lunes, 28 de diciembre de 2020

La apostasía de la fe: concepto y desarrollo teológico (3/4)

Continuando con las implicancias y aclaraciones sobre la base del concepto bíblico de "apostasía" digamos que, en lugar de proseguir el camino con Dios, el apóstata cambia de camino considerándolo mejor y va por cuenta suya. Como se expresa la Biblia, él está "perdido". De aquí viene el concepto de "perdición" (apoleia), que puede implicar destrucción (de apollymi) del objeto perdido, en cuanto destruido. Y sin embargo, no siempre lo que se ha perdido está destruido, sino que puede ser rencontrado, recuperado o salvado, como el hijo pródigo.

----------El ser extraviado o perdido implica que el objeto pertenece a alguien. En la apostasía es como si Dios perdiese al hombre que le pertenece. Dios es privado de su propiedad. Pero aquí propiamente no es Dios el que pierde al hombre, sino que es el hombre el que se pierde a sí mismo, separándose de Dios.
----------El apóstata ya no se fía más de Dios, ya no le cree más, no le da más crédito, ya no lo escucha, sino que se fía solo de sí mismo o de cualquier creatura. Ya no quiere avanzar en el camino con Dios, sino que se vuelve atrás, retrocede. Si la apostasía, antes de que aparezca en un cristiano, supone un empeño precedente por mantenerse en la fe o una promesa de fidelidad, ella se configura entonces como interrupción de ese empeño en la fiel relación con Dios, supone una defección, una deserción o traición. El apóstata incluso puede devenir ateo, como ha sucedido en innumerables casos.
----------La apostasía de la fe es por lo tanto el hecho de que se deja de creer o se abandona o se repudia la fe o uno se aleja o se retira de la fe precedentemente profesada. Así la describe santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae II-II, q.12, a.1:
----------"La apostasía implica cierto retroceso de Dios. Y ese retroceso se produce según los diferentes modos con que el hombre se une a El. Efectivamente, el hombre se une a Dios, primero, por la fe; segundo, por la debida y rendida voluntad de obedecer sus mandamientos; tercero, por obras especiales de supererogación, por ejemplo, las de religión, el estado clerical o las órdenes sagradas. Ahora bien, eliminando lo que está en segundo lugar, permanece lo que está antes, pero no a la inversa. Ocurre, pues, que hay quien apostata de Dios dejando la religión que profesó o la orden (sagrada) que recibió, y a ésta se la llama apostasía de la religión o del orden sagrado. Pero sucede también que hay quien apostata de Dios oponiéndose con la mente a los divinos mandatos. Y dándose estas dos formas de apostasía, todavía puede el hombre permanecer unido a Dios por la fe. Pero si abandona la fe, entonces parece que se retira o retrocede totalmente de Dios. Por eso, la apostasía, en sentido absoluto y principal, es la de quien abandona la fe; es la apostasía llamada de perfidia".
----------Ahora bien, la pérdida de la fe no es cosa tan simple ni fácil, no es como quien pierde un portafolios que antes quizás pudo haber encontrado por casualidad en la calle. Porque así como el acto de fe es un acto voluntario del intelecto, conscientemente y razonablemente querido y motivado, aunque también al mismo tiempo es don de Dios, por lo cual está en nuestro poder y en nuestro deber conservarlo íntegro en su pureza, y custodiarlo de los peligros y de las tentaciones, a cualquier precio, aún si fuera el de la vida, así también, a la inversa y por consecuencia, la pérdida de la fe no puede ser similar a la pérdida por desatención o distracción, de todos modos involuntaria, de un bien en nuestra posesión, como podría ser el paraguas o el portafolios, cosa que es por cierto desagradable, pero luego, al fin de cuentas, la vida sigue adelante como antes. En cualquier caso, siempre podemos adquirir otro paraguas u otro portafolios.
----------Lo que intento decir aquí puede ayudarnos a comprender que no es tan sencillo ni tan fácil demostrar en alguien (y por ende acusarle) de apostasía. Y, como dije en la primera nota de esta serie, hay actualmente quienes muy fácil y muy sueltos de cuerpo afirman que lo que hoy está aconteciendo es la última Gran Apostasía profetizada por Nuestro Señor Jesucristo, por san Pablo y por san Juan, pero no es tan fácil asegurarlo. También en su tiempo san Roberto Belarmino [1542-1621], teniendo ante sus ojos la enorme crisis del Protestantismo, creyó igualmente que era la Gran Apostasía, tras de la cual debía venir el Anticristo y el fin de los tiempos, y la razón que le hacía pensar así era que la pseudo-Reforma era la gran herejía que había habido "y podía haber", pues al separarse de la Iglesia Visible y abandonarse al Libre Examen (una forma de inmanentismo), se abría la puerta a todas las herejías posibles. Pero Belarmino se equivocaba en su prognosis.
----------Refiriéndose a lo expresado en el párrafo anterior, el padre Leonardo Castellani [1899-1981] parece haber tenido el mismo juicio, cuando decía: "El Protestantismo fue combatido por Roma como una siniestra herejía por tres siglos, desde Belarmino a Newman; y si ahora la Iglesia parece haber aflojado respecto a él, es porque la situación ha cambiado; o sea, brevemente hablando, los que ahora nacen y son educados en el seno de un país protestante no son ya como los primeros protestantes, renegados y apóstatas: son como nosotros, maleducados" (Castellani señala aquí una de las causas de la apostasía, de las que hablaré en la última nota). Los calenturientos blogueros argentinos que hoy, frecuentemente basándose (no siempre sin razón) en Castellani para afirmar que en la Iglesia del postconcilio se está viviendo la Gran Apostasía profetizada por san Pablo, harían bien en tener en cuenta estos textos de Castellani, que compensan y equilibran sus otras declaraciones, las cuales, como pinceladas de aguafuerte, muchas veces no tienen matices, abandonan la precisión teológica, y son tanto exageradas como provocativas, acaso por abuso de su personal vena literaria.
----------El apóstata, como fue expresado eficazmente por el papa san Juan Pablo II, "borra a Dios del horizonte de su pensamiento" y lo sustituye con las cosas del mundo, ante todo consigo mismo. Ya no le interesa ver la verdad y por lo tanto amarla (nihil volitum nisi cognitum), porque ello lo conduciría a Dios, suma realidad, suma verdad y suma bondad. Sino que le interesa el hacer, porque éste es un acto que sale de él y torna en su beneficio, le interesa aquello que hace él para satisfacer su interés, o sea la afirmación de sí. Fácilmente en el apóstata nace el vicio de la avaricia, del egoísmo, de la lujuria, de la ambición.
----------Sin embargo, el apóstada sabe bien que Dios existe, simplemente vuelve la mirada a otra parte, como decía Simone de Beauvoir [1908-1986], que describía así su ateísmo: "Yo se que Dios existe. Simplemente no quiero tener relaciones con él". En efecto, como dice san Juan, "el Logos ilumina a todo hombre" (Jn 1,9). Todos saben, explícita o implícitamente, que Dios existe, incluso los ateos. Dios permanece oculto en el fondo de su consciencia y el día que, arrepentidos, quisieran retornar a Él, saben donde encontrarlo, como el hijo pródigo: sabía bien cuál era el camino de retorno a casa.
----------En el fenómeno de la apostasía, el acto del creer naturalmente no viene a menos, solo que el apóstata no cree ya en aquellos que le han transmitido la revelación divina, o sea, en definitiva, la Iglesia, sino en aquellos que niegan el valor de la revelación y la consideran una impostura.
----------Le vienen a menos los criterios de valoración de la credibilidad de las doctrinas, por lo cual fácilmente cree a las utopías y los disparates, o a las absurdidades, como la posibilidad de crear la felicidad sobre esta tierra, las visiones de charlatanes, las comunicaciones con extraterrestres, o las evocaciones de los difuntos, o la reencarnación, o la auto-creación de las cosas de la nada, o la posesión de la ciencia divina, o el poder de la magia, o la creación de máquinas inteligentes, o la producción artificial de superhombres.
----------Importante es la comparación entre apostasía e hipocresía. Puede existir, de hecho, una apostasía oculta, mantenida escondida por el apóstata, el cual por consiguiente finge exteriormente creer, pero en realidad ha perdido la fe. Por lo tanto, puede continuar administrando una diócesis o una parroquia, puede celebrar Misa, puede enseñar teología, pero solo por conveniencia humana o ventajas económicas. Jesús, como se sabe, es muy severo contra estos personajes, que son aquellos que lo han llevado a la cruz.
   
Apostatar es pecado grave
   
----------Si la fe que el sujeto antes poseía era auténtica, abandonarla no puede ser acto sin culpa y sin graves consecuencias. La Carta a los Hebreos es muy severa al advertir lo siguiente: "Porque si después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, pecamos deliberadamente, ya no hay más sacrificio por los pecados. Sólo resta esperar con terror el juicio y el fuego ardiente que consumirá a los rebeldes" (Heb 10,26-27). Y la Carta concluye ese capítulo así: "Nosotros, sin embargo, no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino que vivimos en la fe para preservar nuestra alma" (Heb 10,39).
----------De modo similar se exhorta en la Carta de Judas: "...a combatir por la fe, que de una vez para siempre ha sido transmitida a los santos. Porque se han infiltrado entre ustedes ciertos hombres, cuya condenación estaba preanunciada desde hace mucho tiempo. Son impíos que hacen de la gracia de Dios un pretexto para su libertinaje y reniegan de nuestro único Dueño y Señor Jesucristo" (Judas 3-4). Cual si se tratara del actual buenismo, el Apóstol parece referirse a aquellos que, con el pretexto de la misericordia divina, se sienten autorizados a perseverar en su libertinaje, convencidos de que serán perdonados.
----------También san Pedro nos recuerda la gravedad del pecado de apostasía: "En efecto, si alguien se aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su estado final llega a ser peor que el primero. Más le hubiera valido no conocer el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que le fue transmitido. En él se cumple lo que dice justamente el proverbio: El perro volvió a comer lo que había vomitado, y este otro: La puerca recién lavada se revuelca en el barro" (2 Pe 2,20-22).
----------Abandonar la fe y pasar a otra concepción de la vida, contraria a la fe, no es como cambiar de opinión o pasar de la opción de las vacaciones en el mar a la opción de la montaña. De hecho, la vida de fe no es, como suele decirse, un "optional", con la cual o sin la cual la vida se mantendría más o menos la misma. No. La opción de dejar de creer revierte en lo eterno, eterno que pasa de la bienaventuranza a la condenación.
----------Por ello, apostatar es una decisión impactante, trastornadora y subversiva, que sacude la personalidad en lo íntimo de su yo, dándole la ilusión de la verdad absoluta, y la impresión de la liberación y de una falsa paz, aún cuando en la superficie la vida parece continuar como antes.
----------La voluntad se estabiliza o mejor se esclerotiza, se endurece o paraliza en esta opción obstinada, no evidentemente por razones objetivamente estables, que no existen, sino solo por una absoluta afirmación de sí misma, que puede durar toda la vida como una jaula de hierro, y conduce a la condenación eterna, si el alma, tocada por la gracia, no se arrepiente a tiempo.
----------Puede ocurrir en cambio que, el sujeto, habiendo recibido una mala educación en la fe, haya malentendido la esencia de la fe, se de cuenta de estar en lo falso, y que aquella fe que él parecía tener, es una ilusión o una fábula. En cuyo caso él debe rechazar, en nombre de la verdad, aquella falsa fe que lo había engañado, pero le surge el deber de alcanzar y abrazar la fe verdadera. Si no lo hace, su rechazo de una fe falsa no es sincero, sino que es sólo una hipocresía para rechazar la fe verdadera.
----------En nuestra última nota, examinaremos las causas y consecuencias de la apostasía.

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