sábado, 5 de diciembre de 2020

Apocalipsis capítulo 20: ¿una o dos resurrecciones?

Al inicio del Año Litúrgico, se nos propone meditar sobre la Parusía, la Venida y Revelación de Nuestro Señor Jesucristo, y nuestro deber de esperarlo debidamente. Los discursos apocalípticos de Jesús en los Sinópticos, el libro del Apocalipsis de san Juan, los textos de san Pablo sobre la Parusía, y otros pasajes sagrados, ponen ante los ojos de nuestra fe el dogma de la Segunda Venida de Nuestro Señor, en la que creemos y esperamos: "...et iterum venturus est cum gloria... Et exspecto resurrectionem mortuorum". En este contexto espiritual, propongo una breve reflexión acerca de una cuestión teológica que plantea el capítulo 20 del Apocalipsis.

----------En su breve alocución del Angelus del pasado domingo, también el Papa se refirió a esta Segunda Venida del Señor, aunque también explicó las tres venidas: "El Señor... ha venido en un preciso momento histórico y se ha hecho hombre para tomar sobre sí nuestros pecados... vendrá al final de los tiempos como juez universal; y viene también una tercera vez... a visitar a su pueblo, a visitar a cada hombre y mujer que lo acoge en la Palabra, en los Sacramentos, en los hermanos y en las hermanas".
----------Sin embargo, de todos los elementos doctrinales que están implicados en los artículos 7° y 11° del Credo, explicados sumariamente en el Catecismo de la Iglesia Católica, en esta breve nota sólo me detendré en la tan debatida cuestión que plantea el capítulo 20 del Apocalipsis sobre "las dos resurrecciones" y la otra que se le relaciona, la de los "mil años". Sobre ellas enseñé a seminaristas hace varias décadas atrás, y fui reprendido de "milenarista". En mi defensa diré que si enseñara hoy no podría hacerlo del mismo modo, pues el Magisterio ha esclarecido en el ínterin ciertos puntos doctrinales que hace -digamos- ochenta años no estaban tan claros, y bien sabemos que el Magisterio es el eje rector para la enseñanza en la Iglesia Católica.
   
Los datos de la doctrina católica
   
----------El primer paso que debemos dar al adentrarnos en la cuestión del título es recabar los datos de la doctrina católica. El teólogo católico no parte meramente de la Sagrada Escritura, como si, a la manera luterana, pudiera llegar a ella sin otra mediación que la exégesis y la crítica bíblica (el principio sola scriptura protestante); ni parte de la Tradición cual si fuera un corpus doctrinal fijo en el tiempo (el principio sola traditio lefebvriano). El teólogo católico alcanza las dos fuentes de la divina Revelación, Tradición y Escritura, solamente por la única e indispensable mediación auténtica del Magisterio de la Iglesia
----------Ahora bien, sabemos por la doctrina de la fe que hace dos mil años Nuestro Señor Jesucristo, con su muerte y resurrección ha puesto en las manos de la humanidad las armas para vencer al demonio y ha dado a los justos la esperanza de poder resurgir a una vida eterna después de la muerte.
----------Nuestro Señor ha instituido el sacramento del Bautismo, que nos permite resurgir del pecado para vivir ahora la vida de hijos de Dios, a la espera del Retorno del Señor al final de la historia terrena, en la completa y definitiva victoria del Señor, y también nuestra, con Él, contra las potencias del mal, para inaugurar una nueva historia, que será la historia feliz de los resucitados en la celeste beatitud de la visión de Dios.
----------Pero hasta que retorne el Señor, como nos ha prometido, al fin del mundo, para procurar a los justos la ya mencionada paz celestial eterna, para siempre totalmente libres de las fuerzas satánicas, el cristiano en esta tierra debe luchar continuamente contra estas fuerzas malvadas, hasta que sean totalmente vencidas por Cristo en su Retorno en la batalla final contra ellas. Dice de hecho el Concilio Vaticano II: "Una dura contienda contra los poderes de las tinieblas se extiende a través de toda la historia humana: lucha que, comenzada desde el origen del mundo, se prolongará, como dice el Señor (Mt 24,13; 13,24-30 y 36-43), hasta el último día" (Constitución pastoral Gaudium et Spes, n.37 al inicio).
----------Nuevos esclarecimientos magisteriales nos brinda el Catecismo: "Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22)" (n.675).
----------El n.677 del Catecismo ahonda en estas verdades, y nos abre a la reflexión de lo que constituye la pasión de la Iglesia a imagen de la pasión de Nuestro Señor: "La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13)".
   
¿Dice algo distinto san Juan en el capítulo 20 del Apocalipsis?
   
----------Ahora bien, en el cap. 20 del Apocalipsis, como se sabe, parece que encontramos un cuadro muy diferente de los datos indiscutibles de la fe que acabo de resumir. Sin embargo, aquí, en este cap. 20 tan debatido del último libro de la Biblia, también se trata de la Palabra de Dios. Es necesario por consiguiente ver cómo interpretar y cómo acordar lo que dice san Juan con lo que la Iglesia ha aclarado sobre este tema.
----------Ante todo debemos tener en cuenta que en el capítulo precedente, Juan tiene la visión del combate decisivo de Cristo contra las potencias del mal. ¿De que se trata? Ese combate no es el último, indicado sólo en el c.20,1-10. Este está precedido por un breve período, en el cual, al término de "mil años", inaugurado por Cristo por medio de un ángel, Satanás emergerá del abismo, donde previamente había sido encarcelado (v.3) y será "soltado por un breve tiempo" (v.3). ¿De que se trata? Es explicado más adelante: "Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su cárcel y saldrá para seducir a las naciones, a los cuatro puntos de la tierra, Gog y Magog, para reunirlos en la guerra: su número será como las arenas del mar. Marcharon sobre toda la superficie de la tierra y sitiaron el campamento de los santos y la ciudad amada" (vv.7-9).
----------Gog de la tierra de Magog, cruel príncipe legendario, contra quien arremete Ezequiel (cc.38 y 39), porque es visto como símbolo por antonomasia de los enemigos de Israel. Ya en la apocalíptica judía, Gog es el símbolo de los poderes infernales, que someterán a Israel a las últimas pruebas antes de la liberación final. De modo que, en referencia al citado texto de Ap 20,7-9, lo que se dice en torno a Gog y Magog probablemente se trata de la apostasía final y del advenimiento del anticristo, ambos heraldos de la Parusía, cosas de las cuales habla también el Apocalipsis en el c.13, san Pablo en 2 Tes 2 y el Evangelio de Mt 24.
----------Ahora bien, como para significar las consecuencias favorables de la primera batalla escatológica del cap. 19, que es la victoria de la cruz y la resurrección de Cristo, el cap. 20 se abre con la visión de un ángel que encadena a Satanás en el abismo durante mil años, "para que no seduzca a las naciones" (v.3). La cruz nos vuelve capaces de vencer al demonio. Sin embargo, por la continuación de la visión, se comprende que Juan no tiene la intención de referirse aquí a la batalla final y definitiva de la Parusía, sino solo a una victoria en tal grado decisiva, que le da a la humanidad solo la posibilidad y la esperanza de vencer a Satanás. Pero, por cierto, Satanás no se rinde y sigue siendo peligroso.
----------La condición de no dañar, en la cual es puesto Satanás por obra del ángel, no debe por lo tanto interpretarse literalmente. Sería una peligrosa ingenuidad. Significa sólo que Satanás puede ser derrotado con el poder de Cristo, o sea con la fuerza de las virtudes cristianas. Pero sería una ilusión deletérea y desastrosa creer, como lo han hecho y hacen los milenaristas (incluso los mitigados), que en este milenio Satanás no causa ninguna perturbación y que no haya necesidad de combatir y defenderse de sus insidias. De hecho, este milenio que precede a la Parusía no debe entenderse como si fuera a ser inaugurado por la resurrección física de algunos mártires (v.4). En efecto, según la fe, la única resurrección física que ocurrirá es la concomitante con la Parusía, de la cual, por lo demás, habla el mismo cap. 20 tanto en el v.5 como en los vv.11-15.
----------El Catecismo de la Iglesia Católica hoy también nos ilumina respecto de estas cuestiones: "Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, 'intrínsecamente perverso' (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando 'los errores presentados bajo un falso sentido místico' 'de esta especie de falseada redención de los más humildes'; GS 20-21)" (n.676).
   
Por consiguiente, el milenio es la historia de la Iglesia
   
----------Por lo tanto, este milenio, inaugurado por jueces, es decir, por los apóstoles, quienes, bajo la guía del Papa, "se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Mt 19,28) y por los mártires que reinarán con Cristo, libres del poder de Satanás, no es otra cosa, como lo entendió san Agustín (en De Civitate Dei, l. XX, cc.VI-IX), que la historia presente de la Iglesia. No obstante, aunque Satanás sea encadenado en el abismo, no debe considerarse que está totalmente derrotado en este mundo, porque Dios le permite enviar emisarios a la tierra desde la cárcel, como lo hacen ciertos mafiosos (cf. 1 Pe 5,8). A este respecto, el Concilio Vaticano II y el Catecismo, como hemos visto antes, hablan muy claro.
----------En cuanto a los mártires, en el v.4 se dice que "volvieron a la vida y reinaron con Cristo por mil años. (...) Esta es la primera resurrección. Bienaventurados y santos los que toman parte en la primera resurrección. Sobre ellos no tiene poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y reinarán con él por mil años" (vv.5-6). Estos "sacerdotes" al reparo del pecado mortal, no son otros que los fieles comunes, dado que la Iglesia, como dice el Concilio Vaticano II, es un "pueblo sacerdotal".
----------San Agustín precisa que esta "primera resurrección" de los mártires no se debe entender en un sentido físico, ni este milenio debe entenderse como presencia física en este mundo de Nuestro Señor Jesucristo resucitado, porque ahora Cristo está en el cielo y retornará a la tierra solo recién al final del mundo, y que la glorificación de los mártires es su vivir en el culto de la Iglesia, por lo cual no se puede en absoluto imaginar ni esperar en el milenio una presencia física de Cristo resucitado antes del fin del mundo. Además, Agustín aclara que la primera resurrección es el sacramento del Bautismo.
----------En cuanto a los "otros muertos" (v.5), brindo aquí las traducciones más usuales: "los restantes muertos no vivieron hasta terminados los mil años" (versión de la Biblia Nácar-Colunga); "los demás muertos no revivieron hasta que se acabaron los mil años" (versión Biblia de Jerusalem), "los restantes de los muertos no tornaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años" (versión de mons, Straubinger), "los demás de los muertos no revivieron hasta cumplidos los mil años" (versión del padre Castellani), "los demás muertos no pudieron revivir hasta el cumplimiento de esos mil años" (versión del padre Levoratti), como dando a entender que retornaron a la vida sólo al cumplimiento de los mil años. San Agustín, en cambio, es más adherente al texto que dice: "No vivieron hasta que expiraron los mil años" (οὐκ ἔζησαν ἄχρι τελεσθῇ τὰ χίλια ἔτη, Biblia Vulgata: "caeteri mortuorum non vixerunt donec consummentur mille anni").
----------Se comprende ahora la interpretación de Agustín: "se debe interpretar que ellos no vivieron en el tiempo en que debían vivir, es decir, pasando de la muerte a la vida. Cuando llegue el día en el que se cumplirá la resurrección de los cuerpos, no pasarán de los sepulcros a la vida, sino al juicio, es decir, a la condenación, que es llamada ‘segunda muerte’. Por lo tanto, quien no haya vivido hasta que no hayan terminado los mil años, es decir, durante todo este tiempo en el que se cumple la primera resurrección, no habrá escuchado la voz del Hijo de Dios y no pasará de la muerte a la vida" (De Civitate Dei, l.cit.).
----------San Juan apokalepta no menciona explícitamente a la que, si la mencionase, llamaría ciertamente "segunda resurrección", pero es evidente que habla de ella sin mencionarla en los vv.11-13, donde está claro que se refiere a lo que la dogmática católica simplemente llama "resurrección" o "resurrección del cuerpo". De hecho, llamar al Bautismo "resurrección" responde a un modo de expresarse en un sentido traslaticio o impropio, ya que propiamente, aparte de la resurrección como milagro, por ejemplo la resurrección de Lázaro, está claro, como he dicho, que la resurrección en el sentido dogmático es la resurrección del cuerpo al momento de la Parusía, o sea el hecho o acto con el cual el alma separada en ese momento resumirá su propio cuerpo.
----------Concluyendo, hay que decir que la Iglesia es ya el reino de Dios iniciado en esta tierra, el reino de los "resucitados en el bautismo", en la perspectiva de su plena edificación en el momento de la Parusía y de la resurrección de los cuerpos. El encarcelamiento de Satanás en el abismo es el fruto de la Redención, y es ya el inicio de los mil años, el inicio que corresponde a la primera resurrección, la cual, como ya intuyó san Agustín, no es una resurrección física, sino que es esa resurrección espiritual del pecado y de la muerte, que es dada por el bautismo, promesa de la futura resurrección física después de la muerte.
----------Por lo tanto, es necesario continuar la guerra contra Satanás con la fuerza que nos ha dado Nuestro Señor Jesucristo hasta que Él retorne en la Parusía para la victoria total y definitiva, ilustrada en los vv.7-10. A este precio, se nos ha asegurado el ingreso a la Jerusalén celestial descrita en los cc.21 y 22, en la que reaparece (22,14) el "árbol de la vida" genesíaco (Gn 2,9), como para significar, una coronación de la revelación divina y al final del largo trabajo de la humanidad en busca de Dios, que aquí llega a su conclusión, con el triunfo final de la vida sobre la muerte. El final es encontrar lo que se perdió al principio.

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