jueves, 17 de diciembre de 2020

Apuntes de Escatología (11/12) La cuestión del limbo

Generalmente, en la predicación usual y corriente, no se habla jamás del limbo, y de él tampoco habla nunca el Magisterio de la Iglesia. Este tema, en cambio, tenía un cierto peso en la visión de la salvación hasta el Concilio Vaticano II. Desde entonces, se ha extendido entre muchos la convicción de que el limbo no existe, y que los niños que mueren sin el bautismo también van al cielo. ¿Qué podemos decir acerca de estas ideas?

----------Comencemos por recordar a los lectores jóvenes, qué es el limbo (los ancianos recordamos sin dificultad su concepto). Se trata precisamente de un lugar ultraterreno donde van las almas de los niños muertos sin el bautismo. La palabra española "limbo" proviene del latín "limbus", que significa "margen". ¿Margen de qué cosa? Del infierno. Cuando la creencia en el limbo estaba muy extendida y era prácticamente común, apenas nadie se atrevía a usar la expresión completa, porque, tal como parece, causaba demasiada impresión. Dicho con claridad, y de modo completo: se entendía que el limbo es el margen del infierno. Sin embargo, el hecho es que, según esta doctrina tradicional, que se ha mantenido durante muchos siglos, prácticamente desde los tiempos de san Agustín [354-430], el limbo forma parte del infierno, aún cuando se trata precisamente solo del "margen" superior, un poco como en un gran hoyo alguien no se encuentra en el fondo, sino solo a poca profundidad. De hecho, san Agustín sostenía que el limbo implica una "pena levísima".
----------Por otra parte, la Iglesia ha definido dogmáticamente que en la ultratumba sólo existen dos condiciones definitivas del hombre: el cielo o el infierno. El purgatorio nos reconduce al cielo. En cuanto al limbo, no se concebía como reconducente al paraíso, porque, basándose en la enseñanza de Cristo de que los que no están bautizados no se salvan, se pensaba que estos niños, muertos sin ser bautizados, no se salvarían.
----------La tradición del limbo es antiquísima, y jamás ha sido reprobada por el Magisterio, sin embargo, el Magisterio nunca ha hecho propia. El mismo nombre de "limbo" nunca aparece en el lenguaje del Magisterio. Sólo es mencionado en una intervención del papa Pío VI [1775-1799], contra el Sínodo de Pistoia en 1794, pero no para afirmar que el limbo existe, sino sólo para decir que "no es una fábula pelagiana", como sostenían los jansenistas. Por tanto, estas palabras del Papa no hacen referencia a la existencia sino simplemente a la definición del limbo. Ahora bien, el problema de la definición de algo no significa todavía pronunciarse sobre la existencia efectiva de esta cosa. Por ejemplo, yo puedo decir que no es cierto que el centauro sea un caballo con tronco de mono, pero con esto no estoy afirmando que el centauro exista verdaderamente.
----------La doctrina del limbo en cambio, es enseñada explícitamente por el Catecismo de san Pío X. Sin embargo, debe observarse que en los catecismos no está contenida solo la doctrina del Magisterio, sino que se encuentran también opiniones teológicas autorizadas y comúnmente compartidas en un determinado tiempo y no reprobadas sino permitidas por la Iglesia. Pero el hecho de que la Iglesia permita en el Pueblo de Dios la presencia de una determinada opinión teológica, no quiere decir necesariamente que la apruebe.
----------Se podrían dar otros ejemplos: tomemos por caso la doctrina de la superioridad del hombre sobre la mujer, considerada durante muchos siglos fundada en la Escritura, el Magisterio de la Iglesia en sus documentos oficiales nunca la ha hecho suya y, sin embargo, fue la convicción más común de todos los fieles, pastores y teólogos. Por cuanto respecta a las posiciones de la Iglesia, sólo cuando con el papa Pío XII [1939-1958] el Magisterio de la Iglesia ha abordado el tema con el peso de la autoridad pontificia, se ha comenzado a hablar de igualdad de naturaleza y recíproca complementariedad de funciones entre hombre y mujer, negando implícitamente la tradicional doctrina de la inferioridad de la mujer.
----------Volviendo ahora a la cuestión del limbo, podemos decir que últimamente los teólogos habían abandonado la concepción agustiniana de la "pena levísima" para estos niños, y habían adoptado la visión de santo Tomás de Aquino [1225-1274], según la cual ellos no sufren ninguna pena, de hecho disfrutan de una felicidad, aunque simplemente natural, no de la eterna bienaventuranza del cielo, la así llamada "visión beatífica". Excepto, sin embargo -han comenzado a observar los teólogos más recientes- que Dios ha destinado al hombre no simplemente a un fin último natural, sino sobrenatural, y esto también lo reconoce santo Tomás, quien, sin embargo, no parece sacar las implícitas consecuencias. De hecho, si es verdadera la voluntad divina de conducir a todos los hombres al fin sobrenatural, fruto de la gracia y de la filiación divina, ¿por qué esta multitud ilimitada de niños desde el inicio de la humanidad hasta la fecha debería ser excluida?
----------La cuestión del limbo es abordada en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, publicado por el papa san Juan Pablo II. En el n.1261,  tratando de la suerte de los niños muertos sin bautismo, el texto habla de una "esperanza para su salvación" y dice que la Iglesia "los confía a la misericordia de Dios"; por eso cita igualmente la liturgia de los funerales de estos niños, donde la Iglesia también los confía a la misericordia divina. Ahora bien, recordemos que lex orandi es lex credendi. Por otra parte, ¿qué quiere decir que la Iglesia los confíe a la misericordia divina? ¿Cuál es el efecto de esta misericordia si no la salvación? Además de esto podemos decir que si la Iglesia espera una cosa, esa cosa no puede dejar de hacerse realidad.
----------Sin embargo, permanece una dificultad en el hecho de que así como la autoridad del Catecismo Mayor de san Pío X en este punto no es infalible, tratándose solo de doctrina de teólogos, que no son infalibles, así también ciertamente la autoridad del nuevo Catecismo de san Juan Pablo II sobre este punto, no ha recibido el aval del Magisterio de la Iglesia con un pronunciamiento explícito y, por lo tanto, tampoco es infalible. Hoy por hoy, tanto el afirmar que el limbo existe como el decir que no existe, no está en relación necesaria con la doctrina de la Iglesia, sino que se trata de una cuestión en vías de esclarecimiento. Mi opinión, a la vista de varios signos, es que esta doctrina del limbo está siendo abandonada a raíz de nuevas consideraciones sobre la misericordia de Dios que han tenido inicio en las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
----------Ahora bien, ciertos católicos tradicionalistas, basándose sobre todo en el Catecismo de san Pío X y refiriéndose a una serie de textos de los Papas y de los Concilios del pasado, sostienen (a su cuenta y riesgo) que la doctrina del limbo es doctrina de la Iglesia, y por lo tanto inmutable e irreformable. De hecho, en la práctica, sostienen que es una doctrina de fe, y creen a pie juntillas en la existencia del limbo como creen en la Encarnación del Verbo. Sin embargo, tras un examen atento de los documentos que citan estos exagerados tradicionalistas, se advierte que su sentido -como mostraré a continuación- puede parecer tranquilamente ajeno a la doctrina del limbo, incluso si indudablemente el pensamiento puede llegar hasta él.
----------Daré sólo un ejemplo, además del que he dado de Pío VI: el Concilio de Florencia de 1439 dictaminó así: "Las almas de los que mueren con solo el pecado original, descienden al infierno". De aquí se deducía que, dado que los niños no bautizados mueren con la sola culpa del pecado original, por ende van al "infierno", no en el fondo, sino sólo en el margen superior, a la "entrada", por así decir. Y esto era precisamente el limbo. Pero hoy los teólogos objetan: ¿por qué no imaginar que la gracia de la salvación intervenga inmediatamente después de la concepción o, al menos, tiempo antes de que muera el niño? ¿Por qué esta hipótesis? Ella está basada en la doctrina de la fe, sobre la cual a su vez está basado el mensaje del Concilio, doctrina según la cual Dios quiere conducir a todos al cielo y da a todos, incluso sin los sacramentos, los medios para llegar allí.
----------Con esto, el Concilio no se aparta en absoluto de la Tradición, y tampoco de la fe, por la cual la Iglesia administra el bautismo en orden a la salvación. Sin embargo, desde los primerísimos tiempos del cristianismo, como se sabe, la Iglesia ha bautizado a niños, evidentemente todavía no capaces de razonar, y por tanto incapaces de emitir ese acto de fe que Nuestro Señor Jesucristo manda explícitamente junto con el bautismo para salvarse. Por lo demás, durante muchos siglos, como es bien sabido, la Iglesia ha admitido un "bautismo de deseo" y un "bautismo de sangre" distintos del bautismo sacramento.
----------¿Qué significa esto, entonces? Clara y sencillamente, quiere decir que la Iglesia, con la autoridad infalible que le ha sido conferida por Cristo Nuestro Señor, ha ampliado el significado del bautismo que significa purificación de los pecados, porque a lo largo de los siglos ha comprendido mejor la amplitud de la divina misericordia y, por lo tanto, el significado profundo de las palabras del Salvador, quien ciertamente prescribe el bautismo como un acto relacionado con el plan ordinario de la salvación.
----------Pero dado que Dios quiere salvar también a aquellos que sin culpa no pueden acceder a los sacramentos, es inevitable admitir, como siempre se ha admitido, también la existencia de un plan extraordinario de salvación que lo hace posible para esta categoría ilimitada de personas, si es verdadero que según los antropólogos el hombre ha existido en la tierra desde hace dos millones de años y, por lo demás, hoy necesitamos preguntarnos sobre la suerte o destino de los cientos de millones de víctimas del aborto que se suman año a año. ¿Todos ellos al infierno, aunque sea solo el "margen" y solo por el pecado original sin culpas personales? Pero, ¿es culpa de estos niños no haber sido bautizados?
----------Entonces, en este punto, moviéndonos en la línea de la ampliación del significado del bautismo, ampliación que ya ha sido hecha por el Magisterio de la Iglesia con la doctrina del bautismo de deseo y del bautismo de sangre, ¿no podríamos todavía llamar "bautismo" y eventualmente "bautismo original o prenatal" la intervención salvífica de la gracia de Cristo antes de que muera el niño?
----------Sobre este tema, como es sabido, ha intervenido la Comisión Teológica Internacional con el documento "La esperanza de la salvación para los niños que mueren sin bautismo" de 2007. En este texto largo e importante se comienza por constatar que siempre se ha sabido que la Escritura no dice absolutamente nada del limbo, mientras enseña claramente la voluntad de Dios de querer salvar a todos.
----------Por otra parte, sin embargo, el mismo documento de la Comisión Teológica Internacional, con mucha lealtad y franqueza frente al actual buenismo rahneriano imperante que sostiene que todos se salvan, cita el Concilio de Quierzy del 853, en el cual, muy a las claras, se dice en cambio que no todos se salvan. Sin embargo, con un proceder muy argumentado, partiendo de todas las fuentes de la teología y del Magisterio, el documento viene a dar a entender claramente que es contrario a la doctrina del limbo y a sostener, como por lo demás lo dice el propio título, "la esperanza de que también estos niños se salvan".
----------Si pasamos revista a los documentos de la Iglesia que tradicionalmente fueron utilizados por los teólogos para sostener la existencia del limbo, el documento citado muestra que no son probatorios y afirma, por lo tanto, explícitamente que el limbo no es doctrina del Magisterio sino una simple doctrina teológica, por lo tanto, a diferencia del Magisterio, que es infalible y que por lo tanto no cambia, la doctrina teológica es revisable o falible al menos en principio. Por lo tanto, según deja entender el documento, mañana el Magisterio podría aprobar oficialmente la tesis de la salvación también de estos niños, negando por consiguiente implícitamente la doctrina del limbo. Obviamente esto no comportaría ninguna contradicción con el Magisterio del pasado, porque nunca el Magisterio se ha pronunciado sobre este punto.
----------Esta cuestión del limbo nos da la ocasión para aclarar la diferencia entre la Sagrada Tradición, fuente de la Revelación divina, y por lo tanto inmutable y perennemente verdadera, y las tradiciones existentes en la Iglesia, tradiciones que, por más útiles, seculares o respetables que sean, surgiendo sin embargo de simples creencias o decisiones humanas, en un momento dado les llega el tiempo en que, por cambiar las circunstancias o por una profundización de la Palabra de Dios y de la misma Sagrada Tradición, deben ser abandonadas sin ninguna nostalgia anacrónica y del todo dañina (nostalgia enfermiza de la que sufren pasadistas como los lefebvrianos y filolefebvrianos). Sobre este tema ha escrito un hermoso libro el famoso teólogo dominico Yves Congar [1904-1995]: "Tradición y tradiciones", publicado hace muchos años por las Ediciones Paulinas. Me gustaría invitar a mis amigos tradicionalistas a meditar sobre este libro.
----------Al mismo tiempo, es muy evidente con cuánto respeto y seriedad el citado documento de la Comisión Teológica Internacional toma en consideración las tesis de los tradicionalistas a favor de la existencia del limbo, y de ello da suficientes pruebas precisamente el hecho de que dedica más de 30 páginas a refutarlas, sin cerrar todavía por completo una puerta a la aún vigente legitimidad de la actual creencia en el limbo, dado que el Magisterio aún no se ha pronunciado definitivamente.
----------Por el contrario, sabemos bien cómo la actual tendencia modernista se libera de la doctrina del limbo con un simple encogimiento de hombros, considerando que ni siquiera vale la pena discutir una cosa de tal género. Pero el motivo de esta su actitud es indudablemente reprobable porque ellos muchas veces y de buena gana sostienen la doctrina errónea de que todos son salvos, por lo cual ni siquiera creen en la existencia del infierno. De hecho, si para la Escritura es verdad de fe la voluntad divina salvífica universal, para la misma Escritura es una herejía afirmar que no existen condenados en el infierno.
----------Sin embargo debemos también reconocer que el Concilio Vaticano II, rectamente interpretado, nos abre nuevos horizontes sobre la grandeza de la Misericordia de Dios, aunque sin excluir la divina Justicia y este progreso en el conocimiento de la Palabra de Dios es el efecto del modo humano de conocer la verdad, modo humano que se refleja también en el conocimiento de fe, según la promesa de Nuestro Señor Jesucristo, quien ha garantizado a su Iglesia conducirla a la plenitud de la verdad.

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