miércoles, 23 de diciembre de 2020

La madeja cada vez más enredada

El conocido historiador católico Roberto de Mattei ha venido transitando en años recientes una inclinada pendiente en sus ideas acerca del concepto de Tradición, sin llegar todavía a resolver el enredo que él mismo ha producido en sus libros, artículos periodísticos y entrevistas; sino todo lo contrario, ahondando aún más sus errores doctrinales, que lo acercan cada vez más a las herejías pasadistas (lefebvrianas).

----------Como botón de muestra podría bastar con señalar algunos pasajes de su reciente artículo en su agencia de noticias: El Año de San José: una gran oportunidad para la Iglesia, del pasado 16 de diciembre. Pero no me detendré en esa tarea, que no es objetivo de esta nota
----------Desde hace décadas vengo leyendo sus libros, ensayos, artículos periodísticos, conferencias y hasta las entrevistas que se le hacen. Incluso en el pasado yo mismo he publicado en este blog algunas de sus notas, y las he transcripto al español. Particularmente han sido meritorias sus labores de carácter histórico, que es su especialidad, aún cuando no carecen en ocasiones de interpretaciones sesgadas y de errores también históricos, fruto precisamente de sus opciones ideológicas (políticas y sociológicas) a las que frecuentemente he hecho caso omiso cuando sólo se ha tratado de alusiones accidentales al tema central tratado en sus artículos. Sin embargo, en los últimos meses, precisamente los de la actual pandemia del Covid-19, su parcial visión de los sucesos históricos contemporáneos lo ha inclinado a una prognosis imposible de compartir, al fundarse e incluir patentes errores dogmáticos y desobediencia al Magisterio de la Iglesia.
   
Conservación y progreso, dos tendencias legítimas y necesarias en la Iglesia
  
----------El citado artículo del profesor De Mattei, en su agencia de noticias, comienza con este pasaje: "El escenario al que asistimos al final del 2020 aparece muy diferente de aquel con el cual concluyó el 2019. Un año atrás, la inexorable declinación del pontificado del papa Francisco venía confirmada por los resultados del Sínodo pan-amazónico, que no había alcanzado a realizar ninguna de las esperanzas de los progresistas, desde la abolición del celibato eclesiástico al sacerdocio femenino".
----------Como es fácil darse cuenta, la expresión "los progresistas" tiene para De Mattei un sentido negativo, inadmisible en la Iglesia, como salta a la vista al relacionar de inmediato a "los progresistas" con "la abolición del celibato eclesiástico" (contraria a la actual disciplina en la Iglesia occidental) y el "sacerdocio femenino" (contrario a una verdad de fe, como es el dogma del sacramento del Orden Sagrado). Es suficiente este texto, pero existen multitud de otros textos del profesor De Mattei, para quedar bien a las claras que para él, ser "progresista" no es una actitud legítima en la Iglesia. Para él, es "estar contra la Tradición".
----------En una nota de días atrás hice referencia a mons. Armando Levoratti [1933-2016], indicando una entrevista que le hicieron en 2003. El famoso biblista argentino comenta en un pasaje: "En 1953, sin que yo lo esperara, me anunciaron que debía proseguir mis estudios en Roma. La teología que se enseñaba en la Universidad Gregoriana en aquella época tenía un buen nivel, pero era más bien conservadora. Era la época en que florecían los estudios teológicos, bíblicos, patrísticos, litúrgicos y pastorales que prepararon el camino al Concilio Vaticano II y que muchos estudiantes de Teología leíamos con fruición".
----------Como puede fácilmente advertirse, no existe nada de negativo o despectivo en la calificación de "conservadora" que Levoratti hace a la tendencia de los estudios teológicos que él encontró en Roma a mediados de los años '50; ni señala tampoco una actitud reprobable o inadmisible en la Iglesia, como pueden ser hoy, luego de setenta años de aquella época, las actuales tendencias lefebvrianas o de abusivo tradicionalismo. Al usar la expresión "conservación", mons. Levoratti se refiere a una legítima tendencia en la Iglesia, la cual, para ser sana y evitar reducirse a parcialismo, sectarismo o partidismo, no debe desconocer la legitimidad de la otra tendencia: "progresista", absolutamente necesaria para la vida de la Iglesia.
----------Se trata de dos simples citas, casuales, coloquiales casi, pero son expresivas de dos actitudes de valor lingüístico, doctrinal y moral diverso. La expresión de Levoratti es lingüisticamente correcta: el concepto que él intenta expresar con la palabra "conservador" es el de "conservador", una tendencia o sensibilidad legítima en la Iglesia. Mientras que la expresión "progresista" en De Mattei es lingüísticamente incorrecta, en cuanto que el concepto que él intenta expresar con esa palabra no es el de "progresista" sino "modernista", una herejía. Los conceptos señalados expresan por sí mismos el diverso valor doctrinal que tienen.
----------Un católico de tendencias progresistas como el padre Armando Levoratti, se refería a la tendencia "conservadora" sin condenarla, pues sabía que no le era en absoluto legítimo hacerlo; un católico de tendencias conservadoras como el prof. Roberto de Mattei, se refiere a la tendencia "progresista" condenándola. Por supuesto, de esto mismo resulta la diferente calificación moral del juicio de ambos exponentes que he traído a colación. El diferente modo de expresarse de uno y otro exponente brotan del concepto de Tradición, correcto en Levoratti, pues Tradición implica a la vez conservación y progreso, incorrecto en De Mattei, en quien el concepto de Tradición es fijista, sin admitir progreso. Trataré de explicarlo a continuación.
   
El erróneo concepto de Tradición de Roberto de Mattei
   
----------Una buena manera de introducirse en el confuso pensamiento de Roberto de Mattei acerca de la Tradición es su librito Apologia della Tradizione (Lindau, Turín 2011, cuya edición en lengua española es de 2018). El subtítulo del librito es "Post–scriptum del libro El Concilio Vaticano II. Una historia nunca escrita". Puede decirse que, respecto a su conocido trabajo histórico sobre el Concilio, este post-escrito es una explicitación de las tesis teológicas que va más o menos insinuando el autor en el libro que le precede, tesis teológicas que se refieren básicamente al concepto de Tradición y al de infalibilidad del Magisterio.
----------Pues bien, lo primero que debe decirse es que Apologia della Tradizione comienza con una correcta consideración de la Sagrada Tradición Apostólica, entendida en primer lugar como compendio (traditum) de la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo confiada a los Apóstoles y sus Sucesores, los Obispos, bajo la guía de Pedro y del Sucesor de Pedro y, en segundo lugar, entendida como transmisión (traditio) fiel e infalible de tal doctrina, bajo la asistencia del Espíritu Santo, a las generaciones posteriores hasta el fin del mundo.
----------De hecho, Nuestro Señor Jesucristo mandó a los Apóstoles enseñar a todo el mundo la doctrina del Evangelio, aquella "Palabra que no pasa", asegurándoles que quienes los escucharan lo escucharían a Él, prometiendo estar con ellos hasta el fin del mundo, y garantizándoles que el Espíritu Santo en el curso de la historia los habría de guiar al pleno conocimiento de la verdad divina e inmutable contenida en los datos revelados por Él, datos que los evangelistas pusieron después por escrito (Escritura), sin que por ello se abandonara la predicación oral (Tradición) de la doctrina evangélica.
----------Este oficio de enseñar la verdad revelada o verdad de fe constituye el Magisterio de la Iglesia (poder magisterial de la "Iglesia docente"), tarea principal del colegio apostólico y episcopal en unión con Pedro y bajo Pedro. Este colegio también ha recibido de Cristo el mandato de gobernar el rebaño de Cristo siguiendo el ejemplo del Buen Pastor y como guía práctica hacia la salvación (poder pastoral o jurisdiccional).
----------El Concilio Vaticano II ha distinguido oportunamente la función jurisdiccional (pastoral) de la doctrinal (magisterial), corrigiendo una precedente opinión difundida entre los teólogos, que reconducía la segunda a la primera, con el riesgo de devaluar la función magisterial, ya que si bien en su oficio pastoral un Papa o un Concilio con y bajo el Papa pueden equivocarse, no es lo mismo en su oficio magisterial, el cual, en cuanto atinente en varios modos y grados a la doctrina de la fe, es infalible. Por lo tanto, el profesor De Mattei habría debido juzgar en su libro aquella mencionada opinión teológica a la luz de la enseñanza explicitada por el Concilio Vaticano II, y no al revés, como lamentablemente lo hace.
----------Por otra parte, para que una enseñanza doctrinal conciliar sea infalible, como se desprende de la carta apostólica Ad tuendam fidem, y de la Nota ilustrativa adjunta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no es necesario que ella sea declarada como tal, infalible, sino que es suficiente que se trate de hecho de materia fe o como desarrollo de la Tradición o como explicitación de un dogma ya definido o como doctrina conexa con el dato de fe o deducida de un dato de fe. Este es precisamente el caso de las doctrinas del Concilio Vaticano II. Por eso no es correcto decir que ellas no son "infalibles". Si por infalibles se entiende, como se debe entender, "verdaderas", ellas son absolutamente infalibles.
----------Ciertamente, en cuanto traditum, es decir lo que es transmitido y enseñado por el colegio episcopal en el curso de la historia, en este sentido la "Tradición" es el conjunto de las verdades de fe, sintetizado en el Símbolo de la Fe y oralmente enseñado por el mismo colegio episcopal cum Petro y sub Petro.
----------En el libro del prof. De Mattei hay una pregunta central de extrema importancia, sobre la cual merece que nos detengamos para examinarla atentamente: ¿Cómo hacemos para saber cuáles son las verdades de fe o, como se expresa el autor: "¿Cuál es la regla de la fe"? ¿Quién nos lo dice? ¿De dónde lo recabamos? ¿Cómo podemos estar seguros? Y el autor responde correctamente: la Tradición. Sin embargo, cuando él dice aquí "Tradición" no está diciendo lo mismo que dice la Iglesia con la palabra "Tradición", y que ya he explicado arriba: Tradición como traditum (conjunto de la Verdad revelada) y Tradición como traditio (acto de transmitir esa Verdad). La Verdad revelada, en cuanto divino depósito (traditum) confiado a la Iglesia, es transmitido (traditio, tradere), por el Magisterio pontificio y conciliar cum Petro et sub Petro, desde San Pedro hasta el Papa actual. Por ende, la regla de Fe es, sí, la Tradición, pero entendiéndose que, por divina voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, su único intérprete auténtico es el Magisterio vivo.
----------Sin embargo, luego, extrañamente, De Mattei hace una distinción entre Tradición y Magisterio que indudablemente tiene una parte de verdad, cuando afirma con claridad que la Tradición contiene la Verdad revelada y constituye la regla de la fe, una distinción sin embargo que acaba por separar estas dos cosas presentando la "Tradición" como una especie de abstracto y trascendente ideal platónico por una parte, aislado del Magisterio viviente y, por la otra, un "Magisterio" relativizado, confinado en los límites de la historia, falible, discontinuo e incoherente, tal para ser en ocasiones -según De Mattei- infiel a la Tradición y que por lo tanto puede ser corregido y puesto en regla por la "Tradición".
----------¿Pero quién entonces, sobre la base de esa "Tradición" (tal como De Mattei la entiende) tendría la autoridad o la facultad para corregir el Magisterio? Y entonces, para responder a esta pregunta, el historiador italiano se adentra en un sendero muy peligroso, ciertamente -debo suponerlo- contra sus reales intenciones, un sendero que acaba por asemejarse mucho al camino recorrido por los así llamados "tradicionalistas" del siglo XIX condenados por la Iglesia, como Joseph-Marie conde de Maistre [1753-1821] y Félicité Robert de Lamennais [1782-1854], y también recorrido por Martín Lutero [1483-1546] y por los modernistas, con la diferencia de que mientras el profesor Roberto de Mattei apela a la "Tradición" aislándola del Magisterio, estos últimos apelan similarmente a la "Escritura" aislándola del mismo Magisterio.
----------Digámoslo francamente, llevando las premisas del razonamiento hasta sus últimas consecuencias: ¿Quién queda, entonces, para corregir a los Obispos que se desvían de la Tradición? El Pueblo de Dios, supremo custodio de la "Tradición", y de modo especial aquellos valientes historiadores (como De Mattei) y teólogos (entiéndase los lefebvrianos), que, en base a la "Tradición", identifican los errores de los Obispos, tal vez incluso de un Concilio Ecuménico, por lo cual haciéndose custodios y vengadores de la "Tradición", se sienten que están en grado de corregir y de invitar a retornar a ella incluso a un Concilio, reconduciendo a la Iglesia por el camino de la verdad. ¿Pero, acaso le parece al profesor Roberto de Mattei que todo esto es coherente con lo que él mismo dice, al inicio de su librito, acerca de la Tradición y del oficio del Colegio Apostólico? ¿Le parece a De Mattei que este discurso es verdaderamente católico?
----------Ciertamente el Magisterio es distinto de la Tradición en relación al hecho de que mientras que el Magisterio es el oficio doctrinal del Colegio de los Obispos con el Papa y bajo el Papa, la Tradición es el conjunto de las verdades reveladas (traditum) confiadas por Nuestro Señor Jesucristo a los Apóstoles. Pero si consideramos la Tradición como tradere, transmitir, enseñar oralmente (predicación) o por escrito (Escritura, Nuevo Testamento, Concilios, Pontífices hasta el Concilio Vaticano II y los documentos del postconcilio), ¿dónde está la diferencia? ¿El tradere no es acaso un enseñar y un predicar?
----------En este sentido tiene razón el Concilio Vaticano II al afirmar que sustancialmente, esencialmente, Magisterio y Tradición son la misma cosa, sin duda en relación con la función del tradere-docere-praedicare, aún cuando, como repito, desde el punto de vista de los contenidos de fe, indudablemente la Tradición Apostólica es la regla de la Tradición Eclesial, que constituye el Magisterio.
----------Cualquiera de nosotros, sacerdotes, en el momento en el cual predicamos el Evangelio, somos testigos de la Tradición, aunque obviamente debemos hacerlo en comunión con el Magisterio viviente, o sea con el Magisterio actual. De hecho, el Espíritu Santo asiste por cierto también a este Magisterio actual del papa Francisco y el Colegio Episcopal, cuando enseña unido al Papa y bajo el Papa. ¿Y acaso este Magisterio actual podría encontrarse en contradicción con el Magisterio de ayer? ¿Pero, en tal caso, entonces dónde iría a terminar la promesa de Cristo? ¿Y por qué el papa Benedicto XVI, hoy Papa emérito, ha hablado tanto de "continuidad", aunque siempre continuidad en el progreso y en la reforma? ¿Por qué, entonces, en su libro De Mattei no explica en qué consiste esta continuidad magisterial, en lugar de acusar a la doctrina del Concilio Vaticano II de estar equivocada (De Mattei no llega a decir "no es infalible")?
----------Si, como el prof. De Mattei mismo reconoce, hoy la Iglesia conoce mejor que en el pasado el depósito revelado, entonces, ¿eso no quiere decir que las doctrinas del Concilio Vaticano II son más progresistas y más avanzadas que las del Concilio de Trento o de Calcedonia, aunque conservando ellas la misma verdad?
----------Y entonces ¿acaso esto no quiere decir que el Concilio Vaticano II ha desarrollado la Tradición y que, por lo tanto, es posible juzgar no solo el Concilio a la luz de la Tradición expresada, por caso, en el Vaticano I, sino que también es posible y necesario hacer la operación inversa, o sea evaluar el Concilio Vaticano I a la luz del Concilio Vaticano II? De hecho, mientras que la Tradición del pasado es una Tradición fundante, la del presente es una Tradición desarrollada. Es necesario usar ambos criterios para evitar por una parte el lefebvrismo y por otra parte el modernismo.
----------En lugar de cuestionar el valor de la doctrina del Concilio Vaticano II, más bien pidamos al Santo Padre, como se lo pidió mons. Brunero Gherardini [1925-2017] (aún con todos los puntos obscuros de su teología) que esclarezca aquellos pasajes de los documentos conciliares donde efectivamente parece valer la interpretación modernista (no que el texto conciliar sea modernista, sino que su poca claridad o ambigüedad, parece permitir la falsa interpretación modernista o rahneriana).
----------En definitiva, lo que es necesario poner de manifiesto es la absoluta e infalible continuidad con la Tradición del Concilio Vaticano II, así como es necesario refutar la interpretación modernista de sus documentos, aunque mostrando qué tipo de progreso se ha producido desde el Magisterio preconciliar al Magisterio postconciliar. En otras palabras: debemos ser modernos, aunque no modernistas.
----------Pero esta tarea es no sólo posible sino necesaria. Tratemos de comprender lo que verdaderamente ha intentado decir el Concilio Vaticano II, aunque también se nos permite avanzar críticas acerca de la parte pastoral de sus textos, pero no podemos ni debemos criticar la parte doctrinal para no poner en duda la fidelidad del Magisterio al mandato de Nuestro Señor Jesucristo y a la Sagrada Tradición.

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