sábado, 19 de diciembre de 2020

El papa San Pío X, el protestantismo, el modernismo y las Sagradas Escrituras. En recuerdo de Monseñor Armando Levoratti

Vincular las figuras del papa san Pío X [1903-1914] y de monseñor Armando Levoratti [1933-2016] quizás pueda sorprender a más de un lector. Espero que el motivo quede claro al final de esta nota, al igual que la relación con los otros temas a los que haré referencia: la Biblia, el protestantismo y el modernismo.

----------Comencemos por una primera constatación: la clara vinculación que hace el papa San Pío X en la encíclica Pascendi entre el modernismo y el protestantismo. He perdido la cuenta de las veces que he leído y vuelto a leer aquella famosa carta encíclica de 1907 del Santo Pontífice, pero siempre le descubro alguna nueva perla, alguna nueva riqueza en la que no había prestado atención en anteriores lecturas. La actualidad y la utilidad de este documento pontificio me parecen indudablemente imperecederas. Pues bien, al menos en cuatro ocasiones explícitas Pío X vincula protestantismo a modernismo. ¿Por qué motivo?
   
Lutero y la modernidad
   
----------Ciertamente, una cosa es la modernidad, y otra cosa bien distinta es el modernismo. La obvia diferencia (que aún siendo obvia no entra en la cabeza de los lefebvrianos, por ejemplo) es que la modernidad es un hecho histórico, un modo de ser del hombre ante Dios y el mundo, una cosmovisión y un modo de vivir, con sus luces y sombras, con sus bienes y males. El modernismo es una equivocada (herética) actitud de algunos católicos ante la modernidad. Pues bien, recordada esta simple pero fundamental diferencia, vayamos a lo nuestro: la relación entre protestantismo y modernismo.
----------Si atendemos a las raíces del protestantismo, podríamos preguntarnos: ¿qué relación tuvo Lutero con la modernidad? Considerando cuáles fueron las pretensiones de Martín Lutero [1483-1546], supongo que todos estaremos concordes en sostener que él, por su expresas declaraciones, no intentaba tanto ser "moderno", sino más bien poner o volver a poner en evidencia la verdad del Evangelio, verdad que según él había oscurecido o falsificado el catolicismo medieval, el cual habría agregado a la Palabra de Dios ideas, creencias, costumbres, ceremonias rituales, prácticas y tradiciones espurias y meramente humanas (podríamos decir farisaicas), por las cuales el hombre pretende glorificarse a sí mismo ante Dios, sustituyendo por la gloria de las obras y de los méritos del hombre a la gloria, la gracia y la misericordia que vienen sólo de Dios.
----------Por lo tanto, Lutero pretendía liberar el Evangelio y las costumbres cristianas de lo que él consideraba adiciones ilegítimas, escorias, hipocresías y falsificaciones, para redescubrir la pura esencia o sustancia del mensaje cristiano en plena conformidad con la Sagrada Escritura. Formulando esto no hago juicio acerca de la validez de la empresa acometida, simplemente trato de comprender a Lutero en sus pretensiones. Ahora bien, él creía por lo tanto recuperar con ello las fuentes primigenias, las surgentes genuinas y originarias del cristianismo, que según él en su época habían sido contaminadas o sofocadas y ocultadas por siglos y siglos de falsas concepciones y tradiciones, de las cuales eran responsables el Papado y toda la estructura institucional eclesiástica, doctrinal y de comportamientos disciplinarios que tenían al Papa por cabeza.
----------Pero Lutero sabía muy bien que la característica del Nuevo Testamento es que se presenta como anuncio de novedad salvífica, fruto de aquel Espíritu que renueva la faz de la tierra. Por lo tanto, Lutero no era extraño a la idea de progreso humano, moral y espiritual, que tan profundamente caracteriza el alma de toda la Sagrada Escritura, progreso sin embargo que debe entenderse no tanto como ruptura con el pasado (salvo que se trate de romper con el pecado o con sobras inútiles del pasado) sino más bien como pasaje de lo bueno a lo mejor, así como el fortalecimiento, crecimiento y avance de valores perennes recibidos de Dios. La metáfora de "avanzar en la verdad" es uno de los temas fundamentales de la ética de san Juan, mientras que san Pablo usa otras expresiones, como aquella del aumento de la luz del día que se avecina o del fortalecimiento de la propia vocación o del pasaje del hombre viejo al hombre nuevo.
----------Por consiguiente, la categoría de lo "moderno" está ciertamente implícita en la Sagrada Escritura bajo los temas de la renovación y del progreso. La categoría de lo moderno aparece explícitamente en santo Tomás de Aquino [1225-1274], quien pone en confrontación los antiguos, que serían los filósofos paganos, con los modernos, que son los teólogos de su tiempo. La instancia o demanda de "modernidad" crece en los siglos siguientes: en el siglo XIV, William de Ockham [1287-1347] es llamado el venerabilis Inceptor; en el siglo XV nace la así llamada "devotio moderna" sobre todo en los países flamencos con Florens Radewijns [1350-1400], la obra anónima La Teología alemana y la Imitación de Cristo, una espiritualidad individualista de tipo reflexivo e interiorista, la cual tiende a minimizar las estructuras objetivas de la Iglesia, y a sustituir el realismo y el interés teológico medieval de tipo contemplativo por una mirada vuelta a la conciencia y al yo concreto, aunque todavía siempre, por ahora, ese "yo" se mide sobre la voluntad de Dios (no es el actual subjetivismo inmanentista). Pero con los siglos siguientes esta importancia dada al "yo" se volverá cada vez más invasiva y omnipresente hasta llegar a cancelar completamente, en los siglos XIX y XX, con el ateísmo y el panteísmo, el interés teológico. San Agustín [354-430] lo había previsto: amor sui usque ad contemptum Dei.
----------Pues bien, es indudable que Lutero está en la estela de esta "modernidad", aunque, como he dicho, él sigue siendo profundamente religioso y en su pensamiento esta categoría no existe de modo explícito. Sin embargo, lo moderno está implícito en su pasión por la renovación del testimonio cristiano y la voluntad de recuperar el novum evangélico, la novedad salvífica del Evangelio. Por lo demás, para acentuar estos primeros brotes "modernistas", es sabido lo muy escasa que fue en Lutero la sensibilidad hacia la Sagrada Tradición, simplista e injustamente equiparada por él a las tradiciones humanas, contingentes y caducas de la Iglesia. Para él, la divina revelación surge de la sola Scriptura y no también de la Tradición.
----------Sin embargo, no debemos olvidar que en Lutero la Tradición está de algún modo sobrentendida, implícita, aunque deformada, en su pasión por la predicación de la Palabra de Dios. ¿Acaso no es la Tradición sino la conservación y transmisión de la Palabra de Dios, la Revelación? Claro que lo malo es que Lutero olvida que esta transmisión no se produce simplemente en el ámbito de los teólogos, los biblistas y los profetas, sino ante todo por medio de la cadena apostólica, cosa que Lutero olvida completamente con su desprecio por el sacramento del Orden Sagrado y desprecio por lo tanto del Episcopado.
   
Los modernos estudios bíblicos en ámbito protestante
   
----------Estos gérmenes o semillas del modernismo presentes en Martín Lutero fructificaron en el protestantismo de los siglos siguientes, ya que ocurrió que la teología protestante, al darse cuenta de la importancia del papel de la filosofía (tan despreciada por Lutero), se subirá al carro de la así llamada "filosofía moderna" de René Descartes [1596-1650] y de los post-cartesianos, encontrando, después de Ockham, en el subjetivismo idealista cartesiano una buena herramienta para la interpretación del subjetivismo de Lutero.
----------De este modo, el protestantismo, sobre todo a partir de los siglos XVII y XVIII, se percibe a sí mismo cada vez más como "moderno" en comparación con la vetustez medieval, y a partir de allí, conscientemente, el protestantismo procura ser moderno, sobre todo en relación al progreso de los estudios bíblicos, los cuales sin embargo aparecen cada vez más inspirados no ya por la fe propia de Lutero en la verdad absoluta de la Biblia en cuanto Palabra de un Dios trascendente superior a la razón, sino por la convicción de la divinidad de la misma razón del sujeto individual. De ahí, siempre en la línea del "libre examen" luterano, el surgimiento de una crítica bíblica, inspirada en Baruch Spinoza [1632-1677] y Herman Reimarus [1694-1768], hasta llegar a Gotthold Lessing [1729-1781], Friedrich Schleiermacher [1768-1834], Julius Wellhausen [1844-1918], Adolf von Harnack [1851-1930], y Rudolf Bultmann [1884-1976], quien, aunque no dejaba todavía de manifestar ser creyente en Dios, en realidad no veía en las Sagradas Escrituras nada más que un texto literario como cualquier otro, totalmente sometido al juicio inapelable del método histórico-crítico.
----------Llegados a este punto supongo que mis lectores pueden comprender muy bien el matrimonio del luteranismo y el modernismo que percibió tan claramente el papa san Pío X y denunció enfáticamente en su encíclica Pascendi dominici gregis. Claro que indudablemente Pío X no examinó a fondo la posibilidad de que el método histórico-crítico elaborado por los estudiosos protestantes pudiera reservar algún aspecto aceptable para los católicos. Es comprensible que, por el contrario, Pío X estaba (pues así lo exigían los tiempos que entonces se vivían) preocupado sobre todo por poner una barrera a la invasión del espíritu protestante (por no decir lo peor) en el ámbito del catolicismo. Y su enérgica intervención por medio de la encíclica Pascendi [1907] sigue siendo hoy más actual y útil que nunca. Recién en los años siguientes comenzaron los primeros intentos en el mundo católico, por ejemplo por obra del Siervo de Dios el biblista dominico padre Marie-Joseph Lagrange [1855-1938], fundador de la Escuela Bíblica y Arqueológica de Jerusalén, por recuperar los elementos válidos de ese método, para realizar también en el campo católico una sana modernidad.
----------Como bien se sabe, la luminosa intuición y la obra iniciada por el padre Lagrange no fue comprendida de inmediato por el papa san Pío X, y tampoco lo comprendió su superior, el Maestro General de la Orden de Predicadores, padre Hyacinthe-Marie Cormier [1832-1916], beatificado en 1994 por el papa san Juan Pablo II. Sin embargo, no hay que olvidar que poco más tarde el papa Sarto, notando el gran espíritu de obediencia y de humildad en el docto dominico, aparentemente revolucionario, pero en realidad respetuoso de la Tradición, le dio campo libre, de modo que a este gran y santo exégeta de la Palabra de Dios (semejante en esto a los Santos Padres y Doctores de la Iglesia) debe serle reconocido el merito de haber preparado cincuenta años antes el progreso de la exégesis católica promovida por el Concilio Vaticano II.
   
Los modernos estudios bíblicos en ámbito católico
   
----------Pues bien, aquel progreso de la exégesis católica impulsado por el Concilio Vaticano II, fue codificado en el documento de la Pontificia Comisión Bíblica La interpretación de la Biblia en la Iglesia (además de la versión oficial, abundan las versiones en español en la internet) del 15 de abril de 1993 dedicado precisamente a la exégesis de la Sagrada Escritura. Y es en este punto en el que deseo incluir, como adelanté al inicio, el agradecido recuerdo a uno de mis queridos profesores, el padre Armando Jorge Levoratti.
----------Miembro de la Pontificia Comisión Bíblica, mons. Levoratti contribuyó profundamente a la preparación del mencionado documento sobre La interpretación de la Biblia en la Iglesia, con un trabajo sobre las relaciones de la Exégesis bíblica, con la Teología Dogmática. Años después, en su vejez, mons. Levoratti recordaba en una entrevista aquella contribución suya: "Cuando estaban por cumplirse los cien años de la encíclica Providentissimus Deus (1891) de León XIII y los cincuenta de la Divino afflante Spiritu (1943) de Pío XII, el Papa Juan Pablo II tenía interés en honrar aquellos dos aniversarios con un documento que estuviera a la altura de los publicados por sus predecesores. Se trataba de dar un nuevo impulso a los estudios bíblicos y de ayudar a los exégetas católicos en el complejo panorama que ofrecen hoy en día la hermenéutica bíblica y el 'conflicto de las interpretaciones'. De aquella iniciativa pontificia nació el documento sobre La Interpretación de la Biblia en la Iglesia. Es bien conocida la aceptación positiva que tuvo este documento. Recensiones favorables y a veces entusiastas aparecieron en numerosas revistas católicas y protestantes, y los exégetas católicos, en general, se sintieron estimulados a proseguir sus estudios en un clima de libertad y sana apertura. Los capítulos dedicados a las lecturas fundamentalista, femenina y liberacionista de la Biblia, quizá los más celebrados, fueron para muchos una agradable e inesperada sorpresa".
----------El padre Levoratti comprendió bien el mensaje y el llamado del Concilio Vaticano II, que no eran otra cosa que proponer al hombre y al mundo de hoy, surgidos de la modernidad la inmutable verdad de la divina Revelación, lo cual, para un erudito biblista como él, no podía significar otra cosa sino expresar y explicar la Palabra de Dios con las palabras, los signos y símbolos del hombre actual. Al respecto, en la misma entrevista del 2003, explicaba así la tarea que lo ocupó toda su vida:
----------"Si nos preguntamos qué sentido tiene hoy dedicar tanto tiempo y esfuerzo a la difusión de la Biblia, se puede responder de formas diversas y aun contradictorias. Pero hay una respuesta que parece imponerse por sí misma, sin muchas demostraciones. La sociología contemporánea ha puesto en evidencia que toda sociedad está relacionada con un conjunto de esquemas y valores, con un 'mundo de sentido simbólico'. Hay una correlación entre el 'mundo de sentido simbólico' y los valores de una sociedad. La organización social de la vida se mueve en el marco de un orden religioso o de las proyecciones que hoy ocupan su lugar. Este 'mundo de sentido simbólico', de tanta trascendencia en la organización y en la vida de la sociedad, muy raras veces y sólo parcialmente ha sido configurado por el mensaje del Evangelio. De ahí la necesidad de hacer que la Biblia salga del regazo de los grupos eclesiales, de los seminarios y los círculos académicos, de las celebraciones litúrgicas y las homilías dominicales, para que entre en la vida individual y colectiva y se realice, de hecho, política y socialmente".
----------El padre Levoratti supo entender perfectamente que para ser modernos no es necesario ser ni modernista ni protestante, con todo el debido respeto por los valores existentes incluso en estos grandes e importantes movimientos espirituales y culturales. El católico, como persona privada, falible y limitado, incluso el Papa, tendrá que aprender, si es necesario, también de esos movimientos (y he allí el ecumenismo), pero el catolicismo, como plenitud de la verdad revelada por medio de la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, no tiene nada que aprender pero sí mucho para corregir en aquellos movimientos que, si bien conservan elementos del cristianismo, están lejos de conservar su plenitud y autenticidad.

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