sábado, 26 de septiembre de 2020

El papa Francisco, los dos cismas, y Catalina de Siena (2/4)


Como lo decíamos en la nota de ayer, la actitud de Santa Catalina de Siena ante los Papas de su época, particularmente en lo referente a la reforma y gobierno de la Iglesia, nos ofrece enseñanzas para discernir la actitud que nosotros debemos tener en nuestro tiempo, ante el papa Francisco.

----------La personalidad, con sus virtudes y sus defectos, de los Papas del tiempo de Catalina, Gregorio XI y Urbano VI, por supuesto, no es la misma que la del papa Francisco, pero aún así se pueden hallar puntos en común. Catalina recuerda con gran parresía al irascible Urbano que el Papa debe ser movido por una gran caridad, caridad que llegue al grado de arrebatarlo de las garras del demonio; y que su gran deber es el de trabajar con todas sus fuerzas por la unidad de la Iglesia fundada sobre la única fe, para obtener así la armonía interna entre las diversas corrientes, para sofocar y resolver los conflictos en la paz y en el respeto recíproco; palabras, estas, que pienso que Catalina también le dirigiría al papa Francisco. Dice Catalina: "Espero por el dulce amor de Dios, que él os colmará de su ardiente caridad, por la que conoceréis el daño que las almas han sufrido y cuánto estáis obligado a amarlas. Y así crecerá en vos el deseo, vivo como el hambre y el empeño de arrebatarlas de las manos del demonio y trataréis de ocuparos de la Iglesia toda, tanto de pastores como de fieles. Y particularmente de pacificar a vuestros hijos, reconduciéndolos con benevolencia con la vara de la justicia, según vuestra capacidad de sostenerla, y no más" (Carta 291 a Urbano VI).
----------Catalina reconoce con franqueza la presencia de la corrupción en la propia corte papal. Ella se refiere en particular a los Cardenales rebeldes que han provocado el cisma. Pero las palabras de la Santa se podrían de algún modo aplicar también a ciertos colaboradores o sedicentes "amigos" del Papa actual, que en realidad no reconocen la autoridad doctrinal pastoral del Sucesor de Pedro, sino que fingen una aduladora sumisión y una interesada amistad, lo cual no es algo menor, porque por su perfidia eso es peor que la rebelión abierta. Dice Catalina: "Si yo me vuelvo a mirar allí dónde estáis", es decir hacia la corte pontificia, "donde está Jesús, debe haber vida eterna, yo veo que en el lugar donde tu estáis, Santo Padre, tolerar que ellos vivieran en tanta miseria. Sin embargo, no cedáis" (Carta 305 a Urbano VI).
----------Sin duda, el Papa debe esforzarse por tener un especial discernimiento, particularmente sabio y prudente, en la elección de sus colaboradores. Creo que Catalina también dirigiría al papa Francisco esta advertencia que ella dirige al papa Urbano: "Es cierto, vos no podéis de un solo golpe quitar todos los pecados de los hombres, aquellos que comúnmente son cometidos por los cristianos, y sobre todo por los sacerdotes, sobre los cuales más que a nadie hay que vigilar. Pero bien podéis y tenéis el deber, de lo contrario lo tendríais sobre la conciencia, hacer cuanto os sea posible para limpiar al menos el seno de la santa Iglesia, es decir, proveer a los que están cerca vuestro y a vuestro alrededor, limpiando vuestra curia de insalubres y colocando hombres que se entreguen a la gloria de Dios y a vuestro honor y al bien de la santa Iglesia, los cuales no se dejen corromper ni por la seducción ni por el dinero. Si renovarais el seno de la santa Iglesia, vuestra Esposa, todo el cuerpo se verá renovado fácilmente: así daréis gloria a Dios y os llegarán honor y beneficio; con una buena y santa reputación y con el perfume de vuestras virtudes extinguiréis el error y el cisma" (Carta 364 a Urbano VI).
----------En el párrafo anterior, en lugar de "cisma" bastaría con poner los dos movimientos cismáticos de los lefebvrianos y de los modernistas, que es precisamente el doble cisma oficial y clandestino parangonable con el Gran  Cisma que se vivía en tiempos de Catalina, y al que ella hace referencia.
----------También el papa Francisco, de modo comparable a los Papas de la época de Catalina, quiere cumplir una obra de reforma, que en el caso del Papa actual, se trata de la realización correcta de la reforma diseñada por el Concilio Vaticano II. Es cierto, sin embargo, que este Papa no llega al punto de irascibilidad que la historia reconoce en el papa Urbano VI frente a los cardenales, pero aún así, sesgado o inclinado como está el papa Bergoglio hacia una interpretación exclusivamente progresista del Concilio, se muestra escasamente sensible y demasiado duro frente a los tradicionalistas y los conservadores.
----------Catalina reprochaba a Urbano VI el amor propio al querer imponer con tanta soberbia su propia voluntad. Hoy ella probablemente exhortaría al papa Francisco a superar sus prejuicios partidistas, también originados por el orgullo, y a actuar como conciliador y pacificador, él que es el supremo juez y árbitro de las controversias, el supremo moderador y custodio de la unidad de la Iglesia, a fin de ser verdaderamente el padre de todos, no sólo de los progresistas, sino también de los conservadores, salvo naturalmente que hayan caído en un conservadurismo cismático, el cual por lo demás ni siquiera reconoce su autoridad.
----------En los tiempos de Catalina estas dos corrientes (conservadores y renovadores) no existían, porque entonces no se contaba con el sentido histórico, que nosotros tenemos hoy, por lo cual no se prestaba atención al progreso histórico de la Iglesia. Ese progreso ciertamente sucedía también en la época de Catalina, pero en modo inconsciente e irreflexivo. Vale decir, no se hacían proyectos históricos de avance haciendo una comparación entre el futuro y el pasado según un calendario predeterminado o agenda preestablecida. Las reformas no eran concebidas como el proyectar algo nuevo y mejor, sino como un retornar a hacer aquel bien que se había dejado de hacer. Los conflictos intra-eclesiales se resumían en la competencia entre güelfos, partidarios del Papa, y gibelinos, partidarios del Emperador.
----------Pues bien, en aquellos tiempos, el papa Urbano VI era severo con todos. Mientras que, en nuestros tiempos, el papa Francisco parece demasiado severo sólo con los lefebvrianos, filolefebvrianos, y tradicionalistas extremos, mientras que, en cambio, se muestra demasiado indulgente hacia los modernistas. [Recuerden los lectores que cuando, en mi manera de expresarme, me refiero a la dupla conservadores-renovadores, estoy indicando dos corrientes legítimas en el seno de la Iglesia; mientras que cuando me refiero a la dupla lefebvrianos-modernistas, indico dos corrientes cismáticas, una formal y otra clandestina, que no son legítimas en la Iglesia (aunque los cismáticos modernistas hayan conseguido clandestinamente muchos puestos de poder en estos últimos cincuenta años)]. Pues bien, aquí el papa Francisco se muestra del todo opuesto al papa Urbano. Mientras Urbano agredía a sus adversarios sin ningún miramiento, el papa Francisco se abstiene de regañar o corregir a los herejes. Respecto a los modernistas se muestra excesivamente indulgente, al parecer porque castigándolos comprometería su fama y, por consiguiente, sería de temer la reacción que causaría, habiendo ellos conquistado ya un enorme poder en la Iglesia.
----------¿Cómo actuaría Catalina de Siena hoy?... No podemos dudar de que Catalina, si viviera hoy, se interpondría entre modernistas y lefebvrianos, esforzándose por eliminar los defectos de ambos, sacarlos de su actitud cismática y herética, e intentando acercarlos entre sí resaltando los valores comunes de fe, así como las cualidades de los unos y de los otros, en el respeto de la diversidad, estimulando y ayudando así al papa Francisco en esta urgente y sacrosanta obra de paz y de reconciliación intra-eclesial.
----------En lo que respecta a los ideales que guíen el gobierno de la Iglesia, hay que tener bien en cuenta las características de lo que propuso en su tiempo Santa Catalina de Siena. La reforma que propone Catalina no tiene nada que ver, por un lado, con un cambio de doctrina, como será la pretendida "reforma" de Lutero más tarde, y, por otro lado, ni siquiera se entiende según la forma del Concilio Vaticano II, como propuesta para el avance o desarrollo de la Iglesia en la historia, gracias a una nueva evangelización sobre la base de una asunción crítica de los valores del mundo moderno.
----------Los dos temas a los que me refiero en esta pequeña serie de notas, reforma de la Iglesia, y gobierno de la Iglesia, son dos temas unidos en Santa Catalina. Precisamente porque la reforma propuesta por Catalina es ante todo una reforma de la jerarquía de la Iglesia: una reforma no tanto de ideas (recordemos que Catalina no era teóloga), sino ante todo de la conducta, de las costumbres y del gobierno del Papa, de los Cardenales, de los Obispos, del clero y de los religiosos, sin evidentemente excluir a los laicos, claro que según el modelo de la teología moral y pastoral y de la eclesiología de su tiempo.
----------Lo llamativo, lo que sorprende, es que Catalina tuviera una idea tan clara del oficio pastoral, y con cuánta decisión, autoritativa confianza y fuerza persuasiva supiera proponer su idea de reforma para corregir los defectos de la jerarquía de su tiempo, como si hubiera estudiado la teología del sacerdocio, siendo como ella era una pobre joven indocta plebeya del siglo XIV, sabiendo como sabemos lo poco que se debía tener en cuenta a las mujeres, sobre todo entre los doctos, eruditos, y eclesiásticos. Claro que, haciendo justicia a la historia, es necesario decir, sin embargo, que el siglo XIV tuvo en alta estima la profecía y la mística femeninas. Y este hecho, esta característica de su tiempo, ciertamente contribuyó a construir la fama de Catalina, quien, por lo demás, estaba dotada de carismas excepcionales.
----------Martín Lutero [1483-1546], viviendo mucho después que Catalina, pasa entre sus seguidores por ser un "gran reformador". Sin embargo, comparado con la sabiduría con la cual Catalina habla de los sacerdotes, haciendo de ellos una figura ideal sublime, la forma como Lutero habla de ellos luce absolutamente bárbara, y eso que el así llamado "gran reformador" era también doctor en teología.
----------Toda la doctrina pastoral de Catalina de Siena se centra en el deber que tiene el pastor de vincular siempre en su acción pastoral, la justicia con la misericordia, usando en ocasiones ésta, y en ocasiones aquella, según las necesidades y las conveniencias. Los buenos pastores, dice Catalina: "han seguido sus huellas" (las de Cristo) "y por eso corrieron y no dejaron que se pudrieran los miembros por no corregir, sino caritativamente con el ungüento de la benignidad y con la severidad del fuego, cauterizando a fuego la llaga del defecto con la reprimenda y  la penitencia, poco o mucho según la gravedad del pecado. Y para corregirlo y decir la verdad no temían la muerte" (Diálogo de la divina Providencia, c.119).
----------(Pero seguiremos mañana, en la tercera y quizás última nota).

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