A fines del 2019, con ocasión de los debates en el contexto del Sínodo de Obispos sobre la Amazonía, y las características de los pueblos aborígenes de esa región, se volvieron a tratar temas como el politeísmo y sus formas: el animismo, el chamanismo, el totemismo, el culto a la Pachamama, etc. En la celeridad, fluidez y volatilidad de las noticias, que actualmente banalizan al periodismo, por un breve tiempo esos temas fueron el centro de las discusiones. Por mi parte, vuelvo al ruedo sobre ellos y me pregunto: ¿es el politeísmo sólo una característica de pueblos primitivos, o más bien una permanente inclinación del hombre?...
----------Friedrich Nietzsche [1844-1900], como bien se sabe, sostenía que el monoteísmo es una visión mezquina, estrecha y monótona, aburrida y carente de creatividad, y por eso prefería el politeísmo, aunque luego, al final de su vida, él fuera contrario a cualquier religión, sea monoteísta o politeísta. Sin embargo, para él el politeísmo expresaba al menos la variedad, la diversidad, el devenir, la riqueza de lo múltiple, la belleza de lo nuevo que sustituye la mufa mohosa de lo viejo.
El politeísmo: una tentación continua del espíritu humano
----------En realidad, el politeísmo no es solo aquel de la antigua Roma o el de la antigua Grecia o el de la colección de los ídolos olímpicos, "de piedra, de oro, de plata o de hierro" de los que habla la Sagrada Escritura (Dan 5,4). Es una tentación continua del espíritu, incluso en las civilizaciones más evolucionadas, aún después de dos mil años de Cristianismo, solo que se presenta en formas más sutiles o enmascaradas y bajo las apariencias más fascinantes e innocuas, incluso bajo el disfraz del progreso, del pluralismo, de la diversidad y de la libertad; es decir, se presenta con aquellos caracteres que han sido exaltados por Nietzsche. Pensemos, por ejemplo, en los famosos "arquetipos" de los cuales habla Carl Jung [1875-1961].
----------Al mismo tiempo, está hoy muy extendida la concepción relativista y subjetivista de la verdad: la verdad no es un universal objetivo, un dato independiente de nosotros, no es una sola para todos, sino que cada uno tiene o establece a su propio arbitrio (en esto consistiría la libertad) "su verdad". Frecuentemente hoy, cuando leemos las crónicas sobre el desarrollo de los procesos judiciales, no se habla de la "verdad" en sí misma o como tal, sino de la "verdad" propia de cada uno de los participantes en el juicio, sin ninguna preocupación por la objetividad, sino como si la verdad fuera un libre producto de cada uno según los propios intereses personales. ¿Cómo puede ser la ley, en estas condiciones, "igual para todos"?
----------Indudablemente se puede hablar de una multiplicidad de verdades, pero entonces no se trata de la relación del intelecto con lo real, por lo cual si lo real es aquello, tal relación, para ser verdadera, no puede sino ser aquello, o sea, no puede ser más que una; sino que se trata de una multiplicidad de reales, de realidades, o de contenidos diferentes entre sí, y entonces es evidente que en tal sentido cada uno de ellos tiene su propia verdad diferente de aquella de los otros. Pero no se debe confundir el aspecto subjetivo de la verdad (el acto del conocer) con el aspecto objetivo (la verdad de lo real conocido). El acto del conocer un dato objetivo no puede ser sino siempre igual e idéntico en todos los individuos que conocen aquel dato objetivo. La verdad (en su aspecto subjetivo), a diferencia de los diferentes objetos, precisamente para ser verdad, no puede sino variar en correspondencia con el variar de los objetos.
----------Ahora bien, en el campo religioso, la verdadera divinidad no puede sino ser una sola, porque Dios se debe concebir como perfectísimo y si hubiera una pluralidad de dioses, habría necesariamente que admitir, para distinguir unos de otros, que uno tiene aquello que no tiene el otro y, por lo tanto, cada divinidad carecería de lo que tiene la otra, lo que evidentemente contradice la idea misma de divinidad. Sin embargo, muy a menudo y desde siempre los hombres se dejan seducir de diversas maneras y formas por este grave error, que introduce profundas divisiones y contradicciones en las culturas, en las religiones, en la vida de los individuos y en las sociedades. El pluralismo de las religiones puede comportar una pluralidad de valores, pero comporta también desviaciones más o menos graves del monoteísmo. De ahí la caída en el politeísmo, el cual por lo tanto no es un enriquecimiento (como decía Nietzsche) sino un empobrecimiento de la idea de lo divino.
----------El politeísmo de hoy, además de la persistencia de las formas crudas del politeísmo tradicional sobre todo en los pueblos que siguen atrasados (donde todavía podemos encontrar el animismo, el panpsiquismo, el totemismo, el animalismo, el chamanismo, la astrología, el espiritismo, el satanismo, los horóscopos, la magia y, en definitiva, cualquier forma de superstición) se presenta bajo formas insospechables, pero aún así no menos peligrosas, adaptadas a las formas complejas y refinadas de la cultura moderna y bajo ideales o principios ampliamente apreciados, como aquellos que he mencionado antes. Incluso la famosa New Age, que suele colarse explícita o implícitamente en muchos filmes y series estadounidenses, no es más que una forma moderna de politeísmo. Por último, y es algo que nos afecta a los católicos, incluso un cierto pluralismo "católico" que no respeta la unidad de la fe es en realidad un politeísmo enmascarado, disfrazado, travestido de "pluralismo católico". Trataré ahora de demostrarlo.
El mecanismo psicológico que hoy también conduce al politeísmo
----------El caso es que, tanto en las formas aún supervivientes del politeísmo tradicional (sean las del antiguo paganismo o de los diversos politeísmos de los pueblos aborígenes aún incivilizados), como en las actuales formas que he mencionado (y que llegan al pseudo pluralismo católico, no al verdadero y necesario pluralismo católico), sin embargo, el mecanismo psicológico que conduce al politeísmo es siempre fundamentalmente el mismo: la incapacidad para abstraer lo universal de lo particular y, por lo tanto, de elevarse a una visión de la realidad por encima del espacio y del tiempo, así como por encima de la caducidad y de la multiplicidad, para elevarse a la percepción de una superior inmutable y eterna Unidad, unificador principio y fundamento de la multiplicidad que de ella proviene y a ella converge.
----------Exaltamos demasiado lo múltiple, lo diverso, lo cambiante, lo histórico, y descuidamos la unidad y la universalidad que, en cambio, como ya habían intuido Platón [427-347a.C], Aristóteles [384-322a.C] y Plotino [204-270], garantizan la existencia, el origen, la armonía, la reciprocidad y, por lo tanto, al fin de cuentas, la riqueza, la bondad y la belleza. Esto es cierto en todos los campos, donde por ejemplo, a propósito de la comedia, Aristóteles hablaba justamente de la unidad de acción, o a propósito del gobierno de la comunidad él advertía que lo múltiple de por sí conduce al caos, por lo cual si se quiere que una comunidad sea justa y pacífica, es necesario el mando de uno solo, lo que no significa necesariamente ni una monarquía dinástica ni mucho menos la dictadura de quien oprime o nivela la pluralidad, sino el servicio de quien unifica lo múltiple poniéndose como principio y mediador de concordia, de paz y de mutua colaboración.
----------También un cierto modo de concebir la libertad religiosa o el diálogo interreligioso o la relación del cristianismo con las otras religiones pueden ocultar el peligro de un sutil politeísmo, que no está para nada alejado de ese relativismo o ese indiferentismo religioso que hoy con frecuencia vienen con razón denunciados. Los mencionados valores de la libertad religiosa, del ecumenismo y del diálogo interreligioso, muestran su rostro auténtico solo si se llevan a cabo o son fundados en la común percepción de la universalidad de la verdad, sobre todo cuando se trata de los valores fundamentales de la vida y de la existencia, que son aquellos puestos en juego por las religiones y por la moral. En cambio, su corrupción o deformación hacia formas de sutil politeísmo se alimentan de aquella incapacidad de abstracción que he indicado.
----------¿Qué otras formas de politeísmo advertimos en el hombre y en la sociedad actuales?... Pues bien, politeísmo son hoy también la incoherencia y la contradictoriedad de la vida personal, que carece de un principio rector interior de unidad y de armonía psicológica y espiritual personal, en la incapacidad de poner de acuerdo entre sí los valores de la persona, que se convierten por tanto en absolutos separados entre sí o incluso en lucha unos valores con otros, hasta el absurdo rechazo del principio de no contradicción, cosa que en el actuar provoca incoherencias y conflictos interiores, mientras que sobre el plano moral esconde la hipocresía, la infidelidad y la volubilidad, así como la debilidad de carácter, mientras que sobre el plano psicológico conduce obviamente a la esquizofrenia y al límite de la disolución de la personalidad.
----------Entre las nuevas formas de travestido politeísmo tenemos hoy, en el plano social, el conocido fenómeno de la conflictividad generalizada, de la ingobernabilidad, del individualismo y del choque de egoísmos, el relativismo moral y la deshonestidad política, que permiten que persista la injusticia y mantienen un clima de incertidumbre, de divisiones, de recíproca desconfianza, quitando o impidiendo la concordia y la paz, y por lo tanto el bienestar y el progreso. Tenemos una democracia sin principios de unidad, sin referencias a valores objetivos y universales, lo cual obviamente es signo de politeísmo en el campo político y social. Fenómeno que se advierte, naturalmente, no sólo en lo civil, sino también en el interior de la Iglesia, y no por supuesto sólo como fruto del difundido modernismo (sumo exponente del relativismo en todos los ámbitos de la fe y la moral) sino también en formas de ese tipo de corrupto tradicionalismo que llega al absurdo de pensar que el sectarismo en el que viven ciertos sedicentes católicos pueda ser signo de la Iglesia Una-Católica.
La necesidad del acto abstractivo para alcanzar la unidad en todos los ámbitos
----------Visto el diagnóstico anterior, creo que no podemos menos que estar de acuerdo en el valor ineludible de la abstracción, pues resulta evidente que nuestra cultura tiene hoy una profunda necesidad de redescubrir el deseo y la búsqueda de la unidad en el plano del pensamiento y en el plano de la acción, cosas que no pueden sino estar fundadas en la universalidad de la verdad.
----------El acto abstractivo, bien conducido y en las debidas condiciones, es esencial al pensamiento humano en la búsqueda y en la conquista de la verdad. Ciertamente no debemos exagerar como ha hecho Platón dando cuerpo (sustancia) a las abstracciones, como sucede en su famosa doctrina de las ideas subsistentes. Sin embargo, ¡cuán actual y útil sigue siendo, purificada del idealismo, la concepción platónica del ideal! ¡Cuántas acciones heroicas ha inspirado en la historia tanto en el Cristianismo como fuera del Cristianismo! Tal concepción siempre ha dado óptimos frutos en el campo del pensamiento, de la religión, y de la moral debido a la capacidad que tiene para elevarnos al orden de lo eterno y de lo absoluto, y por lo tanto en última instancia, al orden del monoteísmo, aunque esto no aparezca. con toda claridad en la filosofía de Platón.
----------Y a propósito del riesgo de dar cuerpo o sustancia a las abstracciones, también encontramos un signo de politeísmo, por más extraño que parezca a primera vista, incluso en la doctrina filosófica de la sustancia, tal como ha sido discutida por el empirismo inglés de los siglos XVII-XVIII desde John Locke [1632-1704] a David Hume [1711-1776], para los cuales la sustancia y por consiguiente la persona se resuelve en una colección de fenómenos sensibles o interiores ("stream of consciousness"). En efecto, ¿qué sucede en esta concepción y qué se presupone a ella? Precisamente una visión metafísica de la sustancia, y por lo tanto de la sustancia divina, no una sino dispersa sin orden en una multiplicidad inconexa de datos contingentes absolutizados. Los atributos divinos no están ya unificados en la única esencia divina, sino que se encuentran desvinculados entre sí (he aquí el politeísmo) con el riesgo por añadidura de que entre ellos se insinúen algunos que realmente no convienen a la divinidad, como por ejemplo el devenir y pasibilidad.
----------Por el contrario, la sustancia, en el sentido filosófico y antropológico del termino, debe ser concebida como un auténtico e íntimo principio del ser y de unidad no sólo ontológica sino también moral y religiosa. Es necesario, por lo tanto, redescubrir el concepto ontológico aristotélico-tomista de sustancia, también en lo que respecta a la concepción de la persona humana, sin excluir la misma naturaleza divina, como nos lo ha enseñado la propia Iglesia (el Concilio Vaticano I define la naturaleza divina "una singularis substantia spiritualis"), si queremos mantener cuanto el mismo cristianismo nos enseña acerca de la dignidad de la persona humana y la trascendencia del ser divino, del Dios uno y único, el Dios de la verdadera religión, ya percibido oscuramente por la razón natural y ulteriormente iluminado por la revelación cristiana como única esencia en tres personas. Al fin de cuentas, el acto abstractivo demuestra también aquí su necesidad. Precisamente, del hecho de haber perdido la consciencia de la necesidad del acto abstractivo para el pensamiento humano, del hecho de haber vencido en el mundo actual la mediocre filosofía inglesa del empirismo sobre el realismo, y de haber caído en el engaño de pensar que la abstracción es ficción que nos aparta de la realidad, nacen las actuales claudicaciones en la lucha por la defensa de la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia.
----------Para ir finalizando ya esta nota con la mirada puesta en nuestra actual realidad intra-eclesial, hago una breve referencia a monseñor Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza, una referencia meramente casual, aunque no carente de significado. El jueves 12 de marzo de 2020 (una semana antes del inicio del lockdown en Argentina), celebrando la Misa de comienzo del año lectivo en la Facultad de Teología de la UCA, en Villa Devoto, en su homilía, luego de explicar el evangelio del día, la parábola del rico y el mendigo (Lc 16,19-31), el señor arzobispo tuvo emotivos recuerdos sobre su paso por las aulas de esa Facultad en su juventud. Y una de sus expresiones fue la siguiente: "...recuerdo con emoción aquellos años en esta Facultad. Imposible olvidar aquellas clases intensas y llenas de luz, del padre Rivas o del padre Maccarone, que nos descansaban de las abstracciones de la Filosofía, anticipándonos la esperada Teología, mientras nos entusiasmaban a dar los primeros pasos en el estudio bíblico y en la teología fundamental...".
----------Naturalmente, no debo dar más importancia de la que tiene aquella expresión de mons. Colombo: "...nos descansaban de las abstracciones de la Filosofía". Si con tanta frecuencia en este blog digo que no hay que dar tanta importancia a ciertas expresiones del papa Francisco, que pueden ser fruto de una distracción, o de su natural bromista, o quizás de su temperamento provocativo, o acaso de meras opiniones personales que el Pontífice imprudentemente expresa públicamente, o "le salen sin querer" como más de una vez él mismo se ha disculpado, ¿cómo no voy a tener la misma actitud comprensiva hacia una expresión que pudo haberle salido sin querer al arzobispo mendocino, o quizás la expresó a modo de broma, o ironizando, o incluso pudiera ser un acto fallido que no logró detener a tiempo su criteriosa conciencia?
----------De modo que, absolutamente lejos de mí está en esta nota hacer ninguna crítica que no me corresponde, ni lo merece la citada frase. Pero no quiero dejar pasar la ocasión para subrayar la incorrección de la expresión "...nos descansaban de las abstracciones de la Filosofía" considerada en sí misma. ¿Acaso no es la Filosofía, en cuanto nos lleva a la contemplación de la verdad, en sí misma descanso para nuestro intelecto hambriento de certezas, que son descanso de nuestras dudas? ¿Acaso la Filosofía no es la actividad que implica ese imprescindible otium que de ninguna manera mejor puede ser ocupado con el reparador esfuerzo para alcanzar la certeza de la verdad, que nos aleja de la dispersión del negotium? ¿Qué género de Teología puede esperarse ("la esperada Teología" dice el Obispo) si no se descansa primero en el habilidoso dominio de la abstracción filosófica, que nos permitirá, como fiel ancilla theologiae que es la Filosofía, hacer verdadera Teología, y no confundirla con ideologías de moda?
----------Porque está claro que, desde hace varias décadas, en amplios sectores de la formación eclesiástica se han difundido corrientes que consideran inútiles las "abstracciones filosóficas", olvidando su absoluta necesidad, primero para desarrollar una correcta formación teológica, y luego para desarrollar una formación pastoral fundada en la verdad. Basta con recordar las claras directrices del Concilio Vaticano II sobre la formación del clero, sobre las que incluso ha venido insistiendo últimamente el Papa.
----------De modo que, insisto, nuestra cultura tiene, por lo tanto una profunda necesidad de redescubrir el deseo y la búsqueda de la unidad en el plano del pensamiento y de la acción, cosas que no pueden sino estar fundadas en la universalidad de la verdad. Es necesario dejar de creer que el acto abstractivo del pensamiento, que es la conceptualización, nos conduzca fuera de lo real o que no nos permite alcanzar lo real, provocando la falsa convicción de que lo real pueda ser alcanzado por otros medios irracionales o emotivos o sentimentales, que en realidad nos rebajan al nivel de la animalidad, ya que es característica propia de la animalidad la incapacidad de abstraer la esencia universal del dato particular.
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