viernes, 11 de diciembre de 2020

Apuntes de Escatología (6/12) La Parusía de Cristo. Parte 2

En la nota anterior, concluíamos que la Parusía es el momento final de la edificación del Reino, es la inauguración del Reino en su plenitud, cuando el trigo es separado del lolio, la confusa cizaña, cuando los justos reciben el premio eterno y los malvados el castigo eterno. Y todo esto, aconteciendo no tanto en el alma, puesto que eso ya ha sucedido en el juicio particular en el momento de la muerte, sino en el cuerpo mismo y en el mundo, como redundancia de la sanción divina, al momento del juicio universal.

----------En efecto, mientras que el juicio particular es pronunciado por el Juez divino al momento de la muerte en relación con la suerte personal de cada uno, que es destino de felicidad o de miseria, el juicio universal en cambio, pronunciado por Cristo en el momento de la Parusía, tiene la función de colocar a cada uno de nosotros en la justa relación con toda la humanidad y con el universo cósmico.
----------La Parusía de Cristo tendrá, por otra parte, la función de regenerar la entera creación, la cual, como dice san Pablo, actualmente "sufre los dolores del parto", en la espera de la revelación final de los hijos de Dios. En esta conclusión de la historia presente, el Hijo conduce a término la obra divina de la liberación del mundo del mal, lleva a cumplimiento el sometimiento de la creación a su poder, recapitula en unidad y armonía todas las energías cósmicas desorganizadas por el pecado y restituye al Padre, legítimo propietario porque es su Creador, aquel mundo que el pecado había sustraído a su poder benéfico, arrebatándolo del poder de Satanás, ahora arrojado para siempre al infierno, aunque Dios, en su providencia misericordiosa, no permanece ausente ni siquiera de esos lugares tenebrosos y miserables.
----------Cristo manda a sus seguidores mantenerse siempre preparados para su venida con el ejercicio de las buenas obras: el momento de la Parusía, dice Cristo, lo conoce sólo el Padre. Por muy vivo que sea nuestro deseo de saber cuándo vendrá Cristo, Cristo no nos permite satisfacer este deseo. Después de todo, no saber cuándo llegará nos permite estar atentos, vigilar, y estar siempre preparados.
----------Por eso, son en realidad ridículos y blasfemos aquellos recurrentes intentos de esos grupos sectarios de exaltados, bien conocidos, que siempre de nuevo, con increíble obstinación, pretenden calcular la fecha del fin del mundo, quedándose una y otra vez decepcionados, y siempre empezando a trabajar de nuevo por nuevas ilusorias predicciones. Pero es igualmente errónea, aunque aparentemente más seria, la idea de ciertos exegetas de que el fin del mundo no es un acontecimiento futuro datado en la historia, sino simplemente, como dice Karl Rahner [1904-1984], "el presente representado con las categorías del futuro". Es cierto que con el advenimiento del Evangelio vivimos los "últimos tiempos"; pero esto no quiere decir en absoluto que estos tiempos escatológicos se agoten en la vida presente sin reservarnos la novedad sobrenatural de un acontecimiento situado en el futuro temporal, que es precisamente la Parusía de Cristo.
----------Aún así, Nuestro Señor Jesucristo anuncia algunas señales de su venida. Sin embargo, estos signos, si queremos usar términos tomados de la medicina, no son pronósticos sino solo diagnósticos. De hecho, Cristo, como se ha dicho, no nos permite predecir por anticipado cuándo vendrá (pronóstico). Sin embargo será posible reconocerlo mientras vendrá (diagnóstico): decadencia de la fe y enfriamiento de la caridad, guerras y convulsiones cósmicas. Estos signos, si bien mantienen un margen de misterio y de equivocidad, son explicitados por san Pablo con el anuncio de la apostasía final y de la venida del Anticristo. Incluso el Apocalipsis describe de un modo impresionante, aunque sin embargo y ante todo oscuramente, las pruebas, los castigos y los desastres que precederán al fin del mundo y al retorno de Cristo.
----------El "Reino de los mil años" del cual habla el Apocalipsis (c.20), tema sobre el cual hemos escrito una nota la semana pasada (aunque habría aún mucho más por decir), no debe confundirse con una especie de parusía intramundana, sino que, como ya explicó san Agustín [354-430] en su tiempo, representa la era de la Iglesia en esta tierra, el inicio del Reino de Dios La Parusía de Cristo es una sola, la del fin del mundo. El "milenarismo" (incluso el denominado milenarismo mitigado) que representa esta herejía ha sido condenado por la Iglesia. El milenarismo en algún modo reaparece en todas las ideologías que contemplan la posibilidad de una plena felicidad del hombre en el mundo presente, como el marxismo y la masonería.
----------Ahora bien, hay que tener bien presente que en la Parusía de Cristo, este mundo no será totalmente destruido, y se equivocan los que piensan lo contrario. En la venida de Nuestro Señor, este mundo no será destruido excepto en sus aspectos de pecado, de injusticia, de sufrimiento y de muerte. Pero no completamente. Este mundo, como en sí mismo es creado por Dios, es bueno, Cristo lo purifica y lo salva, lo libera del poder del maligno y lo entrega al Padre. En este sentido, el mundo futuro de la resurrección no es propiamente un "otro mundo" de éste, aunque el Evangelio lo llame así, sino que es este mismo mundo el que redescubre el plan originario de Dios, por él anunciado en el Génesis, y perfeccionado por la vida de los hijos de Dios. "Nuevos cielos y nueva tierra", como ya anuncian los profetas del Antiguo Testamento, "en los cuales habitará la justicia".
----------Al respecto de lo que acabo de decir, y pese a que se trata de una verdad que está clarísima en la Escritura, en la Tradición y en la enseñanza magisterial de la Iglesia, siguen advirtiéndose ciertas corrientes que subrayan erróneamente la obra humana de construcción de este mundo, de progreso y desarrollo de todas las virtualidades de este mundo, como una obra contraria a Dios. Es cierto que en la historia humana hay dos historias en desarrollo y crecimiento: el mysterium salutis y el mysterium iniquitatis, pero ambas coexisten en la obra del hombre, acompañada o no por la gracia, ambas historias coexisten y no pueden discernirse una de otra, como no puede discernirse en este tiempo el trigo y el lolio, hasta la Parusía.
----------En tal sentido, no faltan textos ambiguos, que necesitan ser rectamente entendidos, en las obras del padre Leonardo Castellani [1899-1981], quien siempre tenía a los temas escatológicos entre sus preferidos. Son numerosas en Castellani las alusiones al "fracaso" del esfuerzo humano en este mundo, que "será destruído", y a que "la gran profecía escatológica de Jesucristo, de san Pablo y del Apokalypsis de san Juan es que... este mundo terminará". Naturalmente, hay un modo ortodoxo de interpretar estas afirmaciones, pero se equivocan aquellos castellanistas que suelen aparecer de tanto en tanto, y que tampoco faltan hoy (hablo de Argentina y de ciertos sectores sedicentes católicos) que interpretan esas frases desaforadas y provocativas propias del estilo del ex-jesuita argentino como indicadoras de una destrucción total de este mundo y de un fracaso absoluto de la obra humana en este mundo. Lo repito: en la venida de Nuestro Señor, este mundo no será destruido excepto en sus aspectos de pecado, de injusticia, de sufrimiento y de muerte.
----------Por otra parte, es una curiosa paradoja que en las obras de Castellani, al mismo tiempo que existe una aparente pobre valoración del esfuerzo humano en este mundo y de una visión escatológica excesivamente tendida al futuro de Dios, que tras el fracaso humano, revela el "otro mundo" en la Parusía, sin embargo, exista la necesidad de una aparente parusía inmanente, al criticar acerbamente la interpretación agustiniana de los "mil años" y enseñar en sus obras el milenarismo mitigado (pese a las prohibiciones disciplinarias que ya en tiempos de Castellani regían). En su defensa y disculpa, hay que reconocer que en los tiempos de Castellani no existían los esclarecimientos que la Iglesia ha hecho en las últimas décadas sobre este tema.
----------Por lo demás, y retornando al núcleo principal de esta nota, los primeros cristianos, como se desprende de los textos neotestamentarios, por ejemplo los textos de san Pablo, esperaban un retorno de Cristo para su propia generación, considerando algunas de sus afirmaciones que podrían inducir a pensar una cosa de tal género, aunque Cristo por otro lado había dicho que sólo el Padre conoce el día y la hora. Sin embargo, Cristo habla efectivamente de una inminente venida del Reino con poder. Pero, además de la necesidad de tener presente para entender esas declaraciones de Cristo el modo particular del estilo profético, de alusión a dos planos de realidad, la del typo y la del antitypo, debe considerarse que Nuestro Señor no se refiere en esos casos solamente a la Parusía, sino sobre todo a la victoria de la cruz y a su propia resurrección, que habría de inaugurar el inicio de la edificación del Reino de Dios como comunidad eclesial. Por otra parte, el propio apóstol san Pablo se preocupa de precisar que es ignoto el momento en el cual el Señor retornará y señala aquellos que serán los eventos relacionados con el fin del mundo.
----------Algunos exegetas protestantes y modernistas han creído tontamente que Cristo, anunciando su inminente venida, "se ha equivocado". Pero esto es, evidentemente, una gran insensatez por no decir una blasfemia, considerando el absurdo de que el Hijo de Dios, Verdad absoluta hecha hombre, se equivocara acerca de un elemento tan fundamental de su misión. En cambio, las palabras del Señor deben interpretarse en el sentido antes mencionado, es decir, como referidas a su resurrección, la cual efectivamente constituye, si no la venida final en gloria, el inicio mismo de esta venida, la cual, como he dicho, constela todo el curso de la historia de una multiplicidad de venidas incoativas -los momentos felices de la historia de la salvación-, que tendrán su cumplimiento final en aquella que propiamente y plenamente se llama "parusía" al fin del mundo, con la resurrección de los muertos, el juicio universal, la derrota total de las fuerzas del mal, la liberación de los justos de los malvados y la inauguración del reino en su plenitud definitiva.

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