martes, 22 de diciembre de 2020

Luces y sombras de un teólogo

Monseñor Brunero Gherardini [1925-2017], es y será siempre recordado por su largo y fecundo servicio a la Iglesia. Consumado teólogo, doctorado en la Pontificia Universidad Lateranense con una tesis sobre Karl Barth, desarrolló activo trabajo pastoral en la diócesis de Prato, de la que era oriundo, pero ya en 1959 comenzó a prestar servicios en la Santa Sede, primero en la Congregación de Seminarios y Universidades, y luego durante treinta años como consultor de la Congregación de los Santos. Profesor titular de Eclesiología en la Lateranense, fue también Canónigo de la Basílica de San Pedro y Protonotario Apostólico. Autor de más de ochenta libros y de un centenar de otras publicaciones. Y lo dicho es sólo una breve reseña sin pretensión de agotar la enunciación de los méritos de toda una vida dedicada a Nuestro Señor y a su Iglesia. 

----------Sin embargo, como en todo lo humano, no faltan los límites y los claroscuros. Su labor como teólogo especializado en la Eclesiología lo llevó a indagar acerca de las enseñanzas del Concilio Vaticano II y, hace más o menos una década atrás, en los últimos años de su vida, se vio enfrascado en las ardientes polémicas en torno al principio de la hermenéutica de la continuidad en el progreso, enseñado por el papa Benedicto XVI, actual papa emérito. En lo que respecta a tal polémica, mons. Gherardini debe ser catalogado, lamentablemente, entre aquellas corrientes pasadistas, que hoy vuelven a equivocarse, reformulando de otras variadas maneras aquellas primeras acusaciones hechas al Concilio por mons. Marcel Lefèbvre [1905-1991].
----------En referencia a aquellas cuestiones eclesiológicas, Gherardini debe ser enumerado por ejemplo junto a Romano Amerio [1905-1997], quien añadiera a la lista de los presuntos errores del Concilio lo que llamaba "mutación del concepto de Iglesia"; y junto al discípulo de éste, Enrico Maria Radaelli [n.1944], para quien, en cambio, el Concilio habría "dado un vuelco" o "anulado" a la Iglesia; pudiéndose mencionar también a Paolo Pasqualucci [n.1975], quien por su parte, destaca la presencia del "antropocentrismo" en las enseñanzas del Concilio; y junto al historiador Roberto de Mattei [n.1948], quien sigue todavía hoy negando la infalibilidad de las doctrinas del Vaticano II bajo el pretexto de que en ellas no existe ningún dogma definido según los cánones establecidos por el Concilio Vaticano I. Pues bien, el caso es que mons. Gherardini no dejó nunca de ver en los documentos del Concilio Vaticano II una contradicción con el Vaticano I.
----------A decir verdad, no parece que mons. Gherardini haya puesto en aquellos últimos años de su vida (últimos sí, pero transcurriéndolos siempre intelectualmente muy activo) el suficiente esfuerzo por motivar e ilustrar la fórmula que en aquella época el papa Benedicto XVI había regalado a la Iglesia con su autoridad magisterial: "hermenéutica del progreso en la continuidad", una tarea, por cierto, urgente e importante para todos los teólogos; particularmente en aquellos momentos en que estaban en curso las tratativas de la Santa Sede con la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, en la esperanza de que la hermandad fundada por mons. Lefèbvre, como lo solicitaba entonces el Pontífice hoy emérito, a fin de estar en plena comunión con la Iglesia, quisiera finalmente abandonar el cisma y aceptar las doctrinas del Concilio.
----------Todos sabemos muy bien lo que todavía impide a estos hermanos, cristianos alejados de la Iglesia de Roma, aceptar dichas doctrinas: la convicción que ellos tienen de que las enseñanzas del Concilio Vaticano II constituyen una ruptura respecto a aquellas del Magisterio precedente de la Iglesia, es decir, en palabras más claras, que las doctrinas del Vaticano II son falsas. Por eso, el papa Benedicto en aquella época, hace de esto diez años, pedía insistentemente a los teólogos integralmente fieles al Magisterio pre y postconciliar no hacer propias y con ellos quizás lamentablemente reforzar las dificultades de los lefebvrianos, sino de resolverlas. Muchos fueron los teólogos que, dóciles a la invitación del Pontífice, se prefijaron ese objetivo. Sin embargo, no parecía estar haciendo lo propio el querido mons. Gherardini.
----------A continuación, hago un sencillo elenco de las objeciones más importantes que planteaba en aquellos años Gherardini, y que le hacían difícil (al parecer imposible para él) aceptar la regla de la hermenéutica del progreso en la continuidad, indicada por Benedicto XVI para la interpretación del Concilio.
   
Lo que se quiere decir cuando se habla de "doctrinas infalibles"
   
----------Es una cuestión que con mis lectores hemos reflexionado muchas veces. Por "infalible" entendemos decir: que no puede y no podrá estar equivocado. La doctrina infalible hace referencia a aquella doctrina de primer y de segundo nivel que, según la Instrucción Ad tuendam fidem, "deben retenerse en modo definitivo e irrevocable" (n.8). Aquí la Instrucción (la Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Professio fidei) hace explícita referencia a la "infalibilidad del Magisterio" (ibid.). En el n.9 se habla de doctrina "enseñada infaliblemente". Las doctrinas nuevas del Concilio son infalibles sólo en el segundo nivel, dado que en el Concilio están ausentes nuevas definiciones dogmáticas solemnes, pertenecientes al primer nivel.
----------¿Pero acaso puede ser falible una doctrina especulativa o moral que hace referencia ya sea a la Escritura o a la Tradición o al Magisterio precedente, retomando o explicando o en todo caso relacionándose directa o indirectamente al dato revelado, como hace el Concilio en muchos casos? ¿Puede estar equivocada ahora o en el futuro? ¿Puede estar en contraste con la Tradición? ¿O no deberíamos en cambio admitir una continuidad, aún cuando esta continuidad, a primera vista puede no ser evidente? Ciertamente ella se puede demostrar, pero en cualquier caso el católico debe darla por descontada, de lo contrario debería admitirse una inadmisible falsificación de la Palabra de Dios.
----------Pues bien, el caso es que mons. Gherardini no alcanzaba a comprender en todas sus virtualidades lo que sucintamente acabo de exponer. A los teólogos que exponían estos conceptos él les insistía reprochándoles que estaban sosteniendo la infalibilidad de todas las enseñanzas del Concilio, cuando ya otras veces le habían expresado que eso no era verdad. Nada impide, sino al contrario, es ser honestos con la verdad admitir en el Concilio Vaticano II, siguiendo las enseñanzas de los mismos Papas del postconcilio, una parte doctrinal y una parte pastoral. En este segundo campo, también un Concilio puede equivocarse y cuando la Santa Sede en aquellas tratativas con los lefebvrianos, hace una década atrás, decía que algunas doctrinas del Concilio son "cuestionables", se refería precisamente a las doctrinas pastorales.
----------En cambio, mons. Gherardini se resistía a aceptar que ciertas enseñanzas del Vaticano II no son pastorales sino doctrinales y por lo tanto son "infalibles" en el sentido muy simple de que son verdaderas (podrían ser, al menos algunas, del tercer nivel), porque tienen relación con la Revelación.
   
Dificultad de mons. Gherardini en aceptar las doctrinas nuevas del Vaticano II
   
----------En el 2012, en carta a un colega teólogo, mons. Gherardini, a propósito de las nuevas doctrinas que en un Concilio ecuménico podría aparecer, expresaba: "Se tratará, en efecto, de una penetración en profundidad de lo que fue dicho de una vez para siempre, por el descubrimiento de cuanto haya permanecido en zona de sombra o en alturas demasiado superiores a la capacidad del intelecto humano, para que, en beneficio de él, la verdad revelada se despliegue en su integralidad y en todos sus matices".
----------Nada que objetar en lo que Gherardini decía allí. No se trata de contenidos nuevos, sino de conocimiento acrecentado, mejor, más explícito, más preciso, más claro, más avanzado, más desarrollado de las mismas inmutables verdades. Nada se agrega al dato revelado, sino que simplemente se lo conoce mejor. El aumento se refiere al modo del conocer, no al contenido. Vale decir, se trata de un nove, no un novum. En tal sentido, se puede y se debe hablar de "nuevas doctrinas" del Concilio, por las cuales los Papas del postconcilio hablan de "desarrollo", de "progreso", de "renovación".
----------Se trata de nuevas doctrinas pero en continuidad con las precedentes, porque los contenidos son los mismos. En tal modo, por ejemplo, el conocimiento de la luna hoy es mejor que el que se tenía en el Medioevo, pero la luna es la misma. Aquí reside el sano progresismo (que es un deber), que nada tiene que ver con el modernismo (que es una herejía). Este sano progresismo se une muy bien a un sano tradicionalismo, que es aquel que no ve en las novedades doctrinales del Concilio ninguna ruptura con el Magisterio precedente.
----------También en 2012 Gherardini afirmaba: "Todo depende de la naturaleza y del sentido del adjetivo nuevo. Si con ello se entendiera algo heterogéneo respecto al dogma ya definido, se estaría frente a la prueba de la discontinuidad doctrinal. Si en cambio se entendiera algo plenamente homogéneo y ya contenido, aunque en modo latente, en la definición precedente, se estaría frente a un verdadero y propio ejemplo de progreso dogmático 'in eodem sensu eademque sententia' ". Sin embargo, el eximio teólogo romano... ¡no alcanzaba a comprender que es precisamente esta segunda alternativa la que se verifica en el Concilio! La primera es impensable porque supondría que el Concilio dice lo falso o lo falsificable.
----------En tal sentido, en campo dogmático no se puede admitir una ruptura en la enseñanza del Concilio Vaticano II frente al pasado. Y en referencia a ello, por ejemplo, el Vaticano II presenta un nuevo concepto de Revelación respecto a aquel del Vaticano I; no nuevo en cuanto al contenido, sino en cuanto al modo de proponer el mismo contenido de verdad. Por tanto, debemos retener por cierto que también el Concilio Vaticano II, aunque de contenido conceptual diferente, sea a su vez infalible.
   
La relación de la Iglesia y el Vaticano II con el pensamiento moderno
   
----------En aquellas polémicas una década atrás, acerca de la interpretación de las doctrinas del Concilio, mons. Gherardini se expresaba también en estos términos: "Dado que el Vaticano II estuvo animado no por la intención de poner en el centro los problemas de doctrina o de disciplina cristiana, sino por un espíritu de integración, de asunción y de conciliación, ¿no se derivará de ello el resultado reprochado por los lefebvrianos, de un cristianismo que integra en sí mismo el siglo, que asume su forma mentis y se concilia con sus errores?".
----------En frases como esas, da la impresión que Gherardini no alcanzaba a comprender la distinción entre modernidad y modernismo. La labor que se planteó el Concilio Vaticano II, según el proyecto diseñado por el papa san Juan XXIII, no era el de integrar el mundo moderno en su totalidad a la Iglesia, no se trataba de integrar a sí la modernidad tout court, sino de hacer en la modernidad un discernimiento a la luz del Evangelio tomando los peces buenos y tirando afuera los malos. Debería ser evidente que cuando se habla de "integración" nos estamos refiriendo a lo que puede ser integrado, y no a lo que no puede ser integrado. Por supuesto, la tarea que se impuso hace sesenta años el Concilio Vaticano II, sigue hoy vigente, mutatis mutandis, respecto a las características del hombre contemporáneo.
   
Importante cuestión terminológica: magisterio ordinario, extraordinario, simple, solemne
   
----------La antes mencionada Nota doctrinal ilustrativa de la Carta Ad tuendam fidem, nos permite entender, entre otras cosas, que los documentos finales del Concilio Vaticano II han hecho avanzar la doctrina de la fe en la modalidad de la enseñanza ordinaria. Sin embargo, mons. Gherardini no podía admitirlo, y se expresaba de este modo: "En esta forma de interpretar el Vaticano II, su enseñanza, de Magisterio solemne y supremo, como es la de todo Concilio ecuménico, viene degradada a Magisterio ordinario, aún cuando un Concilio ecuménico no pueda en absoluto, por su intrínseca naturaleza, ser reducido a Magisterio ordinario".
----------Aquí hay confusión terminológica. Considero que solemne no debe contraponerse a ordinario, sino a simple, como por ejemplo se da en los grados de las profesiones religiosas, y referiría estas calificaciones al modo de la enseñanza. Solemne es la enseñanza propuesta con solemnidad, como las definiciones dogmáticas solemnes (primer nivel). Pero se podría también decir que un Concilio propone con solemnidad tanto contenidos ordinarios (habituales, ya enseñados) como contenidos extraordinarios (nuevos). Para los contenidos nuevos, los del Concilio Vaticano II se podrían muy bien llamar extraordinarios.
----------En cambio, las calificaciones de magisterio ordinario y magisterio extraordinario yo las reservaría para referirme a los contenidos, aún cuando también pueden referirse al modo de enseñar. En tal sentido se habla de doctrinas nuevas pero con modalidad ordinaria de enseñanza. Naturalmente, no hay que exagerar la importancia de estas cuestiones terminológicas, sobre todo porque los teólogos no siempre son del todo coherentes en el lenguaje. Simplemente basta con entenderse.
----------Se podría hablar de doctrina extraordinaria, o sea nueva, expuesta en lenguaje simple (segundo nivel), no solemne (primer nivel): la así llamada "definición solemne". En tal sentido, la enseñanza extraordinaria es una enseñanza nueva; lo ordinario es lo corriente. Este es precisamente el caso del Vaticano II, en el sentido de que con lenguaje simple contiene enseñanzas nuevas, es decir, extraordinarias.
   
El Concilio Vaticano II y las dos fuentes de la Revelación
   
----------Otra grave dificultad para mons. Gherardini era comprender el magisterio del Concilio acerca de las fuentes de la divina Revelación, en la que está claro que el Concilio nos ofrece un importante desarrollo de la Tradición. Pues bien, mons. Gherardini no lograba comprender la nueva enseñanza, malinterpretándola en el sentido de que el Concilio negara la existencia de las dos fuentes de la divina Revelación, Tradición y Escritura, doctrina del magisterio precedente. Decía, por ejemplo: "Parece dar a entender que el Vaticano II opera una reductio ad unum de la Revelación escrita y de aquella oral, anulando la evidente distinción declarada y enseñada por el Tridentino y el Vaticano I". 
----------Sin embargo, es sencillo refutar tal error, indicando que en la constitución Dei Verbum n.9, el uso de la expresión coalescere, no significa "confundir" sino unir, dejando distintos los términos. Debe ser claro que aquel unum no debe entenderse como unidad numérica sino como unión, tal como en el Génesis se dice que hombre y mujer son "una sola carne". Pero esto no quiere decir una absurda mescolanza de los sexos. Por consiguiente, la preocupación de mons. Gherardini de que el Vaticano II confundía lo que el Vaticano I distingue no tiene razón de ser. En eso tendríamos una falsificación doctrinal impensable en un Concilio.
   
Los errores de los Papas
   
----------Finalmente, otra cuestión en la que se embarcó mons. Brunero Gherardini y se deslizó hacia desequilibrios y errores, fue la cuestión acerca de la posibilidad del Papa hereje, que volvió a plantearse en los últimos años. Sin embargo, mons. Gherardini se equivocaba doblemente: históricamente y dogmáticamente. Al igual que, por ejemplo los historiadores Piero Vasallo y Roberto de Mattei, citaba a supuestos Papas heréticos que, en realidad, son casos bien conocidos por la apologética precisamente para mostrar cómo en cambio el Papa, cuando enseña como Maestro de la fe al pueblo de Dios (confirma fratres tuos), no se equivoca nunca, ya sea que enseñe solo o como presidente del Concilio Ecuménico, sin que para ello sea necesaria la circunstancia de la definición solemne. El segundo nivel es suficiente.
----------Ciertamente, el Romano Pontífice puede equivocarse también en la fe cuando habla de hecho como doctor privado, y son aquellos precisamente los casos que mons. Gherardini solía citar. Al respecto, el cardenal Tomás de Vío Cayetano [1469-1534] escribió un estudio interesante sobre el Papa hereje, el cual con eso mismo se aparta de la autoridad pontificia. El Papa hereje carece en este mismo acto del derecho de enseñar la fe, precisamente porque enseña la herejía que es lo contrario de la fe.
----------Pero es evidente que el Papa, en cuanto Papa, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, no puede en absoluto ser herético, porque eso es una contradictio in terminis. Cayetano sostiene que el Papa hereje (¡hereje como doctor privado!) puede ser depuesto por el colegio cardenalicio. Por consiguiente esos ejemplos que citaba mons. Gherardini (los mismos que sigue obstinadamente citando por ejemplo Roberto de Mattei) para sostener que el Concilio se ha equivocado, no tienen ningún valor. ¡Extrañamente, en este punto, tanto Gherardini como De Mattei, notorios anti-modernistas, concuerdan con el modernista Hans Küng!

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