miércoles, 16 de septiembre de 2020

El papa Francisco frente a los errores modernistas y lefebvrianos

Lo que, como católico, me gustaría apoyar y defender en el Papa, queridos lectores, es su munus petrino y en particular la infalibilidad de su magisterio, infalibilidad que permanece intacta incluso en el caso de un Papa como el actual, que engañado por un defecto bien conocido de los Jesuitas, tiende a asumir las expresiones de los adversarios, de tal modo que se asemeja precisamente a los que quiere refutar.

----------En mi notita de ayer me refería a los conocidos errores de quienes, sin comprender el oficio del Romano Pontífice, lo desprecian (los lefebvrianos) o lo adulan (los modernistas). Sin embargo, reconociendo la falta de fundamento, la ilegitimidad radical tanto de la postura lefebvriana como de la modernista, no podemos sino reconocer que en esas dos actitudes no hay sólo oscuridad y ceguera a la verdad. Como en cualquier conducta humana, no todo es negro o blanco, sino que hay matices, una escala de grises, es decir, reclamos que son legítimos en ambas posiciones. De modo que el conflicto existe, es grave, y se ha extendido durante décadas. Por lo tanto, la pregunta que me planteo hoy es acerca de lo que ha manifestado o actuado el papa Francisco sobre las dos desviaciones. ¿Qué ha hecho para solucionar el conflicto?
 
La evaluación de un Pontificado
   
----------Hice referencia ayer a las publicaciones que hoy se multiplican por parte de aquellos que entienden al de Francisco como "un pontificado ya acabado". No se piense que esas críticas surgen solamente de las corrientes del tradicionalismo abusivo, pues también parten de los modernistas, que están viendo hoy frustradas las inconfesadas aspiraciones revolucionarias que ellos habían puesto en Bergoglio. Aunque, por cierto, hay que reconocer que al menos en los medios españoles y argentinos, que para nosotros son los más conocidos y accesibles, las críticas que hacen más ruido son precisamente las del ultra-tradicionalismo. Particularmente se nota eso en ciertas publicaciones de tradicionalistas argentinos, que quizás han tenido la problemática experiencia de convivir con los defectos del clero autóctono (en gran medida actor protagonista de escandalosos abusos postconciliares) y, en particular, con el ex-arzobispo de Buenos Aires, a quien  han conocido bien. Es entonces comprensible que para ellos, los críticos tradicionalistas argentinos del papa Francisco, sea mucho más ardua la tarea de comprender cómo es posible que la Divina Providencia haya decidido que el principio visible de unidad en la Iglesia Católica sea el Magisterio que tiene hoy por supremo custodio y garante al papa Bergoglio. En tal situación, es evidente como, con sutil complacencia, poca inteligencia y mucha astucia, una y otra vez van a mordisquear con deshonesta actitud en esas infelices expresiones del papa Francisco, quien -por desgracia- tiene muchas. Pero es una crueldad ir a pescar precisamente aquellas dejando de lado el rico contenido positivo del magisterio del Santo Padre, por lo cual de las falsas descripciones que hacen del Papa, emerge una figura cuyo único perfil pareciera ser las ansias de poder político.
----------Lo que frecuentemente surge de esas caricaturas de evaluación de un pontificado, es a lo sumo, un vago parloteo acerca de fuerzas de poder, reales o supuestas conspiraciones, movimientos, avances, cambios, tensiones, líneas históricas y su concreción, sin comprender nunca qué se entiende de qué y hacia dónde va qué. Ese es precisamente el modo como trazaba la evolución de los fenómenos humanos el método del positivismo miope del siglo XIX. Pero encontrar esa misma mentalidad en historiadores o vaticanistas de cierta fama al juzgar no un fenómeno simplemente humano, sino incluso y nada menos que la obra de un Pontífice, es sorprendente y, diría sin medias tintas, escandaloso y ofensivo para el Papa mismo, tratado como si fuera una expresión cualquiera de las fuerzas físicas o biológicas de la naturaleza, o una expresión más de las fuerzas sociales consideradas sólo bajo las pautas del positivismo. Esto, dicho a nivel de historiadores europeos o vaticanistas romanos, porque si debiéramos referimos a las diletantes elucubraciones de analistas argentinos que intentan evaluar a un Pontífice meramente a partir de las conocidas taras del temperamento nacional, tendríamos que calificar sus "evaluaciones" aún más burdamente caricaturescas.
----------Por lo tanto, puestos a la tarea de evaluar un Pontífice la pregunta debe formularse de una manera muy diferente. Es necesario intentar comprender en qué fuerza divina el Santo Padre actualmente está poniendo su confianza. ¿Qué es lo que, en el ámbito de la fe, lo empuja, le da iniciativa, fuerza y coraje? ¿De acuerdo a qué línea o curso de acción intenta llevar a cabo su labor? ¿Cuál camino al cielo ha optado por recorrer? ¿Con qué perspectivas? ¿Con qué esperanzas? ¿Cuáles son sus defectos, fallas y fracasos? ¿Cuáles son sus éxitos? ¿Cuáles son los obstáculos que encuentra? ¿Contra quién debe combatir? ¿Cómo se defiende? ¿Qué esperanza tiene de vencer? ¿Quién le ayuda?
----------A mi criterio y opinión, como católico, la fuerza propulsiva del Santo Padre es el Espíritu Santo y el enemigo contra el que está combatiendo en soledad es otro espíritu, pero mentiroso y homicida: el demonio. Esto, en mi opinión, es el secreto para comprender a fondo el alma del papa Francisco, su drama, su lucha, sus cualidades, sus dones, sus empresas, sus proyectos, sus discursos, sus éxitos, sus fracasos, sus sufrimientos, sus desilusiones, sus errores, sus pecados. Combate por su salvación personal, combate con Cristo bajo la mirada de María por todos nosotros, por la Iglesia y por el mundo.
 
La evaluación del papa Francisco por parte de los modernistas
 
----------Sé que es inadecuado generalizar sobre el modo como los modernistas evalúan el pontificado de Francisco, y también soy consciente que, en buena ley, me debería referir a cada uno de ellos en concreto y en detalle. Pero aún a riesgo de expresar generalidades y perder de vista matices, voy a tratar acerca de un modo usual en ciertos modernistas (quizás el más encumbrado entre ellos sea Antonio Spadaro) para evaluar estos siete años del actual Pontificado.
----------Salvando la buena intención de muchos de ellos, lo primero que hay que decir es que hacen una lectura del pontificado del papa Francisco en la que están convencidos de que lo elogian. Sin embargo, en realidad se detienen en algunas de sus frases o declaraciones extemporáneas y ocasionales, que no reflejan la verdadera línea magisterial del Papa como Sucesor de Pedro, Pastor universal de la Iglesia y Maestro de la Fe. Captan los aspectos más superficiales y contingentes, y no captan los más profundos y esenciales. Elogian lo que deberían criticar y descuidan, desprecian o no comprenden lo que deberían alabar y defender contra los ataques de los enemigos de la Iglesia, internos y externos.
----------Usualmente, con un lenguaje vago, oscuro, muchas veces socializante o politizante, sin poner las cosas en claro, con refinada astucia adulatoria, refiriéndose falsamente al ideal ignaciano (lo cual se nota mucho en Spadaro), aprovechando astuta y deslealmente las frases ocasionales más infelices del Papa, se finge ser seguidor y partidario del Papa, pero en realidad se malinterpreta su magisterio y su modo de hacer avanzar la reforma conciliar, se ignora su constante predicación de Cristo crucificado y resucitado, su eclesiología, su mariología, su predicación moral de la justicia y de la misericordia, del verdadero sentido de la ecología integral, de la urgencia y del método de evangelización, de la importancia del diálogo ecuménico e interreligioso y del diálogo con los no creyentes, su elogio del martirio, así como del gran tema de la fraternidad universal, que el Papa ha anunciado como tema central de su próxima carta encíclica.
----------En general, los modernistas que adulan al Papa, no suelen aclarar nunca jamás el sentido preciso de ciertas frases infelices suyas, obiter dictae; presentan con frecuencia opiniones personales de Bergoglio como si fueran su magisterio, ignoran su guía como Maestro de la fe y Pastor universal de la Iglesia, y por lo tanto obstaculizan en la práctica la implementación de su ministerio petrino, al presentar sus intervenciones como si fueran las maniobras oportunistas de un hábil líder político.
----------Malinterpretan en sentido subjetivista y hegeliano (Spadaro) o neo-modernista rahneriano (Grillo) la espiritualidad del Papa. Evitan resaltar los verdaderos grandes valores de su Pontificado, que no son de carácter político sino dogmático, ascético y doctrinal, como el valor de las virtudes humanas y teologales, la condena de la oposición a las doctrinas del Concilio Vaticano II y de su falsa interpretación, la condena del rigorismo moral y del laxismo moral, la condena del gnosticismo, del pelagianismo, del idealismo, del materialismo, del secularismo, de la mundanidad. Es notorio el silencio que los modernistas guardan acerca del modo como el papa Francisco ha sacado a la luz la importancia de la demonología (sobre esto deberíamos tratar en detalle en otra oportunidad), de la obra inspiradora, iluminadora, pacificadora, unificadora, liberadora, fortalecedora, purificadora, santificante, conciliadora y armonizadora del Espíritu Santo.
----------A partir de sus presupuestos ideológicos (repito, generalmente hegelianos, o bien marxistas, o bien rahnerianos, aunque sea como se han difundido a nivel popular entre el clero) los modernistas creen que al Papa no le interesa el problema de distinguir la verdad de la herejía, creen que ama navegar oscilando entre el sí y el no, creen que le complacen las contradicciones, no comprenden su fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo, no comprenden el valor sobrenatural de su razonamiento y de su acción pastoral, se imaginan que al Papa no le interesa conducirnos a la salvación eterna en Cristo y a la visión beatífica celestial en la vida futura, sino que sus perspectivas son simplemente inmanentes a la historia, limitadas a la consecución de una felicidad puramente terrena, creen falsamente que el Papa, a la manera del praxismo marxista, quiere hacer brotar la verdad de la praxis, en lugar de basar la praxis en la verdad, creen que él es incapaz de elevar su pensamiento al mundo de los valores absolutos, creen que desprecia el poder especulativo y abstractivo del pensamiento en nombre de un concretismo inmerso en lo contingente, como hacen los animales, incapaz de captar la verdad en su trascendencia, universalidad e inmutabilidad y, por tanto, los valores teóricos y morales del Cristianismo en su carácter absoluto, independientemente del tiempo, del devenir y de la historia. Todo lo cual es como decir, en esencia, que el papa Francisco no sería capaz de comprender los artículos del Credo o los conceptos de la metafísica tomista porque son demasiado abstractos.
----------Los aduladores modernistas no alcanzan a comprender que cuando el Papa habla de sujeción o subordinación de la idea a la realidad no es un praxista marxista (como dice con frecuencia también De Mattei, lo que manifiesta como en esto se aúnan tradicionalistas y modernistas), sino que con ello el Papa no hace más que referirse al realismo gnoseológico bíblico-tomista, y no pretende en absoluto despreciar el valor de la idea como principio mental y espiritual, ni como proyecto propulsor y regulador de la acción. El papa Francisco sabe muy bien que lo concreto de la acción desciende de lo abstracto de los principios y de la ley. ¿Acaso los diez mandamientos mosaicos no son principios abstractos? ¿Los artículos del Credo no son acaso conceptos abstractos? ¿La mayoría de los artículos del Código de Derecho Canónico, sobre todo los cánones constitucionales, no son acaso principios abstractos? Sin embargo, es en estos códigos divinos y humanos, donde todo católico (y el Papa lo es) encuentra la base y la inspiración para su conducta moral, religiosa y civil. ¡No hagamos del Papa un vulgar pragmático marxista! Él sabe muy bien que es la Verdad la que libera, y sobre todo la Doctrina de la fe, la que debe iluminar y guiar la acción y no es la acción la que, una vez hechas las cosas -como hacen los comunistas- para justificar su propia violencia, inventan la doctrina ad hoc. No es la voluntad la que determina la verdad, sino que es la verdad la que guía la voluntad hacia el bien.
 
Breve reseña histórica de las traiciones postconciliares
 
----------Llegados a este punto es legítimo observar cómo en los años posteriores al Concilio Vaticano II, el Romano Pontífice, sea Pablo VI [1963-1978], Juan Pablo II [1978-2005], Benedicto XVI [2005-2013] o Francisco [2013-], ha sido traicionado por los suyos, y se ha cumplido el popular principio y ley no escrita de que un falso amigo es peor que un enemigo declarado.
----------Hasta el papa Pío XII [1939-1958] las alineaciones eran claras como dos ejércitos formados para la batalla, uno contra el otro: por una parte la Iglesia Católica, unida toda ella bajo el Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro y Cabeza visible del Cuerpo Místico peregrino en la tierra; y por otra parte, los enemigos de la Iglesia. Pero a partir de san Juan XXIII [1958-1963], debido a un malentendido concepto de diálogo con los no católicos difundido por Karl Rahner [1904-1984], creyendo ingenuamente que todos los hombres son de buena voluntad (ingenuidad que también afectó al Concilio Vaticano II en sus orientaciones pastorales), el episcopado, engañado por Rahner, comenzó a permitir la infiltración o la permanencia en el interior de la Iglesia de traidores y enemigos travestidos de católicos, no solo descuidando su deber de combatirlos o castigarlos, sino incluso, a veces por oportunismo, a veces por reprobable ingenuidad, consintiéndoles asumir funciones de guía o liderazgo en el propio episcopado y en los ambientes académicos de la teología, en universidades y seminarios.
----------Los Papas postconciliares quedaron así desubicados, por no decir desplazados, en particular por lo que Pablo VI llamó el "magisterio paralelo", y se fueron encontrando cada vez menos capaces de frenar el avance del neo-modernismo, básica y simplemente en razón de la falta de apoyo de los Obispos, entre los que se había extendido una falsa interpretación de la doctrina conciliar de la sinodalidad episcopal, por la cual se habían hecho demasiado independientes de los Papas, los cuales, de tal modo, se fueron encontrando solos en absoluta soledad para combatir contra la herejía. Un caso emblemático y dramático fue el de san Pablo VI, cuando en 1968 publicó su famosa encíclica Humanae vitae, a la cual incluso algunos episcopados opusieron resistencia, mientras Rahner -ya sin careta, a rostro descubierto, amparado por su fama y por la impunidad que muchos obispos le otorgaban- acusaba al Papa de haberse equivocado.
----------Joseph Ratzinger, como perito teólogo en los tiempos del Concilio Vaticano II, había colaborado con Rahner, quien en aquella época todavía se comportaba bien. Pero, una vez clausurada la asamblea conciliar, cuando Rahner, abandonando su pseudo tomismo, se quitó la máscara, manifestando abiertamente su impostación hegeliana, que había mantenido en secreto desde 1941, Ratzinger se separó claramente de él; de hecho se convirtió en uno de sus críticos más severos y, en premio a esta su oposición, fue hecho Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por san Juan Pablo II.
----------Durante veinte años, el cardenal Joseph Ratzinger, desde su rol de Prefecto colaborador del Papa como Maestro de la Fe, combatió contra las desviaciones rahnerianas y afines, aunque -hay que decirlo con franqueza- sólo prendiendo a los peces más pequeños, al parecer sin sentirse con la fuerza suficiente como para prender al pez grande. En esto, su acción se asemeja a la debilidad de san Pablo VI en la misma tarea. Rahner falleció en 1984, y ni siquiera después de su muerte (precisamente cuando comenzó la labor de Ratzinger en la CDF) las desviaciones rahnerianas fueron jamás condenadas. Sin embargo, los rahnerianos no se lo perdonaron a Ratzinger, y continuaron conspirando contra el Magisterio de la Iglesia.
----------Fallecido san Juan Pablo II, se produjo la rápida elección del papa Benedicto, tal como hemos resaltado, declarado enemigo de Rahner. Su elección como Romano Pontífice fue indudable señal de que el colegio cardenalicio quería evitar el aumento del peligro rahneriano.
----------Pero ya durante el pontificado de san Juan Pablo II, el partido rahneriano, encabezado por el cardenal Carlo Maria Martini [1927-2012], aspiraba a conseguir que un rahneriano alcanzara el solio pontificio, un rahneriano que muy bien podía ser identificado en el propio Martini. Durante el pontificado de Karol Wojtyla, un grupo de cardenales partidarios de Martini, con el arzobispo de Milán a la cabeza, formaron la famosa "mafia de San Galo", confabulación secreta con el objetivo de trabajar para elegir como sucesor de san Juan Pablo II al cardenal Jorge Mario Bergoglio. Fracasado su intento en 2005, maniobraron para hacerse espacio en la Santa Sede, con el fin de obstaculizar y detener la acción del papa Benedicto XVI, rodeándolo de falsos colaboradores rahnerianos. Todos sabemos lo que pasó al cabo de ocho años de pontificado: en 2013, el papa Benedicto, rodeado de enemigos, fue constreñido a presentar su dimisión. Caía de ese modo, tras los inconmovibles pontificados de san Pablo VI y san Juan Pablo II, y en continuación con ellos, lo que parecía el último motor propulsor a la vez de la ciclópea tarea de llevar adelante las inspiradas reformas del Concilio Vaticano II y de la defensa contra la falsa interpretación rahneriana de las enseñanzas conciliares.
----------El papa Benedicto XVI expresó haber abdicado libremente. De acuerdo, lo aceptamos. Seguro que no tuvieron que apuntarle una pistola a la sien; pero los malvados, en su astucia y perfidia, conocen muchos modos para que alguien sea elegantemente constreñido a hacer lo que ellos quieren, salvando las formas. Indudablemente Benedicto XVI ha renunciado libremente, como él mismo lo ha declarado, pero en el sentido de renunciar libremente al ejercicio de un poder, para el cual ya no sentía la fuerza, como haría cualquier superior por buen sentido común, si se da cuenta de que sus súbditos lo desobedecen.
----------Ahora bien, con la elección del papa Francisco, todo parece darnos a entender que el Papado ha renunciado ya a luchar contra los rahnerianos en el modo de combatirlos de frente, aunque más no sea de frente en el modo como lo hicieron Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, o sea, sin dejar de ejercer el supremo munus docendi (aunque sin condenar la falsa interpretación rahneriana del Concilio). Pero ya no se observa la misma actitud en el papa Francisco, y más bien habría que calificar estos siete años de su pontificado -como repetidamente lo he dicho con palabras del santo cardenal John Henry Newman- como tiempos de temporal suspenso de la función docente en la Iglesia. Pero esto no quiere decir que el papa Francisco no sepa distinguir la verdad de la herejía, que no sepa distinguir la Doctrina Católica de sus desviaciones, y que no sepa distinguir los aspectos realmente valiosos y positivos (digamos, preambula fidei, en cierto modo) que también se encuentran en la modernidad, que él sabe asumir con fino discernimiento.
----------Es de imaginar que sus supuestos "amigos" y "colaboradores" han ejercido en estos siete años y siguen ejerciendo sobre él, una enorme presión  para que elogie y recomiende públicamente a Rahner. Incluso hay quienes, como el teólogo italiano Andrea Grillo, creen descaradamente que el papa Francisco inspira su enseñanza en Rahner. Pero el Papa, que con cierta frecuencia no evita en absoluto citar a autores que a él le agradan y que también son discutibles (además de citar, por supuesto, al propio santo Tomás de Aquino), no ha dicho nunca una sola palabra (¡ni siquiera una!) a favor de las herejías de Rahner. Podría citar a Rahner en el futuro, como ha mencionado obras del cardenal Kasper, sin por ello suscribir sus errores. ¡Pero nunca ha mencionado siquiera a Rahner! De hecho, está claro que a los rahnerianos les gustaría sustituir a santo Tomás de Aquino por Rahner, como Doctor Communis de la Iglesia. Pero a semejante aspiración el papa Francisco no ha prestado en absoluto su oído. Y esto es más que lógico y comprensible, ya que el papa Francisco no es de ningún modo un hereje, ni puede serlo jamás según la actual economía de la salvación, y aquella famosa "correctio filialis" firmada el 16 de julio de 2017, por citar sólo un ejemplo de los despropósitos a los que ha llegado el ala contraria a la de los modernistas, los ultra-tradicionalistas, es una verdadera y propia hipocresía, además de ser una afrenta gravísima a la Cátedra Petrina.

Pero... el papa Francisco exhibe dificultad para traer paz a la Iglesia

----------Sin embargo, dicho todo lo anterior, llegamos a preguntarnos lo que insinué en el título. ¿Cómo se ha comportado el papa Francisco frente a los errores modernistas y ultra-tradicionalistas?... Ciertamente, un punto acerca del cual la pastoral del Papa es criticable es su dificultad para ser juez imparcial en el grave conflicto que ha estado dividiendo a los católicos durante cincuenta años entre modernistas y ultraconservadores. El Papa del diálogo es incapaz de hacer dialogar entre sí a hermanos en la fe que "se muerden y se devoran unos a otros" (cf. Gal 5,15). No logra convocarlos a unos y a otros en torno a una mesa presidida por él.
----------Esta dificultad está dada por el hecho (por demás evidente y que a ningún observador se le escapa a menos de llevar una venda en los ojos), de que el papa Francisco es, a nivel de su acción pastoral o de gobierno, demasiado indulgente con los modernistas y demasiado severo hacia los ultra-conservadores. Mientras no tiene dificultad en reconocer la validez del reformismo conciliar de los primeros, no alcanza a reconocer el reclamo de los segundos, que aspiran a la recuperación de los valores tradicionales perdidos y a la conservación del depósito inmutable de la Fe. El papa Bergoglio confunde con "rigidez" la firmeza de los tradicionalistas en sus convicciones de Fe, si bien es cierto que ellos (al menos los ultratradicionalistas) en el campo moral sí, efectivamente, son rígidos donde sería necesario ser flexibles y comprensivos. Es comprensible entonces que los ultraconservadores, viéndose ingratamente incomprendidos en sus justas exigencias, no tengan confianza en el Papa como mediador de conciliación y de paz.
----------En mi opinión, parece que al papa Francisco le cuesta reconocer que en realidad de verdad, conservación y progreso están hechos para integrarse entre sí sobre la base de los valores comunes de la Fe. El Papa lucha por mostrar a los unos y a los otros que, después de todo, los valores que llevan adelante son solo una parte del complejo de los valores cristianos, mientras que la otra parte está en el partido opuesto. No todo el bien está en la propia parte y no todo el mal en la otra.
----------El ultra-tradicionalismo (lefebvriano, por mencionar la forma más difundida de tradicionalismo heterodoxo) ha "comprado" la interpretación rahneriana del Concilio Vaticano II y, trastocando el verdadero concepto de Tradición, ha caído en la herejía fixista, rechazando el Magisterio conciliar y el Magisterio de los Papas del postconcilio. Tras su engaño inicial, el proceso herético lefebvriano es lógico y natural, pues la interpretación rahneriana del Concilio pone a las enseñanzas conciliares en contradicción con la Tradición, y el Concilio se ha convertido -para los lefebvrianos y filolefebvrianos- en un resurgimiento del modernismo; cuando en realidad el Concilio es precisamente el antídoto al modernismo, mostrando el camino para una sana modernidad a la luz del Evangelio y liberada de sus errores. El papa Francisco, sin embargo, parece afectado por la tendencia buenista del Concilio, presente también en Rahner; pero en Francisco el buenismo no tiene los fundamentos panteísticos que asume en Rahner, sino que es solamente una expresión de su carácter compasivo y llevado por la fraternidad. Intuyo que lo que acabo de decir podría llegar a ser una importante clave interpretativa de su anunciada próxima encíclica.
----------Lo que intento transmitir a los lectores, a la par de señalar lo que parecen evidentes defectos de la pastoral y del gobierno del Papa, es que existe un modo constructivo de criticar al papa Francisco, un modo que estoy seguro que a él le agrada, porque le es útil, un modo motivado, fundamentado, y del todo legítimo, relativo a sus defectos humanos, pero en el pleno respeto de su autoridad apostólica; y es el que estoy intentando hacer. Pero a la vez, no dejo de señalar que existe lamentablemente una crítica que lo golpea y lo ofende en su dignidad de Sucesor de Pedro, y esa es la crítica tanto de los ultraconservadores como de los modernistas, pues los unos y los otros lo confunden con un rahneriano, sin advertir que si así fuese, Francisco sería hereje. Lo que es imposible en la actual providencia salvífica.
----------Ambos, lefebvrianos y modernistas, confunden al Papa con un rahneriano, con la diferencia de que los primeros, sus detractores, lo lamentan y lo desprecian, mientras que los segundos, sus aduladores, lo aprueban y disfrutan. Pero los unos y los otros, por motivos opuestos, ofenden gravemente al Papa al convertirlo de todos modos en hereje, cayendo ellos por eso mismo en herejía (material al menos).
----------El papa Francisco, en cuanto Papa, abreva con profundidad su inspiración de la Escritura, del Magisterio pontificio precedente, de los documentos del Concilio Vaticano II, de la Tradición y de Santo Tomás de Aquino, el doctor communis Eclesiae. De modo que, sea como Papa sea como doctor privado, tiene la sensibilidad y la capacidad de asumir algunos temas verdadero y válidos de la modernidad (incluso de Rahner, o de Lutero, o de cualquier hereje también, depurándolos de sus errores). Pero afirmar que el Papa está influenciado por las herejías de Lutero o de Rahner es pura y simple calumnia.
----------Es cierto que una parte de la Iglesia permanece encastillada en sus formas anti-modernistas de lectura de la Tradición, que meten indistintamente a todos en una misma bolsa, a los modernistas, a Rahner y el papa Francisco. Son los ultra-tradicionalistas, los lefebvrianos, los filolefebvrianos, los ultraconservadores y los seguidores de Don Minutella, por citar algunas agrupaciones.
----------Tenemos necesidad hoy más que nunca (el Papa también tiene esta necesidad) de abrir los ojos ante la inmensa impostura del modernismo de nuestro tiempo, que no es el modernismo de Pío IX, o de san Pío X, ni el modernismo al que se enfrentó Pío XII, sino el neo-modernismo rahneriano, que desde hace cincuenta años, forzando en sentido modernista las doctrinas del Concilio Vaticano II, con una sistemática y descarada oposición a la interpretación oficial de los Pontífices, está provocando un abominable retorno del modernismo, mucho peor que el de los tiempos de san Pío X, generando escándalos, deserciones, dañosas divisiones y contra-reacciones en la Iglesia, con gravísimas consecuencias en el campo de las costumbres morales, incluyendo la contra-reacción lefebvriana que, de modo hipócrita y farisaico, ha rechazado admitir la necesidad del progreso en la Fe, rechazando el Concilio creyéndolo modernista, e impidiendo así al Concilio producir en plenitud todos esos frutos de reforma que podría haber dado y todavía puede dar.

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