En nuestros apuntes de escatología tratamos hoy de un tema que concierne a una posible condición de nuestra alma después de la muerte: la eventual necesidad de purificar nuestros pecados antes de entrar en la bienaventuranza, lo que tradicionalmente es llamado purgatorio.
----------Al momento de la muerte, según la fe cristiana, se abren dos fundamentales posibilidades y nos toca a cada uno efectuar la elección entre ellas: o la perfecta y plena comunión con Dios en la bienaventurada contemplación de su Rostro, debidamente purificados de todo pecado, lo que tradicionalmente es llamado "paraíso" o "cielo", y es la salvación eterna; o bien la rebelión orgullosa, decidida y definitiva a Dios y contra su ley, la negativa a arrepentirse de los pecados y, por tanto, el rechazo consciente y voluntario de su misericordia, para fijarse obstinadamente para siempre en la propia perversa voluntad, lo que es llamado "infierno"; y es la perdición eterna. La pena eterna no es sino la lógica consecuencia de tal elección.
----------Evidentemente, quienes son condenados no lo son porque tengan amor de la pena eterna, cosa psicológicamente absurda, sino sólo por satisfacer su ilimitada soberbia, por la cual, considerándose absoluta y divinamente libres, el réprobo prefiere su voluntad a la voluntad de Dios. Y para satisfacer su soberbia, el condenado también acepta la pena del infierno. Razona así: mejor libre en el infierno que esclavo de Dios en el cielo. Naturalmente, ¡le dejamos a él su concepto de libertad...!
----------Dicho esto, debemos precisar que la obtención de la salvación después de la muerte puede presentar dos aspectos o bien una alternativa: o la obtención del paraíso, es decir, de la eterna bienaventuranza que nace de la perfección final de la caridad y de la visión inmediata de la esencia del Dios trinitario; o bien el llegar a un misterioso lugar ultraterreno de purificación, lugar en el cual el alma se demora durante una determinada duración de tiempo, mejor llamado "eviternidad", tanto cuanto sea necesario para que el alma, debidamente purificada, pague su deuda y sea vuelta digna de alcanzar el cielo. Esto es el purgatorio.
----------Hay referencias al purgatorio ya en el Antiguo Testamento: "Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 Mac 12,46), pero especialmente las hay en el Nuevo Testamento: "Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada" (Mt 12,31) y "la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego" (1 Cor 3,13-15).
----------Esta verdad de fe fue confirmada más tarde por los Concilios de Florencia (1439-1442) y de Trento. La encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica (nn.1030-1032). Lamentablemente esta verdad ha sido negada por los protestantes y también hoy es posible encontrar dudas o incluso negaciones entre los católicos o quienes se profesan tales. Errores hoy en día muy difundidos son que todos nos salvamos y que resucitamos inmediatamente después de la muerte, por lo cual no existe ni infierno ni purgatorio.
----------Al contrario de esos errores, el Concilio de Florencia, por su parte, enseña que las almas del purgatorio pueden ser ayudadas a expiar su pena mediante sufragios de diversa índole, como la celebración de la Santa Misa, la oración y la limosna. Entre estas prácticas se enumeran las indulgencias, que son beneficios espirituales concedidos por la autoridad eclesiástica, que consisten en el acortamiento o en la total anulación de la pena del purgatorio mediante el cumplimiento por parte de los fieles de algunas prácticas piadosas, beneficios obtenidos recabando los méritos de Nuestro Señor Jesucristo y de todos los santos.
----------La práctica de las indulgencias no es sino un aspecto secundario, pero no privado de utilidad e importancia, del dinamismo de la Redención, por la cual precisamente nosotros, como Iglesia, en el cumplimiento de las buenas obras, nos valemos de la energía purificadora y santificadora que nos viene de los méritos de la santísima Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. En tal modo, la obra de salvación cumplida por el cristiano no está contenida solo dentro de los límites de la humanidad terrena, sino que también se extiende a esa parte de la humanidad que se encuentra en el purgatorio. Y, como ha dicho Nuestra Señora a los pastorcitos de Fátima, existen almas en el purgatorio que tienen mayor necesidad de la divina misericordia, también porque quizás se trata de almas olvidadas por las cuales nadie reza. Por lo tanto, como nos sugiere la Santísima Madre de Dios, es una buena práctica la de pensar en ellos de un modo especial.
----------Estas prácticas piadosas, con el beneplácito de la divina providencia, pueden acortar la duración de la pena hasta eliminarla por completo. Sin embargo, las almas purgantes están sustancialmente salvas y santas, por lo cual, según una tradición piadosa, ellas oran por nosotros y pueden interceder por nosotros, porque ya son sustancialmente gratas a Dios y están seguras de su próxima bienaventuranza.
----------San Pablo menciona una pena de "fuego", que de algún modo puede ser asimilada a la pena del infierno, aunque si bien esta castiga una impiedad irrevocable y es el sello de la condenación eterna, la pena del purgatorio, como se ha dicho, es purificadora y sólo temporal, mientras que debemos creer que aunque también es severa, sigue siendo mucho menos dura que la pena del fuego del infernal.
----------La pena del purgatorio, sin embargo, aunque severa, es mitigada con la certeza absoluta que tiene el alma purgante de estar salvada y, por lo tanto, con la dulcísima espera del encuentro con el divino Esposo. Algunos hoy, siguiendo las ideas de Lutero, quisieran tener una certeza similar de su propia salvación. En cambio, el Concilio de Trento nos advierte de la esencial importancia de cultivar, junto con la esperanza de la salvación, también un saludable temor, que es aquello que nos hace cautelosos y vigilantes, y nos da esa sagacidad que sirve para evitar las fascinantes tentaciones y las sutiles insidias de las falsas doctrinas, para avanzar con seguridad por el camino de la verdad y de la caridad. Este es el modo verdadero de tener la paz en esta vida y de encontrar una segura esperanza, impidiéndonos ser chitrulos presuntuosos, que creen poder confiar en la divina misericordia sin hacer obras de penitencia y continuar pecando libremente.
----------Por otra parte, debe pensarse que aquellos que estuvieran en el purgatorio en el momento de la Parusía de Cristo y debieran descontar una pena cuya duración excedería el momento de la misma Venida, dado que con esta Venida cesa el purgatorio y las cuentas se cierran, estas almas verían su pena acortada en modo de terminar en cualquier caso con el momento de la Parusía. Ahora bien, sin embargo, para que sea respetada la justicia, podemos razonablemente creer que la intensidad de la pena deberá aumentar proporcionadamente a la duración que se ve acortada. Sería como alguien que (y excúsenme el lector la banal comparación a la que recurro) en lugar de pagar a plazos, paga todo de una vez.
----------El modo como entonces un alma pueda sufrir del fuego y de qué tipo sea el fuego del purgatorio o del infierno, son cuestiones que los fieles siempre se han planteado, pero cuya respuesta no es ciertamente fácil, dado que sobre estos puntos no tenemos claras explicaciones en la Sagrada Escritura ni seguros pronunciamientos del Magisterio de la Iglesia, que se limita a hablar de "fuego" sin explicarnos en qué consista y cómo pueda atormentar al espíritu. Indudablemente el símbolo del fuego es muy significativo para representar un terrible sufrimiento y por lo tanto una pena muy severa.
----------El dato revelado (sea tanto en la Escritura como en la Tradición) es indudable: existe ese "fuego" en el purgatorio y en el infierno; pero en torno a este misterioso "fuego" se acumulan las preguntas, por ejemplo: ¿Cómo actúa este fuego? ¿Cuál es exactamente su naturaleza y su configuración? ¿Quién lo alimenta? ¿De qué emana? ¿Qué efectos produce? La iconografía tradicional se las arregla rápidamente, representándolo igual a como es el fuego de aquí abajo. Pero el teólogo quisiera aclaraciones que los pintores no pueden dar. Obviamente, aquí no tenemos espacio ni para siquiera intentar una respuesta.
----------Sin embargo, en la visión católica tradicional, parece tratarse de un verdadero fuego, aunque no idéntico a aquel que comúnmente conocemos, sino tan solo similar, como si esta sustancia física pudiera actuar y actuase en dos niveles: uno, terreno, que es el que cae bajo nuestra experiencia, y otro ultraterreno, que es aquel que se actúa en el infierno y en el purgatorio. Cabe señalar que en la tradición católica incluso los demonios padecen el fuego del infierno, aunque ellos son, como las almas de los difuntos, de puros espíritus.
----------Completaremos el tema del purgatorio en la continuación de estos apuntes.
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