jueves, 24 de diciembre de 2020

Meditación en Navidad contemplando el Apocalipsis (1)

En esta Navidad quisiera, modestamente, inferir algunas líneas consecuentes a las enseñanzas que nos ofrecía el Santo Padre en su audiencia general, ayer miércoles 23 de diciembre: "Imitando a los pastores, también nosotros nos movemos espiritualmente hacia Belén, donde María ha dado a luz al Niño en un establo (...) La Navidad se ha convertido en una fiesta universal, y también quien no cree percibe la fascinación de esta festividad. El cristiano, sin embargo, sabe que la Navidad es un evento decisivo, un fuego perenne que Dios ha encendido en el mundo, y no puede ser confundido con las cosas efímeras".

----------Por lo pronto, no es cosa de poca monta que el papa Francisco comience su reflexión invitándonos a considerar la Navidad, y particularmente esta Navidad, por ser la presente (la única que podemos vivir en este hoy, sin que tengamos nunca la certeza de si habrá otra), pero vivirla como un evento decisivo, no sólo en sí mismo, que por supuesto lo es ontológicamente, desde el eterno designio de Dios que ha querido la Encarnación de su Hijo para nuestra salvación, sino también un evento decisivo moralmente, en cuanto debe afectarnos decisivamente, a cada uno de nosotros. Un evento decisivo: que debe decidirnos, que debe ayudar a resolvernos, que debe ser crucial, determinante para nuestro futuro.
----------De inmediato, para entender el carácter decisivo de la Navidad, el Papa nos invita a reconocer su núcleo esencial, apartado de las connotaciones que "cierta mentalidad mundana y consumista", que puede volvernos incapaces "de captar el núcleo incandescente de nuestra fe, que es este: 'Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad' (Jn 1,14). Y esto es el núcleo de la Navidad, es más: es la verdad de la Navidad; no hay otra" dice el Papa. No es tan difícil intuir, a partir de estas sugerencias del Pontífice, que ya en la contemplación del misterio de la Navidad, debemos ver que, como dice san Juan en la frase del prólogo de su Evangelio, contemplamos la "gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad", y es el mismo Juan quien nos detalla en su Apocalipsis, el modo, las formas y la culminación de esa gloria del Hijo, comunicada a los salvados y a la creación renovada. Por eso, y adelantándome a lo que voy a decir y trataré de explicar, quisiera meditar en esta Navidad dando un salto al Apocalipsis.
----------Creo que es el propio Pontífice el que nos invita a hacerlo, porque dice enseguida en su audiencia de ayer: "La Navidad nos invita a reflexionar, por una parte, sobre la dramaticidad de la historia, en la cual los hombres, heridos por el pecado, van incesantemente a la búsqueda de verdad, a la búsqueda de misericordia, a la búsqueda de redención; y, por otro lado, sobre la bondad de Dios, que ha venido a nuestro encuentro para comunicarnos la Verdad que salva y hacernos partícipes de su amistad y de su vida".
----------El Papa nos habla de "la dramaticidad de la historia". Si aún no lo habíamos experimentado, acaso distraídos en mil cosas, la actual pandemia que hace nueve meses vivimos y en la que todo hace suponer seguiremos viviendo, seguramente nos lo ha hecho comprender de una vez por todas; y ojalá así sea, es mi sincero deseo para mis lectores en esta Navidad tan particular. Intento decir que la dramaticidad de nuestra historia nos impone a descubrir el sentido decisivo de esta Navidad. Dramaticidad, decisión, de ambas cosas nos habla el Papa: un drama que debemos reconocer, y una decisión que debemos tomar.
----------Porque son muchas las señales con las que Dios parece hablarnos a los hombres y mujeres de este mundo, como pocas veces antes nos ha hablado, y quizás nunca nos había hablado de este modo en la vida personal de cada uno de los que vivimos en esta generación, y particularmente en este rincón del mundo que es nuestro país, alejado de los grandes dramas que vivieron Europa y otras regiones en el siglo pasado. Son evidentes a mi entender los signos que nos indican que hemos llegado hoy a un punto de la historia humana en el cual todos estamos llamados a tomar una decisión, como dice el Papa, o sea, a tomar posición en una alternativa a la que no podemos escapar, ni debemos escapar si queremos ser fieles a nuestra condición racional, y a nuestra condición de renacidos en Cristo por el Bautismo.
----------Estamos todos llamados a afrontar un desafío que involucra nuestro destino, e indudablemente ha llegado la hora de la verdad. Porque ahora están claros los términos del conflicto, los términos del desafío: la batalla decisiva hoy gira en torno al hombre. Porque en la hora dramática e incierta, absolutamente incierta, en que la Providencia ha querido situarnos hoy, en que la enfermedad, el sufrimiento y la muerte que han llegado (o el temor al sufrimiento y a la muerte que podrían llegar) ha cambiado nuestra vida cotidiana, que no sabemos si volverá a ser la de antes... "podemos superar ese sentido de pérdida inquietante, no dejarnos abrumar por las derrotas y los fracasos, en la conciencia redescubierta de que ese Niño humilde y pobre, escondido e indefenso, es Dios mismo, hecho hombre por nosotros" dice el Papa. 
----------¿Pero sobre qué es la dramática confrontación y la decisión a tomar?... Es sobre qué es el hombre, cuál es el valor, el bien y el poder del hombre. Y esto implica necesariamente también otros desafíos relacionados con la pregunta sobre el hombre. El desafío es también sobre qué es la verdad: ¿ella es lo que es en sí o lo que se me aparece? El desafío también sobre la moral: ¿qué es bueno y qué es malo? ¿Qué quiero yo o qué quiere Dios? ¿Qué es la libertad? ¿Obedecer a los hombres u obedecer a Dios u obedecerme a mí mismo? ¿Con la muerte todo está terminado o existe una supervivencia en un más allá?
----------En nuestra decisión está la respuesta a estas dramáticas cuestiones: ¿Es el hombre mismo quien es Dios o Dios trasciende al hombre? ¿El hombre es el sumo bien o encuentra la felicidad en un sumo bien que lo supera? ¿El hombre encuentra su felicidad por sí mismo o la obtiene de Dios? ¿Es necesario ir más allá del hombre o el hombre se basta a sí mismo? Este es el desafío, esta es la decisión. ¿Quién tiene razón?
----------Pero no es suficiente todo eso. El desafío es también aquel sobre el valor del mundo, porque el hombre no puede no relacionarse con el mundo. De hecho, ¿el fin del hombre es Dios o es el mundo? ¿El mundo lo ha creado Dios o existe por sí mismo y para sí mismo? ¿Es la Iglesia la que salva al mundo o es el mundo el que salva a la Iglesia? ¿Este mundo es el único mundo o más allá de éste hay otro mundo? ¿El hombre puede dominar el mundo o es esclavo del mundo? ¿Este mundo basta para la felicidad del hombre? ¿El bien puede vencer al mal o debe convivir con el mal?
----------¿Quién es el que tiene razón en todas estas cuestiones? ¿Existe una respuesta? ¿La Iglesia es creíble o tienen razón los ateos, los gnósticos y los nihilistas? San Juan en el Apocalipsis distingue bien los contendientes, los desafiantes: la Mujer, que es la Iglesia, y el Dragón, que son las potencias satánicas. El choque es entre dos humanismos: el humanismo de la Encarnación, es decir, del Verbo divino que se hace hombre, y el humanismo de la auto-divinización; aquel humanismo del hombre que se somete a Dios y aquel humanismo del hombre que rechaza a Dios; el humanismo teísta y el humanismo ateo. ¿Dios que crea al hombre o el hombre que se crea a sí mismo? ¿Existe distinción entre Dios y el mundo o existe identidad panteística de Dios con el mundo?... Por supuesto, ayer el Papa nos ha recordado la respuesta de Fe, pero no quiero adelantarme a ello, porque podríamos quedarnos solo en la enunciación teórica bien aprendida. Meditemos un poco más en los presupuestos dramáticos de esta confrontación y en la decisión vital que nos impone.
----------Es evidente hoy más que nunca en nuestro mundo, la acción que contra la Iglesia desarrolla aquel Dragón y aquellas "bestias" de las que habla el Apocalipsis de san Juan: "El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro" (Ap 12,5).
----------He aquí entonces el momento de la acción del Dragón y de sus bestias colaboradoras: "Y vi surgir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos (...) y el Dragón le dio su fuerza y su trono y gran poderío (...) entonces la tierra entera siguió maravillada a la Bestia y se postraron ante la Bestia diciendo: '¿Quién como la Bestia? ¿Y quién puede luchar contra ella?'. A la Bestia le fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias (...) contra Dios: para blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo.
----------Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos (...) Y la adorarán todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está inscrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero inmaculado (...) Vi luego otra bestia que surgía de la tierra similar a un cordero, pero que hablaba como un dragón. Ella obliga a la tierra y a sus habitantes a adorar a la primera Bestia (...) Realizaba grandes prodigios, por medio de los cuales sedujo a los habitantes de la tierra (...) Se aseguró que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, recibieran una marca en la mano derecha o en la frente y que nadie pudiera comprar ni vender sin esa marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre" (Ap 13).
----------Esta visión del Apocalipsis encaja bien con aquella de san Pablo, que prevé, antes del retorno de Cristo, una apostasía generalizada. Pero aquello que Pablo describe va bien también para lo que está sucediendo ahora: "...tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el hijo de la perdición, el que se opone y se eleva sobre todo lo que que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios.
----------El misterio de la iniquidad ya está en marcha, pero es necesario que sea quitado del medio quien hasta ahora le retiene. Solo entonces será revelado el impío y el Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca y lo aniquilará al aparecer de su venida, la del inicuo, cuya venida tendrá lugar en el poder de Satanás con toda clase de portentos, de señales y de prodigios mentirosos y con toda suerte de engaños impíos para aquellos que van a la ruina porque no han aceptado el amor de la verdad para salvarse" (2 Tes 2,3-10).
----------(Seguiremos mañana).

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