He aquí unos últimos pensamientos (en la pequeña serie de notas de ayer y anteayer) sobre la relación entre la naturaleza, la pandemia y la fraternidad humana, que intuyo que son temas que se harán presentes de algún modo en la anunciada tercera encíclica del papa Francisco.
----------Ayer recordábamos, al pasar, una reciente expresión del papa Francisco en el contexto de la actual pandemia: "la naturaleza se venga"; que obviamente no puede entenderse en sentido llano o literal, sino en sentido metafórico. Porque la naturaleza no es una persona, dotada de razón y voluntad, capaz de cometer actos vengativos (a partir de un supuesto libre albedrío). Claro que es cierto que la naturaleza, si no es impedida, tiene reacciones deterministas, reguladas por leyes inflexibles e inexorables. Pero en su reacción agresiva hacia nosotros debemos leer, como nos lo enseña la Fe, una prueba o un castigo, y la ocasión que Dios nos da para hacer penitencia por nuestros pecados y convertirnos a Él.
----------No hay otra manera de interpretar aquellas palabras del Papa, pues si se interpretara su expresión "la naturaleza se venga" en sentido llano o literal, entonces se estaría atribuyendo error en la Fe del Sumo Pontífice, herejía, lo que sabemos que es imposible, por ser él indefectible en la Fe. ¡El Papa no podría enseñar el paganismo! No se lo permite la gracia magisterial, que del Espíritu Santo recibe y que no puede él libremente rechazar como sí puede rechazar la gracia pastoral, como ya hemos explicado.
----------No, el Papa no puede enseñar el paganismo. Y no, la naturaleza no es, como en los mitos paganos, una persona divina, sino que es una familia numerosísima y diversificadísima de entes creados por Dios y bajo su gobierno. Por un lado, el alternarse de la vida y de la muerte en la naturaleza no es el proceso normal necesario de la conservación, de la evolución y de la regeneración de la naturaleza. Por otro lado, en el mundo de la vida infrahumana rige el principio mors tua vita mea y el principio de la selección natural, que deja vivir solo a los más fuertes; pero no es lo mismo en el mundo de la sociedad humana, donde lo que importa no es el conjunto o el todo social, sino la persona singular, creada a imagen de Dios, en donde los fuertes tienen el deber moral, en la medida de sus posibilidades, de proteger y curar a los débiles.
----------Al respecto, por una parte, es desalentador que en la angustiosa situación actual de la pandemia, donde los ancianos, es decir, los más débiles están en mayor riesgo, se escuchan voces aquí y allá que, en lugar de inspirarse en sentimientos de humana piedad y fraternidad, se hacen eco de las cínicas y lúgubres tesis de Charles Darwin [1809-1882], el preferido de los egoístas y de los explotadores. Por otra parte, está claro que el individuo que goza de buena salud, debe servir al bien común y que el bien común prevalece sobre el privado cuando éste es perjudicial para el bien común. Pero el bien común significa prestar atención sobre todo a los más pobres y a los más débiles, como el Papa nunca se cansa de recordar.
----------El sufrimiento y la muerte, según las Sagradas Escrituras, no son un producto esencial y necesario de la naturaleza para su vida y regeneración, sino que, por el contrario, son un paréntesis y una corrupción de la naturaleza. La naturaleza no quiere la muerte, como no la quiere Dios creador de la naturaleza. La muerte y el sufrimiento le repelen y la naturaleza lucha contra ellos. Son un mal que viene del exterior y precisamente del pecado primero del ángel y luego, por instigación del diablo, proviene del pecado del hombre, es el efecto del pecado y "ha entrado en el mundo por envidia del demonio" (Sab 2,24).
----------Es posible y por lo tanto es necesario luchar contra el sufrimiento y la muerte. Pero el remedio radical es eliminar el pecado. Y el pecado se elimina aceptando -en Nuestro Señor Jesucristo- el sufrimiento y la muerte. Por consiguiente, eliminado el pecado, se elimina el sufrimiento, y si no se lo elimina de inmediato, sí será eliminado ciertamente en la vida futura, incluso aunque sea cierto que el sufrimiento debe abordarse de frente con adecuados remedios, como por ejemplo la medicina.
----------Ahora bien, avancemos, y distingamos mejor leyes físicas y leyes morales.
----------1°) Leyes físicas. Es importante, para aclarar nuestro tema, reflexionar brevemente sobre el significado de las leyes de la naturaleza. La naturaleza no es una amasijo casual, aleatorio o caótico de cosas agrupadas entre sí, sino que es un conjunto innumerable de objetos de variadísimas dimensiones y cualidades bien ordenados y conectados entre sí de acuerdo con leyes fijas e infalibles, establecidas por el Creador. Y también los procesos de corrupción y los hechos patológicos o degenerativos, como los de los cadáveres o de los desechos, suceden según leyes muy precisas.
----------Sin embargo, indiquemos ahora el pasaje del concepto de leyes naturales al de leyes morales. Todas las leyes de la naturaleza pueden reunirse en torno a dos vastísimos géneros: leyes que regulan las actividades naturales infrahumanas y leyes que regulan las actividades humanas, es decir la conducta humana. Las primeras son las leyes físicas o naturales; las segundas son llamadas leyes morales naturales. Y estas regulan la conducta humana no solo en sí misma, en las relaciones sociales y hacia Dios, sino también hacia la naturaleza y sus leyes (en este último caso, tenemos la ecología).
----------2°) Leyes morales. La ley moral, en el campo de la salud física y psíquica, requiere el respeto de las leyes de la vida psicofísica del hombre. La falta de respeto de estas leyes psicofísicas provoca la corrupción de la vida precisamente psicofísica del hombre. La ley moral en el campo de la vida espiritual preserva la salud psicofísica en una sabia relación con la naturaleza y además eleva la vida psicofísica al logro de los fines naturales y sobrenaturales de la vida humana.
----------Como alguna vez dijo Galileo Galilei [1564-1642], para poder dirigir la naturaleza, es necesario primero obedecerla. El hombre no impone leyes a la naturaleza, sino que es la naturaleza la que impone sus leyes al hombre. De hecho, tanto las leyes que gobiernan la naturaleza cósmica, como las que gobiernan la naturaleza humana y su conducta, o sea las leyes morales, han sido ideadas por Dios con sapientísimo diseño, para que el hombre armonizara con el universo y el universo con el hombre.
----------El actual contraste, desarmonía, y oposición, entre la naturaleza y el hombre, o sea, una naturaleza hostil al hombre y un hombre que agrede a la naturaleza, no son cosas que Dios quiere en absoluto, no forman parte del plan original de creación, sino que son, como nos narra la Sagrada Escritura (Gn 3,17-19) el efecto y el castigo del pecado original cometido por nuestros primeros progenitores.
----------El pecado original, de hecho, al poner al hombre contra Dios, su Creador, rompió todas las relaciones y lazos que en el Paraíso edénico llegaron a formar una existencia unitaria, sanísima y armoniosa en todos los niveles, en todas sus dimensiones, en todas sus fuerzas y energías, en todos sus aspectos. El pecado ha puesto al hombre contra sí mismo, ha puesto al alma contra el cuerpo, ha puesto al intelecto contra la voluntad, ha puesto al intelecto contra el sentido, a la pasión contra la voluntad, al hombre contra la mujer, al individuo contra la sociedad y al hombre contra la naturaleza.
----------Por consiguiente, la naturaleza herida y caída, como resultado del pecado, se ha arruinado en el organismo de sus leyes, leyes que ya no favorecen el bienestar, sino que causan sufrimiento penal ("espinas y cardos" leemos en Gn 3,18), en razón de la Divina Justicia, aunque en todo caso siempre bajo la moderación de la Divina Misericordia. Por supuesto, también el coronavirus actúa según leyes establecidas por Dios. Pero precisamente este hecho, como he dicho, es lo que, bajo la guía de Dios, permitirá a la ciencia, conociendo estas indefectibles leyes físicas naturales, derrotar al coronavirus.
----------Por su parte, Nuestro Señor Jesucristo, con su redención y su sacrificio, restaura todas las relaciones, comenzando por reconciliar al hombre con Dios, y recomponiendo así la armonía entre el hombre y la naturaleza. Y no solo eso, sino que Cristo ha elevado al hombre y la naturaleza a una dignidad superior a la edénica. De hecho, no solo el hombre recupera la inmortalidad perdida por el pecado, sino que incluso la entera naturaleza infrahumana es liberada de la muerte, mientras que por el contrario en el Edén estaba en vigor la ley, para esta naturaleza, mors tua vita mea. De hecho, los vivientes inferiores constituían la comida del hombre (Gn 1,29); pero en el mundo de los resucitados, el hombre ya no necesitará restaurar su fuerza con comida, pues estará en posesión de una inmortalidad aún más elevada que la edénica. Todo el mundo infrahumano participará de la inmortalidad del hombre en una vida de pacífica comunión universal, libre de cualquier contraste o conflicto, expresado por el profeta Isaías con la imagen del león que convivirá con el cordero (Is 65,25).
----------La ética natural y sobre todo la moral evangélica enseñan que la acción moral del hombre, mediante el uso racional de la razón y del libre albedrío, sostenidos por la gracia, debe ser conforme al dictamen de la ley moral natural. La desobediencia a esta ley causa en el hombre el fracaso en la vida, es decir, la frustración de alcanzar los fines de la naturaleza humana y del fin último, Dios, y por lo tanto una falsa libertad y una falsa felicidad, que conducen a la condenación eterna. Es en estas verdades racionales, accesibles a todos los hombres, donde debe inscribirse la reflexión sobre la fraternidad humana. Claro que esas verdades racionales que antiguamente coexistían en armonía con las verdades de fe y eran por éstas iluminadas, se han vuelto "locas", por así decirlo, con la Ilustración moderna. El resultado ha sido que el dominio sobre la naturaleza ha sustituído a la comunión con la naturaleza.
----------El orden racional de la naturaleza corresponde al orden de la racionalidad humana. Es cierto, como se había dado cuenta Immanuel Kant [1724-1804], atento estudioso de la naturaleza, que la razón humana mediante la ciencia física se encuentra a sí misma en el descubrir la racionalidad fenoménica y matemática de la naturaleza. Según Kant, sin embargo, el hombre interroga la naturaleza no para aprender de ella, sino para obligarla a responder sobre lo que él ya sabe a priori sobre las leyes de la naturaleza.
----------Ahora bien, ambas cosas son ciertas. La primera corresponde a la física teórica; la segunda a las necesidades de la técnica. En Kant emerge todavía más que en René Descartes [1596-1650] y Gottfried Leibniz [1646-1716] esa pretensión racionalista e idealista y esa falta de humildad, que quita a la naturaleza sus misterios y la reduce a un simple campo de ejercicio del poder del hombre occidental, abandonando esa sabiduría medieval cristiana (me gustaría decir franciscana), que llevaba a la admiración y a la contemplación de la naturaleza por amor de Dios. En verdad, algo de esto se salva en la estética de Kant, con la admiración por lo "sublime". Pero la elevación a Dios parece estar en él ausente.
----------Pero después de Kant llega Johann G. Fichte [1762-1814], quien, totalmente capturado por la instancia del dominio del espíritu sobre la materia, no ve ya en la naturaleza sino el término de la aplicación del esfuerzo humano de la autorrealización. Luego, con Friedrich Schelling [1775-1854] la naturaleza vuelve a ser soberana, pero en una visión panteísta y monista, donde el sujeto-objeto, espíritu-materia, vida-muerte, finito-infinito, mito y logos, libertad y necesidad, humano y divino se funden y se identifican en una única Totalidad o Naturaleza divina. Convergen en Schelling la Sustancia única de Baruch Spinoza [1632-1677], hecha de pensamiento y de extensión, objeto del amor Dei intelectualis y el Dios-Mundo de Giordano Bruno [1548-1600], hirviente crisol de las potencias mágicas, meta de los heroicos furores. Si estos tres, Spinoza, Bruno y Schelling, hubieran conocido a Pachamama, seguramente que no habrían dejado de hacerle sus cumplidas alabanzas e integrarla en su sistema totalizante, monista, panteísta.
----------En Georg W.F. Hegel [1770-1831], la naturaleza es la auto-alienación de la Idea en el mundo. Pero este a su vez es necesario a la Idea como opuesto por el cual la Idea vuelve a sí misma. De hecho, recordemos que para Hegel el ser es circular y reflejo, es decir, es Espíritu. Esto significa que es dialéctico; el punto de llegada coincide con el punto de partida. De la vida viene la muerte y de la muerte viene la vida. Del bien viene el mal y del mal viene el bien. Por lo tanto, vida y muerte, bien y mal son inseparables, al contrario del Cristianismo, que propugna y prevé el triunfo de la vida y del bien.
----------Dice de hecho, Hegel: "La idea, desde su inmediatez y exterioridad, que es la muerte [es decir, la naturaleza] vuelve en sí, para ser ante todo el viviente [de la muerte a la vida] y luego supera también esta determinación, en la cual es solo vida y se produce en la existencia del Espíritu, que es la Verdad y el propósito final de la naturaleza y es la verdadera realidad de la Idea". La Idea se niega a sí misma como naturaleza, es decir, como mortal. Pero en la muerte todavía queda la Idea, aunque enajenada. Entonces, para que la Idea sea ella misma, debe volver a sí misma. Aquí está el pasaje dialéctico de la muerte a la vida.
----------Sin embargo, llegados a este punto, se nos hace necesario recordar una verdad cristiana: que el hombre, con el pretexto de ser señor de la naturaleza, no tiene el derecho de manipular o plasmar la naturaleza con medios técnicos a su placer sin respetar la ley moral natural, porque esto produce la muerte. Pero aquí no hay un proceso dialéctico que se mantenga. Si la muerte llega a él, la muerte sigue siendo muerte, si no llega la Vida a quitarle la muerte. Y para siempre.
----------De hecho, también el cristiano, aún viviendo la vida de la gracia que supera lo natural, debe recordar que la naturaleza humana, aunque animada por un alma espiritual que la vuelve señora de la naturaleza cósmica y del mundo infrahumano, forma parte, en su dimensión material, de la naturaleza cósmica y, por lo tanto, está sujeta a sus leyes, por lo cual, para mantenerse en salud, y no encontrarse con la muerte, tiene la obligación de obedecer las leyes de la naturaleza cósmica y de su naturaleza.
----------Mediante el progreso de la ciencia y de la técnica y, por lo tanto, el progreso de la medicina, el hombre es capaz de utilizar las leyes de la naturaleza para evitar o al menos limitar siempre más y más los daños o destruir las fuerzas hostiles que provienen de la naturaleza. Y estos progresos de la ciencia y de la técnica son, en justicia, merecidos por todos los hombres fraternalmente ligados por la ley moral natural.
----------Es precisamente en este proceso de liberación humana (por supuesto, "liberación" rectamente entendida, como se ha explicado, ajena a todo desborde iluminista), para consagrarlo, alentarlo, confirmarlo y potenciarlo interviene y se inserta la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la cual, por la intercesión de María Santísima, en el momento en el que sostiene los heroísmos de aquellos que están actualmente en la primera línea de la atención sanitaria en este tiempo de sufriente pandemia, ilumina a los investigadores, hace que los sanitarios estén alertas y laboriosos, otorga celo a los pastores, sabiduría a los gobernantes, paciencia y esperanza a los sufrientes, sana a los enfermos, consuela a los moribundos, da paz a los muertos, purifica a los penitentes, amonesta a los pecadores, y a todos ofrece salvación y misericordia.
----------No hay otra manera de interpretar aquellas palabras del Papa, pues si se interpretara su expresión "la naturaleza se venga" en sentido llano o literal, entonces se estaría atribuyendo error en la Fe del Sumo Pontífice, herejía, lo que sabemos que es imposible, por ser él indefectible en la Fe. ¡El Papa no podría enseñar el paganismo! No se lo permite la gracia magisterial, que del Espíritu Santo recibe y que no puede él libremente rechazar como sí puede rechazar la gracia pastoral, como ya hemos explicado.
----------No, el Papa no puede enseñar el paganismo. Y no, la naturaleza no es, como en los mitos paganos, una persona divina, sino que es una familia numerosísima y diversificadísima de entes creados por Dios y bajo su gobierno. Por un lado, el alternarse de la vida y de la muerte en la naturaleza no es el proceso normal necesario de la conservación, de la evolución y de la regeneración de la naturaleza. Por otro lado, en el mundo de la vida infrahumana rige el principio mors tua vita mea y el principio de la selección natural, que deja vivir solo a los más fuertes; pero no es lo mismo en el mundo de la sociedad humana, donde lo que importa no es el conjunto o el todo social, sino la persona singular, creada a imagen de Dios, en donde los fuertes tienen el deber moral, en la medida de sus posibilidades, de proteger y curar a los débiles.
----------Al respecto, por una parte, es desalentador que en la angustiosa situación actual de la pandemia, donde los ancianos, es decir, los más débiles están en mayor riesgo, se escuchan voces aquí y allá que, en lugar de inspirarse en sentimientos de humana piedad y fraternidad, se hacen eco de las cínicas y lúgubres tesis de Charles Darwin [1809-1882], el preferido de los egoístas y de los explotadores. Por otra parte, está claro que el individuo que goza de buena salud, debe servir al bien común y que el bien común prevalece sobre el privado cuando éste es perjudicial para el bien común. Pero el bien común significa prestar atención sobre todo a los más pobres y a los más débiles, como el Papa nunca se cansa de recordar.
----------El sufrimiento y la muerte, según las Sagradas Escrituras, no son un producto esencial y necesario de la naturaleza para su vida y regeneración, sino que, por el contrario, son un paréntesis y una corrupción de la naturaleza. La naturaleza no quiere la muerte, como no la quiere Dios creador de la naturaleza. La muerte y el sufrimiento le repelen y la naturaleza lucha contra ellos. Son un mal que viene del exterior y precisamente del pecado primero del ángel y luego, por instigación del diablo, proviene del pecado del hombre, es el efecto del pecado y "ha entrado en el mundo por envidia del demonio" (Sab 2,24).
----------Es posible y por lo tanto es necesario luchar contra el sufrimiento y la muerte. Pero el remedio radical es eliminar el pecado. Y el pecado se elimina aceptando -en Nuestro Señor Jesucristo- el sufrimiento y la muerte. Por consiguiente, eliminado el pecado, se elimina el sufrimiento, y si no se lo elimina de inmediato, sí será eliminado ciertamente en la vida futura, incluso aunque sea cierto que el sufrimiento debe abordarse de frente con adecuados remedios, como por ejemplo la medicina.
----------Ahora bien, avancemos, y distingamos mejor leyes físicas y leyes morales.
----------1°) Leyes físicas. Es importante, para aclarar nuestro tema, reflexionar brevemente sobre el significado de las leyes de la naturaleza. La naturaleza no es una amasijo casual, aleatorio o caótico de cosas agrupadas entre sí, sino que es un conjunto innumerable de objetos de variadísimas dimensiones y cualidades bien ordenados y conectados entre sí de acuerdo con leyes fijas e infalibles, establecidas por el Creador. Y también los procesos de corrupción y los hechos patológicos o degenerativos, como los de los cadáveres o de los desechos, suceden según leyes muy precisas.
----------Sin embargo, indiquemos ahora el pasaje del concepto de leyes naturales al de leyes morales. Todas las leyes de la naturaleza pueden reunirse en torno a dos vastísimos géneros: leyes que regulan las actividades naturales infrahumanas y leyes que regulan las actividades humanas, es decir la conducta humana. Las primeras son las leyes físicas o naturales; las segundas son llamadas leyes morales naturales. Y estas regulan la conducta humana no solo en sí misma, en las relaciones sociales y hacia Dios, sino también hacia la naturaleza y sus leyes (en este último caso, tenemos la ecología).
----------2°) Leyes morales. La ley moral, en el campo de la salud física y psíquica, requiere el respeto de las leyes de la vida psicofísica del hombre. La falta de respeto de estas leyes psicofísicas provoca la corrupción de la vida precisamente psicofísica del hombre. La ley moral en el campo de la vida espiritual preserva la salud psicofísica en una sabia relación con la naturaleza y además eleva la vida psicofísica al logro de los fines naturales y sobrenaturales de la vida humana.
----------Como alguna vez dijo Galileo Galilei [1564-1642], para poder dirigir la naturaleza, es necesario primero obedecerla. El hombre no impone leyes a la naturaleza, sino que es la naturaleza la que impone sus leyes al hombre. De hecho, tanto las leyes que gobiernan la naturaleza cósmica, como las que gobiernan la naturaleza humana y su conducta, o sea las leyes morales, han sido ideadas por Dios con sapientísimo diseño, para que el hombre armonizara con el universo y el universo con el hombre.
----------El actual contraste, desarmonía, y oposición, entre la naturaleza y el hombre, o sea, una naturaleza hostil al hombre y un hombre que agrede a la naturaleza, no son cosas que Dios quiere en absoluto, no forman parte del plan original de creación, sino que son, como nos narra la Sagrada Escritura (Gn 3,17-19) el efecto y el castigo del pecado original cometido por nuestros primeros progenitores.
----------El pecado original, de hecho, al poner al hombre contra Dios, su Creador, rompió todas las relaciones y lazos que en el Paraíso edénico llegaron a formar una existencia unitaria, sanísima y armoniosa en todos los niveles, en todas sus dimensiones, en todas sus fuerzas y energías, en todos sus aspectos. El pecado ha puesto al hombre contra sí mismo, ha puesto al alma contra el cuerpo, ha puesto al intelecto contra la voluntad, ha puesto al intelecto contra el sentido, a la pasión contra la voluntad, al hombre contra la mujer, al individuo contra la sociedad y al hombre contra la naturaleza.
----------Por consiguiente, la naturaleza herida y caída, como resultado del pecado, se ha arruinado en el organismo de sus leyes, leyes que ya no favorecen el bienestar, sino que causan sufrimiento penal ("espinas y cardos" leemos en Gn 3,18), en razón de la Divina Justicia, aunque en todo caso siempre bajo la moderación de la Divina Misericordia. Por supuesto, también el coronavirus actúa según leyes establecidas por Dios. Pero precisamente este hecho, como he dicho, es lo que, bajo la guía de Dios, permitirá a la ciencia, conociendo estas indefectibles leyes físicas naturales, derrotar al coronavirus.
----------Por su parte, Nuestro Señor Jesucristo, con su redención y su sacrificio, restaura todas las relaciones, comenzando por reconciliar al hombre con Dios, y recomponiendo así la armonía entre el hombre y la naturaleza. Y no solo eso, sino que Cristo ha elevado al hombre y la naturaleza a una dignidad superior a la edénica. De hecho, no solo el hombre recupera la inmortalidad perdida por el pecado, sino que incluso la entera naturaleza infrahumana es liberada de la muerte, mientras que por el contrario en el Edén estaba en vigor la ley, para esta naturaleza, mors tua vita mea. De hecho, los vivientes inferiores constituían la comida del hombre (Gn 1,29); pero en el mundo de los resucitados, el hombre ya no necesitará restaurar su fuerza con comida, pues estará en posesión de una inmortalidad aún más elevada que la edénica. Todo el mundo infrahumano participará de la inmortalidad del hombre en una vida de pacífica comunión universal, libre de cualquier contraste o conflicto, expresado por el profeta Isaías con la imagen del león que convivirá con el cordero (Is 65,25).
----------La ética natural y sobre todo la moral evangélica enseñan que la acción moral del hombre, mediante el uso racional de la razón y del libre albedrío, sostenidos por la gracia, debe ser conforme al dictamen de la ley moral natural. La desobediencia a esta ley causa en el hombre el fracaso en la vida, es decir, la frustración de alcanzar los fines de la naturaleza humana y del fin último, Dios, y por lo tanto una falsa libertad y una falsa felicidad, que conducen a la condenación eterna. Es en estas verdades racionales, accesibles a todos los hombres, donde debe inscribirse la reflexión sobre la fraternidad humana. Claro que esas verdades racionales que antiguamente coexistían en armonía con las verdades de fe y eran por éstas iluminadas, se han vuelto "locas", por así decirlo, con la Ilustración moderna. El resultado ha sido que el dominio sobre la naturaleza ha sustituído a la comunión con la naturaleza.
----------El orden racional de la naturaleza corresponde al orden de la racionalidad humana. Es cierto, como se había dado cuenta Immanuel Kant [1724-1804], atento estudioso de la naturaleza, que la razón humana mediante la ciencia física se encuentra a sí misma en el descubrir la racionalidad fenoménica y matemática de la naturaleza. Según Kant, sin embargo, el hombre interroga la naturaleza no para aprender de ella, sino para obligarla a responder sobre lo que él ya sabe a priori sobre las leyes de la naturaleza.
----------Ahora bien, ambas cosas son ciertas. La primera corresponde a la física teórica; la segunda a las necesidades de la técnica. En Kant emerge todavía más que en René Descartes [1596-1650] y Gottfried Leibniz [1646-1716] esa pretensión racionalista e idealista y esa falta de humildad, que quita a la naturaleza sus misterios y la reduce a un simple campo de ejercicio del poder del hombre occidental, abandonando esa sabiduría medieval cristiana (me gustaría decir franciscana), que llevaba a la admiración y a la contemplación de la naturaleza por amor de Dios. En verdad, algo de esto se salva en la estética de Kant, con la admiración por lo "sublime". Pero la elevación a Dios parece estar en él ausente.
----------Pero después de Kant llega Johann G. Fichte [1762-1814], quien, totalmente capturado por la instancia del dominio del espíritu sobre la materia, no ve ya en la naturaleza sino el término de la aplicación del esfuerzo humano de la autorrealización. Luego, con Friedrich Schelling [1775-1854] la naturaleza vuelve a ser soberana, pero en una visión panteísta y monista, donde el sujeto-objeto, espíritu-materia, vida-muerte, finito-infinito, mito y logos, libertad y necesidad, humano y divino se funden y se identifican en una única Totalidad o Naturaleza divina. Convergen en Schelling la Sustancia única de Baruch Spinoza [1632-1677], hecha de pensamiento y de extensión, objeto del amor Dei intelectualis y el Dios-Mundo de Giordano Bruno [1548-1600], hirviente crisol de las potencias mágicas, meta de los heroicos furores. Si estos tres, Spinoza, Bruno y Schelling, hubieran conocido a Pachamama, seguramente que no habrían dejado de hacerle sus cumplidas alabanzas e integrarla en su sistema totalizante, monista, panteísta.
----------En Georg W.F. Hegel [1770-1831], la naturaleza es la auto-alienación de la Idea en el mundo. Pero este a su vez es necesario a la Idea como opuesto por el cual la Idea vuelve a sí misma. De hecho, recordemos que para Hegel el ser es circular y reflejo, es decir, es Espíritu. Esto significa que es dialéctico; el punto de llegada coincide con el punto de partida. De la vida viene la muerte y de la muerte viene la vida. Del bien viene el mal y del mal viene el bien. Por lo tanto, vida y muerte, bien y mal son inseparables, al contrario del Cristianismo, que propugna y prevé el triunfo de la vida y del bien.
----------Dice de hecho, Hegel: "La idea, desde su inmediatez y exterioridad, que es la muerte [es decir, la naturaleza] vuelve en sí, para ser ante todo el viviente [de la muerte a la vida] y luego supera también esta determinación, en la cual es solo vida y se produce en la existencia del Espíritu, que es la Verdad y el propósito final de la naturaleza y es la verdadera realidad de la Idea". La Idea se niega a sí misma como naturaleza, es decir, como mortal. Pero en la muerte todavía queda la Idea, aunque enajenada. Entonces, para que la Idea sea ella misma, debe volver a sí misma. Aquí está el pasaje dialéctico de la muerte a la vida.
----------Sin embargo, llegados a este punto, se nos hace necesario recordar una verdad cristiana: que el hombre, con el pretexto de ser señor de la naturaleza, no tiene el derecho de manipular o plasmar la naturaleza con medios técnicos a su placer sin respetar la ley moral natural, porque esto produce la muerte. Pero aquí no hay un proceso dialéctico que se mantenga. Si la muerte llega a él, la muerte sigue siendo muerte, si no llega la Vida a quitarle la muerte. Y para siempre.
----------De hecho, también el cristiano, aún viviendo la vida de la gracia que supera lo natural, debe recordar que la naturaleza humana, aunque animada por un alma espiritual que la vuelve señora de la naturaleza cósmica y del mundo infrahumano, forma parte, en su dimensión material, de la naturaleza cósmica y, por lo tanto, está sujeta a sus leyes, por lo cual, para mantenerse en salud, y no encontrarse con la muerte, tiene la obligación de obedecer las leyes de la naturaleza cósmica y de su naturaleza.
----------Mediante el progreso de la ciencia y de la técnica y, por lo tanto, el progreso de la medicina, el hombre es capaz de utilizar las leyes de la naturaleza para evitar o al menos limitar siempre más y más los daños o destruir las fuerzas hostiles que provienen de la naturaleza. Y estos progresos de la ciencia y de la técnica son, en justicia, merecidos por todos los hombres fraternalmente ligados por la ley moral natural.
----------Es precisamente en este proceso de liberación humana (por supuesto, "liberación" rectamente entendida, como se ha explicado, ajena a todo desborde iluminista), para consagrarlo, alentarlo, confirmarlo y potenciarlo interviene y se inserta la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la cual, por la intercesión de María Santísima, en el momento en el que sostiene los heroísmos de aquellos que están actualmente en la primera línea de la atención sanitaria en este tiempo de sufriente pandemia, ilumina a los investigadores, hace que los sanitarios estén alertas y laboriosos, otorga celo a los pastores, sabiduría a los gobernantes, paciencia y esperanza a los sufrientes, sana a los enfermos, consuela a los moribundos, da paz a los muertos, purifica a los penitentes, amonesta a los pecadores, y a todos ofrece salvación y misericordia.
Estimado anónimo de pasadas las 7:30 de Argentina:
ResponderEliminarSoy Paolo Fitzimons, administrador de este blog.
No he podido publicar su comentario, que en cierto modo, contenía una opinión que, hasta cierto punto y con algunas correcciones, podía ser tomada en consideración. Lamentablemente no lo he podido publicar por su evidente mala educación y mal hablar. Probablemente Ud. es argentino, a juzgar por la soberbia que manifiesta y los términos que emplea, y con los cuales los argentinos (es de lamentar) somos conocidos y por cierto no apreciados en todo el mundo.
Su opinión, que intentaba describir algunas características HUMANAS del actual Papa (también argentino, y quizás sufriendo el mismo lastre nacional), podía haberse tomado en consideración. Pero no del modo que Ud. la expresó, utilizando adjetivaciones que sólo pueden prevenir de alguien que no alcanza a considerar que, más allá de los eventuales errores en ámbitos ajenos a su oficio divino, defectos del temperamento o incluso del carácter, o de las tendencias psicológicas quizás maliciosas de la personalidad HUMANA de quien hoy ocupa el Solio Pontificio, debe primar para todo católico el respeto divino a la gracia DIVINA que se le ha conferido como Maestro de la Fe y, en cuanto tal (y sólo en cuanto tal) dotado de indefectibilidad.
Le recuerdo que todo católico en agradecida posesión de la Fe, don de Dios, no puede menos que respetar a quien ocupa la Sede Petrina con un trato del que Ud., lamentablemente, no ha dado muestras.
Comprendo a quienes se les va la lengua con este Papa. No son nada fáciles estos años del Papa Francisco.
ResponderEliminarClaro que yo no tengo los problemas que tienen otros: eso de considerar que el papa sea Benedicto o no Francisco, o que la Santa Sede esté vacante desde el Concilio, o que Roma sea hereje como dicen los lefebvrianos, o que diciendo eso los lefebvrianos no sean cismáticos, me parecen todas afirmaciones ridículas, alocadas, que no pueden brotar de ninguna mente de católico en su sano juicio.
No hay ninguna duda: el Papa es Francisco, y él goza de la infalibilidad en la Fe cuando la enseña, como Cristo lo prometió.
Ahora bien, dicho eso, también digo que no me explico las razones que ha tenido la Providencia para elegir a este hombre como Papa: Bergoglio parece el menos adecuado para este oficio. A cada paso parece estar equivocándose, provocando faltando a la caridad y al respeto, caminando en el precipicio a punto de caer en herejía. Pero así son las cosas.
Le agradezco al padre Filemón de la Trinidad por ayudarnos con esta notas a comprender lo que vivimos.