Con esta segunda parte, completaré la sumaria reflexión teológica acerca del purgatorio, la purificación después de la muerte, necesaria para las almas que aún deben expiar sus pecados. En la primera parte de esta nota habíamos hecho un paréntesis cuando estábamos indagando acerca de las condiciones de ese "fuego" del purgatorio (y sus similitudes y diferencias con el "fuego" del infierno).
----------La dificultad de concebir un espíritu que padezca la influencia de una sustancia física como el fuego está dada por el hecho de que, según cuanto nos dice nuestra experiencia, nuestro espíritu sí puede ser advertido de un insulto físico -y precisamente en esto consiste el verdadero y propio sufrimiento-; pero esto ocurre solo por la mediación de los sentidos. En cambio, en el caso del purgatorio, el alma, que está privada del cuerpo (la llamada "alma separada") sufre directamente de un agente físico o análogo a un agente físico.
----------Pero quizás el punto radica precisamente aquí: que el fuego del purgatorio no es idéntico al fuego como lo experimentamos en esta tierra, sino que tiene algo superior, posee, según la voluntad de la divina Justicia, que en el caso del purgatorio es también Misericordia, una energía especial capaz precisamente de atormentar el espíritu con finalidades purificadoras, de manera similar -y esta es una comparación que encontramos en el mismo san Pablo- a la función purificadora del fuego en relación al oro, fuego que lo libera de las escorias y lo hace brillar en toda su belleza. Algo similar es lo que obra el fuego del purgatorio.
----------El alma que se encuentra pagando sus culpas en el purgatorio posee ya toda la belleza del alma santa; pero esta belleza está escondida, por así decirlo, bajo una capa de escorias, de inmundicia, consecuencia de los pecados cometidos en la vida. Pues bien, el fuego purificador gradualmente, en el curso de una cierta duración eviterna, libera el alma de esta basura hasta que, totalmente limpia, es digna de presentarse en el trono del Altísimo para disfrutar eternamente de la visión beatífica.
----------Expliquemos ahora el uso del término "eviterno", "eviternidad". Se trata de un concepto tradicional, lamentablemente muchas veces olvidado hoy incluso por los teólogos, con graves daños para una adecuada y ortodoxa exposición de la Escatología. Es necesario, por lo tanto, recuperarlo. La eviternidad es una duración que se sitúa en el medio entre la infinita duración de la eternidad, propia de Dios, y la finita duración temporal, el tiempo, duración propia de las realidades corpóreas, incluido el hombre.
----------La eviternidad es la duración de las sustancias espirituales finitas en el mundo ultraterreno, se trate tanto de las almas de los difuntos como de los ángeles (santos o caídos). La eviternidad tiene un inicio, pero no tiene fin. El hecho de que la sustancia espiritual finita no tenga cuerpo no quiere decir que no tenga una duración propia, que de algún modo puede ser medida de manera similar a la duración temporal. Esto nos permite hablar de penas del purgatorio más o menos largas.
----------La duración eviterna implica en el sujeto espiritual, en modo similar al de la duración temporal, una sucesión de actos voluntarios o eventos, o sea sucesos, o sea, sucesivos, los cuales, aunque ahora ajenos a la actividad meritoria, que es relativa, para los seres humanos, sólo a la vida presente, no por eso no son productivos también en relación al mundo de los vivos.
----------Esto le permite a la teología explicar aquella actividad de intercesión de los santos del cielo y también de las mismas almas purgantes, así como nos permite explicar las expresiones de ciertos santos, como por ejemplo santa Teresita del Niño Jesús, que prometió, antes de su muerte, "pasar a su cielo" para hacer llover gracias -o, como ella se expresaba, "pétalos de rosa"- sobre la tierra o santo Domingo de Guzmán, el Fundador de la Orden de los Predicadores (Dominicos), quien de modo similar dijo que en el cielo trabajaría más eficazmente para su Orden de lo que había podido hacerlo aquí en la tierra.
----------Por lo demás, también es de suponer que al menos una parte de los sufrimientos purificadores sea dedicada a reparar culpas cometidas hacia el prójimo durante la vida mortal, mientras que podemos estar ciertos de que el alma purgante al mismo tiempo reza, vale decir intercede, por aquellas personas hacia las cuales durante la vida ha comprometido de los males, de los que se ha arrepentido, pero cuya pena aún no se ha descontado por completo, al tener que permanecer aún en el purgatorio.
----------De modo que así como existe una historia aquí abajo, en la Iglesia peregrina, existe también análogamente una historia en el más allá, ya se trate del cielo, del purgatorio o del infierno. La historia de la Iglesia no es sólo una historia de aquí abajo, sino que es también una historia de la Iglesia celestial y de la Iglesia del purgatorio. Esto quizás a veces lo olvidemos. Toda la Iglesia, como un solo cuerpo, está en camino hacia la Parusía, y Nuestro Señor vendrá tanto por la Iglesia terrena como para la ultraterrena.
----------De tal modo, por ejemplo, según el testimonio creíble de muchos y también mi experiencia personal, las almas del purgatorio, con permiso divino, pueden excepcionalmente aparecer entre nosotros, en el curso de nuestra vida temporal, para pedir oraciones por el descanso eterno de su alma. Esta convicción es tan tradicional y antigua en el pueblo cristiano que también existe la expresión popular del "alma en pena" para expresar una persona angustiada que deambula entre nosotros.
----------En el purgatorio se descuentan o cumplen aquellas penas temporales que son debidas a los pecados veniales y que quedaron en suspenso al momento de la muerte. Es necesario equilibrar las cuentas. Estas penas normalmente deberían descontarse aquí abajo mediante la penitencia y la aceptación de las pruebas de la vida, en modo de volar inmediatamente al cielo en el momento de la muerte.
----------Pero si somos indolentes o descuidados en el hacer esta obra de justicia, de purificación y de preparación, y sin embargo estamos en gracia de Dios, entonces, para poder ser admitidos a la eterna bienaventuranza, tenemos necesidad de un período previo de purificación, más o menos largo dependiendo de la entidad de los pecados que hemos cometido. Para acudir a una cena de bodas, si actualmente estamos en blue-jeans y remera, es necesario primero ponernos vestimentas adecuadas.
----------En efecto, mientras la pena del pecado mortal es el infierno, pena que se nos quita cuando nosotros confesamos un pecado de este tipo, la pena del pecado venial, siendo sólo temporal, se presta para ser descontada aquí abajo, cosa que es no solo posible sino también necesario hacer, al menos en principio. Pero si no la descontamos aquí, entonces tendremos que descontarla en el más allá y con mayor severidad, al menos según la opinión común de los teólogos.
----------De ahí la oportunidad de cargar cada día nuestra cruz, como por lo demás nos prescribe Nuestro Señor Jesucristo, y de hacer a menudo penitencia, de modo de eliminar cada día la escoria de los pecados veniales, los cuales son frecuentes e inevitables incluso en los santos, en modo similar a como cuidamos cada día nuestra higiene personal, para mantenernos siempre puros y limpios, y poder tener relaciones agradables a nuestro prójimo y a Dios, que es purísimo Espíritu. Ahora bien, si tenemos cuidado de presentarnos decorosamente ante los demás, ¿cuánto más cuidado deberíamos tener en presentarnos con dignidad delante de Aquel que nos ha creado, nos ha redimido con su sangre y se nos ha dado a Sí mismo, así como nos ha dado a nuestros hermanos y todo cuando de más bello existe en la creación?
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