El último día del año civil suele ser la ocasión para muchos de dirigir la mirada a la duración de las cosas, a la duración de la propia vida, al inventario, al balance, y también a los deseos, las esperanzas y, cuando ello es posible, a los proyectos y a los planes de acción. A veces esa mirada dura sólo segundos, mientras se alzan las copas del brindis de medianoche, pero muchas veces es una mirada más serena y detenida, sopesada, meditada, alimentada por la gracia en la confiada oración a Dios, creador de la duración de nuestro tiempo, hasta que pasemos a la otra duración sin tiempo (la eviternidad), para pasar así a la eternidad.
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
jueves, 31 de diciembre de 2020
El papa Francisco, el tiempo, la duración, las épocas, las crisis
----------Siempre me ha parecido que el tradicional Discurso a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones navideñas, es el modo que han tenido y siguen teniendo los Papas de nuestro tiempo para revelarnos a todos algo de su propia meditación de fin de año, de su inventario y balance, de sus deseos y esperanzas, y de sus proyectos y planes de acción. Porque, al fin de cuentas, en ese encuentro con sus más cercanos colaboradores, aquellos que son su prolongación, sus representantes, sus inmediatos auxiliares en su oficio magisterial y pastoral, es natural que el Papa abra su corazón y sus íntimos pensamientos.
----------Por supuesto, no han faltado las miradas indiscretas que buscan otras cosas en estos Discursos, particularmente en los ocho años del actual pontificado, pues ha ocurrido que el papa Francisco, quizás por un inoportuno exceso de celo, dejándose llevar por su temperamento, en otros años no se ha medido en el examen de conciencia y reprensión hacia sus colaboradores más próximos. Pero, curiosamente, aquellos indiscretos observadores han salido desairados en los últimos dos discursos del Papa a la Curia.
----------La intención de mi nota en este último día del año es invitarlos a releer el Discurso del Papa a la Curia Romana de este año, el del pasado lunes 21 de diciembre de 2020; pero volviendo a leer antes el Discurso del año pasado, del sábado 21 de diciembre de 2019. No faltarán los indiscretos intérpretes que señalen alguna frase, alguna acentuación, algún subrayado del papa Francisco, para asimilar estos dos discursos a los de los años anteriores; pero creo que ellos son fundamentalmente distintos a todos los precedentes. Y también fundamentalmente distintos entre sí: en ambos hay miradas de largo alcance, pero la actitud y la acentuación es distinta en el del 2019 y en el de este año 2020. ¿Qué ha sucedido para este cambio? La respuesta que surge a primera vista es natural y obvia: la sorpresiva pandemia que se prolonga incierta y aún amenazante. Cuando el papa Francisco dirigió su primer discurso, Roma no podía imaginar que pocos meses después sus calles quedarían desiertas, y también la Plaza San Pedro; y cuando el Papa dirige el discurso de este año, la pandemia (y la crisis) parece estar en el centro de sus pensamientos.
----------Otros observadores vaticanistas podrían indicarnos que estos dos discursos navideños a la Curia son distintos a los anteriores porque -se aventuran ellos a decir- probablemente son los últimos de este pontificado, y no han dejado de proveer argumentos para convencernos de ello. Pero no me referiré hoy a este tema, el del supuesto final del pontificado de Francisco (quizás lo haga en próximas notas); sino que mi única intención es invitarlos a leer ambos discursos cuyos enlaces les he dejado líneas arriba. Al fin de cuentas, como fieles católicos debemos latir al unísono con el corazón de la Iglesia, que es el de Pedro y sus Sucesores, la Cabeza visible de la única Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo.
----------Podría terminar aquí mi meditación de hoy, porque creo haber dado a los lectores suficientes motivos para releer estos dos discursos en este último día del 2020, o quizás mañana, el primero del 2021; pero voy a hacer algo más. Me referiré al discurso del año pasado, ofreciéndoles algunas líneas directrices para interpretar su argumento central; y dejaré que los lectores reflexionen por su cuenta sobre el discurso de este año.
El Discurso del Papa a la Curia Romana del 21 de diciembre de 2019
----------El papa Francisco, en su anterior Discurso a la Curia Romana en 2019, con motivo de las felicitaciones navideñas, había dicho que estamos yendo al encuentro de un "cambio de época", o como suele decirse, un punto de inflexión histórico. Y repitió esas exactas palabras media docena de veces, y no era la primera vez que las usaba: en realidad esas tres exactas palabras, "cambio de época", han sido usadas unas doscientas veces por el papa Francisco; aunque, y el dato es curioso, llamativo, casi no las ha usado en todo este año 2020. ¿Qué ha sucedido para que ello ocurriera? ¿Porqué centenares de veces durante los años anteriores y casi nunca este último año? ¿Ha cambiado el Papa de parecer?...
----------"Cambio de época". Son palabras grandes y graves, ciertamente interesantes, pero que plantean algunos interrogantes que no podemos pasar por alto: ¿Cuáles son los términos de este cambio de época? ¿Cuál es el programa? ¿Cuáles son los fines? ¿Cuáles son los objetivos? ¿Cuáles son los contenidos? ¿Cuáles son los métodos? ¿Cuáles son las etapas de su realización? ¿De dónde o de quién obtener inspiración?
----------¿Es acaso que el Papa se siente el promotor o el protagonista de un cambio de época? Podemos creerlo. Sin embargo, para volverse creíble, él debería explicarse mejor, y responder a todos los antes mencionados y subsiguientes interrogantes y objeciones, quizás con una encíclica de 200 páginas.
----------En efecto, personalmente me surgen perplejidades. ¿Las ambiciones del papa Francisco no parecen tal vez excesivas? ¿En qué consistiría exactamente este "cambio de época" del que habla? ¿Debería ser el papa Francisco el encargado de abrir toda una época histórica? ¿Está precisamente seguro de ello? ¿Quiere decir, entonces, que la presente época ha terminado? ¿Y él cómo lo sabe? ¿De dónde lo ha sacado? ¡Y no se escandalice el lector por mis interrogantes! Al fin de cuentas, en estos discursos, y sobre esta cuestión, el papa Francisco se mantiene obviamente en ámbito pastoral y de gobierno, donde no se nos prohíbe discernir, cuestionar, tener nuestro propio juicio, y hasta respetuosamente disentir, llegado el caso.
----------¿Cuáles son las características de la época presente que hoy estarían superadas, muertas o terminadas, de tal manera que sería necesario inaugurar una nueva época? ¿Estamos seguros que la presente haya terminado? ¿Y si en cambio no estuviera próximo el mismo fin del mundo y la Parusía, como algunos piensan? ¿Qué sabemos, al fin de cuentas, acerca de cuándo retornará el Señor? ¿No podría retornar también mañana? ¿No está quizás ocurriendo actualmente en la Iglesia una impresionante apostasía?
----------Por otra parte, preguntémonos: ¿no es el Concilio Vaticano II el que ha inaugurado una nueva época de la Iglesia? Hablando, en efecto, de aquello que se esperaba del Concilio, el papa san Juan XXIII, ¿no auguraba acaso un "Nuevo Pentecostés"? ¿Pero este nuevo Pentecostés ya ha pasado, o está en curso, o todavía está por venir? ¿La nueva época no es quizás presente sin necesidad de esperar otra?
----------¿O es tal vez que en cambio, como dicen los modernistas, el Concilio está superado? Pero... ¿acaso ya ha sido implementado? ¿O ha fallado? ¿O hay que corregirlo? ¿Hemos hecho ya todo lo que el Concilio ordenaba hacer? Todas estas son preguntas que debemos hacernos antes de hablar de un "cambio de época". ¿No bastaría, de hecho, con más modestia pero mayor realismo, predicar, en la huella de los Papas precedentes, una prosecución de la renovación conciliar, una correcta interpretación de los documentos doctrinales con la exclusión de las falsas interpretaciones modernistas (que son las que también usan los lefebvrianos para interpretarlo), una corrección de los errores pastorales del Concilio, así como la recuperación de valores perdidos y olvidados? ¿No sería ya éste un programa suficiente? ¿No es que, por caso, tenemos necesidad de reconstruir muchas cosas necesarias para la salvación, que han sido destruidas?
----------En todo caso, nadie duda que hay que estar de acuerdo con la renovación, pues Ecclesia est semper reformanda. Pero preguntémonos qué cosa conservar y qué cosa cambiar. ¿O queremos tirarlo todo y volver a hacerlo todo desde el principio, como hace el cocinero que ha quemado el plato o como pretendía hacer Descartes con todos aquellos que habían pensado antes que él, considerándose el primero en descubrir finalmente la verdad? ¿Queremos rehacer la Iglesia mejor de como la ha querido Cristo?
----------La Palabra de Dios, expresada en el dogma, es "Palabra que no pasa" y es necesario serle siempre fiel. Sin embargo, es cierto que esta Palabra, manteniendo idéntico su significado en la historia, es siempre mejor conocida, profundizada y explicada por el Magisterio de la Iglesia e iluminada por el Espíritu y siempre mejor aplicada y vivida por los santos, mientras que el Espíritu Santo, por su parte, renueva la faz de la tierra. Y entonces es necesario escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
----------Las líneas de este pontificado nos son actualmente conocidas, y no podemos dejar de ver su valor. Las líneas del pontificado del papa Francisco están sustancialmente de acuerdo con la renovación promovida por el Concilio Vaticano II. En particular recordamos la llamada a la fraternidad humana, la atención a los pobres y a los inmigrantes, el gran tema de la misericordia, el diálogo interreligioso, la justicia social y política, la ecología, el rechazo del fariseísmo y del legalismo por una ética de la filiación divina y de la caridad, abierta a las sorpresas del Espíritu Santo. Ideas que resumen el actual pontificado.
----------De acuerdo. Pero aquello que estaría en nuestros votos es que el Papa, además, mientras mantiene los aportes doctrinales y dogmáticos del Concilio, como la Iglesia pueblo de Dios, la sinodalidad, la liturgia fons et culmen totius vitae christianae, la Revelación como acontecimiento, la función del Espíritu Santo, el papel de los laicos hombres y mujeres en la Iglesia, el ecumenismo, la libertad religiosa y el diálogo interreligioso, la condena del ateísmo, la valoración crítica de la modernidad, la inculturación del Evangelio, el encuentro con el mundo, el aspecto escatológico de la vida eclesial, la llamada universal a la santidad, corrija ciertos aspectos de la pastoral conciliar, como la tendencia buenista, demasiado conciliadora hacia el mundo, un pacifismo ingenuo y el debilitamiento de la ascética y del aspecto sacro de la liturgia.
----------Este es el legado, esta es la tarea que le han dejado sus Predecesores. No es cierto, como creía el cardenal Martini, que la Iglesia del papa Benedicto XVI estuviera "retrasada dos siglos" (frase que de modo imprudente el papa Francisco repite en este discurso del 2019). Por el contrario, Benedicto estaba guiando a la Iglesia en la verdadera reforma conciliar, una línea que Francisco haría bien en reemprender. Por consiguiente, en mi humilde opinión, antes de pensar en un supuesto "cambio de época", el papa Francisco haría mejor en proseguir el camino emprendido por los Santos Pontífices precedentes, que interceden desde el cielo por él y por la Iglesia en vista de una plena y sabia realización del Concilio, en la espera de la Venida del Señor, la cual, como esperamos, dada la actual situación de desertización de la Iglesia, con una sana "ecología integral" regeneradora, hará reflorecer la vida para la eternidad.
----------Una Iglesia que (permítaseme la metáfora) a semejanza de un parque nacional africano, está ahora llena de bestias feroces, pero que esperamos verla como una familia unida y en concordia bajo la mirada de Dios. Una Iglesia que no sea un instituto psiquiátrico, donde los médicos están más desequilibrados que los pacientes, sino una comunidad de seres razonables, que usan del libre albedrío para el cumplimiento de buenas obras bajo el influjo de la gracia. Una Iglesia que no sea el teatro de opuestas facciones en lucha entre sí por la conquista o la defensa del poder, sino una comunidad de creyentes unidos en una sola fe, en la pluralidad de las legítimas opiniones y corrientes, sean conservadoras o progresivas, ambas legítimas y absolutamente necesarias. Este sería verdaderamente el cambio de época.
El Discurso del Papa a la Curia Romana del 21 de diciembre de 2020
----------Amigos lectores, aquí pongo punto final a esta nota. Como les adelanté, sólo quería recordarles el tema central del discurso del año pasado, para invitarles a que sean ustedes mismos los encargados de examinar el Discurso a la Curia Romana en 2020, distinguir sus temas centrales y, sobre todo, descubrir la sorprendente diferencia con el discurso del año pasado. Ya no se habla de "cambio de época", y tan sólo se hace alusión a "nuestra época". ¿Qué ha sucedido? ¿El Papa ya no piensa que vamos hacia un "cambio de época", ya no existe ese "punto de inflexión epocal"? ¿Estamos ya en la "nueva época", la inaugurada por el Concilio? De lo que el Papa habla esta vez, fundamentalmente, es de la pandemia y la crisis.
----------Queridos lectores: los saludo con mis mejores votos para el 2021, mis votos de paz y bendiciones divinas, y la promesa de mis oraciones por todos los que generosamente leen mis modestísimos pensamientos.
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