicionalistas fijistas de variado pelaje, concuerdan -hablando de modo general, algunos en todo, otros en parte- con aquellas desequilibradas denuncias hechas por mons. Lefèbvre, y las siguen expresando de una u otra manera. Son los llamados filo-lefebvrianos, más o menos cercanos a la herejía y el cisma en los que vive la fraternidad fundada por el arzobispo francés. Tal como recientemente lo ha expresado la actual cúpula de la FSSPX, los lefebvristas en la obstinada altura de su arrogancia consideran a los filo-lefebvrianos, como "aquellos variados modos en que los católicos conciliares van descubriendo, cada uno a su manera, los errores del Concilio y del postconcilio, y se van acercando, cada uno a su tiempo y a su modo, a la verdad". El mismísimo Lefèbvre, si viviera, se escandalizaría de este colmo de obstinación en el error y soberbia en el que han caído sus seguidores.
----------En el curso de las últimas décadas, estas corrientes pasadistas, lefebvrianas y filolefebvrianas, han reformulado de otras variadas maneras aquellas primeras acusaciones hechas al Concilio por mons. Lefèbvre. En los años ochenta, Romano Amerio [1905-1997] añadió a la lista de los presuntos errores del Concilio la "mutación del concepto de Iglesia". Según su discípulo Enrico Maria Radaelli [n.1944], en cambio, el Concilio habría "dado un vuelco" o "anulado" a la Iglesia. Por su parte, Paolo Pasqualucci [n.1975] destaca la presencia del "antropocentrismo". Monseñor Brunero Gherardini [1925-2017], en cambio, ve en los documentos del Concilio una contradicción con el Vaticano I. Por otro lado, el historiador Roberto de Mattei [n.1948] niega la infalibilidad de las doctrinas del Concilio Vaticano II bajo el pretexto de que en ellas no existe ningún dogma definido según los cánones establecidos por el Concilio Vaticano I.
----------Todos ellos confunden las doctrinas del Concilio con el modernismo nacido después de él (vale decir, el nuevo modernismo postconciliar, distinto en muchos aspectos al modernismo de los tiempos de san Pío X). Se trata de una confusión deletérea, la cual, si por una parte comporta una recta definición del modernismo según el criterio ofrecido por el papa san Pío X [1903-1914], por la otra, acusa de modernismo precisamente al Concilio Vaticano II, el cual, si se mira correctamente, es el sabio antídoto contra el modernismo, con su propuesta de una sana modernidad a la luz del Evangelio, de la doctrina de la Iglesia y de santo Tomás de Aquino [1225-1274], como hizo Jacques Maritain [1882-1973], por ejemplo.
----------Desde el primer momento del surgir del lefebvrismo, el papa san Pablo VI [1963-1978] adoptó una actitud muy severa hacia él, mientras permanecía blando e indulgente hacia el rahnerismo. Este comportamiento no imparcial lamentablemente se ha mantenido en los Pontífices siguientes hasta el papa Francisco, en cuyo gobierno la actitud de dos pesos y medidas se ha hecho más evidente. Benedicto XVI intentó una aproximación a los lefebvrianos levantando la excomunión de sus obispos y con el famoso motu proprio Summorum pontificum, eliminó de iure las prohibiciones para celebrar la Misa según el anterior rito.
----------Para decir la verdad, el rahnerismo también se había hecho sentir en la liturgia con el fenómeno de la profanación de lo sagrado y de la secularización, consecuencia del falso concepto rahneriano del sacerdocio y la negación del carácter sacrificial de la Misa. A su vez, los teólogos que se reconocieron a sí mismos en la corriente denominada genérica y equívocamente "progresista", se reunieron en torno a la revista Concilium, que todavía hoy existe. Pero cuando el equívoco fue aclarado y apareció a la luz que algunos "progresistas" eran en realidad modernistas, entonces se produjo la separación de unos de otros: por un lado, los progresistas honestos y verdaderamente fieles al Concilio y a la Iglesia, como Joseph Ratzinger [n.1927], Hans Urs von Balthasar [1905-1988], Yves Congar [1904-1995], Henri de Lubac [1896-1991] y Jean Daniélou [1905-1974], tomaron consciencia de los criptomodernistas, como Hans Küng [n.1928], Karl Rahner [1904-1984], Edward Schillebeeckx [1914-2009], Piet Schoonenberg [1911-1999] y otros. Así fue como los auténticos progresistas se separaron de los segundos al fundar la revista Communio. En cuanto a Ratzinger, consciente de la tendencia modernista de Rahner, lo abandonó y lo criticó severamente en Les principes de la théologie catholique (edición alemana: Erick Wewel Verlag, Muenchen 1982, edición francesa: Téqui, Paris 1985; editado en español como Teoría de los Principios Teológicos) del año 1982, un año después de que fuera nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por San Juan Pablo II.
----------En 1966, el cardenal Alfredo Ottaviani [1890-1979], pro-prefecto del Santo Oficio, que ahora se ha convertido en la Congregación para la Doctrina de la Fe, conjuntamente con el Secretario, el doctísimo cristólogo Pietro Parente [1891-1986], enviaron una alarmante pero lúcida carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales (Epistula ad venerabiles Praesules Conferentiarum Episcopalium, en Congregatio pro Doctrina Fidei, Documenta inde a Concilio Vaticano secundo expleto [1966-1985], Libreria Editrice Vaticana 1985) denunciando en 10 puntos una serie de graves errores que estaban serpenteando entre los teólogos así llamados "progresistas". Para muchos, tal grave denuncia debe haber parecido exagerada o una especie de ducha fría; para otros, ya infectados del modernismo, debió haber suscitado irritación y parecerles un freno reaccionario o una insoportable condena a la nueva teología promovida por el Concilio.
----------La nueva Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), dirigida por el cardenal Franjo Šeper, [1905-1981] a decir verdad no dio pruebas realmente de una energía suficiente para hacer frente a los gravísimos problemas denunciados por el cardenal Ottaviani y por monseñor Parente, nombrado posteriormente cardenal. Este último, con la perspicacia y el coraje que le habían caracterizado en años precedentes, escribió en 1983 un áureo fascículo (La crisi della verità e il Concilio Vaticano II, Istituto Padano di Arti Grafiche, Rovigo 1983), que podría haber sido el texto de una encíclica pontificia, señalando las herejías de numerosos teólogos, como Küng, Rahner, Schillebeeckx, Schoonenberg, Hulsbosch y otros. Desafortunadamente, solo en una pequeña parte y con demasiada suavidad la CDF censuró a estos autores, los cuales en su mayoría pudieron continuar difundiendo sus errores sin ser molestados, protegidos por poderosas fuerzas filo-protestantes y filo-masónicas, quizás clandestinamente insinuadas en la Iglesia misma.
----------Desde los primeros años del postconcilio ha habido una multitud de buenos teólogos y prelados, que con premura y solícitamente se encargaron de comentar los textos conciliares en la línea del Magisterio, mostrando su continuidad con el Magisterio precedente, defendiéndolos de la acusación de modernismo y sustrayéndolos de las manipulaciones tanto de los modernistas, como de los lefebvrianos. Entre los teólogos y prelados antes mencionados estaban el cardenal Giuseppe Siri [1906-1989], Jacques Maritain, Yves-Marie-Joseph Congar, Henri de Lubac, Jean Daniélou, el padre Raimondo Spiazzi [1918-2002], Jean Guitton [1901-1999], Jean Galot [1919-2008], los teólogos dominicos de Roma, de Florencia y de Bolonia, y el Colegio Alberoni de Piacenza hasta llegar al Siervo de Dios padre Tomas Tyn [1950-1990] en años más recientes.
----------Desafortunadamente, la muy meritoria obra de todos ellos, durante décadas, y no del todo ignorada por la Santa Sede, ha sido casi arrollada por los dos partidos adversos de los lefebvrianos y de los modernistas, los primeros con un apego obstinado y miope a un tradicionalismo superado, obsoleto, fijado en el pasado; los segundos, fuertes en el éxito obtenido, con una progresiva escalada a las posiciones de poder en la Iglesia, comenzando en 1968 con la conquista de los periodistas, los jóvenes, los laicos, el bajo clero, el clero menos o mal instruido, y los religiosos, y ascendiendo paulatinamente a la conquista de los niveles superiores del episcopado y en años más recientes penetrando en el mismo colegio cardenalicio.
----------Los signos inquietantes y perturbadores de esto los hemos tenido ya en años recientes con ocasión del Sínodo mundial de Obispos, comenzando por los Sínodos sobre la familia, de 2014 y 2015, tanto que la mejor porción del colegio cardenalicio, encabezada por los cardenales Gerhard Ludwig Müller [n.1947] y Raymond Leonard Burke [n.1948], advirtió públicamente en aquellos primeros años del actual pontificado la urgente necesidad de intervenir en defensa del Magisterio de la Iglesia y del propio papa Francisco, el cual, sin embargo, no parece haberles mostrado una suficiente gratitud por la preciosa labor por ellos realizada. Renovadas señales inquietantes se han visto en los sínodos más recientes, sobre la juventud y la región amazónica.
----------Completaremos mañana nuestra reflexión, con la cual habilitaré la posibilidad de hacer comentarios, opción que he bloqueado en estas primeras notas.
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